A veces cuando una va manejando por la vida, para evitar un bache da un volantazo y termina en una zanja. A veces las cosas conspiran para hacer de Guatemala, Guatepeor. Y a veces una, sin darse cuenta, hace las cosas tan pero tan mal que termina lastimando a gente que no tiene nada que ver.
Todo empezó unos pocos días después, no había pasado una semana. Ariel ya estaba bien y se había reintegrado al trabajo. Yo estaba sola en casa como todos los días. No sé por qué ese día no se me dió por arreglarme mucho para el juego. Me había empezado a maquillar un poco, principalmente de aburrida, pero lo de vestirme perra y sexy… ya todo eso, la verdad, algo de paja me daba hacerlo porque yo ya pensaba (o mas bien, me hacía creer) que no hacía falta. Ya había marcado tanto que pensé que la podía pilotear y laburar sin verme tan sexy y tan llamativa. Me la había creído un poco.
Pero estaba terminando de almorzar a eso de la una cuando sonó el timbre. Por más creída que cada vez me sentía, siempre pero siempre se me hundía un poco el estómago cuando escuchaba el timbre. Se me pasaba, sí, pero siempre esos nervios. Cuando atendí me dijeron que traían un pedido. Dije que yo no había pedido nada, que acá no era, que se equivocaron… y la voz me dijo que era para Trinidad. Le dije que ya iba y fuí a abrir la puerta, con más curiosidad que otra cosa.
Y el corazón me dió un saltito cuando ví que era Mateo, que ya me sonreía de brazos cruzados al lado de su bici en la vereda.
“Uh… hola… qué hacés?”, le sonreí un poco.
El me devolvió esa sonrisa matadora con sus dientes perfectos, “Hola Trini, cómo estás?”
“Bien… eh.. Yo no pedí nada, eh?”
“No, ya sé, disculpa… pero andaba cerca y vine”, me sonrió.
“Ah… bueno…”, le sonreí, “Si es por lo de las clases de perreo, mirá que era un chiste, eh? Yo la verdad que no…”
Me interrumpió y se rió alegremente, acercándose con confianza, “No, no es eso. Mira, te quería invitar a tomar un café, si quieres, o algo. Lo que tu quieras”
Le sonreí ampliamente mientras el corazón me daba un saltito en el pecho, “Ah… ay.. Que dulce…”
“Quieres?”
“Que, ahora?”
“Si, claro. O estás ocupada?”
Se me cruzaron y se me mezclaron mil cosas en la cabeza. Este pibe hermoso, éste morenazo estaba interesado en mí. Ya eso me estaba revolviendo cosas en la cabeza, cosas hermosas, pero que no necesitaba revueltas. Esto ya era otra cosa, no era el juego de la puerta, pensé. Esto ya pasaba a mayores y no sabía cómo hacer, cómo manejarlo y qué decirle. Pero por otra parte ya empezaba a sentir mi calentura y mis ganas de estar con él…
“No… no, ocupada no, pero…”
“Entonces vamos, quieres?”, me sonrió.
“Es que yo tengo novio, Mateo…”, le dije y me escuché a mi misma como una total hipócrita, viniendo de la mina que se estaba volteando a quien le tocara el timbre.
“Ah… okey, entiendo…”, me dijo, con un tono un poco decepcionado, “Si no quieres, bueno…”
“No, no es que no quiera, si quiero, me encantaría pero… es que compré algo… no quiero salir. Compré algo por internet, viste… y estoy esperando que lo traigan.”, le mentí.
“Okey…”
Yo lo miré un segundito y me animé, “No querés pasar vos? Si querés nos tomamos el café en casa….”
Se le iluminó la cara, “Wow… oye, seguro? Pero tu novio…”
“No está.”, lo miré fijo.
Mateo pareció entender exactamente lo que le quise hacer entender y el tono que usé, “Bueno… si no te molesta…”
Le sonreí, “No, me encantaría, dale”. Abrí la puerta para que pasara pero se quedó un poco ahí, dudando.
“Eh… oye, me dejas entrar la bici? Si la dejo aquí fuera desaparece…”
“Si, claro”, le sonreí, “Dale…”
Yo no sabía qué hacer. Ya había estado en ésta situación de estar guiando a algún tipo a casa varias veces. Pero ésta era distinta. Se sentía distinta. Intensa. Mateo tenía mucho, pero mucho que a mi me gustaba y mientras caminábamos por el largo pasillo a casa y yo sólo escuchaba el repiqueteo de su bicicleta siguiéndome, me empecé a desesperar. A desesperar por dentro rápido. Esto era por el juego? Estaba fuera del juego? Si? No? Que diría Roxy? Y que le digo a Mateo? Mateo es parte del juego? No es? Me sudaban las manos.
