Tiernas delicias cap 7

Hola!! vamos a continuar con nuestra orgía jajaj

Las siguientes tres eyaculaciones de Adán no fueron especialmente placenteras. Cuando su polla estaba echando los últimos chorros de semen dentro del útero de su mejor amiga Mary, sintió que le faltaba algo más para poder sentirse plenamente feliz. Le dolía que Rebeca se hubiese ido con ese malhumor, y sobre todo, le dolía la forma en la que ella le había dado a entender que no necesitaba a nadie que le hiciera el amor. Lo que ella, lo que esa puta quería, era simplemente ser una bolsa de esperma y un trozo de carne a la que todos pudieran follarse.

Lamió los pezones rosados de Mary mientras ella le acariciaba la cabeza. Detrás de él, Carla le comía los huevos y le pasaba la lengua por el estrecho espacio entre su escroto y su polla. Le exprimió la verga, bebiendo de él las gotitas de semen que el glande terminaba por expulsar.
Adán suspiró y se levantó, cansado. Miró el reloj y vio que ya era hora de marcharse. Se vistió y se despidió con sendos besos de las mujeres, quienes, a falta de hombres, no dudaron en ponerse a comerse sus respectivos coños en un anillo de cuerpos. Él las dejó estar y abordó su coche de regreso a casa.

Gabriela llegó del trabajo sintiéndose peor que cuando había ido. Flor no sólo no le hablaba, sino que se había comportado de una forma tan grosera que, de no haber sido por las circunstancias, Gabi no hubiera dudado en enviarla a la oficina del director. No podía hacerlo porque la niña sabía demasiado, y el escándalo de una profesora follando con un padre de familia, haría que su carrera se fuera a pique.
Nada más entrar al departamento, escuchó fuerte música rock provenir del cuarto de su hermano. Caminó de puntitas hasta él y acechó. Vio que Adán fumaba, lo cual sólo hacia cuando su día había sido realmente pésimo y graves cosas le estaban pasando por la mente. Gabriela recordó la proposición que le había hecho a él, acerca de devorarle la polla durante un buen rato. No pudo evitar sentirse dolida porque, mientras que ningún hombre la rechazaba, sólo su hermano parecía ser verdaderamente inalcanzable.

Se metió a su cuarto para descansar y ninguno de los dos salió hasta bien entrada la tarde, cuando tenían que hacer la cena. Incluso en esos momentos, la tensión entre los dos les obligó a comer en silencio. Adán pensaba en Rebeca y se sintió celoso por todos los hombres que se la habían cogido antes que él. Gabriela no podía evitar pensar en que, por su cachondez, estaba a punto de perder la amistad de su hermano y su carrera estaba en riesgo por la lujuria desenfrenada que le costaba horrores contener.
Por la noche, la música rock volvió, y el hedor del cigarrillo ya estaba enviciando el aire del departamento. Gabriela se levantó de la cama y se vistió con unos shorts deportivos y cómodos. Entró al cuarto de Adán, que parecía dormir mientras el cigarro se consumía sólo en el cenicero.
— Hermano —dijo ella, sentándose en el borde de la cama y tomando el control para bajarle el volumen al estéreo. Adán se despertó con un bostezó. Al ver a su hermana tan cerca, dio un respingo de sorpresa.
— Gabriela ¿Qué haces aquí?

