You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

¿Puedo hacerte una pregunta?




Post anterior
Post siguiente
Compendio II


🤤

Juro que casi se me cae la baba viendo a mi marido hacer sus flexiones.

¿Puedo hacerte una pregunta?

Se ve tan sexy y musculoso, y sus pequeños gruñidos y los graciosos ruidos que hacen sus brazos me excitan muchísimo.

“Marisol, ¿Puedo hacerte una pregunta?”, me preguntó una vez que este dios musculoso terminó su entrenamiento.

😂

No pude evitar reírme ante su cortesía.

Siempre ha sido muy respetuoso conmigo desde que empezamos a salir hace casi 12 años.

Sabe exactamente cómo excitarme con sus modales y su cuerpo sexy.

vaquerita

😍

Mientras él empezaba a enfriarse, me acerqué a él y lo abracé por detrás.

Su sudor empapó mi camiseta fina y el aroma de su duro trabajo mezclado con su olor corporal me hizo sudar las palmas de las manos.

🤤

Mis dedos recorrieron los valles entre sus abdominales mientras él respiraba con dificultad.

Y, por supuesto, sus ojos estaban fijos en mis pechos.

XD

Prácticamente reventaban contra esa tela de algodón húmeda.

Se dio la vuelta, todavía respirando con dificultad, y me atrajo hacia él.

juegos sexuales

😚

Nuestros labios se encontraron, calientes, urgentes, con sabor a sal y deseo.

Sus manos se deslizaron bajo mi camiseta, sus palmas ásperas rozando mis pezones, haciéndome jadear en su boca.

😫

Pero tenía mucha curiosidad por saber qué pensaba, así que tuve que detenerlo un momento.

“Claro, mi amor. Pregunta lo que quieras.” le dije, sintiendo ya cómo se me humedecía mi conchita por él.

😆

Él se rió suavemente y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano.

“Pongámonos cómodos.” dijo con ese tono amistoso que me vuelve loca.

Mi esposo me llevó a nuestra cama, donde el olorcito rico de nuestro detergente para la ropa (habíamos lavado la ropa el día anterior) se mezclaba con su aroma masculino a bosque.

😍

Mientras nos acomodábamos entre las frescas sábanas de algodón, observé la curva de sus anchos hombros.

🤤

Se volvió hacia mí y me apartó un mechón de pelo de la mejilla con los dedos.

matrimonio joven

“En nuestros doce increíbles años juntos... ¿Cuándo fue la mejor vez que hicimos el amor?” me preguntó con sus bonitos ojos de cachorro.

O.O

Parpadeé, sorprendida por la ternura de su voz, esa sinceridad que solo reservaba para mí.

Mi mente recorrió innumerables tardes sudorosas, noches intensas, sábados perezosos en los que su boca me complacía una y otra vez, momentos robados en la cocina, lejos de las miradas de nuestras hijas.

🤔

Entonces lo recordé todo: Chile.

Nuestras primeras vacaciones familiares con sus padres.

Sonreí, recorriendo con los dedos su clavícula.

“Ese sendero secreto cerca de la casa de playa de tus papás.” le susurré, con las mejillas enrojecidas por la calentura de recordarlo. “Cuando me inclinaste sobre esa valla... Dios, podía oír a la gente hablando más abajo en la colina, sin saber que estábamos follando.”

infidelidad consentida

Mis caderas se movieron involuntariamente contra el colchón, recordando el olor a tierra húmeda mezclado con pinos mientras su pene encontraba su lugar entre mis piernas, cómo su agarre en mis caderas había marcado mi piel.

😖

“Tu pene me estiraba tanto que me dolía, pero me encantó. Me encantaba temer que nos fueran a descubrir.” Su pulgar rozó mi labio inferior, silenciándome con un gemido grave.

“¿Cuánto?” me preguntó mi mejor amigo, acariciando mi pecho a través de mi camiseta húmeda.

😊

Esa presión ansiosa contra mi pezón me hizo arquearme.