Pero no sé para qué me preocupé tanto. Una vez que pasamos a casa no hubo charla. No hubo café. A los dos minutos de haber entrado, evidentemente los dos nos teníamos tanta hambre que él ya me había montado de parado, sosteniéndome fácil, tan fácil, por debajo de los muslos y me había apretado contra la pared en el aire. Y yo colgada como una garrapata con las piernas alrededor de sus caderas, y mis brazos rodeando fuerte su cuello.
Y nos estábamos absolutamente devorando las bocas con una pasión que hacía años que yo no sentía. Que no me sentía dar a mí y que no sentía recibir de un hombre. Lo que era sentir esos labios gruesos en los míos, la suavidad de su piel oscura, el amor y la calentura que me estaba regalando en cada beso, en cada uno de sus gemidos profundos en mi boca. Mi boca lo recibió hambrienta, calmando su lengua, amándola suavemente, dándole lo que quisiera sacar de mí.
Me perdí en sus besos. En el sabor de su saliva, de su piel. En el aroma frutal e increíble de la colonia que se había puesto, que me invadía la nariz tan cerca y me volvía más loca. Quería agarrar ese cuerpazo negro y alto que me estaba aprisionando contra la pared y fusionarlo con el mío. Quería comérmelo. Amarlo.
Y ahí, justo ahí, en ese momento tan hermoso… sentí como sus labios se apartaron de los míos. Abrí los ojos y me encontré con los de Mateo, hermosos y dulces, pero a la vez confundidos un poco. Yo lo acaricié.
“Trini… mmhh.. Disculpa… ésto.. No sé si está bien… tú tienes novio…”, me miró suavemente.
Yo lo miré y sonreí, como una estúpida juzgando la situación de la peor manera, “Si… pero no está…”
“No está bien…”, me dijo suavemente y me quiso deslizar y apoyar en el piso delicadamente, pero yo me aferré un poquito más fuerte a él para no dejarlo, mientras lo acariciaba.
“Ey… que pasa?”, le pregunté suavemente mientras lo seguía acariciando, “No querés?”
Me miró, “Por supuesto que quiero… eres hermosa, pero…”
“Pero?”
“Pero no se siente bien… yo… yo no quiero complicarle la vida a nadie, entiendes?”, me dijo.
“A mi no me la vas a complicar…”, le dí un piquito que él me respondió. Largó un prolongado suspiro y me hundió su cara en el cuello, besándome suavemente ahí, yo cerré los ojos de lo hermoso que se sentía.
“A tí no… pero a tu novio sí…”
Lo miré y le dí un besazo profundo, que él me respondió, “Dejá de hablar de él… sos hermoso… me re gustas, Mateo…”
El se sonrió y se perdió en mis ojos, estuvo un largo, pero largo rato mirándome hasta que habló, “Coño, por qué tienes novio? … mi puta suerte...”
“A mi no me importa… no me llevo bien con él…”, le dije entre piquitos que Mateo me respondía, sentía sus manos amasándome suavemente la cola mientras me sostenía así.
“A mí sí me importa…”, me dijo.
Nos miramos así un rato mientras nos acariciamos, mis dedos trazándole las líneas de esa cara morena que tenía tan cerca y tan hermosa, “Ya sé… hagamos una cosa…”
“Dime…”
Le dije con un tono juguetón, un poco de nena, “Ya estás acá… estamos solos… tenemos tiempo… quiero que así como me tenés ahora, me llevés hasta el sillón.”
“Y allí?”
“Y ahí quiero que la pasemos bien los dos. Y … y después vemos cómo nos sentimos, si?”, le sonreí.
“Tu de verdad quieres?”, me preguntó seriamente.
Le sonreí, “Quiero… quiero sentirte todo.. Y que me sientas toda…”
Mateo gruñó y no aguantó, me aplastó la cara con un chupón increíble y sentí como me apoyaba las caderas fuerte entre mis piernas abiertas, presionada como estaba contra la pared. Yo también le protesté mi placer en la boca y así me llevó hasta el sillón. El se sentó y yo encima, devorándonos, amándonos.
Nos sacamos la ropa así, sin dejar de besarnos y manosearnos. Que cuerpo hermoso que tenía, que piel morena increíble. Y lo que fué ver sus manos oscuras sintiendo mi pálida piel, las suaves curvas de mi cuerpito bajo sus manazas. Le quité sus bermudas y… lo que fué ver esa verga negra saltar en el aire frente a mi cara. No era super larga, pero si gruesa y hermosa. Me quedé admirándola un momento con una sonrisa mientras la acariciaba despacio, y le daba besitos mientras Mateo me miraba con una sonrisa.
“No podés tener ésta pija… mmmhh… no podés…”, le decía mientras la besaba y la lamía despacito, muriéndome por metérmela en la boca y haciéndome desear a mí misma.
“Pero que eres hermosa… Diosssss…”, él me sonreía y me acariciaba.
“La quiero sentir… mmmh… la quiero sentir….”
“Mmmmh… coño, ya….”
