You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

17đź“‘Deseo Hecho Realidad

Capítulo 1: El Deseo del Tímido 

Santi era un chico solitario. Callado, siempre con los ojos en el suelo, sin amigos, sin aventuras, con miedo de hablarle a las mujeres. Su mundo era gris… hasta que la encontró.

La caja.

Una reliquia antigua, cubierta de símbolos extraños. Al abrirla, no salieron luces ni humo… sino ella.

Una mujer de otro mundo apareció ante él, levitando, envuelta en un velo transparente que apenas cubría sus curvas. Rubia, de cabello largo hasta la cintura, ojos celestes brillando como magia, con un collar de esmeralda que centelleaba sobre sus tetas grandes, firmes, de pezones rosados que rozaban la tela fina como si supieran que estaban siendo deseados.

17đź“‘Deseo Hecho Realidad



—Soy Zara, genio del placer —dijo con voz suave y profunda—. Puedo darte cualquier cosa. Riqueza, poder, belleza…

Pero él no respondió. Solo la miraba, boquiabierto, excitado, confundido.

Y entonces dijo lo impensado:

—No quiero nada de eso.

Solo… quiero que vos seas mía. Quiero cogerte de todas las formas posibles.

Ella sonrió. No con burla, sino con algo más oscuro… deseo.

—Entonces lo tendrás todo —susurró.

Zara no se lo concedió como magia. Lo sedujo. Lo llevó con besos, toques suaves, miradas profundas. Lo acostó en su cama y se le montó encima, lenta, con el encaje mojado. Se frotaba contra su cuerpo, deslizándose, marcando el ritmo del juego.

—Quiero despertar tu ser, Santi —le dijo mientras lo acariciaba entre las piernas—. Quiero que me uses como lo imaginaste… en secreto.

Él no era más tímido. Se soltó, se sintió seguro. La besó con hambre, le rompió el encaje con los dientes, la dejo desnuda, lamió su vagina hasta que gimió como un ser salvaje. Le apretó las tetas y mordió los pezones, le habló sucio por primera vez en su vida.


Ella lo guió, lo desnudó, lo sento en la cama, se arrodilló frente a él, tomó su gran pene, con las manos, se lo besó y chupó con cariño, mientras le acariciaba las bolas y se tocaba la concha, luego se puso en cuatro sobre la cama, el volvió a lamerle y chuparle la concha , le rozo con su pene el culo rosado y la penetró con suavidad, un placer le invadío el cuerpo, la tomó de las tetas y empezó a cogerla más fuerte, ella lo detuvo, lo calmo con un dulce besó, lo acostó en la cama, se subió encima, introdujo su pene en su concha y lo cabalgó al borde de la locura, con sus tetas rebotando, hasta que el no pudo más y le termino llenando de semen, ella cayó sobre su pecho, abrazados.

Santi le pidió el culo, y ella sonriente acepto, se puso en 4 otra vez, alzó el culo y le dijo, metemelo Santi, el acercó su pija y se lo metió de una, ella echando un grito de dolor y placer, la cogió con ganas, dándole nalgadas, acabó una y otra vez, dentro de ella, sobre su cuerpo, entre sus labios. En las tetas, 

Y Zara siempre pedía más.

—No soy un deseo, Santi … soy una condena dulce —le dijo una madrugada—. Ahora que me tuviste, nunca podrás vivir sin mí.

Él la miró. Desnudo, sudado, satisfecho. Y no le importó.

Porque por primera vez… no se sentía solo. Se sentía vivo.

puta




CapĂ­tulo 2: Los umbrales del placer

Santi ya no era el mismo.

Desde que Zara apareció en su vida, había descubierto un lado de sí que no sabía que existía. Seguro, Dominante, ardiente, hambriento. Pero una noche, mientras yacían desnudos entre sábanas empapadas de sudor y suspiros, ella le susurró algo que lo hizo temblar:

—Esto… no es nada, amor mío. Hay un lugar donde los límites no existen. Donde los cuerpos se rinden y el deseo gobierna.