“Dime lo mojada que te pusiste.” Me pidió con ese tono travieso.

😈

Sonreí, también excitada.

“Estaba empapada, mi amor. Dejaba marcas en mis muslos bajo esa falda corta.” Se me cortó la respiración cuando su pulgar giró con más fuerza. “¿Recuerdas cómo tuve que morderme la mano para no gritar?”

😏

Sus ojos se oscurecieron, sus pupilas comiéndose el verde avellano de mis ojitos de gatita.

“Cada precioso segundo.” Me dijo, viéndolo con su mente.

Sus dedos se deslizaron de nuevo bajo mi camiseta, encontrando mi pezón duro y dolorido.

😫

“Ahora te toca a ti, mi amor. ¿Cuándo fue tu mejor vez conmigo?” Le pregunté ya prendida.

Sus ojos se veían tan lindos, mirando hacia el pasado.

😍

“Cuando estábamos en Chile también.” dijo con la mirada perdida, como si lo estuviera viendo suceder ante sus propios ojos. “¿Recuerdas cuando te ayudaba a estudiar mientras hacíamos el amor? ¿Que tenía que darte una palmada en el trasero cuando acertabas una respuesta?”

😊

Mis mejillas ardieron al acordarse.

¿Puedo hacerte una pregunta?

“¡Ay, mi amor!” Le respondí súper caliente. “Mis exámenes de historia.”

Su pene latió bajo sus pantalones.

🤤

“¡Exacto!” me respondió mi esposo súper contento, pasando los dedos por el bulto de mi cadera, donde me había dejado una marca roja después de que acertara el lugar de nacimiento de Simón Bolívar.

“Me cabalgabas, desesperada, con los muslos temblando. Tu brillante mente se agitaba hasta que...” Me empezó a decir, perdido en sus recuerdos.

0.0

Sus ojitos lindos me miraron de nuevo en el presente.

“Hasta que deslizaba mi pulgar sobre este pequeño punto.” Acarició el algodón húmedo que cubría mi botoncito y mis caderas se separaron del colchón. “Entonces, recordabas todo: fechas, tratados... Tu voz se quebraba mientras te corrías.”

vaquerita

😊

Sonreía como un lobito malo.

“Pero tú no eras la única que estudiaba. Aprendí “exactamente” cómo desatar tu cuerpo.” Me dijo vanidoso.

😠

Eso fue muy injusto.

Él conoce los puntos correctos de mi cuerpo.

Además, parece un superhéroe y tiene algo enorme debajo de los pantalones.

😕

Mi respiración se aceleró cuando el pulgar de mi marido se demoró, provocándome a través de la fina tela que separaba nuestra piel.

“Por eso...” Le gemí, apretando sus bíceps con los dedos, alentándole a que siguiera. “...me terminé poniendo ese pequeño vibrador que me regalaste durante mis exámenes y mis clases. Cada pregunta me hacía mojarme más, recordando tus manos, tu voz interrogándome...”

😩 😖

Solo el recuerdo hizo que un calor húmedo se acumulara entre mis piernas y mis pezones se endurecieran contra su pecho.

XD

Mi esposo se rió despacito, con una risa grave y áspera que me hizo vibrar.

“En aquel entonces, estos ni siquiera eran montículos.” Me molestó, manoseándome los pechos.

😠

Hice un puchero, sintiendo esa vieja punzada al saber que a él le gustaban las chicas con pechos grandes.

Pero mi amor deslizó su palma por mi estómago, reclamando territorio.

😍

“En aquel entonces, nosotros practicábamos.” Me dijo con una vocecita tierna.

Sus dedos se engancharon en la cintura de mis calzoncitos.

“Ahora eres una obra maestra.” Su voz se volvió grave y lujuriosa.

😈

“Cuatro embarazos me dieron esto..." Me apretó la cadera, clavando el pulgar en la suave curva donde las estrías plateaban mi piel.

😕

“Muslos más fuertes por perseguir a nuestras hijas.” Su otra mano se deslizó más abajo, agarrando mi trasero con firmeza.

