Mi amor, te escribo esto mientras me siento en la cama, con el cuerpo aún temblando un poco y el recuerdo de su mirada clavada en mi piel. A veces me miro al espejo y no entiendo cómo esta cara de angelito, la que te sonríe todas las mañanas, puede ser la misma que despierta tantas pasiones ajenas. Tengo 34 años, mi cuerpo es delgado y mi pelo largo cae sobre mi espalda, pero tú y yo sabemos que mis verdaderos armas de seducción son estos pechos que Dios me dio, los que dejan a todos boquiabiertos, y esa inocencia que se me pega en la cara. Y sobre todo, sé que nada de esto te extraña, mi marido. Sé que sabes perfectamente que estos juegos que hago, estos pequeños deslices, son solo para encenderte a ti. Sé que la idea de que otro me desee, que me imagine como te imagino a ti, es lo que te vuelve loco, mi amor, mi cuckie.
Y ahora, sí, ahora te cuente lo que pasó hoy en la farmacia, porque sé que te lo mereces...
Hagamos de cuenta que me bajé la calza por ambas nalgas hasta abajo de la colita y el tipo se quedó con una calentura, porque antes de que entrara me vio unas semejantes gomas debajo del bucito y se imaginó lo que podría disfrutarlas. Yo creo que me vio entrar con esta delantera y que, después, cuando me bajé la calza, con mi carita de que no mato ni una mosca, pensó que quería pija.
Ahí, en el cuartito, me agaché, me di vuelta, entangadísima, y le empecé a chupar la pija. Sin decir ni una palabra. Y cuando estaba por acabarme, me dio vuelta, me puso sobre la camilla de pecho y, con el tarro de vaselina que hay en todas las farmacias, de una y sin permiso, me la enterró hasta el fondo del culito mientras me tapaba la boca con los guantes de látex. Con una mano me subió la remera, metió la mano debajo del corpiño y empezó a sacudirme las tetas. Me seguía tapando la boca, me entraba por atrás sin miedo y, como ya me había relajado por la inyección, no me tuvo que tapar más la boca.
Me agarró fuerte de la cintura, subió una rodilla a la camilla para que se me abriera un poco más la cola y, al mismo tiempo, le apreté la cabeza de la pija. Y pija, pija, pija... Se me mojó toda la concha terriblemente. Metí mi mano, porque si total ya me había cogido todo el culo, me empecé a frotar el clítoris y lo tenía todo hinchado. El culo me dolía, pero me gustaba demasiado. Me puso más vaselina y me dio más fuerte. Parecía que nunca había cogido en su vida. Tenía toda la leche ahí guardada por explotar.
Me seguí tocando; con una mano me metía los dedos en la vagina y sentía adentro el borde de la pija entrando y saliendo de mi culo. Subí yo la otra rodilla a la camilla, así mi culito se iba un poco para abajo y le quedó perfecto para seguir bombeando. Una mano en mi vagina, con la otra me tocaba fuerte el clítoris, me dio unos nalgazos en la conchita y subimos el movimiento cada vez más rápido, más profundo. Me estaba partiendo al medio, mi culo ya estaba hinchado, rojo, muerto de excitación. Quería la leche caliente en mi ojete, que me chorreara hasta el clítoris, y acabé yo. Chorré flujo hasta abajo, me desvanecí, pero él tenía la pija dura, así que me acosté boca abajo, se puso en cuclillas en la camilla y, así hacia abajo, no dejó de violarme el orto.
Yo no entendía cómo la gente en la sala de espera no escuchaba todo el ruido que hacíamos.
Ya le pedía entre gemidos por favor que acabara, no podía más. Con una mano se agarró firme la pija desde la base; con la otra, me estiró el pelo como a un caballo, levantándome hasta el pecho de la fuerza y, fuerte, fuerte, me terminó de coger. Me llenó toda de leche hirviendo, pesada, densa, de la calentura.

