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Mis Hijastros 4

Capitulo 4: la primera mamada

Después de que Iker y Mateo se fueran, me acosté junto a la piscina boca abajo, relajándome y disfrutando del cálido sol en mi cuerpo curvilíneo. Cada rayo parecía acariciar mi piel con una intención lasciva, preparándome para lo que vendría. No podía esperar a que mis hijos regresaran y me vieran en topless. Cada minuto que pasaba avivaba mi deseo de provocarlos, de ponerles la polla dura, de volverlos locos de lujuria. Quería ser el centro de sus fantasías más ardientes, la obsesión que dominara sus pensamientos.

Después de lo que pareció una eternidad de anticipación, pero que en realidad fue apenas una hora, oí el sonido inconfundible de la puerta del garaje cerrándose. Mi corazón dio un vuelco. Estaban en casa. Siguiendo mi plan, ya había abierto por completo las ventanas y persianas de la sala, que daban a la piscina con una vista perfecta. Me aseguré de estar tumbada en una posición que ofreciera una visión clara y tentadora de mi cuerpo, ahora boca arriba, con los pechos al descubierto, gloriosamente expuestos al sol y, esperaba, a sus ojos hambrientos.


Mis Hijastros 4

Los escuché ahí dentro, deteniéndose en seco, sentí sus miradas clavadas en mí a través del cristal. Los visualicé con las pollas duras como piedras al instante, palpando incómodamente contra sus pantalones cortos al ver a su madre casi completamente desnuda. Hice como si no me diera cuenta, manteniendo una expresión serena, pero mis oídos estaban afinados para captar cualquier sonido.

No tardé en oír susurros ahogados que llegaban desde la sala.

—¡Mierda, mira, está en topless! —era la voz de Iker, cargada de una excitación que apenas podía contener.

—Sí, pero está boca arriba. ¿Crees que está dormida? —respondió Mateo, con un hilo de voz—. Espero que se dé la vuelta; quiero verle las tetas a mamá.

—No me digas. ¿Viste lo grandes que eran? Y sus pezones se le salían del bikini —añadió Iker, con un tono de admiración obscena.

—Pensé que me correría en mis pantalones cortos cuando la vi con ese bikini. Hombre, lo que haría por chuparle las tetas a mamá —confesó Mateo, y sus palabras, tan crudas y llenas de deseo, hicieron que un escalofrío de placer me recorriera la espina dorsal.

Mi mirada estaba vuelta hacia otro lado, pero una sonrisa de triunfo se dibujó en mis labios. Era el momento de darles un verdadero capricho, de superar sus expectativas. Me di la vuelta con una lentitud exagerada, como un gato perezoso, y levanté los brazos por encima de la cabeza en un arco sensual, ofreciéndoles una vista perfecta y despejada de mis pechos en topless. Los globos pálidos de mis senos, con sus pezones grandes y erectos, ahora apuntaban directamente hacia el cielo, y hacia ellos. Fingí un estiramiento profundo, arqueando la espalda para realzar aún más la curva de mi cintura y la prominencia de mis pechos, antes de acomodarme boca arriba, con los brazos todavía extendidos, en una pose de abandono y total exposición.

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El jadeo ahogado que llegó desde la ventana fue música para mis oídos.

—¡Míralos, carajo! —susurró Iker, con la voz ronca.

—¡Mierda! ¿Ves lo grandes que son los pezones de mamá? —añadió Mateo, su tono era una mezcla de incredulidad y lujuria pura.

—Joder, se me sale la polla de los pantalones cortos —oyó Iker, con un gruñido de frustración—. Voy a tener que sentarme y pajearme en el sofá.

—Quiero follar las tetas de mamá y correrme sobre ellas —respondió Mateo, con una crudeza que me hizo mojar al instante.

