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Nosotros y mi compañero de colegio

Nosotros y mi compañero de colegio

Era un jueves por la tarde cuando recibí un mensaje inesperado en el grupo de WhatsApp de excompañeros de la secundaria: “Che, Marcelo, soy Juan, tu compañero de banco. Estoy en Buenos Aires por laburo, ¿nos juntamos a tomar una birra?”.
Me sorprendió, hacía 25 años que no veía a Juan, mi viejo compañero de locuras en el colegio. Le respondí rápido y arreglamos para encontrarnos en un bar del centro esa misma noche. Norma me vio emocionado: “Andá, amor… divertite recordando anécdotas”. Ella se quedó en casa, y yo salí curioso por ver cómo le había ido a Juan en la vida.
Llegué al bar y ahí estaba él, un poco más gordito, con canas en las sienes, pero con la misma sonrisa pícara de siempre. Nos abrazamos como si no hubiera pasado el tiempo: “¡Marcelo, boludo! Miráte, seguís igual”. Nos sentamos con unas pintas y empezamos a charlar. Le conté de mi carrera en ingeniería, el laburo estable en una empresa de software, la casa que compramos con Norma en el barrio. Él me habló de su vida: estudió administración, trabaja en ventas para una multinacional, viaja mucho. “Tengo dos pibes, de 15 y 12, unos genios”, dijo orgulloso. Yo le conté de nosotros: “Tenemos uno de 20, y vive solo, somos felices… Norma es lo mejor que me pasó”. Ahí me lancé: “Es hermosa, con muchas curvas, no sabés, tetas grandes y un culo perfecto… y le encanta el sexo, es insaciable”. Juan levantó las cejas: “¡Qué suerte la tuya, Marcelo! Felicidades, che… yo me separé hace un año de mi ex, y desde entonces, nada… a paja y agua”. Reímos fuerte, chocando los vasos.
Le pregunté por qué se había separado, y él se encogió de hombros: “Un día me dijo que no sentía lo mismo… no había pasión, complicidad… optamos por separarnos en buenos términos, por los chicos”. Yo asentí: “Entiendo… el secreto en mi pareja es justamente la complicidad. Norma y yo nos entendemos con una mirada, y eso mantiene el fuego”. Juan me miró curioso: “Contame más… ¿cómo hacen?”. En confidencia, bajando la voz, le dije: “Muchas veces ell se exhibe un poco… sale sin ropa interior a la calle, o hace topless en la playa, o le muestra el escote a algún mozo o vendedor… le pone picante a todo”. Juan se rió: “¡No jodas! ¿Y no te da celos?”. “Al principio sí, pero ahora me excita… es nuestro juego”.
Seguimos hablando de sexualidad, y yo me solté más: “A veces fantaseamos con un trío, a veces le saco fotos eróticas, miramos películas porno juntos, y tenemos una colección de dildos… jugamos imaginando que ella tiene varias pijas para satisfacerla, porque es insaciable”. Juan se acomodó el bulto en el pantalón, visiblemente excitado: “Boludo… no me cuentes más, que me pongo duro acá”. Pero luego con cara de incrédulo: “No te creo…siempre fuiste un exagerado, no existe una mujer así”. Yo, entre enojado y excitado por la idea que se me cruzó, le dije: “Te equivocás, Juan… existe, y es la mía”. Él replicó: “Ver para creer, che”. Me picó el orgullo, pero también la lujuria: imaginaba a Norma exhibiéndose para él, mi complicidad con ella haciendo todo más caliente. “Bueno…se hizo tarde, ¿venís a casa a seguir la charla? De paso conocés a Norma”. Juan aceptó rápido: “Dale, vamos”.
Llegamos al departamento, pero Norma no estaba. Había una nota en la mesa: “Amor, salí de compras rápidas. Vuelvo en un rato con una sorpresa. Besos”. Juan leyó por encima: “Qué pena… me quedé con ganas de conocer a esa diosa”. Nos sentamos en el living con unas birras del freezer, y él insistió: “Ya que estamos solos, mostrame esas fotos eróticas que le sacaste… dale, por los viejos tiempos”. Yo dudé: “Ni loco, Juan…son privadas”. Pero él empujó: “Por favor…así tengo algo para recordar cuando me pajeé esta noche pensando en ella”. Reímos, y eso me convenció: me excitó imaginarlo pajeándose por Norma, mi mujer. “Está bien… pero no se lo digas a nadie”. Saqué un pendrive y lo puse en la tele, pasando las fotos en loop.
