Una cuñada muy puta 2

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La relación con su cuñado fue deteriorándose con el paso de los días. Cesaron los mensajes cariñosos al móvil, cesaron las llamadas, dejó de pasarse por la oficina para invitarla a desayunar y cuando se juntaban los cuatro o en familia, apenas cruzaba una palabra con ella, ni siquiera la miraba, salvo lo necesario, lo justo para no levantar sospechas. Era lo mejor, sin embargo, Laura le echaba de menos, echaba de menos sus caricias, sus halagos, su morbosa dominación. A veces tenía que masturbarse irremediablemente para apaciguar los deseos. Siempre que su novio le hacía el amor, ella, mentalmente, lo sustituía por Paco. Pero su cuñado despreciaba su presencia y ya ni se fijaba en ella, por muy elegante que fuera. Se había vuelto más cariñoso con su hermana, como una forma de enmendar el error de aquella noche, y a Laura los celos le abrasaban las entrañas. Estaba volviéndose loca y el tiempo no la ayudaba. Transcurrió un mes. La relación era nula. Ni siquiera lograba concentrarse en el trabajo, su cuñado ocupaba la mayor parte de sus pensamientos. Una mañana decidió enviarle un mensaje al móvil, un simple qué haces, pero no obtuvo respuesta. Al día siguiente le telefoneó al despacho.

- ¿Paco? Hola, soy Laura, ¿te acuerda de mí? - bromeó.

- Hola, Laura. ¿Bien?

- Sí, sí.

- ¿Ocurre algo? - preguntó él con seriedad -. Estoy muy liado, Laura.

- Bueno, vale, no pasa nada, sólo era para saludarte...

- Hasta luego - le cortó.

La dejó con la palabra en la boca. Ya no le hacía el más mínimo caso, ya no significaba nada para él. Necesitaba revivir la experiencia de aquella noche. Estaba enloqueciendo, con los sentimientos desbordados por fantasías con su cuñado, incapaz de concentrarse, incapaz de conciliar el sueño. No sabía qué hacer, si pedirle directamente otro encuentro como el de aquella noche o intentarlo con la misma ingenuidad. Le necesitaba. El secreto se había mantenido guardado, nadie se había enterado ni tenía por qué enterarse y ella necesitaba una experiencia más, sólo una más o se volvería loca. Su hermana Carmen no había sospechado nada en todo el tiempo a pesar de los desplantes de Paco.

Desesperada, al día siguiente, a primera hora de la tarde, se atavió con un traje estampado de flores, muy ceñido, y se presentó en el despacho donde él trabajaba. Le encontró en su despacho muy afanado con el ordenador, vestido de traje y muy repeinado. Ella dio unos golpecitos en la puerta y él levantó la cabeza dando un repaso con la vista a su cuerpo, aunque enseguida retomó la tarea con el ordenador.

- ¿Puedo pasar?

- Pasa, siéntate. ¿Qué pasa, Laura?

- Bueno, he tenido que hacer una visita, y bueno, si me invitabas a un café.

- Estoy muy ocupado.

- El sábado es el cumpleaños de mi hermana. ¿Qué le vas a regalar? Para no coincidir.

- No lo sé, ropa interior.

- ¡Ah! Bien -. Incómoda, tragó saliva y se lanzó a una pregunta decisiva -. ¿Aún sigues enfadado?

- Lo siento, Laura, me pasé tres pueblos, estaba bebido y me sobrepasé. Olvidado, ¿vale?

- Claro, Paco, por mi parte no pasa nada. Yo también te pido disculpas. Nos pasamos los dos. Fue un juego, ¿no?

Sonó el teléfono y Paco descolgó. Tras una pausa, tapó el auricular y se dirigió a ella.

- Lo siento, Laura, estoy muy liado. Ya nos veremos.

- Sí, sí, perdona, ya me voy.

