Arroz con leche (VII)




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* Entonces, ¿No me quieres comer las tetas?-preguntó con una mirada risueña.

Estaba encima de ella. Disfrutándola. Pamela es exquisita, lasciva y seductora.

Aunque no tiene las esmeraldas de mi esposa, sus ojos negros son picaros, coquetos y sensualmente expresivos.

Una mirada endiablada, junto con una sonrisa perfecta y gruesos labios, para partirlos a besos, la hacen un manjar para todos los sentidos.

Pero el motivo de su consulta era porque me había quedado mirando su camisón rosado.

En efecto, era la misma prenda que usó durante ese tiempo que vivió en mi casa y donde nos volvimos amantes, a espaldas de mi futura esposa.

Es un camisón de polyester con tirantes, que expone bastante bien sus pechosprensados y con una falda seductora que apenas oculta su pubis.

* Es mi favorita.- aclaró sonriendo con agrado, alverme palpar los bordes, que ya estaban gastados por el paso de los años. Y mirándome de forma traviesa, añadió- He tenido las mejores folladas usándola.

- También es mi favorita.- complementé con una sonrisa más triste, al recordar cómo habíamos empezado todo.

Enun principio, Pamela me odiaba con toda su alma. Según ella, me aprovechaba de la “inocencia” de Marisol y visualizaba en mí todos sus demonios del pasado, por lo que intentó por todas sus artimañas seducirme (ganándose mi desagrado en el proceso), para romper la ilusión de mi esposa, cuando el chasco que se llevó fue que mi esposa no le mentía sobre la manera en que la amo.

Posteriormente, cuando me embarqué en mi primera faena, me tocó acogerla herida y desamparada en el hogar que compartíamos con mi futura cónyuge y fue ahí donde se desarrolló nuestra relación.

Casi 2 semanas después, el malnacido padre de Pamela irrumpió en nuestro hogar (conmigo,  saliendo del hospital por un episodio de fatiga), con las intenciones de llevarse a su hija y tras un violento episodio, donde aparte de manosear a Marisol, a su propia hija y darme una brutal paliza, logré mi primera victoria en una pelea… irónicamente, fracturando mi mano en el enfrentamiento.

A partir de entonces, nuestro amor creció en profundidad. Era claro que para ambos, nos pesaba hacerlo a espaldas de Marisol, por lo que no la juzgo almomento de revelarle la verdad. Pero cuando mi prometida aceptó la relación con bombos y platillos y más encima, nos propuso que compartiéramos los 3 la misma cama, fue algo que no pudo aguantar por mucho tiempo.

Sin embargo, algo había cambiado en ella. Había dejado la idea de vivir la vida a costa de su apariencia y siguiendo el ejemplo de su prima, decidió prepararse para la prueba de admisión universitaria, consiguiendo eventualmente 2 puntajes nacionales y ganándose con eso la aprobación de su madre.

Para ese entonces, yo ya posaba como su novio (Aun encontrándome en vísperas de contraer nupcias con mi esposa), con el fin de mantener la imagen respetuosa que había ganado de su parte, hasta el momento donde Marisol y yo no pudimos mantener la farsa más y revelamos la verdad, para poder casarnos sin remordimientos.

Algunos escarceos más siguieron, tras visitas mías o de ella a mi tierra o en la casa de Adelaide, pero ya pueden hacerse mejor la idea del por qué de mi tristeza.

* Pero claro… que Juan la odia y quiere que la tire... porque está vieja… y gastada.- dejó salir un breve reproche  la “Amazona Española”, aunque su frustración no era para mí.

Y verla así, me hizo preguntarle de nuevo la pregunta infundada en el fondo de mi ser:

- Pamela, ¿Por qué te quieres casar?

Ella, sonriendo coqueta, me tomó de las mejillas y me preguntó:

* ¿Por qué lo preguntas? ¿Estáis celoso?