😫

“Y estas...”, gimió, amasando mis pechos que cedían y rebotaban. “...curvas ganadas por amantar bebés y montarme.”

Es tan cruel que me defendí apretándole el pene.

😤

juegos sexuales

“Bueno, tú siempre has tenido esa enorme verga entre las piernas...” le dije burlándome, dejándolo paralizado mientras le agarraba la punta. “Sinceramente, no puedo creer cómo lograste mantener tu virginidad hasta que nos acostamos, si tenías ese palo de carne gigante debajo de los pantalones...”

“Uhm, Marisol...” gimió bajo mis expertas manos.

😩 😲

“Tenías buena pinta. Eras inteligente y divertido. Y, sin embargo, te sentías atraído por mí, con mi pecho plano, mis ojos verdes y siendo más joven que tú. ¿Cómo lo explicas, señor marido?” le provoqué, apretándole con fuerza hasta que casi suplicó clemencia.

XO

Su gemido llenó la habitación, rico, primitivo, mientras mis dedos trazaban la protuberancia hinchada bajo los pantalones de su pijama.

“¡Tranquila!” susurró, empujando sus caderas contra mi palma. "Estabas... ardiente con esos pantalones ajustados. Y tus ojos..."

😊

Su mano se deslizó entre mis muslos, encontrándome ya húmeda.

“... me devoraban vivo cada clase.” me dijo con voz sedienta.

😩😫

Los dedos de mi mejor amigo se engancharon en la tela húmeda de mi calzoncito, moviéndolos lo suficiente como para exponer el calor húmedo que él ansiaba.

El aroma de mi excitación se mezcló con el sudor persistente de su entrenamiento, almizclado, primitivo, inundando mis fosas nasales mientras su pulgar presionaba con fuerza mi clítoris.

😩 😲

Jadeé, arqueándome sobre el colchón, con mis propias manos temblando mientras agarraba sus hombros.

Por el rabillo del ojo, vi la tienda de campaña en su pijama tensando el algodón, con un contorno inconfundiblemente grueso y urgente.

😋

El pulgar de mi esposito lindo dibujaba círculos sobre mi botoncito a través de la tela empapada, mientras su aliento irregular rozaba mi cuello.

“¿Sigues pensando que soy educado?” Me gruñó pervertido al oído, rozándome la oreja con los dientes.

😈

Sus dedos subieron más arriba, apartando mi faldita corta; ya no había delicadeza, solo un deseo salvaje.

Sus dedos se hundieron en mí, curvándose hacia arriba con precisión experta, y yo grité, clavándole las uñas en la espalda.

XO

Su piel sudorosa se unió a la mía; las sábanas frescas desaparecieron bajo nuestro calor.

Siempre me ha costado mucho contener los gemidos, y esta vez intentaba no despertar a nuestro pequeño Jacinto en su cuna.

😕

Pero no puedo evitar excitarme con mi marido.

Las sábanas se arrugaron bajo nosotros mientras los dedos del amor de mi vida se adentraban más, encontrando ese punto dulce que solo él conoce, el que hace que las estrellas exploten detrás de mis párpados.

😍

Me mordí la mano, ahogando el gemido que amenazaba con despertar a Jacinto en nuestra habitación.

El aroma de nuestro sudor mezclado, fuerte y animal, flotaba denso en el aire.

😵 😲

La respiración de mi esposo se cortó con mi cuello, su mano libre me agarraba la cadera con tanta fuerza que me dejaba moretones mientras me inmovilizaba contra el colchón.

“¡Silencio, ruiseñor!” me pidió con voz ronca, pero su propio control se estaba desvaneciendo: sentí el temblor de su brazo, el roce desesperado de su erección contra mi muslo a través del algodón húmedo.

😩😫

Sus dedos se retiraron lentamente, resbaladizos y brillantes a la tenue luz de la lámpara, y luego volvieron a presionar con firmeza contra mi botoncito.

