100 lugares donde tener sexo. Capítulo 6

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 6

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 6:
   Cada vez que la veía la pija se me ponía al palo. Oriana era una piba hermosa, con un culo perfecto y una actitud bien sarpada que me volaba la cabeza. Aparte, sabía que estaba buenísima y por ende se vestía usando ropa que dejaba ver mucha piel, inclusive en invierno y eso me ponía como loco. Vivía lanzándome miradas seductoras y me llenaba constantemente de mensajes con doble sentido que hacían que mi cabeza estuviera a mil todo el tiempo. En esa oportunidad me escribió “Hoy no tuve tiempo de desayunar, me quedé con unas ganas tremendas de tomar la leche” y ni bien terminé de leerlo sentí un palpitar en mi entrepierna. Era una mina increíble y era toda mía.
   Me llamo Lorenzo, tengo 24 años y estoy en quinto año de abogacía. Tras varios años de cursada bastante desordenada en la que iba y venía, terminé en un curso con gente más joven que yo y ahí conocí a Oriana. Era una piba que sobresaltaba por las demás chicas de 20 años, no solo por la madurez con la que se manejaba, sino también por su cuerpo descomunal. Por alguna razón del destino, tuve la suerte de coincidir con ella en que nuestros apellidos terminan con Z y por ende en la primera ronda de parciales orales, nos quedamos esperando hasta el final. Ese día hablamos durante un largo rato y pude chamuyármela lo suficiente como para que aceptara salir a tomar algo conmigo uno de esos días.
   Al principio rechazó mis dos primeras invitaciones. Ella me decía que tenía otras cosas que hacer, otros compromisos previos, por lo que pensé que en realidad me había dicho que sí de entrada solo para no rechazarme. Sin embargo me seguía hablando y me resaltaba que le debía una cerveza, por lo que me arriesgué una tercera vez y como dice el dicho: “la tercera…”. Fuimos a un bar muy conocido de la ciudad y luego de tomar unas cervezas y picar algo, caminamos unas cuadras hasta el auto. Ahí nos besamos y la cosa subió de temperatura tan de golpe, que cuando me di cuenta estábamos en el telo completamente desnudos y cogiendo ferozmente.
   No tengo palabras para describir lo impresionante que fue esa noche. Oriana era una fiera, una loba salvaje que me cogió descontroladamente durante casi una hora hasta dejarme completamente extasiado y satisfecho. Me la chupó de una manera increíble, dándome un placer único que nunca antes había sentido durante una mamada. Después de eso me cabalgó durante un largo rato, marcando distintos ritmos y dándome como espectáculo segundario, sus hermosas tetas rebotando como locas. Por último, se puso en cuatro y luego de que yo la penetrara, se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás, haciendo que su cola perfecta golpeara contra mi cuerpo una y otra vez hasta sacarme toda la leche. Esa noche Oriana me demostró que era un as de póker.
   Fue tal el desempeño de ella y tan pobre el mío, que estaba convencido que después de ese encuentro, no iba a haber ningún otro. Pero la vida me sonreía y al día siguiente, Oriana me escribió antes de que yo pudiera hacerlo para decirme que la había pasado genial y que tenía muchas ganas de repetirlo. Enseguida le propuse de vernos el fin de semana siguiente y repetir el plan, pero ella me contestó que tenía el cumpleaños de una amiga y que no podía salir a comer conmigo. Nuevamente pasó mi cabeza la idea de que estaba siendo amable y que en realidad no quería volver a verme, idea que quedó totalmente descartada cuando me propuso que la pase a buscar después del cumpleaños, a eso de las cinco de la mañana, para ir directamente al telo.
   Con el correr de las semanas se fue haciendo oficial, era el garche fijo de Oriana, la pendeja más hermosa de la facultad. El procedimiento era casi siempre el mismo, nos hablábamos el viernes a la tarde para organizar para ese fin de semana y por lo general concretábamos encuentros luego del boliche. Nadie lo sabía y decidí guardarme el secreto para mí, pues sentí que eso le daba un toque especial a la relación que compartíamos. Durante las clases apenas nos hablábamos, sin embargo ella vivía lanzándome miradas provocadoras que me encantaban. Tras haber tenido varios encuentros, comenzó con la provocación durante los días de la semana, que arrancó con unos simples mensajes de “Hola, cómo estás?” y fue escalando muy rápido. En cuestión de unos días, los mensajes empezaron a tener mensajes de doble sentido que hacían que la verga se me pusiera durísima en todo momento.
