Siete por siete (02): La fruta prohibida




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Compendio I


Subí el primer post y al poco rato, Marisol me llama para felicitarme. Que “Le encanta que vuelva a escribir”, que “Me ama mucho”, besos, besos, besos y que “¿Cuándo continuo la historia?”
Le respondí que ahora quería hacerlo más tranquilo y darme más tiempo. Ahora, esas son mis reglas.
Durante la bitácora anterior, me tenía posteando casi a diario, porque así no me extrañaba tanto y las noches que pasaba en faena no le parecían tan largas.
Yo la comprendía y también sé que le es difícil cuidar a las pequeñas sola, pero también fue difícil para mí empezar a reescribir una bitácora que ya había escrito antes (y desde el principio, porque se dio cuenta que los primeros capítulos posteados fueron tomados del documento original), a principio de año y que la había enviado como “regalo de bodas” a todas ellas que fueron parte importante de nuestras vidas, en momentos que desempeñaba mis labores en un nuevo cargo.
Marisol quería algo diferente. Algo en donde su prima y su hermana no aparecieran identificadas con sus nombres reales, en el remoto caso que alguien las reconozca.
Además, quería que incluyera más detalles, porque consideró que la versión original salió algo sosa y hubo cosas que no incluí, porque las fuimos descubriendo con el pasar del tiempo (un ejemplo, mi esposa y su prima tienen una hermana en común, porque el bastardo del tío de mi esposa terminó violando a mi suegra).
Pero esa fue una de las razones por las que no postee esta historia seguida de la anterior. La otra razón se debe a que Marisol conoce más detalles.
Nos ha resultado difícil redactarla. En un momento, le pedí que ella lo hiciera sola, que me mandara un borrador y que posteriormente lo editara yo, pero se siente tan frustrada, que prefiere que la escribamos juntos. Por estas razones, creo que saldrá algo desordenada.
Esto ha transcurrido entre aproximadamente 2 semanas antes de la última entrega de “seis por ocho”, hasta ahora y hace poco comprendimos la magnitud del problema.
Mi vecina, a quien he llamado Fiona, es una mujer muy bonita, con enormes pechos, un buen trasero y una cara de amazona que la primera vez que la vi, me hizo creer que era una modelo de ropa interior, en vestiduras normales.
Es una mujer muy religiosa y estaba obsesionada con quedar embarazada.
Su esposo, a quien he llamado Kevin, es un mastodonte de casi 2 metros, medio fanfarrón, pero en el fondo, un buen amigo, especialmente en las situaciones de emergencia.
Me confesó que tenía una amante, porque Fiona era muy complicada en la cama: tenían relaciones para formar una familia y aunque su esposa es muy sensual, no se entregaba completamente.
Entonces Marisol me sugirió que intentara algo con Fiona. Yo estaba con el bicho que no era justo que sólo yo tuviera muchas parejas y que en esa ocasión, le daría permiso a ella.
Por lo tanto, la relación entre mi vecina y yo se fue dando conforme Marisol y Kevin fueran avanzando en la suya…
Les confieso que no fue uno de mis momentos más alegres…
Pero al final, conseguimos lo que buscábamos: Kevin se volvió un mejor esposo y Fiona empezó a disfrutar más de la sexualidad y a experimentar otras cosas.
Y lo que benefició a Marisol, que me gané otra amante… (¿?)
Pero a la semana siguiente del último relato, Fiona fue al hospital a hacerse exámenes y salió positivo: estaba embarazada…
Cuando Kevin me dio la noticia, me tomó de sorpresa. Tenía mes y medio de embarazo y durante esos días, ella estaba recibiendo de lo mío y de lo de su esposo…
A Marisol, como era de esperarse, no le causaba problemas, porque lo veía como una “donación de esperma”…
Pero a mí, que siempre he sido responsable en mis cosas… ¿Entienden?
Hicieron una gran fiesta para celebrarlo. Convocaron a los vecinos, a los jefes de Kevin, a los feligreses de la parroquia que atiende Fiona y al curita.
Me miraba con repulsión el viejo ese. Nos habíamos encontrado antes un par de veces, pero me daba la impresión que le caía gordo.
Sin embargo, él miraba a mi esposa de una manera completamente distinta. Notaba bastante bien que le simpatizaba demasiado...
Esa fue la primera alerta.
