Menos mal que no nos soportamos

Este es un relato de ficción. Y como a veces nos gustaría que la ficción se volviese realidad, estoy seguro que a muchos no les importaría ser los protagonistas de este relato. Espero que os guste. Vamos a ello.
Empezemos por presentarnos. Me llamo Andrés y tengo poco más de cuarenta años. Sin ser un tipo de calendario de bomberos, tampoco estoy estropeado del todo. Tal vez un par de cervezas menos me ayudarían a rebajar el inicio de curva de la felicidad que empieza a asomar pero a parte de eso, me mantengo en buena forma salvo pro un problema de menisco que fue el origen de esta historia. Por lo demás, soy un tipo del montón, ni guapo ni feo, ni alto ni bajo. El tipo de hombre que no llama la atención por la calle.
Trabajo en una gran empresa multinacional. Hasta hace poco estaba en el departamento de producción. Pero hace poco un problema de menisco me obligó a buscar un puesto de trabajo que no me machacase las rodillas.Por suerte, al poco tiempo de haberme operado la rodilla, el responsable del almacén se jubilaba dejando una vacante que resultó estar muy solicitada.Como una docena más de personas, yo me postulé para el puesto. Se trataba de presentar un currículum con nuestras habilidades, estudios y circunstancias personales para determinar quien era la persona más adecuada para el puesto. Finalmente conseguí hacerme con el puesto. Y sin saberlo con una enemiga.
El primer día en mi nuevo puesto el antiguo responsable me explicó en que consistiría mi tarea. Era fácil. A primera hora debía enviar a cada sección los materiales para la producción diaria y después revisar existencias y preparar los del día siguiente. El resto del día apenas tenía nada que hacer a no ser que surgiese algún imprevisto. Aquello no era un puesto de trabajo. Era un balneario.
El martes de la semana siguiente se jubiló mi antecesor y me quedé solo en el puesto. Al día siguiente recibí una visita inesperada en la pequeña oficina que tenía en la parte alta del almacén. Se trataba de una jefa de sección que tenía la intención, cosa que yo no sabía, de enchufar a una amiga en el puesto que ahora ostentaba yo.Se llamaba Carmen. Tenía más o menos mi edad y era una trepa. Era un secreto a voces que el puesto lo había conseguido acostándose con su jefe directo y aunque eso le costó su matrimonio, eso no pareció preocuparle demasiado. Aquello no empezó demasiado bien-Por lo que veo, ahora eres tú el responsable del almacén
-Para empezar, buenos días. Y sí. Desde hace una semana el responsable soy yo. ¿Algún problema con eso?
-Ya veremos -dijo mirándome con lo que yo interpreté como odio en la mirada.
-No veo porque tiene que haber problemas. Mientras ambos cumplamos con nuestras obligaciones. Si tienes alguna queja sobre mi o alguna sugerencia que hacer, estaré encantado de oírla
-Para empezar, tú no deberías estar aquí. Ya había buscado yo a la persona adecuada.-Perdona, pero el puesto lo conseguí limpiamente. Me presenté igual que los demás y por lo visto era el más adecuado.
-O la chupabas mejor -dejó caer ella con desprecio.
-Pues igual sí. Pero sólo como coños, no chupo pollas. Eso lo dejo para otras -respondí devolviendo la volea. No me gusta que me acusen sin motivo y esa tipa había comenzado muy mal conmigo. Estaba claro que nos íbamos a llevar a matar.
-Tendrás noticias mías -amenazó antes de irse dejando la puerta abierta.No me preocupé demasiado. Si quería guerra, por mi no había problema. Yo sabía defenderme y no le tenía miedo.
Un par de días después, a media mañana, apareció de nuevo. Otra vez entró sin llamar. Traía una carpeta en la mano de la que sacó un papel.
-Te presento tu primer problema -dijo extendiendo el papel hacia mi.
-¿Problema? ¿Qué problema? -pregunté extrañado.
-Una queja por falta de materiales que nos ha impedido acabar la producción prevista.
-Eso es mentira. Y lo sabes.
-Es mi palabra contra la tuya.
-Con tu fama no sé yo lo que valdrá tu palabra.