“... en mi boca.. Dentro mío… “, le gemí y por fin abriendo bien la boca se la empecé a mamar. Al principio suave, para sentirla, para degustar esa verga negra en mi boca. Y pronto más fuerte, más profundo, para complacer y amar a Mateo así. Él echó la cabeza para atrás y largó un gemido hermoso que me calentó aun más. Se sentó en el borde del sillón y nada mas me miraba como yo la mamaba, cómo lo amaba y cómo disfrutaba tenerlo en mi boca.

“Aaaah!!!... Ssssi.. Trini… que boca tienes… Diossss…”, Mateo gemía y me acariciaba la cabeza. Y yo con mis ojos cerrados de placer apenas lo escuchaba. Estaba perdida en la sensación de tener la boca atorada con esa verga de ébano delicioso.
Estuve así un rato brillante. Hermoso y placentero, tanto para él como para mí. De pronto se me ocurrió algo y abrí los ojos, mirándolo mientras tomaba aire y lo seguía complaciendo con besitos y caricias en su miembro.
“Ay mi amor… sacame una foto…”
“Que?”, me dijo Mateo, un poco extrañado.
Yo le dí una larga y lujuriosa lamida de arriba a abajo, y me puse a entretener mi lengua con su cabeza, “Dale…”
“Para que?... mmmh..”, me preguntó.
“Para mí. Para tener. Para mirarla a la noche y no extrañarte…”, le dije. Fue lo primero que se me ocurrió decir. Pensé que estaba bien. Yo sabía muy bien para qué la quería. Mateo se vió un poco confundido, pero apremiado con el placer que yo le seguía dando, finalmente accedió. Desbloqueé mi celular que había quedado ahí cerca y se lo pasé.
“Que foto quieres…mmhh…?”, me preguntó.
“La que vos quieras, hermoso…”, le dije y lo comencé a chupar de nuevo, llenándome la boca de ese hombre increíble de nuevo.
Mateo me dejó seguir mamándolo un poco, hasta que luego de un ratito sacó ésta:

Me la mostró y yo me sonreí. Me pareció hermosa, pero ya la iba a ver bien después. Para recompensar a Mateo se la empecé a chupar más profundo y más fuerte, lo que lo hizo gemir y tensarse.
“Diooosss…”, le susurré, “... amo tu pija… amo, amo, amo tu pija… la quiero…”
Mateo se tensó al oír eso y me agarró fuerte de la cabeza, lo sentí listo para acabarme en la boca y ahí lo largué, recuperando mi aire y solamente acariciándolo suave.
“Que… qué pasa?”, me preguntó agitado.
“Vamos a mi cuarto…”, le susurré.
“... a… a tu cuarto…”
“Quiero que me cojas… quiero que me cojas ya… mmmh… quiero sentirte dentro mío…”, le dije.
Escuchar eso lo terminó de vencer. Si estaba confundido, si le estaba dando algo de cosa estar haciéndolo con una mujer que tenía novio… Ahí fué cuando aparentemente se le fué. Porque los hombres son hombres, Trini, me dijo Roxy en la cabeza. Me sonrió, se levantó, y nos fuimos los dos caminando desnudos hasta mi cuarto. Le pedí que se acostara y me subí encima de él. Nos besamos y acariciamos fuerte un momento más, metiéndonos mano por todos lados. Yo ya no aguantaba más, necesitaba sentir esa pija dentro mío. A ese moreno increíble amándome. Me dí vuelta, montándome en él y me clavé sola en esa verga divina. Eché la cabeza para atrás del puro placer de sentirme abierta y llena de esa pija, mientras escuchaba a Mateo gemir el placer que mi vaginita le daba.

Nos cogimos los dos así un lindo rato. Casi que no nos dijimos nada, solo intercambiamos nuestros gemidos porque no hacía falta decirnos más. Que verga hermosa me estaba cogiendo… que hombre hermoso me estaba amando y deseando! Mateo seguro estaba sintiendo mi conchita suave y estrecha a su alrededor, apretándolo amorosamente con cada una de mis subidas y bajadas, porque gemía y gozaba roncamente, acariciando y amasándome el culo una y otra vez.
Estuvimos así un rato hermoso en que los dos disfrutamos, hasta que sin decirme nada lo sentí tomarme con facilidad de la cintura y moverse, poniéndome en cuatro sobre la cama, sin salirse de mí en ningún momento. Me tomó fuerte de mi cinturita y me empezó a penetrar, más profundo y más fuerte, a su ritmo y buscando su propio placer.
Pero el hecho que él buscaba su placer no significaba que no me lo estuviese dando a mi también. Lo que gocé con sus embates, imaginándome lo que no podía ver - la visión de esa verga, negra y gruesa, entrando y llenando mi concha, pálida y húmeda… sentir sus dedos sobre mi piel, aferrándome, reteniéndome ahí, su prisionera, y dándome… dándome y dándome… haciéndome mujer una y otra vez, cada vez más profundo, cada vez más unidos. Acabé como una cerda. Como la verdadera puta que era. Con una verga negra adentro mío ensanchando y activando todos los nervios de mi placer. Lubricada a mas no poder. Cogida. Usada. Amada. Deseada. Poseída. Como lo quieran llamar.
