La morena

Fernando una mañana de primavera iba a salir del portal de su edificio cuando fuera pasó una bella morena. Hace tiempo, una noche se la habían presentado. Pero solo se habían dado los dos besos de rigor y nada más. Ahora sus miradas se cruzaron y sostuvieron durante unos segundos. El salió del portal y observó como ella entraba en un supermercado cercano y entró al mismo.
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Observó como ella se dirigía a la sección de congelados y él fue detrás. Se puso a su lado pero no se atrevió a decirla nada. En ese momento, ella giró la cabeza y se volvieron a mirar, él se la jugó y pasó su lengua por los labios en una actitud provocativa. La verdad era un recurso que pensaba que no iba a funcionar, más bien pensaba que ella le iba a decir algún insulto o tener alguna reacción mala por su atrevimiento pero en lugar de eso ella sonrió y con un dedo le acarició de manera disimulada el culo mientras iba a la caja.
Salió sin ningún producto y esperaba fuera. Fernando salió detrás de ella y al pasar donde ella, la chica tomó la iniciativa diciendo:
Vivo sola si quieres comer te invito a comer a casa pero me tienes que ayudar con la comida.
Fernando aceptó encantado y fue con ella. Mientras caminaban él la cogió de la mano, más bien lo intentó. Ella aceptó el juego y se la cogió. Cada vez que se miraban saltaban chispas, se palpaba el deseo entre los dos. Llegaron al portal y montaron en el ascensor. Ella no pudo aguantar más y se juntó a él y le acarició al tiempo que él la besaba en los labios primero dulcemente y apartando un mechón de su cara para después un beso apasionado acariciándola el culo y como si estuviera amasándolo.
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Entraron en la casa, enlazados, besándose, acariciándose. En el pasillo siguieron besándose, las lenguas jugaban una danza de fuego, dos llamas uniéndose en un solo fuego. De repente ella se separó y de manera provocativa le dijo:
Primero habrá que hacer la comida que el postre siempre va al final--- dijo Ana adoptando una postura muy obscena.
Fueron a la cocina y empezaron a cocinar. El la dijo que con esa ropa se iba a manchar que tenía que ponerse cómodo y con todo descaro se quitó la camiseta y los pantalones quedándose en un bóxer negro completamente prieto, la polla por debajo todavía estaba morcillona. Ella se acercó y se la acarició suavemente como masturbándola y fue poniéndose bien prieta y dura. Ella respondió que ella estaba ahora en desventaja y se sacó la ropa con movimientos armoniosos hasta quedarse con un tanga negro. El se arrodilló frente a la chica y con los dientes cogió la cinturilla del tanga y lo fue bajando hasta quitárselo. Ella hizo lo mismo con el bóxer.
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Se pusieron entonces a hacer la comida. El no paraba de mirarla. Era una chica muy atractiva. Morena de pelo largo, una enigmática mirada de ojos marrón oscuro, pechos pequeños rematados con dos pezones color café oscuro que parecían apuntar hacia arriba. El pubis casi completamente rasurado salvo un pequeño mechón negro y el culo redondo, duro y bien puesto. Ahora Fernando entendía porque los jeans la quedaban tan bien.
El cogió un poco de harina sin que ella le viera y la lanzó sobre la mesa y seguidamente fue donde ella empezó a besarla el cuello desde atrás. Su polla rozaba las nalgas de la chica y se iba poniendo más dura cada vez. Ella se dio la vuelta aprovechando Fernando para cogerla y levantarla sentándola en la mesa. El se situó entre sus piernas besando su boca. Luego su cuello, bajando por el escote, besaba las clavículas y bajaba lentamente a los pechos.
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Besaba los pechos una y otra vez, lentamente y cuando llegó a los pezones los lamió primero pasando una y otra vez por encima, luego en círculos y por último succionándolos con delicadeza y jugando con ellos.
Con las manos la prodigaba caricias en todo su cuerpo, empezando por la espalda, bajando a las nalgas y abriendo los muslos y las piernas. Ella entonces le separó y se arrodilló a sus pies. Con la lengua fuera le dio un buen lametón desde los huevos hasta la punta de la polla donde abriendo los labios en una pequeña o pasó una y otra vez por el glande como si fuera una cereza.
Fernando cerraba los ojos y con las manos la acariciaba el pelo disfrutando de las sensaciones que la lengua de Ana provocaba en su cuerpo. Ella con estos movimientos de la boca de la chica con los labios y la lengua cada vez iba engullendo más verga y con la mano iba acariciando el perineo y la zona anal masajeándosela.
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Fernando gozaba como pocas veces lo había hecho, por una parte por la maestría de la mujer y por otra porque estaba a punto de follarse a la mujer que siempre había deseado.
Cuando ella llevaba un buen rato mamandosela la levantó y la volvió a sentar en la mesa derribándola hacia atrás y subiéndose en la larga mesa de madera encima de la chica que estaba tumbada boca arriba y con las piernas flexionadas y abiertas deseando que ese palo que el hombre tenía entre las piernas la penetrara y entrara entre sus muslos como en una caliente cueva. El acercó la polla al coño de la chica y sin apenas dificultada traspasó la vulva entrando en la vagina de la chica y empezando a follarla.
La chica tenía el coño empapado, disfrutaba de cada acometida de aquel joven cuerpo. La follaba y aprovechaba para acariciar y besar su boca y de vez en cuando en un movimiento casi de contorsionista sus pechos, los pezones de Ana estaban completamente duros. De su coño caían jugos que iban a su ano. El con una mano acariciaba su ano intentando penetrarlo. Ella con un ágil movimiento dio la vuelta a la situación y se puso encima de él cabalgándolo como una amazona. Ella se movía sabiamente al trote con movimientos en los que casi descabalgaba y se volvía a penetrar profundamente.
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El guiaba los movimientos de la chica apretándola de los pechos y abriendo y cerrando sus nalgas hasta que con un dedo la penetró analmente haciendo que ella se corriera estirando su cuerpo. La hizo descabalgar y bajaron de la mesa.
El la cogió y poniéndola contra la mesa la penetró vaginalmente otra vez más pero con los dedos primero con uno y luego con dos la follaba analmente. Cuando la vió preparada cambió los dedos por su pene y éste penetró en el esfínter muy lentamente haciéndola sentir primero dolor y luego el mas indescriptible placer.
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Ana no paraba de gemir y jadear, le pedía a Fernando cada vez más. Este no paraba de follar su culo, con los dedos la masturbaba. Con la yema de los dedos la penetraba mientras con la base de los mismos rozaba su clítoris logrando más placer en Ana del que ya sentía. La sacó la verga del culo y cogiendola de los pelos se la ofreció para que la chupara ella accedió, con lo caliente que estaba casi cualquier cosa que él la hubiera pedido hubiera aceptado.
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No necesitó chupar mucho cuando sintió como un trallazo de una sustancia viscosa y caliente llenaba su boca y caía parte a sus pechos. Le dejó la polla limpia y levantándose se fundió en un beso con Fernando como dos amantes se hicieron uno. Luego se fueron a la ducha donde volvieron a follar y al salir terminaron la comida, comieron y se pasaron toda la tarde jodiendo.
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