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152/2📑La Madrastra ~ Parte 2

152/2📑La Madrastra ~ Parte 2

La mañana era tranquila, pero dentro de Matías hervía una tormenta.

Desde que se había quedado en silencio frente a esa puerta entreabierta la noche anterior, no había podido pensar en otra cosa. Las imágenes de Valeria montando a su padre, gimiendo, diciéndole que lo había extrañado… todo eso le golpeaba la cabeza una y otra vez.

Y ahí estaba ahora, en la cocina, viendo cómo ella se despedía de él con naturalidad. Vestida con un short ajustado y una remera suelta que apenas contenía sus pechos, Valeria lo abrazó con ternura, se estiró en puntas de pie y le dio a Óscar un beso largo en los labios.

—Nos vemos más tarde, amor —le dijo suave.

—Te llamo en el almuerzo —respondió Óscar, saliendo por la puerta.

Apenas se cerró, Matías tragó saliva y se levantó.

Valeria apenas giró a mirarlo. Sonreía, tranquila, como si nada.

—¿Todo bien? —preguntó, dándose vuelta para servirse café.

Él no respondió con palabras. Se acercó con paso firme, la tomó de la muñeca y la arrastró con suavidad pero sin titubeos hasta el sofá. La sentó, la acomodó boca abajo sobre sus piernas, y le bajó el short con una sola mano.
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—¿Estás jugando con los dos? —soltó entre dientes, con la voz tensa.

—¿Celoso? —murmuró ella, justo antes de recibir la primera palmada.

El sonido seco llenó la sala. Su piel tembló bajo el golpe, y un leve gemido escapó de su boca. Matías la nalgueó con fuerza, alternando cada lado, mientras ella se retorcía sobre sus piernas, con las nalgas cada vez más rojas, más calientes.

—¿Así te gusta, Valeria? —gruñó él.

—Sí… —jadeó ella—. Me encanta cuando te ponés así bebé.

Sin decir nada más, Matías la alzó y la llevó hasta su cuarto. La tiró sobre la cama, la puso en cuatro, y escupió en su mano. Con un solo movimiento, separó sus glúteos y buscó ese culo estrecho, más caliente, más suyo.

—Este agujero me lo debes a mí —murmuró.

—Tomalo… hacelo tuyo bebé… —susurró ella, mordiéndose los labios.

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Le metió la pija con fuerza, sin rodeos. Valeria se arqueó de placer, jadeando fuerte. Lo sentía todo dentro, estirándola, llenándola. Matías embestía con furia, con celos, con rabia. La sujetaba de las caderas, de las tetas y la cogía como si quisiera borrar el recuerdo de la noche anterior.

—¡Eso! ¡Sí! ¡No pares! —gritaba ella, temblando bajo sus embestidas.

Cuando la sacó, la giró y ella se subió sobre él sin esperar. Lo montó con la concha, con hambre, con esa fuerza que lo volvía loco. Se rebotaba entera, empapada, las tetas vibrando frente a su cara.

—Mirá cómo me tenés… —jadeó, acelerando el ritmo.

Matías no aguantó más. La sujetó por la cintura y se corrió fuerte, saliéndose justo a tiempo. El chorro caliente cubrió sus tetas, su abdomen, hasta su cuello. Valeria lo miró con una sonrisa ladina, jadeando.

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Quedaron así unos segundos. Matías respiraba agitado, el cuerpo aún temblando. Pero ya más tranquilo.

Entonces Valeria habló.

—Sé que estás celoso —dijo, limpiándose con los dedos y lamiéndolos—. Pero quiero que entiendas algo…

Lo miró con esa intensidad que desarmaba todo.

—Óscar es tu padre, fue quien me trajo a esta casa. Él es mi pareja. El que confió en mí. El que me ama. A él le debo respeto. Y vos… vos sos el secreto más delicioso que tengo. Pero si querés seguir disfrutando de esto…

Se inclinó sobre él, rozándole los labios con los suyos.

—Vas a tener que seguir las reglas del juego.