La segunda nos llegó cuando estábamos tomando unos tragos con el futuro padre. Su jefe, que por primera vez se mostraba amable con Kevin, le estaba ofreciendo un aumento de sueldo y la participación en un proyecto de programación muy importante: querían disminuir los tiempos de adquisición de los repuestos mineros, al igual que una especie de “Catalogo digital de partes”, en donde uno de los operadores señalara el repuesto que necesitaba en el plano, realizara la solicitud del repuesto y que la orden pasara directamente a la oficina de finanzas.
Era un proyecto grueso y que interrelacionaría las operaciones de la empresa en Australia (yo trabajo para la misma empresa minera, pero en uno de los yacimientos. Kevin trabaja en las oficinas administrativas), facilitando así la adquisición de recursos.
Kevin dio un grito de alegría, porque estaba dispuesto a todo por entrar en ese proyecto. Cuando escuchó el alboroto, su esposa fue a verlo y ahí noté un resplandor raro en la mirada de su jefe, cuando sus ojos se encontraron, lo que la puso nerviosa.
Y la tercera señal me la terminó informando mi ruiseñor. Entre los invitados, estaban unos pendejos que trabajaban en el supermercado local y que la seguían constantemente con la mirada.
Marisol se ríe, diciendo que parezco Conan Doyle, en sus novelas de Sherlock Holmes. Luego lee que escribo lo que dice y me pega con el cojín.
Sigo sin entender por qué le molesta que escriba el presente, si ella tiene tanta participación como yo en estas entregas.
Pero al menos, disminuye la tensión que siente. No le gusta que lo haga, pero termina acurrucándose a mi lado.
En fin, la relación entre Fiona y yo empezó a deteriorarse antes que se embarazara.
Fiona empezó a hacerse mi amiga porque le enseñaba a cocinar…
Por cierto, si alguien tiene la oportunidad de ir o incluso venir a estos lugares y quieren conquistarse una chica inglesa, les recomiendo que aprendan a cocinar. Aun me da risa cuando Hannah, Rachel y Megan me miran con tremendos ojos, solamente porque sé cocinar legumbres con bistec y lo que más les sorprende, que tengan un buen sabor…
Son mujeres que piensan que cocinar se refiere a calentar fideos en la olla por 3 minutos o bien, pedir algo armado del supermercado y calentarlo en el microondas. No saben mucho de especias y cuando te invitan a comer, les falta sazón.
Incluso armar una ensalada de tomate bien aliñada les parece algo casi tan complejo como la termodinámica y les resulta inevitable que te miren con admiración, o en mi caso, con algo de deseo.
Pero tras esos breves consejos, la relación que había entre Fiona y yo era más porque Marisol lo quería, en lugar que yo la deseara.
No sé si los que han seguido las otras entregas notaron que no describía a Fiona con el mismo sentimiento que tenía con Marisol, con Diana o incluso con Rachel.
No niego que sus pechos grandes son ricos, que su trasero es apretado y delicioso y que las mamadas que me hacia eran fenomenales.
Pero al momento de tener relaciones, nuestras preferencias varían.
Puedo durar por horas y tengo un pajarito de tamaño normal, aunque algo grueso. Su esposo no es tan resistente como yo, pero tiene una vara entre las piernas.
Ha estado casada 4 años. Kevin había sido el único hombre de su vida. El tamaño, peso y personalidad de su esposo han influido bastante en la apreciación del sexo. A Fiona le gusta hacer el amor con violencia, a diferencia mía, que la trato con mayor delicadeza.
En ocasiones, tras acabar, me confesaba que ella sería feliz si Kevin y yo la tomáramos al mismo tiempo en la cama. La idea no me causaba muchos problemas, pero me preguntaba si Kevin aceptaría…
Pero eso me lo decía en esos momentos. Luego de ducharnos juntos, volvía a casa llena de remordimientos: le había sido infiel a su esposo y le había gustado.
Le dije que si lo deseaba, podíamos romper la relación y ser amigos como antes, aunque me confesó que no.
Le remordía la conciencia serle infiel a su esposo, pero ademas que el sexo era rico, le había enseñado tantas cosas y a sentirse bella, que no podía dejarme de lado.
Le pregunté si acaso se sentiría mejor le confesandole a mi esposa, pero también se negó. Según ella, Marisol no tenía la culpa que ella careciera de fuerza de voluntad y que se aprovechara de su esposo mientras andaba estudiando.
Además, le encantaba cuidar a las pequeñas y no quería que eso parara.
Entonces le propuse que le confesara a Kevin. Yo sabía de antemano que él no podría quejarse demasiado: cuando yo me tiraba a su esposa, él le hacia el trasero a la mía.
