Una diosa. Capítulo 3

Una diosa. Capítulo 3

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 3: El nacimiento de una pasión
Después del mío vino el cumpleaños de Ailín, pero como ella estaba de novia con Santiago desde hacía varios meses, la cosa fue más tranquila, con un striper que nos deleitó a todas con un gran baile, pero que no pasó a mayores. Flavia, Florencia y Daniana esperaban con ansias sus 18. Cuando mis viejos le preguntaron a mi hermana que había pasado esa noche, ella solo les contestó que nos habíamos juntado con las chicas y con Lucía, su amiga, y que habíamos tomado y comido algo tranqui antes de salir a bailar. Julián, mi hermano, se dio cuenta de que algo raro habíamos hecho, pero mi hermana como siempre cubrió mis locuras.
El año siguió avanzando y nosotras estábamos cada vez más unidas. Comenzamos a planear la graduación y al ser el grupo más grande de los 3 grupos que había en el curso, se terminó haciendo lo que nosotras queríamos. Andrea había conseguido la fecha del jueves 11 de Diciembre en uno de los mejores salones de la ciudad. Estaba todo listo.

El calor empezó a mediados de Noviembre y después de rendir los exámenes finales estábamos listas para la fiesta y el verano. Esa noche yo tenía puesto un vestido algo corto (muy corto según mi padre), de color celeste, que resaltaba mi cola y mis tetas que ya marcaban territorio. Al ser todas chicas entramos de a una, presentadas por uno de los organizadores del salón y por mi apellido me tocó en el medio de todas. Cuando entré no pude evitar mirar a la primer mesa que estaba en el salón, la mesa de los familiares de Daiana. Obviamente estaba Hernán. Divino como siempre, con un traje que le quedaba hermoso, con una sonrisa perfecta en la cara, Hernán me miró y me saludó con la mano. Yo le devolví una sonrisa incómoda y seguí caminando.
La fiesta se fue dando. Comimos todas juntas, entregamos algunos premios y después del típico vals empezó la fiesta. Al principio estábamos todas juntas, tratando de alejarnos un poco de las familias, pero cuando entraron los invitados del brindis ya cada una fue para su lado y yo supe a donde ir. Me senté en la mesa donde estaba la madre, el padre y él y empecé a hablarles.
- Hola Marcela. ¿Cómo estás?- Le pregunté haciéndome la tonta a la madre.
Ella me saludó y enseguida empezamos a hablar. Pero Hernán sabía que yo estaba ahí para hablar con él, sin embargo no se animó a interrumpirnos, ni siquiera a hablar. No fue hasta que Marcela destacó lo hermosa que estaba yo ese día y después le preguntó a su hijo que opinaba.
- Sí, sí.- Contestó el tratando de salir del apuro.- Estás muy linda.- Me dijo a mi.
Enseguida me morí de amor. No pude evitar una sonrisa y ponerme algo colorada. Daiana llegó a la mesa al ver que yo estaba ahí y se sumó a la conversación, que se cortó cuando llegó Paola y nos obligó a todas a ir a bailar. La noche siguió, algunos chicos “amigos de…” aparecieron y nosotras desesperadas por los hombres fuimos al ataque. Pero yo esperaba que él se animara.

