Relato Futanari XI

Mi novio y sus amigos
Parte II


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados



Luego de las experiencias vividas en la playa y en la piscina el día anterior, me desperté el tercer día de vacaciones aún más caliente. No sé si sería por el delicioso clima marino o qué, pero el caso es que mi culo pedía verga desesperadamente. No tenía que ver con la picazón rectal, ya que religiosamente me había puesto el supositorio, pero mi culo estaba más insaciable que nunca.

Completamente desnuda, me desperté al lado de Tyron quien permanecía aún dormido. Su aspecto era cada vez más demacrado y me estaba empezando a preocupar de verdad. A preocupar porque cinco vergas no eran suficientes, necesitaba más, y la polla de Tyron en desuso era un desperdicio que no podía tolerar.

Me puse a su lado en cuatro patas y corrí la sábana que lo cubría. Mi culo, abierto y en pompa, daba directamente hacia la puerta. No había escuchado aún a los muchachos, pero no suelen pararse muy tarde, así que de seguro andarían rondando por la casa.

Le baje los calzoncillos a Tyron y extraje su deliciosa polla. De todos los 6, la de él era la mejor, y por eso me dolía tanto no poder tenerla en el culo. Con mucho cariño comencé a mamársela, pero tal era su malestar que, incluso cuando estaba ya completamente erecta, no se despertaba. No importa, su verga estaba a mi disposición y eso era lo importante.

Mamé y mamé durante un buen rato, y estaba tan concentrada en la verga de mi novio que no me di cuenta de cuando mi culo se vio invadido por una verga. Solo me enteré cuando el vaivén de la follada hacía que la polla de Tyron llegara aún más profundo a mi garganta.

El habitante de mi culo no había dicho palabra y yo tampoco, dado que tenía la boca llena, pero cuando retiró su verga luego de haberme llenado el culo de leche, lo saludé:

– Buenos días, Dongo.

Tal era la destreza de mi culo y lo bien que se había adaptado a las vergas de los negros que ya las reconocía nada más que con el tacto rectal. Sabía diferenciar su largo, el grosor, y la redondez del glande de cada uno.

– Buenos días, putita – me dijo en voz muy baja para no despertar a Tyron.

Tan pronto se hubo retirado, otro asumió su lugar. Al final, uno por uno pasaron por mi culo y me lo rellenaron de leche mientras le mamaba la verga a mi novio dormido. ¿Qué hubiese pensado si hubiera abierto los ojos en el momento en que Mandingo me llenó hasta el fondo y yo alcancé un delicioso orgasmo con su verga en la boca? Quién sabe, a lo mejor no le hubiese gustado.

Por último, su polla comenzó a derramarse en mi boca, y ni siquiera con eso pudo despertarse. Estaba grave, de verdad.

Con mi culo aun chorreando leche se me ocurrió que, para poder aliviarle un poco el malestar estomacal a Tyron, podía hacerle una sopita de verduras totalmente casera. Ya habían pasado casi tres días y no había podido disfrutar de su verga como debe ser. Claro que había disfrutado de las de sus amigos, pero de la de él, no.

Dejé a los 5 negros despatarrados por toda la sala, luego de la deliciosa sesión de sexo, y así mismo me vestí. Me puse una minifalda de jean, sin ropa interior, y la parte de arriba de un bikini normal. Me calcé las sandalias de tacón alto y salí rumbo a la bodega.

Cerca de la casa había una pequeña venta de víveres, con una muy surtida sección de vegetales. Tomé todo lo necesario y lo coloqué en una cesta. Pero cuando fui a colocar una berenjena, el lado retorcido de mi mente salió a flote.

Disimuladamente, tomé la berenjena con una mano y la guie hasta mi orificio posterior. Poco a poco me la fui metiendo por el culo, se sentía bastante diferente que una polla normal y hasta que un consolador, pero no por ello me proporcionó menos placer, al contrario. Reprimí el deseo de masturbarme allí mismo con la berenjena y procedía a metérmela por completo.

Mi culo estaba bastante lubricado por las corridas que los negros habían dejado en su interior minutos antes, así que la berenjena entró hasta el fondo sin ningún problema. Cuando estuvo toda adentro, reacomodé mi minifalda y me dirigí hasta la caja.