“¿Recuerdas... lo estrecha que solías estar?” Su tacto me provocó una cálida sensación en la parte baja del vientre.

😱

“Ahora la puedo meter tan adentro...” Su lengua recorrió el contorno de mi cuello, prendiéndome como moto. “... como si te hubieras acostumbrado a mí.”

X.X

Tuve que morderme el labio. Ahora encajamos, pero es tan deliciosamente apretado. Puede que ya haya sido madre cuatro veces, pero les juro que mi marido me estira cada vez que está dentro de mí.

Me quitó el calzoncito debajo de mi camisón y lo tiró a un lado.

😮

El aire fresco rozó mi humedad, haciéndome estremecer, pero mi lindo esposito ya se estaba colocando entre mis muslos.

Sus pantalones de pijama se deslizaron lo suficiente como para liberar su grueso pene, enrojecida, venosa y tensa hacia mí.

🤤

La cabeza brillaba con líquido preseminal, reflejando la luz de la lámpara mientras yo la alcanzaba instintivamente.

La besé. Suavemente. Pero no puedo evitarlo. Su sabor me vuelve loca.

😘

matrimonio joven

El gemido de mi amor rompió el silencio, grave y primitivo, mientras yo recorría con la lengua su vena hinchada.

El líquido preseminal me untó los labios, salado y agridulce, haciéndome gemir contra él. Sabía a sudor y deseo, delicioso.

😋

Mis dedos se enredaron con los pelillos de su base mientras lo tomaba más adentro, saboreando la forma en que pulsaba contra mi lengua, caliente, urgente.

Los recuerdos me inundaron: el aire con aroma a pino de ese bosque, esa valla clavándose en mis caderas, su verga enorme estirándome hasta dejarme en carne viva.

infidelidad consentida

😫

El miedo a que nos descubrieran había sido electrizante entonces; ahora, la emoción era el suave ronquido de Jacintito que llegaba desde la cuna cercana.

Pero, aunque lo que más le gusta son mis mamadas, él me deseaba a mí.

😘

Nos besamos suavemente y pude sentir mi conchita palpitando de anticipación.

“¿Puedes... ponerte encima... como hacíamos antes?” me preguntó con ese tono dulce, bonito y educado que me derrite el corazón.

😍

Se me cortó la respiración cuando mi mejor amigo se da la vuelta y se tumba boca arriba, con su verga erguida y orgullosa contra su estómago, un pilar grueso y venoso que brilla con mi saliva.

¿Puedo hacerte una pregunta?

0.0

Los recuerdos me invaden: yo a horcajadas sobre él en nuestra pequeña y estrecha casa de Santiago, los libros de texto esparcidos por el suelo, mis muslos temblando mientras él me taladraba con preguntas de historia.

Esa mezcla de pánico y placer había sido embriagadora: su sonrisa de satisfacción cuando perdía la concentración, el fuerte golpe de su mano en mi trasero cuando finalmente grité «¡Caracas!» entre jadeos, al recordar por fin el lugar de nacimiento de Simón Bolívar.

😩

Estaba menos musculoso. Más joven. Pero seguía siendo guapo.

Me quité el camisón y él suspiró.

😳

Me reí. En aquella época, tenía el pecho plano. Pero el embarazo hizo maravillas en mí y finalmente conseguí los pechos que mi madre me debía.

Ahora, mis bellezas con forma de flan rebotaban libres, más pesadas, más llenas, mientras me sentaba a horcajadas sobre las caderas de mi amado esposo, con mi humedad ya cubriendo su miembro.

😤

Debajo de mí, sus músculos estaban más marcados que en sus días universitarios: años de flexiones y de perseguir a niños pequeños se reflejaban en los marcados relieves de su abdomen.

Su mirada se fijó en mis pechos mientras me bajaba sobre él, centímetro a centímetro, de forma agonizante.

😩 😖

vaquerita

Mis muslos se aferraron a sus caderas, ahora más fuertes por haber llevado bebés, mientras me hundía por completo, jadeando por el delicioso estiramiento.

