Seis por ocho (14): ¡Ingeniería… en acción!




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Compendio I


Uno lee ese título y dice ¿Pero qué tiene de excitante la ingeniería? Y en mi caso, yo digo que mucho.
Marisol siempre se burla de mí cuando le hablo del rubro de mi vida. Me dice que si fuera personaje de animación japonesa, tendría un aura luminosa y me saldrían chispas de fuego por los ojos.
No culpo al resto que dice que somos los ñoños de siempre, que vivimos pegados al computador, no tenemos vida social y qué sé yo. Después de todo, si todos supieran lo que pude descubrir a causa de mi cambio de turno, tanto laboral, como sexualmente, estaríamos copados de ingenieros y por eso me gusta ser un bien medianamente escaso.
Menos cháchara. Más relato…
En la casa de mis suegros, soy como una especie de bicho raro. Nadie entiende lo que hago (lo que es genial) y nadie entiende las aplicaciones o importancias de lo mío.
Lo único cercano a un ingeniero que tienen en la familia de mi suegra es el ex-marido de su hermana y el padre de Pamela, que es un empresario de varios millones que vive en España (y también es una verdadera mierda, pero eso es para otro relato más adelante).
Por esas razones, mi suegra y mi cuñada me dan cierto espacio con mis documentos: gráficas, tablas de datos, matrices y todo eso. Pero claro… tras lo ocurrido esa tarde, se darían cuenta que la ingeniería también influye nuestras vidas cotidianas.
Durante la cena, disfruté ver madre e hija radiantes de alegría. Al parecer, el sexo tiene propiedades restauradoras para el ánimo de las mujeres.
Yo, con suerte hablaba. Aun seguía pensando en mi trabajo.
“¡Estás tan callado, Marco! ¿En qué estarás pensando?” me decía Amelia.

Seis por ocho (14): ¡Ingeniería… en acción!

“Probablemente, está pensando en Marisol.” dijo Verónica.

tetona

Yo les sonreí a ambas.
“No, solo estoy pensando en el trabajo. Es algo complicado y no sé cómo enfrentarlo.”
“A veces, las soluciones se dan solas…” me dijo Verónica.
“Sí, Marco. No te desanimes.” me dijo Amelia “Me apena verte así.”
Amelia se fue a acostar como a las nueve. Luego de su trote por la tarde, me dio un abrazo y me dijo que no me preocupara, que era un chico muy listo y que probablemente, tendría todo arreglado en un santiamén.
Mi suegra, por su parte, aprovechó de darme una mamada, mientras lavaba la ropa en mi habitación. Después de tragarse mis jugos, limpió mi verga y su boca y me dijo que sin importar lo que ocurriera, siempre podía regresar a su hogar.
Sin embargo, eso no aliviaba del todo mis preocupaciones. Tras presentar la licencia del día anterior y tomar el equipo de seguridad, llegué a mi zona de trabajo y revisé la maquina.
Era algo vieja, pero funcionaba: una mole color verde claro, cuya única función era mandar una señal, con la cual armaba un espectro de ondas.
Probablemente, si no encontraba la falla, la cambiarían por un modelo más nuevo y compacto, pero no con tanta resistencia al trabajo.
El ordenador, por su parte, había funcionado: tenía el espectro de ese día y del anterior, metido en un galimatías de puntos, que nadie podía ver nada, lo que al menos me daba un respiro.
Imprimí las graficas y revisé los puntos. Aparecían algunos datos que podrían ser los que necesitaba, pero había tanta información inservible.
Salí a tomar un poco de aire fresco y me encontré con la vieja, pero fiel maquina. La acaricié, como si fuera una gran amiga y me pareció curioso que su color fuera muy parecido al del vestido de Verónica…
¡Entonces, me pegó de golpe!…
Tomé el computador, hice correr los datos, armé la curva y di en el clavo: ¡Los datos estaban! ¡Había mucha basura, pero la información estaba ahí!
Distinguí, al menos, dos señales. Imprimí la grafica y les di nombres distintivos. Si mi intuición era correcta, mi magister sería un éxito y no tendría que preocuparme de perder el trabajo.
Cuando salí de mi turno y llegué a la casa, estaba extasiado. Era como si hubiera descubierto un nuevo continente…
Divisé a Amelia, que venía de su trote matinal.

