Seis por ocho (29): Time Management




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Compendio I


“¡Cielos! Parece que lo pasaste bien anoche…” me dijo Sonia, al sentarse conmigo en el bus.

Como había trasnochado, bostezaba constantemente y se me cerraban los ojos. Pero con lo responsable que soy, no puedo tomarme el día libre, si apenas había llegado a la faena.

“¡No es eso!...sólo tuve algunas pesadillas” le respondí.

En realidad, el asunto del dichoso Toño era una pesadilla. Pero no podía pensar en ello ahora, aunque pensaba que sería el mismo trabajo el que me martillara una y otra vez con el tema.

“¡Ya veo! ¡Pensé que habías pasado la noche con la gringa esa!” me dijo, pidiéndome que le sujetara el espejo para maquillarse.

“¿Cómo crees eso?” le dije, todo colorado.

“¡Tú mismo me mostraste el papel con el número de teléfono y el nombre del hotel! ¡Incluso creo que tenían una cita!” me decía un tanto enojada, aplicándose el labial.

“¡No era una cita! Sólo nos juntamos a tomar unos tragos…”

“¿Y?” me miró expectante.

“¿Y qué?”

“Tú no bebes, así que debiste haber hecho algo más…” me miraba con esos ojos interrogadores y analíticos, mientras ajustaba sus lentes.

Seis por ocho (29): Time Management

A veces, me molesta que Sonia sepa tanto de mí…

“Pues, me bebí un jugo y volví a casa.” Le respondí.

En rigor, no estaba mintiendo. Estaba “omitiendo información”…

“¡Qué bueno!” me dijo ella, más sonriente “Me dio la impresión de que era una come-hombres.”
Yo sonreí…

“¡Sí!... a mí también.”

Entonces, entró en “modo de trabajo”…

“Bueno, explícame que es esto de “Amelia” y “Verónica”. He estado leyendo la información que me mandaste y no lo entiendo. Pensé que te habías equivocado y me habías mandado información de tu suegra y cuñada…”

Le expliqué el ejemplo que he usado con todos. Lo malo es que Sonia sí sabe más de lo que debiera…

“¿No me estarás diciendo que tienes algo entre tu cuñada y tu suegra, cierto?” me miró con esos lentes, que me daba la impresión de estar bajo un detector de mentiras.

“¿Cómo crees?...esto fue antes… mucho antes que mi suegra… ya sabes.”

“Creo que me estás mintiendo…” me dijo ella, mirándome con esos ojos profundos café, que parecían sondear lo más profundo de mi alma.

Aunque han sido pocas las veces que lo he usado, encuentro que la mejor forma de engañar a alguien es con decir la verdad.

“¿No crees que si tuviera algo con mi cuñada, ella actuaría más raro?”

Sonia lo pensó.

“Sí, tal vez tengas razón. Ella tiene ese perfil de inocentona, incapaz de romper un huevo…”

Había escuchado muchos comentarios así de incisivos de Pamela, pero ahora no podía quejarme.

“¡Como sea! ¿Por qué es tan importante encontrar estos equipos?” me preguntó.

“Te lo explicare en un ejemplo: imagina que ahorras por 20 años para comprarte la mansión de tus sueños.”Le dije. “La mansión viene con piscina, garaje, invernadero…lo que quieras.”

Sonia se pone bien bonita cuando empieza a pensar. Se lleva el índice a la altura de su oreja y apoya su mentón sobre su pulgar. Sé que suena extraño, pero es algo que uno debe ver. Sus ojos son fascinantes…

“Entonces, armas una tremenda fiesta, invitando a medio mundo, para celebrar el esfuerzo de tanto tiempo. Están todos pasándola bien, pero alguien gritó en la piscina… llegas a ver qué pasó y está teñida con orina.”

Sonia se rió.

“¿No te gustaría saber quien fue el mojón que se orinó?... o sea, ¿Para no invitarlo para la próxima fiesta?”

Siempre la hago reír con cosas así. Ella siempre es tan seria y siempre me dice que me las arreglo para sacar estupideces de la nada.

Sexo anal

“¡Por muy gracioso que sea, no me estás diciendo nada!” me decía, todavía riéndose.

“Sí, lo sé. Pero lo que pasa es que “nuestra mansión”, la señal “Verónica”, nos está indicando la ubicación de posibles vetas. Necesitamos ver qué es “Amelia”, para ver si es ella la que orinó en la piscina.”