Todavía me dolía, solo un poco, ese agudo ardor de estar llena más allá de mi capacidad, mezclado con el dulce dolor de la juventud recordada.

“Ahora... ¿Qué puedo preguntarte?”, dijo con una sonrisa burlona. “¿Debería preguntarte sobre la historia de América Latina? ¿O tal vez la de Australia? No, recuerdo que te costaba más la historia de Europa...”

😕

No era justo. Me llena tan bien y conoce mis puntos débiles mejor que nadie.

Mi conchita ya estaba mojada, sabiendo que él no se contenía. Anhelando esa repentina y refrescante palmada en mi nalga.

La gruesa protuberancia del pene de mi marido presionaba profundamente mientras yo me balanceaba hacia adelante, robándome el aliento, mientras sus palmas reclamaban mis pechos y sus ásperos pulgares rodeaban mis pezones.

😵

“¡Concéntrese, profesora!” Me pidió con voz cargada de lujuria. “¿Qué desencadenó la Revolución Francesa?”

Sí, está llegando a mi lugar especial en lo más profundo de mí y cree que lo voy a recordar rápidamente.

juegos sexuales

😑

Me balanceaba hacia adelante y hacia atrás, profundizando en mi mente, tratando de encontrar la respuesta, sintiendo tanto placer como frustración.

No me ayudaba abrir los ojos. Su constante sonrisa burlona me hacía reír y sentirlo aún más grande.

😩 😲

La fricción se intensificaba deliciosamente.

Esa familiar sensación de estiramiento en la que mi cuerpo cede, pero protesta cuando su pene alcanza ese punto profundo que me hace curvar los dedos de los pies.

El sudor rodaba por las sienes de mi esposo, que apretaba mis caderas mientras yo me frotaba contra él, con movimientos rápidos y urgentes.

😫 😖

matrimonio joven

Mientras Jacinto suspira en sueños, su mamá y su papá juegan a juegos pervertidos en la cama.

El aire fresco de la noche se deslizaba sobre mi piel enrojecida, pero el calor del amor de mi vida debajo de mí es como un horno, sus músculos tensos como resortes enrollados.

😩😫

“¡Concéntrate, Marisol! Versalles. El precio del pan. El Tercer Estado...” Me decía a mí misma.

“¡Diez segundos!” exige suavemente, empujando hacia arriba de una manera que me vuelve loca.

😵

Mis muslos temblaban mientras la sensación me inundaba: sus pulgares callosos acariciaban mis pezones, su pene me estira tan intensamente que veo estrellas.

XO

A lo lejos, percibo el aroma a lavanda de la ropa mezclado con sudor y sexo.

“¡Piensa, Marisol! La escasez de pan... “Que coman pasteles” dijo María Antonieta...” trataba de concentrarme.

😖😲

infidelidad consentida

Me frotaba contra él con más fuerza. Ahora entiendo por qué le gustaba tanto. Mi frustración me hizo apretarlo incluso más.

Él gimió, levantando las caderas del colchón para recibir mi embestida descendente.

😱

El golpe de la piel resonaba suavemente en el dormitorio a oscuras mientras mis pechos rebotaban sin sentido con cada movimiento.

Él vio que yo luchaba y me dio una pista:

“¿Cuándo dijo María Antonieta...?”

😵 😲

Sus palabras se convirtieron en un jadeo entrecortado cuando mis músculos internos se apretaron alrededor de él.

Lo cabalgué con más fuerza, la desesperación agudizando cada movimiento de mis caderas, frenética, hambrienta, como si el ritmo pudiera liberar la respuesta atrapada bajo capas de dulce tormento.

Jacinto se movió en su cuna, un suave gemido atravesó el aire húmedo.

😩 😖

Mi amor se quedó inmóvil debajo de mí, presionando con fuerza mi clítoris con el pulgar, una orden silenciosa de quietud, incluso cuando su verga palpitaba profundamente dentro de mí, exigiendo liberarse.

