La semilla inutil - Capitulo 7: una amistad inesperada

Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.

* A partir del presente capitulo, estos pueden contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)

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Debido a mi gran entusiasmo para cumplir con Lakshmi, falte a muchas clases y jale un maldito curso. Todo mi plan se derrumbó, tenía que buscar la forma de culminar mi carrera sin retrasos.
Pero tenía un dilema, y es que estar con mi novia ya no era lo de antes.
O tal vez sí, y sólo me estaba confundiendo. Pero lo cierto es que ya no quería seguir con ella. Alguna vez se lo sugerí, pero su respuesta fue extraña.
- Prefiero morirme.
Me sentía un tanto deprimido por aquellos días, así que me fui a caminar por la calle, como hacía cuando tenía catorce años. Caminé mientras pensaba, me sorprendió la noche cerca a los portales de la plaza San Martín.
Me gustaba de vez en cuando ir a un pub a escuchar música, así que me puse a husmear donde podría encontrar un buen grupo. Me decidí por una banda de rock progresivo (o eso parecía). Pedí una cerveza y me sumí en mis recuerdos y la música.
Unos días atrás había estado tirando con Lakshmi en su casa, dándole de lo lindo, duro y parejo en pose de perrito, cuando tuve una idea y le pregunté si tenía vaselina.
- Sí tengo, -me dijo. Inmediatamente me pregunto:- por qué?
- Quisiera hacértelo por atrás.
Mejor cara de póker no he visto en mi vida, ni antes ni después de la reacción de Lakshmi.
- Pero me va a doler...
Recordé una frase que leí una vez, bastante culta:
- Cuando hay amor no duele.
La cerveza estaba aguada, pero estaba buena. La música mejoraba cada vez más.
Completamente novato en aquellas lides, unté vaselina en la cabeza de mi miembro. Lakshmi estaba a veinte uñas. Separé sus nalgas con mi mano derecha y unté el agujerito de su culo con más vaselina.
Apoyé mi verga en su ano. Por un momento empecé a filosofar acerca de cualquier tontera.
- Bueno, dale -me dijo Lakshmi.
Acabó un tema muy bueno y los músicos se dieron un descanso. De repente, diez segundos después de que (casi) todo el grupo descendió del estrado para tomar algo, escuché el bajo ejecutar tres semicorcheas, como si fuera un saludo o un llamado de atención.
Miré al estrado y vi a un gato de basurero haciendo de bajista.
Empujé mi miembro entre las nalgas de mí novia. Para los que nunca lo han experimentado, se siente igual que una concha, sólo que más apretado, más caliente y seco.
- Ay, ay..., me está doliendo...
Ignore su queja y empecé a moverme despacio. Lakshmi se revolvía, bastante incómoda, por lo visto.
- Me duele, me duele de verdad. No me está gustando, para.
Me retiré de ella (meses más tarde y, luego de contarle, Olinda me dijo que yo estaba loco por encajarle la verga a Lakshmi sin prepararla antes..., Olinda, Olinda, oh, linda...). Me excusé con ella y nos acostamos lado a lado.
- Y te creí más intelectual - maulló la bajista -, por lo visto el guitarrista se siente a gusto escuchando música popular, ja!
- A veces, me gusta escuchar al vulgo -le respondí: -como te llamabas?
- No lo sabes. Soy Beatriz.
- Yo Julián. Un trago?
Lakshmi estaba callada. Empecé a hablarle pero ella estaba lejos del alcance de mis palabras. No lo pensé dos veces y me acerqué a ella, mis dedos acariciando su vientre, descendiendo hacia su entrepierna.
- Mira que conozco a casi todos los músicos, pero a ti no te había visto.
- Es que no estoy estudiando música. Soy de letras. Literatura.
Mis dedos acariciaron sus labios vaginales. Casi al instante sentí como su sexo babeaba, sentía sus fluidos vaginales empapando mi mano.
Lakshmi reaccionó inmediatamente para besarme locamente. Acaricié su clítoris y empezó a moverse como si estuviera tirando.
- Méteme el dedo -me suplicó.
Obedecí sin pensarlo dos veces. Era una delicia meterle no uno, sino dos dedos en su jugosa vagina. Ella gemía y yo movía mi mano en todos los sentidos que la física me permitía, escuchaba el sonido que hacía al masturbarla, se parecía mucho a batir gelatina con los dedos.
