Belén, mi mejor amiga (parte 5)

Este relato es la quinta parte de una serie.
Parte 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/2935629/Belen-mi-mejor-amiga-1ra-parte.html
Parte 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/2937733/Belen-mi-mejor-amiga-2da-parte.html
Parte 3: http://www.poringa.net/posts/relatos/2938633/Belen-mi-mejor-amiga-parte-3.html
Parte 4: http://www.poringa.net/posts/relatos/2940647/Belen-mi-mejor-amiga-parte-4.html

De vuelta, pasamos la mañana trabajando, al mediodía tuve una reunión con la gente de seguridad que yo estaba inspeccionando y como era viernes, terminamos temprano.

Mi idea era ir a pasar el fin de semana a alguna playa, pero dada la situación en Venezuela, no sabía que podía encontrar y como lo que pasó con Belén era totalmente inesperado, yo iba armando los días a medida que podía, ya que yo era el más aliviado en tareas. Belén estaba haciendo recorridos de hasta cuatrocientos kilómetros diarios en las camionetas.

Uno de los venezolanos, Nelson, me recomendó que me tomara un avión a Los Roques. Estas islas quedan a un poco más de 100 km de la costa y tienen playas donde no hay nadie. Se puede pedir un taxi lancha o se puede alquilar una lancha y uno va solo. Me recomendaron una playa en particular, que se llama Boca de Cote.

Belén llegó tarde el viernes. Estaba cansada y me dijo que quería bañarse y descansar. La acompañé hasta su habitación, entramos y ella se metió en el baño. Escuché la ducha y me imaginé su cuerpo desnudo y húmedo y me tenté de desvestirme y entrar, pero ella quería descansar, así que me acosté en la cama y la esperé.

Belu se tomó su tiempo y salió cubierta solo con la toalla. Se secó el pelo y se acostó en la cama, al lado mío. Le pregunté si quería un masaje y me dijo que sí, pero que no quería coger ahora. Solo el masaje.

Se acostó boca abajo y le saqué la toalla, dejándola desnuda en la cama.
Empecé por sus pies, frotando sus plantas y masajeándole los dedos. Fui subiendo por sus piernas, sus muslos hasta llegar a su hermoso culito. Todo esto me tomó unos diez minutos. Masajeé sus glúteos despacio, pero con firmeza y pasé a su espalda, sentándome sobre ligeramente detrás de la cola de Belén, sobre sus piernas.

De la espalda pasé a los hombros y fue donde más tiempo estuve. Por desgracia no teníamos aceite de masajes, peor Belu tenía una crema humectante que cumplió su propósito.

Le pedí que se diera vuelta y volví a empezar por los pies, esta vez no tardé tanto en llegar a su entrepierna. Ante el primer roce un poco arriba del muslo, Belén abrió las piernas, mostrándome la conchita rosada, toda brillante por los fluidos.

Pasé mis manos alrededor de los labios, pero sin tocarla en la concha. Belén estaba bastante caliente y empezaba a subir y bajar la pelvis. Seguí acariciándola en los muslos, los glúteos y el abdomen, apenas rozándole los labios, hasta que ella empezó a masajearse el clítoris. Le saqué la mano y empecé yo a hacerlo.

Empecé despacio, pasando dos dedos a cada lado del clítoris y frotándolo suavemente, seguido por unos movimientos circulares. Belén volaba, gimiendo profundamente.

De a poco, le metí un dedo en la concha, mientras con el pulgar seguía trabajando sobre su clítoris. El dedo entraba y salía despacio, preparando terreno. Luego fueron dos dedos los que estimulaban su caliente y húmeda vagina.

Le pregunté si alguna vez había eyaculado y me dijo que no, o que creía que no. Le dije que no se asustara por lo que iba a hacerle, pero que me avisara si no le gustaba.

Lentamente la fui llevando al borde de la cama. Me bajé de la cama y me puse a su costado, justo a la altura de su concha, mientras seguía frotándole el clítoris suavemente, pero sin parar.
Metí los dedos anular y mayor en su concha y localicé el punto G. Empecé a apretarlo hacia arriba con los dos dedos y en forma casi inmediata ella cambió la intensidad de sus gemidos. Pasó de un ronroneo bajito y constante a una serie de gritos, más de sorpresa que de placer.