— Bueno, yo sólo estaba algo preocupada por ti. Me pregunté si estarías bien.
—Me encuentro perfectamente —Adán la miró con atención. Minishorts mostrando piernas bronceadas, un abdomen plano descubierto por la fina blusa de tirantes y un bonito par de tetas, sin sujetador, y con las puntitas de los pezones asomándose en relieve.
— Dime qué te ocurre. Ya no me cuentas muchas cosas. Pensé que tú y yo lo compartíamos todo.
Ambos se recostaron tras un momento de silencio, y permanecieron así, mirando al techo y sumidos en sus propios problemas. Finalmente fue Gabriela quien, no aguantando más la cercanía de su hermano, se acomodó bajo su brazo, le cruzó una mano por encima del pecho sin camisa y una pierna sobre la de él, de tal forma que su rodilla estaba muy cerca del bulto de su polla, asomando por debajo del bóxer. El calor que transmitía su cuerpo de hombre le hizo bien, y sonrió, acomodándose como una cachorrita frente a la hoguera.
El escritor sintió los pechos de su hermana presionando contra su costado, y su polla empezó a levantarse. La descarga de hormonas le hicieron olvidar por un momento a Gabi, y se acomodó mejor para tenerla más cerca. Le gustó el color de sus piernas y la forma delineada de sus caderas. Encontró su mirada. Ella también le vio a los ojos, y se besaron. Al principio fue un beso suave, pero luego, la lengua de Adán buscó a su hermana y esta jadeó y se sobresaltó. De repente los pezones le quemaban y sintió calor en su coño. El beso se hizo más intenso, la saliva goteaba de la comisura de sus bocas y los labios chasqueaban .
Adán se apresuró a ponerse encima de ella. Gabriela abrió sus torneadas piernas mientras le acariciaba la espalda con sus manos. Él le besó en el cuello, sorbiendo su aroma de mujer. La piel de su hermanita era suave y caliente y no dudó nada en bajar hasta el canal de sus pechos. Se alejó un poco para que Gabriela se quitara la blusa de un tirón. Sus tetas eran impresionantes. Grandes. Pezones de un marrón claro.
— Hermano… —dijo Gabriela. La polla de Adán ya estaba lista, y él empezó a restregarla por encima de la ropa de su hermana.
En esos momentos, se detuvo. No podía hacerlo. Ella era su hermana. La niña con la que había crecido toda su vida.
—Esto… no puede ser.
— ¿Qué?
— Vete, Gabriela.
— ¡Adán! ¡Quiero tener sexo contigo, aunque seas mi hermano!
— ¡Vete!
Él también quería cogérsela como un poseso, pero lo de Rebeca todavía estaba fresco en su mente. Así pues, Gabriela, con lágrimas en los ojos, se fue del cuarto, dejando su bonita blusa atrás.

Por la mañana, Gabi desayunaba en silencio. Adán salió. Intercambiaron miradas. Le fue imposible no mirar a su hermano con furia. Aporreó los cubiertos en la mesa y salió rápidamente de la cocina, empujándolo con el hombro.
— Espero que seas feliz, Adán — le amenazó —. Si tú no me deseas, aunque te ofrezco todo mi cuerpo, entonces se lo daré a alguien más.
— Puta de mierda — susurró Adán para que ella no le escuchara.

El desayuno estuvo fatal. Lo que Adán quería era salir de la rutina y perderse durante un rato. No sólo Rebeca le estaba causando problemas por su grandiosa perfección de mujer, sino que ahora también su hermana. En eso, sonó su teléfono. Se trataba de una voz familiar.
—Hola, Adán.
—¿Maya? ¿Cómo obtuviste mi número?
—Se lo pedí a Mary. Oye… uhm, me preguntaba si… no tienes nada que hacer, ¿te gustaría tener una cita conmigo?
La leche casi se le sale por la nariz.
—¿Qué?
—Sí. Bueno, es que estoy muy aburrida, y quiero salir a pasear un momento. ¿Tienes algo qué hacer?
—Maya, no creo que nosotros…
—Vamos. Ven conmigo.
Reflexionó un momento. Imaginó el estrecho coño de Maya. Si no podía tener a Rebeca, entonces al menos saciaría sus ganas de sexo.
—Está bien.
—¡¿Sí?! — exclamó la feliz muchachita —. ¡Bien! Te espero en esta dirección.
Él se aseguró de apuntarla. Luego se cambió de ropa. Tomó sus llaves y salió rápidamente de su departamento.

Llegó con unos cinco minutos de retraso. Había quedado con ella en la entrada de un parque, y cuando la vio, le pareció que era una chica de lo más hermosa. Además, un sentimiento de aversión hacia Rebeca y lo que le había dicho, hizo que se convenciera de que lo que estaba haciendo era lo correcto.
—Hola ¿esperaste mucho?
—No. Casi acabo de llegar —dijo Maya. Estaba vestida con unos ajustados jeans y una blusa roja a juego. Sus bellos pechos medianos estaban firmemente sujetos por un sostén cuyas tiras se asomaban debajo de los de la blusa.