Decepcionada, abandonó las instalaciones del despacho y se marchó a casa para masturbarse, que era lo único qué podía hacer para apaciguar su lujuria. Había pasado de ella, ya no quería saber absolutamente nada, ya no existía ninguna posibilidad de que reviviese una experiencia semejante con su cuñado. Sabía que era lo mejor para todos, pero iba a costarle huir de aquella ninfomanía. Tal vez estaba enferma y precisaba de la ayuda de un profesional. Aquella noche, su novio le propuso matrimonio y ella le contestó que sí. Hicieron el amor, aunque durante el acto ella tuviera presente a Paco.

El viernes por la tarde, Laura se encontraba en casa de sus padres. Vestía de sport, con unos tejanos ajustados, zapatos de tacón y una camiseta elástica blanca de escote redondeado que resaltaba el volumen de sus pechos. Se había hecho una cola de caballo y llevaba las uñas pintadas de rojo. Para su sorpresa, su madre le anunció que esperaba a Paco, que tenía que pasarse por allí para recoger unas sillas y trasladarlas al chalet, donde al día siguiente celebrarían el cumpleaños de Carmen. Se le presentaba una oportunidad única de estar a solas con él. No debía desaprovecharla. En el cuarto de baño, se arregló la coleta y se perfumó. Le hubiese gustado tener un vestido más provocativo, pero el pantalón acentuaba el trasero que tanto admiraba Paco y la camiseta dejaba entrever el volumen de sus pechos. Emocionada, aguardó la llegada de su amante. Temió que le acompañara su hermana Carmen y le desbaratara el plan, pero Paco se presentó media hora más tarde sin la compañía de su mujer. Se saludaron con un beso en las mejillas, él reparó en su figura durante unos segundos, aunque trató de no ser descarado. Estaba buenísimo. Llevaba unos vaqueros y una camisa de cuadros desabrochada. Se fijó en sus pectorales, fuertes y peludos, en sus abdomen atlético y en su paquete, aunque no pudo diferenciar ningún bulto. Hubo un par de miradas de complicidad. Laura se comportaba como si lo sucedido entre ellos no hubiese tenido importancia. Su suegra les puso café y charlaron más animadamente que la última vez que se vieron.

- ¿Y dónde vas? - le preguntó ella.

- A llevar las sillas para la fiesta. ¿Quieres venir?

- Vale.

Él había tomado la iniciativa, que era lo que Laura pretendía. Quería mantener el papel de ingenua y que él continuara con su papel dominante. Cargaron las sillas en el todoterreno de Paco y se marcharon a la finca. Durante el trayecto hablaron de trabajo, Laura le anunció su compromiso con Pablo y él se alegró fríamente. De vez en cuando la miró de reojo, sobre todo cuando ella separaba las piernas, aunque en ningún momento llegó a tocarla.

Ya en el chalet, se pusieron a descargar las sillas. Cuando ella caminaba delante, Paco fulminaba aquel culito donde vertió su leche. Gracias a los tacones, lo contoneaba con estilo. Se calentó al recordar aquel momento cuando se corrió en sus nalgas. Las tetas también se balanceaban bajo la camiseta. Estaba para comérsela y sabía que era una calientapollas a pesar de lo que ocurrió, que le gustaba el riesgo, que le gustaba jugar peligrosamente. Qué ganas de follársela, sin peligro de que nadie se enterara. Una de las veces, Paco se rascó la zona de la bragueta para comprobar su docilidad, pero ella ni se inmutó, como no se inmutó cuando le dio una palmadita en el trasero y le dijo que seguía muy guapa. Sólo sonrió agradeciéndole el halago. Cuando fueron al maletero a por las últimas sillas, Paco se quitó la camisa y se quedó desnudo de cintura para arriba. Ella miró su espalda corpulenta y sudorosa. Sólo su presencia y con aquel aspecto ya se ponía cachonda. Recogió las dos últimas sillas y Laura se fijó en una bolsa.