Al principio me costó un poco caminar con el vegetal adentro, pero poco a poco me fui acostumbrando, no era la primera vez (ni sería la última) que caminaba con un instrumento enfundado en mi culo, así que no tuve ningún problema.

Al llegar al cajero, éste sacó toda la cuenta de la comida que estaba llevando.

– Son 19,95, señorita.
– Cóbrese también medio kilo de berenjena, por favor – le dije al cajero.
–¿Berenjena? Pero yo aquí no veo ninguna berenjena – me preguntó extrañado.
– Pero si la llevo, sólo que en otro sitio – le dije mientras le guiñaba un ojo.

No sé si habrá entendido o no, pero el caso es que se puso bastante nervioso y finalmente me cobró la berenjena.

– Muchas gracias – le dije y le lancé un besito.

Salí caminando del local, bamboleando mi culo y sintiendo en él la mirada del confundido cajero.

Caminé las pocas cuadras hasta la casa, con mi rica berenjena en el culo. Entre mis sandalias de tacón alto y el no poder cerrar las piernas del todo al caminar, mi culo se bamboleara más de lo normal, lo que atraía las miradas de muchos transeúntes. Y eso que no sabían que mi culo iba ocupado.

Llegué a la casa y fui directo a la cocina. Dejé los víveres en la mesa y me dispuse a prepararle la sopa a mi querido novio. Aún no me había sacado la berenjena del culo cuando entró Sombra con su verga en la mano.

– Hola Isa, te estaba esperando. Mi verga te extraña.
– Hola cariño, pero ahorita no puedo, tengo que prepararle el almuerzo a Tyron.
– No importa, haz lo que tengas que hacer, yo me entiendo con tu culo, te prometo que no te molesto.
– Pero es que mi culo está lleno ya – inclinándome un poco, abrí los cachetes del culo y le enseñe que de mi ano, salía la base de la gruesa berenjena.
– ¡Oh! Bueno, esperaré entonces.

No soporto ver a un hombre decepcionarse, y mucho menos decepcionarse por no poder darme duro por el culo, así que me compadecí de él.

– Vamos a hacer algo. Sé que no es lo mismo, pero si quieres, puedes follarme por el coño mientras cocino ¿Te parece?
– ¡Perfecto! ¡Me encantaría!
– Lo único que te voy a pedir es que si ves que el calabacín se me sale un poco del culo, me lo vuelves a meter. ¿Trato hecho?
– ¡Trato hecho! ¡Manos a la obra!

Me levanté la minifalda por detrás, me recosté del mostrador de la cocina y abriendo un poco mis piernas le di vía libre a Sombra para que se introdujera en mi coño. En esta posición tomé un cuchillo y comencé a pelar y cortar todas las verduras y vegetales con los que le iba a hacer la rica sopita a Tyron.

De vez en cuando, la berenjena se me salía un poco del culo, pero desde su privilegiada posición, Sombra la volvía a meter, sin nunca detener el vaivén de la follada. En una ocasión en la que se salió un poquito más de la cuenta, Sombra me la metió de nuevo, pero esta vez usando el dedo pulgar. Tan travieso era Sombra que no se detuvo una vez que la berenjena estuvo completamente dentro de mí, sino que siguió su trayectoria con el dedo pulgar hasta insertármelo por completo. Sentía que la berenjena me iba a llegar al estómago.

– Ufff!!! – fue lo único que alcancé a exclamar antes de alcanzar un orgasmo "berenjenil".

Sombra siguió bombeando un rato más en mi coño, hasta que finalmente se corrió adentro.

– Mi negrito querido, hazme un favor – le dije sensualmente.
– Claro perrita, lo que tú quieras.
– Sácame la berenjena del culo y métemela en el coño, para que no se salga la leche.
– Tus deseos son órdenes, putón.

Ipso facto, cambió la berenjena de orificio. Luego se retiró a descansar (su polla) un rato.

Yo seguí en mis menesteres culinarios, pero sentí que algo me faltaba. ¡Claro, mi culo estaba vacío! Aún no había troceado las zanahorias, por lo que tomé la más gruesa y me la introduje en el culo. Entró sin ningún problema, ya que la circunferencia de la berenjena era mayor. No era suficiente.