Pero nuevamente, se rehusó.
Dijo que tras varios años, está contento con ella. Incluso, le llama “Fio amor”, asi como yo llamo “Ruiseñor” a mi esposa.
Pero la calidad de su amor había mejorado bastante y le gustaba satisfacer los deseos y fantasías de su marido.
Entonces le pregunté qué pensaba hacer y ya deben imaginar lo que me respondió: ir a confesarse con el cura de la parroquia.
Le pregunté si estaba segura que debía hacer eso. Ella respondió afirmativamente, ya que lo que estaba haciendo era un pecado.
Mi instinto o ese frio raro en la espalda me decía que era una mala idea y le pregunté por qué debía saberlo él.
Me respondió que lo conocía desde joven, la quería mucho y sabría darle un castigo apropiado.
Era un problema moral, pero no creí necesario la intervención de terceros. Traté de explicarle mi opinión, pero ella no me hizo caso.
Aquí empieza la parte que sabe y frustra a Marisol…
¡No me gusta escribir! Él lo hace bien y es muy tierno, pero por más que le miro y le miro, se ríe y me dice que a cambio, verá a las pequeñas en la noche.
Bueno, esa noche me contó lo que había pasado y francamente, sentí lastima por ella. Su esposo es muy bruto y las veces que hicimos cosas… yo terminé extrañando al mío.
Como mi esposo volvía a trabajar (“Marco” es un nombre muy feo >:P), decidí pasar más tiempo con ella.
La vecina es excelente. Las niñas la quieren mucho y cuando me quedo sola, ella se marcha muy humilde, como si fuera una molestia.
Le pedí que me acompañara, que sin mi esposo, me sentía sola y que era bueno hacer amistades, ya que ambas somos jóvenes.
También la noté triste y le pregunté que le pasaba. No se atrevía a decirme, porque la pobrecita todavía me creía inocente.
Es distinto lo que me pasa con la azafata pelirroja. Se cree “La reina del mundo” con sus pechos falsos y aunque mi esposo me dice que en el fondo es una mujer solitaria, pues no me da tanta confianza.
¡Él se ríe cuando lo lee y no quiere volver a escribir! ¡Me siento castigada! 😞
Bueno, ella me contó que se sentía culpable por algo malo que hizo y se lo había contado al curita. Estaba asustada, porque pensaba que fue muy grave y no podía darle redención.
Le dijo que lo iba a meditar y que en la semana la iría a ver.
Esos días, ella anduvo muy triste. Me miraba y me sonreía. ¡Quería decírmelo, pero no se daba valor!
Entonces, el miércoles apareció el viejo ese. Podrá enojarse el que quiera conmigo, pero con sólo notar su cara, sabía a lo que venía.
Le dije a la vecina que no fuera, que ese tipo se traía algo entre manos.
Ella me dijo que no. Que lo conocía desde hace años, cuando iba en la prepa y hacia porras. Que no me preocupara.
¡Es un tipo malo! Aunque a mi esposo le gustan los pechos grandes, cuando iba a verme a mí y se encontraba con mamá o mi hermana, nunca se los miraba. Pero no solamente la miraba a ella. También me miraba a mí y me estaba empezando a enojar.
El cochino se quedó media hora. Salió muy contento, mientras que la vecina estaba muy colorada. Al poco rato llego su marido y yo la veía sonreírle, aunque cuando él se daba vuelta, su cara se ponía muy preocupada.
Al día siguiente, cuando volví de la universidad, fue ella que me preguntó si podía quedarse un rato.
Si el día anterior estaba triste, ese día estaba peor. Su voz temblaba y a ratos, su mirada se perdía en la pared.
¡No me gusta escribir esto! Él me dice que lo estoy haciendo bien, pero me da tristeza. La vecina es una chica buena y no debería haberle pasado.
Mi esposo me mira, preguntándome si puedo seguir. No quiero, pero él no siente la rabia que tengo yo.
Ella me preguntó si creía que un bien borrara un mal. Le respondí que no sabía, que eso depende. Había leído de algunas filosofías griegas y traté de recitarlas como lo hace mi esposo, pero no pude.
Ella me miraba más confundida y con pena. Me puse nerviosa. Le dije que no. Que un bien no borra un mal, que era algo difícil de medir, porque no es lo mismo robar por necesidad como robar por codicia y entonces, me acordé de lo que mi esposo piensa de los cuchillos.
“Un cuchillo puede servir para untar mantequilla o cortar carne.” Le dije, aunque ella no me entendió.
