Víctor, el futuro médico - 3° parte

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El domingo a media mañana suena el teléfono y atiendo. Alguien que pregunta por mí, y cuando me doy a conocer,escucho:
- “¿Qué tal, Eduardo? Soy Víctor.”
- “¿Qué pasa que me estás llamando tan temprano?”
- “¿Temprano? Son las diez y media de la mañana.”
- “Disculpame, recién me levanté. ¿Por qué me llamaste? ¿No querrás cambiar algo de nuestro encuentro de mañana?”
- “No, para nada. Te estoy invitando a que vengas a cenar a casa el próximo sábado 7 de octubre. Agéndatelo.”
- “¿Estás loco?”
- “Bueno… Sí… Tú me tienes loco. Le conté a mi tía Marta sobre lo nuestro y ella quiere conocerte, y me pidió que te invite a cenar el próximo sábado.”
- “¿Lo nuestro? Vos mismo siempre me decís que nos estamos conociendo. Además, si nos vamos a ver mañana, ¿para qué me llamaste hoy?”
- “Precisamente para que no te comprometas con otra actividad, ¿vendrás?”
- “Seguramente iré. Te vuelvo a llamar y te confirmo. Ah, y espero que me ayudes a sostener una pequeña mentira.”
- “¿Cuál?”
- “Cuando llamaste el otro día y atendió mi madre, yo le dije que eras un compañero del profesorado. De hecho ella cree que el viernes estuvimos entrenando para la materia Atletismo.”
- “¿No nos entrenamos en besos? ¿No hicimos una gran cantidad de series? Ja, ja, ja…”
- “No te rías. ¿Me ayudarás?”
- “Quédate tranquilo. Seré tu compañero del profesorado. Espero tu respuesta. Besos.”
- “Chau.”
 
Durante el almuerzo les aviso a mis padres que no cenaré en casa el próximo sábado. Que iré a estudiar a la casa de Víctor y que su tía me invitó a cenar. Mis padres extrañados me preguntan por los padres de Víctor. Les respondo que Víctor es huérfano y vive con su tía y su prima. No ponen objeciones, pero me preguntan sobre la hora de mi vuelta, recordándome lo peligroso que es andar de madrugada por la calle desde que tenemos la dictadura. Los tranquilizo diciéndoles que cualquier cosa los llamaría por teléfono. Al finalizar el almuerzo lo llamo a Víctor y me atiende una voz femenina:
- “¿Hola? ¿Quién es?”
- “Soy Eduardo. ¿Está Víctor?”
- “Él está durmiendo una siesta. Yo soy su tía Marta. ¿Quieres dejarle algún recado?”
- “No lo moleste si está descansando. Simplemente quería avisar que efectivamente acepto la invitación e iré a cenar el próximo sábado.”
- “Gracias por avisar. Entonces, ¿eres tu quien está haciendo feliz a mi sobrino?”
- “No sé qué le habrá contado Víctor. Somos buenos amigos.”
- “¡Que pícaro eres! Mentirle así a una señora mayor. Ji, ji, ji… Entonces te esperamos el próximo sábado. Hasta el sábado.”
- “Adiós.”
 
Lo llamo a Andrés y le cuento sobre la invitación. Le doy mi parecer respecto a mi creencia de que Víctor se estaría enamorando de mí. Le comento sobre lo asustado que me pone esta situación. Trata de calmarme recordándome el arrastre que yo tenía hace unos años y la cantidad de minitas enamoradas que tenía en el club.
- “No me jodas. Vos mismo me lo estás diciendo. Minitas… Minitas… Víctor es un tipo. ¿No entendés la diferencia?”
- “Si se enamora y no te va, lo pateas como pateaste a tantas. ¿O no será que a vos también te está gustando el chabón?”
 
Le colgué. Ese era mi temor. Tenía sentimientos encontrados. Temía que me estuviera gustando un tipo. Besaba tan bien que me ponía la verga muy dura mucho antes de lo que me pasaba con las minitas. La chupaba de maravillas y se tragaba la leche sin histeriqueos ni vueltas, como me había pasado tantas veces. Tenía el presentimiento que no me mentía, que iba a tener que esperar a que se decidiera pero que en algún momento me entregaría su culo. Esto con las minas no me sucedía, me daba cuenta en seguida quien me prometía coger y sabía que ocurriría, y quien me estaba mintiendo y jamás se me entregaría. En fin. El tema era que me costaba sacarme de la cabeza a Víctor y permanentemente mi pija estaba semierecta.
 