   Cuando se fueron aproximando las mesas de examen de fin de año, los encuentros se frenaron por dos fines de semana y eso nos tenía súper calientes. Oriana llegó a mandarme una foto suya de espaldas a un espejo, vestida con una tanguita negra diminuta que me llevó a hacerme una paja. A su vez, insistía con que después de los exámenes, me iba a agarrar y me iba a dejar seco de todas las veces que me iba a sacar la leche. No veía la hora de que llegara el día en el que rendíamos la última materia, que para colmo era la que cursábamos juntos. Ese miércoles me levanté temprano sin pensar en el examen, pues por mi cabeza solo pasaba la idea de volver a estar con Oriana.
   Por desgracia para los dos, la mesa se terminó desdoblando por la cantidad de gente que estaba allí para rendir esa materia. Como era de esperar, los apellidos que terminaban en Z tuvieron que irse a sus casas y volver al día siguiente. Una de sus mejores amigos sufrió el mismo destino y le propuso de volverse juntas para seguir repasando algunos temas, por lo que no pude acercarme a ella para decirle de irnos juntos. Iba a tener que esperar un día más y eso me ponía súper caliente, pero estaba dispuesto a hacerlo. Sin embargo la suerte parecía no estar de mi lado y al otro día no solo que amaneció todo oscuro, sino que una tormenta atroz cayó sobre la ciudad haciendo que me mojara casi por completo en las cuadras que tuve que caminar hacia la facultad.
   Ella no estaba tan mojada como yo, pues se había puesto una camperita impermeable encima y había usado paraguas, pero la humedad hacía que la remera se le pegara al cuerpo y le resaltara la cinturita divina que tenía. No dejó de lanzarme miradas durante todo el tiempo que estuvimos allí esperando para entrar a rendir. Su amiga salió con una sonrisa de oreja a oreja indicando que había aprobado y se marchó luego de comentarnos un poco el examen que le habían tomado. Media hora más tarde, me tocó el turno a mí, que después de dar un examen bastante largó, salí con la buena noticia de que no me quedaban más materias de segundo años. Ella entró unos minutos después y cuando los dos habíamos terminado, nos quedamos hablando un rato en la puerta de la facultad.
   La lluvia caía torrencialmente y a pesar de que eran las 11 de la mañana, parecía que era de noche. “¿Vamos?” me preguntó ella al ver que la lluvia parecía no parar y que de todos modos nos íbamos a empapar. Después de regalarle una sonrisa, empezamos a caminar bajo su paraguas los dos bien apretados, con la idea de que la lluvia nos tocara lo menos posible. Sin embargo, cuando llegamos a la esquina de mi casa, un auto pasó a toda velocidad y levantó el charco de agua que se había formado en la calle, haciendo que los dos nos mojáramos de arriba abajo. Oriana, indignada, le gritó un insulto que a mí me hizo sonreír y segundos más tarde, estábamos entrando al hall de entrada de nuestro edificio.
   Nos secamos como pudimos, manchando el palier y subimos al ascensor todavía riéndonos del evento que acabábamos de vivir. Su remera se le pegaba al cuerpo y la transparencia que esto provocaba dejaba entre ver sus hermosas tetas. Ella se dio cuenta que la estaba mirando y sonrió para luego lanzarse sobre mi cuerpo y besarme apasionadamente. El ascensor subía y nosotros ya estábamos calentándonos entre besos y manoseo que se hacía cada vez más intenso. “¿Querés que nos peguemos una duchita calentita?” me preguntó ella cuando el ascensor llegó al piso en el que vivía. Sin dudarlo, le dije que sí.
   Oriana entró a mi departamento y fue directo al baño mientras que yo me deshacía de la ropa lo más rápido posible y la llevaba al lavadero para no mojar todo el edificio. Cuando entré al baño, me encantó ver la ropa de mi compañera en el piso y saber que ella ya se estaba relajando abajo del agua caliente. “Vení. Te estoy esperando” me dijo ella y yo entré a la ducha a toda velocidad antes de que siquiera pudiera pensarlo. Enseguida ella se pegó nuevamente a mi cuerpo y volvimos a besarnos apasionadamente, completamente desnudos en esa oportunidad.
   El baño donde vivo tiene una ducha pequeña en lugar de una bañera, por lo que no hay mucho espacio para dos personas. Sin embargo eso nos jugó a nuestro favor, porque no teníamos pensado alejarnos mucho el uno de otro. Tras comernos la boca de manera apasionada, Oriana comenzó a bajar con sus labios por mi cuerpo, recorriendo mis hombros, mis brazos, mi pecho y mi cintura. Terminó arrodillándose adelante mío, con el agua tibia ayendo sobre su cabeza y con mis manos que se posaron sobre su nuca. Agarró mi pija, la cual ya estaba completamente dura y tras pajearme por unos segundos, se dedicó a chupármela de una manera increíble.