Claro que “Amelia” es más importante que el molesto personaje de la analogía. Como lo he dicho desde el comienzo, “Ambas ondas son igualmente importantes”.

“¡Vaya, es la primera vez que te veo tan serio!” me dijo Sonia.

Yo sonreí.

“Es algo que me apasiona. ¡Me encanta ser ingeniero!”

“Se nota en tus ojos…” me dijo suavemente, pero me dio una sensación extraña “… pero bien, ¿En dónde entro yo en este asunto?”

“¡Bien, son muchos equipos en la mina! Yo estoy viendo la forma en que la onda “Verónica” se distribuye, para poder compararla con “Amelia”. Necesito que me organices los equipos en tablas, junto con sus especificaciones, para poder determinar en dónde puede encontrarse la maquina “Amelia”…”

Ella se volvió a reír.

“¿No que eran ondas? ¿Ahora tu cuñada es una maquina?”

“¡Vamos! ¡Déjame descansar un poco! ¡Tengo sueño!”

“¡Está bien! Duerme un poco…”

Al parecer, ella también estaba cansada, dado que se apoyo en mi hombro.

Dormimos una media hora. Desperté bien refrescado.

Cuando bajamos del bus, simplemente, tenía que decirle sobre su ropa.

“Sonia, sé que eres administrativa y todo, pero aquí no es necesario que vistas como en la oficina…”

Vestía una falda fucsia, una camisa blanca y una chaqueta sin mangas. Se notaba que ella nunca había salido de la oficina. Ahora, recibiría el “curso intensivo”…


culona

Apenas llegamos a la entrada de la mina, cerca de 160 personas se amontonaron en torno nuestro, para ver a la bella Sonia. No era de sorprenderse, ya que con turnos de 12 horas y más de una semana en el mineral, los hombres casi se peleaban por las mujeres.

De hecho, las preocupaciones que tenía Marisol cuando supo que vendría a trabajar estaban bien fundamentadas. Muchos de mis compañeros me habían contado que gastaron cerca de un tercio de su sueldo, solo por estar con prostitutas.

Sonia estaba nerviosa y no me soltaba el brazo. Me dirigí a la oficina del supervisor y él ayudó a restablecer el orden.

“¿Y ella? ¿También va a entrar a la mina?” me preguntó el supervisor.

“No. Nos quedaremos esta semana trabajando en la oficina que me prestó la primera vez.”

“¡Ya veo!..Bueno, la otra vez preguntaste si teníamos la red interna en línea…”

“¿Sí? ¿Ya está habilitada?”

“Bueno, más o menos. A ratos, se nos cae el sistema, pero la comunicación se mantiene. Lo que es más molesto son los cortes de electricidad.”

“¿Se está cortando la luz? ¿Cada cuánto tiempo?”

“Es esporádico. A veces, tenemos dos o tres cortes en el día. Otras veces, el sistema funciona bien. Al parecer, los equipos nuevos están alcanzando el límite de la red.”

Le pregunté cómo lo hacíamos para almorzar y nos dijo que fuéramos a su oficina a eso del mediodía.
Nos instalamos en la oficina. Era un contenedor metálico, de unos siete por quince metros, convertido para funcionar como oficina, con piso de baldosa, 4 ventanas, luz eléctrica, contenedor con agua refrigerada, tres escritorios y algunos estantes de información. Nada del otro mundo.

“¡Hogar, dulce hogar!” dije yo.

“¿Dónde me siento?” preguntó Sonia.

La llevé al escritorio del fondo, con el asiento de cuero y el escritorio más grande.

“Parece el escritorio de un jefe…” dijo ella, asombrada.

“Lo es, pero puedes usarlo.”

“Bueno… ¿Por qué no lo usas tú?” preguntó, un tanto avergonzada.

“En realidad, no me gusta. Es demasiado grande y queda demasiado lejos de la puerta”

felacion

A Sonia le sorprendió mi justificación. Mi escritorio era más pequeño, pero estaba al lado de la puerta. Como en la primera semana estaba intentando ubicar a la maquina “Verónica”, debía andar desplazándome constantemente dentro y fuera de la oficina, ya que sin red interna, las comunicaciones… pues… eran de lo más primitivas. Ni siquiera querían pasarme un radio, ya que solamente el personal supervisor y los mineros lo pueden ocupar.

Le enseñé a ingresar a la carpeta de registro de maquinarias y que a partir de eso, me empezara a armar las tablas.