Yo nada mas le digo, en el uso más ancho y más profundo a la vez de la palabra: Feliz.

Ni bien terminé yo con mi largo orgasmo, se ve que lo mío empezó a provocar el de él. El verme y sentirme así fue demasiado para él también. Le iba a decir, entre mis jadeos, que me llenara… que me dejara todo su semen adentro, pero no llegué. Mateo la sacó y casi gritando de calentura se empezó a masturbar fuerte. Yo me moví rápido y me giré, tomándolo suavemente en mi boca y chupándolo fuerte, muy fuerte.
Mi recompensa fueron varios bellos, calientes y voluminosos lechazos en mi boca. Yo odio esa palabra, me parece un asco, pero cuando es apropiada, lo es. Para mi no fue eyaculación, ni siquiera fue polvo, acabada o cualquier otra forma burda que quieran usar para denominarlo. A veces es tan profundo, tan fuerte… tan orgásmicamente asqueroso que no hay mejor forma de describirlo. Hablemos con propiedad. Mateo no me dió delicadamente su semen en la boca, no. Me la llenó de varios buenos lechazos. Los cuales yo me tragué gustosa, rápido, ni bien mi hombre moreno me los daba. Para complacerlo así. Y también para complacerme a mí misma.
Cuando Mateo terminó cayó un poco rendido del esfuerzo, dulcemente exhausto, y yo seguía prendida de su verga, mamando y consumiendo hasta la última gota de ese semen delicioso la cual, nada mas para jugar, dejé salir un poquito entre mis labios satisfechos.

Mateo me miró y me sonreía, agotado y feliz. Que hombre hermoso me acababa de amar. A qué hombre hermoso acababa de complacer.
Caímos los dos rendidos en la cama y nos quedamos un rato así, tocándonos suavemente y charlando bajito, recuperándonos. Sin embargo, Mateo estaba raro. Una vez que tuvo su orgasmo y se le fué la calentura, lo notaba extraño. Como si alternaba entre estar contento de habernos disfrutado así, de estar así cerca e íntimos ahora… con algo de nervios, o incomodidad, o ya pocas ganas de estar ahí y así.
Finalmente después de un rato me dió un par de muy lindos besos y me dijo que se tenía que ir. Yo lo miré suave, con mis ojitos llenos de amor y le dije que okey, que entendía. Le pregunté sin necesidad si lo había disfrutado y me besó de nuevo, diciéndome que sí. Que no se lo esperaba, pero que había sido divino. Y yo divina. Mientras nos vestíamos me pidió mi número de celular y yo sonreí, dándoselo gustosa. La verdad no me disgustaba la idea de seguir viendo a Mateo alguna otra vez… o muchas.
Luego de una amorosa despedida, pese a que le dije que se podía quedar si quería, tomó su bicicleta, lo acompañé hasta la puerta de calle y se marchó pedaleando, dejándome una linda sonrisa de despedida. Yo no terminaba de entender, y no entendí hasta bastante tiempo después.
Cuando volví a casa, antes de ponerme a hacer la cama y limpiar, para aparentar que aquí no había pasado nada, me tiré perezosa en la cama y me puse a chatear con Roxy, para anunciar mi marcador y para contarle lo feliz que estaba. Al principio no me creyó. Y como yo sabía que eso iba a pasar, le mandé la foto como prueba.
Y Roxy tardó en contestarme. Mucho. Y cuando lo hizo me cagó a puteadas. Y me dijo que no me iba a hablar más. Yo nada más me reí sola, ya conocía esas salidas de Roxy. Ya me iba a hablar de nuevo, por alguna cosa u otra. Yo nada más, tarareando feliz, me puse a hacer la cama y luego mis cosas de todos los días. El resto del día y la noche transcurrió normal.
El otro día por la mañana, por supuesto, Roxy me mandó un mensaje. Diciendo que estaba bien, que me aceptaba el gol, pero que no hacía falta gastarla así. Yo me reí y le llené el chat de besitos, que ella me devolvió.
También, un poco de aburrida pero también de curiosa, chateamos un poco con Mateo. Pero no mucho. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Le dije, después de un rato de hablar de nada, si quería que nos viéramos de nuevo, que me avisara y me dijo que okey, que lo vería. A mi me encantaba la idea de verlo de nuevo. Quizás una segunda vez juntos… ahí ya estaría mas acostumbrado, menos nervioso y menos acomplejado con la idea que yo tenía novio. Quizás se soltaría un poco más.