Me quité sus manos y respondí:

- Al contrario, quiero que te cases…  pero siento que no es con Juan. ¡Perdóname!Pero es lo que siento…

Mi respuesta le confundió y me pidió con la mano que me bajara de ella, mirando para el lado muy complicada. Afortunadamente, ya me podía despegar en esos momentos.

* Marco, Juan… me gusta… y que yo lo quiero, tío.

- Pero querer a alguien no es suficiente para casarte.- repliqué con seriedad.- Pamela, estás hablando de pasar el resto de tu vida con alguien que solamente te gusta.

* ¡Ostias, Marco! Pero tú y Mari…

- Pamela, Marisol y yo sí nos amábamos y sí creíamos que el matrimonio era la idea más lógica… pero si tú te quieres casar solo porque él te lo pidió…

Empezó a sonreír y llorar al mismo tiempo.

* ¡Ostias, Marco!... que el tío con el que yo me quería casar, ya se casó…

Y a pesar que su mirada seguía clavada en mí, permanecí inmutable.

- ¿Y eso, qué? No soy el último, Pamela y tampoco todos podemos tener la suerte de Marisol…

Pamela rechistó con burla, por lo que proseguí más pausado.

- Tu mamá se terminó casando con un zoquete que las hizo a ella y a ti miserables… Tu tía aguantó a un imbécil por 18 años, que nunca la valoró… y yo, recién conocí al amor de mi vida a los 30 años.

Que yo expresase mi relación con Marisol de esa manera le llamó la atención, dado que al ser solo un par de meses mayor que su prima, le hacía identificarse más con ella.

- Pamela, a diferencia tuya, yo nunca tuve a nadie antes de mi esposa… muchas veces, me sentí miserable y solo… y hasta había perdido las esperanzas de encontrar a alguien… ¿Y qué me dices de la pobre Marisol, que se enamoró de un idiota que no supo de sus sentimientos por casi 2 años?

Eso le hizo sonreír nuevamente, porque como mencioné, Pamela fue testigo de primera fuente.

Y fue el momento propicio para darle un beso. Nos reímos, porque la violencia había sido tal, que mi nariz se había clavado en su mejilla y la suya, terminó en la mía. Pero la mirada era angelical.

Empecé a deslizar mi mano sobre el escote de forma suave, como si estuviese indeciso de agarrarle los pechos o no, pero aun así, masajeándolos con suavidad, mientras que sus cálidas manos se posaban en mis hombros.

* ¡Extrañaba tus labios, cariño! ¡Fóllame, por favor!

Pero a pesar que sentía las vibraciones en mi pene, no quería abalanzarme sobre ella. Quería disfrutarla, no solamente porque tenga un rico par de pechos y un trasero esplendoroso, pero porque estaba (y sigo estando) enamorado de ella.

Su respiración se agitaba y esos pechos hermosos y sensuales se expandían y contraían como olas desesperadas en el mar y mis manos se internaban por aquellos pliegues, agarrando someramente el pezón.

* ¡Ostias, cariño!... ¡Ya no juegues!... ¡Agárrame las tetas, por favor!-me suplicaba, forzándome el rostro con violencia y volteándome, en vista que ella quería ir arriba.

Su pelvis tenía vida propia y se afirmaba a mi cintura  de forma colosal, embadurnándome con la tibia resina que residía en el interior de su feminidad.

Se arrastraba sobre mí como una araña, azotando mi rostro con todo su busto.

* ¡Cómeme las tetas, cabrón!- replicó encabritada mi “Amazona Española”.

- ¿Hasta cuándo…?

Besándome con ardor, me mordió el labio inferior, casi con intenciones de arrancarlo…

* ¡Carajos, Marco!- dijo, soltando un sensual suspiro.- Si no me comes los pechos ahora, te juro que te mato.

Y mientras yo trataba de obedecerle, Pamela se concentraba en agarrar mi falo y encajarlo en su interior.