Era un trabajo relativamente monótono. Por una parte, estaban las tablas de mantención, en donde se indicaban las ubicaciones de los equipos. En otras carpetas, estaban los manuales de partes y piezas de cada equipo y eran esas especificaciones que necesitaba verificar.

En mi terminal, pude apreciar la señal “Verónica”. La fiel maquina había seguido trabajando y aportando sus datos, como correspondía.

Al rato, tuvimos nuestro primer corte. Como el contenedor está más alejado que el resto, la temperatura empezaba a subir rápidamente.

A mí me daba sueño…

“¡Marco! ¡No te vuelvas!” me dijo Sonia.

“¿Qué? ¿Por qué?”

“¡No gires la cabeza!” me dijo con una voz de mando. “¡Estoy en ropa interior!”

companera

“¿Cómo que estás en ropa interior?”

“Pues… con el calor… me desabroché la falda y la camisa… ¡Así que no te des vuelta!”

¡Podría haberse quedado callada! ¡No me habría dado cuenta!

Ahora se complicarían más las cosas, pensando si estaría o no en ropa interior.
Al rato, regresó el sistema.

“¡Bien, ya puedes abrocharte! ¡Se activó el aire acondicionado!”

“¡Ni loca! ¡Así me siento mucho mejor!”

“¿Y qué pasara si entra alguien?” pregunté.

La sentí reír…

“Tú dijiste que estabas cerca de la puerta. Imagino que tú los entretendrás...”

Esa mañana, fue horrible. Pensar en Sonia, acalorada, solamente en sostén y calzones, era demasiado excitante. Más encima, tenía que estar pendiente de la puerta y del trabajo.

A eso del mediodía, me dijo:

“¡Marco, tengo hambre! ¿Vamos a comer?”

“¡Está bien!... ¿Estás decente?”

Sentí su risa nuevamente...

“Sí, ya estoy vestida. Puedes darte vuelta.”

Hablamos con el supervisor y nos dio las tarjetas para el casino. El almuerzo estaba contundente. Siempre ofrecen fideos, arroz, legumbres o papas, dado su aporte energético, más una ensalada, algo de carne, un postre y si uno deseaba, una sopa con un pan.

Como antiguo universitario, me comí la comida de buena gana. Sonia, por su parte, probó parte del puré, un poco del pollo y se comió la sopa, la ensalada y el postre.

“¿No te dará hambre?” le pregunté.

“¡No me importa! El pollo estaba demasiado seco y ese puré sabía a plástico.” Decía con desagrado.

A veces, no la entiendo. Ella fue la que dijo que tenía hambre.

“¡Como digas! ¿Te quedarás aquí?”

“¿Por qué? ¿Vas a ir a otro lado?”

Me miró algo asustada. La entendía. Era como carne fresca, en medio de la perrera…

Nos daban una hora de almuerzo, pero con suerte ocupaba 15 minutos.

“No. Iré al baño y volveré a la oficina.”

“¿Por qué?”

“No sé si se volverá a cortar la luz y quiero avanzar un poco más.”

“¡Déjame acompañarte!”

Fuimos a los baños y después de orinar, cargué mi botella con agua.

Afuera, me esperaba Sonia.

“¡Es todo tan seco!... ¡Me da mucha sed!” decía al contemplar los alrededores.

“¡Por eso traigo esta botella!”

Aunque hay dispensador de agua fresca en la oficina, prefiero almacenarla en una botella. El dispensador está cerca del escritorio de Sonia y de esta manera, no tengo que pararme demasiado para tomar en vasos pequeños.

“¿Fuiste al baño?”

“¡No, no quise!” respondió ella, algo avergonzada. “Me dio cosa…”

“No creo que sean malos. Hay mujeres que los limpian.”

“No tienes que preocuparte por mí.” Me dijo, dándome una sonrisa.

Volvimos a los escritorios y empezamos a trabajar. Al rato, llegó el segundo apagón.

“¿No te estás sacando la ropa de nuevo?” le dije

“No…sólo me estoy refrescando con agua.” Me dijo.

Me la imaginaba pasándose una toalla húmeda por su cuerpo. ¡Carajo!. Ya no me parecía una idea tan buena tenerla en esa oficina.

Como no quería pensar en más cosas raras, cerré mis ojos y me quedé dormido.

“¿Marco?... ¿Marco?” me pareció oír una voz y una risita.

Abrí los ojos y vi nuevamente a Sonia, mamando mi verga.