Le expliqué, al igual que lo hizo mi marido, que uno puede hacer cosas buenas o malas, pero que en el fondo, depende de lo que uno sienta cuando las hace.
Eso pareció alegrarla un poco más, pero nuevamente volvió el tipo ese.
El muy malo venía sonriente y confiado. La vecina tenía dudas. Parecía que no quería ir…
Estuvo una hora y media. Salió muy relajado y contento, mientras que la vecina lo despedía muy triste.
Al rato, llegó su marido y se puso a llorar en su pecho.
Al día siguiente, apenas me pude concentrar en clases. Megan quería repasar conmigo. Le pedí disculpas, tomé un taxi y volví a casa lo más rápido que pude.
La vecina me recibió con lágrimas en los ojos y me abrazó. Ella sabía que yo intuía algo. Me miraba como si tuviera vergüenza y le pregunté qué había hecho ese tipo.
Le costó, porque la avergonzaba mucho. Me dijo que el primer día, el malo había pensado mucho sobre lo que había hecho, que estaba muy decepcionada de ella, porque siempre fue una chica buena y generosa y que no creía que fuera capaz de hacer algo así.
Le costó decirme la respuesta, porque ella estaba hablando de lo que había hecho con mi marido. Me mintió, diciéndome que lo había hecho con un amigo de mucho tiempo atrás. Se habían vuelto a encontrar y le había hecho sentir cosas que no había sentido con su esposo.
Supe que hablaba del mío, porque ella dijo que se sentía segura al mirarlo a los ojos. Él le daba confianza y de a poco se fueron dando las cosas, hasta que ella llegó a amarlo.
Pero el malo no estaba interesado en esas cosas. A él le interesaba saber una sola…
Cuando se desabrochó el pantalón, ella se sorprendió. Lo conocía de años y lo respetaba mucho.
El malo le sonrió, pero le dijo que en realidad no la creía capaz de hacer eso. Mi esposo y yo creemos que si sabía, porque se le nota en la cara.
Él le insistió en que había sido una chica inocente y que solamente pensaba en eso cuando planeaba hacer bebes. Si había sido capaz de hacer eso, tenía que demostrárselo…
Avergonzada, se lo metió a la boca, pero eso no convenció al malo. Le dijo que eso la hacía osada, pero ella no podía ser capaz de hacer algo así.
Aunque le entristecía, notaba en sus ojos que le había gustado y que lo siguió haciendo hasta el final…
El malo quedó satisfecho por esa tarde, pero dijo que aun debía pensarlo mejor. Al menos, la consoló con que le había sido honesta, pero que al día siguiente volvería a verla, para buscar un castigo mejor.
Esa noche, la vecina durmió muy mal. Debe haber estado muy preocupada, porque no se escucharon los ruidos que mi esposo y yo oíamos.
Al día siguiente, el malo volvió, pero esta vez fue diferente. Marcharon directamente al dormitorio.
La convenció que aun no le creía mucho. Pensó que lo había hecho de pura suerte y le ofreció nuevamente la prueba.
La vecina me dijo que ya se había dado cuenta, que lo que le había dicho de los cuchillos le había aclarado todo.
¡Me molesta que no me entendiera! ¡Lo de los cuchillos, lo entendió mal!
El malo se volvió a convencer, pero no le bajó. Le dijo que había venido preparado y que quería probar las otras cosas que le había contado. Ella también estaba muy interesada…
Yo no quería creerlo. El malo es un viejo flaco, feo y la vecina es tan guapa y tan bonita.
Me explicaba, muy confundida, que el malo le recordaba mucho a la de su amigo: que era muy gorda y un poco más larga.
Pude notar que con solo describirla, se calentaba.
El malo se la metió con violencia por la rajita, mientras se aferraba a sus caderas, mientras le abría las piernas. Le pellizcaba los pechos, como lo hacía su amigo, pero era más violento y tosco.
Él le decía que era muy mala, que lo hacía en la cama de su esposo, pero que ella lo estaba disfrutando bastante.
Se corrió en su interior y ella se cansó. Pero su palo seguía sin bajar.
Dijo que quedaba una prueba más. La dio vuelta y se la empezó a meter por detrás.
Le dolía mucho, pero él la azotaba a palmadas, diciéndole que era parte de su castigo. Que tenía que aguantar el dolor si quería reivindicarse.
¡Se estaba excitando! ¡Me molestaban sus ojos!
Al poco rato, llegó el malo. Nuevamente, venía con una gran sonrisa.
