La madura lluvia de otoño

La lluvia pegaba en el techo del auto y con mucha madurez, me decía que luego de su viudez, (pero con mucha soberbia) había conseguido manejar sus emociones respecto al sexo. La situación era ridícula. Me acerque a ella y siendo una mujer de 58 años le di un beso profundo, al que si bien devolvía la lengua no parecía reaccionar. Acaricie su entrepierna, acaricie sus tetas y jugué con sus pezones y realmente parecía ser algo naturalmente aceptado, que el sexo se había retirado de su vida con su marido. Habíamos hablado alguna vez de su relación tortuosa con el difunto, pero en ningún caso me manifestó tener mal sexo con él. Por el contrario debido a la distancia y el tiempo había tejido sobre el monumento al “marido” apenas opacado por esa relación que le había descubierto y que nunca perdono.
Yo le pregunte si se había vengado, saliendo con otro y me reitero que ella había sido mujer de un solo hombre y así moriría. Pero que si se había vengado siendo la más puta de todas sus amantes.
(¿Yo pensaba para mí, cuál será el parámetro para saberse así?) Pero bueno si ella se sentí poderosa con sus atributos, allá ella, yo quería cogérmela adentro del auto con la lluvia torrencial del otoño que tapaba de hojas el parabrisas del auto.
Debo detenerme en su aspecto físico. De baja estatura, de tetas chiquitas pero bien formadas con su cara que denotaba la edad con cuello de tortuga pero con un cuerpo juvenil debido a su delgadez y su terrible manía de fumar uno detrás del otro. Un pelo rubio lacio y una cara lavada daban de ella una típica mujer de clase media alta. Más cuando había llegado al encuentro con un coche de alta gama, se veía que estaba en buena posición económica y que tenía buenos ingresos de una pensión razonable.
Por lo descripto la petisa y a pesar de su edad me tenía loco, me dejaba besarla, me dejaba poner su mano entre las piernas e inclusive chupar sus tetas, pero en suma no podía prosperar.
Había recorrido cien quilómetros para ese encuentro y me pareció inútil quedarme más tiempo, por lo que puse mi mejor cara de circunstancia y dije que me iba a ir.
Me miro y no dijo nada, creo que noto mi incomodidad y pensando que no haría nada miro el bulto de mi pija en mi jean y pasó su mano pequeña por todo su tronco. Me miraba fuerte a ojos, muy fuerte, vi como cambiaba de a poco su mirada imperturbable y la libido se le subía a los ojos y la sonrisa. Desabrocho mi cinturón y se rio cuando vio la serie de botones del levi´s 501 y me dijo yo esperaba un cierre relámpago. Presto me desabotone el jean y su mano busco debajo de mi slip y me empezó a acariciar la pija mirándome mientras lo hacía y con su cara cada vez más lujuriosa.
Pelo el tronco de mi pija al palo y estiraba mi pija hasta quedar descomunal, me pajeaba lentamente, lentamente, mientras yo la dejaba hacer. Mi reflexión era fácil si cuando yo hice ella no respondía, había que cederle la iniciativa a ella. Y así fue, poco a poco acerco su boca mi verga y con suavidad recorrió lentamente mi glande, mientras con su mano entallaba cada vez la pija dejando roja, mojada, hasta que la miel que salía de ella la recogió con su lengua y ahí sí, fue adentro de su cavidad bucal. Que profundo, como podía esta mujer ponerse todo el miembro dentro de su boca, y así entraba y salía. Le tome la nuca muy suave, y ella devolvió sacando mis huevos del slip para acariciarlos con la otra manos mientras chupaba y me pajeaba. Sus ojos no se cerraban miraban como mis ojos se ponían en blanco y su lujuria aumentaba. Su dedo gordo pulsaba la parta de atrás del tronco de mi picha sabiendo que sería sensible a él si me empezaba a correr. No lo dude y así fue, cuando empecé a correrme su dedo pulgar apretó y soltó hasta que llene su boca de leche, a lo que siguiendo con su mirada alta abrió la boca como para mostrarme que no estaba más en ella, que se la había tragado.
Ahora te puedes ir, no hay problemas. No dude en hacerlo, no había intercambio, ella bajo y se fue a su automóvil, caminado despacio y sin apuro.
Yo puse el arranque, moví las hojas del parabrisas con el limpiaparabrisas, coloque la primera y me fui despacio mirándola por el espejo retrovisor.
Nunca más la vi, nunca más supe nada de ella. No solo el placer está en la conservación de quien nos los da. También está en dejar que el momento se escurra entre los dedos. No me arrepiento.

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