- ¿Y esa bolsa? ¿Es el regalo de Carmen?

- Sí.

- ¿Qué le has comprado?

- Ropa interior, como te dije. En Internet.

- ¿Puedo verlo?

- Claro.

Paco cogió las sillas y ella la bolsa y juntos entraron en el chalet. Él se abrió una lata de cerveza y se apoyó en una barra sin dejar de mirarla. Laura se sentó en el sofá y sacó las prendas. Primero desplegó el tanga de color negro, con la delantera de muselina, muy transparente, con finas tiras laterales engarzadas por detrás a una anilla gruesa plateada, de donde salía el fino hilo que iba metido por el culo. A continuación sacó el sostén, de blondas ovaladas, diminutas, lo suficiente para tapar los pezones.

- ¿Te gusta? - le preguntó él.

- Está muy bien. Muy erótico - sonrió.

- ¿Te lo quieres probar?

- Me quedará pequeño, mi hermana está mucho más delgada.

- Vamos, pruébatelo, y vemos cómo queda.

- Bueno, vale...

La situación subía de tono. Había conseguido llevarle a su terreno. Laura, emocionada, se dirigió al cuarto de baño. Cerró los ojos y suspiró antes de desnudarse, estaba muy cachonda. Se puso el tanga y el sostén y se miró al espejo. Parecía una puta. Las prendas le quedaban pequeñas y demasiado insinuantes, pero tras un nuevo suspiro, se calzó con los tacones y salió hacia el salón sólo con el tanga y el sujetador. Paco la vio venir reclinado en el sofá mientras le daba un sorbo a la cerveza. Se quedó perplejo al verla. La examinó boquiabierto. Las blondas del sostén cubrían justo la zona del pezón y dejaban a la vista casi todo el pecho, que sobresalía por abajo, por arriba y por los laterales. Ambas tetas botaban en cada zancada y ella tuvo que ajustarse las tiras anudadas al cuello para que no se le movieran las copas. Bajó la vista, se recreó en su vientre plano y blanco, y se detuvo en la delantera del tanga, apretujado en sus carnes, con las tiras laterales hundidas en la piel. Las transparencias de la tela le permitieron distinguir su enorme coño, muy velludo, con abundantes pelillos que escapaban por las ingles y por la tira superior, como si la delantera de gasa fuese incapaz de cubrir toda la zona.

- Estás guapísima.

- ¿Te gusta cómo queda?

- Date la vuelta.

Tuvo que rascarse la bragueta cuando vio su desnudez, su espalda y su enorme y blando culito, con la brillante anilla en la cintura y el fino hilo metido en el fondo de la raja, dejando la sensación de que llevaba el culo al aire.

- ¿Queda bien?

- Perfecto. Trae una cerveza.

Anduvo hacia el frigorífico, de espaldas a él, exhibiendo sus encantos traseros, exhibiéndose ante su cuñado como una vulgar prostituta. Paco se fijaba en cómo se contoneaba aquel precioso culito donde él se corrió, en cómo se vaiveneaban sus nalgas fláccidas. De entre las piernas pudo distinguir más vello vaginal. Volvió a tocarse la bragueta sin importarle que ella se fijara cuando se giró para entregarle la cerveza. Paco la abrió para darle un trago mientras ella se mantuvo de pie, como aguardando una nueva orden.

- Siéntate, ¿quieres un trago?

- No, gracias.

Algo abochornada, se sentó en el borde del sofá, erguida, y cruzó las piernas girándose ligeramente hacia su cuñado, quien aún permanecía recostado, con las piernas extendidas. Laura se fijó en cómo sudaba a borbotones y en sus pectorales tan corpulentos y peludos. Paco la miró y se lanzó acariciándole con suavidad la pierna, desde la rodilla hasta el muslo.

- Eres preciosa -. Le pellizcó cariñosamente la barbilla y la sujetó por la nuca para acercarle la cabeza y estamparle un beso en la mejilla -. Eres mi niña, ¿verdad?