La vecina no sabía qué hacer. Le pedí que no fuera, que se quedara.
Pero parecía que estaba en trance. Ella quería ir. El malo me miró de una manera que me hizo enojar.
No pude detenerla y como no quería verlos, entré en la casa y fui a llorar con mis pequeñas.
No miré la casa hasta el otro día. Me consolé, pensando que mi esposo volvería en 2 días más.
¡Él es tan listo! Por eso lo queremos tanto mi hermana, mamá, mi prima y yo. ¡Siempre sabe que hacer!
Pero me sorprendí del descaro del malo. Volvió ese sábado, cuando estaba la vecina con su esposo.
¡Era un mentiroso! ¡Lo escuchaba hablar con el vecino y el vecino se alegraba! ¡La había nombrado a cargo de las limosnas!
Vi la cara de la vecina y no sabía que pensar. El malo le mintió a su marido, diciéndole que debía llegar más temprano al día siguiente a la parroquia, para darle las instrucciones.
El vecino abrazó a la vecina y el malo le sonrió, como si fuera un secreto. ¡No era justo!
El domingo, preparé mucha comida y cuando sentí que llegaban, los invité a almorzar. A ellos les caemos bien, porque sabemos cocinar bien rico y mientras el vecino miraba a mis pequeñas, le pedí a la vecina que me ayudara a lavar los platos.
Le pregunté qué había pasado y su mirada era de una loca. Me contó que el malo la había llevado a una oficina y que ahí, conoció a los acólitos.
Me contó que había ido bien arreglada, como acostumbraba ir siempre, aunque un poco nerviosa, porque no sabía que iba a hacer.
Pero el malo se puso a espalda de ella y le desabrochó la falda.
Trató de cubrirse, pero la tanga que vestía era demasiado pequeña y los chicos la miraban sorprendidos. Luego le desabrochó la camisa y le soltó el sostén.
Sorprendida, el malo les dijo a los acólitos que ella era una mala mujer, que había engañado a su esposo. Que tenían que darle una lección para que no lo hiciera más.
El malo ordenó que se la chupara al más joven. Cuando me lo decía, sus ojos brillaban de calientes.
¡Me había decepcionado! ¡Ya no quería que cuidara a las pequeñas!
Con mucha emoción, me contó que se trago todo. Pero el malo no estaba satisfecho. Quería que lo hiciera a él después, mientras masturbaba a los otros 2.
Decía que era la primera vez que lo hacía, pero se sentía tan bien verse tan deseada.
Finalmente, los chicos se iban a correr, pero ella no quería quedar manchada, así que fue chupándosela de a uno, hasta que todos acabaron en su boca.
El malo con reloj en mano veía que aun quedaba tiempo, así que le dio libertad a los chicos para hacer lo que quisieran. Unos la forzaban a chuparles otra vez, mientras que otro le agarraba los pechos y el malo se la metía por detrás.
Estuvieron así un rato y después, se empezaron a arreglar para el servicio. El malo, al ver que los perros no paraban de tocar su cuerpo, les dijo que se quedaran con su ropa interior, para que le sirviera de escarmiento. Después, me contó que la besó y le ordenó que la próxima semana volviera más temprano…
Me enojé y le di una cachetada. Le dije que era una sucia, que no la quería ver más en mi casa y que no cuidara más a mis niñas.
Cuando le dije eso, se asustó. Me pidió que no lo hiciera, que la dejara. Pero fui fuerte.
Le dije que hasta ese día, le habría dejado sola con mi marido, tranquila y segura. Pero si ahora iba a comportarse de esa manera, no podía confiar en ella.
Cuando subimos a ver a su esposo, ella tomó a las pequeñas en brazo una última vez y lloró. Su marido trató de calmarla, diciendo que no importaba, que si seguían intentando, también tendrían un bebito.
Pero yo sabía que no lloraba por eso.
Al día siguiente, no pude ir a la universidad. Le pedí a Megan si acaso podía conseguir los apuntes de mis clases y me quedé esperando a que llegara mi marido.
Cuando regresé, noté a mi ruiseñor bastante triste. Le pregunté qué le había pasado, si se había enterado de algo con su familia o con la mía, porque si algo hubiera pasado con las pequeñas, Kevin me habría dado una mano.
Pero no. No quería decírmelo y sé que cuando tiene un secreto o una preocupación de esas, no me las cuenta y ya.
Como a las 2, apareció Fiona. Me dijo que me había visto llegar y que pasó a saludarme. Al poco rato, llegó mi ruiseñor y me di cuenta que algo raro pasaba entre ellas.
