You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

39📑Sorpresa a Domicilio

Erik vivía solo en su apartamento del centro. A sus 28 años, trabajaba desde casa como programador, con pocos amigos y cero vida sexual activa. Una noche, cansado de la rutina, decidió explorar algo distinto. Había escuchado de una app discreta, “DesireRoom”, donde podías contratar compañía por horas. No buscaba amor ni conversación. Quería una mujer real, en su cama, desnuda, y entregada a sus deseos.

Reservó sin pensar demasiado. Eligió la categoría “élite” y una hora después sonó el timbre.

Cuando abrió la puerta, el mundo se le detuvo.

—¿Tú? —dijo él, sin poder evitar el asombro.

Allí estaba Valentina. La misma Valentina de la universidad. La que pasaba con aires de reina, ignorando a todos salvo su círculo exclusivo. Cuerpazo, tetas grandes, curvas marcadas, labios carnosos… y la misma actitud altiva.

Ella también lo reconoció. Tragó saliva.

—Erik… vaya sorpresa.

—¿Tú trabajas aquí?

Ella bajó la mirada, incómoda.

—Digamos que hago lo que tengo que hacer.

Él sonrió, cerró la puerta detrás de ella y dijo:

—Bueno… esta vez no vas a ignorarme.
39📑Sorpresa a Domicilio



Valentina se quitó la gabardina lentamente, revelando un conjunto de encaje rojo que apenas cubría su cuerpo perfecto. Erik se sentó y la miró como si fuera un premio que siempre soñó tocar.

—Ponte de rodillas —ordenó, con una seguridad que nunca había mostrado.

Ella lo hizo, sumisa, mientras desabrochaba su pantalón y le sacaba su pija. Su lengua fue cálida, húmeda, obediente. Se lo tragó entero con una habilidad inesperada, haciendo que Erik gimiera con los ojos cerrados, sujetándola del cabello.

Después de unos minutos, él la hizo girar y la tiró al sofá. La penetró por detrás, duro por su concha húmeda, tomándola de las caderas con fuerza. Cada embestida de su pija era una mezcla de revancha y deseo acumulado. Ella gemía, ya sin orgullo, pidiéndole más, arqueando la espalda mientras sus tetas se balanceaban con violencia.

—¿Así te gusta, Valentina? —jadeó él—. ¿Así de dura?
puta


—Sí... ¡más fuerte! —gritó ella.

La giró, la hizo montar sobre él. Ella cabalgó su pene como una experta, dejándose caer con fuerza, la tetas rebotando frente a su cara. Erik las tomó con ambas manos y las lamió, desesperado, mientras sentía cómo su vagina lo apretaba con cada movimiento.

Finalmente, cuando sintió que no podía más, la tumbó, la abrió de piernas y la tomó una última vez, profundo, hasta que la llenó por completo… pero no se detuvo. Sacó su pene mojado y lo dejó descansar sobre sus tetas.

Ella jadeaba, agotada, rendida. Él la miró con una sonrisa triunfante.

—Nunca imaginé que terminarías así… debajo de mí.

Valentina le devolvió la mirada, mordiendo su labio.

—Ni yo… pero no te voy a mentir. Lo necesitaba.

caliente


Habían pasado dos semanas desde aquel primer encuentro, pero Erik no podía sacarse a Valentina de la cabeza. La había contratado por una noche, pero el sabor de su piel, sus gemidos, su cuerpo rendido… todo eso lo perseguía como un vicio nuevo.

La volvió a contactar por la app. Esta vez no esperó respuesta: pagó el servicio premium y dejó una nota directa:

> “Te quiero esta noche. Sin ropa interior. Lista para todo.”


A las 9:00 p.m., el timbre sonó. Abrió la puerta y ahí estaba ella, con un vestido negro tan corto que parecía hecho para pecar.

—¿Otra vez tú? —dijo, sonriendo con malicia—. Empiezas a gustarme demasiado.

Erik no respondió. Solo la jaló por la muñeca y la besó con hambre, con furia. Sus lenguas se entrelazaron como si el tiempo no existiera. La empujó contra la pared y le levantó el vestido. Ella no llevaba nada debajo, tal como había ordenado.

—Estás mojada ya —susurró, deslizándole dos dedos en su concha.

—Estaba pensando en ti en el auto... me toqué antes de llegar —le confesó ella al oído, jadeando.

Él la arrodilló frente al sillón y sacó su pene ya duro. Ella lo miró con esa mezcla de desafío y deseo. Se lo metió en la boca con ansias, y comenzó a mamarselo, tragándolo entero hasta el fondo. Erik la sujetó por la nuca y comenzó a marcar el ritmo.

—Así... —le dijo con voz grave—. Como la putita que se hacía la inalcanzable en clase.

Valentina gemía con la boca llena, moviendo la lengua, mirándolo con ojos húmedos mientras él temblaba de placer.

No tardó en levantarla y cargarla hasta la cama. La dejó caer boca arriba, le abrió las piernas, le rozo la pija dura por la concha y la penetró con fuerza. Cogiendola con furia.Ella gritó de placer, aferrándose a las sábanas.

—¡Dios... Erik! ¡Así... no pares!

Ella se sentó sobre él, se indrudujo su pene en su concha y comenzó a cabalgarlo como una loca, rebotando con sus grandes tetas agitándose frente a su cara. Él las chupó, las apretó, la azotó suavemente mientras ella se movía cada vez más rápido sobre su pija.

Pero él quería más.

—Ponte en cuatro —ordenó.

Valentina obedeció. Erik escupió sobre su mano, lubricó su culo y comenzó a empujar. Ella jadeó con una mezcla de dolor y éxtasis mientras lo sentía abrirle el culo, centímetro a centímetro.
cogida


—¡Ahhh... me estás partiendo! —gritó ella—. ¡Pero me encanta!

Él embestía sin piedad, sujetándola de las caderas, golpeando su cuerpo contra el suyo mientras el cuarto se llenaba de gemidos, piel contra piel, placer crudo.

Cuando ya no pudo más, la sacó y se vino entre sus tetas, salpicándola con su deseo mientras ella lo miraba con una sonrisa perversa.

—Esto... —dijo ella, limpiándose con un dedo y chupándolo—. Va a volverse un hábito.

Erik la miró, aún jadeando.

—Y pensar que antes ni me mirabas.

—Y ahora —susurró ella, sentándose sobre él una vez más—, soy toda tuya... cuando quieras.

putita

1 comentarios - 39📑Sorpresa a Domicilio