Eso la encendió. Enrojeció hasta la raiz del cabello. Nadie se había atrevido nunca a enfrentarse a ella, pero yo no me dejaba amilanar por nadie. Y menos por aquella chupapollas.
-Me parece que eres demasiado deslenguado -me acusó altiva.
-Sí. De lengua ando bastante bien. Ninguna se me ha quejado hasta ahora -yo ya estaba lanzado (no me cuesta nada en realidad) y quería humillarla.
-Eso habría que saberlo. Habría que preguntarle a quien se haya dejado comer por ti. Si es que alguna se atrevió.. -repuso ella intentando poner en duda mi vida sexual para devolver la humillación.
-Pues levanta el vestido y apóyate en la mesa si tantas ganas tienes de saberlo -aquello ya se estaba descontrolando. Acabaríamos diciendo cosas de las que nos arrepentiríamos.
-No tienes cojones -dijo ella desafiante.
-Dos. Normalitos pero dos. La que no tiene cojones eres tú. Así que déjame en paz y vete a tocarle los huevos a otro.Yo ya me desentendía de ella, pero su reacción me dejó helado. Se acercó a la mesa, apoyó el culo sobre ella e inesperadamente levantó el vestido dejando su coño tapado por un pequeño triángulo de tela a la vista.
-A ver, valiente -me retó mirándome desafiante.
-Yo sólo como coños limpios -debo reconocer que era una forma de buscar una salida honrosa.
-Yo siempre tengo el coño en perfecto estado de revista. Pero eres un cagado -dijo con desprecio.Su mirada era retadora.
La tía estaba dispuesta a humillarme haciendo que le comiese el coño. Definitivamente aquello se había ido de madre. Pero yo a veces no sé cuando parar. Así que si ella no se retiraba, yo tampoco.Me acerqué a ella desafiante, esperando a que en cualquier momento ella dejaría caer el vestido y se largaría avergonzada. Pero la hijaputa me mantenía la mirada, desafiante. Por un momento hube de reconocer que la tía tenía agallas. No le importaba seguir el desafío hasta el final.En cuanto estuve a un par de centímetros de su rostro la miré fijamente a los ojos, retándola. Ella mantuvo altiva la mirada. Aquello tal vez iba demasiado lejos, pero no estaba dispuesta a rendirse.
Llevé mi mano hasta su sexo. Cuando sintió el contacto tuvo un ligero estremecimiento pero no se acobardó. Se mantuvo impávida aunque su rostro comenzó a acalorarse. Aun así seguía mirándome desafiante. Pretendía humillarme haciendo que le comiese el coño igual que ella se había tenido que humillar comiendo alguna polla para llegar a donde estaba ahora.En ese momento decidí que yo tampoco me iba a echar atrás. ¿Quería que se lo comiese? Pues lo haría. Lo haría de tal forma que la tendría a mis pies. Se iba a enterar la tía guarra.Acaricié su sexo sobre la tela que lo cubría mientras la miraba a los ojos buscando su retirada. Pero Carmen no se amilanaba.Bajé hasta tener la cabeza a la altura de su coño. Con las manos agarré la goma de su braga y comencé a bajarla lentamente, esperando el momento en que ella se acobardase y lo impidiese. Pero seguía aguantando el borde de su vestido a la altura de sus caderas.Finalmente levantó un pie para ayudarme a deshacerme de la prenda. No tenía pensado recular. Pues muy bien -pensé. Ahora no hay vuelta atrás.Llevé mi boca hasta el monte de Venus. Estaba recortado dejando un pequeño triángulo que parecía indicar donde esperaba recibir mis atenciones. Dejé caer un ligero beso sobre el vértice inferior. Sentí un ligero estremecimiento por parte de ella. Intentaba mantenerse insensible a mis atenciones, pero no podía. Y eso que apenas estaba comenzando. Aquello iba a ser divertido.Recorrí su raja con la punta de la lengua lentamente, recreándome. Definitivamente era un reto. No había la más mínima muestra de humedad en aquel sexo.