Pero ni en mis predicciones más delirantes pensé que iba a ocurrir todo lo que terminó ocurriendo más adelante, en todos los frentes, y que la que había sembrado sin querer la semilla de todo había sido yo, sin darme cuenta.
Todo empezó unos pocos días después, no había pasado una semana. Ariel ya estaba bien y se había reintegrado al trabajo. Yo estaba sola en casa como todos los días. No sé por qué ese día no se me dió por arreglarme mucho para el juego. Me había empezado a maquillar un poco, principalmente de aburrida, pero lo de vestirme perra y sexy… ya todo eso, la verdad, algo de paja me daba hacerlo porque yo ya pensaba (o mas bien, me hacía creer) que no hacía falta. Ya había marcado tanto que pensé que la podía pilotear y laburar sin verme tan sexy y tan llamativa. Me la había creído un poco.
Pero estaba terminando de almorzar a eso de la una cuando sonó el timbre. Por más creída que cada vez me sentía, siempre pero siempre se me hundía un poco el estómago cuando escuchaba el timbre. Se me pasaba, sí, pero siempre esos nervios. Cuando atendí me dijeron que traían un pedido. Dije que yo no había pedido nada, que acá no era, que se equivocaron… y la voz me dijo que era para Trinidad. Le dije que ya iba y fuí a abrir la puerta, con más curiosidad que otra cosa.
Y el corazón me dió un saltito cuando ví que era Mateo, que ya me sonreía de brazos cruzados al lado de su bici en la vereda.
“Uh… hola… qué hacés?”, le sonreí un poco.
El me devolvió esa sonrisa matadora con sus dientes perfectos, “Hola Trini, cómo estás?”
“Bien… eh.. Yo no pedí nada, eh?”
“No, ya sé, disculpa… pero andaba cerca y vine”, me sonrió.
“Ah… bueno…”, le sonreí, “Si es por lo de las clases de perreo, mirá que era un chiste, eh? Yo la verdad que no…”
Me interrumpió y se rió alegremente, acercándose con confianza, “No, no es eso. Mira, te quería invitar a tomar un café, si quieres, o algo. Lo que tu quieras”
Le sonreí ampliamente mientras el corazón me daba un saltito en el pecho, “Ah… ay.. Que dulce…”
“Quieres?”
“Que, ahora?”
“Si, claro. O estás ocupada?”
Se me cruzaron y se me mezclaron mil cosas en la cabeza. Este pibe hermoso, éste morenazo estaba interesado en mí. Ya eso me estaba revolviendo cosas en la cabeza, cosas hermosas, pero que no necesitaba revueltas. Esto ya era otra cosa, no era el juego de la puerta, pensé. Esto ya pasaba a mayores y no sabía cómo hacer, cómo manejarlo y qué decirle. Pero por otra parte ya empezaba a sentir mi calentura y mis ganas de estar con él…
“No… no, ocupada no, pero…”
“Entonces vamos, quieres?”, me sonrió.
“Es que yo tengo novio, Mateo…”, le dije y me escuché a mi misma como una total hipócrita, viniendo de la mina que se estaba volteando a quien le tocara el timbre.
“Ah… okey, entiendo…”, me dijo, con un tono un poco decepcionado, “Si no quieres, bueno…”
“No, no es que no quiera, si quiero, me encantaría pero… es que compré algo… no quiero salir. Compré algo por internet, viste… y estoy esperando que lo traigan.”, le mentí.
“Okey…”
Yo lo miré un segundito y me animé, “No querés pasar vos? Si querés nos tomamos el café en casa….”
Se le iluminó la cara, “Wow… oye, seguro? Pero tu novio…”
“No está.”, lo miré fijo.
Mateo pareció entender exactamente lo que le quise hacer entender y el tono que usé, “Bueno… si no te molesta…”
Le sonreí, “No, me encantaría, dale”. Abrí la puerta para que pasara pero se quedó un poco ahí, dudando.
“Eh… oye, me dejas entrar la bici? Si la dejo aquí fuera desaparece…”
“Si, claro”, le sonreí, “Dale…”
Yo no sabía qué hacer. Ya había estado en ésta situación de estar guiando a algún tipo a casa varias veces. Pero ésta era distinta. Se sentía distinta. Intensa. Mateo tenía mucho, pero mucho que a mi me gustaba y mientras caminábamos por el largo pasillo a casa y yo sólo escuchaba el repiqueteo de su bicicleta siguiéndome, me empecé a desesperar. A desesperar por dentro rápido. Esto era por el juego? Estaba fuera del juego? Si? No? Que diría Roxy? Y que le digo a Mateo? Mateo es parte del juego? No es? Me sudaban las manos.
Pero no sé para qué me preocupé tanto. Una vez que pasamos a casa no hubo charla. No hubo café. A los dos minutos de haber entrado, evidentemente los dos nos teníamos tanta hambre que él ya me había montado de parado, sosteniéndome fácil, tan fácil, por debajo de los muslos y me había apretado contra la pared en el aire. Y yo colgada como una garrapata con las piernas alrededor de sus caderas, y mis brazos rodeando fuerte su cuello.
