Víctor, el futuro médico - 4° parte

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No podía creer lo que me estaba pasando. Me acosté ese lunes pensando en cómo Víctor saboreaba mi leche que él hábilmente dejaba salir bien despacio para no perder una sola gota, que para poder conciliar el sueño me tuve que hacer una paja. Me levante con la pija durísima porque había soñado con él toda la noche, y para poder mear me tuve que volver a hacer otra paja. Me pase gran parte del martes pensando en él. 
El miércoles amaneció nublado y a media mañana comenzó una terrible tormenta (típica de octubre en Buenos Aires), que como sucedía por aquellos años, inundó gran parte de la ciudad. Ya sabía que este miércoles no habría posibilidad de encuentro, pero me tenía preocupado la inundación. La zona de Pacífico y sobre todo la Av. Juan B. Justo se inundaba, cada vez que desbordaba a causa de las fuertes lluvias, el arroyo Maldonado que corre entubado debajo de la avenida. Sabiendo que estaría en su casa decido llamar a Víctor, y nuevamente una voz femenina me atiende del otro lado. Era su prima Susana.
- “¿Hola, se encuentra Víctor?”
- “Sí. ¿De parte de quién?”
- “Eduardo.”
- “Ya te paso la comunicación, no cortes.”
 
Escucho gritar a Susana que lo llama a Víctor diciéndole:
- “Tu pololo Eduardo en el teléfono.”
 
Me quedé paralizado al escuchar que su familia ya me consideraba su “novio”. Eso implicaba, de alguna manera, que sus mujeres (Marta, la tía y Susana, la prima) imaginaban que nuestra relación iba muy en serio. Me excitaba y preocupaba al mismo tiempo. Pensé en conversar personalmente con Víctor sobre ese tema en particular.
- “Hola Eduardo, se nos cortó el paseo con la terrible tormenta.”
- “Sí. Pero todavía nos queda el viernes, si mejora el tiempo.”
- “¿Por qué no te vienes para acá y pasas la tarde en mi casa?”
- “No es una buena idea. Puede que se inunde por donde vivís. Y si se llega a suceder eso no podré ni ir al profesorado, ni volver a mi casa.”
- “¿De qué inundación me estás hablando?”
- “No sé si sabías que debajo de la Av. Juan B. Justo existe un arroyo entubado, el Maldonado. Cada vez que hay tormentas muy fuertes o llueve sin parar durante varios días, ese arroyo se desborda, la avenida se inunda y algunas calles aledañas también. La ciudad queda como partida en dos y son pocos los lugares en que a pesar de la inundación, se pueda cruzar sin problemas. En abril pasado, llovió cuatro días sin parar y al tercer día se inundó.”
- “No me asustes. Yo vivo a una cuadra de la avenida, en una casa cerca de la esquina de Humboldt. ¿La inundación llegará hasta aquí?”
- “No sé. Consulta con los vecinos. Tal vez hasta allí no llegue el agua pero será imposible cruzar la avenida.”
- “Gracias por la información. Esperemos que no suceda nada. Cambiando de tema. Estoy extrañando tener tu verga entre mis manos y dentro de mi boca.”
- “No me vuelvas loco. No me vas a convencer para que vaya ahora.”
- “No seas malito. Estoy solito. Mi tía está trabajando y hasta las 4 de la tarde no vuelve, y mi prima no nos va a molestar.”
- “Veré lo que pueda hacer. Mi madre no me creerá que voy a entrenar con esta lluvia.”
- “Dile que vienes a estudiar.”
- “Bueno, dame unos quince minutos. Chau.”
 
Me da la dirección exacta y a la una y media de la tarde estaba en la puerta de su casa. Una casa vieja de principios del siglo, de una sola planta, con dos ventanales y balcones franceses a la calle, rodeada de un edificio de diez pisos a la derecha y otro de seis pisos a la izquierda, justo en la esquina. Toco el timbre y Víctor me hace pasar.
- “Estás empapado.”
- “Es que vine trotando para llegar más rápido.”
 