Empezaron las imágenes: Norma en bikini posando con cara de inocente, un dedo en la boca, tetas desbordando el top, culo redondo marcado. “Boludo… qué mujer”, murmuró Juan. Otra vestida con uniforme de sirvienta sexi, falda corta mostrando piernas, escote profundo. “Mirá esa… lista para servir”, dijo él, tocándose el bulto. Luego de enfermera sexi, estetoscopio entre las tetas: “Me curaría cualquier cosa”. De policía, con esposas y gorra, pose dominante. De colegiala, falda a cuadros, blusa abierta mostrando corpiño. Cada una más caliente que la anterior. Luego en la playa, bikinis pequeñas, y la última en topless, tetas al aire, pezones duros al sol. Juan no aguantó: se sacó la pija afuera, dura y venosa, y se empezó a pajear despacio. “Te molesta?”, preguntó. Yo me sorprendí, pero respondí: “No, de hecho me excita… seguí”.
En ese momento, se abrió la puerta: Norma entró con bolsas de compras, viéndonos. “¡Marcelo! ¿Qué pasa acá?”. Yo me puse rojo, apagué la tele rápido: “Amor… es Juan, mi viejo compañero… le estaba mostrando fotos… perdón”. Ella me mió, luego a Juan con la pija afuera, y reprochó: “¡Boludo! Traés a un amigo pajero a casa… y encima con mis fotos”. Traté de explicar lo inexplicable, yo pidiendo perdón, ella muy enojada pero con un brillo que nunca había visto en sus ojos, Juan guardando la pija avergonzado. Tras minutos de tensión, Norma me miró, me guiñó un ojo, suspiró y dijo: “Bueno… si traés a un pajero y te gusta que se pajeen por mí, les voy a dar el gusto a los dos”. Puso música erótica en el equipo, se ubicó delante de la tele, y volvió a poner las fotos en loop detrás. Comenzó un striptease lento y sensual: moviendo caderas, desabrochando botones del vestido, dejando caer la tela despacio, exponiendo su corpiño y tanga a juego.
“Miren, chicos… pajeénse para mí”, dijo mirándonos a los ojos. Juan sacó su pija otra vez, pajeándose: “Norma… sos una diosa”. Yo hice lo mismo: “Amor… me excitas tanto”. Ella se sacó el corpiño, sus tetas grandes rebotaron libres, los pezones duros cortaron el aire a su alrededor. “Les gustan mis tetas? Son grandes no?”. Bajó la tanga, mostrando concha depilada. “Y mi concha… mojada por verlos pajeándose”. Se sacó todo, desnuda, girando para mostrar culo perfecto. Luego, sacó de una bolsa un dildo nuevo, realístico, grande y venoso: “Miren qué compré, era tu sorpresa amor… lo pajeo así? despacio… arriba y abajo… como ustedes con sus pijas”. Lo acercó a su boca: “Mmm… lo meto en la boca… glug…glug…imaginando que es la de uno de ustedes”. Lo pasó por sus pezones: “Ahora juego un poco, los endurezco… ay, qué rico”. Lo puso entre sus tetas: “Aprieto fuerte… muevo las tetas envolviéndolo… como una turca, me gust hacer turcas y que me acabes en la boca amor”. Finalmente, se sentó en el sofá, abrió piernas y lo metió en su concha: “Entrá despacio… ay, me abre toda, es grande, pero me gustan más los de verdad…dejaré que me cojan hoy? No sé, a vos que te parece amor mío, se lo merecen?” Me decía mirándome a los ojos.
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Juan la piropeaba: “Marcelo, qué suerte tenés… tu mujer es una bomba… tetas perfectas, culo de diosa… me pajearé pensando en ella toda la semana”. Norma, gimiendo con el dildo adentro: “Si mi marido quiere, te doy una mano… ¿verdad, amor?”. Yo asentí, excitado pero todavía con alguna duda: “Sí, amor… ayudalo”. Todo se estaba saliendo de control y el miedo a lo desconocido y al abismo de lo prohibido me tentaba más que mis propios celos.