Volví a pasar la lengua a lo largo de la raja haciendo un poco más de presión. Lo suficiente para separar ligeramente los labios y comenzar a notar el sabor de su sexo. En ese momento pensé que efectivamente, lo tenía en perfecto estado de revista.Carmen seguía aguantando el borde de su vestido. Yo llevé un par de dedos hasta la entrada de aquel sexo que comenzaba a llamarme con su agradable olor. Separé un poco los labios mientras seguía lamiendo el interior. Aunque lo intentaba, Carmen no podía evitar algún ligero estremecimiento de vez en cuando al sentir mi lengua hurgar en su interior.
-¿Eso es todo lo que sabes hacer? Vaya mierda de lengua -me extrañó oír su voz intentando mantener el reto.
Sin decir nada seguí acariciando con la lengua cada pliegue de los labios mientras comenzaba a acercar un dedo a la entrada de su coño ya empapado de jugos. Por mucho que lo intentase negar, Carmen estaba disfrutando.En ese momento decidí encargarme de estimular su clítoris. Lo ataqué decidido pasando la punta de la lengua sobre él. Por lo visto eso no se lo esperaba. Dejó el vestido para poner las manos sobre mi cabeza intentando apartarme de ella. Noté como sus piernas flojeaban debido a un espasmo. Intentó separar mi cabeza de su coño, pero yo seguí firme. Agarré sus nalgas para dejarle claro que no iba a apartarme de allí. Que seguiría con mi labor hasta que se corriese  como nunca.Intentó protestar mientras seguía apartar mi cabeza, ya con menos fuerza. Pero de su boca sólo escapó un sordo gemido. La muy puta lo estaba disfrutando.
Chupé aquel botoncillo que parecía ser su punto débil. Por lo visto era más sensible de lo normal. Al menos yo nunca había tropezado con uno tan sensible. La más mínima caricia hacía que ella se estremeciese sin poder evitarlo.Seguí comiéndome aquel coño mientras ella dejó de empujar mi cabeza para comenzar a apretarla como intentando que se fundiese con su sexo. La tenía en mis manos.Mientras seguía trabajando su clítoris, la penetré con un par de dedos e incié un lento mete-saca hasta que no pudo evitar tener un orgasmo que intentó silenciar mordiéndose los labios.
Yo seguí insistiendo, provocando que aquella explosión de placer durase lo máximo posible. Quería que tuviese el mejor orgasmo de su vida. La quería rendida. Y lo había logrado. Sus jugos se derramaban por mi boca, generosos.Estoy seguro que nunca había logrado un orgasmo como aquel.Cuando el orgasmo pareció llegar a su fin y ella logró recobrar un poco el control de sus piernas volví a pasar la lengua a lo largo de aquella raja provocando de nuevo un gesto involuntario de placer. 
Podía oír su respiración agitada.Pero en su interior, a pesar de saber que había perdido, quería mantenerse firme, altiva, ante mí. Cuando me levanté me quedé de nuevo a pocos centímetros de su cara.
-¿Sé o no sé usar la lengua? -pregunté retándola.
-¿Estaba bueno? -preguntó ella intentanto tomar el control del reto.
-Dímelo tú -contesté hudiendo mi lengua en su boca. 
La tomé por sorpresa y durante unos segundos me devolvió el beso jugando con mi lengua, enroscando la suya en la mía. Hasta que se repuso de la sorpresa e intentado recobrar el control de la situación se apartó de mi.
-Ya hablaremos tú y yo -dijo mientras se dirigía a la puerta, todavía sofocada. Las piernas todavía no le respondían como le hubiese gustado.
-Espera. Te dejas algo -le dije mostrándole la braga sobre la punta de un dedo.
-Te la puedes quedar. Para que tengas con que pajearte, imbécil -contestó levantando la barbilla mientras cerraba la puerta.
Mientras me pasaba la mano por la boca para limpiar los restos de sus jugos y los saboreaba, la observé a través de la persiana de la ventana. Todavía tardó un par de minutos en recuperar el aliento y serenarse para poder marcharse como si nada hubiese pasado.
Algo me decía que aquello no se quedaría así. Para bien o para mal, ya lo veríamos. Pero no quedaría así..  

1 comentario - Menos mal que no nos soportamos

qoqopelado
Magnifica disputa, con sexo se arregla todo!!!!!!!!