Me hace pasar y me presenta a su prima Susana. Una preciosa mujer de 20 años, también con un rostro aindiado donde unos labios rojos invitaban a infinitos besos que enmarcaban una boca que adivinaba muy chupavergas, cabello muy largo, color azabache, atado con un cordón azul a modo de cola de caballo. Me impresionaron sus preciosas y enormes tetas que el escote de su blusa celeste apenas si podía contener. Estaba vestida con zapatos azules con tacos y una pollera entallada por encima apenas de la rodilla. Intentando ser cordial le digo:
- “Que elegante.”
- “Gracias. Es que no me cambié. Llegué hace cuarenta minutos del trabajo y todavía tengo el uniforme puesto. Soy vendedora en una casa de ropa femenina y trabajo solo por las mañanas de martes a viernes, y los sábados todo el día.”
- “Por mí, quédate así. Eres muy bella.”
- “Me harás sonrojar.”
 
Y dirigiéndose a su primo.
- “Que amigo tan galante que tienes. Esa es la clase de hombre que yo necesito.”
 
Y me clava una profunda mirada felina,que era mucho más que eso. Claramente se me estaba insinuando, y seguramente buscaría de alguna forma tener algo conmigo. Veo que le guiña un ojo a Víctor dándole a entender que estaría dispuesta a disputarle ese trofeo que él había invitado a la casa. Víctor le pide que traiga una toalla para secarme, al tiempo que me pide que me saque la remera empapada. Llega Susana con la toalla y al observar mi cuerpo (en esa época el profesorado había esculpido bastante bien el contorno de mis bíceps, tríceps, pectorales y abdominales; no era el “Ancho” Rubén Peucelle de Titanes en el Ring, pero tampoco el “Globulito” de La Tuerca), me lanza un piropo:
- “Que belleza de hombre. Invítalo más seguido por aquí.”
 
Al tiempo que extiende su mano y acaricia dócilmente mi hombro derecho bajando suavemente por mi brazo y antebrazo dibujando con sus dedos el contorno de mis músculos. Rápidamente Víctor le arrebata el toallón que ella traía y me lo extiende por sobre mis hombros para tapar mi cuerpo semidesnudo. Ahuyenta a su prima indicándole el camino a su habitación y me invita a recorrer la casa.
 
La casa tenía un pasillo de entrada que finalizaba en una puerta cancel y de allí se accedía al comedor donde daban todas las habitaciones. Sobre la derecha un baño enorme, típico de las casas viejas y a la derecha la cocina. Esta última bastante amplia ya que además de la heladera y la cocina propiamente dicha, tenía una larga mesada con su correspondiente pileta a lo largo de toda una pared y todavía quedaba lugar para una mesa con cuatro sillas. El comedor era de cerca de seis metros de largo por cuatro de ancho. Del lado de la cocina una preciosa mesa antigua de madera de roble con cuatro sillas haciendo juego y debajo de uno de los ventanales quedaban al patio un mueble combinado (tocadiscos más radio). Del lado correspondiente al baño dos sillones tipo poltronas y un sofá de tres cuerpos que enfrentaban a una mesita con su televisor. En medio de todos los sillones una mesita ratona con un pequeño florero. Finalmente la pared que enfrentaba a la puerta cancel tenía dos grandes ventanales y una puerta que conducía a un patio con infinidad de macetas llenas de plantas.
 
A derecha e izquierda del pasillo de entrada, dos dormitorios. El de la derecha, del lado de la mesa del comedor;con una cama matrimonial, era el de tía Marta. El de la izquierda, del lado de los sillones, era la habitación que compartían los primos. Esta última, aprovechando la altura de las habitaciones viejas, tenía un entrepiso al que se accedía por una escalera de caracol. En cuanto uno cruzaba la puerta, muy antigua y alta con vidrios, existía una pared que conformaba una especie de pasillo. Una puerta más pequeña era el ingreso a la habitación de Susana y a un costado del mismo pasillo, la escalera de caracol y la puerta para acceder al entrepiso por la que se ingresaba a la habitación de Víctor. Subimos. Le digo a Víctor:
- “¿Qué fue eso? Tu prima es muy hermosa, pero me ‘cogió’ con su mirada y no tuvo ningún problema en toquetearme delante de ti.”
- “Cuando ve un hombre que le gusta no parará hasta lograrlo.”
- “¿Qué? ¿Susana pretenderá ‘levantarme’, tratará que me la coja?”
- “Seguramente. Pero no te olvides que tú estás conmigo. Recuéstate en la cama que no veo la hora de jugar con tu verga.”
- “Podría estar con ambos. Je…, je…, je…”
- “Si. Pero por ahora estás conmigo. Ji…, ji…, ji…”
 