Y fue ahí cuando le dije: "¿Está bien la pierna así?". Yo recién entraba al cuarto, apenas me bajé donde me tenía que dar la inyección y, en un segundo, estaba afuera porque estoy casada, te amo, soy completamente fiel y el señor solo tuvo mi culo en su imaginación. ❤️ Pero me dejó rengueando igual, jajajaja.
De haber sido vos el farmacéutico, que hubieras hecho? Te leemos en los comentarios...
Y ahora, sí, ahora te cuente lo que pasó hoy en la farmacia, porque sé que te lo mereces...
Hagamos de cuenta que me bajé la calza por ambas nalgas hasta abajo de la colita y el tipo se quedó con una calentura, porque antes de que entrara me vio unas semejantes gomas debajo del bucito y se imaginó lo que podría disfrutarlas. Yo creo que me vio entrar con esta delantera y que, después, cuando me bajé la calza, con mi carita de que no mato ni una mosca, pensó que quería pija.
Ahí, en el cuartito, me agaché, me di vuelta, entangadísima, y le empecé a chupar la pija. Sin decir ni una palabra. Y cuando estaba por acabarme, me dio vuelta, me puso sobre la camilla de pecho y, con el tarro de vaselina que hay en todas las farmacias, de una y sin permiso, me la enterró hasta el fondo del culito mientras me tapaba la boca con los guantes de látex. Con una mano me subió la remera, metió la mano debajo del corpiño y empezó a sacudirme las tetas. Me seguía tapando la boca, me entraba por atrás sin miedo y, como ya me había relajado por la inyección, no me tuvo que tapar más la boca.
Me agarró fuerte de la cintura, subió una rodilla a la camilla para que se me abriera un poco más la cola y, al mismo tiempo, le apreté la cabeza de la pija. Y pija, pija, pija... Se me mojó toda la concha terriblemente. Metí mi mano, porque si total ya me había cogido todo el culo, me empecé a frotar el clítoris y lo tenía todo hinchado. El culo me dolía, pero me gustaba demasiado. Me puso más vaselina y me dio más fuerte. Parecía que nunca había cogido en su vida. Tenía toda la leche ahí guardada por explotar.
Me seguí tocando; con una mano me metía los dedos en la vagina y sentía adentro el borde de la pija entrando y saliendo de mi culo. Subí yo la otra rodilla a la camilla, así mi culito se iba un poco para abajo y le quedó perfecto para seguir bombeando. Una mano en mi vagina, con la otra me tocaba fuerte el clítoris, me dio unos nalgazos en la conchita y subimos el movimiento cada vez más rápido, más profundo. Me estaba partiendo al medio, mi culo ya estaba hinchado, rojo, muerto de excitación. Quería la leche caliente en mi ojete, que me chorreara hasta el clítoris, y acabé yo. Chorré flujo hasta abajo, me desvanecí, pero él tenía la pija dura, así que me acosté boca abajo, se puso en cuclillas en la camilla y, así hacia abajo, no dejó de violarme el orto.
Yo no entendía cómo la gente en la sala de espera no escuchaba todo el ruido que hacíamos.
Ya le pedía entre gemidos por favor que acabara, no podía más. Con una mano se agarró firme la pija desde la base; con la otra, me estiró el pelo como a un caballo, levantándome hasta el pecho de la fuerza y, fuerte, fuerte, me terminó de coger. Me llenó toda de leche hirviendo, pesada, densa, de la calentura.

Y fue ahí cuando le dije: "¿Está bien la pierna así?". Yo recién entraba al cuarto, apenas me bajé donde me tenía que dar la inyección y, en un segundo, estaba afuera porque estoy casada, te amo, soy completamente fiel y el señor solo tuvo mi culo en su imaginación. ❤️ Pero me dejó rengueando igual, jajajaja.
De haber sido vos el farmacéutico, que hubieras hecho? Te leemos en los comentarios...
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