Me contó, con mucha pena, que no podría seguir cuidando a las pequeñas, ni a aprender a cocinar conmigo. Le habían dado un cargo en la iglesia y que estarían reuniéndose constantemente en la semana.
Me alegré por ella, porque sabía que era algo que le gustaba, pero Fiona no se veía tan entusiasmada.
Cuando se marchó, Marisol me dijo que no quería que volviera a verla. Por un momento, me alegré, creyendo que finalmente mi esposa me celaba y se volvía una mujer normal.
Pero al ver sus ojos, noté que estaba enojada con Fiona.
Yo me relajé, ya que como les dije, mis sentimientos hacia Fiona no eran tan profundos, por lo que esos días me dediqué a cuidar a las pequeñas y a descansar.
Por las noches, algo extraño pasaba. Ni Marisol ni Fiona gemían en la cama. Aunque tocaba los puntos débiles de mi esposa y la lamía como sé que le encanta, parecía contener sus gemidos.
Me besaba de una manera sensual y pude percatarme que efectivamente, le daba orgasmos consecutivos, pero esa noche fue muy rara.
Durante el día, divisé a Fiona y por un momento íbamos a conversar, cuando llegaron 3 pendejos a su casa.
Me miró, entre nerviosa y complicada, pero los pedazos de mierda eran bastante prepotentes para ella y casi se fue corriendo a recibirlos.
Conversé con Kevin, si sabía que les pasaba a nuestras esposas, aunque él me aseguraba que no sabía nada.
Es un buen tipo. Desde que rompió con Marisol, la trata con respeto y se pone nervioso cuando le preguntó si sabe donde esta ella.
Aunque al principio me molestó que le hiciera el trasero a mi mujer (no sé qué mierdas pensaba en esos días), todo mi rencor se disipó cuando me ayudó en el alumbramiento de Marisol.
Como no teníamos idea de su cambio, le pregunté por el cargo que le habían dado a su mujer.
El pobre iluso se puso contento, diciendo que ella se encargaba de la contabilidad de la parroquia y que debía asistir a la iglesia los domingos mucho más temprano.
Entonces, le pregunté por qué visitaban a su esposa los muchachos, aunque él no tenía idea. Pensamos que se reunían para discutir asuntos religiosos o algo así.
Así fueron pasando los días y me di cuenta que siempre venían o los pendejos de mierda o la momia esa que dirigía la iglesia.
La momia llegaba tempranito a la casa, mientras que los pendejos se aparecían como a la 1. Al final, todos se marchaban a eso de las 3 y media, porque a las 4 llegaba Kevin.
Una noche, Marisol me pidió que sacara la basura al patio. Me sorprendí, porque vi a Fiona fumando.
Me sonrió y me dijo que me veía bastante bien. La noté distinta, más suelta…
Le pregunté cuando había empezado a fumar. Me respondió que no hacía mucho. Me ofreció uno, diciéndome que eran especiales. Le respondí que no fumaba, a lo que ella sonrió.
Me preguntó si acaso le había extrañado. Le respondí que sí, que era muy entretenida.
Volvió a sonreírme. Me dijo que me asomara a la cerca, que había algo que quería mostrarme.
Tenemos de esas típicas cercas de madera blanca, que separan las casas. Claro que estas son como 1.90m, por lo que si bien separan, dan la impresión que son barrotes de una cárcel.
Pensé que había comprado una planta o algo así, cuando siento su mano desabrochando la bragueta del pantalón. Me sorprendí, pero ella me dijo que me calmara y empezó a chuparla.
La mamaba muy bien. Sabía que si Marisol me veía, se enojaría bastante, pero la sensación era irresistible.
Sentía que la punta entraba tan adentro, que le producía arcadas. Sus manos masajeaban mis bolas y rozaban la parte que no entraba en sus labios, hasta que me terminé corriendo en su boca.
Fue genial. Se la tragó toda y los restos que quedaron en sus manos se los lamió.
Me preguntó si estaba demasiado ocupado. Estaba aburrida y quería divertirse conmigo un poco.
Sonreí y le dije que no podía. Marisol me lo había prohibido y debía obedecerle.
Me llamó la atención que me insistiera. Trató de menoscabarme, diciéndome que era un sometido o algo así. Que era un hombre y que podía mandarme solo.
Le di la razón, pero le expliqué que cuando me casé con Marisol, me había comprometido a entregarme solamente a ella.
Me sorprendió que se burlara, diciéndome que igual le había sido infiel con ella.
