Luego de eso pasaron dos semanas. Si, dos semanas enteras en las que nadie tocó el timbre en casa. Yo estaba que volaba de calentura. No me da vergüenza ya admitirlo, estaba hecha una verdadera adicta al juego de la puerta, y no se me estaba dando.
Primero calentura física, por supuesto. Yo explotaba de ganas de coger y Ariel no me tocaba un pelo. No sabía para qué carajo vivíamos juntos todavía. Parecíamos compañeros de departamento más que pareja. Dormíamos en la misma cama, si, pero para qué? Estábamos los dos tan fríos, tan distantes siempre, nos ignorábamos tanto y ninguno de los dos parecía querer hacer el esfuerzo por acercarnos de nuevo. Y si encima de eso nadie me había tocado el timbre en lo que me parecía una eternidad, yo estaba que volaba.
Y también tenía calentura de enojo. Roxy también, por suerte, estaba pasando por su propia sequía, pero las sequías de ella eran distintas. Con más aguita aparentemente, porque se las rebuscó para hacer otro gol y ponerse 4-2. Ella trabajaba remoto para una empresa y dijo que había sido un pibe del laburo que había ido a buscar unos papeles. La felicité, como siempre, y me enojé aún más por lo mal que se me venía dando todo éstos últimos días. Hasta pensé en largar el juego de lo descorazonada que me sentía. Que ganara ella, que me importaba. Ya fué.
Hasta que llegó ese miércoles. Ese miércoles que, viéndolo desde ahora, fue crucial y hermoso. Ese miércoles que me complicó y al mismo tiempo me lo solucionó casi todo. Pero eso no lo iba a entender hasta mucho tiempo después.
Había sido una mañana normal, como todas. Ariel se fue a trabajar, como siempre. Y yo sola en casa, a la expectativa, como siempre. Seguía haciendo bastante calor y me había puesto un topcito de bikini verde re microscópico y una bombachita de lycra con un print medio abstracto que era re cómoda y me encantaba. Y además mostraba bien la cola. Para variar un poco el “uniforme” del juego me puse un topcito naranja encima, re lindo. Si alguien tocaba el timbre no quería salir a atender directamente en bikini, no daba. Algo de vergüenza me quedaba, mirá si me cruzaba a algún vecino o vecina…
A eso de las once, bien temprano, me sobresaltó el timbre de la calle mientras yo estaba barriendo el piso. Me asusté, y tuve la oleadita de nervios de siempre que me vino, pero no sabía qué o quién podía ser. Atendí el portero y cuando escuché entendí enseguida, pensando que era una boluda, que cómo me podía haber olvidado de ésto…
“Holaaaa… si… del agua…”
Cómo me había olvidado. Eran los que traían los bidones de agua para el dispenser, que Ariel compraba porque no quería agua de la canilla. Venían todos los meses a traer y yo, con todo ésto, como una boluda…
Le dije que ya iba a abrir, pero no iba muy entusiasmada por el pasillo. Venían con la camioneta a dejar, pero a veces venía un tipo, a veces algún otro. No sabía quién podía ser ésta vez, pero me acordaba que gustarme, lo que se dice gustarme, no me gustaba ninguno. O por lo menos, en las condiciones normales que yo tenía antes de empezar con el juego, jamás me había fijado en ninguno de ellos de esa manera.
Cuando abrí la puerta lo ví, ya lo conocía a ese. Se llamaba Domingo, el viejo. Bah, yo le decía viejo malamente, injustamente. Debía rondar los cincuenta y cinco, por ahí sesenta, no sabía. Era un morocho del interior, re simpático el tipo, por lo menos siempre tuvo buena onda cuando traía el agua. Tenía un acento tipo del norte… de Santiago, o de Tucumán, no sabía. Pero me caía bien el tipo, siempre fue muy amable y simpático. Tenía un muy buen lomo el viejo, producto seguro de estar levantando esos bidones enormes de veinte litros todo el día. Tenía una tez de piel amarronada oscura, claro, si seguro estaba al sol todo el día además de su color natural. Era bastante feucho de cara, la verdad. Tenía una cara medio cuadrada, con facciones un poco toscas y un cuello ancho. También ya tenía un montón de canas en su pelo rapado.
