Jonny era callado, tímido, de esos chicos que apenas saludan con la cabeza. Pero tenía un secreto bajo el pantalón: Un pene grueso y largo que nunca había usado como se merecía. Y también tenía una obsesión: Laura.
Morena, de piel brillante como miel, curvas de escándalo, tetas grandes, culo respingón, y una sonrisa que le derretía el alma. Vivía en la casa de al lado, y en las tardes de calor salía al patio en bikini a regarse con la manguera.

Jonny descubrió un punto perfecto del muro desde el cual podía verla sin ser visto.
Y desde ahí empezó su ritual.
Ella se mojaba los pechos con la manguera, dejaba que el agua le chorreara entre las tetas y resbalara por ese culo grande. Jonny se sacaba el pene y se pajeaba en silencio, conteniendo los gemidos, derramando semen una y otra vez, imaginando cómo sería estar entre esas piernas.
Un tarde, Laura se quitó el bikini.Tetas al aire, culo desnudo. Se frotó la vagina con la manguera entre las piernas… y Jonny acabó sin siquiera tocarse.

Y entonces, pasó lo impensado.
—¿Disfrutaste el show, vecino? —dijo una voz sensual detrás de él.
Se giró aterrado. Laura estaba allí. Sobre él muro.Sonriendo. Cubierta con una toalla.
Lo había visto. Todo ese tiempo.
—Sé que me espías, Jonny. Y también sé que estás bien… dotado.
Él no pudo ni hablar. Pero su pija ya estaba reaccionando.
—Vení —le dijo, tomándolo de la mano—. No más muros.
Ya en su casa, Laura lo sento al sillón y le bajó los pantalones. Al ver su pija, sus ojos se abrieron.
—¡Mierda! ¿Y tenías esto escondido, bebé?
Se la agarró y metió en la boca sin dudar. Profundo, con saliva, mamando sin pausa. Luego se subió encima, la concha mojada como río, guió su pene a su vagina cabalgándolo con movimientos de experta.
—Estuviste semanas tocándote por mí… ahora te toca pagar con leche.
Le rebotaban las tetas en la cara mientras el culo chocaba contra sus muslos. Jonny apenas podía aguantar. Cuando se vino, fue tanto que Laura lo sintió hasta en la garganta.
—No te hagas el tímido ahora —le susurró—. Todavía no terminamos.
Y lo arrastró al cuarto, donde se puso en cuatro frente a él.
—Ahora, metémela como si estuvieras del otro lado del muro, le dijo.
Jonny la cogió con furia. La empaló la concha con el pene duro , le agarró las tetas, le metió el dedo en el culo, le daba nalgadas mientras su pija la hacía gritar. Acabó otra vez dentro de ella.
Y Laura se quedó jadeando, temblando, con la sonrisa más sucia del mundo.
—Nunca más espies, Jonny —le dijo, mirándolo a los ojos—. Ahora entrás directo. Cada vez que me veas mojada… ya sabés lo que me toca.

Jonny se transformo en el chico más suertudo y feliz del mundo, tenía a Laura, entregada sin límites y él la cogia como siempre soñó:
Era sábado. Los padres de Jonny se habían ido por el fin de semana, y él estaba solo en casa. Recién salía de la ducha, en toalla, cuando escuchó tres golpes en la puerta.
Abrió.
Laura estaba ahí, con un short minúsculo y una musculosa sin sostén. Los pezones marcaban la tela. Y sonreía con picardía.
—¿Solo en casa, bombón?
Él asintió, tragando saliva.
—Perfecto —dijo, entrando sin permiso—. Entonces… hoy te voy a dar todo. Teta, concha y culo. Como te gusta. Como te tocabas por mí.
Lo empujó al sofá, se quitó la ropa lentamente, dejándolo ver ese cuerpo que lo tenía enfermo de deseo: tetas enormes, firmes, oscuras, con pezones gruesos; el monte de Venus depilado, húmedo, se agachó frente a él y le mostro ese culo perfecto, digno de adoración.
Jonny dejó caer la tolla y le mosto el pene ya duro y venoso, ella sonrió como una diosa maldita.
—Esta poronga es mía, ¿entendiste?
Se agachó comenzó a chuparla con una devoción salvaje. Se la tragaba entera, con ruido, babosa, mientras se acariciaba la concha con dos dedos. Jonny gemía, loco.
—No te corras —. Recién empiezo.
En el suelo se subió sobre él, y lo montó, moviéndose como una stripper en llamas. Le hacía rebotar las tetas en la cara, lo besaba con lengua y lo apretaba con esa concha caliente como fuego caribeño.
—¡Cogeme, Jonny! ¡Partime! —gritaba sin pudor.
Después, se giró y se puso en cuatro sobre la mesa del comedor.
—Ahora dame por el culo. Me gusta que duela.
Jonny se lo metió con calma… pero pronto no aguantó. La cogía como un animal, mientras ella se tocaba el clítoris y se reía de placer.
—¡Rompeme, papi! ¡Dame la leche!
Cuando se lo sacó, él acabó sobre sus tetas, calientes, duras, chorreando semen que ella lamía con el dedo.
—Todavía me falta una —susurró, sentándose sobre su cara—. Comeme la concha, y tomátelo todo.
Y Jonny, hambriento, se la devoró con lengua, labios y gemidos. Ella acabó en su boca, temblando, aferrada a su pelo.
Después se quedó recostada sobre él, con el cuerpo sudado y feliz.
—Sos mi secreto, Jonny —le dijo al oído—. Pero voy a venir a cogerte cada vez que estes solo. Hasta que no puedas más… o me dejes embarazada.
Jonny solo sonrió. Sabía que no podría resistirse. Ella era su obsesión. Y ahora, también, su vicio más delicioso
Morena, de piel brillante como miel, curvas de escándalo, tetas grandes, culo respingón, y una sonrisa que le derretía el alma. Vivía en la casa de al lado, y en las tardes de calor salía al patio en bikini a regarse con la manguera.