—Cuando él esté en casa —siguió Valeria, susurrando ahora—, voy a estar con él. Cogiendo en su cama, con su cuerpo, dándole lo que le pertenece.

Le sostuvo la mirada. Firme. Sin titubear.

—Pero cuando él no esté… —sonrió con malicia—…vos vas a ser mío.

Matías no respondió enseguida. El corazón le latía fuerte. Quería protestar, reclamarla solo para él, pero… algo en la forma en que lo miraba, en su control absoluto, lo excitaba más de lo que podía admitir.

Finalmente asintió, en silencio.

Y entonces, Valeria sonrió.

—Buen chico… —susurró.

Se deslizó entre sus piernas sin decir nada más. Su boca encontró su pija , aún sensible, y comenzó a trabajarlo con esa lengua experta, lenta, profunda. Lo tomó entero, con ansias, como si lo quisiera de nuevo solo para ella.

Matías jadeó. Sentía cómo volvía a endurecerse rápido, a pesar del esfuerzo anterior.

—¿Te gusta así? —murmuró ella, entre lamidas.

—Sí… sí… —jadeó él, arqueando la espalda.

Cuando lo tuvo completamente duro , se subió sobre él con decisión. Lo guió dentro de su vagina en un solo movimiento y se empaló hasta el fondo.

—Ahora sí… vas a darme lo que quiero —le susurró al oído.

Valeria comenzó a moverse con ritmo salvaje, profunda, intensa. Lo montaba con furia contenida, con placer acumulado, con dominio absoluto. Sus caderas chocaban contra las suyas, sus uñas se clavaban en su pecho, su cuerpo vibraba sobre el de él.

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—¡Dámelo todo, bebé! —gritó ella—. Sos mío cuando yo quiera… ¿entendido?

—Sí… sí, Valeria… —jadeó él.

—Entonces callate y cogeme como se debe.

Y Matías lo hizo. Se aferró a sus caderas y la embistió desde abajo con fuerza, entregándose a sus reglas, a su control, a su juego.

Porque si quería seguir con ella… tenía que jugar a su manera.


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El día había sido raro. Valeria caminaba por la casa con sus shorts diminutos, su mirada cómplice y sus sonrisas cargadas de doble sentido, como si todo lo que pasaba estuviera perfectamente bajo su control.

Y quizás lo estaba.

Matías intentó evitar a su padre todo el día, pero al atardecer, mientras él tomaba una cerveza en la galería, su padre lo llamó con voz tranquila:

—Vení, sentate conmigo un rato.

Matías se tensó. Se acercó con el corazón golpeando fuerte. ¿Sabía? ¿Sospechaba? ¿Iba a encarar el asunto?

Se sentó a su lado. le ofreció una cerveza, y por unos segundos solo compartieron silencio, viendo cómo caía el sol detrás del muro del fondo.

Hasta que Óscar habló.

—Mirá, Matías… —dijo sin rodeos—. No voy a hacerme el tonto. Sé lo que pasa con Valeria.

Matías se quedó inmóvil. No dijo nada.

—La verdad… no me enojo —continuó—. Me costó digerirlo, claro. Pero lo pensé bien. Valeria es una mujer caliente. Muy caliente. Y también es libre. Está conmigo porque quiere. Y si también está con vos… bueno, es porque algo le das que la prende.

Óscar dio un sorbo largo a la botella.

—No vamos a pelear por una mujer, ¿verdad? Mucho menos por una… —sonrió—… puta así.

Matías no sabía si reírse, enojarse o excitarse más.

—¿Vos estás bien con eso? —preguntó, al fin.

Óscar lo miró de reojo.

—Yo soy más grande. Ya tuve muchas mujeres. Y si esta quiere estar con los dos, mientras sea claro, mientras no nos caguemos… no tengo problema. Pero eso sí, aquí mandó yo. Cuando yo esté, es mía. Y cuando no… usala vos. Como sé que hacés.

Matías bajó la mirada, en silencio. Su padre no lo decía con odio, ni celos, ni ironía. Lo decía como si se tratara de compartir un auto, o una buena botella de vino.