– ¡Roco! – exclamé, llamando a uno de mis amantes de ébano.
– ¡Mande, doña puta! – exclamó un par de segundos después, presentándose en la cocina y haciendo el saludo militar.

Mi aspecto era bastante peculiar, con una berenjena rellenándome el coño y el largo tallo verde de una zanahoria saliendo orgullosamente de mi trasero. Si me pusieran en una bandeja, me podrían comer como cena navideña: "Cerda Rellena".

– ¿Ves esas zanahorias? – le dije señalándole una pila de 5 zanahorias – Necesito que me las metas por el culo.
– ¿Necesitas? – dijo con sorna – Hay que ver que tú si "necesitas" cosas raras.
– ¿Me las vas a meter o no? Si no, llamo a otro de los muchachos.

No necesitó que se lo pidiera dos veces y una por una las fue metiendo en mi agujero posterior. Mi culo es lo más parecido que existe a un agujero negro, cualquier cosa que pasa cerca la atrae y la deposita en su interior. La segunda fue la más difícil de todas, pero después, con mi culo acostumbrándose a tan nutritiva penetración, las otras fueron bastante sencillas. Pocos minutos después, de mi culo brotaba un florido rabo verde.

El diámetro de todas las zanahorias juntas era, sin lugar a dudas, lo más grueso que me había metido nunca. Por mi culo habían desfilado gran cantidad de pollas y artilugios de lo más variopinto, a veces de a dos y tres al mismo tiempo. Pero 6 zanahorias de tamaño mediano lo superaba todo.

Casi no podía concentrarme en hacer la sopa, y los orgasmos que se sucedían uno tras otro casi hicieron que me cortara un dedo con el cuchillo. Peor aún fue cuando Roco tomó todas las zanahorias por el tallo y comenzó a meterlas y sacarlas de mi culo. Mis piernas flaqueaban y pensé que iba a desmayarme.

De improviso, Roco sacó todas las zanahorias de mi culo de un solo golpe, y tal era el diámetro de mi abertura anal que sentí una corriente de aire frío que me llegó casi hasta el cerebro. Ya iba a reclamarle aireadamente por despojar a mi culo de su vegetal relleno cuando introdujo los cuatro dedos de ambas manos y estiró hasta el límite mi ano. Era increíble el estiramiento que mi esfínter podía alcanzar. Si me hubiera asomado, habría visto en su esplendor todo el recorrido de mis intestinos.

– ¡Muchachos! ¡Vengan rápido! – gritó Roco.

Al instante, los otro cuatro negros estaban observando la escena, con sus pollas en la mano. Nunca me había sentido más vejada, y la verdad, estaba disfrutando como una cerda.

– ¡Vamos, hay que hacerle el honor a su tatuaje! – exclamó Dongo.

Me agaché un poco más, hasta tocar el piso con las manos, y uno a uno fueron haciéndose una paja en mi honor para, en el momento de acabar, derramar todo su viril néctar en el recipiente en el que Roco había convertido mi culo.

El último fue él mismo, quien sin soltar nunca mi ano, comenzó a penetrarme. Era extraño que me estuvieran dando por el culo y el pene nunca llegara ni siquiera a rozarlo, ya que éste friccionaba principalmente contra los nudillos de Roco.

Cuando todos hubieron terminado, se retiraron y me dejaron que intentara terminar la sopa lo mejor que podía. Me saqué la berenjena del coño y sin lavarla, la corté en trocitos y la eché en la olla. Lo mismo hice con las zanahorias. Extrañamente, un olor a pescado comenzó a emanar de la sopa. Esperaba que estos ingredientes "extra" le dieran un sabor especial a la sopa.

Cuando estuvo lista, se la serví a Tyron, quien la devoró con gusto, dado que tenía varios días sin probar bocado. Pobrecito, aparentemente, no reconoció los sabores "eróticos" extra.

– Está muy buena, Isa. Espero que con esto mejore.
– Cométela toda, cariño, la hice con mucho amor. Tus amigos también colaboraron a hacerla – le dije mientras mi culo aún bostezaba producto del extremo estiramiento al que había sido sometido minutos atrás.