Sonreí interiormente, saboreando cada palabra. Había logrado mi objetivo y más. Pero era hora de subir la apuesta de otra manera. No podía dejarles saber que los había escuchado, al menos no todavía. Con movimientos deliberadamente lentos, tomé la parte de arriba del bikini que estaba a mi lado y me la volví a poner, tomándome mi tiempo para ajustar las copas sobre mis pechos, asegurándome de que mis pezones aún se marcaran contra la tela. Les di la espalda mientras lo hacía, ofreciéndoles una última vista de mi espalda desnuda y la cinta del tanga cortando mis nalgas, fingiendo una ignorancia absoluta de su presencia.

Unos minutos después, justo cuando terminaba de atarme el bikini, sus voces me llamaron, intentando sonar normales pero fallando miserablemente.

—¡Oye, mamá, volvimos con los filetes!

Me volví hacia la casa y les sonreí, una sonrisa dulce e inocente que contrastaba brutalmente con la escena que acababan de presenciar y los deseos que ardían en sus mentes.

Cuando entré en la sala, la escena que se desarrolló ante mí superó incluso mis fantasías más húmedas. Iker y Mateo estaban sentados uno al lado del otro en el sofá grande con sus pantalones cortos bajados hasta los tobillos. Sus manos, jóvenes y ávidas, acariciaban con movimientos rápidos y urgentes sus pollas completamente erectas. El aire estaba cargado con el sonido de su respiración entrecortada y el tenue aroma a testosterona y deseo. Fingí una sorpresa que no sentía, cruzando los brazos bajo mis pechos para realzarlos.

—¡Caray, chicos! —exclamé, con una voz que pretendía ser de reproche pero que sonaba demasiado interesada—. ¿Siguen pensando en esa revista? ¡esa cosa los pone cachondos!

Iker no apartó la mirada de mí, sus ojos oscuros eran mezcla de desafío y adoración.

—¿Puedes culparnos, mamá? —dijo, su voz ronca—. Tienes unas tetas increíbles.

Una sonrisa juguetona se dibujó en mis labios mientras caminaba lentamente hacia ellos.

—Entonces, ¿se están imaginando a mí o a esa mujer de revista? —pregunté, deteniéndome justo frente a ellos.

Mateo se sonrojó intensamente, mirando hacia abajo, pero Iker, siempre el más osado, respondió con una valentía que me encendió.

—Ambos, mamá —confesó, y su crudeza fue un bálsamo para mi ego perverso.

Me reí, un sonido bajo y sensual, y me arrodillé en la alfombra, justo entre sus piernas abiertas. Me incliné hacia adelante, permitiendo deliberadamente que mis pechos se salieran parcialmente de la pequeña copa del bikini, mi piel pálida y mis pezones oscuros expuestos estaban a su vista hambrienta.

—¿Quieren que mamá les cuide esas vergas? —pregunté, mi voz un susurro cargado de intención lujuriosa.

Mateo asintió con entusiasmo casi infantil, su mano estaba aún acariciando su eje brillante y húmedo de líquido preseminal.

—Oh, sí, mamá —jadeó.

No esperé más. Extendí ambas manos, mis dedos delgados pero firmes cerrándose suavemente alrededor de sus duros y palpitantes miembros. La piel estaba increíblemente suave y caliente, y sentí el latido de su sangre bajo mis palmas.

—Mis amores —susurré, mirándolos a cada uno a los ojos—. Dejen que mami se encargue de estas pollas duras y bonitas.

Un ronroneo de lujuria pura vibró en mi pecho. Iker y Mateo suspiraron al unísono, una ola de placer que los recorrió al sentir mis manos reemplazar las suyas. Sus cabezas cayeron hacia atrás contra el respaldo del sofá, y sus ojos se cerraron por un momento, entregándose a la sensación.

Comencé a mover mis manos, estableciendo un ritmo lento pero firme, subiendo y bajando por sus longitudes. El sonido húmedo y bajo se mezcló con sus jadeos. Me incliné un poco más cerca, mi aliento rozando sus pieles.

—Mmm, qué rico se siente, mamá —gimió Iker, abriendo los ojos para mirar fijamente mi mano deslizándose sobre su miembro brillante.