Ella se acercó a Juan, tomó su pija lentamente, su mano alcanzaba Justo a rodearla: “Qué grande… la pajeo despacio… arriba y abajo… sentila latiendo, no acabes todavía…”. Dobló la cintura sin doblar rodillas, sus tetas bamboleando con el ritmo de la paja eran una delicia. Yo me paré atrás, saqué apunté mi pija a su conchita y la metí de un saque: “Amor…como te gusta que te coja fuerte… sentime todo dentro tuyo, embistiendo, sentí mis huevos contra tu clítoris…”. Ella gemía: “Ay, si Marce… con por la concha mientras pajeo esta pija… qué dura te puso la verga ver cómo toco al amigo… sí, así, acaboooo…”. Dijo temblando.
Acabó fuerte, y luego agachó más la cabeza y para mi sorpresa empezó a chupar la pija de Juan con la mía dentro de ella aún : “Metela en mi boca… glug… Mirá como me entra toda amor, toda…glug…glug… ay, qué rica”. Mirándome: “Amor… ¿me dejás cogérmelo? Estoy muy caliente…”. Ya el abismo había sido sobrepasado, estaba jugado. Asentí: “Sí, amor… montalo”. Se montó sobre Juan en el sofá, guiando su pija a su concha: “Entrá… ay, qué grande… me abrís toda hijo de puta…ah…no termina màs de entrar…ahh te gusta como me muevo Juan? Querés más fuerte? Querés que sea salvaje?”. Rebotaba, sus tetas bamboleandoeran hipnóticas: “Cogeme bien la concha… sí, pibe… qué gruesa la tenés!!!”. Yo aproveché, lubriqué mi pija con saliva y poco a poco la metí en su culo: “Amor… te enculo a la vez… sentime por atrás”. Empujamos los dos : “¡Ay! Me están partiendo entre los dos… cójanmelo a la vez… la tiene más grande que lo que me parecía…alcazame el dildo,” me dijo, se lo dí y lo metió en su boca mientras la cogíamos: “Sí acabo de nuevo....glug…glug…3 vergas para mí, como siempre soñé…sí!!! Llego de nuevo, sí…glug…una en la concha, otra en el culo y está en la boca… ay, sí… otro orgasmo… “ Temblando toda acababa innumerables veces.
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Cambiamos posiciones: Norma en cuatro en el piso, yo en su concha: “Metela en mi concha, amor… cogeme fuerte… ay, qué profunda”. Juan en su boca: “Chupame, Norma… traga mi pija… sí, lameme las bolas”. Ella: “Glug…cogeme la boca mientras Marcelo me rompe la concha… me encanta… ay, me vengo de nuevo”. Luego, Juan en su culo, yo en su concha: “Doble otra vez… ay, me abren toda… cójanmelo a la vez… sí, partanme entre los dos… oh, que orgasmo brutal”.
Una en la boca y otra en el culo: Norma de rodillas, chupándome: “Metela en mi boca, amor… glug… cogeme la garganta”. Juan atrás en su culo: “Entrá en mi culo, Juan… ay, qué gruesa… rompeme el orto… sí, me duele pero es tan rico”. Mirándome: “Glug… chupo tu pija mientras me enculan… me encanta ser su puta…a vos te gusta?… ay, vengo temblando”.
Luego nos dijo: quiero ambas en la boca: “Metan las dos… glug… que placer chuparlas juntas… ay, qué grandes… las trago alternadas… mmm, tienen sabor a mí”.
No aguantamos mucho eso, sentir su lengua recorriendo los glandes, estos rozándose entre sí fuera y dentro de su boca y ella, su cara de placer y de puta, de mi puta personal era muy excitante.: “Acabo” dije, “Yo también “ dijo Juan y nos corrimos sobre sus hermosa tetas: Norma arrodillada: “Terminen en mis tetas grandes… cubranme”. Chorros pegajosos de leche salpicándola : “Ay, qué rica… semen por mis tetas… mmm, les salió tanto… se ve que hacía mucho que no estabas con una mujer Juan”
Juntó lo que pudo con los dedos y se los llevó a la boca: “Ahora bésenme” dijo, primero fui yo compartiendo la leche y después le tocó a Juan, a quien además le ordenó que lamiera sus tetas hasta dejarla limpia.
Juan se fue exhausto: “Gracias… inolvidable”. Norma me besó: “Amor… fue perfecto… gracias por la complicidad”. Yo me quedé pensando en la belleza de los abismos…

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