Casi de las 3 de la mañana fue cuando lo vi solo parado al lado de la mesa, con el saco en la mano y mirando a la ronda donde su hermana y un chico bailaban bien apretados. Me acerqué y le pregunté que le pasaba y él me dijo que nada sin despegar la vista de su hermana. Enseguida le dije que no se pusiera celoso y lo abracé. Para mi sorpresa él me devolvió el abrazo y me propuso ir a hablar al patio que había a un costado del salón.
Salimos y nos pusimos a charlar, me preguntó que tenía pensado estudiar y le dije que Ingeniería Industrial y su cara de sorpresa me causó una carcajada algo exagerada. ¡Era tan lindo! Alto, morocho, con un cuerpo hermoso que admirábamos todos los veranos que íbamos a la pileta de su casa, ojos verdes que me volvían loca, una sonrisa perfecta y una barbita a medio crecer que le daba un toque de maduro que me volvía loca. Aparte tenía solo 20 años, trabajaba, estudiaba, tenía su propio auto y era súper independiente, el sueño de toda pendeja de 18 como yo.
No tardamos en terminar a los besos sentados en uno de los banquitos que había en el parque, con Florencia y Andrea riéndose a más no poder en el banco de al lado. Él al ver la situación me propuso ir afuera del salón y yo lo seguí mirando con cara de odio a las chicas. Fuimos caminando hasta la salida y después unos metros por la calle hasta que llegamos a su auto. Nos sentamos en la parte de atrás y segundos más tarde estábamos besándonos con ganas.
Hernán apoyó su mano sobre mi nuca y la otra sobre mi cuello mientras me besaba con ganas. Yo estaba totalmente entregada a él, sin poder dar razón de lo que pasaba. Enseguida fue subiendo la temperatura y nos empezamos a zarpar con besos en el cuello y manos que se iban a lugares más íntimos. Le dije que no me sentía cómoda haciendo lo ahí y me propuso ir a un telo. Al principio dudé, me daba vergüenza, pero no iba a perder la oportunidad y le dije que vayamos. Nos acomodamos en los asientos de adelante y nos fuimos hasta uno que quedaba a unas pocas cuadras del salón. Él estacionó el auto, nos bajamos y sin que yo dijera nada pidió una habitación, la pagó y entramos.
Era bastante sencilla (iba a pasar por habitaciones casi de lujo más adelante), con una cama en el medio, algunos espejos puestos de manera aleatoria en la habitación y un baño con un jacuzzi que no era de los mejores. Nosotros fuimos directo a la cama y nos acostamos uno al lado del otro para seguir con los besos. Sus manos ya no tuvieron control y me levantaron el vestido hasta la cintura y me manoseó el orto con ganas. “Que loco que me vuelve este culito” me dijo al oído y después bajo hasta mi cuello.
Fue bajando todo su cuerpo por el mío besándome arriba del vestido y acariciándome todos lados, apretando bien fuerte mis tetas. Yo me acomodé boca arriba y abrí las piernas dándole lugar a él que se acomodara. Me bajó la bombacha que tenía puesta y la tiró hacia un costado para después introducir su cara entre mis muslos.
Hernán se dedicó a chuparme la concha un buen rato. Lo hacía muy bien, me gustaba mucho como movía su lengua y como la pasaba hacia arriba y hacia abajo. Me mojó toda y siguió besando mis muslos y mi cintura para después volver a mi conchita y seguir jugando con su lengua sobre mi clítoris. Yo me iba calentando a más no podes, mi cuerpo quería más, deseaba que me entrara ya.
Me levanté y él se arrodilló y me preguntó si todo iba bien. Sin poder contenerme lo tomé de la cara y lo besé con ganas. Empecé a sacarle la ropa, acumulando la camisa, el cinturón y el pantalón a la pila que ya se formaba con los zapatos y las medias. Él me sacó el vestido y el corpiño y cuando estuvimos los dos desnudos y después que él se puso el preservativo empezamos a coger.
Su pija, de unos 16 centímetros y bien gorda, entró en mi cuerpo y me dio un placer inmenso. Él se recostó sobre mi cuerpo, con sus manos por encima de mi cabeza y comenzó a darme bien rápido. Lo envolví con mis piernas y con mis brazos, haciendo que su cuerpo y el mío quedaran bien pegados, con mis tetas apoyadas sobre su pecho. Le dio un beso bien apasionado y el me lo devolvió con una sonrisa. Su cuerpo entraba y salía del mío a gran velocidad, encendiendo todo en mi, que ya estaba loca de la calentura que sentía.
Después de cogerme así me dijo que fuera yo arriba. Él se acostó y me senté sobre su cuerpo reviviendo el placer que había sentido apenas me la metió. Hernán apoyó sus manos sobre mi cintura y me fue ayudando en el movimiento. Movía la cola sobre sus muslos y su cintura, sintiendo toda su pija bien dentro mío y me volvía loca. Era la primera vez que disfrutaba el sexo a pleno, la primera vez que sentía el placer puro de que alguien te penetre así. Y para colmo era él, el chico con que hacía años estaba obsesionada. El hermano de mi mejor amiga.
Me terminó pidiendo que me acostara nuevamente y volvió a cogerme lo más rápido que pudo. Su pija entraba y salía de mi cuerpo a toda velocidad, inundándome de placer. Nos volvimos a besar y él me miró fijo. “Que linda que sos Gabi” me dijo con sus ojos verdes clavados sobre los míos. Me volvía loca, su sonrisa de ganador, su boca, su cuerpo. Llegué al orgasmo minutos más tarde y abrí la boca bien grande y emití un gemido de placer puro. Hernán acabó segundos más tarde, moviéndose lo más rápido que podía y golpeando mi cuerpo bien fuerte.
Nos acostamos uno al lado del otro y yo apoyé mi cabeza sobre su pecho y él me abrazó. Nos quedamos un rato acostados hasta que nos dimos cuenta que ya no nos quedaba más tiempo y nos fuimos. Me subí al auto completamente satisfecha y él me llevó hasta mi casa. En el viaje pensaba y reflexionaba sobre esa increíble noche, sobre lo bien que lo había pasado y sobre lo mucho que me había gustado. Acababa de nacer en mi una adicción, una pasión. ¡Me había convertido en una adicta al sexo!

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