Un verano caliente. Capítulo 20

Un verano caliente. Capítulo 20


Esta es la historia de Julián, un chico de 23 años que después de pasar el mejor verano de su vida nos cuenta las historias que vivió y nos mantiene calientes en este invierno frío. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 20: Dos por uno
El domingo me levanté como a las 11 de la mañana y eso que me había ido a dormir tipo 1 y algo. Es que después de una buena cogida con Martina estaba muerto. Pero tenía que recuperar energías, porque ese día iba a venir a casa Cecilia y tenía que parecer que la última vez que tuve sexo había sido con ella hacía casi una semana. No fue difícil, cuando llegó tipo 3 de la tarde me saludó con un beso muy apasionado que enseguida me dieron ganas de algo más. Por suerte no tuve que esperar mucho.
Nos tiramos en el sillón (el mismo que todavía tenía las marcas de acaba de Martina) y a pesar de que prendimos la tele para ver algo, no tardamos en acurrucarnos y besarnos como calentones, después de todo estábamos esperando ese día hacía una semana.
- No me olvido de lo que me prometiste ayer a la tarde.- Le digo entre besos.
- ¿Qué cosa?- Me pregunta ella dejando su cuello despejado para que le de algunos besitos ahí.
- ¿Ya te olvidaste?- Le pregunté mientras pasaba mi lengua por su lóbulo.- Me prometiste la cola. Y yo esas promesas nunca las olvido.
- ¡Ah tonto!- Me dijo riendo.- Quedate tranquilo que es toda tuya.- Me siguió besando unos segundos y después agregó.- Pero primero te voy a dar un regalito.
Por mi mente se pasó una sola posibilidad, y no estaba errado. Cecilia me sacó la remera y a medida que iba bajando sus besos se iban volviendo más húmedos. Cuando llegó a la bermuda no fue capaz de aguantarse ni un segundo y me la sacó junto con el bóxer. La pija todavía no estaba completamente dura, por lo que la tuvo que besar un rato y me tuvo que pajear con energía, cuando la tuvo bien tiesa entre sus manos, se dedicó a chuparla.
Como lo hacía siempre, al principio se la metió de lleno en la boca y después de tenerla unos segundos toda en su garganta se la fue sacando de poquito mientras le pasaba la lengua a todo el tronco. Después la empezó a chupar. La agarró con una mando y a medida que me iba haciendo la paja me la iba chupando. Usaba mucho la lengua y me chupaba la pija como si fuese un helado, algo que era raro, pero a su vez muy excitante. Sacaba la lengua y se pegaba como latigazos con mi pija. Siempre pajeandome con una mano. Con la otra de vez en cuando me tocaba los huevos, pero la pose no la ayudaba mucho, por lo que mayormente me acariciaba el pecho y las abdominales.
De a poco fue dejando de chupar y empezó a pajearme cada vez con más rapidez. Yo tranquilo y disfrutando me di cuenta lo que quería hacer: me iba a hacer un pete con final feliz. ¿Y cómo poder negarme? Estuvo un buen rato chupándome la pija, metiéndosela en la boca y sacándosela, pajrenadome como loca, acariciándome los huevos y el resto del cuerpo. Ya había perdido la noción del tiempo. El placer, al igual que la velocidad con la que me pajeaba, iban en aumento. No podía aguantarme mucho más a tanta excitación.
Un chorro importante de semen salió y fue a parar a su cara, sus ojos, su nariz, su boca y su pera. El segundo chorro fue aún con más potencia, pero ella ya se había posicionado y lo recibió casi todo en la boca. Siguió saliendo semen de mi verga, pero ya solo caía sobre mi cuerpo y su mano. Ella no quería soltarme y siguió bombeando hasta sacar la última gota de semen. Su cara estaba completamente blanco, y la leche le iba cayendo por la pera, hasta el cuello y se le metía adentro de la remera. Cecilia me sonreía arrodillada en frente mío, con la satisfacción de haber cumplido con su deber de hacerme acabar como a los reyes.
Se levantó y después de sacarse la remera intentando no mancharla se fue a limpiar. Yo me sequé con mi remera como pude, me puse el bóxer y la bermuda y fui a ver como estaba. La vi en el baño, al lado de la canilla y con una cantidad enorme de papel higiénico pegado en su cara. No pude evitar reírme al verla así y ella se miró al espejo y se rió también.
- No te rías forro.- Me dijo tirándome un pedazo de papel.- Que estoy así por haberte dado placer a vos.
- ¿Y por qué no te metés en la ducha?- Le pregunto entre risas.
- ¿No hay problema?- Me dice.
- No boluda.- Le respondo riéndome más aún.- Es más, creo que yo también me voy a meter.
Era obvio que no quería simplemente bañarme, quería coger. El pete había sido excleente, me había dejado más que contento, pero no completamente satisfecho, necesitaba meterle la pija en la conchita y obviamente en el culo. Pero sobre todo necesitaba verla teniendo placer, ya que eso es gran parte del sexo, no solo recibir, sino también poder darle placer a la otra persona.
Nos metimos en la ducha y al principio ella se limpió toda la cara y el pecho, aprovechando el momento yo también me enjuagué un poco la panza y las piernas que todavía tenían algo de mi propio semen. Pero enseguida volvimos a los besos y al manoseo. Ceci se dio vuelva y me empezó a franelear el culo por la verga, que a medida que ella se iba moviendo iba parándose. Yo la abracé y le fui acariciando todo el cuerpo, desde los muslos hasta las gomas, sin dejar de pasar en repetidas ocasiones por la conchita. Después de un rato ella se da vuelta y nos empezamos a besar y ahí aproveché para manosearle bien el orto, el hermoso orto que tenía.
