Lo primero que le dejó en claro apenas se cruzaron en un chat por primera vez, es que su objetivo era uno solo, y tenía directa relación con lo único que podía ofrecerle en la vida real.
Él le había ofrecido concretarle la fantasía de que se la cogieran despacito, suave y profundamente.. hasta lograr retorcerla de puro placer.. y hacerla acabar a los gritos, tan intensamente, como nunca antes se lo había imaginado.
Ella era una pendeja morbosa, de veintipico, que estaba dispuesta a explorar cosas distintas. Él era un hombre que la doblaba en edad, y que había explorado unas cuantas.
Se dieron el tiempo suficiente para conocerse, y para conocer todas sus fantasías.
Él ya tenia mucha experiencia. La realidad, había hecho de todo.
Ella había tenido dos largos noviazgos, y si bien había sido muy apasionada con sus dos novios, sentía que delante suyo, había un mundo por conocer.
Él le dijo que no cogía por coger. Que ya no le interesaba satisfacer su deseo, que estaba en un momento de su vida, que le gusta hacer las cosas bien. Antes de tocarte, le dijo, necesito saber que que te estoy estimulando el cerebro de un modo que el simple roce, ya sea suficiente. Es que a esa edad, le explicó, uno ya no busca sacarse la leche, sino que busca encontrar las mas profundas formas de hacer sentir a la mujer que tiene en sus manos, plena.
Durante semanas jugaron a provocarse, a confesarse, a compartirse. Las charlas los dejaban prendidos fuego, a los dos. Un audio era suficiente estímulo. Una foto, un incendio.
Como por ejemplo esa primera foto, con un piyamita negro, que dejaba ver el perfil de sus pechos suaves, blancos, generosos. Fue en ese momento en el que él supo que quería tenerla en sus manos.
Ella se encendía cada vez que él le “dibujaba” a través de relatos, las escenas más fantasiosas que brotaban de su mente febril.
Hasta que decidieron verse. Un viaje de unas horas. Y un encuentro en las puertas de un hotel alojamiento.
Llegaron al telo, y las luces estaban tenues... ella le pidió que la esperara un segundo que quería ir al baño. Él se sacó el saco del traje y se dejó caer en el sillón. Escuchó que ella se lavaba las manos, y abrió la puerta del baño.
Cuando la vio, con aquel piyamita negro de la primera foto, entendió que iba a tener que hacer el máximo esfuerzo para controlarse.
Ella, por su parte, caminó a su encuentro. Le tenía tantas ganas, que desde el momento en que salió de su casa imaginó cómo, cuándo, dónde se iba a coger a ese tipo que tanto la había estimulado.
Aun no podía creer lo que estaba pasando. Ese tipo podría ser su padre. Se sonrió pensando… por suerte no lo es!
Lo vio sentado en el sillón. Se acercó. Su ritmo cardíaco ya estaba acelerado, y sintió entre sus piernas una punzada, como si ya la estuviera penetrando, pero ni siquiera la había tocado!.
Apenas se sentó encima de él, un orgasmo potente le atravesó el cuerpo. Él la tomó de la cintura, sabiendo exactamente lo qué estaba pasando. Y esperó a que recuperara la respiración, para besarle la boca, profundamente, con toda la lengua, con todos los labios. Ese beso frenético, voluptuoso, provocó que se sentara encima de él, con la ropa puesta, y la boca, y las manos de él recorriéndole la espalda hizo que una sensación la traspasara a lo largo de todo su cuerpo, recorriéndola, desde su centro hasta la nuca, desde su cuello hasta su clitoris.
Sus espasmos, que se replicaban una y otra vez, le hicieron entender que dejarse en manos de este hombre la convertirían en una mujer sexualmente plena.
Lo supo cuando apoyó la palma de su mano en su vientre.
Se dejó llevar por las caricias, los besos, los roce… dejó que la desnudara, dejó que rozara su lengua por su clítoris… hasta que llegó el momento en que sin saber cómo se había atrevido dijo
“cogeme, cogeme de una vez hijo de puta!