Sonrió como una tonta.

- Claro.

Le soltó la horquilla que le sujetaba la coleta y le alisó el cabello.

- Así estás mejor -. Volvió a sujetarla por la nuca y bruscamente volvió a acercarle la cabeza, esta vez para besarla en la frente -. Qué buenas estás.

Laura se irguió de nuevo. Sus pechos se balancearon por el movimiento.

- ¿Cómo eres? - tonteó envuelta en la misma sonrisa estúpida.

Paco la señaló con el dedo.

- Me debes un masaje.

Su cuñada respondió con un suave manotazo.

- No seas malo, ¿vale?

Comenzó a desabrocharse lentamente el cinturón.

- Sólo será un masaje, en los testículos -. Fue desabrochándose los botones de la bragueta -. Me relaja mucho y tú sabes hacerlo -. Se bajó los pantalones hasta quitárselos y volvió a reclinarse con las piernas separadas. Laura notó que la vagina le ardía al verle aquellos muslos robustos y peludos, bronceados, y en aquel volumen que abultaba la delantera del estrecho slip negro que llevaba. El contorno del pene, echado a un lado, se distinguía con claridad -. Vamos, no seas tonta, me lo debes.

- Cómo eres, Paco.

Fascinada por el momento, extendió el brazo derecho y pasó con suavidad la palma por la zona de los testículos. Dio varias pasadas antes de estrujarlos tímidamente. Paco se relajó. Mientras ella le amasaba los testículos, él le revolvía el cabello y le acariciaba la cara. Laura permanecía fija al movimiento de su propia mano y en cómo la verga iba hinchándose cada vez más.

- Qué bien lo haces.

Le cogió la mano izquierda y la condujo hasta el pecho peludo. Ahora con la izquierda le acariciaba los pectorales y la barriga y con la derecha la zona de los testículos. Él, totalmente reclinado, rozándole la espalda con la yema de los dedos, emitía profundos jadeos con los ojos cerrados. Mientras, ella se corría en las bragas, notaba los flujos empapándole la entrepierna. Aún le estrujaba los testículos con suavidad cuando la sujetó de la barbilla y la obligó a mirarle.

- Mete la mano...

Con la misma obediencia, introdujo la mano por el lateral del slip y le agarró los huevos zarandeándolos vivamente. Los tenía duros y ásperos, con abundante vello. Se fijó en cómo se movían sus nudillos bajo la tela, en cómo la mano actuaba dentro del calzoncillo. La energía con la que le achuchaba los huevos hizo que parte del pene escapara por encima de la tira. Era un glande carnoso y afilado. La mano que acariciaba la barriga estuvo a punto de rozarlo. Paco bajó la mano izquierda, se agarró la polla y comenzó a sacudírsela pausadamente mientras ella le sobaba los huevos. Era una verga no muy gruesa, pero muy larga. Laura decidió bajarle el slip para hacérselo mejor y lo deslizó hasta quitárselo. Paco separó más las piernas. Enseguida retomó su tarea de manoseárselos mientras él se masturbaba con lentitud. Los estrujaba como si estrujara una esponja, sin peder detalle de la masturbación, sin cesar el masaje por sus pectorales y barriga.

- ¿Te gusta así? - le preguntó ella.

- Sí... - jadeó -. Sigue...

- Vas a conseguir que me ponga caliente - se atrevió como una cachonda perdida.

Paco la miró.

- ¿Quieres seguir tú?

- Lo que tú quieras.