Al menos, así lo había visto siempre yo. Pero ahora era distinto. Ahora seguro era distinto porque cuando abrí la puerta de la calle y lo ví, lo juro, no les miento, el pequeño estrujoncito que sentí en mi vagina me pegó como un sartenazo en la mente. No se si era por el juego, por la calentura que yo llevaba encima o por las dos cosas… pero le sonreí y me quedé mirándolo. Mirándolo distinto. Mirándolo como el machazo que mi cuerpito estuvo pidiendo a gritos todos éstos días. Normalmente no le habría dado ni bola a un tipo así, pero las cosas que estaba descubriendo de mi, y las cosas que estaba sintiendo… conspiraron.
Había estacionado la camionetita larga que tenía la empresa del agua ahí justo enfrente de la puerta y él estaba con el carrito ahí al lado, con la puerta abierta listo para descargar. Cuando me vió, y seguro cuando me vió así como estaba tan poco vestida, se sonrió. Por supuesto que nos conocíamos, había venido a entregar agua tantas veces, pero el trato no pasaba del simpático, del cordial y de un “hola que tal, cómo estás?”. Poco más. Nunca me había visto así. Y yo, la verdad, nunca lo había visto a él así, con éstos ojos que yo tenía ahora.
Pero tenía que tener mucho, mucho cuidado con un tipo así. Nunca me lo había demostrado ninguna de las veces que vino, por supuesto, pero tenía la intuición que éste tipo no se comía ninguna. Que era de esos que por ahí si lo boludeaba (mucho o un poco, no sabía) por ahí se ponía mal y se producía una situación fea. No era de prejuiciosa, para nada. No tenía nada que ver la tez del tipo, su condición social, de dónde era ni nada de eso. Yo no soy de esas personas que juzgan así. Pero sí tenía esa intuición de tener cuidado si quería hacer algo. Si algo pasaba, estaba segura que no iba a ser como con el técnico o con Marianito. Esto era otra cosa. Otra cosa más heavy, por ahí, si se daba.
Me vió desde el cordón ahí esperando al lado del vehículo y se rió al verme como estaba, mirándome de arriba a abajo, “Eeeehh… que hace’ pimpollo?”, me saludó, “Cuánta’ te bajo?”
Yo me fortalecí mentalmente como pude en ese segundo que tenía y le dejé una dulce sonrisa, “Hoooola, como estás? Eeeh… cuatro puede ser?”, le dije dulzona y sonriente.
“Listooo… daleee….”, dijo alegremente y empezó a cargar los bidones enormes en su carrito. Cerró la puerta del vehículo y los acercó.
Yo lo miraba medio perdida en la imagen del viejo morochazo cargando los bidones pesados como si nada, saboreándola en mi cabeza. Tan distraída estaba mirándolo, que cuando vino… juro, lo juro que no me dí cuenta, pero como una boluda le dije, “No me lo entrás? Podés?”. Ni bien terminé de decirlo me dí cuenta lo que había dicho y me subió una vergüenza que seguro me puso colorada.
Domingo ya se había acercado con el carrito y no parecía tener ningún tapujo en mirarme como estaba, en mi top y bombachita ajustada. Se cagó de la risa, “Seh, linda, obvio que puedo…”, me dijo riéndose y me empezó a seguir por el pasillo largo con el carrito. No es que yo necesariamente quería hacerlo, pero con la bombachita de lycra que me había puesto que dejaba ver prácticamente media nalga, no había forma que yo caminara naturalmente sin menearle y mostrarle el culo al viejo que venía atrás mío.
“Buah… buah…”, le escuché decir a mi espalda y enseguida largó como un ruidito de besito. Me estaría fichando el culo, no había forma que no lo estuviera haciendo.
Yo lo miré por encima del hombro mientras caminaba y le sonreí, “Hmm? Que?”
