Historias Vividas – A un metro de la puerta

Como se lo había prometido, esta historia se la dedico a @Belona00



La escalera daba a la puerta de entrada de su casa.

Si lo se, muy mala ubicación para comenzar a hacer travesuras. Pero, cuando el espíritu se acelera y la mente se embriaga de besos, la lógica deja de gobernar los cuerpos.

Sentados ahí mismo, las voces se acallaron una vez más y las manos comenzaron a escribir palabras lascivas sobre nuestra piel. Nuestros jóvenes cuerpos, eran pura fuerza y desbordaban hormonas que no podían ser contenidas (hoy tampoco he aprendido bien como hacerlo).

Sus pechos eran pequeños, pero eran míos. A ella le encantaban. Amaba usar escotes pronunciados y prendas ajustadas para convertirlos en el centro de las miradas. Lo que faltaba en volumen, sobraba en actitud.

Corrió a esconder su corpiño detrás de algún sitio y volvió a lo nuestro, a nuestra escalera. Lo fue a ocultar como inocente precaución, por si alguien al abrir sorpresivamente la puerta pudiera encontrarlo ahí tirado, sin siquiera suponer que lo que luego vendría sería mucho más complicado de ocultar.

Que hermoso sentir el perfume de sus pechos cuando oculté mi boca en ellos. Su perfume era empalagante y despertaba mi sexo aun aprisionado, a su turgencia mas elevada. Alternaba mi lengua y mis dientes en el camino circular en derredor de sus pezones.

Como le gustaba eso; sentir sus tetas ser mordidas. Revolvía mi pelo con frenesí y con sus manos dirigía mi cabeza de derecha a izquierda una y otra vez. Olvidábamos donde estábamos.

Si sus pechos eran pequeños, su cola compensaba en la balanza del placer cualquier desequilibrio. Entraba exquisitamente en esos pantalones, que no importaban si eran vaqueros, babuchas o calzas, siempre dejaban dibujados sus redondos cachetes y esa rajita profunda, como cause de un río que conducía las miradas de todos. Era siempre hermoso verla irse, moviéndose de aquí a allá y cuesta describir con palabras la experiencia de hundirse en él.

Sin retirar mi boca de sus pechos (ella no me lo permitía) mis manos buscaron su entrepierna y con habilidad se internaron en su pantalón. Su pequeña ropa interior, era un mar de jugos sabrosos que mis dedos comenzaron a discurrir. Aparté a un lado esa diminuta prenda y mis dedos resbalaron en su interior. Sus labios carnosos y su rasurada conchita no querían estar aprisionados ahí, deseaban libertad.

Ella acariciaba mi sexo con sus dedos pródigos. Humedecido con la saliva que ella había llevado, acariciaba mi glande y recorría con sus uñas el tronco de mi pene en toda se extensión. Lo frotaba, lo presionaba, lo hacía estallar.

La tomé por los brazos y la puse de pie; bajé su ropa por debajo de su cola y levantando su pierna, comencé a acariciar su clítoris con mi glande. Su suspiro fue profundo y solo unos segundos bastaron para que me diga “ya, por favor!”. Desoí su pedido y continué rozando su húmeda conchita, disfrutando ese instante, ese sentimiento, ese calor. Me miró a los ojos y me dijo firmemente, “basta, pará”. Mi sorpresa fue enorme, nunca me había detenido. Me aparté asombrado por su negativa a seguir. Ella giró y apoyo su desnudo cuerpo en la pared. Sus palmas abiertas, extendidas al cielo, sus pechos y su vientre recibían el frío de la pared en ellos. Meneó su cadera hacia atrás, marcando más aun el monte de su cola; entonces giró su rostro y me dijo “la quiero atrás, quiero sentirla toda dentro mío”.

Iba a ser nuestra primera vez. Nuestra primera experiencia en esa cola inolvidable y estábamos a un metro de la puerta de entrada.

Llevé mi boca donde ella deseaba placer, y mi lengua fue testigo de sus pulsaciones, de ese infinito que quería abrirse y dejarse asaltar.

Mis manos condujeron sus flujos y expandieron el placer.

Y como gemía.

Y como lo saboreábamos.

Dirigí mi sexo con mis manos y lo apoyé en su endiablada colita. Buscó asirme con sus manos y me condujo a entrar en lo profundo; yo la correspondí con mi pasión. Poco a poco, amoldándose a mi forma, su cola se fue abriendo para dejarme entrar.

Sus ahogados quejidos de placer, acompañaban el ritmo de su cadera, conquistando con cada impulso más y más su premio, hasta ocultarlo enteramente en ella.

“¿Así te gusta?” Le susurre al oído. Solo su cabeza asintió, su boca no pudo emitir sonidos, solo se mantenía abierta, respirando agitada, testigo de su ardor y del placer que la embargaba. Sus ojos entre cerrados, mezclaban la realidad y los sueños, recordando haber fantaseado este momento, haberlo esperado y hoy estar viviéndolo.

Comenzamos a movernos cada vez más frenéticamente, dejando todo en ese momento. Nuestra danza era cortejada por nuestro trémulo aliento, por el redoblar de nuestros corazones al borde de explotar, por sus portentosas nalgas golpeando mi pelvis, todos celebrando el placer.

Más y más profundo me internaba, más y más fuera del mundo nos encontrábamos.

Y rompimos juntos en orgasmo, en delicia, en un grito sin fin que ahogamos en besos.

Nuestras bocas fundidas, nuestras manos unidas en sus pechos, su cola extasiada de esperma y todo, solo un metro de aquella puerta.

3 comentarios - Historias Vividas – A un metro de la puerta

Belona00 +1
Genial!!!... un gran relato... como me gustan... llenos de pasion y lujuria!!!
GRACIAS por la dedicada!!! un grande!

Besos!!!
vergacorti
Gracias a usted por leerme y compartir . La dedicación usted se la merece Belona. Besos
Stooge
quien no vivio una experiencia asi? jajaja me encanto esta frase "Si sus pechos eran pequeños, su cola compensaba en la balanza del placer cualquier desequilibrio."
muy buena redaccion...
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pasaste por mis aportes a la comunidad?
comentar es el mejor agradecimiento.
de esta forma te digo GRACIAS.
vergacorti +1
Gracias nuevamente @Stooge . Le dedico mi tiempo a cada escrito, Hay una tercera historia que me ha tocado vivir que espero poder terminarla la semana próxima. Gracias por leer y comentar.
emanuel_ros
muy bueno che
vergacorti
Muchas gracias por comentar