Esa respuesta la sentí como la posibilidad de una “puerta abierta para ir a jugar”, como dice la canción infantil. Como un “piedra libre” para poder intentar algo con Susana, si fuera posible. Le contesto:
- “Deja primero que me saque las zapatillas y las medias que están húmedas, igual no te preocupes en el bolso tengo ropa para cambiame.”
 
Me desvisto sacándome también el pantalón de gimnasia que estaba algo mojado sobre todo en la parte inferior. Lo cuelgo sobre el respaldo de una silla sabiendo que por el tipo de tela se secaría en no más de una hora. Víctor todavía vestido con pantalón y camisa como acostumbraba y yo solamente con mi slip azul con mi verga un tanto erecta. Era la primera vez que Víctor me veía casi desnudo. Recorría mi cuerpo con su mirada, se me acerca y comienza a transitar con sus manos toda mi anatomía. Me ofrece su boca y la beso. Nos besamos durante interminables minutos en los cuales mi pija se endureció muchísimo. No sé bien que movimiento extraño hicimos que ambos caímos sobre su cama, yo debajo y el encima mío. Nos seguimos besando en un compartir permanente de lenguas, labios e intercambio de salivas, al tiempo que nuestras vergas se frotaban una a la otra a través de mi slip y su pantalón de vestir.
 
Perdimos noción del tiempo. No aguanté más y decidí que era hora de cambiar de posición. Hice bajar a Víctor para que se acueste de lado a mi izquierda. Fue entonces que su mano izquierda se apoyó con frenesí sobre el bulto de mi verga y se coló por debajo de mi slip buscando mi tronco endurecido y mis bolas llenas de leche. Comencé a desabrocharle los botones de la camisa y finalmente él me ayudo a sacársela quedando ambos semidesnudos. Empiezo a aflojar su cinturón para poder sacarle el pantalón cosa que finalmente consigo. Víctor tenía puesto un calzoncillo de tela color verde de los que tienen una abertura al frente para que sea más fácil poder orinar. Su verga quería escapar por allí. La mía ya no podía seguir dentro de mi slip. En un movimiento que él hace con mi pija, aprovecho para poder bajarme totalmente el slip, que finalmente lo termino de retirar de cuerpo con mis pies. Le intento quitar su calzoncillo y me lo impide.
- “¿Qué te pasa? ¿No queres que estemos los dos desnudos?”
- “Si, pero no estoy seguro.”
- “¿De que no estás seguro?”
- “Es que veo tu pija tan hermosa y no sé si te gustará la mía. Además es más pequeña que la tuya.”
- “¿Por qué no me muestras y dejas que sea yo quien decida? Permanentemente me dices que pretendes que alguna vez alguien te desvirgue. Sabes muy bien que para eso suceda te tenes que desvestir, y sea quien sea el que te coja te desvestirá y necesariamente tendrá que mirar tu verga. Permitime verla y poder determinar si es más chica o más grande que la mía.”
 
