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197📑La Mejor Navidad 🎄

197📑La Mejor Navidad 🎄
Nataly caminaba con las manos en los bolsillos, esquivando luces y risas ajenas. La ciudad estaba vestida de fiesta, pero ella no. Aquella Nochebuena no tenía mesa, ni árbol, ni compañía. Estaba en situación de calle, y no había preparado nada más que silencio.

Andy, en cambio, había hecho todo “como correspondía”. Cena lista, vino enfriando, regalos envueltos… hasta que un mensaje breve y definitivo lo dejó solo y triste: su novia se marchaba con su amante a última hora, sin explicaciones, sin discusión. Sin regreso.

Fue el destino —o la casualidad— lo que los cruzó en la calle.

—¿Con quién pasarás Navidad? —preguntó él, reconociéndola al instante.

Nataly dudó antes de responder, con una media sonrisa honesta.

—Con nadie. Supongo que conmigo misma.

Andy no lo pensó demasiado. Tal vez porque no quería pasar solo… o porque siempre le había gustado cómo ella miraba al mundo, a pesar de su situación, como si esperara poco, pero mereciera mucho.

—Vení conmigo —le dijo—. No está bien pasar esta noche sola.

Ella aceptó con un gesto tímido.

El departamento de Andy estaba cálido, iluminado con luces Navideñas. La mesa era sencilla, pero había dedicación en cada detalle. Nataly se relajó poco a poco, copa en mano, risa más suelta, mirada más viva.

—Tengo algo para vos —dijo él.

Le tendió una caja. Dentro, un vestido rojo. No ostentoso, pero intenso. Como una promesa.

—Para que esta noche sea distinta.

Nataly fue al baño a darse una ducha y cambiarse. Cuando regresó, el aire pareció detenerse. El rojo abrazaba su figura con elegancia provocadora.
Andy tragó saliva.

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—Estás… increíble —murmuró.

—Ese vestido… —confesó— lo había comprado para mi novia. Pero me engaño y se fue a pasar la Navidad con el.

Nataly bajó la mirada hacia la tela roja que ahora llevaba puesta y luego volvió a mirarlo, con una dulzura inesperada.

—Gracias por dármelo a mí —respondió—. Y por invitarme, esa es una malagradecida. Yo si te agradeco todo. Esta noche… significa más de lo que crees.

La cena había terminado, pero el vino seguía fluyendo. Brindaron una vez más, por lo improvisado, por lo que no salió como esperaban.

La conversación se volvió más lenta, las risas más cercanas. Hasta que fue ella quien acortó la distancia, apoyando una mano en su pecho antes de rozar sus labios con los de él.

Andy se detuvo apenas un segundo.

—¿Es esto lo que quieres? —preguntó, mirándola a los ojos.

—Sí —dijo ella sin dudar.

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Dejando caer el vestido, quedando desnuda frente a él. Andy la rodeó con los brazos, besándola con calma, recorriendo su piel, sus tetas, hasta descender a besar su vagina húmeda con devoción.

Nataly respondió guiándolo, acercándose más, hasta que se arrodilló ante el, sus manos encontraron el cierre de su pantalón, liberando su pija con un gesto decidido, regalándole un beso largo, luego chupandolo profundo, cargado de intención.

Andy la levantó en brazos con cuidado, como si fuera algo valioso, y la llevó hasta el sofá. Allí, la acosto, la besó y le metio la pija en la concha, ella solto un gemido mientras la invadia, luego el subiendo la intensidad golpendo fuerte su concha, como si quisiera desquitarse por el abandono.

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Ella tomó la iniciativa, después acomodándose sobre él, mentiendose su dura pija en la concha, marcando el compás con movimientos seguros y sensuales, luego sabiendo la intensidad, rebotando sobre él, las tetas saltando, mientras el se las apretaba y chupaba, hasta que llegó a su orgasmo y el le llenó la concha, la hizo recostarse sobre su pecho.

Quedaron así, respirando juntos, escuchando el eco lejano de la ciudad celebrando.

Nataly sonrió, cerrando los ojos.

—Ahora sí… —murmuró—. Esta Navidad tiene sentido.

Andy la abrazó más fuerte, sabiendo que, sin buscarlo, ambos habían encontrado exactamente lo que necesitaban esa noche.

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La luz temprana se filtró tímida por la ventana. Nataly despertó primero, envuelta en una calma nueva. Observó a Andy dormir, sereno, como si la noche hubiera acomodado algo dentro de ambos.

Con cuidado, intentó levantarse.

—Gracias por… esta noche —susurró, apenas.

Andy abrió los ojos y, sin decir palabra, le tomó la mano.

—Por favor, no te vayas todavía —pidió, acercándola con un beso lento, de esos que no apuran nada.

Ella sonrió y volvió sobre él, sentándose encima con una cercanía íntima, tomándole la pija y metiendoselo en la concha, comenzó marcando un vaivén suave que hablaba de confianza más que de prisa.

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—La Puta de tu novia no te merecía —murmuró— Mientras lo cabalgaba más intensamente. Sos un gran hombre. Merecés un trato especial.

Ella se salió y se acomodó en cuatro ofreciéndole su trasero con una complicidad abierta; él respondió con determinación metiendole la pija en la concha desde atrás, embistiendola duró, sosteniéndola de las tetas, como quien cuida algo precioso.

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Luego se la saco y le metio la pija en el culo, lento al principio sacandole un gemido, luego cambiando el ritmo, sosteniéndola de la cintura, bombeandola, se la saco y le termino sobre las nalgas.

Andy la rodeó por completo, cayendo sobre ella para abrazarla con fuerza, respirando juntos.

—Quedate conmigo —dijo, con la frente apoyada en su espalda—. Esta Navidad… y todas las demás.

Nataly se giró, cerró los ojos, sonrió y lo abrazó más fuerte. Afuera, la ciudad despertaba celebrando. Adentro, ellos entendían que el mejor regalo ya estaba dado: elegir quedarse.

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