Lo besĂł en la frente y chasqueĂł los dedos.

Todo se desvaneciĂł.

Y despertaron en otro plano.

Un mundo de cielo púrpura y torres de cristal, jardines donde cuerpos desnudos se deslizaban entre seda y sombras, y una bruma cálida que olía a sexo y flores.

—Bienvenido a Lujuria, el reino donde yo nací. Acá, el deseo es ley.

cogidas



Lo guió a un templo donde las paredes vibraban con gemidos suaves. Dentro, una cama de mármol rodeada de espejos flotantes.

Zara se arrodilló frente a él, se metió su pene en la boca y empezó a adorarlo y mamarlo como si su pija fuera sagrada.

—Aqui no hay tiempo —dijo al lamerle hasta las bolas—. Te voy a enseñar mil formas de cogernos.

Se subió sobre él, metió su pene en su concha húmeda y lo cabalgó dándole las tetas para que el las chupara, el la cogió de costado, boca abajo, por el culo, sobre su rostro, con las piernas en el aire, en péndulo invertido. Ella le enseñó a tocarla con el alma. A lamerla con la lengua y con el pensamiento.

Y cuando acabaron, lo llevaron —a ambos desnudos— a un ritual sagrado.

Sacerdotisas del placer lo rodearon. Una a una lo adoraban con manos, bocas, y perfumes acariciando su cuerpo, su pene duro que lo hacĂ­a temblar. Pero Zara era la reina.

—Nadie te tocará si yo no lo permito —dijo posesiva, mientras lo besaba, y se lo volvía a meter adentro con fuerza—. Porque ahora sos mío… y este mundo también.

Santi, delirando, con el cuerpo sudado y el corazĂłn latiendo como un tambor de guerra, gritĂł cuando volviĂł a correrse dentro de ella por cuarta vez. Viendo como su leche le escurria de la concha.

Y en ese momento, se dio cuenta:

La caja mágica no le había concedido un deseo…

Le habĂ­a abierto la puerta a un infierno dulce. Uno del que ya no querĂ­a escapar.


CapĂ­tulo 3:Duelo de deseo

La pija de Santi aún ardía por todo lo que había hecho con Zara en Lujuria. Estaba agotado, sí… pero más vivo que nunca. La genio lo miraba desde el lecho flotante, desnuda, satisfecha, tocándose las tetas,con las piernas abiertas aún temblando.

—Te estás volviendo un dios, mi amor —le susurró.

Pero no todo era placer en ese reino.

Aquella noche, mientras la bruma púrpura se hacía más densa, un estruendo sacudió el aire. Las sacerdotisas se arrodillaron. Los espejos se agrietaron.

Y ÉL apareció.

Nekros, el amo original de Lujuria.

Un ser alto, musculoso, de piel grisácea, con ojos que ardían como brasas y una pija colgante, casi tocándo el suelo, tan grueso que parecía tallado por dioses obscenos. Vestía una capa de pieles y un anillo negro con una gema que vibraba.

—Zara!! —gruñó—. Me perteneces. Fuiste creada por mí.

Y ahora veo que compartís tu néctar con este mortal…

Santi sintiĂł un escalofrĂ­o. No sabĂ­a que hacer.

Pero Zara se puso de pie, sin miedo.

—No soy tuya. Hace siglos que escapé de tus cadenas.

Y ahora pertenezco a Santi.

Nekros soltĂł una carcajada profunda.

—Entonces que lo pruebe.

Y el reto fue declarado:

Una prueba de resistencia sexual, un duelo sagrado del reino, donde el ganador se queda con Zara… y el otro, condenado al olvido.

El ritual comenzĂł al amanecer.

Santi fue llevado a una plataforma rodeada de cuerpos desnudos y flotantes, todos mirándolo, jadeando, tocándose.

Zara, atada con cintas de luz, sería la “recompensa”.

Pero primero, debĂ­a demostrar que podĂ­a dominarla como ningĂşn otro.