Y nos estábamos absolutamente devorando las bocas con una pasión que hacía años que yo no sentía. Que no me sentía dar a mí y que no sentía recibir de un hombre. Lo que era sentir esos labios gruesos en los míos, la suavidad de su piel oscura, el amor y la calentura que me estaba regalando en cada beso, en cada uno de sus gemidos profundos en mi boca. Mi boca lo recibió hambrienta, calmando su lengua, amándola suavemente, dándole lo que quisiera sacar de mí.
Me perdí en sus besos. En el sabor de su saliva, de su piel. En el aroma frutal e increíble de la colonia que se había puesto, que me invadía la nariz tan cerca y me volvía más loca. Quería agarrar ese cuerpazo negro y alto que me estaba aprisionando contra la pared y fusionarlo con el mío. Quería comérmelo. Amarlo.
Y ahí, justo ahí, en ese momento tan hermoso… sentí como sus labios se apartaron de los míos. Abrí los ojos y me encontré con los de Mateo, hermosos y dulces, pero a la vez confundidos un poco. Yo lo acaricié.
“Trini… mmhh.. Disculpa… ésto.. No sé si está bien… tú tienes novio…”, me miró suavemente.
Yo lo miré y sonreí, como una estúpida juzgando la situación de la peor manera, “Si… pero no está…”
“No está bien…”, me dijo suavemente y me quiso deslizar y apoyar en el piso delicadamente, pero yo me aferré un poquito más fuerte a él para no dejarlo, mientras lo acariciaba.
“Ey… que pasa?”, le pregunté suavemente mientras lo seguía acariciando, “No querés?”
Me miró, “Por supuesto que quiero… eres hermosa, pero…”
“Pero?”
“Pero no se siente bien… yo… yo no quiero complicarle la vida a nadie, entiendes?”, me dijo.
“A mi no me la vas a complicar…”, le dí un piquito que él me respondió. Largó un prolongado suspiro y me hundió su cara en el cuello, besándome suavemente ahí, yo cerré los ojos de lo hermoso que se sentía.
“A tí no… pero a tu novio sí…”
Lo miré y le dí un besazo profundo, que él me respondió, “Dejá de hablar de él… sos hermoso… me re gustas, Mateo…”
El se sonrió y se perdió en mis ojos, estuvo un largo, pero largo rato mirándome hasta que habló, “Coño, por qué tienes novio? … mi puta suerte...”
“A mi no me importa… no me llevo bien con él…”, le dije entre piquitos que Mateo me respondía, sentía sus manos amasándome suavemente la cola mientras me sostenía así.
“A mí sí me importa…”, me dijo.
Nos miramos así un rato mientras nos acariciamos, mis dedos trazándole las líneas de esa cara morena que tenía tan cerca y tan hermosa, “Ya sé… hagamos una cosa…”
“Dime…”
Le dije con un tono juguetón, un poco de nena, “Ya estás acá… estamos solos… tenemos tiempo… quiero que así como me tenés ahora, me llevés hasta el sillón.”
“Y allí?”
“Y ahí quiero que la pasemos bien los dos. Y … y después vemos cómo nos sentimos, si?”, le sonreí.
“Tu de verdad quieres?”, me preguntó seriamente.
Le sonreí, “Quiero… quiero sentirte todo.. Y que me sientas toda…”
Mateo gruñó y no aguantó, me aplastó la cara con un chupón increíble y sentí como me apoyaba las caderas fuerte entre mis piernas abiertas, presionada como estaba contra la pared. Yo también le protesté mi placer en la boca y así me llevó hasta el sillón. El se sentó y yo encima, devorándonos, amándonos.
Nos sacamos la ropa así, sin dejar de besarnos y manosearnos. Que cuerpo hermoso que tenía, que piel morena increíble. Y lo que fué ver sus manos oscuras sintiendo mi pálida piel, las suaves curvas de mi cuerpito bajo sus manazas. Le quité sus bermudas y… lo que fué ver esa verga negra saltar en el aire frente a mi cara. No era super larga, pero si gruesa y hermosa. Me quedé admirándola un momento con una sonrisa mientras la acariciaba despacio, y le daba besitos mientras Mateo me miraba con una sonrisa.
“No podés tener ésta pija… mmmhh… no podés…”, le decía mientras la besaba y la lamía despacito, muriéndome por metérmela en la boca y haciéndome desear a mí misma.
“Pero que eres hermosa… Diosssss…”, él me sonreía y me acariciaba.
“La quiero sentir… mmmh… la quiero sentir….”
“Mmmmh… coño, ya….”