* ¡Qué polla, carajos!- exclamó, al momento de ubicar el glande entre sus labios.- ¡Maldito! ¡Siempre me partes! ¡So bestia!

Por mi parte, también la notaba apretada.

Pamela es violenta e impetuosa en la cama. No mentiría si digo que buscaba empalarse por sí misma.

Yo me llenaba la boca con el rico y moreno pezón, amamantándome con delicadeza y hundiendo su pelvis con mayor pausa y fuerza sobre la mía. Su sabor era exquisito y su aroma, cautivador, porque Pamela usa un perfume refinado que todavía no puedo identificar.

* ¡Qué polla! ¡Qué polla, cariño!- y me dio un beso voraz, mientras que su cuerpo se balanceaba con mayor fuerza.- ¡Ahhh!¡Ahhhh! ¡Qué follada! ¡Qué follada! ¡Más! ¡Quiero más, carajos!

Recuerdo que su cadera me martilleaba con locura y me tenía empapado hasta los testículos, mientras se erguía y bajaba, haciendo colgar sus preciosos pechos. Su mirada de viciosa, con la boca y lengua afuera, como si respirase con dificultad, más me templaba, al punto que yo también empecé a cooperarle con mi cintura.

* ¡Guh! ¡Qué cogida! ¡Qué cogida! ¡Cómeme las tetas más fuerte! ¡Más fuerte, Marco! ¡Párteme! ¡Párteme más, cabrón!

Trataba de afirmarme del pezón, pero al final, terminaba mordisqueando parte de su pecho y en mi búsqueda por lograr una mayor estabilidad, mis manos se posaron en sus caderas e inconscientemente, se terminaron afirmando de sus muslos.

* ¡Ahh, mi culo, ahh, mi culo!- se retorcía ella, cuando me di cuenta que mis dedos se adentraban en ella.- ¡Maldito! ¡Maldito!¡Me la tienes que meter por el culo! ¡Me tienes que romper mi culo!

Para esas alturas, Pamela se la enterraba de golpe, haciendo que sus pechos se sacudieran con violencia, con sus pezones moviéndose como péndulos en un campanario.

* ¡No te voy a dejar! ¡No te voy a dejar, carajos, hasta que me rompas el culo!- dijo, mientras me abrazaba con fuerza y enterraba sus pechos a la altura de mis costillas, con una mirada desequilibrada con la que me lamía toda la cara.

No pude aguantar más y le solté toda mi semilla en su interior. Tanto ella como yo buscábamos acercar más nuestros cuerpos para que no escapara de la marca.

Nos mirábamos embriagados y sonrientes, satisfechos de volver a estar juntos y que yo retozase hinchado en ella una vez más. Pero casi sin dejarme descansar, me sacó de su interior, se levantó el camisón y me ofrendó su trasero.

* ¡Rómpeme el culo, Marco! ¡Déjamelo bien roto!

La visión que se me ofrecía no tenía igual: Pamela tiene literalmente una cintura delgada, parecida a un reloj de arena, que converge en un hermoso, pervertido y rotundo trasero. Más encima, su arisca y ansiosa dueña lo meneaba más para tentarme.

Unté mi falo rozando sus húmedos y pegajosos labios vaginales, brindándole un estremecimiento y enfilé hacia su pequeñito agujero. Pamela se engrifó y tenso sus brazos, pero se contuvo, a medida que me abría paso en su interior, forzándola despacio y afirmándome de sus amplias caderas, para completar la penetración.

Una vez que entró completa, Pamela dejó salir un bufido y caer su cuerpo sobre la cama.

* ¡Fóllame! ¡Fóllame bien el culo!

La manera en que lo expresó me sorprendió, puesto que era más autoritaria. Como les digo, Pamela tiene un carácter fuerte, pero las cosas que terminábamos haciendo, siempre eran por consenso mutuo.

Laforma en que lo dijo esa vez, me hizo creer que ella misma no lo quería.

Empecé a menearme despacio, porque estaba apretado, pero ella se estaba desquiciando.

