You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi tía Rosa Se Volvió Mí Mujer

Me llamo Luis y tengo 31 años. Vivo solo en Ciudad de México, compartiendo una posada con un Amigo, pero desde hace meses no consigo trabajo. A las 5:30 de la mañana salí como siempre a buscar Trabajo, Y nada, ninguna chamba disponible. Por la tarde, exhausto, me senté en un banco de un parque para descansar. El hambre me devoraba; no había desayunado ni almorzado, y mi estómago rugía. A lo lejos, vi a una mujer de unos cincuenta y tantos años, con cabello negro corto salpicado de canas, unas tetas impresionante que tensaba su blusa negra, sentada leyendo un libro. Me acerqué y la reconocí: era mi tía Rosa, a quien no veía desde hacía años.
Mi tía Rosa Se Volvió Mí Mujer

—Hola, tía, buenas tardes. ¿Qué hace tan sola? (le dije, intentando sonar casual).
—No pues aquí leyendo un libro (respondió, levantando la vista con una sonrisa).
—¿Y tú, hijo? Hace tanto que no te veía. Te has convertido en todo un hombre Luisito (su mirada se volvió seductora, recorriéndome de arriba abajo con un brillo pícaro en los ojos).
—Y dime tú que andas haciendo por estos senderos.
—Buscando trabajo, pero no encuentro nada (y justo en ese momento, mi tripa gruñó, sentí el calor subir a mis mejillas por la vergüenza).
—Y ya comiste, Ja ja ja (se rió, con una carcajada cálida y juguetona, su voz era suave y fresona, como si disfrutara de mi incomodidad).
—No, no he comido... Pero ya veré qué encuentro por aquí (murmuré, evitando su mirada).
—Si quieres, vamos a mi casa y comes algo y quien sabe y hasta trabajo encuentres.
—No sería tanta molestia tía (repliqué, avergonzado).
—Para nada mi niño, ven conmigo al coche.
Accedí, y nos fuimos en su camioneta lujosa. Mi tía Rosa estaba forrada en dinero; toda su vida la había dedicado a trabajar, sin casarse ni tener hijos, acumulando una fortuna impresionante. Llegamos a su casa enorme, con dos piscina, un jardín amplio y exuberante. Me explicó que podía quedarme a vivir allí, siempre y cuando me encargara de la jardinería y otros quehaceres del hogar, ya que ella vivía sola y cada fin de semana le llegaban a trabajar personas que ella misma contrataba. Acepté de inmediato, le avisé a mi compa que me iba, recogí mis cosas y me instalé. Pasé cinco días trabajando duro, y el sábado por la mañana limpié y llené la piscina. Ella apareció con unos shorts negros ajustados y una blusa negra con mangas enrolladas; se veía preciosa, ver a mí tía con curvas que el tiempo había pulido a la perfección.
Sexo anal