“Lorca, eh?”, se rió mientras empujaba el carrito y me sonreía, “Ya ‘ta pesado tempranito…”
“Ay, si viste?”
La calentura que yo ya llevaba encima era increíble. Nunca lo había visto al viejo así, con éstos ojos y éste deseo que tenía. Y eso que lo había visto muchas veces desde que vivíamos ahí. Pero nunca así. Ninguna de las otras veces que vino me había sentido tan observada y deseada. Claro que las otras veces yo nunca me había hecho desear así. Sentirme ya tan prácticamente desnudada con la mirada me hacía subir todavía más la calentura y los nervios.
Llegamos a casa y lo hice pasar con el carrito, cerrando la puerta detrás mío y guiándolo hasta la cocina para que descargara los pesados bidones llenos junto al dispenser y se llevara los vacíos. Yo ya estaba pensando en la mejor forma de encarar la cosa, mientras lo veía hacer su trabajo.
“Gracias, cuánto es?”, le pregunté.
“Y… cuatro son….dieciseis…”, me dijo mirándome con una sonrisita y un hambre en los ojos...
“Te puedo transferir? No tengo cash…”
“Si, dale…”
Le sonreí y me corrí un poco mi largo pelo, “Buenísimo… aguantá que le aviso a mi novio que te transfiera ahora… podés esperar un ratito?”
“Seeeh, seguro… dale”, me dijo, “No hay apuro”. Su sonrisa me daba la impresión que no le molestaba para nada quedarse conmigo ahí y así.
Yo agarré mi celular y le empecé a escribir a Ariel. Más allá de cualquier jueguito, al tipo había que pagarle por su trabajo y no me daba hacer la típica boludez de “Ay, no tengo, como te lo puedo pagar…” y esas pavadas. Pero mientras le escribía a Ariel, me sonreí sola, fuera de la vista del viejo y me dí vuelta, haciéndome la distraída mientras tipeaba y me incliné apenas un poquito sobre la pileta de la cocina, para darle al viejo un lindo primer plano de mi cola. Estaba absolutamente jugando con fuego.

Y cuando terminé de mandarle el mensaje, por mas que no hiciera falta, también le grabé y le mandé un mensaje de voz a Ariel, mientras me hacía la que giraba desinteresadamente, mostrándole más de mí al viejo. No lo miré directamente, pero sabía que no me estaba sacando los ojos de encima.
“Hola amor… te escribí para que le transfieras a la gente del agua, apurate que están acá, ya entregaron… beso… dale…”

Me di vuelta y le sonreí a Domingo. Si, me estaba mirando como un lobo miraba a una ovejita. Se me pararon los pelitos de los brazos, “Listo… a-ahora que me manda el comprobante te lo paso, si? Perdoná la demora…”
“Todo bien, bebé…“, me sonrió.
“Ay, sentate porfa…”, le dije señalando una de las sillas de la mesita de la cocina. El viejo agradeció y se sentó a esperar, mientras me miraba.
Yo ya de a poco me estaba envalentonando. Si, lo quería hacer con cuidado, pero por otra parte pensaba qué tanto cuidado realmente tenía que tener con un tipo así, curtido, que yo ya veía cómo prácticamente me estaba garchando con los ojos. Por ahí podía acelerar un poquito más y ver qué pasaba… y no tenía que “trabajar” tanto como había hecho con los otros. Me quedé unos segundos en silencio y se me ocurrió. Pero ésta vez, a diferencia de lo que se me había escapado en la puerta sin querer, ésta vez sí sabía exactamente lo que estaba diciendo.
Sin mirarlo y en un tono totalmente casual le dije, “Ay… me hacés un favor, no me la podés poner vos?”
El viejo se empezó a reír fuerte mientras me miraba, “Jajaja… Que cosa, mami?”
Yo me reí también, “Uh… el agua … el bidón. Yo no puedo…”
“Aaaah, el agua! Seh, seh… jajajaj…” se rió y fue hasta el dispenser, cargando uno de esos bidones en el aparato como si nada.
“Gracias.”