El sudor goteaba entre mis pechos, acumulándose en el hueco del esternón de mi esposo.

“El Día de la Bastilla…” casi le grité, pero la fecha se me escapó como el agua entre los dedos.

XO

¿Puedo hacerte una pregunta?

“1789.” susurró mi mejor amigo despacito contra mi clavícula, con los dientes rozando mi piel húmeda.

Levantó las caderas, en un lento y tortuoso movimiento que me dejó en carne viva.

“Julio... catorce.” Sentenció en un tono que casi me pareció cruel.

😕

Cada palabra aterrizó como una bofetada, no en mi trasero, sino en mi orgullo, y avivó el fuego en mi vientre.

Mis paredes internas se apretaron, ordeñándolo involuntariamente.

Sí. La toma de la Bastilla. Los disturbios por el pan.

Su sonrisa triunfante brilló satisfecha a la luz de la lámpara.

T.T

“¿Pero por qué?” insistió, con voz áspera, pero dándome otra oportunidad para alcanzar mi placer.

Lo sentía más grande.

Más grueso.

😩

Era como si me estuviera masturbando con él por frustración.

Sabía la respuesta.

😕

La había leído.

La había memorizado.

La había repetido una y otra vez.

😩 😲

Su verga me estaba destrozando. ¿Por qué no podía recordarla?

“Desigualdad económica...” jadeé, cabalgándolo con más fuerza, moviendo las caderas hacia abajo como si la fuerza bruta pudiera liberar la respuesta.

Los muelles de la cama crujían bajo nosotros, protestando por el ritmo.

Los dedos de mi esposo se clavaban en mis muslos, no para contenerme, sino para animarme, mientras el sudor resbalaba por donde la piel se encontraba con la piel.

😍

Sus ojos se clavaban en los míos, con las pupilas dilatadas por la lujuria.

Conocía esa mirada.

😊

Era la misma concentración depredadora de nuestras noches de estudio: la emoción de empujarme más allá de la razón.

“El clero...” mis palabras se disolvieron en un grito cuando él alcanzó ese punto dulce en lo más profundo, enviando sacudidas a través de mi columna vertebral. “... y la nobleza... exenciones fiscales...”

XO

Cada embestida dispersaba aún más mis pensamientos.

Debajo de mí, la sonrisa de mi marido se amplió, mostrando sus dientes blancos.

Le encantaba verme desmoronarme, la forma en que la desesperación me hacía apretarme alrededor de él como un guante: apretada, húmeda y temblorosa.

😫 😖

El olor a sexo era ahora intenso, mezclándose con el detergente de lavanda y el olorcito mentolado del talco para bebés que venía de la cuna de Jacinto.

Él se empujó hacia arriba, golpeándome con fuerza repentina.

“¿Quién sufrió?”, preguntó con voz grave y ronca, áspera por el esfuerzo.

Mis pechos rebotaron contra su pecho; el sudor goteaba sobre su clavícula mientras yo luchaba por respirar.

“Los campesinos... El Tercer Estado...”, jadeé en respuesta, moviendo las caderas en círculos frenéticos.

Su mano se deslizó entre nosotros, con el pulgar presionando con fuerza contra mi botoncito, frotando con círculos apretados y urgentes que nublaban mi visión.

Las estrellas estallaron detrás de mis párpados.

XO

“¡Correcto!” dijo alegremente y luego vino la palmada.

😩

“¡Ahh!” gemí, balanceándolo con más fuerza y corriéndome un poco.

Lo miré como una puta caliente.

😈

vaquerita

Quería que me volviera a preguntar.

Que lo intentara una y otra vez.

No me extraña que me gustara tanto estudiar con él.

😂

El agudo pinchazo floreció caliente en mi nalguita izquierda, un delicioso eco de nuestros días universitarios, cuando la palma de mi esposo aterrizó con firmeza en mi trasero.