Desarmé sus argumentos con una “estocada” certera y a fondo. Se baja su prenda y deja ver una poronga muy dura, con su prepucio intacto, un par de centímetros más corta que la mía pero claramente un par de centímetros más gruesa. Su glande no terminaba de sobresalir de su prepucio, apenas asomaba el agujero de la uretra y un poquito más. Acerque mi glande a lo poco que lograba ver del de él y nuestras vergas se tocaron. Nos separamos de inmediato porque ambos sentimos un chispazo impresionante en nuestros cuerpos. Nos miramos con deseo y empecé a frotar la cabeza de mi verga contra la suya hasta que su verga se “descapucho”. Él tomo con sus manos ambas pijas y comenzó a pajearlas al mismo tiempo. Mi tronco se frotaba contra el de él y en poco tiempo apareció el líquido pre-seminal brotando de ambas porongas. Soltó las vergas, se abalanzó sobre la mía y la beso con desesperación. Luego se subió sobre mi cuerpo y me beso apasionadamente en la boca. Arrastrándose boca abajo sobre mi pecho fue besando alternativamente mis pezones y deteniéndose un buen rato en el hoyo de mi ombligo. Finalmente llegó hasta mi verga la que durante interminables minutos la lamió como si fuera un helado hasta que en definitiva la hizo desaparecer dentro de su boca.
 
Desde mi posición podía verlo de frente como trabajaba en mi pija. Las miradas que me echaba, las caricias que sobre mi pecho, mi estómago y mis piernas me brindaba. También tenía una visión panorámica de toda su habitación que hasta ese momento no le había dado mucha importancia. Posters en las paredes de Robert Redford caracterizado como Sundance Kid en la película Butch Cassidy, y de un musculoso Stallone en su papel de Rocky. La parte superior del ventanal, que por detrás de mí nos iluminaba, se notaba que había sido modificado cuando se construyó ese entrepiso, tenía por debajo del dintel la mesita de luz. En la pared opuesta a la cama un escritorio y una silla giratoria, junto a una pequeña biblioteca delataban que ese el lugar de estudio de Víctor. Por último, en la pared de los afiches, sobre la izquierda la puerta de entrada a la habitación.
 
Víctor, con su lengua habilidosa estaba a punto de hacerme acabar, retira mi verga de su boca y me suplica:
- “Bríndame toda la leche que tengas. Te prometo no desperdiciar nada de tu precioso néctar.”
 
Se vuelve a enterrar mi pija dentro de su boca y comienza a acelerar el ritmo de la mamada. Desde mi lugar podía ver como se movía su pelvis, como si estuviera cogiéndose al colchón de la cama. Sentía que en cualquier momento mi verga sería un volcán cuando noto que la puerta se entreabre y logro ver a Susana espiándonos. Nuestras miradas se cruzan y clausurando sus labios con su dedo índice me da a entender que haga silencio. Mi verga empieza con convulsiones y cuatro largos chorros de leche inundan la garganta de Víctor. Empieza a tragar y con sus dedos empujaba dentro de su boca, la leche que se le escapaba por la comisura de sus labios. Un minuto después, abre su boca y me muestra que no tiene rastros de mi leche:
- “¿Viste Eduardo? Me la bebí toda. Déjame limpiarte con la lengua, que después deberé limpiar el desastre que hice por aquí atrás.”
- “¿De qué me estás hablando?”
- “Yo también acabe abundantemente.”
Y se dedicó a la tarea de dejarme la verga reluciente. Susana podía ver lo que estaba sucediendo, su primo con mi verga en la mano y lamiendo los restos de mi leche con su lengua. Ella, que ahora estaba con un vestido que seguramente usaría para estar de entrecasa, un poco por los lengüetazos de su primo, y otro poco por la visión de mi verga todavía endurecida, mete sus dedos por debajo de la falda y empieza a masturbarse con la visión del espectáculo ofrecido. Víctor finaliza su faena y con el toallón que me habían prestado intenta limpiar el desastre que él había producido, es en ese momento en que Susana cierra la puerta y se retira. Víctor nunca supo que su prima nos estuvo espiando.
 