Enseguida ella fue bajando. Me iba besando cada centímetro de mi cuerpo como lo había hecho hacía un rato. Cuando llegó a la pija no tardó en metérsela en la boca. Sin dar muchas vueltas la tragó a fondo y despacito se la sacó, después la empezó a mamar como antes. Con mucha lengua, con una mano haciéndome la paja y la otra tocándome los huevos y jugando con su lengua todo el tiempo. El agua le caía en la espalda y rebotaba en mi cuerpo. Era una escena muy excitante.
Le dije que se parara y que se pusiera de espaldas a mi, ella lo hizo. Con una mano le empujé la espalda hacia abajo y dejé su culo bien en primer plano. Me agarré la pija y sin preguntarle se la metí hasta el fondo. Ella pegó un grito de satisfacción muy grande y después giró la cabeza para mirarme a medida que me la iba cogiendo. Yo la agarré de la cintura con las dos manos y empecé a bombear bien caliente. Ella, con las dos manos apoyadas sobre la pared, me miraba con mucha cara de placer y gimiendo y suspirando cada vez que le daba hasta el fondo.
Mi ducha es medio pedorra, no tiene el borde alto como la mayoría de las duchas, sino uno bajito, de menos de 10 centímetros, por lo que es complicado hacer varias poses ahí. Pero enseguida me acordé de lo que había prometido y aproveché para jugar con su culito. Primero le apoyé un dedo y fui haciendo presión en forma de círculos, pero la calentura y el agua hicieron que entrara casi sin problemas. A Ceci la volvió loca ese dedo pícaro que entró y ahí empezó a moverse ella para adelante y para atrás. Tenía muchas ganas de meterle la pija en el culo otra vez. Estaba tan caliente que ni el agua fría me podía calmar.
- Vamos a la pieza.- Le digo sacándole la verga de la concha y dándome vuelta para cerrar las duchas.
Salimos y nos secamos un poco, pero otra vez fue todo calentura. Yo la sequé a ella, pero en realidad aproveché para volver a franelearle las gomas, la concha y sobre todo el culo. Ella me pasaba la toalla por la espalda y por el pecho apretando fuerte y cuando me intentó secar la verga me calentó tanto que le dije que no quería esperar más. Así que fuimos a la pieza y ella se volvió a poner en cuatro sobre la cama, pero esta vez, en ves de metérsela, se la empecé a chupar.
Le pasé toda la lengua por la conchita pero sobre todo por el culito. A Cecilia parecía encantarle eso, porque puso sus dos manos sobre sus cachetes y se abrió la cola de par en par para dejarme más espacio. A medida que jugaba con mi lengua le colaba un dedo en la concha. Pero no quería esperar y ese dedo lo fui subiendo hasta el culito. Nuevamente entró sin problemas y de a poquito se lo fui sacando y metiendo como si fuera una pija. Pero ella me pedía más, así que probé con otro dedo y me di cuenta que este también entraba sin problema, por lo que decidí jugármela con un tercero. Tardó en entrar, pero cuando lo hizo Cecilia tenía el culo tan abierto que ya no iba a haber problema
- Metémela ya.- Me pidió ella entre gemidos de placer.
Yo me acomodé atrás de ella, me puse un forro que tenía cerca y se la fui metiendo en la cola. En cuestión de segundos ya la tenía completamente adentro y no podía controlar el volverme loco. La Agarré de la cintura y casi con violencia me la empecé a coger desesperado. Se la metía y se la sacaba de la cola por completo. Ella gemía y expresaba su placer con gritos que ahogaba mordiendo las sábanas. La transpiración empezaba a recorrer nuestro cuerpo.
Después de coger un rato en esa pose le pregunté si tenía ganas de venir un rato arriba. Yo me acosté en la cama esperando que ella se sentara y se pusiera mi pija en la concha, pero para mi sorpresa, Cecilia se fue acomodando de espalda y me pidió que se la pusiera por la cola. Como lo hacía, tiró sus brazos para atrás hasta apoyarlos en mi pecho y su pelo calló para quedar a centímetros de mi cara. Le metí la verga en la cola y a medida que ella iba bajando, iba entrando sin ningún inconveniente. Una vez que estuvo completamente adentro se empezó a mover.
Ceci era una vaquera excelente, cabalgaba como loca, moviendo la cola para todos lados, su cintura que bailaba sobre la mía y sus manos que hacían presión sobre mi cuerpo. Apoyé mis manos en su cintura nuevamente, pero no hizo falta que hiciera más, el placer se acercaba hacia los dos en su máximo exponencial. Ella acabó con un grito de satisfacción que llenó la pieza y después se desplomó sobre mi pecho sin dejar de mover la cintura. Enseguida acabé yo, adentro del forro, pero una cantidad de semen bastante importante para alguien que había acabado hacía media hora.
Cuando terminamos volvimos a la ducha a refrescarnos un poco, esta vez con besos y caricias más suaves. Cuando terminamos nos acostamos en la cama y nos quedamos mirando la tele hasta que ella se durmió. A eso de las 8 de la tarde la desperté y se terminó yendo a su casa, previo algunos besos y caricias más.
El fin de semana había terminado, después de un viernes con Noelia y Mariana, un sábado con Martina y un domingo con Cecilia. Enseguida me di cuenta que me iba a ser cada vez más difícil ocultar alguno de los tres romances. Lo que no sabía es que me faltaba contar algunas chicas.


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