“¡Sonia! ¿Qué haces?”

Chupaba con gusto. Me sentía genial.

“Pues, estoy almorzando…” me decía, con un hilo de semen colgándole de la boca.

“¡No dejes que te interrumpa!” le dije yo, sonriendo como idiota.

Ella sonrió y siguió chupando.

¡Era estupenda! Con esa camisa desabrochada, podía ver sus tetas en el sostén y la cara de lujuria en sus ojos… ¡Sí que era una visión!

Finalmente, acabé en su garganta profunda… se lo tragó todo. Eso sí que fue excepcional.

“¡Bien, creo que ya me comí todo mi almuerzo!” decía la muy puta, limpiando su boca, mi verga y sus dedos “¡Aun queda tiempo! ¿Qué más podemos hacer?...”

Yo ya sabía qué quería hacer y mi herramienta estaba lista… pero al revisar mis bolsillos, me deprimí… No andaba con condones.

¡Era el trabajo! ¡Jamás pensé que follaría en el trabajo!

Sonia sonrió.

“Bueno… siempre hay otras alternativas…”

Se acostó en el escritorio desocupado (el que a partir de ese día, sería el “Escritorio para follar”), parando su culito y mostrándome esa falda fucsia.

La levanté y encontré su panty de encaje negra, con pantimedias. ¡Era una belleza! ¡Tan redondito!

“¡Al fin te atreves!” me dijo ella, riéndose.

Yo estaba enamorado de ese culito. Era uno de los mejores que había visto en mi vida y no dudé en pasarle la lengua y acariciarlo…

“¡Ya! ¡Menos trámite y más trabajo! ¡Métemelo de una vez!” me ordenó Sonia.

Empecé a enterrarlo y era todo un desafío…

“¡Es…bien… gruesa!” Me dijo Sonia “Con… razón… Marisol… es tan feliz”

Le pellizcaba esos cachetes, mientras trataba de meterlo más adentro…

“¡Eso… sí que… es bueno!”

¡Era genial! ¡Lo bombeaba con fuerza y ella acostada, babeando y con cara de loca!

“¡Vamos… métela con más fuerza!… ¡Entiérrala toda!”

Su pelo liso se sacudía para todos lados. La muy puta gritaba como loca. ¡Le gustaba que le rompieran el culo!

“¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Me… estás… partiendo!... ¡Dale… más… fuerte!”

El escritorio chirreaba incesante con el mete y saca. La tomaba de las caderas y se la metía hasta el fondo. ¡Ella gritaba como una desquiciada!

La oficina empezaba a llenarse del olor a sexo y eso me ponía más caliente. Veía cómo mi mejor amiga del trabajo gozaba con la metida de verga, con la lengua afuera y gritando de placer.

Empezaba a correrse. Sentía sus jugos, fluyendo por mis piernas.

“¡Es… enorme… y… tan dura!... ¡Me…encanta!”

“¡Yo…adoro… tu culo!” le dije, gozando a morir con cada estocada.

“¡Qué… bueno!... ¡Hagámoslo… todos...los días!... ¡Ah!”

Al oír eso, la empecé a bombear como un pistón. ¡Todos los días, ese culito perfecto, para que yo lo rompiera! ¡La vida no podía ser mejor!

La miraba a la cara y parecía una poseída.

“¡Córrete en mi culo!... ¡Dentro de mi culo!... ¡Quiero que te corras en mi culo!... ¡Ah!...”

Y me corrí en ese glorioso culo. Me vine a montones y me acosté sobre ella.

Su camisa estaba húmeda con sudor, al igual que el escritorio, aunque este tenía además un fuerte olor a sexo.

Cuando saqué mi verga, pude notar parte de mi leche chorreando de su ojete…

Ella sonrió y me dijo.

“¿Podrías limpiar tú, por favor?... ¡Ahora sí tengo que ir al baño!”

¡Ni siquiera se puso las pantis!... en realidad, era una puta…

Busqué el desodorante ambiental y abrí las ventanas. No creía que pudiéramos sacar todo el olor a sexo, pero al menos lo haría más discreto.

Cuando volvió del baño, me preguntó…

“¿Y qué esperas para empezar a trabajar? ¡Ya pasó la hora de almuerzo!”

Hasta follando, era una profesional. Había ahorrado todas las paradas, para administrar nuestro tiempo libre…

Y seguimos trabajando, como si nada hubiera pasado…


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