—Oh, sí, mamá —añadió Mateo, con las mejillas sonrojadas de placer y vergüenza—. Tus pajas son lo mejor

Me reí, un sonido bajo y satisfecho que resonó en la habitación cargada de lujuria, y aceleré el ritmo de mis manos, mis dedos deslizándose con facilidad sobre la piel ya embadurnada de su propio fluido.
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—¿Es esto mejor que esa foto con la que se siguen masturbando? —pregunté, mi voz un hilo seductor.

Mis hijos asintieron con entusiasmo, sus cabezas moviéndose de manera espasmódica contra el respaldo del sofá.

—¡Oh, sí, mamá! —gimió Iker—. ¡Estás mucho más buena que en esa foto!

—Mucho más —jadeó Mateo, secundándolo.

Los miré a ambos, y una sonrisa maliciosa, cargada de poder y de un secreto a punto de ser revelado, se extendió en mis labios.

—¡Qué gracioso... —dije, alargando las palabras—, porque encontré esa maldita revista... y mi foto!

El efecto fue instantáneo y eléctrico. Iker y Mateo se quedaron paralizados. La excitación en sus rostros se congeló y fue reemplazada por una conmoción absoluta. Sus pollas, que momentos antes palpitaban en mis manos, parecieron perder un poco de su rigidez por el shock. Extendí mis manos y, con una rapidez sorprendente, les apreté los testículos con fuerza, no con la intención de lastimarlos seriamente, pero sí con la suficiente para causarles una punzada de dolor e incomodidad. Vi cómo el color desaparecía de sus rostros, dejándolos pálidos y con los ojos como platos.

—¡Pervertidos! —espeté, mi voz ahora fría y cortante—. Se han estado masturbando conmigo. ¿Pensaban en follarme a mí, a su madrastra?

El silencio fue sepulcral. No dijeron nada; solo me miraron, sus expresiones eran una máscara de dolor físico y un pánico creciente.

—¡Respóndanme, chicos! —exigí, apretando un poco más—. Fantaseaban con follarme, ¿no?

—Sí. Sí, mamá, ¡ay, nos estás haciendo daño! —casi gritó Iker, sus palabras era entrecortadas por la molestia.

Me giré hacia Mateo, cuya mirada suplicante se clavaba en mí.

—¿Y tú, Mateo? —pregunté con una severidad que no sentía, pero que disfrutaba interpretar.

—Sí, mamá. Oh, por favor, deja de apretarnos las pelotas —suplicó, con la voz temblorosa.

—Apuesto a que también pensaron en que les chupara la polla —dije, con desdén—. Conozco a chicos de su edad que quieren eso, carajo. Quieren que les chupe la polla, ¿verdad? —pregunté mientras, para enfatizar mis palabras, les apretaba los testículos con más fuerza, haciéndolos gemir de dolor.

—Pero mamá... —Iker intentó razonar, su voz quebrada—. Nos has estado haciendo pajas...

—¡Eso es una cosa! —corté, con un gruñido furioso que era mitad actuación, mitad lujuria—. Pero pensar en follar con tu madre y que ella te chupe la polla es otra. —Hice una pausa, dejando que el peso de mis palabras los aplastara—. Ambos fantaseaban con que les hiciera mamadas, ¿verdad?

Apreté más fuerte, y un sonido de genuino dolor escapó de Iker. Fue Mateo, con la voz baja y derrotada, quien respondió primero, admitiendo la verdad más profunda.

—Sí, mamá... —susurró, mirando al suelo—. Fantaseamos contigo chupándonos las pollas.

Giré mi mirada gélida hacia Iker.

—¿No es así, Iker? —le pregunté con severidad.

Iker me miró, completamente presa del pánico, atrapado entre el dolor físico y el miedo a mi reacción.

—¡SÍ! —explotó —. ¡Ay, sí, mamá, los dos queremos que nos chupes la verga!

Entonces, tan repentinamente como había comenzado, solté mi agarre. Me quedé allí, arrodillada entre ellos, mirando sus caras preocupadas, sus cuerpos tensos esperando un castigo. La tensión en la habitación era tan densa que se podía cortar. Y entonces, rompí el hechizo.