Las vacaciones habían salido mucho mejor de lo esperado. Era el cuarto día y me había convertido en la puta personal de los 5 negros. Pasaba la mayoría del tiempo con una verga adentro y cuando no, los intentaba tener permanentemente excitados. Cuando no estaba completamente desnuda, andaba en el micro traje de baño o si no, me ponía un liguero, con medias negras y zapatos negros de tacón alto. De vez en cuando, me metía un dedito en el culo para luego chupármelo, me pellizcaba un pezón y me lo lamía con la puntita de la lengua, me pasaba un dedito por la raja del coño y siempre que podía, paraba el culo en pompa. Muchas veces, luego de que los cinco me acabaran en el culo, mientras se recuperaban, me metía una ristra de bolas anales y andaba con el travieso cordoncito guindando entre mis piernas.

Me follaban en el baño, en la cocina, en el salón, en cada una de las habitaciones e incluso delante de Tyron, cuando este dormía (que era la mayor parte del tiempo). Por el culo, por el coño, por la boca, entre las tetas, de a uno y de a dos a la vez, en todas y cada una de las posiciones físicamente posibles. Todos mis orificios rebosaban semen perennemente. Ellos, por su parte, parecían tan insaciables como yo, y siempre había, por lo menos, una verga erecta y bien dispuesta a invadir mis cavidades.

En estos menesteres me encontraba cuando, estando a cuatro patas y siendo penetrada analmente por Pipe, me llamó Tyron

– ¡Isa! ¡Mi amor! – exclamó lacónicamente.

¡Mierda! Que inoportuno era mi novio. No pensaba dejar de disfrutar de la verga que me estaba taladrando, así que le hice señas a Pipe para que no la sacara y así mismo, a cuatro patas y con una verga en el culo, caminé hasta la habitación de Tyron.

– Dime mi amor, ¿qué deseas?

Por supuesto, no me asomé completa, solo la cara y las manos. Desde la posición de Tyron era imposible ver que estaba siendo violada intensamente.

– Tengo la boca reseca, necesito agua… ¿pero por qué estas agachada en el piso?

Tratando de disimular las embestidas en mi culo, le respondí.

– Se me cayó una lentilla de contacto y no la encuentro – le respondí, rezando para que no se diera cuenta del bamboleo al que era sometido mi cuerpo y para que no saltara una teta desnuda dentro de su rango de visión. – Ya te traigo un vaso con agua.

Retrocedí un poco, lo que hizo que la verga de Pipe se introdujera aún más en mi recto, si cabe. Y así mismo, sin despegarnos, caminamos hasta la cocina. Parecíamos una yegua montada por su jinete. Desde mi posición no podía servir el agua, por lo que se encargó Pipe.

No sin antes recibir una abundante corrida en mi culo, me levanté y me coloqué la bata, para poder darle el agua a mi novio. Esperaba que no se diera cuenta de los ríos de semen que corrían por mis piernas.

– Toma, mi cielo.
– Gracias, mi amor – respondió tomando el vaso. – Lamento estar postrado aquí, quisiera estar contigo.
– No te preocupes, los muchachos me cuidan – "Vaya si me cuidan", pensé.
– Menos mal. Sólo espero que traten como debe ser.

"Como una puta caliente", pensé otra vez, reprimiendo una sonrisa. Salí de la habitación, rumbo al salón para seguir con la "fiesta". En el sillón se encontraba sentado Dongo, esperándome con su verga apuntando al techo.

– Te toca empalamiento, puta rica.

No lo hice esperar, y quitándome la bata me empalé hasta el fondo, dándole la espalda. En esta posición, mi coño se ofrecía bien dispuesto para quien quisiera hacerle el honor. Ya venía Mandingo, con su polla en la mano directo a ingresar en él, cuando nuevamente Tyron me llamó.

– ¡Isa!

¡Coño, otra vez! ¿Será que a una no pueden darle tranquilamente por el culo sin que la interrumpan? Pues si no me había sacado la verga del culo antes, ahora menos.