Yo seguía presionándole el punto G con suavidad y firmeza, para ir creando el ambiente. Belén empezaba a sentir el orgasmo que llegaba y justo en ese momento paraba de estimularla. Demás está decir que a Belén esto no le gustó nada, pero no la dejé que ella misma se tocara.

Enseguida reanudé la presión en el punto G, pero ahora un poco más fuerte, pero solo con los dedos, no con toda la mano. Belén volvió a estallar en gemidos y contracciones, aunque esta vez sí acabó y lo hizo con fuerza. Yo saqué mis dedos y la acaricié desde el clítoris hasta la entrada de la vagina con la palma abierta mientras ella acababa.

En cuanto el orgasmo bajó un poco su intensidad, volví a meterle los dedos, pero esta vez la presión sobre el punto G era haciendo fuerza con toda la mano. El aire que salía y entraba de la concha de Belén hizo el ruido característico de sopapa. Belén arqueó la espalda y abrió grande los ojos. Estaba por estallar en un segundo orgasmo, a menos de treinta segundos del anterior, pero no la dejé. Le saqué la mano antes que acabara y nuevamente le impedí tocarse ella misma. Estaba todo listo para la explosión de placer.

Volví a meter mis dedos dentro de ella y esta vez, con mi otra mano, hice presión sobre su abdomen, para poder estimularla más violentamente.

El movimiento de mi mano era violento de arriba abajo, Belén gritó, se sentó de golpe y empezó a tener un orgasmo violentísimo. Las contracciones de la vagina expulsaron mi mano hacia afuera y un chorro de líquido salió despedido en tres chorros consecutivos. Belén se volteó de costado y se agarraba las piernas, que le temblaban descontroladamente. No podía parar de temblar y de acabar.

Lentamente fue quedándose quieta, pero de espaldas a mí. Respiraba agitada y pesadamente. Al cabo de un par de minutos se dio vuelta y le di un beso. La lengua de ella se metió dentro de mi boca con violencia, peleando contra la mía, impidiéndome a mi hacerle lo mismo.

Se recostó y todavía tenía ambas manos entre las piernas. Me dijo que nunca había acabado así, que había sido un orgasmo larguísimo y muy intenso.

Me acosté al lado de ella sin saber si ella iba a querer descansar o iba a querer seguir.
Apenas un par de minutos después de acostarme, ella empezó a bajar con su mano a buscar mi pija y la encontró enseguida. Yo había tenido una erección fenomenal mientras ella acababa, pero ya se me había bajado, así que la tenía morcillona.

Me sacó los pantalones y los calzoncillos y empezó a chupármela, así como estaba. No empezó despacio ni nada parecido. Empezó a chuparme y a pajearme con rapidez. Se me puso dura enseguida y Belu me la chupaba de la forma más excitante en que una mujer puede chupar una pija, mirando a los ojos al hombre. Eso me hacía volar.

Alternaba entre unas chupadas semi profundas y unas pajas violentas. Cada vez que estaba por acabar, ella bajaba el ritmo o me soltaba la pija. No podía quejarme, pero sentía como mi propio orgasmo iba llegando.

Belu me abrió las piernas y con lo que supongo que era su propio flujo vaginal, empezó a masajearme mi culito.

Empecé a anticipar el placer y en menos de treinta segundos, tenía a Belu chupándome la verga y uno o dos dedos de ella dentro mío, masajeándome y haciéndome explotar de placer en su boca.
No sé cuánto eyaculé, pero el orgasmo fue muy intenso. Mientras estaba acabando sentía como ella giraba y metía y sacaba sus dedos de mi ano y fue demasiado. Era mi turno de quedarme sin habla ni aire.

La verdad es que no tengo recuerdo de si Belén se tragó todo o si lo escupió, cuando me repuse de la mega acabada que había tenido, no había leche en ningún lado.

Belu se acostó a mi lado y nos dormimos un rato. Nos despertamos con hambre y volvimos a pedir sushi en la habitación y mientras esperábamos, le pregunté si le gustaría ir a pasar un día entero en bolas en la playa, los dos solos. Me dijo que una de las fantasías que tenía era la de La Laguna Azul, bañarse desnuda en el mar y garchar en la arena.

Estaba decidido. A Los Roques.

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