El placer se disparó a través de mí, agudo e inmediato, fusionándose con el dulce dolor en lo más profundo de mi interior, donde él me estiraba sin piedad.

Mis caderas se movían salvajemente contra las suyas, llenando la silenciosa habitación con sonidos húmedos, solo interrumpidos por el suave suspiro de Jacinto desde su cuna.

Los dedos de mi marido se clavaron en mis caderas, guiando mi ritmo: círculos profundos y contundentes que arrastraban su pene contra ese punto sensible una y otra vez.

El sudor goteaba desde mis sienes sobre su pecho, mezclándose con la sal de su piel.

Lo sentí todo: la textura áspera de sus dedos agarrándome la carne, la gruesa plenitud que me estiraba, el pulso frenético entre mis piernas que gritaba por liberarse.

“Ahora” prosiguió mi esposo con voz ronca mientras su pulgar encontraba mi botoncito y lo presionaba con fuerza. “Describe el Congreso de Viena.”

😵 😲

Sus ojos eran dos pozos oscuros, fijos en mis pechos rebotantes, cuyas curvas, como de flan, brillaban con el sudor a la luz de la lámpara.

Jadeé, balanceándome más rápido, con la desesperación apretándome el estómago mientras la respuesta bailaba fuera de mi alcance.

“1814... Metternich... Equilibrio de poder...” partía yo otra vez.

x.x

Pero sus embestidas se volvieron urgentes, más profundas, robándome el aliento.

Nuestro aroma: olor a sexo, detergente de lavanda y el sudor persistente de mi mejor amigo tras su entrenamiento, me envolvió como una espesa niebla.

Sus dedos se apretaron sobre mis pezones, retorciéndolos lo suficiente como para hacerme gritar.

Sentí cómo se acumulaba mi orgasmo, como un resorte enrollado en mi interior.

Debajo de mí, los músculos de mi esposo se tensaron como piedra, su abdomen ondulando con cada embestida hacia arriba.

😖😲

Seguimos “estudiando” durante casi una hora.

Me corría cada vez que me daba una palmada.

juegos sexuales

Y solo fallé dos veces.

😤

Cuando alcanzó el orgasmo, me agarró la cintura con fuerza, empujó cada vez más profundo y me llenó hasta el borde con su cálido y precioso semen.

💦 💦 💦 💦

matrimonio joven

Estaba cansada, dolorida y sudorosa.

Y tenía a mi marido cuidando mis pezones como recompensa.

infidelidad consentida

Pero cuando la pudo sacar, nos besamos suavemente.

😘

Tenía los labios magullados. Los pezones hinchados y sensibles. El culo me ardía por las huellas de sus azotes.

Pero mi corazón estaba lleno.

😆

Su semen se derramó sobre las sábanas debajo de nosotros, espeso y cálido, pero ninguno de los dos se movió.

Jacinto dormía profundamente en su cuna, ajeno a todo.

“¡Gracias por ayudarme entonces!” le dije, con el corazón lleno de amor.

“De nada.” Respondió humilde, mirándome profundamente a los ojos. “Como siempre, eres la mejor.”

😤

Me besó suavemente, con ternura.

Fue un beso que celebraba nuestros doce años juntos, nuestros cuatro hijos y esta pasión salvaje que nunca se desvaneció.

Mi piel vibraba, todavía resonando por las marcas de las palmadas en mi trasero y el dulce dolor entre mis piernas.

El semen de mi marido estaba caliente y pegajoso en mis muslos, un desordenado recordatorio de lo mucho que me había llenado.

Me acurruqué contra su pecho, escuchando cómo se normalizaban sus latidos mientras sus dedos me hacía cariñitos en la espalda.

😍

Afuera, la brisa nocturna de Melbourne agitaba a Harold, nuestro cerezo, contra el viento, un sonido suave y rítmico que se mezclaba con los suspiros somnolientos de Jacinto.

Y con el amor de mi vida todavía abrazándome, nos quedamos dormidos.

😉


Post siguiente


0 comentarios - ¿Puedo hacerte una pregunta?