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Mi hotwife

Mmm, Lupita ya estaba sudando bajo la falda ceñida, esa de cuero negro que Tony le regaló para motivar la noche. Veintiséis años y se le salía el pecho por el escote cada vez que respiraba hondo… y respiraba hondo porque en la barra del club había visto al señor Vargas, cincuenta y tantos, bigote canoso y manos grandes como platos. Tony le apretó la cintura desde atrás, mordiéndole la oreja. Míralo, mi vida. Te va a abrir en dos. Lupita gimió bajito, sintió el latido de su clítoris contra la tela mojada. Quiere que lo invites, murmuró Tony, empujándola suave hacia la barra. Vargas levantó una ceja cuando ella se acercó; la falda subía sola al sentarse. Otra copa?, preguntó con voz de terciopelo viejo. Lupita asintió, cruzó las piernas despacio para que viera el borde de la media rasgada. Y tú qué, ¿vienes solo?, dijo, lamiéndose el labio sin disimular. Tony observaba desde la sombra, excitado de ver cómo ella se dejaba mirar. Cuando Lupita pasó una mano por el muslo del hombre, él se tensó; el cuero crujió. En el baño, susurró ella. Vargas se rio, la tomó de la mano y la levantó. Tony los siguió a distancia, palpitando bajo el pantalón. Dentro del cubículo olía a sexo barato y desinfectante. Lupita se arrodilló primero, desabrochando al desconocido con dientes y lengua. Joder, niña, qué boca, gruñó él. Tony entró sin pedir permiso, cerró con llave y se sacó la verga dura para que ella la chupara también. Dos pollas en la cara, una madura y venosa, la otra joven y tiesa; Lupita gemía ahogada, saliva por el mentón. Vargas la levantó, la apoyó contra la pared. Quiere que te folle, ¿verdad?, le dijo a Tony mientras le subía la falda. Tony asintió, besándole la boca mientras el otro metía dos dedos en ella. Lupita chilló cuando la penetró; era grande, lento, profundo, como si cada embestida le recordara quién mandaba. Tony se masturbaba viendo cómo le salía el coño alrededor del eje grisáceo. Ahora los dos, jadeó ella, temblando. Vargas se salió, Tony entró de golpe, mezclando jugos. Se turnaban, uno en la boca del otro, hasta que Lupita se corrió tan fuerte que le saltaron las rodillas. Tony se vino sobre su culo, Vargas dentro, llenándola hasta que goteó por los muslos. Salieron oliendo a semen y victoria. Lupita caminaba torpe, apoyada en Tony, con la falda pegada al trasero. ¿Vienes a casa?, le dijo al hombre mientras le mordía el cuello. Él sonrió: Si prometes que mañana tu marido me deje repetir. ¿Te gusta cómo los maduros los follan, verdad?

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