El lunes antes de la una de la tarde voy al lugar acordado, pero decido hacerlo por dentro del Jardín Botánico para visualizar de antemano posibles lugares donde poder estar sin demasiada molestia. Descubrí dos zonas. Una cerca de la Escuela de Jardinería con mucho follaje boscoso, y el otro con follaje de la selva misionera en la misma esquina que nos deberíamos encontrar. Esa esquina tiene una puerta que esta clausurada los días de semana, por lo tanto era un lugar ideal ya que no transitaba gente por allí. Salí por la puerta lateral de la calle Malabia (hoy República Árabe Siria) y me encuentro con Víctor en la esquina y hora indicada. Nos saludamos con un beso en la mejilla, le cuento sobre el lugar que había descubierto, entramos al Botánico y apuntamos en la dirección acordada. Nos sentamos en un banco de un sendero bastante solitario y que el follaje no permitía ver ni la calle ni la avenida. Lo interrogo mientras guardaba su guardapolvo:
- “¿Cuándo te recibas de médico, que especialidad vas a ejercer?”
- “Urología. Así podre deleitarme con miles de pijas durante toda mi vida y además curarlas para que estén sanitas. Je, je, je…”
- “¿Y pensas curarlas con medicación o con besitos? Porque a mí me está gustando mucho el tratamiento de curación que le haces a mi verga.”
- “Ya que hablamos de tu pija, ¿a ti te operaron de fimosis?”
- “Si, a los 8 años. No se me retraía el prepucio y me dolía muchísimo cada vez que orinaba.”
 
Saco mi verga semierecta al aire libre, se la muestro y lo provoco:
- “¿Quedo bien mi pija después de la operación? ¿Qué le parece doctor, necesita algún tipo de tratamiento especial?”
- “Déjeme ver y por favor suéltela ya mismo que aquí el especialista soy yo.”
 
La tomo con su mano derecha y comenzó a hacerme una paja al tiempo que sus labios y su lengua se apoderaron de mi boca. Apenas si tuve tiempo de corresponderle algunos besos, ya que inmediatamente se abalanzó con su boca sobre mi verga y me la mamo como si fuera un ternero hambriento prendido del pezón de la vaca esperando su ración de leche. A los cinco minutos Víctor tuvo lo que tanto ansiaba. Leche caliente y abundante que se bebió toda y me siguió chupando la poronga hasta dejarla limpia y reluciente. Siguiendo el juego le pregunto:
- “¿Y doctor, todo bien?”
- “Le han realizado un trabajo excelente. Le dejaron la suficiente cantidad de piel para que la masturbación pueda ser efectiva y al quedar el glande totalmente liberado, se hincha correctamente en el momento de la eyaculación.”
- “¿Algo más doctor?”
- “Por ahora no. Lo recomendable es un nuevo ‘tratamiento’ en aproximadamente una hora.”
 
Guarde mi verga y nos reímos un rato largo por la ocurrencia de continuar el “tratamiento” a lo largo de la tarde. Le conté sobre lo conversado telefónicamente con su tía Marta y que el sábado estaría cenando en su casa. Le pregunte sobre que le había contado a ella respecto de nosotros.
- “Le conté de lo bien que nos llevamos. De lo mucho que me respetas. Que no me quieres coger inmediatamente. Que estás dispuesto a esperar.”
- “De esto último quiero hablar con vos. De coger. Yo estoy dispuesto a esperar a que te decidas, pero te darás cuenta que una cosa es besarnos o que juegues con mi verga a escondidas de miradas indiscretas en lugares como este, y otra muy diferente coger.”
- “Si claro, pero no entiendo a lo que quieres llegar.”
- “Si nos viera alguien cuando vos me chupas la pija, tendríamos que salir disparados para evitar que nos denuncien, eso implica que si esto es riesgoso, imagínate lo que sería que nos descubran cogiendo en lugares públicos. Terminaríamos los dos presos. Ir a un hotel alojamiento es inadmisible, porque solo aceptan parejas hombre/mujer. Lo único que nos quedaría sería tu casa o la mía. En mi casa es casi imposible porque mi vieja es ama de casa y está todo el día allí, también mi hermano el más chico, que todavía está en la escuela primaria, se pasa gran parte del día en casa. Además, ¿pensaste que haremos el día que llueva? Ningún lugar al aire libre nos serviría para estar juntos. ¿Existe alguna posibilidad en la tuya?”
- “¿Y por qué crees que te estoy invitando a cenar? Para que te conozcan y tal vez en algún momento, yo me decida y me puedas desvirgar. Ellas saben que me gustan los hombres y si tú les caes bien no creo que pongan demasiados reparos.”
 