Jonny descubrió un punto perfecto del muro desde el cual podía verla sin ser visto.
Y desde ahí empezó su ritual.
Ella se mojaba los pechos con la manguera, dejaba que el agua le chorreara entre las tetas y resbalara por ese culo grande. Jonny se sacaba el pene y se pajeaba en silencio, conteniendo los gemidos, derramando semen una y otra vez, imaginando cómo sería estar entre esas piernas.
Un tarde, Laura se quitó el bikini.Tetas al aire, culo desnudo. Se frotó la vagina con la manguera entre las piernas… y Jonny acabó sin siquiera tocarse.

Y entonces, pasó lo impensado.
—¿Disfrutaste el show, vecino? —dijo una voz sensual detrás de él.
Se giró aterrado. Laura estaba allí. Sobre él muro.Sonriendo. Cubierta con una toalla.
Lo había visto. Todo ese tiempo.
—Sé que me espías, Jonny. Y también sé que estás bien… dotado.
Él no pudo ni hablar. Pero su pija ya estaba reaccionando.
—Vení —le dijo, tomándolo de la mano—. No más muros.
Ya en su casa, Laura lo sento al sillón y le bajó los pantalones. Al ver su pija, sus ojos se abrieron.
—¡Mierda! ¿Y tenías esto escondido, bebé?
Se la agarró y metió en la boca sin dudar. Profundo, con saliva, mamando sin pausa. Luego se subió encima, la concha mojada como río, guió su pene a su vagina cabalgándolo con movimientos de experta.
—Estuviste semanas tocándote por mí… ahora te toca pagar con leche.
Le rebotaban las tetas en la cara mientras el culo chocaba contra sus muslos. Jonny apenas podía aguantar. Cuando se vino, fue tanto que Laura lo sintió hasta en la garganta.
—No te hagas el tímido ahora —le susurró—. Todavía no terminamos.
Y lo arrastró al cuarto, donde se puso en cuatro frente a él.
—Ahora, metémela como si estuvieras del otro lado del muro, le dijo.
Jonny la cogió con furia. La empaló la concha con el pene duro , le agarró las tetas, le metió el dedo en el culo, le daba nalgadas mientras su pija la hacía gritar. Acabó otra vez dentro de ella.
Y Laura se quedó jadeando, temblando, con la sonrisa más sucia del mundo.
—Nunca más espies, Jonny —le dijo, mirándolo a los ojos—. Ahora entrás directo. Cada vez que me veas mojada… ya sabés lo que me toca.

Jonny se transformo en el chico más suertudo y feliz del mundo, tenía a Laura, entregada sin límites y él la cogia como siempre soñó:
Era sábado. Los padres de Jonny se habían ido por el fin de semana, y él estaba solo en casa. Recién salía de la ducha, en toalla, cuando escuchó tres golpes en la puerta.
Abrió.
Laura estaba ahí, con un short minúsculo y una musculosa sin sostén. Los pezones marcaban la tela. Y sonreía con picardía.
—¿Solo en casa, bombón?
Él asintió, tragando saliva.
—Perfecto —dijo, entrando sin permiso—. Entonces… hoy te voy a dar todo. Teta, concha y culo. Como te gusta. Como te tocabas por mí.
Lo empujó al sofá, se quitó la ropa lentamente, dejándolo ver ese cuerpo que lo tenía enfermo de deseo: tetas enormes, firmes, oscuras, con pezones gruesos; el monte de Venus depilado, húmedo, se agachó frente a él y le mostro ese culo perfecto, digno de adoración.
Jonny dejó caer la tolla y le mosto el pene ya duro y venoso, ella sonrió como una diosa maldita.
—Esta poronga es mía, ¿entendiste?
Se agachó comenzó a chuparla con una devoción salvaje. Se la tragaba entera, con ruido, babosa, mientras se acariciaba la concha con dos dedos. Jonny gemía, loco.
—No te corras —. Recién empiezo.
En el suelo se subió sobre él, y lo montó, moviéndose como una stripper en llamas. Le hacía rebotar las tetas en la cara, lo besaba con lengua y lo apretaba con esa concha caliente como fuego caribeño.
—¡Cogeme, Jonny! ¡Partime! —gritaba sin pudor.
Después, se giró y se puso en cuatro sobre la mesa del comedor.
—Ahora dame por el culo. Me gusta que duela.
Jonny se lo metió con calma… pero pronto no aguantó. La cogía como un animal, mientras ella se tocaba el clítoris y se reía de placer.
—¡Rompeme, papi! ¡Dame la leche!
Cuando se lo sacó, él acabó sobre sus tetas, calientes, duras, chorreando semen que ella lamía con el dedo.
—Todavía me falta una —susurró, sentándose sobre su cara—. Comeme la concha, y tomátelo todo.
Y Jonny, hambriento, se la devoró con lengua, labios y gemidos. Ella acabó en su boca, temblando, aferrada a su pelo.
Después se quedó recostada sobre él, con el cuerpo sudado y feliz.
—Sos mi secreto, Jonny —le dijo al oído—. Pero voy a venir a cogerte cada vez que estes solo. Hasta que no puedas más… o me dejes embarazada.
Jonny solo sonrió. Sabía que no podría resistirse. Ella era su obsesión. Y ahora, también, su vicio más delicioso
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