Recursiva y Atrevida

Llevaba sólo 2 meses en la ciudad, trabajando en una empresa estatal. Mi novia residía en otra ciudad y nos veíamos los fines de semana, así que toda la semana la pasaba solo en el apartamento jugando o mirando televisión, y en ocasiones salía con los compañeros de la empresa. Para mí había sido un cambio completo el traslado, pues de una ciudad fría como la capital, había llegado a una ciudad más pequeña en clima cálido, mas una de las grandes ventajas del nuevo trabajo era encontrarse casi en cualquier lado hermosas mujeres con ropas ajustadas, escotadas, insinuantes. Además aquellas chicas eran más amistosas y abiertas a charlar, y en varias ocasiones me vi inmerso en situaciones de "ataque frontal" como el que ahora les contaré.


Dos dias por semana, después del trabajo, acostumbraba a entrar a una panadería cercana, y me encontraba con una despampanante morena, de curvas deliciosas, cuyos senos enloquecían a los clientes al medio esconderse tras un botón suelto en su blusa, dejando ver el clásico vallecito hacia el paraíso, entre dos enormes montañas, que agarra los ojos de cualquier hombre. Al principio se mostró tímida y cauta en la conversación, pero al pasar los días notaba que sus ojos se encendían y me seguían, mientras susurraba y reía por lo bajo con sus compañeras. 
No soy precisamente del tipo hombre supermodelo que derrite a las mujeres, pero tengo buena estatura y conservo mi cuerpo con algo de deporte y buena alimentación, y esto ella lo notaba, y se las arreglaba siempre para atenderme y charlar amistosamente, haciendo chistes y en alguna ocasión de ambos lados lanzarnos pequeñas frases indirectas como para tantear al situación.


En uno de esos días ingresé al local y después de charlar un rato, recordé que quería llevar algo más y desprevenidamente dejé mis cosas sobre el mostrador, cogí lo que necesitaba y me dispuse a pagar. 
-Hoy no pagas, la casa invita- me dijo, -Tuve una oportunidad y estoy feliz!- Y soltó una sonrisa maliciosa.
-En serio me regalas esto?, gracias!- contesté extrañado. -Pero puedes tener problemas con tu jefe, déjame pagar-
-No te preocupes, yo me las arreglo... con ambos- dijo por lo bajo mientras me lanzaba una mirada desafiante.


Las cosas continuaron normalmente en mi apartamento, hasta que en la noche recibí una llamada de número desconocido


- Hola, con quien hablo?
- Hola, lo dudé mucho pero al fin me atreví y te llamé
- Disculpe, con quien hablo?, está equivocada tal vez
- No me recuerdas? Es que siempre te regalan lo que compras?
- Pero cómo conseguiste...? 
- Cuando dejaste tu teléfono sobre el mostrador, llamé a mi número y colgué. Dame tu dirección y voy para allá. Después de todo sí quiero cobrarte el regalo. Te quiero mostrar lo que tanto miras cada vez que nos vemos... y lo que aun no has podido mirar... Si te portas bien, te montaré como a mi caballo, sudando y acomodándome bien en tu silla, hasta que grites de placer. Galoparé tan bien que no querrás detenerte mi amor -.


Con esas palabras me puso a mil, y sentí como se me paraba la verga de tanta excitación... la saqué y comencé a masajearla lentamente.


- Aquí tengo tu silla en mi mano, es buena silla pero necesita lubricarse primero con saliva, mamasita -. Comencé un juego para hacerlo más delicioso.
Sentí unos ruidos extraños, y su teléfono golpeó contra algo. Después de un rato escuché unos grititos entrecortados. Se había quitado la ropa de la excitación y estaba tocándose y gimoteaba de placer. Sus sonidos me llevaron al límite. 


- Maldito idiota, dame ya esa dirección!!! no aguanto más!!!


- Si te doy mi dirección no hay marcha atrás preciosura, serás mía completamente y te dejarás hacer lo que quiera, y si quieres un caballo yo exijo tener una perrita dominada, que me entregue todo. Esta cama va a ser un campo de batalla, y saldrás que aca cansada y rendida, pero feliz!
No me respondió. Su cama sonaba estrepitosamente y sus quejidos fueron aumentando al mismo ritmo que mi mano se agitaba hasta el umbral.
La fui conduciendo con frases eróticas y relatos de toques interesantes hasta que sentí que la excitación la tenía al límite de sensaciones.


- Me vengo!- grité en algún instante mientras me movía frenéticamente y al otro lado la escuché aumentar sus gritos de placer y al final soltar un suspiro profundo
- Ahhhh yo también!... que delicia! 
- Así me gusta amorsote, mi dirección es... aca te espero.


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Se demoró dos horas. Cuando abrí la puerta la sentí a punto de voltear e irse. Estaba paralizada por el pánico de enfrentar la situación. 


- Es difícil estar acá, nunca antes había hecho esto. No puedo ni mirarte a los ojos. Discúlpame, la pasamos bien por teléfono, pero creo que debo irme- dijo ruborizada. Se volteó dispuesta a marcharse.
La tomé por los hombros y los masajeé suavemente. Luego la volteé despacio, la tomé de la mano y la hice seguir a la sala. Ya no podía escapar, y lo sabía.