—No te enamores, eso sí —añadió Óscar, casi como una advertencia—. Porque ella no vino a esta casa buscando amor. Vino a saciar algo que lleva adentro. Y vos sos parte de eso. Igual que yo.

Se hizo un nuevo silencio. El cielo empezaba a oscurecerse.

—Entre nosotros —dijo Óscar al final, dándole un leve codazo—, tiene una boca y unas tetas que debería ser patrimonio nacional, ¿no?

Matías sonrió, a pesar de todo.
—No sabés cuánto…

Se quedaron ahí, riendo bajo las luces del atardecer, compartiendo el secreto más sucio que un padre y un hijo podían tener.

Pero lo que ninguno de los dos sabía… es que Valeria los observaba desde la ventana.

Y sonreía.

Porque ahora los tenía exactamente donde quería.

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La casa estaba en silencio.

Óscar había salido nuevamente por trabajo, como tantas otras veces. La noche había caído, tibia, serena, pero en el aire flotaba esa tensión espesa, tan conocida entre ellos dos.

Matías estaba en su cuarto, tirado en la cama, cuando escuchó los pasos suaves, casi silenciosos, que cruzaban el pasillo.

La puerta se abrió sin ser tocada. Valeria entró.

Vestía una bata corta de satén rojo, tan delgada que dejaba ver la silueta de su cuerpo al trasluz. Debajo, nada. Solo su sonrisa.

—Hablé con con Tu padre —dijo, sin vueltas.

Matías se incorporó, mirándola. Ella se acercó hasta la cama y se sentó en el borde.

—Me alegra que tengan ese… pacto de caballeros —continuó, pasándole los dedos por el pecho desnudo—. Él confía en vos, ¿sabés?

Se inclinó, su aliento tibio en su oído.

—Y yo… prometo dar mi mejor esfuerzo para atenderlos a los dos. Como se merecen.

Matías tragó saliva. El cuerpo ya se le activaba solo con su presencia.

—Podemos coger sin miedo, sin culpa —susurró ella—. Por lo menos hasta que vos encuentres a tu propia mujer.

Se recostó sobre él, apoyando sus pechos contra su torso, y lo miró con esos ojos encendidos que ya conocía demasiado bien.

—Mientras tanto… tenés esto. Todo esto —le dijo, guiándole la mano por debajo de su bata, hasta encontrarle la concha húmeda y dispuesta—. ¿Qué querés hacerme esta noche?

Matías la sostuvo de la cintura con firmeza y respondió sin titubear:

—Todo. Desde la boca hasta… el culo. Y que me montes como sabés.

Valeria se mordió el labio, excitada.

—Así me gusta que hables…

Se deslizó hacia abajo y tomó su pija con la boca, lenta, profunda, sabiendo perfectamente cómo manejar su cuerpo. Lo dejó duro, temblando, y luego se lo metió en la concha y montó sobre él con maestría. Lo cabalgó de frente, de espaldas, susurrándole obscenidades, gimiendo para él.

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Después se puso en cuatro, y Matías la tomó por donde había pedido, por el culo, metiéndole la pija con fuerza, embistiéndola mientras ella jadeaba, se mordía los labios y lo incitaba más y más.

Cuando acabó, él lo hizo sobre sus tetas , cubriéndola con su placer mientras ella lo miraba, orgullosa, satisfecha, completamente suya.

Se dejó caer a su lado. Respiraban juntos, desnudos, calientes aún por la intensidad del encuentro.

Valeria le acarició el pecho con calma.

—¿Ves? No es tan complicado.

Matías, mirando el techo, sonrió de lado.

—No… la verdad que no. Es el mejor trato que podría tener.

Y en ese momento, con ella a su lado, el cuerpo relajado y el deseo satisfecho, entendió que no necesitaba más.

Al menos… no mientras ella siguiera ahí. 

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1 comentarios - 152/2📑La Madrastra ~ Parte 2

luisferloco +1
tus relatos son muy buenos, y a veces, se merecen que sean continuados
DESTHEROS +1
Muchas gracias, en verdad valoro que te gusten mis Historias. estoy trabajando en relatos más extensos con más partes y otros con spin off de algunos personajes.