* ¡Más fuerte! ¡Más fuerte, carajos! ¡Quémame!¡Quémame bien el culo!

Mis estocadas se volvieron más rápidas y a la vez, más dolorosas para mí, puesto que aparte de no haber tenido ella sexo anal por más de un año, yo no estoy acostumbrado a un ritmo acelerado al romper por detrás.

No obstante, a medida que empecé a horadar más su ano y empezó a acostumbrarse a mi forma, el placer fue invadiéndonos a los dos.

(Incluso, cuando practicamos la repetición con Marisol, a ella le resultó dolorosa y molesta al principio, pero a medida que empecé a embestir más y más rápido, el dolor que mi esposa sentía empezó a converger con el placer y aunque le ardía bastante, era a la vez, “bastante refrescante”, según me contó luego)

* ¡Mi culo! ¡Mi culo, carajos! ¡Rómpeme el culo!¡Rómpeme el culo, Marco!

- Pamela… ¿Por qué… no se lo pides… a Juan?-pregunté aferrándome más fuerte de esa celestial cintura.

Un gran orgasmo la invadió por su otro agujero…

* Porque tu polla… porque tu polla… porque tu polla… me encanta… y la de Juan… no es tan buena…

Y debo admitir que tengo problemas de autoestima, puesto que aquél comentario me endureció más y me hizo atacarla con más fuerza…

- Pero Pamela… te vas a casar… y le das el culo al marido de tu prima…- comenté, aumentando el morbo e incrustando mis dedos centrales derechos en su hendidura chorreante.

* ¡Ahhh! ¡Ahhhh! ¡Siii! ¡Siiiii! ¡Mi culo es tuyo!¡Ayyy! ¡Mi culo ha sido siempre tuyo! ¡Pendejo! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy!

Y a pesar que sus quejidos eran más fuertes que los de Marisol, no me importaba que Sarah o Brenda nos escuchasen (nuestro cuarto colinda con el de ambas).

Seguí embistiendo más y más, cebándola, haciéndola ver y gemir cada vez, más excelsa, hasta que llegamos un punto donde no podía meterla más y la única opción ante tan deliciosa marejada era soltar mi carga y morir en silencio.

Pamela resoplaba cansada. Yo le agarraba de los pechos y ya estaba rendido.

* ¡Otra vez! ¡Otra vez!- empezó a decir en un susurro.

Y lo hicimos una vez más. Fue violento, sudoroso y agotador, pero luego de terminar, me dio la impresión que más que placer, Pamela buscaba castigarse a sí misma.


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2 comentarios - Arroz con leche (VII)

alekil +1
yo q vos hablo con marisol y le pido permiso para casarme con pamela q es obvio q estas hasta las manos , porque si seguis asi terminaras con otro bebe lejos de vos
Me gusto igual tu detalle de su figura. Ponele alguna foto de google asi me copa mas
metalchono
Casarme con Pamela suena como la solución ideal, pero tanto ella como yo sabemos que es una quimera. Marisol dice que tal vez, en un tiempo, podamos vivir los 3 juntos, pero sé que a Pamela no le será fácil y que cuando venga el resto de la familia de mi esposa de visita, tendré que tomar mezcolanzas de bebidas energéticas, proteinas y viagra para mantener el ritmo. Por ahora, nos conformamos con la salud de nuestro nuevo retoño y sobre lo segundo, Pamela me deguella si lo hago.
pepeluchelopez +1
Genia que velada! Sin duda toda esa mezcla de extrañamiento, sentimientos deseos todo mezclado hace querer más y más de lo mismo y justo por que sabes que es algo que volverá a pasar seguido. Un abrazo y te cuento que todo marcha tranquilo te contaré por
metalchono
Me alegra que estes mejor. Como podrás imaginar, estamos nuevamente acostumbrandonos a los pañales y a las carreras de medianoche por la leche. Aun así, no me quejo de mi Alicia.