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48📑La Influencer y el Feo

Valentina, era una influencer del barrio: preciosa, soberbia, ambiciosa. Rechazaba a todo el que no le pague o no sea digno de su estándar.

Mientras que Damián era, callado, tímido, pero inteligente. Pobre, poco agraciado… y con un secreto.

Damián la veía todos los días pasar con sus jeans apretados, sus gafas de marca y esa mirada que decía: "tú no me mereces". Le había hablado una vez.

—¿Un café, Valentina?

—¿Contigo? Por favor… ni con hambre.

Le dolió. Pero también lo motivó.

Tenía algo guardado. Un dispositivo que había creado tras años estudiando neuroprogramación. Una mezcla de sonidos, frecuencias y luz pulsada. Nada científico probado, pero... funcionaba. Al menos en sus ensayos.

—Veamos si la reina puede resistirse a esto —pensó.

La esperó frente al gimnasio. Le pidió solo que viera un video en su celular.

—Es un filtro nuevo de belleza, Valentina. A ti que te gusta lo fino...

Ella, vanidosa, accedió. Miró la pantalla.

Y en segundos, su expresión cambió.

—¿Qué…? Me siento… caliente.

—Solo escucha —dijo Damián, activando el tono grave—. Tú vas a hacer lo que te diga. Y vas a disfrutarlo.

Ella parpadeó lento. Su voz se volvió suave, sumisa.

—Sí… lo que tú quieras.

En su pequeño apartamento, Valentina ya no era la diva orgullosa. Estaba de rodillas, desnuda, con la lengua afuera, esperando instrucciones.

—¿Qué eres, Valentina?

—Tu puta obediente, Damián…

—¿Quieres que te use?

—Sí… úsame. Métemela como quieras…


48📑La Influencer y el Feo



Damián se la sacó, una pija, gruesa, dura, larga de casi 28cm mientras ella le abría el culo y la boca al mismo tiempo, rogando por recibirlo.

Le metió, hasta el fondo de la garganta, sujetándola del pelo.

—Nunca pensaste que acabarías mamándole la pija al “feo”, ¿verdad?

—Pero me encanta… tu pija es mía, papi… —jadeó ella. Mientras lo mamába

Luego la puso en cuatro, le abrió bien las nalgas y se la metió de golpe, en la concha, sin piedad. Valentina gritaba de placer,, cabalgaba esa pija de espaldas, se lo pedía todo: por el culo, en la cara, encima de la cama o en el piso sucio.

—Córrete en mi boca, papi. En mis tetas. Soy toda tuya.
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Y él se corrió como un animal sobre su cuerpo perfecto, marcando su piel como el nuevo dueño.

Desde entonces, Valentina lo llamaba amo. En redes seguía siendo la estrella, pero en privado, era la esclava del que una vez ignoró.

Cada noche, él le activaba el audio. Y cada noche, ella caía rendida a sus pies, dispuesta a cumplir sus fantasías más salvajes.

Porque en su mundo… ya no había orgullo. Solo placer.
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Valentina despertó en la cama de Damián. Dolorida. Sudada. Con las piernas aún temblando del orgasmo múltiple que la dejó ronca la noche anterior. Estaba desnuda, el cabello revuelto y el maquillaje corrido.

—¿Qué carajo…?

Las imágenes le venían a la cabeza como flashes: su boca llena mamándole la pija, su culo abierto recibiendolo con todo, su voz rogando por más, mientras cabalgaba como loca. Ese chico al que nunca habría tocado.

—¿Me hipnotizaste, cabrón?

Damián la miró serio, sin negar nada.

—Sí. Y no me arrepiento. Pero nunca te obligué… solo dejé que tu cuerpo se expresara sin tu ego.

Ella lo miró largo rato… y en vez de golpearlo, suspiró.

—Hijo de puta… lo peor es que me encantó.

—¿Sabes algo? —dijo ella, poniéndose una camiseta suya—. Si me hubieras hablado así desde el principio, tal vez hasta te habría dado bola. Tienes algo grande… salvaje, sucio, real.

—Pero yo no tengo dinero, ni facha…

—Por ahora —respondió ella, sonriendo como una gata—. Yo sé hacer de cualquier cosa un producto caliente. Tienes una pija deliciosa, una mente retorcida… y ahora tienes mi atención.

Camila le propuso algo que a él le pareció imposible:

—Creamos contenido juntos. Erótico, explícito, pero artístico. Con guiones, escenas calientes, dominación, juegos de roles. Yo pongo la cámara, la edición y el marketing. Tú… me la das como anoche.
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A los pocos meses, su cuenta conjunta “Val y Damián XXX” explotó. Videos de roles intensos: ella como ejecutiva dominante, él como su empleado; luego él como maestro, ella como colegiala sumisa. Sexo anal, oral, tríos, azotes, aceite, cámaras en POV… todo grabado con estética y brutal pasión.

Ella lo vistió mejor, lo entrenó en oratoria, le arregló la barba y hasta lo enseñó a mirar con malicia a la cámara.

—Ahora sí pareces un dios del porno —le decía mientras cabalgaba su pene en un video en vivo con miles de espectadores.

No fue amor a primera vista. Fue deseo. Luego complicidad. Después, fuego compartido.

—Tú me hiciste sentir cosas que ningún rico me dio. Nadie me rompió así —confesó Valentina una noche, acariciándole el pecho después de grabar una escena donde él le hizo squirt sobre la cara.

—Y tú me diste lo que yo creía inalcanzable… tú.

Se besaron. No como actores. Sino como lo que ahora eran: dos adictos al sexo… y al éxito que construyeron juntos.


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