Paco soltó la verga y ella la agarró con la mano izquierda. Comenzó a sacudírsela sujetándola por la base mientras continuaba golpeándole los huevos con las yemas. Él relajó los brazos y las piernas mientras se la agitaba con un movimiento aligerado e incesante. Estaba haciéndole una paja a su cuñado, el marido de su hermana. Le abordó el temor, pero su ninfomanía alejaba cualquier tentación de arrepentimiento. Dada la vibración del brazo, la blonda derecha del sostén se fue deslizando hacia abajo y dejó una teta al descubierto, balanceándose al son de las sacudidas. Ni siquiera se percató, se mantuvo concentrada en aquella polla tan sabrosa. Paco alargó el brazo, la sujetó por el pezón y se la zarandeó bruscamente. Laura se quejó frunciendo el entrecejo. A continuación, le apartó la otra blonda y la dejó con las tetas al aire. Ella se la sacudía cada vez con más fuerza y le agarraba los huevos con más rabia. Él le acariciaba los pechos dándole pequeñas palmadas con las yemas. Unos instantes más tarde, la sujetó por la nuca y la acercó hasta él para besarla rabiosamente baboseando con la lengua dentro de su boca. Las tetas se aplastaron contra su costado sudoroso. Ahora le soltó los huevos y le agarró la polla con la derecha para masturbarle más deprisa. Se besaban con las babas chorreando de sus labios. Se la sacudía con agilidad, con las tetas empapadas del sudor del costado. Allí se encontraba, echada sobre su cuñado, haciéndole una paja. Dejaron de besarse. Paco echó la cabeza hacia atrás sin dejar de jadear. Laura volvió a incorporarse, de nuevo le sujetó la verga con la izquierda para poder sobarle los huevos con la derecha y aceleró las sacudidas procurando estrujar el glande, disfrutando del placer que le proporcionaba aquel tacto. Su cuñado la miró.

- Qué bien lo haces, cuñada.

- ¿Te gusta?

- Me encantaría ver cómo lo haces con tu novio -. Laura sonrió, atenta a cómo le masturbaba -. ¿No tenéis ningún video?

- No, Pablo esas cosas...

- Podías grabar uno...

- Anda, calla...

Paco volvió a relajarse apoyando la cabeza en el canto del respaldo y reclinándose aún más. Mientras su cuñada le zarandeaba la verga y los huevos, él se deleitaba achuchando sus tetas. A veces, la mano que le tocaba los huevos pasaba a sus muslos para acariciárselos, incluso le frotaba parte de la raja del culo que sobresalía por el borde. Su cuñada parecía fuera de sí, concentrada en hacerlo bien. En pocos segundos los jadeos se volvieron más intensos, por lo que Laura avivó más las sacudidas volviéndola a sujetar con la derecha. Un minuto después la polla salpicó leche en abundancia sobre la barriga de Paco. Ella continuó sacudiéndola hasta escurrirla mientras que con la palma de la mano izquierda esparcía las gotas de semen por todo el vientre, como si fuera una crema con la que embadurnar la piel. Luego Laura se dedicó a palparle la verga con suaves caricias mientras iba poniéndose blanda. Dominada por la lujuria, no pudo aguantar y retiró la mano de la polla para meterla dentro del tanga. Necesitaba tocarse, necesitaba aliviar aquel placer que hervía en su sangre. Paco sonrió al comprobar cómo se masturbaba embelesada en su pene fláccido. Se fijó en cómo la mano actuaba tras las transparencias de la prenda, refregándose el chocho con ansia. Apenas parpadeaba y mantenía la boca abierta.

- Estás cachonda, ¿Eh?

Desesperada, utilizó la mano izquierda para tocarle el pene mientras trataba de calmar su vagina con rabiosos refregones. Le gustaría chupársela, pero no se atrevía. Retiró la mano izquierda del torso de su cuñado y la metió también dentro de la braga para frotarse el coño con ambas manos. La sensación lujuriosa resultaba inaguantable. Paco, sonriente, observaba ambas manos tras las bragas mientras irremediablemente la verga iba poniéndose dura. Su cuñada actuaba como una puta abriéndose el coño y metiéndose los dedos.

- Me has puesto muy caliente, Paco - jadeó -. ¿Quieres masturbarme tú?

- Puñetera zorra. Levanta - le ordenó su cuñado.