Desnudos ambos, se recuesta a mi lado quedando yo entre él y la pared. Nos abrazamos y nos fundimos en un beso. Hasta que finalmente me decido y le digo:
- “¿Cómo es eso de que soy tu novio? Porque fue precisamente ‘eso’ lo que le escuche decir a tu prima cuando te paso la comunicación telefónica.”
- “¿No somos novios, acaso? ¿No estamos pololeando?”
- “No creo que estemos pololeando, como dices. Creo que nos estamos conociendo. Que existe cierto grado de empatía entre ambos, y el hecho que estemos desnudos en la misma cama, que me hayas chupado la verga varias veces, que vos lo disfrutes y yo también no sé si nos convierte en novios. He estado con varias chicas con las que he tenido sexo, y a ninguna de ellas la consideré mi novia. En todo caso me considero tu amigo íntimo.”
- “Creí que intentábamos tener una relación seria.”
- “Yo también intento una relación seria con vos, pero sigamos profundizando la misma. Para ti es muy fácil decirles a tu tía y a tu prima que tienes un novio, porque ellas saben que a vos te gustan los hombres y lo toman hasta con cierta naturalidad. Mi historia es diferente. Siempre me gustaron las mujeres, y de hecho me siguen gustando, pero también hay algo en vos que también me gusta y todavía me cuesta descubrirlo. Dame el tiempo para poder averiguarlo. No me presiones con adjetivos que para mí todavía son difíciles de asimilar.”
- “Te pido disculpas. No te enojes.”
- “No me enojo. Simplemente dame un tiempo.”
 
Y nos fundimos en un nuevo beso. Pasaron casi dos horas y Víctor me avisa que su tía podría llegar en cualquier momento y es entonces cuando decidimos que era el momento de vestirse. Mi pantalón ya estaba seco y busque en mi bolso un par de medias y una remera seca. La lluvia que había bajado en intensidad no se había detenido un solo instante. Bajamos al comedor y nos apoltronamos a ver un poco de televisión. El pronóstico anunciaba más lluvia para el resto del día, y lluvia también para el todo el jueves y la mañana del viernes.
 
Pasadas las cuatro de la tarde llega la tía Marta de su trabajo de limpieza por horas. Bastante mojada a pesar de utilizar el paraguas. Hermosa mujer, de pequeña estatura, profundos ojos negros y un rostro en donde afloraba un mestizaje que seguramente se remontaría a la época de la colonia. Llevaba un vestido color rojo hasta la rodilla con un escote pronunciado por donde parecían aflorar sus grandes y preciosas tetas. Ahí entendí el porque me parecía tan hermosa Susana, y de donde provenían esos hermosos melones que lucía por tetas. Víctor me presenta:
- “Él es Eduardo. Quien vendrá este sábado a cenar.”
- “Encantado de conocerle, señora.”
- “Por favor, no me digas señora. Llámame Marta, apenas tengo 47 años. ¿Y qué te ha traído por aquí?”
 
Interrumpe Víctor:
- “Nos vino a prevenir de la posible inundación que puede provocar el arroyo que corre por debajo de la Av. Juan B. Justo.”
 
Marta me invito a quedarme a tomar una merienda y siguió indagando sobre lo que yo conocía del arroyo Maldonado. Se disculpa para ir a su habitación a cambiarse de ropa y yo aprovecho para despedirme ya que se me estaba haciendo la hora de partir. Recojo mi remera todavía húmeda que estaba en el respaldo de una de las sillas del comedor y cuando voy a despedirme de Susana le dice a su primo:
- “Quédate estudiando. Yo lo acompaño hasta la puerta.”
 
Víctor asintió y me despide con un beso en la mejilla. Dejo pasar primero a Susana por la puerta cancel y me abre la puerta de calle. Cuando le voy a dar un beso en la mejilla, corre su rostro y se lo planto en los labios, sorprendido me separo de ella y me informa enérgicamente:
- “Quiero que me beses, porque no pararé hasta que tu verga sea mía.”
 
La beso tímidamente sobre sus labios y ella mete su lengua dentro de mi boca al tiempo que me manotea el bulto, lo frota, lo aprieta y me despide:
- “Espero volver a verte este sábado, y espero además, verte cada vez más seguido por aquí.”
 
Asentí con mi cabeza y me encamine al colectivo. Faltaban tres días para el sábado y el pronóstico del tiempo no era el mejor.




(Continua en: “Víctor, el futuro médico - 5° parte”)

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1 comentario - Víctor, el futuro médico - 4° parte

Tsukuru +1
Genial!
SaskatchewanTatu +1
Gracias...
Son 10 capítulos...