—Bueno... —dije, y mi voz recuperó de repente su tono juguetón y lascivo, una sonrisa pícara iluminando mi rostro—. Entonces supongo que eso es lo que voy a hacer, mis amores.

La confusión y el alivio se mezclaron en sus expresiones. Sin darles tiempo a reaccionar, me incliné hacia adelante. Mis labios se encontraron con la punta del glande hinchado y brillante de Iker. Mis ojos, llenos de una malicia divertida, se clavaron en los suyos, que estaban abiertos por completo por el asombro. Luego, sin romper el contacto visual, deslicé mi boca hacia abajo, tomando la primera mitad de su gruesa polla en mi boca.

Un gemido cargado de incredulidad y placer absoluto, escapó de los labios de Iker. A mi lado, en mi visión periférica, podía ver a Mateo observándome con los ojos como platos, su boca abierta, completamente incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. El sonido húmedo y suave de mi boca trabajando en la polla de su hermano llenó el silencio.
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—MmmH mmmmm mmmh mmm— gemí mientras movía la cabeza de arriba abajo sobre el brillante miembro de Iker. Mateo se lamió los labios con nerviosismo, con la mirada fija en mis labios deslizándose sobre la polla de su hermano. Iker gimió de placer, disfrutando de la increíble sensación de tener los labios y la lengua de su madre alrededor de su polla.

Recorrí con la lengua la punta de la polla de Iker; era tan grande que mis labios apenas podían bajar por ella. Su polla sabía salada, y estaba tan resbaladiza por el líquido preseminal asi que era fácil deslizar mis labios arriba y abajo. Me encantaba sentir su polla en mi boca, y me emocionaba la idea de chupársela. Sabía que mis hijos eran fruta prohibida, y el tabú de hacerles una mamada me volvía loca. Me imagino lo feliz que debió estar Iker al ver la cabeza de su madre subir y bajar sobre su polla dura y húmeda. Empezó a pasar los dedos por mi pelo largo. 

—Oh, sí, mamá. ¡Chúpala! Chúpame la polla. Mírame, mamá. Quiero ver mi polla entrando y saliendo de tu boca mojada—

Doblé su miembro de acero y miré a mi hijo a los ojos. Seguí metiéndole la polla en la boca tan rápido como pude, chupándola con fuerza. —¡Mierda! ¡Chápamela mierda! ¡Sí, eres la mejor chupando vergas!— gimió Iker mientras seguía dándole placer.

Miré a Mateo; su pene rezumaba un montón de líquido preseminal. Al sacar el pene de Iker de mi boca, un largo hilo de saliva y líquido preseminal pasó de mi lengua a la punta de su pene rojo y duro. Miré a Mateo, sonriendo. 

—Mmm, mi amor, la polla de tu hermano sabe tan bien; no puedo esperar a probar la tuya— Me moví entre sus piernas; mi hijo menor sonrió y me observó mientras tomaba su polla en mi boca, ansioso por probar su verga

Años de mamadas me habían enseñado a manejar pollas tan gruesas como las de Iker y Mateo, así que la de Mateo encajó a la perfección en mi boca y garganta. Subí y bajé por su polla, metiéndola más profundamente en mi boca. Su sabor salado era tan delicioso que no podía esperar a que se corriera en mi boca.

Mateo se retorció como nunca había visto a un hombre. —¡Mierda, mamá! ¡Qué bien se siente! ¡No pares... joder, no pares, mamá! ¡Lame mi verga!—

Iker me observó con asombro e incredulidad mientras le hacía a su hermano una mamada húmeda, apasionada y descuidada. Moví la cabeza de arriba abajo sobre la polla de Mateo, con la mirada fija en Iker. Iker sonrió al verme y dijo: 

—¡Mira a mamá! Te dije que era una putita—

Dejé de lamer la polla de Mateo. 

—Así que crees que soy una puta?... tu pequeña puta. Sonreí y comencé a lamer la polla de Mateo como un cono de helado, dándole a Iker una mirada realmente pervertida.