Suegra

Aunque me saludó con un gesto, para no perder el ritmo, la abracé y la besé en la mejilla.
“¿Y…eso?” preguntó ella, sorprendida por mi abrazo que no la dejaba moverse.
“Es porque te quiero. Porque nunca te consideré, pero siempre estuviste ahí.” le dije, lo que hizo que se pusiera colorada.
“¡Vaya! ¡Llegaron juntos!” dijo Verónica al vernos entrar. Me iba a saludar de mejilla, pero la tomé por la cintura y le di un abrazo efusivo.

correrse

“¡Marco!...” me dijo, al ver que su hija nos miraba.
“Es porque siempre estuviste a mi lado y nunca te pude oír.” le dije.
Ambas estaban confundidas, pero yo me sentía rey del mundo.
Para quitarle importancia, empezaron a hacer bromas, pero cuando Amelia vio mis apuntes, preguntó
“¿Somos… nosotras?” al ver el espectro de señales. Verónica también vio cómo una de las curvas se llamaba Amelia y la otra, llevaba su nombre.

cunada

“Así es.”
“Es decir… ¿Piensas en nosotras… mientras trabajas?” Amelia comenzaba a sonrojarse.
“Por supuesto.”
“¿Pero qué significa?” preguntó Verónica.
“Pues, que al parecer, ustedes me estarían dando mi titulo de magister.”
Las pobres seguían sin entender.
“¿Entonces, dices que esas ondas somos nosotras?” preguntaba Verónica, mientras almorzábamos.
Yo asentía con la cabeza.
“¿Y por qué yo soy esta y no la otra?” preguntaba Amelia.
“Porque es igual de especial que tú. Por eso” le dije tomándole el mentón y dándole una mirada de ternura, que la hizo sonreír.
“Trataré de ser más claro: imaginen que la casa es la mina, pero está llena de ruido. El trabajo para el que mandaron a hacer acá era escuchar a tu mamá que estaba lavando la loza. Tu mamá está gritándome a todo pulmón algo…”
Verónica enrojeció...

Seis por ocho (14): ¡Ingeniería… en acción!

“Para mí, es algo muy importante escuchar a tu mamá, porque puede estar haciendo algo que nunca antes había hecho…”
Le confirmé con la mirada que me refería a lo que había ocurrido el día anterior.
“Sin embargo, mientras estaba tu madre lavando, un fuerte ruido salía de tu habitación y esa era tu voz, llamándome…” le dije a Amelia, mirándola a los ojos, lo que le hizo también enrojecer...

tetona

“Para mí, es muy necesario escuchar a ambas, para saber qué es lo que necesitan...”
“¿Por qué?” preguntó Verónica.
“Porque Amelia puede estar necesitando “algo” con muchas ganas…”
Amelia miró el suelo…
“…mientras que Verónica puede estar pidiendo que ¡Por favor, pare!…”
Verónica enrojeció nuevamente…
“Entonces… ¿Mamá es la señal más importante?” preguntó algo triste Amelia.
“Por supuesto que no. A tu mamá necesitábamos escucharla y la escuchamos, pero ahora el desafío es escucharte a ti.”
“¿En serio?” preguntó Amelia, ilusionada “¿Por qué?”
“Porque si estás mandando una señal, es que necesitas algo y si no sé qué necesitas o dónde estás, no podre dártelo como tú lo desees.”
Sus ojos se iluminaron de alegría.
“¿Y por qué… nos abrazaste?” preguntó Amelia, con timidez.
“Porque ustedes son mis dos señales. Tu madre, la que siempre estuvo a mi lado en el trabajo, pero nunca pude oír y tú, porque siempre me estuviste hablando y no te supe entender.”
No hablamos más después del almuerzo. Ni siquiera supe si pudieron entender el ejemplo.
Sin embargo, cuando Amelia se preparaba para subir, le pasé su chaqueta para correr y le dije.
“Aquí tienes, para que descanses y después, salgamos a trotar. Sigue haciendo esa señal, que tanto me gustó oír…” le dije, guiñándole un ojo, mientras ella enrojecía completamente.

Suegra

Luego recogí la mesa, tomé la cintura de mi suegra, le bajé los calzones y empecé a penetrarla.
“¿Entonces… yo soy… la señal Verónica?”
“Así es…” le decía, embistiéndola con violencia.
“¿Y cuál… fue… la señal… Amelia?”
“Era… música”
“¿Música?... ¡Ah!?”
“Si… ¿No la… escuchaste?”
“No… ¡Ah!... escuché… ¡Ah!... nada”
“Qué raro” le dije yo, mientras me corría en su interior “Sonaba como música para mis oídos…”

correrse

Y otra de las ventajas de la ingeniería, es que siempre puede volver a aplicarse…


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