   Sus labios bien carnosos recorrieron los bordes de mi pija desde la punta hasta la base, provocándome shocks de placer que me hacían temblar. Luego, su lengua se dedicó a juguetear con mi cabecita mientras que con una de sus manos me pajeaba y con la otra me acariciaba los huevos. Poco a poco fue abriendo la boca para ir tragándose mi verga, haciéndola desaparecer por completo de mi vista y volviéndome loco. Me encantaba la manera en la que me la chupaba y como me calentaba con sus labios. Ella lo sabía y cada dos por tres levantaba la vista para dirigirme una mirada preciosa que hacía que me latiera la verga adentro de su boca.
   Tras darme un placer hermoso con sus labios, se levantó y me estampó contra la pared de la ducha y volvió a comerme la boca de un beso. Yo aproveché la oportunidad para tocarla toda, agarrándole firmemente la cola con una mano y metiéndole la otra entre sus piernas para acariciar su conchita empapada, en parte por el agua y en parte por la situación. Sin decirme nada, Oriana se dio vuelta y apoyó sus manos contra el otro lado de la ducha y franeleó su cola contra mi cuerpo, acariciando mi dura verga con sus nalgas. “¡Mmm!” gimió y giró la cabeza para lanzarme una mirada bien caliente que me puso como loco. Sin poder contenerme, me agarré la pija con la mano y se la metí a toda velocidad, penetrándola hasta el fondo.
   Sin embargo fue Oriana quien comenzó a moverse, pues yo estaba imposibilitado ya que mi cuerpo permanecía apoyado contra la pared de la ducha. Poco a poco empezó a subir y bajar su cola, que seguía pegada a mi cuerpo, provocando que mi verga entrara y saliera de su conchita bien mojada y caliente. Mis manos fueron directo a su cintura y acompañaron cada uno de sus movimientos, los cuales eran cada vez más rápidos. Enseguida dejó escapar unos gemidos que me indicaban lo mucho que estaba disfrutando de ello y eso me ponía al palo. ¡Estaba tremendamente caliente!
   Su cola comenzó a subir y a bajar a toda velocidad, haciendo que mi pija entrara y saliera de su conchita con cada movimiento que ella daba. Yo estaba prisionero de sus movimientos y eso me encantaba. Ella seguía con las manos apoyadas contra el otro lado de la ducha y el cuerpo levemente inclinado hacia adelante para poder moverse con más comodidad. Entonces fui elevando mis manos por su cintura y por el borde de su cuerpo, hasta encontrarme con sus tetas, las cuales agarré con firmeza y presioné contra su cuerpo. “¡Ay sí!” gimió Oriana al sentir mis dedos rozando sus pezones y sus movimientos se hicieron cada vez más veloces.
   Sus piernas subían y bajaban pegando pequeños saltos y su conchita hacia desaparecer por completo mi verga, la cual estaba a punto de estallar. Oriana comenzó a gemir como loca y sus gritos rebotaban en las paredes de la pequeña ducha. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Acabo!” gritó como loca y noté como el caudal de agua que caía entre su cuerpo y el mío aumentaba de golpe. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al saber que ella había acabado de una manera increíble en cuestión de minutos y solté sus lolas para desplomarme contra la pared nuevamente. Sin embargo ella no había terminado conmigo.
   Se dio vuelta y pegó su cuerpo nuevamente contra el mío, sujetando firmemente mi pija con una de sus manos. Comiéndome la boca una vez más, empezó a pajearme a toda velocidad, recorriendo con sus dedos todo el largo de mi verga que estaba al palo. Me miró a los ojos alejando unos centímetros su cara de la mía y me pidió que acabara con su mano. “Dame la lechita. ¡Dámela toda!” me dijo con voz sensual y yo no me pude contener a esa provocación hermosa y relajé aún más mi cuerpo. Entonces la leche empezó a saltar a toda velocidad de mi verga y terminó cayendo sobre la puerta vidriada de la ducha que estaba en frente mío. “¡Mmm que lindo!” festejó ella que siguió haciéndome la paja hasta que no quedó nada más adentro de mi cuerpo.
   Pero mi compañera de la facultad todavía no había calmado sus deseos sexuales y me lo hizo saber con un beso bien apasionado y unas palabras en mi oído que me pusieron al palo. “¿Vamos a la camita? ¡Quiero montarte como a mí me gusta!” me dijo apagando la ducha y agarrando una toalla para secarse el cuerpo. Entonces me regaló una sonrisa y salió del baño para irse a la habitación, mientras yo seguía mirando la explosión de semen que me había provocado y que caía lentamente por el vidrio de la puerta de la ducha. Oriana todavía no había terminado conmigo y eso me la volvió a poner al palo en cuestión de segundos.


Lugar n° 6: Ducha

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1 comentario - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 6

Pervberto
Lugares apretados, excelente situación para moverse con precisión.