Nekros lo desafió con una orgía. Mujeres de fuego, angeles del placer sombras con sexo líquido… todos queriendo su pija, su fuerza, su alma. Pero santi solo pensaba en ella y pudo resistirse a todas esas tentaciones.

Cuando le tocĂł el turno, Zara fue liberada.

Desnuda. Espectacular. Ardiente como siempre.

—Poseeme, Santi —le rogó—. Ganame con tu cuerpo.

Y él se transformó. Su pene estaba más duro que nunca, La tomó de pie, contra el altar, cogiendo su concha profundamente, luego la puso en cuatro y le metió el pene en el culo cogiendola salvajemente desde atrás, agarrándola de las tetas, tocandole el clítoris y dándole nalgadas, le daba por el culo, por la concha, metiendo su pija. Una y otra vez, la hizo gritar, llorar, gemir, temblar.

Amor



Ella acabĂł tantas veces que su cuerpo parecĂ­a flotar., luego el acabo sobre sus tetas, que ella relamĂ­a con gusto.

Nekros miraba. Furioso.

Pero las gemas que rodeaban el trono comenzaron a brillar.

Santi la había hecho suya… por completo.

Y Zara gritĂł el veredicto con voz de diosa:

—Este mortal me cogió mejor que ningún dios!! .Yo soy suya!!

Nekros fue tragado por la tierra. Derrotado.

Santi, bañado en sudor y placer, cayó de rodillas. Zara lo abrazó, desnuda, jadeante, y lo besó con pasión eterna.

—Ahora sí, amor… no solo me deseás. Ahora me ganaste.

Capítulo 4: Más allá del deseo 

La caja volviĂł a abrirse. Pero esta vez, no para liberar a un genio, sino para traer de vuelta a dos almas unidas por el fuego.

Zara y Santi cruzaron el umbral de Lujuria tomados de la mano, desnudos, sudorosos, y con una mirada que no necesitaba palabras.

Volvieron al pequeño cuarto de él, ese rincón silencioso donde todo había empezado. Pero ahora, Santi no era un tímido. Era un hombre. Un Alfa.

Ella lo mirĂł, se quitĂł el collar de esmeralda y lo colocĂł en su cuello.

—Esto te ata a mí… en este mundo. Soy tuya. Para siempre.

Y él la besó como si fuera la primera vez. La acosto en la cama y la penetró por la concha intensamente, con su pene entrando y saliendo de su vagina, llenándola y quedandose dormido sobre sus tetas. 

Los dĂ­as pasaron, pero el deseo no se apagĂł.

VivĂ­an juntos. ComĂ­an desnudos, cogĂ­an en la cocina, en la ducha, sobre la mesa, . Cada noche Zara inventaba una nueva manera de tentarlo: un disfraz, una postura, un juego sucio.

Y Santi respondĂ­a con la fuerza de un dios caĂ­do.

—No puedo parar de desearte —le decía ella, con la lengua en su oído.

—Y yo de cogerte —le susurraba él, clavándole la pija por detrás, en su concha húmeda mientras ella se chupaba las tetas riendo entre gemidos.

Él la adoraba.

Y ella, loca por él.

Un dĂ­a, mientras veĂ­an la ciudad desde el balcĂłn, ella le dijo:

—¿Te acordás cuando no tenías amigos?

—Sí —sonrió él—. Ahora tengo todo.

Te tengo a vos.

Ella se inclinĂł, le chupĂł la pija ahĂ­ mismo, con las luces de la ciudad brillando en sus ojos.

Y después se sento sobre él dándole la espalda para que le acaricie el pelo y la agarre de las tetas, mientras cabalgaba su pene, frente a la luna, como si el cielo mismo los observara.

El placer, ahora, no era solo un reino secreto. Era su hogar.

Y en él, cogían felices, libres, enamorados.

Para siempre.

Relatos eroticos

0 comentarios - 17đź“‘Deseo Hecho Realidad