Nuestros cuentos eróticos

Me encanta ver a las mujeres

Cuando camino por la calle siempre al verlas de lejos espero que se encentren nuestros ojos llenos de deseo y el olor que disipa cada uno. Mi pélvis y mi ano tienen espasmos orgásmicos, respiro y ellas sienten el calor y el fuego del sexo masculino en sus calzones y en la gota de lubricante que segregan cuando pasamos tan cerca.

Hace unos meses era primavera. Iba caminando por una de mis calles favoritas cerca de mi casa. Tuve otro de estos encuentros, pero esta vez fue diferente. Llevaba semanas sin venirme entonces yo estaba ya muy caliente. Ella estaba buscando lo mismo, con un vestido negro, todos los hombres la volteaban a ver, el vestido mostraba perfectamente sus senos pequeños con un pecho sudado que daban ganas de chupar y unas nalgas redondas y exquisitas. la podía oler desde lejos. la seguí viendo, ella me miraba: de repente todo era rojo y negro. Olor a sexo. Nunca apartamos la vista, viéndola venir. Sentí mi sexo calentarse, no había descargado desde hace tres semanas. Mi sexo estaba ardiendo, pasé de la emoción a la excitación y de querer penetrar en unos segundos. empecé a respirar más fuerte y el calor de la primavera se sentía. Vi cómo mordía sus labios, nos encontraríamos en un árbol, cerca de la parada del autobús, las personas miraban tak escena erótica de dos desconocidos deseándose a la distancia. Era hermosa, nariz delgada , labios rojos y cabello corto y negro. La miré a los ojos, estaba desbordada en deseo, no nos dijimos nada. abracé sus nalgas y su espalda, le hice sentir mi pene y ella me abrazó con una pierna, su sabor era exquisito y caliente. nuestros movimientos de lengua perfectos y sutiles. Nos comíamos cada vez más intenso, sentía su vagina temblar, queriéndome adentro. Sus pechos cedieron ante mí, pero no me atreví, al estar entre la gente. Le dije: vamos a tu casa. No puedo, quedé de ver a mi madre, pero nos vemos en la noche... Lo que sucedió cuando ya no había luz, es la historia para mi siguiente relato.