- De repente a mi también me gusta -, me dijo Beatriz, tomando un sorbo de su cerveza-: por lo general prefiero el vino, ja!
Esa era su muletilla, sin lugar a dudas. Y era la primera vez que tomaba cerveza, porque la fuerza hizo que sus ojos lagrimearan, como si nunca antes la hubieran tocado de esa manera, como si la sensación fuera totalmente novedosa en Lakshmi. Arqueó la espalda hacia atrás, tensó su cuerpo, el orgasmo le llegó con un hermoso chorro de su néctar, suave, barroco, salvaje.
- Que significa esto? - dijo el líder del grupo de Beatriz, cuando me vio hablando y tomando con ella. Lo dijo con una sonrisa, claro. La misma que me hubiera gustado ver en la cara del padre de mi novia cuando nos sorprendió en el momento preciso que estaba sondeando la intimidad de su adorada hija con mi miembro.
Sí, eso pasó. No fue una pesadilla: era la vida real. Demás está decir que yo solo atiné a pedir disculpas hasta en hindú, creo, mientras el padre me insultaba, llamándome perro, miserable, una palabra en algún dialecto del Valle del Indo que seguro se traducía como un reverendo hijo de un planeta repleto de meretrices. Me vestí a la carrera sin darme tiempo de limpiarme la verga con las cortinas de la habitación, como era mi costumbre cuando tiraba con mi linda hindú en su cuarto.
- Es sólo un amigo de la U-, dijo ella, como si eso fuera a excusarla del sacrificio que seguro haría su padre, ofreciéndola como una virgen(?) para sus dioses de la muerte. Siva y Kali rondaban mi mente -, el sí es músico y dice que le agrada nuestro estilo, ja!
Salí de la habitación con el tiempo suficiente para ver que ella se había cubierto hasta el cuello con sus sábanas, decidí que era un momento familiar y que no debía interrumpir.
Alcancé la puerta de calle cuando me di cuenta que había dejado el celular en el cuarto de Lakshmi.
Sólo los valientes enfrentan sus miedos, me dije a mí mismo, y volví sobre mis pasos.
Llegué hasta el cuarto, escuchaba murmullos detrás de la puerta. No soy chismoso como para quedarme fuera parando oreja, así que entré con seguridad en mí mismo, el padre me miró como si yo fuera el musulmán que se tiro a toda su progenie femenina, incluyendo hasta siete generaciones (para arriba y para abajo).
- Disculpe, olvidé mi celular.
Recogí mi chuche tecnológico del suelo y lo guardé. El viejo estaba tan indignado que no supo cómo reaccionar.
- Hablamos luego, Lakshmi. Buenas tardes señor.
Olvidé todo lo demás, sólo recuerdo que llegué a la calle y eché a correr.
- Nosotros nos vamos por acá-, dijo Ángel, el líder del grupo.
- Mañana hay ensayo?
- Sí, te aviso-, le dijo al ex gato de basurero. Luego se volvió hacia mí- : cuidala, chico.
- Vamos-, le dije a Beatriz. Creo que vamos al mismo paradero.
Me imaginé que así como Beatriz me parecía fea sería igual de vacua. Pero resultó totalmente distinta. Tenía tema de conversación, no era callada. Le gustaba la misma comida que a mí y escuchaba la música que me encantaba. Las ocho cuadras que nos separaban de la avenida fueran las mejores que había pasado en tiempo (porque no tenía amigas: todas eran o novias o chicas que me tiraba). Descubrí, tarde, que no era fea: era más bien guapa. Tenía unos ojos brillantes (o yo estaba borracho?)..., parecían los ojos de un..., de un...
- Tienes ojos de gatito -le dije.
- Y eso es bueno?
- Creo que sí.
Se rió de buena gana. Me di cuenta que tenía linda dentadura.
- Es la primera vez que me dicen algo así, ja!
Nunca supe por qué, pero me arriesgué y le solté a boca de jarro:
- Tienes WhatsApp?
- Claro. Anota mi número.
Me lo proporcionó. Luego se despidió de mí.
- Cuidate, chico.
- Lo haré. Tu también, ojitos de gato.
Como un rayo, la solución llegó.
Dejaría de ver a Lakshmi un tiempo. Eran demasiadas emociones por un día.

Continuará...

El calendario se me complica, pero tratare de ceñirme a la usanza de un capitulo por semana: gracias por leer.

El proximo capitulo lleva por nombre "Un golpe inesperado": nos leemos el domingo

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