Laura obedeció y se puso de pie retirando las manos de las bragas. Paco se irguió en el sofá, la sujetó de la mano y la condujo hasta detenerla entre sus rodillas. La obligó a darle la espalda.

- Bájate las bragas -. Deslizó la prenda hasta medio muslo y dejó su culito a pocos centímetros de la cara de su cuñado -. Inclínate.

Acató la orden y se inclinó hacia delante apoyando las manos en las rodillas. En ese momento, su cuñado le abrió la raja del culo con ambas manos y hundió la cara hasta el fondo para lamerle el ano y parte del coño. Ella sentía el cosquilleo de la punta de la lengua intentando perforarle el culo. Otras veces la deslizaba por toda la rabadilla. De vez en cuando le escupía en el coño y después esparcía la saliva entre los labios y el vello. Sentía la presión de los pulgares apretujándole las nalgas para separar la raja. Se tiró más de cinco minutos lamiéndole el culo. Ella lo meneaba muy lentamente. Sintió que se corría en la boca de su cuñado. Al momento, Paco se reclinó en el sofá con las piernas separadas.

- Mastúrbame con tu culo, venga, puta...

Laura, con las piernas juntas y las bragas a la altura de las rodillas, bajó el culo lo suficiente para rozar la enorme polla erecta. Y con las manos en las rodillas, comenzó a menearlo a lo largo de toda la polla, con el tronco insertado a lo largo de la raja. Paco sonreía observando a su cuñada de espaldas, casi sentada en su pene, haciéndole una paja con aquel culo blandito.

- Vas a conseguir que me corra otra vez - jadeó agitando la cabeza -. Joder... Ahhhh...

Laura no se pudo aguantar, dio media vuelta y se arrodilló entre sus piernas para sacudírsela con la mano derecha, velozmente, mientras utilizaba la izquierda para sobarle los huevos. Se miraban a los ojos. Ella cada vez se la meneaba más deprisa y su cuñado iba frunciendo el entrecejo. Hubiese querido chupársela, pero desistió de más iniciativas lujuriosas. En pocos segundos, la leche le salpicó toda la cara, incluso tuvo que mirar hacia otro lado porque algunas gotas le cayeron en los párpados y las cejas. Le manchó los pómulos y la frente, parte del cabello y un goterón le cayó en la oreja. Tras escurrírsela, soltó la verga y se mantuvo arrodillada entre las piernas de su cuñado, sólo acariciándole los mulos.

- Nos hemos pasado ¿no, Paco? - le preguntó forrándose las tetas con las blondas del sostén.

Paco se irguió y le sujetó la cabeza con ambas manos.

- Tranquila, mujer, sólo nos hemos hecho unas pajas, no pasa nada, nadie se va a enterar -. Con la yema del dedo índice le quitó un pegote de semen del párpado y uno de las cejas y lo condujo hasta la boca de su cuñada - No has probado mi leche -. Laura sacó la lengua y lamió el dedo impregnado - Trágatela -. Volvió a limpiarle los pómulos y de nuevo le ofreció el dedo para que lo chupara, también de la frente y una gota que le colgaba del cabello. Laura tuvo que probar aquel sabor amargo y calentón y tuvo que tragárselo. Después Paco volvió a reclinarse y fue entonces cuando ella se levantó, se subió las bragas y se dirigió hacia el cuarto de baño para vestirse. Frente al espejo reflexionó acerca del tremendo error que acaba de cometer. Pero el frenesí había desbocado su dignidad. Acababa de ponerle los cuernos a su propia hermana. Cuando salió del cuarto de baño, bastante pálida por el acoso del remordimiento, su cuñado le arreó una palmada en el culo.

- Alegra esa cara, cuñada, que no pasa nada, coño...

- No estoy bien, Paco, me siento sucia por lo que acabamos de hacer. Vámonos por favor...

Fin segunda parte. CONTINUARÁ.

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