Me dijo que me bañara con ella, que sábados y domingos eran para descansar, con una sonrisa invitadora.
Me quité la camisa y el pantalón, quedando solo en calzoncillos. Mi verga, de 16 centímetros flácida y 20 en erección, gruesa y venosa, formaba un bulto impresionante que no podía ocultar. Noté su nerviosismo: sus mejillas se sonrojaron (un rubor profundo que la hacía verse vulnerable y excitada), y su mirada se perdía en mi entrepierna, con los ojos vidriosos de deseo. Dentro de la piscina, jugamos, riendo con arrimones que enviaban chispas por mi piel, sus manos rozaban mi verga una y otra vez, fingiendo inocencia, hasta que salimos, nos secamos y nos cambiamos. Luego, fuimos a la cocina a tomar una cerveza. Ella se puso unos shorts de licra negros que moldeaban su enorme culo, y un sostén diminuto del mismo color que solo cubría sus pezones, dejando expuesto el resto de sus tetas masivas. Andaba descalza, con pies impecables, limpios y suaves, las plantas y talones de un rosado natural, su piel era tersa, como si el dinero hubiera comprado la eterna juventud. Mientras charlábamos, notó que mis ojos se desviaban a sus pies.
sexo oral
De repente me pidió que arreglara la bombilla de su lámpara de mesa en la habitación. Subimos las escaleras, y ella movía su gordo trasero con un vaivén sensual. Entramos a su cuarto; la lámpara no encendía porque el cable estaba semi cortado (muy raro jajaja). Lo arreglé con una cuchilla y cinta adhesiva.
Mientras tanto, mi tía se tumbó boca abajo en la cama, levantando los pies y moviéndolos juguetona de arriba abajo (el aire olía a su perfume floral muy duce).
—¿Y qué tal, hijo? ¿Qué te ha parecido vivir conmigo? (preguntó tras unos minutos de silencio).
—Pues me he divertido mucho. Ayer le mandé dinero a mi mamá, y la otra semana veré si compro ropa nueva para mí (Mí tía me pagaba 500 pesos al día; para mí, era una bendición).
—¿En serio? Yo podría pagarte más, si sigues portándote tan bien como lo has hecho hasta ahora. Solo tengo una regla jamás me vayas a querer robar.
—Sí, entiendo. Le prometo, tía, que haré bien cualquier cosa que me pida. Se lo juro por la virgencita que jamás le robaría. Ya que usted me ha dado un hogar, comida y muchas otras cosas.
—Eres tan lindo... ¿Por qué no viniste a mí antes? Creo que tenías 18 añitos la última vez que te ví en tu cantón. Pero... ¿En serio harías cualquier cosa por mí? (Lo dijo levantando una ceja y sentándose en la cama)
—Claro que sí. Incluso si se tratara de un secreto, me lo llevaría a la tumba.
Se levantó de la cama y se sentó a mi lado, colocando su mano en mi entrepierna, el calor de su palma se filtraba a través de la tela, haciendo que mi verga se endureciera lentamente.
—Mira hijo, jamás me quise casar. Siempre viví trabajando para tener lo que ves ahora. Tuve mis aventuras, pero los hombres no siempre me complacían. Ahora descanso, recibiendo ganancias de mis empresas, manejadas por gente de confianza. (Mientras acariciaba suavemente mi verga sobre mi shorts, sus dedos trazaban círculos lentos, enviando pulsos de placer que hacían que mi verga se pusiera muy dura).
—Tú dices que harías cualquier cosa por mí... Lo único que quiero es que no te separes de mí y me atiendas como si fueras mi novio. (Lo dijo sonriendo como si bromeara, pero sus ojos estan pegados a los míos ).
—Está bien, tía. Comprendo muy bien. No tengo compromiso con ninguna mujer, mucho menos con hijos.
Mi tía Rosa se colocó frente a mí y se arrodilló, desabrochando mi pantalón, solo nos mirábamos fijamente. Bajó mis shorts, liberando mi verga erecta, gruesa y venosa, palpitante.
—A simple vista imaginé que estabas bien dotado, hijo. (Dijo, sujetándo mi verga con ambas manos y deslizándolas de arriba abajo (sus palmas eran muy suaves).
—Vamos a probar... (Murmuró, lamiendo la punta donde brotaba líquido preseminal abundante, el saboreando el líquido salado en su lengua). —¡Mmmm... Sabe delicioso! Ahora mi niño, te toca darle de comer a tu tía que tiene mucha hambre (dijo, mientras se mordía el labio inferior sus mejillas estaban sonrojadas).
Metió la punta de su lengua en mi orificio urinario, seguida de lamidas circulares en la cabeza hinchada de mi verga, el calor húmedo de su boca me hacía jadear. Luego, la introdujo entera en su boca, caliente y resbaladiza, hasta el fondo de su garganta, gimiendo ahogadamente mientras la sacaba para lamer el tronco venoso hasta mis grandes huevos. Los chupó con avidez, succionando cada uno, sus gemidos vibraban contra mi piel, con su otra mano se masturbaba la panocha. Se puso de pie y se desnudó lentamente, revelando su cuerpo curvilíneo, tetas masivas con pezones erectos, y un panochón depilado, hinchado y reluciente de humedad.
—Ven, papito, que ahora te toca comer (Se mordía los labios).
Se sentó en la cama, levantando las piernas y sus hermosos pies, observando la panocha y un poco el ano, en su rostro una leve sonrisa con los ojos puestos en mí.
sexo vaginal