Nos fundimos en un tierno beso de labios contra labios. Nos separamos, nos quedamos un rato embelesados mirándonos, con mi mano derecha tome su mano izquierda y nos quedamos durante varios minutos en silencio escuchando el sonido de los pájaros y el ruido del follaje que la brisa primaveral producía. Nos volvimos a besar apasionadamente y nuevamente descansamos tomados de la mano intentando escucha los sonidos del lugar. Y así pasaban los minutos y las dos primeras horas, besos y descansos,descansos y besos. Una de las particularidades que tiene el Jardín Botánico es la gran cantidad de gatos abandonados. Algunos cuantos se acercaron a donde estábamos y le digo a Víctor:
- “Cambiemos de lugar.”
- “¿Por qué? Si este lugar es precioso.”
- “Yo sé porque te lo digo. Cuando llegamos no había un solo gato y ya se juntaron más de quince, ¿sabés lo que significa eso?”
- “No.”
- “Que en cualquier momento va a aparecer una viejita con comida para ellos, y que seguramente todos los días los alimenta en este mismo lugar.”
- “¿Y cómo estás tan seguro de eso?”
- “Porque a lo largo de los años he visto a varias viejitas en diferentes horarios y lugares del Jardín Botánico, alimentarlos todos los días. Y cuando cierra, las he visto de noche dejándoles comida a través de la reja perimetral.”
 
No me equivocaba. Vimos aparecer a una viejita con dos bolsas para hacer las compras, rebosantes de comida. Lo conmino a que salgamos de allí y comenzamos a caminar por todo el predio. Víctor pudo observar, en otro lugar alejado unos cien metros del anterior, a otra viejita dando de comer a cerca de treinta gatos. Finalmente, cerca de la puerta que da a Plaza Italia, una tercera viejita rodeada de gatos como las dos primeras. Me pregunta:
- “¿Qué hacemos, nos vamos?”
- “No. Volvamos. Seguro la viejita ya se fue. Una vez que les dan de comer se van las viejitas y los gatos también.”
 
Llegamos al mismo banco. Efectivamente no había nadie, ni siquiera los gatos. Se apura a decirme:
- “Hora del tratamiento, señor. Permítame realizarlo como corresponde.”
 
Me baja parte del pantalón de gimnasia y el slip y comienza a pajearme suavemente. Así durante interminables minutos. Le aviso:
- “Estoy por acabar. ¿No me la vas a chupar para beberte la lechita?”
- “¿Quién es el profesional,usted o yo? Tengo que verificar la potencia de los chorros de leche para determinar su efectividad para inundar culitos calientes como el mío.”
 
Ante semejante argumento opte por seguir callado y dedicarme a disfrutar del momento. Cuando Víctor advirtió mi proximidad para eyacular, apunto con mi verga hacia la izquierda para que ninguno  de los dos nos ensuciáramos. Salieron tres disparos. El primero, muy fuerte y muy largo, dio justo en el medio del sendero a un metro de distancia del banco. El segundo, más corto,cayó a un costado del banco. Entonces Víctor apretó el tronco de mi pija con fuerza para detener el tercero. No le dije nada y le deje hacer. Yo sentía que mi humanidad quería escaparse por la punta de mi verga, pero él, sabiamente, comenzó a aflojar su presión levemente para que la leche escurriera suavemente a través del glande. Con sus labios fue absorbiendo la leche en la base del glande y terminó por beberse todo lo que salió. Finalmente se metió toda mi verga en la boca y no paro de chupar hasta que logró que no saliera más leche de mi pija.Como un verdadero profesional me da su diagnóstico:
- “Excelente potencia y muy sabrosa leche. Tiene un sabor entre salado y dulce que me fascina. Me estoy convirtiendo en un adicto a tu leche. A propósito del sabor, ¿Qué dieta estás haciendo?”
- “No estoy haciendo ninguna dieta, no necesito adelgazar. El ritmo del profesorado tiene mi cuerpo tonificado y en forma.”
- “No entendiste. Me refiero a que clase de comidas ingieres. La abundancia de frutas y verduras es lo que le brinda el sabor dulzón al semen, en cambio la abundancia de carnes rojas y frituras le otorga un sabor más salado. No cambies tu dieta, me gusta el sabor de tu leche.”
 
Me acomodé la ropa y apenas nos quedaba una hora para estar juntos. Le volví a sugerir de hacerle una paja a él y me contestó que no, que por ahora prefería pajearse en su casa con el recuerdo de lo sucedido. Me contó sobre la paja que se hizo el viernes cuando llegó a su habitación e imagina una mejor en el día de hoy. Llegó el momento de irme y entonces caminamos lentamente, como estirando el momento, hasta la puerta que daba a Plaza Italia. Estaba dispuesto a tomar el colectivo allí, pero seguí caminando junto a él y lo terminé tomando en Pacífico cerca de su casa.




(Continua en: “Víctor, el futuro médico - 4° parte”)

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2 comentarios - Víctor, el futuro médico - 3° parte

MIGUELFERREZ +1
y para cuando sigue?
SaskatchewanTatu
Sólo dispongo del tiempo suficiente los fines de semana...