“... en mi boca.. Dentro mío… “, le gemí y por fin abriendo bien la boca se la empecé a mamar. Al principio suave, para sentirla, para degustar esa verga negra en mi boca. Y pronto más fuerte, más profundo, para complacer y amar a Mateo así. Él echó la cabeza para atrás y largó un gemido hermoso que me calentó aun más. Se sentó en el borde del sillón y nada mas me miraba como yo la mamaba, cómo lo amaba y cómo disfrutaba tenerlo en mi boca.

“Aaaah!!!... Ssssi.. Trini… que boca tienes… Diossss…”, Mateo gemía y me acariciaba la cabeza. Y yo con mis ojos cerrados de placer apenas lo escuchaba. Estaba perdida en la sensación de tener la boca atorada con esa verga de ébano delicioso.
Estuve así un rato brillante. Hermoso y placentero, tanto para él como para mí. De pronto se me ocurrió algo y abrí los ojos, mirándolo mientras tomaba aire y lo seguía complaciendo con besitos y caricias en su miembro.
“Ay mi amor… sacame una foto…”
“Que?”, me dijo Mateo, un poco extrañado.
Yo le dí una larga y lujuriosa lamida de arriba a abajo, y me puse a entretener mi lengua con su cabeza, “Dale…”
“Para que?... mmmh..”, me preguntó.
“Para mí. Para tener. Para mirarla a la noche y no extrañarte…”, le dije. Fue lo primero que se me ocurrió decir. Pensé que estaba bien. Yo sabía muy bien para qué la quería. Mateo se vió un poco confundido, pero apremiado con el placer que yo le seguía dando, finalmente accedió. Desbloqueé mi celular que había quedado ahí cerca y se lo pasé.
“Que foto quieres…mmhh…?”, me preguntó.
“La que vos quieras, hermoso…”, le dije y lo comencé a chupar de nuevo, llenándome la boca de ese hombre increíble de nuevo.
Mateo me dejó seguir mamándolo un poco, hasta que luego de un ratito sacó ésta:

Me la mostró y yo me sonreí. Me pareció hermosa, pero ya la iba a ver bien después. Para recompensar a Mateo se la empecé a chupar más profundo y más fuerte, lo que lo hizo gemir y tensarse.
“Diooosss…”, le susurré, “... amo tu pija… amo, amo, amo tu pija… la quiero…”
Mateo se tensó al oír eso y me agarró fuerte de la cabeza, lo sentí listo para acabarme en la boca y ahí lo largué, recuperando mi aire y solamente acariciándolo suave.
“Que… qué pasa?”, me preguntó agitado.
“Vamos a mi cuarto…”, le susurré.
“... a… a tu cuarto…”
“Quiero que me cojas… quiero que me cojas ya… mmmh… quiero sentirte dentro mío…”, le dije.
Escuchar eso lo terminó de vencer. Si estaba confundido, si le estaba dando algo de cosa estar haciéndolo con una mujer que tenía novio… Ahí fué cuando aparentemente se le fué. Porque los hombres son hombres, Trini, me dijo Roxy en la cabeza. Me sonrió, se levantó, y nos fuimos los dos caminando desnudos hasta mi cuarto. Le pedí que se acostara y me subí encima de él. Nos besamos y acariciamos fuerte un momento más, metiéndonos mano por todos lados. Yo ya no aguantaba más, necesitaba sentir esa pija dentro mío. A ese moreno increíble amándome. Me dí vuelta, montándome en él y me clavé sola en esa verga divina. Eché la cabeza para atrás del puro placer de sentirme abierta y llena de esa pija, mientras escuchaba a Mateo gemir el placer que mi vaginita le daba.

Nos cogimos los dos así un lindo rato. Casi que no nos dijimos nada, solo intercambiamos nuestros gemidos porque no hacía falta decirnos más. Que verga hermosa me estaba cogiendo… que hombre hermoso me estaba amando y deseando! Mateo seguro estaba sintiendo mi conchita suave y estrecha a su alrededor, apretándolo amorosamente con cada una de mis subidas y bajadas, porque gemía y gozaba roncamente, acariciando y amasándome el culo una y otra vez.
Estuvimos así un rato hermoso en que los dos disfrutamos, hasta que sin decirme nada lo sentí tomarme con facilidad de la cintura y moverse, poniéndome en cuatro sobre la cama, sin salirse de mí en ningún momento. Me tomó fuerte de mi cinturita y me empezó a penetrar, más profundo y más fuerte, a su ritmo y buscando su propio placer.
Pero el hecho que él buscaba su placer no significaba que no me lo estuviese dando a mi también. Lo que gocé con sus embates, imaginándome lo que no podía ver - la visión de esa verga, negra y gruesa, entrando y llenando mi concha, pálida y húmeda… sentir sus dedos sobre mi piel, aferrándome, reteniéndome ahí, su prisionera, y dándome… dándome y dándome… haciéndome mujer una y otra vez, cada vez más profundo, cada vez más unidos. Acabé como una cerda. Como la verdadera puta que era. Con una verga negra adentro mío ensanchando y activando todos los nervios de mi placer. Lubricada a mas no poder. Cogida. Usada. Amada. Deseada. Poseída. Como lo quieran llamar.