—Oh, sí, mamá, eres una maldita puta— respondió Iker sonriendo, —Y te encanta, ¿verdad? Te encanta chuparle la polla a tu hijo—

Me reí complacida y me moví hacia atrás entre las piernas de Mateo, tomando su polla en mi boca, 

—Mmm, si mi amor, sigue hablándome sucio. Soy tu madre puta y chupadora de vergas—

Metí la polla de Mateo en la boca y empecé a chuparla como si no hubiera un mañana. Mi coño estaba empapado; nunca había experimentado una lujuria tan pura como la que sentía en ese momento. Mateo puso sus manos sobre mi cabeza, usándola como su juguete sexual. Unos minutos después, mi boca soltó su polla y volví a la de mi otro hijo. Le di una buena reprimenda con la lengua, y él respondió de la misma manera. Recorrí su miembro con mis labios; cuando llegué a la punta, ordeñé el líquido preseminal de Iker y lo dejé cubrir mis labios.

—¡Chúpala, mamá! ¡Chúpala! Oh, mierda... oh, mierda, mamá... Ver tus labios en mi polla es mejor de lo que jamás imaginé—

Le agarré la polla por la base; saqué la lengua y le di un golpecito, dejando que un poco de su fluido me salpicara la lengua. 

—¿Les gusta que su madre zorra les chupe las pollas duras y húmedas?—

Ambos dijeron que sí con un tono muy lujurioso. Durante los siguientes minutos, estuve alternando entre las pollas de mis hijos, chupando a uno mientras masturbaba al otro.

Sentí que la polla de Mateo se endurecía aún más; sabía que estaba a punto de correrse. Cada vez salía más líquido preseminal de la cabeza. Con la mano libre, me llevé el pelo hacia el otro lado para que Iker pudiera verme chupándole la polla a su hermano

—¡Ay, sí, mamá, estás buenísima! Eres la madre más cachonda y zorra— Lentamente, saqué la polla de mi hijo de mi boca; mis labios húmedos estaban cubiertos de su delicioso líquido preseminal.

Mateo dejó una buena capa de su fluido en mi lengua. Pasé la lengua rápidamente por la punta de su preciosa polla roja antes de volver a la de Iker. Subí y bajé por su polla, llenándola hasta el fondo de su enorme, gordo y jugoso miembro. Gimió de placer al ver a su madre llenándosela hasta el fondo. Me encantó; me sentí como la mejor madre del mundo.

Lamí la verga de Mateo, desde la base de su pene lentamente hasta la punta de su pene rojo y duro como una piedra. Rodeé su punta con la lengua y luego recorrí su pene con los labios de arriba abajo.

—¡Joder, mamá! Se siente tan bien. ¡Chúpame la polla, por favor!... ¡Mamá, chúpala, por favor! —gimió Mateo mientras rodeaba su miembro húmedo con mis labios, deslizándolo lentamente de arriba abajo.

Devoré la polla de mi hijo, deslizándola hasta el fondo de mi garganta. Mateo dejó escapar un gemido muy fuerte. Puso sus manos en mi nuca y las dejó ahí, disfrutando viendo la cabeza de su madre subir y bajar sobre su miembro erecto. Noté que estaba a punto de correrse, así que solté la polla de Mateo para poder recorrer con ambas manos el cuerpo de mi hijo pequeño mientras se la chupaba.

—¡Ay, mamá! ¡Joder! Me voy a correr. Ya lo siento. No... no aguanto más, mamá. ¡Mamá... mamá! ¡Me voy a correr!— Me di cuenta de lo que mi hijo me pedía. Al repetirme una y otra vez que se iba a correr, me preguntaba si iba a dejar que me corriera en la boca, hambrienta, húmeda y caliente.

Lo miré a los ojos llenos de lujuria y asentí con la cabeza sobre la polla de Mateo. Claro que la quería en mi boca. Quería saborear su semen; quería sentir su pegajosa descarga en mi boca, en mi lengua y hasta el fondo de mi garganta. Seguí chupándole la polla, cada vez más fuerte. Lo miré a los ojos mientras me balanceaba sobre su miembro; la lujuria en sus ojos era casi la misma que yo sentía.