Me hice detrás de ella y con mi verga bien parada le rocé el culito. Ella sintió mi vara y sacudió las caderas llena de emoción, pero aún indecisa.
Lentamente deslicé mis manos hacia adelante y sobé esas tetas jugosas. Luego ataqué los botones de su blusa y a medida que caían y podía contemplar mejor esas curvas deliciosas bajo el sostén, mi verga se endurecía y peleaba por salir.
Mis manos bajaron hasta su vientre, lo reconocieron, juguetearon un poco con su ombligo y luego en forma delicada comenzaron a subir del valle hasta las montañas, deslizándose por debajo del sostén, y llegué a la cima, llenándolas totalmente con unas tetas cálidas y firmes, hasta que sus pezones se levantaron y fueron festín para mis dedos que morían por pellizcar.
Ella recostó la cabeza contra mi, soltando apagados gemidos de placer, mientras sus manos palparon por encima del pantalón mi pene ansioso. 


- Ahora eres mía, me perteneces y puedo hacer contigo lo que quiera - le dije suavemente al oído.


De repente, le quité con brusquedad la blusa, y el pantalón cayó luego en la alfombra, dejando descubierto un cuerpo espectacular. Ella cerró sus ojos, cruzó los brazos sobre el pecho y cerró las piernas en un acto de pudor que me encendió mucho más.


La tomé por la cintura y le indiqué el camino hacia la habitación. La recosté en la cama y me abalancé sobre el brassiere, pudiendo ver unas tetas perfectas que rebotaban jugueteando con mis manos. Luego, el turno de mi boca que se llenó de piel tersa y la suave fragancia proveniente de entre los senos, me estaba volviendo loco de excitación! Ella agarró con fuerza mi cabeza y acompañó mis movimientos con sus manos y sus jadeos de placer.
Me volteé y pasé mi verga ansiosa por toda su cara, restregándola hasta que encontró la boca abierta, que esperaba el momento de saborear.
Mientras había liberado la tanga perfumada y mi boca buscaba el clítoris, que temblaba junto con las piernas, el cual en un instante se quedó quieto porque presentía que se acercaba una lengua que quería conocer.


Mi pene bombeaba dentro de su boca, y ella saboreaba mi glande, soltándolo para poder respirar y gritar, para luego metérselo todo como un chupete de mil sabores.
Me tumbé en la cama y la puse encima, ordenándole a su cabeza con mis manos que no podía detenerse hasta que su boca estuviera llena de mi leche.
Se revolvía y trataba de sacar mi verga para respirar pero no lo permití. Gruñía y manoteaba. Estuvimos peleando de lo lindo varios minutos hasta que sentí que iba a llegar y le aferré su cabeza con fuerza, soltando un grito y sintiendo como mi leche salía con fuerza buscando su garganta. Sus mejillas se inflaron, llenas y redondas, y yo continué con mis temblores diciéndola que debía tragar todo sin chistar.


Nos tumbamos en la cama jadeantes. Era la acabada más gloriosa que había tenido.


Esperé unos momentos e inicié el segundo asalto. Estaba tumbada respirando agitada. La tomé en posición de perrito y mi pene inició el ataque. Jugueteé en su entrada con mi verga, recorriendo sus labios vaginales, mientras ella en su locura, con una mano intentaba meterla dentro de ella, pues no aguantaba más la excitación. Esquivé sus ataques y continué untando de mis jugos sus caderas. De repente, y sin que lo esperara, lo introduje hasta el fondo, y escuché con delicia su grito de sorpresa y placer. Sincronizados, nos revolcamos quedando ella encima presta para la cabalgata. Era una delicia ver su vientre bailando y su cabello suelto volando en el disfrute de un trote voraz. Mientras movía la cintura endiablademante, mis manos agarraban sus tetas bailarinas, y algunas veces bajaba para permitirme chupárselas y manoseárselas con el hambre de un desquiciado. Volvimos a cambiar de rumbo, se volteó y me ofreció una vista posterior, y mientras miraba su culo redondo tome su cabello y lo jalé hasta el dolor, pero no hubo tal, al contrario la excitó tanto que comenzó a lanzar obscenidades y mover todo su cuerpo, aumentando mi ritmo. Solté el cabello y cogí sus dos manos, echándolas hacia atrás, con los que su cabeza cayó en la sábana y el culo subió un poco más. Saboreé como poseso esa nueva acrobacia y cuando estaba por acabar, corté el movimiento, porque la escena final debía actuarse en otra locación.


Saqué mi verga en contra de sus reclamos y le dije que se preparara para una exploración profunda en una caverna estrecha. Ella adivinó mis deseos y se revolvió tratando de zafarse de mi embestida.


- Noo! por detrás nada! no me gusta y me duele mucho! quieto! -dijo con voz autoritaria
- Ahora verás que por atrevida liberaste mi lujuria, prepárate que ahi voy mamita! - y mi verga tocó su culito 


Se quedó quietecita esperando el ataque, y gimió cuando comencé a entrar lento pero contante.


- Me duele! Me duele! Ahh! Sigue! No pares!! -Ya lo gozaba y reclamaba más


Volví por su pelo y esta vez no lo solté, pues la yegua estaba encabritada y no quería soltarme de semejante viaje.
Arrancó de nuevo con sus sandeces y brincó en la cama como potranca desbravándose. Apreté las riendas y seguí mi viaje empujando duro, siguiendo el ritmo con el sonido del choque con sus nalgas. le escupía a cada tanto para lubricar y la hacia menearse para mayor satisfacción de ambos.
al rato supe que iba a acabar y me recosté sobre ella, tumbándola en la cama por mi peso. Me descargué en su culo a lo que respondió con un lamento profundo como descansando de la acometida, pero en su rostro se veía una sonrisa agradecida.


- Estuvo delicioso, preciosa, eres muy ardiente y una reina en la cama - le dije acariciándole la espalda, a lo que tembló todo su cuerpo; al parecer había tocado puntos sensibles.


- Pasa cuando quieras por el local y llévate lo que quieras - exclamó agradecida. - si me despiden saldré feliz. Después de todo, tengo tu dirección...

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