—¿Qué mosco te picó para invitarme a salir, Maya?
—Ninguno —respondió ella rápidamente —. Solamente todos los otros hombres estaban ocupados y pues… pensé que tú no. Si quieres, me voy.
—No, para nada —para sus adentros, sonrió. Sabía que la muchacha estaba mintiendo, y además, Becca le había dicho que Maya gustaba de él. Así pues, no tendría por qué contenerse.
La llevó, como ella había pedido, al acuario. El show de las orcas acróbatas y de las focas hizo que la guapa de Maya sonriera como una niña y aplaudiera feliz. Su cabello moreno le caía en finos rizos alrededor de sus hombros desnudos. Adán no dejó de pensar en cómo él se la había follado en la orgía y se preguntó si acaso tendría la oportunidad de hacerlo con ella esa misma tarde.
Después de eso, fueron a comer.
—¿Vas mucho a las fiestas? —le pregunto Adán —¿Desde cuándo?
—Apenas llevo unos meses en ese ambiente. No es algo de lo que quiera hablar ahora.
El tono de su voz dijo lo que le incomodaba, y Adán no volvió a preguntar. De repente fue como si se diera cuenta de que Maya era una chica realmente valiosa. Era tímida hasta cierto punto, y sus mejillas se alzaban cuando reía, un poco más gracioso que lo que lo hacía Rebeca. No dejó de compararla durante un buen rato, como en el gris de sus ojos y en el color rosado de sus labios.
—¿Cuántos años tienes?
—A una mujer no se le pregunta la edad, pero bueno, tengo veintidós.
—Eres bastante joven.
—Algo —se encogió de hombros y bebió tímidamente de su soda. Luego, se relamió la lengua y miró su reloj —¿Quieres ir a mi casa un rato?
—Dices que… ¿vamos a…?
—Sexo —asintió ella, con naturalidad.

Media hora más tarde, Adán y Maya estaban enfrascados en unos besos sumamente apasionantes en el dormitorio de ésta. El aire olía a dulces, empalagoso, pero refinado. Maya lo tiró a la cama y mientras él se abría la camisa y se quitaba los pantalones, empezó a bailar con una coquetería propia de las strippers. Arrojó lejos su blusa roja y se quitó los pantalones, rebelando unos sexis cacheteros negros con encajes rosados. Se le ajustaban muy buen a sus caderas. Adán conocía muy bien su cuerpo, pero era la primera vez que la veía en un ambiente que no fuera una orgía. De hecho, era la primera vez que veía a Maya vestida.
La muchacha gateó hasta él. Se quitó el sujetador y le puso las tetas en la cara. Los pezones marrones estaban algo erectos y Adán se apresuró a mamarlos con renovadas fuerzas. La piel estaba un poco fría, pero despedía un agradable olor a mujer. Su polla presionaba sus bóxeres y su pareja restregó su vagina por encima de sus cacheteros. Él la envolvió con sus brazos y la acostó sobre la cama. Le quitó el resto de la ropa y le separó las piernas.
La vagina de Maya brillaba por los jugos, producto de la excitación. Ella sonrió como una niña y se mordió la uña del dedo menique. Le guiñó los ojos a Adán y éste no dudó un solo instante en poner su boca en esa estrecha abertura. Le pareció que Maya lubricaba bastante mejor que Rebeca. Estaba tan mojada que su concha aceitosa hacía que su lengua se deslizara con mucha facilidad. Clavó los dientes en sus carnosos pliegues, succionándolos.
Maya se mordió las tetitas hasta donde pudo. Tiró a Adán de los cabellos y éste se quitó los bóxeres. A continuación, se colocó sobre la cabeza de la chica, de tal forma que crearon un 69 invertido. Su glande apuntada como una flecha hacia abajo, y después de que ella le diera unos cuantos besos a sus abultados huevos, se metió la verga hasta el fondo de su garganta.
Adán suspiró. Notaba cómo toda, absolutamente toda su verga entraba en Maya. ¡La chica era una experta garganta profunda! Le dio escalofríos al sentir la lengua mojándole la base del pene, y reanudó sus tareas al masturbarla y chuparle el mojado coño.
—Voy a venirme —le avisó.
—¡No! ¡Métemela antes!