Iker finalmente gritó: —¡Hazlo Mateo! ¡Maldito semen en su boca! ¡Dáselo a mamá, dale tu semen! ¡Ella también te quiere!—

Saqué su polla de mi boca el tiempo suficiente para responder: —Adelante, mi amor, dale tu semen a mami— susurré seductoramente.

Mateo empezó a follarme la boca; empezó a subir las caderas con fuerza, su polla dura y hermosa me penetraba la boca como si fuera mi coño húmedo y estrecho. ¡Me encantó! Me encantó el deseo que estaba despertando en mis hijos; nunca antes había sentido este nivel de lujuria pura. Nunca me había sentido tan deseada por ningún hombre como en ese momento con mis hijos.

—¡Oh, sí, mamá, aquí se corre! Voy a correrme en tu boca. ¡Oh, joder... oh, sí...! ¡Me voy a correr!— En ese momento, con una embestida ascendente de su polla, Mateo envió una oleada enorme de semen caliente, espeso, pegajoso y salado que chorreó profundamente en mi boca. Su semen se sentía tan bien, chorreando por mi lengua y garganta.

Se dejó caer de nuevo en el sofá; yo seguía moviendo la cabeza de arriba abajo sobre su polla mientras su maravillosa polla me llenaba la boca. Empecé a tragar todo su semen, tan rápido como pude.

—¡Oh, joder!... ¡Oh, joder!... ¡Se lo esta tragando! ¡Iker, se está tragando mi semen! —gritó Mateo con lujuria y alegría.

Oí a Iker responder a mi lado: —¡Sabía que le encantaba el semen!— Estaba tan absorta en chupar y tragar el semen de Mateo que olvidé que mi otro hijo estaba de pie junto a mí.

Mateo seguía corriéndose sin parar; no me había dado cuenta de que lo ponía tan cachondo. De hecho, no podía tragarme todo su semen lo suficientemente rápido. El semen empezó a chorrear por las comisuras de mis labios, goteando por mi barbilla, cubriendo la polla de mi hijo con su espesa y rica descarga de semen. Cuando por fin paró, le pasé la lengua de arriba abajo, dejándole disfrutar no solo de la sensación, sino también de ver a su madre lamiendo cada gota de semen de su polla.

—Sí, mamá, lámelo. Lámeme todo el semen. Estás buenísima, eres una puta. ¡Me encanta! ¡Mierda, qué rico se siente! —gimió Mateo mientras yo seguía limpiándole la polla con la lengua.

Mientras limpiaba la polla de Mateo, me volví hacia Iker, que se acariciaba el miembro reluciente, con la mirada fija en mí. Su mano subía y bajaba por su miembro.

—¡Quédate de rodillas, mamá, justo donde pertenece una madre como tú! Ahora abre la boca y saca la lengua. Quiero ver mi semen entrando en tu boca caliente. ¡Voy a cubrirte la lengua con mi semen, mamá!—

Por supuesto, hice lo que mi hijo quería. Incliné la cabeza hacia atrás, abrí la boca y saqué la lengua hasta el fondo. Coloqué la lengua plana sobre el pene de Ike y le di varios golpes a su pene contra mi lengua. Todavía tenía algo del semen de su hermano en mi lengua y mis labios. Observé a mi hijo masturbándose como un adolescente salvaje y excitado.

—¡Ay, sí, mamá, aquí se corre! ¡Me voy a correr en tu boca, joder! —Noté que mi hijo doblaba un poco las rodillas, se le pusieron las piernas rígidas, me agarró el pelo rápidamente y empezó a acariciarse la polla con furia.