Yo nada mas le digo, en el uso más ancho y más profundo a la vez de la palabra: Feliz.

Ni bien terminé yo con mi largo orgasmo, se ve que lo mío empezó a provocar el de él. El verme y sentirme así fue demasiado para él también. Le iba a decir, entre mis jadeos, que me llenara… que me dejara todo su semen adentro, pero no llegué. Mateo la sacó y casi gritando de calentura se empezó a masturbar fuerte. Yo me moví rápido y me giré, tomándolo suavemente en mi boca y chupándolo fuerte, muy fuerte.
Mi recompensa fueron varios bellos, calientes y voluminosos lechazos en mi boca. Yo odio esa palabra, me parece un asco, pero cuando es apropiada, lo es. Para mi no fue eyaculación, ni siquiera fue polvo, acabada o cualquier otra forma burda que quieran usar para denominarlo. A veces es tan profundo, tan fuerte… tan orgásmicamente asqueroso que no hay mejor forma de describirlo. Hablemos con propiedad. Mateo no me dió delicadamente su semen en la boca, no. Me la llenó de varios buenos lechazos. Los cuales yo me tragué gustosa, rápido, ni bien mi hombre moreno me los daba. Para complacerlo así. Y también para complacerme a mí misma.
Cuando Mateo terminó cayó un poco rendido del esfuerzo, dulcemente exhausto, y yo seguía prendida de su verga, mamando y consumiendo hasta la última gota de ese semen delicioso la cual, nada mas para jugar, dejé salir un poquito entre mis labios satisfechos.

Mateo me miró y me sonreía, agotado y feliz. Que hombre hermoso me acababa de amar. A qué hombre hermoso acababa de complacer.
Caímos los dos rendidos en la cama y nos quedamos un rato así, tocándonos suavemente y charlando bajito, recuperándonos. Sin embargo, Mateo estaba raro. Una vez que tuvo su orgasmo y se le fué la calentura, lo notaba extraño. Como si alternaba entre estar contento de habernos disfrutado así, de estar así cerca e íntimos ahora… con algo de nervios, o incomodidad, o ya pocas ganas de estar ahí y así.
Finalmente después de un rato me dió un par de muy lindos besos y me dijo que se tenía que ir. Yo lo miré suave, con mis ojitos llenos de amor y le dije que okey, que entendía. Le pregunté sin necesidad si lo había disfrutado y me besó de nuevo, diciéndome que sí. Que no se lo esperaba, pero que había sido divino. Y yo divina. Mientras nos vestíamos me pidió mi número de celular y yo sonreí, dándoselo gustosa. La verdad no me disgustaba la idea de seguir viendo a Mateo alguna otra vez… o muchas.
Luego de una amorosa despedida, pese a que le dije que se podía quedar si quería, tomó su bicicleta, lo acompañé hasta la puerta de calle y se marchó pedaleando, dejándome una linda sonrisa de despedida. Yo no terminaba de entender, y no entendí hasta bastante tiempo después.
Cuando volví a casa, antes de ponerme a hacer la cama y limpiar, para aparentar que aquí no había pasado nada, me tiré perezosa en la cama y me puse a chatear con Roxy, para anunciar mi marcador y para contarle lo feliz que estaba. Al principio no me creyó. Y como yo sabía que eso iba a pasar, le mandé la foto como prueba.
Y Roxy tardó en contestarme. Mucho. Y cuando lo hizo me cagó a puteadas. Y me dijo que no me iba a hablar más. Yo nada más me reí sola, ya conocía esas salidas de Roxy. Ya me iba a hablar de nuevo, por alguna cosa u otra. Yo nada más, tarareando feliz, me puse a hacer la cama y luego mis cosas de todos los días. El resto del día y la noche transcurrió normal.
El otro día por la mañana, por supuesto, Roxy me mandó un mensaje. Diciendo que estaba bien, que me aceptaba el gol, pero que no hacía falta gastarla así. Yo me reí y le llené el chat de besitos, que ella me devolvió.
También, un poco de aburrida pero también de curiosa, chateamos un poco con Mateo. Pero no mucho. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Le dije, después de un rato de hablar de nada, si quería que nos viéramos de nuevo, que me avisara y me dijo que okey, que lo vería. A mi me encantaba la idea de verlo de nuevo. Quizás una segunda vez juntos… ahí ya estaría mas acostumbrado, menos nervioso y menos acomplejado con la idea que yo tenía novio. Quizás se soltaría un poco más.
Pero ni en mis predicciones más delirantes pensé que iba a ocurrir todo lo que terminó ocurriendo más adelante, en todos los frentes, y que la que había sembrado sin querer la semilla de todo había sido yo, sin darme cuenta.
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