“Me tiemblan las piernas no puedo pararme”

Hola amig@s poringueros hoy quiero contarles una nueva historia, que como es mi costumbre es 100%, y se desarrolló hace solo unos meses atrás.
Como ya les conté soy profesional y vivo en la capital de la provincia de Buenos Aires. No hace mucho tiempo llegó a mi oficina una nueva compañera de trabajo, 40 años, aburridamente casada desde hace 12 años y con un pibe. Por razones de incumbencia de mis funciones profesionales se instalaba por varias horas en mi oficina, aprendiendo su nueva función y los procedimientos que debía cumplir en su nueva función. La llamaré Sil, por razones de prudencia y porque un caballero no tiene memoria. Tendrá una altura de 1,68 es delgada por naturaleza, cabello largo por debajo de los hombros, ojos miel tez blanca. Su cola no resulta su arma más importante de seducción, a diferencia de sus pechos, unos 95/100 absolutamente naturales, aun rígidos a pesar de amamantar y de piel firme.
Les contaba que debimos compartir largas horas de oficina, yo en mi rol profesional y ella aprendiendo su nueva labor. Obvio que no todo el tiempo uno habla de su trabajo, de las funciones que debe cumplir, fue en esos intervalos donde yo le comenté que soy divorciado, y ella empezó a relatar su “aburrida” vida de pareja, con un hijo fruto de la misma. Su esposo, pareja, es un tipo frio con el que ya nada sentía compartiendo la cama, ni había química ni sorpresas a la hora del sexo. Al inicio tuve una postura de contemplación y de escucha, le conté de mi experiencia y de cómo es un proceso de desgaste en la pareja que, indefectiblemente termina en una separación, aclarándole que ella aún estaba muy lejos de esa situación. Cada uno de sus pensamientos los terminaba con la sentencia que está aburrida. Una, dos, tres … Uno puede hacerse el boludo, ponerse en un papel de “te escucho” pero si tanto es tu aburrimiento, YO TE LO SACO. Y así fue que tomándola de la mano, y mirándola fijamente a sus ojos miel, le digo que salgamos de la oficina que cerca tengo el auto y nos escapemos a un hotel. Con voz nada convencida me dice que prefiere salir de la oficina pero no para un telo, sino a tomar un café. Acá es dónde se produce la disyuntiva típica. O sos fiel a la calentura innata que tenemos, de meterla en todo agujero que camino, o seguís el juego de dejar al principio que te marquen el tiempo, para no ser un alzado sin cura. Es intuición nada más. Yo por lo general elijo la segunda opción y me dispuse a invitarla un café. Salimos, caminamos como dos extraños que éramos tratando de conocernos algo más. Intercambiamos experiencias de vida ya dejando de mirar a sus ojos al hablar sino que estaba hipnotizado con sus tremendas tetas, cosa que Sil advierte y la muy turra iba acomodando su camisa abierta para mejor vista y deleite mío. Los minutos eran horas y las horas días y mi calentura era directamente proporcional al tiempo que pasaba. Apoyando la palma de mano y presionando su muslo izquierdo, por debajo de la pollera que arriba de la rodilla llevaba puesta, le cuento de mi real calentura y todo lo que imaginé durante la charla de hacerle para que se le pase su “aburrimiento” y la invité a mi departamento, con una sonrisa entre pena y sensual, bien puta, me dice que no puede. Su hijo sale de la escuela y lo debe pasar a buscar ella. Sin evidenciar mucho mi calentura la invito a cenar en mi casa, diciendo que tenía en mi heladera un champang frío, bebida que me comento era su debilidad, acepta la invitación y que a eso de las 20:30Hs estaría por allí.
