Mi maestra. El reencuentro. I

Hola comunidad les comparto un nuevo relato que iré terminando de a poco, espero que les guste y de ser así les recomiendo pasar por los relatos anteriores:
http://www.poringa.net/posts/relatos/1791402/La-mama-de-mi-amigo-o-el-deseo-con-canas_-Parte-1.html

http://www.poringa.net/posts/relatos/1792461/La-mama-de-mi-amigo-o-el-deseo-con-canas_-Parte-2.html

http://www.poringa.net/posts/relatos/1794311/La-mama-de-mi-amigo-o-el-deseo-con-canas-3.html

http://www.poringa.net/posts/relatos/1797036/La-mama-de-mi-amigo-o-el-deseo-con-canas-4.html

Si les gusta recomiendenlos y si gustan puntear háganlo en el 2o de arriba, sin más por escribir comenzamos


Mi maestra. El reencuentro. I

Día de frío y abrigos. El viento se siente más frío cuando la sangre es caliente y el sudor se congela en la espalda; iba saliendo de la casa de un amigo después de ayudarle a mover todos los muebles de su casa y ahora me esperaba una hora de camino hacia mi casa. A pesar de que Rodrigo se ofreció a llevarme preferí que se quedara a acomodar el desorden dejado.

Comencé a caminar con rumbo a la casa (afortunadamente era de bajada), pasé por la tienda de Carmen y observé que, como siempre, estaba la fila de hombres para comprar el pan; la verdad es que el pan que ella vende es muy malo, pero esa morena de sangre caliente y caderas descomunales desde hace dos años es viuda y casi todas las noches se deja consolar por algún o algunos clientes. La carne es débil y el deseo oportunista. Yo mismo hacía unos meses había tenido la oportunidad de probar esa raja salvaje pérdida entre un matorral de vello, de saborear esos pechos erectos como misiles y de penetrar ese culo descomunal, sí, Carmen era uno de esos monstruos llenos de lujuria que son incapaces de llenarse, sin importar que sean dos o tres los hombres que intenten satisfacerla.

Pasé por la que hacía más de 20 años fuera mi escuela primaria: algunas madres seguían charlando con sus hijos de la mano a pesar de que hacia 30 minutos habían salido, los niños ya no compraban dulces y los puestos estaban vacios, pocos autos estaban estacionados. Subí a la banqueta para seguir caminando en la soledad de la calle… de pronto un ruido, al parecer como de vidrios rotos pero no acerté a saber dónde había sido, al dar la vuelta a la esquina lo averigüé y quedé quieto: ante mis ojos una mujer de rodillas levantaba pedazos de vidrio, y eso no era lo importante ya que estaba de espaldas a mí y por encima de su pantalón se dibujaba una raya oscura entre sus nalgas, se veía su tanga roja surcándole la carne; eran escasos 10 centímetros de espalda los que se le veían pero se notaban rosas y saludables; pero lo más importante era el culo que visto desde mi posición era una cosa imponente, de locos, ya que a pesar de ser manos grandes no me bastarían para abarcarlo; ella se movía por el suelo recogiendo vidrios y en cada movimiento su pecho hacía elipses perfectas dibujadas por sus pezones invisibles, pero que yo imaginaba rosas y erectos.

Después de unos segundos de contemplar ese panorama me acerqué y me puse de rodillas para ayudarla, -¡gracias!- me dijo sin levantar el rostro, -se me salieron esos vasos del bolso- continuó, por toda respuesta mía alojé mi mirada en su escote que permitía ver un par de pechos hermosos y seguí recogiendo los vidrios. Fueron dos o tres minutos de silencio de ella y miradas mías hacia ella hasta que terminamos de recoger los pedazos de vidrio. Ella se puso de pie y ahora yo de rodillas pude admirar a esa mujer conforme lentamente subía la mirada: calzaba unos zapatos altos que dejaban ver sus dedos y parte de sus pantorrillas blancas; unos tobillos robustos y unos muslos dignos de mis hombros; se le marcaba de manera suave y abultada el pubis; sus caderas amplias y macizas que parecían haber dado a luz cuando menos a un crío; un estomago firme y estrecho que denotaba el ejercicio; unos pechos dignos de haber amamantado dioses; un cuello delicado y que llevaba una cadena de plata; una cara con ojos negros y labios rojos que… ¡demonios, yo conocía esa cara!..... era…era…. -¡Maestra Isabel!- dije con una voz de asombro y fascinación mientras ella me regalaba una sonrisa tan amplia como el tiempo que había desde que no nos veíamos.

-¡Hola Gerardo, vaya que haz crecido!, y aún me reconoces, ¿que no he cambiado?- dijo con voz picara y ultraterrena.

Mi mente viajó a aquellos años en que Isabel era mi maestra y yo (junto con casi todos los niños de la escuela) quería casarme con ella; la época en que las niñas de mi edad eran tan solo niñas de mi edad y nosotros, los niños, queríamos con más amor a la maestra Isabel que a nuestras madres.

Y hoy, ahora, me encontraba de rodillas ante la mujer que provocó mis primeras erecciones y el descubrimiento de lo que era un orgasmo. Ahí estaba ella con un cuerpo arrebatado de deseos de púberes y con una sonrisa grande….

Continuará…..

2 comentarios - Mi maestra. El reencuentro. I

dtulf08
Está bueno loco. Medio cortina pero va queriendo. 🙂