Él le había ofrecido concretarle la fantasía de que se la cogieran despacito, suave y profundamente.. hasta lograr retorcerla de puro placer.. y hacerla acabar a los gritos, tan intensamente, como nunca antes se lo había imaginado.
Ella era una pendeja morbosa, de veintipico, que estaba dispuesta a explorar cosas distintas. Él era un hombre que la doblaba en edad, y que había explorado unas cuantas.
Se dieron el tiempo suficiente para conocerse, y para conocer todas sus fantasías.
Él ya tenia mucha experiencia. La realidad, había hecho de todo.
Ella había tenido dos largos noviazgos, y si bien había sido muy apasionada con sus dos novios, sentía que delante suyo, había un mundo por conocer.
Él le dijo que no cogía por coger. Que ya no le interesaba satisfacer su deseo, que estaba en un momento de su vida, que le gusta hacer las cosas bien. Antes de tocarte, le dijo, necesito saber que que te estoy estimulando el cerebro de un modo que el simple roce, ya sea suficiente. Es que a esa edad, le explicó, uno ya no busca sacarse la leche, sino que busca encontrar las mas profundas formas de hacer sentir a la mujer que tiene en sus manos, plena.
Durante semanas jugaron a provocarse, a confesarse, a compartirse. Las charlas los dejaban prendidos fuego, a los dos. Un audio era suficiente estímulo. Una foto, un incendio.
Como por ejemplo esa primera foto, con un piyamita negro, que dejaba ver el perfil de sus pechos suaves, blancos, generosos. Fue en ese momento en el que él supo que quería tenerla en sus manos.
Ella se encendía cada vez que él le “dibujaba” a través de relatos, las escenas más fantasiosas que brotaban de su mente febril.
Hasta que decidieron verse. Un viaje de unas horas. Y un encuentro en las puertas de un hotel alojamiento.
Llegaron al telo, y las luces estaban tenues... ella le pidió que la esperara un segundo que quería ir al baño. Él se sacó el saco del traje y se dejó caer en el sillón. Escuchó que ella se lavaba las manos, y abrió la puerta del baño.
Cuando la vio, con aquel piyamita negro de la primera foto, entendió que iba a tener que hacer el máximo esfuerzo para controlarse.
Ella, por su parte, caminó a su encuentro. Le tenía tantas ganas, que desde el momento en que salió de su casa imaginó cómo, cuándo, dónde se iba a coger a ese tipo que tanto la había estimulado.
Aun no podía creer lo que estaba pasando. Ese tipo podría ser su padre. Se sonrió pensando… por suerte no lo es!
Lo vio sentado en el sillón. Se acercó. Su ritmo cardíaco ya estaba acelerado, y sintió entre sus piernas una punzada, como si ya la estuviera penetrando, pero ni siquiera la había tocado!.
Apenas se sentó encima de él, un orgasmo potente le atravesó el cuerpo. Él la tomó de la cintura, sabiendo exactamente lo qué estaba pasando. Y esperó a que recuperara la respiración, para besarle la boca, profundamente, con toda la lengua, con todos los labios. Ese beso frenético, voluptuoso, provocó que se sentara encima de él, con la ropa puesta, y la boca, y las manos de él recorriéndole la espalda hizo que una sensación la traspasara a lo largo de todo su cuerpo, recorriéndola, desde su centro hasta la nuca, desde su cuello hasta su clitoris.
Sus espasmos, que se replicaban una y otra vez, le hicieron entender que dejarse en manos de este hombre la convertirían en una mujer sexualmente plena.
Lo supo cuando apoyó la palma de su mano en su vientre.
Se dejó llevar por las caricias, los besos, los roce… dejó que la desnudara, dejó que rozara su lengua por su clítoris… hasta que llegó el momento en que sin saber cómo se había atrevido dijo
“cogeme, cogeme de una vez hijo de puta!
5 comentarios - Buscando ganar experiencia con un maduro
los relatos dependen de quienes rondan...