Cociné algo rico y ligero, preparé una mesa elegante, con frapera y la botella de champang traspirando. Consejo de amigo viejo, una buena mesa y cocinarle a una dama garpa muchísimo. A la hora acordada suena el portero y abro para que ingrese. Al llegar a mi puerta me encuentro con otra mina. No aquella que había visto durante todo este tiempo en la oficina, sino una hembra de tacos altos, medias esas que parecen dibujadas, mini y remera adherida al cuerpo que marcaba cada centímetro de su cuerpo y dejaban expuestas sus maravillosos pechos. Mi recibimiento fue con un suave beso apoyando mis labios en los suyos, logrando en ese instante su primer suspiro mezcla de gemido con placer. Ingreso, la ayudo con su saco y deslizo mis manos por el costado de su cuerpo, desde sus brazos a su cintura deteniéndome allí, presionándola y trayéndola hacia mi quedando con nuestros cuerpos pegados, la intención no disimulada es que ella sienta mi incipiente erección, cosa que tomo con mucho agrado dado que comenzó un pequeño movimiento pélvico refregando su vagina sobre mi pija, aún los dos nos manteníamos vestidos. Le ofrezco una copa de champang y unos crostines hechos para la ocasión, que con gusto probó. Casi sin sentarnos a la mesa, la abrace nuevamente , recorrí con mis manos todo su cuerpo, sus tetas y por debajo de su mini comprobé el estado de su excitación: mojada. Debo confesar que me sorprendió para una mina casada, que se supone el marido la coge en algún momento, pero la rapidez con que sus flujos habían mojado toda su concha y dejaba la señal de humedad en la tanga, era evidente de su calentura. Calentura que me puso más a full y anunciaba el momento de ir ya a la cama, allí nos fuimos entre besos, manos y arrimadas. Llegamos y nos tiramos en la cama sin desvestirnos aún, las manos buscaban entre la penumbra de la habitación la piel del otro, así llegue a su vagina y comencé a jugar con su clítoris, deslizándome fui hasta su monte de venus y corriendo la tira de la tanga comencé con mi felatio. Acción que pronto dio sus resultados y descargó en mi boca y cara su primer gran orgasmo.
Como premio a mi labor lingual, toma mi verga y comienza a realizar suaves movimientos de arriba hacia abajo, besando en cada movimiento descendente la cabeza de mi pene, para luego introducirla en su boca y jugar con su lengua. Un maravillo pete. Nos reubicamos en la cama y ella con su boca cargada con mi verga iniciamos un perfecto 69 por varios minutos, logrando con ello su segundo orgasmo, un poco menor que el anterior pero que la hizo estremecer y convulsionar durante varios instantes.
Habíamos llevado nuestras copas de champang a la habitación, Sil derramaba el efervescente líquido sobre sus pezones el que yo bebía y pasaba mi lengua desesperadamente para no desperdiciar ninguna gota. Algo que la desespera, que la calienta por demás, es que pase la copa fría por su concha caliente y mojada. La excita, se arquea en la cama y grita de placer.
Continuando con mi faena, seguí jugando con mis dedos en su concha, su clítoris y masturbándola logra su tercero y cuarto orgasmo, sin olvidar que mi verga aún estaba erguida y deseosa de entrarle, toma de la mesa de luz un forro y me lo coloca. Me mira a los ojos y me dice con una voz de puta, que aún retumba en mi cabeza, es hora de cabalgarte. Se sube y así estuvo por un largo rato, enterrándosela subiendo y dejándola en la puerta de su concha, con movimientos de adelante hacia atrás de arriba abajo, circulares hasta que anunció que estoy llegando a mi acabada. Esa noticia evidentemente la puso a mil, sus movimientos se volvieron temblorosos y al mismo tiempo tuvimos nuestro orgasmo, para ella su 5to.
Nos quedamos tendidos en la cama, abrazados y disfrutando nuestra saliva con los besos. Al levantarse, pues era hora que debía volver a su “aburrida cama”, se vuelve a sentar y decir entre risas y placer “Me tiemblan las piernas no puedo pararme”.

4 comentarios - “Me tiemblan las piernas no puedo pararme”

quierounanena -1
deja de fantasear...que va a ser cierto todo esto? dedicate a escribir porque si tenes buena ortografia. Ademas quien te cree con las medidas exactas de altura y tetas....malisimo