Mi mejor amiga, mi mejor amante

¿Verdad, fantasía? Poco importa a la hora de una historia, poco importa a la hora de la imaginación. Pasá, leé, exitate; de eso se trata. Y si te gusta lo que leíste, seguime. Hay más.


¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer?

Victoria fue mi mejor amiga desde segundo año de la secundaria. Graciosa, incondicional, tenía todas las cualidades para caerme de diez. Nos sentábamos los dos en la misma fila del colegio, de tercero a quinto año, y era habitual que nos juntáramos en su casa o en la mía, incluso conmigo quedándome a dormir en lo de ella. Nada físico; realmente era como una hermana. Si hasta me presentó una ex novia…

No es que no fuera linda. Vicky medía 1,65 metro, pelo morocho, enrulado, un culo normal pero unas tetas… Unas tetas gigantes. Sin embargo, pasó toda la secundaria sin ningún inconveniente en nuestra relación. Ella tenía sus novios, yo mis novias, siempre cada uno con su espacio. Una vez terminado el colegio, seguimos viéndonos con nuestro grupo de amigos. Pero una noche, las cosas cambiaron un poquito…

Salimos a bailar a un boliche de la Costanera con el grupo de chicos del colegio: cinco hombres contándome a mí, tres mujeres con Victoria incluida. Ella tenía un jean ajustado, zapatillas de lona y una musculosa negra con un escote generoso. Alcohol en cantidades, música alta, música movida, típica noche porteña. Como siempre, yo saqué a bailar a Victoria. Pero como nunca, nos apretábamos más el uno al otro, cada vez más cerca, cada vez más insinuantes.

-Tranquila Vicky, soy tu amigo pero también tengo carne…-le dije ante sus constantes meneos.

-Jaja, hay veces que parecés de madera Mati…

El meneo no paraba y el reggaetón ayudaba: puro movimiento, su culo chocaba con mi pija, bajaba, subía, hacía círculos, me volvía loco… Le dije de ir a buscar un trago a la barra. Me llevó ella de la mano, conmigo detrás. Nos acercamos a la caja, yo la abracé por la espalda, ella me acariciaba mi cara por sobre su hombro. Incontenible, comencé a besarle de a poquito su cuello. Ella seguía con las caricias y se sacaba el pelo para hacérmela más fácil. Dio vuelta la cara y nuestras lenguas se encontraron. Fue apenas un instante: me frené, le dije que paráramos, saqué fuerzas para no complicar nuestra amistad. Y la noche siguió su curso sin más incidentes…

Al día siguiente, confundido, fui hasta la casa. La llamé cuando llegué a la puerta, le dije que teníamos que hablar, y me hizo pasar a su habitación. Nos sentamos en su casa, hablamos de boludeces, hasta que encaré el tema:

-Vicky, lo que pasó anoche…

Me cortó. Me dijo que estaba todo bien, que no tenía que explicarme nada, que ella entendía que la quería como amiga. ¿La quería realmente como amiga? Le dije que pare, le dije que tenía que decirle algo:

-Yo te quiero como amiga. Pero capaz tenemos que sacarnos las ganas…

Se quedó en silencio, mirándome, con su cara a medio metro de la mía. No me aguanté: me tiré a su boca, me contestó con sus labios. De a poco fuimos besándonos, cada vez más fuerte, con lengua, mordiéndonos, sacándonos los buzos. Me tiré encima suyo, recorrí su cuello, manoseé sus tetas por encima de la remera. Le saqué lo que tenía encima, corpiño incluido, y de a poco comencé a chupar esas dos tetas gigantes, a morder esos pezones rosas, a sentir cómo ella también me desvestía y recorría mi espalda con caricias.

Siguieron los besos, pero mis manos no se alejaban de sus gomas. Bajé por un segundo a su jean, lo desabroché, ella se lo sacó mientras yo hacía lo mismo con mi pantalón y mi bóxer. Con los dos completamente desnudos, me acosté encima de ella, la penetré de a poco, sintiendo cada centímetro de su cuerpo, acariciando sus piernas, su culo, su cara, su todo. Ella contestaba revolviéndome el pelo, mimándome la cara.

Se sentó sobre mí cabalgándome, mirando al techo, con mis manos amasando sus tetas. Nada de palabras; todo de pasión. Se tiró encima de mí para besarme, sin parar de cogerme. La puse en cuatro y mis movimientos fueron más fuertes. Ella gemía, había acabado dos o tres veces. Me acosté y ella comenzó a saltar sobre mi pija, dándome la espalda, bajando y subiendo rápidamente. Empecé a gritar, a gemir, a acabar…

Terminamos besándonos, tirados en la cama como dos enamorados, acariciándonos y diciéndonos cosas lindas. Nunca estuvimos de novios; nunca dejamos de ser amigos, de reírnos, de bancarnos, de divertirnos. Pero tampoco de tener sexo: de vez en cuando, a pesar de que no nos vemos con todos los chicos de la secundaria, aprovechamos para seguir “sacándonos las ganas”.

¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer? Sí, obvio. Pero se puede complementar con algunas buenas sesiones de sexo…

4 comentarios - Mi mejor amiga, mi mejor amante

pupylon
Lindo relato, gracias por compartir.
Mariacandelaria +1
si, a veces los amigos son los mejores para compartir esos bellos momentos.
SeRgIuSaNdRo
Ojala yo hubiese complementado sesiones con mi mejor amiga de la infancia, Tuvimos a punto de tener algo, pero eramos demasiado ignorantes en esos momentos, te felicito por las sesiones con tu amiga.... buen relato