– ¿Qué se te ofrece, mi vidita? – exclamé, de lo más zalamera.
– ¿Podrías traerme la medicina para la indigestión? Ya es la hora de tomármela.

Le hice una seña a Dongo y éste, tomándome de la cara interna de las rodillas, se levantó y me levantó en vilo con él. Sin retirar ni siquiera un milímetro su herramienta de mi interior, se dirigió hasta el bolso donde guardábamos algunos de los remedios que, previsiblemente, habíamos traído. Se agachó para que yo pudiera abrirlo y sacar la medicina, sin sacarme él su "medicina".

Conectados por mi culo, Dongo me llevó en vilo hasta un lado de la puerta de la habitación de Tyron. Allí, se inclinó un poco para que yo pudiera asomar la cabeza y un brazo.

– ¡Ahí te va, mi amor! – le dije mientras le lanzaba el frasco de pastillas.

Si Tyron hubiera estado un poco más lúcido, se habría dado cuenta tanto de mi nueva estatura como de la teta que fugazmente se asomó cuando le lancé la medicina.

– Gracias mi amor – me respondió mientras lo tomaba.
– De nada, cariño – le respondí al tiempo que, casualmente, mi culo se veía invadido por una ingente cantidad de leche caliente, fruto de la corrida de Dongo.

Regresamos al salón, y Dongo se sentó nuevamente en el sillón, sin retirar su verga de mi culo a pesar que estaba perdiendo rigidez. Nuevamente, los seis asumimos nuestra posición predilecta: uno en el culo, uno en el coño, uno en la boca y los dos restantes pajeados por mis manos.

– Saben… ¡glup!... chicos… ¡glup!... tenemos… ¡glup!... que hacer… ¡glup!... algo – les dije mientras alternaba mis mamadas entre las tres vergas que tenía a disposición.
– ¿A qué te refieres, putón? – me dijo Mandingo, que era el que me taladraba el coño.
– No quiero… ¡glup!... que Tyron… ¡glup!... se dé… ¡glup!... cuenta de… ¡glup!... lo que estamos… ¡glup!... haciendo. Yo lo amo mucho – les dije deteniendo momentáneamente la triple mamada.
– Tranquila que no se va a dar cuenta. Ahora vamos a cambiar que te quiero dar por el culo un rato.

Nos incorporamos todos y Pipe se sentó el sillón. Yo me senté de frente a él a horcajadas, introduciéndome su poronga en el coño y parando mi culo lo más posible para que Mandingo disfrutara de la visión de lo que se iba a comer. Roco se ubicó por encima de la cabeza de Pipe, y tomando mi cabeza con las dos manos, comenzó a follarme la boca sin piedad.

En ese momento, Tyron volvió a llamarme:

– ¡Isa!
– ¿Y ahora qué? – La polla de Roco me llegaba hasta la garganta, lo que me impedía articular palabra.
– ¡Isa!

Volvió a llamarme Tyron. En ese preciso instante, Roco estaba alcanzando el climax y pocos segundos después, me enviaba un chorro de leche, sin parada, directo al estómago. Me comencé a poner nerviosa, ya que entre la lechada y la polla, no podía responderle a Tyron, y temía que él, al no escuchar respuesta, decidiera salir de la habitación.

– ¡Isa!

Llamó Tyron de nuevo, y esta vez, coincidió con la corrida de Mandingo en mi culo. Una vez que hubo dejado su abundante y caliente carga en mi trasero, retiro su polla flácida. En ese momento, Tyron hizo acto de presencia en el salón.

– ¿Isa? … ¡Isa! – exclamó sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos.

Mi culo se encontraba dilatado al máximo, habiendo sido despojado de la verga que segundos antes lo había penetrado. El tatuaje se mostraba en su máximo esplendor a pesar de que la flecha que apuntaba hacia el interior permanecía oculta bajo un espeso goterón de semen de Mandingo. De mi boca, un hilillo de semen corría libre hasta mis tetas y goteaba en un pezón erecto.

– ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Y qué diablos es eso? – exclamó señalando mi ano - ¿"Depósito público de semen"? ¡¿Esto es una broma?! – gritó completamente fuera de sí.
– Calma Tyron, es sólo un tatuaje – dije intentando calmar la situación. Aunque el hecho de tener una polla en cada mano y una en el coño no ayudaba mucho.
– ¿Sólo un tatuaje? ¿Y cuándo pensabas decírmelo? ¡Ya que te tatúes el ano es malo, pero ESTO! ¿Eso es lo que eres, un cacharro para recoger leche? Eres más puta de lo que me hubiera imaginado.
– Vamos Tyron, no te hagas el mártir. Tú me conociste mientras me masturbaba en un baño público sin ningún pudor. ¿Qué esperabas? – le dije mientras inconscientemente masturbaba las vergas que tenía en las manos.
– Tienes razón, pero nunca pensé que llegarías a este extremo. ¡Y ustedes, cabrones! ¿Se hacen llamar mis amigos?
– Nunca te oculté que soy una perra sucia permanentemente en celo. De hecho, si me lo permites, en este momento Pipe me está llenando el coño con su rica leche y quiero disfrutarlo.

Casualmente, mientras hablábamos, Pipe había arreado con su mete-saca y en ese momento, estaba dejando su abundante carga genética en las profundidades de mi ser.

– Eres demasiado puta – exclamó, totalmente decepcionado de mí.
– Sí, lo soy y estoy muy orgullosa de ello. Déjate de sermones y ven a darme un rato por el culo que ya está pidiendo guerra de nuevo – le dije mientras abría y cerraba lujuriosamente mi orificio anal.

Casi como un zombi, se dirigió hacia donde estábamos nosotros. Los muchachos, asombrados por la sangre fría con la que había manejado la situación, se habían mantenido al margen y en completo silencio. Tyron se bajó los calzoncillos y de un sólo envión me metió su poronga hasta el fondo, ayudada por la lubricación fruto de la anterior corrida de Mandingo.

Cuando estuvo completamente insertada, comencé a moverme hacia atrás y adelante lo más duro que podía. Si esta iba a ser la última vez que iba tener en mi culo la maravillosa polla de Tyron, lo disfrutaría al máximo. En cambio él, parecía que no lo disfrutaba para nada, y me la daba con saña, como queriéndome hacer daño. Tal vez era su manera de vengar mis infidelidades. Pero en lugar de hacerme daño, hacía que me gustara cada vez más.

Pocos minutos después, comenzó a correrse en mi interior. Su lechada fue bastante abundante, ya que a pesar de la respectiva mamada matutina a la que lo sometía, no había tenido sexo en cuatro días.

Cuando terminó, simplemente retiro su polla, me dio un sonoro azote en una nalga y exclamó, sin ningún tipo de expresión:

– Hemos terminado.


La noche del cuarto día no dormí con Tyron. De hecho, no dormí en lo absoluto.

Luego de acabarme en el culo, Tyron tomó todas sus pertenencias, regresó a su habitación y se encerró. De allí no saldría hasta el día siguiente.

Aprovechando la situación, y dada mi nueva condición de mujer libre, decidí aprovechar al máximo y disfrutar sin ningún tipo de culpabilidad de las 5 maravillosas vergas negras que tenía a mi disposición.

Mi culo no pasó ni un segundo de esa noche sin una verga adentro. Durante más de doce horas las vergas entraban y salían a placer de todos mis agujeros. Tenía el ano tan dilatado ya, que las últimas horas las pasé con dos vergas adentro para poder darme verdadero placer. Gritaba como una posesa, sin ningún tipo de pudor, y las obscenidades que me dedicaban mis amantes habrían llenado un libro entero.

Hicimos todas las posiciones habidas y por haber, y las 5 vergas llegaron a conocer cada centímetro cuadrado de mi cuerpo. Mamé con fruición, intentando no desperdiciar ni una sola gota del delicioso néctar y trataba, en lo posible, de engullir toda la leche que se derramaba de mis orificios. Si caía al piso, no importaba, igual la lamía.

Como nota final, me llevaron en volandas hasta la bañera y allí comenzaron a bañarme con sus doradas lluvias. Igualmente intentaba tragar algo del amargo líquido, para que hiciera compañía en mi estómago a la lefa que allí se encontraba.

Así amaneció.