Lo dijo en un tono gracioso y caprichoso. Adán se levantó. Alzó las piernas de Maya y se reclinó sobre ella, de tal forma que las rodillas de la chica se doblaron tanto que le llegaron a los pechos. Una vez así, él le hundió la verga hasta el fondo. Fue la gloria. Una zona muy mojada y caliente, casi tan estrecha como la de Rebeca. Empezó a bombear mientras la besaba. Maya gemía como una gatita y movía el culo para darle más placer a su pareja.
Ella estaba feliz. Se estaba entregando verdaderamente al hombre que le gustaba. Bueno, le gustaba un poco más que el resto. Sentía cómo sus jugos escurrían de su vagina y se le metían entre las piernas. Enredó su lengua en la de Adán y siguió besándole. Después, dándose la vuelta, se abrió las nalgas y le mostró su estrecho culo.
—¿Haces anal?
—Hago de todo —le dijo con un guiño del ojo —. Hay condones en ese cajón.
Él se apresuró a ponerse uno. También había una botella de lubricante. Él le puso un poco a la entrada del ano de Maya. La chica se colocó a cuatro patas y suspiró.
—Métela despacio.
—Sí, lo sé.
El pequeño agujero se empezó a dilatar a medida que el lubricante permitía la entrada. Adán vio, fascinando, su verga hundirse en el recto de la chica. Le dio una nalgada tan fuerte que su mano quedó sellada. ¡Dios! Cómo apretaba allá adentro, y estaba tan caliente como su vagina!
Una vez tuvo más de la mitad metida en su ano, la sacó despacio y volvió a clavarla. Lo hizo cada vez más rápido y más rápido hasta que notó toda la zona lubricada. Maya comenzó a jadear y a resollar. Le dolía delicioso. Apretujó la cara contra una almohada y se agarró de las sábanas.
—¡Más! ¡Más! —suplicaba con la voz corroída por ricos dolores —. Métemela más al fondo.
—¿Segura?
—Sí. Por favor. No pares.
Él obedeció. Decidió, por un momento, dejar de prestar atención al placer de Maya y se concentró en el suyo propio. Tomó aire y encajó sus casi veinte centímetros de polla dentro de estrecho recto de la muchacha. Maya gritó y se mordió el labio.
—Eres… el primer hombre… que me penetra tan al fondo. Al primero que le dejo.
—¿De verdad? —le preguntó él, dándole nalgadas. Maya le miró por encima del hombro.
—Me gustas mucho, Adán. Me gustas.
—Tú también.
La chica sonrió y meneó la cabeza. Su espalda estaba mojada de sudor. Hacia demasiado calor.
—No. Quiero decir… ¡ay! Que de verdad me gustas.
—Apenas hemos cogido —exclamó él.
—No quiero sólo coger —la muchacha frunció la cara. Disfrutaba y sufría —. Quiero… tener una relación contigo.
Adán dejó de penetrar.
—¿Qué?

—Que salgamos juntos. ¿Por… por qué te detienes?
—No, por nada —volvió a su labor, aunque ahora se sentía desconcentrado.
Maya bajó los ojos. El dolor era más grande que el placer. No obstante, siguió comprimiendo el culo para darle más a gusto. No supo cuándo Adán había empezado a gustarle. Se fijó en él desde que lo vio, semanas atrás. Era como el amor a primera vista. Además, los rechazos que él le había hecho cuando la asquerosa Rebeca se presentaba, no habían hecho más que alimentar sus celos.
En un punto Adán sacó su polla. Le dolía un poco. Prefería metérsela por el coño. Se deshizo del condón y bajó el glande hasta la entrada de su vagina. Este sitio estaba más lubricado que el recto, y su velocidad de reacción fue tan fuerte que casi hizo sangrar a Maya.
No se pudo controlar. Dejó una prolongada descarga de semen dentro de ella. Maya la recibió con los ojos felices. El esperma de su querido Adán estaba llenándola. Disfrutó de su orgasmo y luego, cuando él se recostó, exhausto, ella se le acomodó debajo de su brazo. Empezó a besarlo, a acariciarlo.
Adán, por su parte, sólo tenía a Rebeca en la cabeza.
*

Alguien más cree que Adan es un imbécil? ajajaj ustedes que hubieran hecho? cambian a Rebeca por Maya ? xD respondan en los comentarios, nos vemos niños!

7 comentarios - Tiernas delicias cap 7

matyanr19
Primero en comentar 🙂
Genial como siempre 10 puntos por tu relato y por tu esfuerzo 🙂
CA20
hmmm, vaya vaya, esa maya realmente quiere robarle a Rebeca el amor de Adán, con esa forma de coger...
Tiene demasiados conflictos Adán en su mente, y por calentón está tomando malas decisiones que luego se arrepentirá. Un caballero, pero comete estupideces por despecho jajaja.
Gracias por la entrega de esta semana, mu rica como siempre, feliz semana y un besote! van unos points 😃
gadielcomingsoon
Que va ser. El amor es ciego. Pero si, adán es un tarado. Espero el próximo nena, besitos!
Yosoy277
Muy bueno como siempre y +10 merecidisimos 😉
AquiLuis
espectaculaaaaar, tremenda maya, como se la aguanta una genia...
Gracias excelenteeee
Jumpoveru
Quedé con muchas ganas de saber que va a pasar entre Andán y Gabrielaa 😈😈
Exclente +10
vampidito
Depende cuál es más linda