Pero le insistí que en el fondo, era a Marisol la que amaba. Con ella había decidido pasar la vida juntos y con ella era feliz, con las niñas que teníamos.
Además, Kevin se había vuelto un buen amigo y había cambiado mucho por ella, para complacerla.
De alguna manera, pareció enojarse y por primera vez la escuché llamarme “marica”. Entonces, me tocó volver a la faena.
Fue difícil para mí esos días. No me sentía segura. Le pedí a Megan que viniera, porque estaba asistiendo día por medio a la universidad.
El malo y los niños esos venían todos los días y como yo los miraba feo, me di cuenta que no les era suficiente con la vecina.
Entonces, un día fui a comprar al supermercado. Cuando me acerqué a la caja, el muchacho que envolvía los paquetes me sonrió.
Me preguntó cómo era la vida solitaria. Confundida, le pregunté a qué se refería, cuando veo que es uno de los chicos que va a ver a la vecina.
El muy descarado se atrevió a decirme que se habían dado cuenta que la camioneta de mi esposo no estaba y que si acaso no me sentía mal, durmiendo sola por la noche.
Lo abofeteé, por irrespetuoso y me dijo que le gustaban las gatitas que arañaban.
Irritada, a la mañana siguiente llamé por teléfono a la vecina. Teníamos que aclarar lo que pasaba.
La noté distinta. Vestía falda corta y una camisa escotada, pero no usaba sostén. Incluso, se sentaba con las piernas abiertas y podía distinguir que tampoco usaba bragas.
Le dije que ya me estaban empezando a molestar las visitas que recibía. Me pareció que no me escuchaba.
Me decía que debía dejar de ser una amargada y disfrutar más la vida. Que no valía la pena que estudiara o que estuviera casada. Que éramos jóvenes y que podíamos hacer lo que quisiéramos.
Me enojé y le dije que era una tonta. Había pasado muchas cosas para poder casarme con mi esposo y que sería una estúpida si lo dejaba ir.
Ella me seguía mirando sin interesarse. Se acercó a mi lado y empezó a acariciarme.
Me dijo que éramos jóvenes y que había tantas cosas por experimentar, cuando me di cuenta que quería besarme.
La empuje, diciéndole que yo no hacia esas cosas con mujeres que no quieren a mi esposo.
Ella se enojó, llamándome puritana y le pegué una cachetada otra vez. Le dije que lo que hacía estaba mal. Que no solamente ella estaba volviéndose una puta, pero que me estaba metiendo a mí en ese jueguito.
Ella siguió sin darle importancia, pero le protesté, porque ahora quieren hacerlo conmigo y yo no quiero. Yo quiero a mi esposo y él siempre vuelve a mi lado. Fue él quien siempre quise y por eso me terminé casando.
Le dije que ellos me querían por cómo me veo, pero mi esposo me quiso siempre por cómo soy y que estaría loca si dejara que me hicieran algo, sabiendo que pueden hacer algo a mis pequeñas.
Fue entonces que pareció reaccionar y se largó a llorar. Me pidió disculpas, que no sabía que le había pasado.
Me dijo que ella no era así, que ella era sana, honesta y que ahora, todos la veían para coger.
Me confesó que también había tenido algo con mi marido y como él se marchaba cada una semana, ella también lo extrañaba.
No quería contármelo, porque no quería que le quitara a las pequeñas. Pero ahora se daba cuenta que todo eso lo había perdido.
Le dije la verdad, que en el fondo, sabía que tenía algo con mi marido y que por eso, le daba confianza. Le expliqué que a pesar de tenerla a ella, mi esposo siempre terminaba extrañándome a mí y que por eso lo dejaba.
Ella se sorprendió. Creo que mi esposo tiene razón y tal vez, deba ir a examinarme con un psicólogo. Nadie parece entenderme.
Pero no me gustaba que se comportara como una puta. Aceptaba que se acostara con mi marido, siempre que viera lo noble que es él.
Porque siempre me ha asustado (y por eso, cuando se fue al norte, le deje que hiciera lo suyo con mi mami y mi hermana) que una puta se lo lleve y me deje sola.
Incluso ahora, que en unos días se encontrará con su compañera y con su asistente, que antes era la puta de su oficina, me da algo de miedo, pero confió bastante en que su compañera me lo cuidara y me lo devolverá.
Pero esto de que se volviera puta me estaba empezando a molestar…
No la juzgo. Ella puede hacer lo que quiera, pero me daba pena por el marido cornudo y asco, porque esos malos me andan mirando mal y yo no tengo nada que ver con lo que hace mi vecina.