Me desperté aún en la bañera, pringosa y con un fuerte olor a orina. Completamente desnuda y con el pelo reseco, salí del baño tambaleándome hasta el salón principal.

Allí estaban mis cinco negritos. Ya habían empacado, y todos estaban vestidos para iniciar el viaje de vuelta.

– ¿Qué? ¿Ya nos vamos?
– Así es, putón – respondió Sombra – La aventura ha terminado.
– ¿Y qué pasó con Tyron? – pregunté extrañada al notar su ausencia.
– Se fue temprano. Recogió todas sus cosas y tomó su coche.
– ¿Y mi ropa?
– También se la llevó. Dijo que una puta como tú no merecía ni siquiera ir vestida por la calle. Intentamos detenerlo, pero estaba completamente fuera de sus cabales.
– Vaya… - fue lo único que atiné a responder. Tenía una resaca horrible, a pesar de que no había bebido ni una gota de alcohol. El sexo a veces puede ser un vicio peor.
– Estábamos esperando a que te despertaras. Date un baño que ya estamos por irnos.

Me duché tranquilamente, esta vez con agua. Curiosamente, ninguno de ellos intentó entrar al baño mientras lo hacía, a pesar de que durante casi 5 días no había gozado de un segundo de privacidad. Incluso cuando meaba, tenía una polla en la boca.

Me sequé y salí al encuentro de los muchachos.

– ¿Y ahora? ¿Me voy desnuda?
– Así es, zorrón. Ya está todo empacado. Por cierto, sólo tenemos un coche, y como nosotros somos cinco, vas a tener que compartir el asiento con alguien – me dijo Pipe guiñándome un ojo.
– No hay problema – respondí lascivamente.

Salimos de la casa, conmigo completamente desnuda. Afortunadamente, no había nadie por allí cerca, y de haberlo, seguro habría disfrutado del espectáculo que era mi cuerpo desnudo.

– Mandingo maneja, y Dongo es su copiloto. Nosotros tres nos vamos en el asiento trasero – exclamó Pipe mientras se sentaba en el asiento junto a Sombra y Roco.
– ¿Y yo? – pregunté fingiendo extrañeza.
– Donde mejor sabes, perrita – respondió Roco sacándose la polla del pantalón.

Entré al vehículo y me senté en el medio, con la polla de Roco insertada en el culo hasta el fondo y las morcillas de Pipe y Sombra en cada mano. Alternaba mamadas con pajas, y cada vez que uno me acababa en el culo, cambiaba hacia el de al lado.

A la hora de haber partido, ya los tres me habían acabado por lo menos dos veces en el culo, por lo que Mandingo y Dongo decidieron cambiar, y se vinieron para atrás junto a Pipe y yo. Sombra y Roco asumieron los roles de conductor y copiloto respectivamente.

Para cuando llegamos a mi casa, Mandingo y Dongo me habían acabado también dos veces en mi túnel trasero.

– Hemos llegado, putita – exclamó Sombra deteniendo el coche frente a mi casa.
– Muchas gracias muchachos, de verdad la he pasado fenomenal. Espero que volvamos a juntarnos otra vez para vivir otra aventura como esta.
– No lo dudes, puta sucia, un culo como el tuyo es difícil de olvidar – exclamó Roco.

Bajé del vehículo, en mi traje de Eva. Pero aún tenía una carta más que jugar.

– Muchachos, necesito un último favor suyo.
– ¿Qué será, zorrita? ¿Necesitas más verga?
– En cierto modo sí. Fui de viaje y no le traje nada de recuerdo a mi mamá. Sé que ella le encanta la leche de negro, así que quisiera llevarle un poquito para que la deguste – y diciendo esto, me di la vuelta y me abrí el culo con las manos en plena vía pública.

Los cinco bajaron raudos y veloces del coche y allí mismo, en el portal de mi casa, uno a uno me fueron dejando una última y rica corrida en mí nunca satisfecho culo.

– ¡Mamá! ¡Ya llegué! – exclamé al entrar en la casa - ¡Y te traje lo que más te gusta, leche de negro! – le grité sin sacarme el dedo del culo que impedía que se saliera la leche.



Continuara...

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