Me acerqué, olfateando la plantas de sus pies, olía a crema perfumada, vi como se le erizaba la piel con mi acción. Los chupé dedo por dedo, pasando la lengua por las plantas color rosa, suaves hasta los talones rosados, saboreando su suavidad, mí tía gemía bajito. Besé sus robustas piernas, lamiendo los muslos, chupando la piel sensible de allí. Finalmente, alcance su hinchada panocha: olía riquísimo, estaba empapada de lubricación que goteaba. Pasé la lengua por sus labios hinchados, tragando su humedad viscosa, como un perro sediento, lamiendo su clítoris puntiagudo, que latía bajo mi boca. Penetré su entrada vaginal con la lengua, profunda y rítmicamente.
relatos de incesto
Mientras introducía un dedo en su ano ya experimentado, entraba sin resistencia, lubricado por su propia excitación, mí tía gemía alto, mientras me follaba la boca con movimientos de sus caderas.
—Ya no aguanto bebé, hazme tuya por favor antes de que tenga un orgasmo. (Suplicó, su voz entrecortada su cuerpo temblando de urgencia).
Me levanté, mi verga palpitante y dura como acero. La penetré poco a poco, sintiendo cómo su vagina apretada me envolvía
—¡Ahhh! Me duele un poquito. (Gimió, con sus manos empujando mis piernas para alejarme un poquito). Agarré sus pies y los chupé de nuevo, lamiendo las plantas mientras empujaba lentamente, su vagina me apretaba en pulsos rítmicos, acelerando mi ritmo hasta embestir con fuerza.
—¡Ahhh!... ¡Así!... ¡Ahhh, qué rico!... Así, penetrame, soy tuya mi amor... Dame más duro. (Jadeaba, su voz entrecortada, pujando con los ojos cerrados, empezamos a sudar, el aroma a sexo llenando la habitación). Así estuve 20 minutos, luego cambiamos de posición: Mí tía Rosita me cabalgó, sus tetas rebotando 
—¡Ahhh, está bien grande! ¡Qué rico se siente! Mmm... (Gemía mientras yo chupaba sus pezones duros, apretando sus tetas masivas con mis manos). Cabalgaba rápido, acelerando hasta gritar.
—¡Ahhh!... (Se quedó mirando al techo mientras convulsionaba de éxtasis) un orgasmo fuerte con squirt caliente que empapó mi pubis resbalando por mis testículos.
Estaba cansada, pero no paré. La puse en cuatro, con piernas cerradas y culo levantado, exponiendo su enorme coño rosado e hinchado. La acerqué al borde de la cama, me paré en el suelo y froté la cabeza de mi verga de arriba abajo por su entrada resbaladiza, penetrándola lentamente mientras acariciaba y apretaba sus nalgotas blancas, ella pujaba con cada centímetro, mis testículos flácidos golpeando sus muslos con un sonido. Aceleré, observando cómo rebotaban sus nalgas con cada embestida profunda, me lamí el dedo medio y lo introduje en su culo, penetrando; luego agregué el índice, dos dedos dilatándola mientras gemía. Hasta que gritó en un segundo orgasmo: —¡Ahhh, me corro hijo! ¡Ay qué rico, me encanta así, mi niño!. (Su cuerpo temblando, se sentía muy cansada, y era obvio: llevábamos una hora follando, y a su edad el agotamiento llegaba rápido).
—Tía Rosa ¿Puedo correrme en su culo? Es que tengo mucha leche acumulada. (Desde el principio quería acabar, y ya me había aguantado mucho)
—Claro que sí mi niño. (Rió con voz satisfecha y dulce, abriéndose las nalgas con las manos).
—Ven, hijo, quiero sentir cómo me llenas de esa lechita caliente y espesa.
Su culo ya dilatado por mis dedos, pero siempre usé lubricante: unté mi verga y llené su agujero, viendo cómo lo tragaba ansiosamente. Posicioné la cabeza y de un empujón entró.
—¡Wow, se introdujo muy rápido la cabeza tía. Tiene un culo muy glotón. (Bromeé).
—Si supieras hijo, que mi culo es muy hambriento. (Rió, empujándose hacia atrás y tragando toda mi verga de golpe.
—¡Ahhh, qué apretado está tía, me ahorca muy rico!. (Gemí).
—Me duele un poco... Veo que no es lo mismo una verga normal de 15 centímetros que una de 20 y gruesa. (Dijo, frunciendo la cara con pujidos de dolor y morbo). Su ano me apretaba, enviando ondas de placer intensas. Aceleré, y no duré mucho pero no 15 minutos, ella sabía apretar perfectamente la cola. Me corrí con fuerza.
—Así, bebé, dale su lechita a tu tía Rosa, la mujer que más te ama. (Susurró, mientras apretaba cada vez más el culo). Disparé chorros de espeso semen, sintiéndome como si meara de placer, quedándome dentro unos minutos antes de sacar mi verga flácida, cubierta de mecos. Su ano era un agujero enorme, desfloronado y enrojecido.
Nos fuimos al baño; ella cagó toda mí leche, con pedos, mierda y semen cayendo en el WC.
Mi tía Rosa Se Volvió Mí Mujer
Me miró con una mirada lasciva y traviesa, lamiéndose los labios. Nos duchamos juntos, lavándonos mutuamente nuestros cuerpos desnudos, besos apasionados, mientras nos acariciamos bajo el agua caliente. Nos vestimos y salimos a cenar a un restaurante, bebiendo hasta emborracharnos, regresando para caldear de nuevo. Así me volví su amante, su marido, su juguete sexual. La verdad, me fue bien: me asignó un puesto en una de sus empresas, y cada vez que volvía del trabajo, la encontraba completamente desnuda, solo con un delantal de cocina, lista para más.

Espero que les guste mi relato, ya que recopilo historias de amigos, familiares e incluso mías para compartirlas con todos ustedes, las ilustraciones son generadas por Inteligencia Artificial. Muchos abrazos y besitos 😘

1 comentarios - Mi tía Rosa Se Volvió Mí Mujer