Descubriéndome (Episodio 4)

Descubriendome-Episodio 3

Todo me daba vueltas. Me dolía la cabeza intensamente. El dolor llegaba a mi por oleadas. Estaba aturdida. No entendía nada. intenté abrir los ojos pero todo estaba oscuro. El silencio era absoluto. Quise gritar, pero estaba amordazada. Quise extender mis manos para tratar de entender adonde estaba, pero las tenía atadas detrás de mi espalda. Cuando tiré de ellas me di cuenta que la mitad de mi peso estaba soportada por mis muñecas. La otra mitad por mis tobillos. Sentía que mi cuerpo estaba abrazado por algo suave y firme a la vez. estaba en posición horizontal o al menos eso creía. Entre el dolor en mi cabeza y la falta de referencia sólo podía guiarme por mis instintos y mis intuiciones. Hice fuerza para cambiar de posición, pero lo único que logré fue comenzar a moverme lentamente y sin control. Sería mi cabeza que aún daba vueltas por el golpe o estaba realmente pendulando sin control, como si todo mi cuerpo estuviese colgando. Intenté aguzar mi sentido de la vista. Pude divisar un punto pequeño de luz dentro del enorme manto negro que me rodeaba. El punto se movía. ¿O acaso era yo quien lo hacía? ¡Dios! Mi cabeza no para de dolerme.



***




De pronto vino una imagen a mi cerebro que me impactó. Quedé helada. Recordé verlo a Juan frente a la computadora una madrugada. Él se había desvelado y quizás cansado de dar vueltas en la cama decidió levantarse. No recuerdo tener noción de cuanto tiempo hacía que se había levantado, pero para cuando me percaté que ya no estaba a mi lado en la cama, él estaba sumergido en la computadora. Mientras recorría el pasillo que unía las habitaciones con el living podía escuchar el sonido de las teclas. Estaba escribiendo de a rachas. Estaba chateando. Quise darle una sorpresa y fui en puntas de pie hasta el living, tratando de no emitir sonido alguno. Juan estaba sentado en el sofá frente al televisor apagado. Sobre su falta, casi en las rodillas, tenía apoyada la notebook. Estaba desnudo y con una interesante erección. Su glande había aflorado por completo dejando el prepucio enrollado. Apuntaba al techo. Sus manos pulsaban las teclas como en un bombardeo de pensamientos. Eran ráfagas verborrágicas que transmitía a alguien más del otro lado de la web. Durante las pausas, durante las que ese alguien respondía, Juan tomaba con su mano derecha su miembro y lo masturbaba. Al acercarme pude ver que estaba en una sesión de video chat. A unos pasos de distancia apenas si pude distinguir las siluetas que dibujaban unos cuerpos en un ambiente penumbroso. La silueta principal estaba ubicada en el centro de la imagen y la otra entraba y salía constantemente, seguramente era quien escribía del otro lado del chat. Di un paso más, ya no con intenciones de sorprender a Juan sino con la curiosidad que me generaba entender un poco más de qué se trataban las imágenes. La poca iluminación en el cuarto de las siluetas no ayudaba, pero podía ver una figura, parecía un animal a punto de sacrificar por alguna secta rara. Me reí por dentro por mi extraña imaginación. Pero la imaginación me quedó corta. Cuando entedí mejor la imagen pude ver que la silueta que colgaba era una persona, una mujer, a quien el hombre que chateaba con Juan le estaba haciendo cosas. Cosas sádicas y con cierta inclinación sexual. Me sorprendió tanto que quise ver con mayor detalle esa imagen. Estaba aterrada y disgustada por lo que estaba viendo, pero necesitaba cerciorarme que era cierto lo que mis ojos le transmitían a mi cerebro. Di un paso más ya sin procurar silencio alguno. Si hice ruido o no, no lo sé, pero ya no intentaba sorprender a Juan. La sorprendida era yo. Ya más cerca pude confirmar que efectivamente era una mujer. Leí unas lineas del chat:

JUAN: Usá el inexpulsable rojo y dejáselo en el orto mientras le pegás con el látigo en las tetas.

M: ¿No querés que le ponga unos broches en los labios vaginales de la putita?

JUAN: ¡Sí! Dale.

Volví a la imagen de la pantalla y esa mujer tenía un artefacto rojo que apenas sobresalía de su orificio anal y unos broches de madera, de los mismos que se utilizar para sujetar la ropa mojada para secarla, colocados en su vagina. El hombre misterioso azotaba los pechos de la mujer con un látigo. Imaginé el dolor. Estaba furiosa y estaba a punto de gritarle a Juan cuando ellos se percataron de mi presencia. Había entrado en el cuadro de la cámara de la notebook de Juan sin darme cuenta. Pero al hombre misterioso mi aparición no le pasó desapercibida y automáticamente la imagen de ese chat pasó a ser una pantalla negra donde se leía en letras blancas que "M ha finalizado la sesión de chat". Juan cerró la tapa de la compu, la dejó sobre el sofá y lo rodeó para hablar conmigo. Yo no podía moverme. Estaba asqueada.

-Amor... -intentó armar una frase pero no supo qué decir.

-¡Me das asco! ¡No me mires, no me toques! -Di media vuelta y me fui al dormitorio. Tras de mí cerré la puerta. Juan no hizo nada. Supongo que esa noche habría dormido en el sofá. Yo lloré toda la noche. Cuando me levanté al día siguiente él ya no estaba. No hablamos por una semana o más. Yo no quería sacar el tema. Él tampoco lo hizo y así fue como con un tácito acuerdo nunca se dijo nada al respecto. Yo lo había tomado como un mal sueño y nada más.



***




Pero ese mal sueño se estaba convirtiendo ahora en mi propia pesadilla. Me imaginaba allí colgada del techo con una suerte de arnés de cuerdas. Atada. Amordazada. Incapacitada de moverme. Un frío paralizador comenzó a recorrer mi espina dorsal mientras el dolor en mi cabeza se hacía cada vez más intenso.

Descubriéndome (episodio 5)

2 comentarios - Descubriéndome (Episodio 4)

Pervberto +1
¡El peligro de los sueños es que pueden volverse realidad!