You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

La Mamá Violada en la Carretera Olvidada – Parte 3

La Mamá Violada en la Carretera Olvidada – Parte 3
Me llamo María, y ya no hay vuelta atrás. Han pasado solo unas semanas desde la segunda vez, pero el ardor en mi culo y el recuerdo de aquel camionero bruto me persiguen como un fantasma caliente. Mi vida en el pueblo sigue igual: cocino para mis hijos, voy a misa, finjo ser la esposa decente que todos creen.
Pero por dentro, soy un incendio. Cada noche me toco pensando en cómo me rompieron, en el semen goteando por mis piernas, en la vergüenza que me moja el coño.No aguanté más.
Hoy volví. Aparqué en el mismo sitio, abrí el capó como siempre, y me quedé esperando con un top ajustado que marcaba mis tetas grandes y unos shorts que dejaban ver la curva de mis nalgas. Sin ropa interior, por supuesto. Quería que pasara algo. Lo necesitaba.
Pasaron minutos eternos bajo el sol. Ningún camión. Empecé a pensar que era una idiota, que nadie vendría.
Entonces oí un motor diferente: un auto viejo, ruidoso, con música a todo volumen. Se detuvo detrás de mí. Bajaron cuatro jóvenes, de unos 20-25 años, riendo y hablando fuerte. Vestían camisetas deportivas, shorts y zapatillas. Parecían universitarios o algo así, con cuerpos atléticos, pieles bronceadas y sonrisas arrogantes.
Uno de ellos me resultó familiar. Era Pablo, el amigo de mi hijo mayor. Lo había visto en casa un par de veces, jugando videojuegos o en fiestas del pueblo. Alto, moreno, con ojos pícaros. Me reconoció al instante.
—¿Señora? ¿Qué hace aquí? ¿Problemas con el auto? —dijo Pablo, acercándose con una sonrisa que se torció en algo más oscuro cuando me miró de arriba abajo.
Los otros tres se acercaron también, rodeándome. Uno era rubio y delgado, otro moreno y musculoso, el tercero con tatuajes en los brazos. Olían a juventud, a sudor fresco y cerveza barata.
—S-sí, Pablo. El auto no arranca. ¿Pueden ayudarme? —intenté sonar normal, pero mi voz temblaba. El miedo se mezclaba con una excitación perversa. ¿Qué hacía el amigo de mi hijo aquí?Pablo se rio y miró a sus amigos.
—Claro que podemos ayudarte, doña María. Pero mira qué casualidad... estabas aquí solita, vestida como para una fiesta. ¿Esperando a alguien?Intenté retroceder hacia mi auto.
—No, solo... por favor, miren el motor y ya.Pero ellos se cerraron en círculo. Pablo me agarró del brazo con fuerza.
—No tan rápido, mamá. Mis amigos y yo llevamos horas manejando, y tú pareces perfecta para un poco de diversión.Grité y forcejeé.
—¡Suéltame, Pablo! ¡Conozco a tu familia, a tu madre! ¡Eres amigo de mi hijo, por Dios!Intenté golpearle, arañarle la cara, pero los otros me sujetaron.
El rubio me tapó la boca con una mano, mientras el musculoso me agarraba de la cintura y me empujaba contra el capó. Eran cuatro contra una, jóvenes y fuertes. Mis patadas y puñetazos no servían de nada; me inmovilizaron como a una presa.
—Resístete todo lo que quieras, puta madura —dijo el tatuado, riendo mientras me bajaba el top de un tirón, exponiendo mis tetas pesadas. Mis pezones se endurecieron al aire, traicionándome—. Vas a ser nuestra zorra hoy.
Luché con todo: mordí la mano del rubio, que me dio una bofetada que me dejó aturdida. Pablo me bajó los shorts, dejando mi coño al descubierto. Estaba mojada, joder, mi cuerpo respondiendo al dominio a pesar del terror.
—Mira, chicos, la mamá de mi amigo ya viene lubricada —dijo Pablo, metiendo dos dedos en mi coño sin piedad. Grité ahogado, lágrimas rodando por mis mejillas.
Me giraron, me pusieron de rodillas en el suelo polvoriento. El rubio sacó su polla primero: joven, dura, con venas marcadas. Me la metió en la boca a la fuerza, agarrándome del pelo.
—Chupa, perra. O le contamos a tu hijo lo puta que es su mamá.Forcejeé, intenté cerrar la boca, pero me dieron otra cachetada y me obligaron.
Mientras chupaba, el musculoso me penetró por detrás, embistiendo mi coño con fuerza brutal. Dolía, pero el placer subía como una ola.
—Córrete, zorra —gruñó Pablo, turnándose para follarme la boca mientras los otros me amasaban las tetas, pellizcaban mis pezones.
El tatuado se unió, metiendo su polla en mi culo sin lubricar. Grité alrededor de la polla en mi boca, el dolor cegador, pero ellos no paraban.
Me follaban en grupo, turnándose: uno en la boca, otro en el coño, otro en el culo, el cuarto masturbándose y esperando.Intenté resistir todo el tiempo: pataleaba, mordía cuando podía, suplicaba entre jadeos.
—No, por favor... mis hijos... Pablo, detente...Pero eran más fuertes. Me rompieron.
Mi cuerpo se rindió primero: un orgasmo tras otro, violentos, avergonzantes, gritando mientras me llenaban. Se corrieron uno por uno: en mi boca, en mi coño, en mi culo, en mis tetas. Semen por todos lados, caliente y pegajoso.
Cuando terminaron, me dejaron tirada en el suelo, jadeante, cubierta de ellos. Subieron al auto riendo, Pablo me guiñó un ojo.
—Hasta la próxima, doña María. Dile a tu hijo que su mamá es una experta.
Se fueron, dejándome sola con el cuerpo dolorido y el alma rota. Me limpié como pude, me vestí con manos temblorosas. El auto arrancó, claro.
Ahora, conduciendo de vuelta, sé que esto no termina. Porque a pesar del miedo, del asco, una parte de mí ya planea la cuarta vez.
Soy la puta de la carretera, y cada vez me hundo más profundo.


Espero que les guste díganme si quieren otra parte o sugerencias para nueva historia

0 comentarios - La Mamá Violada en la Carretera Olvidada – Parte 3