Ella comprendió y me preguntó que qué podíamos hacer.
Yo estaba complicada. Mi marido es buenísimo en estos problemas: defendió a mi hermana de un profesor, metió preso a un tío que me intentó violar y consiguió que mi papá, que siempre ha sido apretado con los billetes, le vendiera baratísimo su casa, la que se la terminó dando a mi mamá.
Por más que me quebré la cabeza, no pude pensar en nada. Pero le di un consuelo: si seguía pensando de esa manera, podría dejarle el cuidado de mis nenas.
Le dije que realmente, extrañaba su cooperación y que lo mejor que podíamos hacer era esperar a que mi marido regresara.
Lo malo es que era martes y mi esposo se había ido a faena el día anterior.
Así que me dio pena despedirla en la puerta, porque ahí estaban los 3 niños malos, esperándola para que abriera la puerta de la casa, o lo que más me preocupaba, que le hiciera señas para que vinieran a la mía.
Pero noté en sus ojos que ya no quería hacerlo y de verdad, no me quedó otra opción más que cerrar la puerta.
La fui vigilando esos días, pero el jueves, se apareció alguien nuevo. Era alguien más elegante, más joven y mejor parecido que el malo, pero no lo había visto antes.
La vecina, cuando lo recibió, se espantó. Él trató de hacerlo pasar por una visita normal, pero yo supe que no era así.
Había llegado a las 11 de la mañana en un auto muy bonito y no se fue hasta alrededor de las 6. El vecino regresó a su casa cerca de las 8.
Cuando se fue, él salió bien arreglado, mientras que la vecina cerró la puerta envuelta en una sabana.
Al día siguiente, apareció el malo y el sábado, ella estuvo con su esposo. El domingo, nuevamente salió tempranísimo y finalmente, el lunes, mi esposo regresó.
Me sorprendió que Marisol no fuera a clases otra vez. No obstante, ella me había extrañado mucho. Ni siquiera me dijo algo por haber terminado la primera bitácora.
Me contó que Fiona ahora podría cuidar a las pequeñas, que era algo que me complicaba mientras estaba en faena. Si las pequeñas estaban solas, o debía empezar a buscar una niñera (cosa que no quería, para no tentar más a mi esposa) o ella debería perder algunas clases.
Por suerte, cualquier diferencia que tenían se había arreglado. Sin embargo, cuando iba a saludar a Kevin, Marisol me detuvo.
Me dijo que debía estar ocupado y que los dejara tranquilo. Le explique que deseaba consultarle sobre los rumores de un supuesto proyecto de “Catálogos digitales”, que Hannah me había mencionado y que ahora podría preguntárselo directamente al jefe de Kevin, luego que reconocí su auto.
Por fortuna, ella me detuvo…
Entonces, a los 2 días después, Fiona fue al médico y entonces se dio lo que mencione al principio…
Yo pude encajar todo hace poco. Resulta que uno de los pendejos esos es un acolito y más encima, hijo del Jefe de Kevin.
Imagino que el hijo informó al padre sobre las actividades que el grupo eclesiástico estaba haciendo con Fiona, por lo que se unió al grupo y manteniendo a Kevin fuera de casa, ilusionado con el proyecto ese.
Por ahora, estamos medianamente “cagados” en ese asunto. En la semana, Fiona se queda con las bebes hasta que regresa Marisol. Afortunadamente, son escrupulosos y no se vienen a meter conmigo mientras ella se queda.
Pero por la tarde, ya la están esperando y no sólo eso, sino que también debe cumplir las exigencias que le imponen la momia y los pendejos.
De partida, si quiere ir a comprar al supermercado, debe ir escotada y con minifalda o una falda bien delgada, ya que los pendejos la están observando.
Los domingos debe ir sin ropa interior. Como consecuencia, las limosnas se han incrementado tanto como el número de feligreses masculinos, ya que todos quieren ver esos tremendos melones libres y esa cola bien sensual, oculta bajo esa delgada falda.
Pero entre las pocas buenas noticias, el bebe de Fiona puede ser mío o de su esposo, de acuerdo a las fechas dadas por el doctor.
Y por las mañanas, termino comiéndome varias veces la “fruta prohibida” de Kevin, sin preocuparme de pastillas o condones…


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2 comentarios - Siete por siete (02): La fruta prohibida

Neotete +1
excelente! super sensual relato!
metalchono +1
gracias.