—¡Oh, sí, oh, joder, mamá, me voy a correr!— Con eso, su polla dura y bonita estalló. Mi hijo me echó sus dos primeros chorros de semen blanco, espeso, pegajoso y viscoso en la cara. Un chorro me dio en la frente y el siguiente me chorreó por la nariz y el labio superior. Luego se inclinó hacia delante, puso su polla justo encima de mi boca abierta y continuó masturbándose. Mi hijo me echó varios chorros de su delicioso semen directamente en la boca, por la garganta, justo donde lo quería.

—Sí, mamá, ¡tómalo! ¡Tómalo todo! ¡Trágalo! ¡Bebe mi maldito semen, mamá! —seguía gimiendo.

Empecé a tragar su delicioso semen. Mmm; ¡estaba tan caliente, salado, espeso y pegajoso, justo como me encanta! Iker volvió a colocar la cabeza de su pene en la punta de mi lengua y continuó acariciándolo, chorreando su espeso semen sobre mi lengua.
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—Sí, mamá, ¡tu lengua se ve deliciosa con mi maldito semen por todas partes! Te gusta el sabor del semen, ¿verdad?

Mantuve mi lengua afuera con su semen sobre ella, solo respondí, —¡Uh huh!—

—Eso pensé, mamá— Entonces Iker tomó su polla y, con la punta, embarro lentamente su semen sobre mi lengua, deslizándolo en mi boca. Parte del semen de mi hijo bajó por mi garganta, parte se derramó sobre mis labios, y la punta de su verga quedó cubierta con su espeso semen.

—Ahora envuelve tu polla con tus labios y chúpala, mamá. ¡Cómete mi semen y lámeme hasta dejarme limpio!— Envolví con fuerza la polla de mi hijo con mis labios. Primero tragué su semen, dejándolo disfrutar de la sensación de mi lengua empujándola hacia mi garganta y luego de mi garganta enviando su semen hacia abajo. Pasé mi lengua por toda la cabeza de la polla de Iker, recogiendo cada gota de su semen. Luego lo rematé deslizando su polla dentro y fuera de mi boca, chupándola con fuerza y ​​limpiando su polla, que estaba perdiendo algo de su dureza.

Cuando mi hijo Iker terminó de correrse en mi boca, prácticamente se desplomó sobre el sofá. Me puse de pie, limpiándome el semen restante de la cara y los labios y, por supuesto, tragándome hasta la última gota del semen de mi hijo. —Mis Amores... esa fue la primera mamada que tuvieron, ¿verdad?—

Mis dos hijos se miraron y respondieron que sí, nerviosos. Iker preguntó: —¿Cómo lo supiste, mamá?—

Sonreí, lamiéndome los labios. —Una madre sabe cuándo sus hijos no han tenido una mamada antes. Bueno, chicos, tienen una opción. pueden quedarse con esa foto mía y seguir masturbándose con ella. ¡O pueden devolverme mi maldita foto y les haré mamadas cuando quieran!—

Vi cómo se les salían los ojos de las órbitas mientras continuaba: —Sí, me oíste bien. Solo tienes que decirme que quieres que te chupe la polla o que te saque la leche y me arrodillaré y te la chuparé.— Entonces, mis hijos se vieron mutuamente sorprendidos. Claro que sabía lo que iban a decir mis hijos.

—¡Toma la foto, mamá! ¡Quiero que me chupes la verga! —dijo Iker con un tono lujurioso.

—¡En serio! Quiero que me chupes la polla y me dejes correrme en tu boca, mamá —añadió Mateo.

¡Genial, chicos! Esperaba que me devolvieran mi foto. Solté una risita. Empecé a salir de la habitación cuando mis hijos me preguntaron adónde iba.

—Oh, voy a subir a mi habitación. No sabía que hacerles una mamada a mis hijos me pondría el coño tan caliente. Voy a correrme hasta explotar. —Dejé a mis hijos sentados allí, atónitos por mi respuesta y subi a mi habitacion


La aventura continua, ¡no se pierdan los próximos capítulos! Si quieren más, chequen mi perfil donde hay otras historias esperándolos Dejen sus puntos, comentarios y compartan si quieren.

2 comentarios - Mis Hijastros 4

Destruccion2
Wow excelente parte espero subas más pronto muy rico la verdad