“De nada, linda…”, dijo y se sentó de nuevo sin sacarme los ojos de encima. Yo me di vuelta de nuevo para seguir mostrándole el culo y me puse a enjuagar unos platos que no hacía falta enjuagar. Sentía los ojos del viejo prácticamente sobre todo mi cuerpo ya. En una fracción de segundo nada más lo vi por el reflejo medio transparente de la ventana y ví como había aprovechado para acomodarse un poco el bulto mientras yo estaba dada vuelta. Ni quise pensar en la erección que debía tener debajo del pantalón.
“Y.. co-cómo va el laburo? Bien?”, le pregunté sin mirar, bajando la vista enseguida de vuelta a los platos.
“Seh, va bien… viste como ‘ta la cosa igual…”
“Bueno, me alegro che…”
“Y vo’? Cómo andá?”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y seguí enjuagando, “Bien. Bah, qué sé yo, no sé… Medio depre la verdad…”
“Ah si? Por?”
“Nada… cosas de la vida… de pareja. Normales.”, le contesté.
“Eh… ahí no te puedo ayudá…”
“Mmm.. bah, no se si no… “, dije desinteresadamente y me giré un poquito para mirarlo, “Vos qué hacés si tu mujer anduviera con otro?”
“No tengo muje’... “, se rió
“Bueno, dale, si tuvieras”, le acompañé la risa, “Que harías?”
“La mandaría a la mierda…”, me dijo con una sonrisa, “Que, tu novio anda con una?”
Yo suspiré, “Sabés que creo que sí…”
“Y mandalo a caga’...”, me dijo.
“No se si es tan fácil…”, le dije y me volví a enjuagar al pedo los platos.
“Por qué no?”
“Y… primero porque no tengo pruebas… y después, no sé. Es algo que me parece a mi. Ya no me da bola… está re frío… distante conmigo, no sé….”
Lo escuché reirse, “Uh, es un boludazo ese pibe…”
“Por?”
Tardó un poquito en responder, no sabía si ya se estaba animando a apurarme, ya tocándose o qué, yo no veía, pero finalmente me dijo, “Tiene éste caramelito en casa y se va a jode’ por ahí? Un pelotudo…”. Yo sentía, juro que era como que sentía de alguna manera físicamente la mirada del tipo en todo el cuerpo.
Yo le dejé una hermosa sonrisa dulce por encima de mi hombro, “Ay… gracias…”
“E’ la verda’...”
Yo agarré el celular y me fijé, con un suspiro, “Cómo tarda éste pibe… disculpá, Domingo…”
“Nah, todo bien reina. Te dije que no hay apuro”, me contestó.
“Pero me da cosa… estás trabajando y yo te estoy reteniendo acá…”
“Eh, un descansito nunca viene mal…”
“Mmm… cierto…”
Seguimos charlando un ratito más así, yo haciéndome la que enjuagaba platos lento, despacito, y Domingo mirándome el culo desde donde estaba, hasta que por fin me vibró el celular y cuando me fijé Ariel me había mandado la captura de pantalla del comprobante de transferencia.
“Ay, por fin, mirá… acá está”, dije medio dándome vuelta, mostrándole la pantalla por sobre mi hombro.
“A ver si ‘ta bien…”, dijo y lo escuché levantarse. Se me acercó y se me puso atrás, sin tocarme pero casi pegado, mirando la pantalla del celu. A mi se me pararon los pelitos de la nuca, “Seh… ta’ bien… ‘ta muy bien…”, lo escuché decirme en un tono grueso, bajito, así de cerca, sólo para mi y de atrás.
Yo tragué saliva y seguía con mi pantomima de los platos. Sentía que me temblaban las manos. Estuve un ratito así en silencio, sintiendo como el viejo no se volvía a su silla o se retiraba. Tomé coraje y se lo dije, lo más desinteresada que pude.
“Bueno… buenísimo, ya termino con ésto. Ah… antes de que te vayas, la quiero probar…”
Escuché su risita bajito atrás mío, “Que quere’ proba’...”
“El agua… eeeh… siempre me la dejan y se van antes que pueda probarla, viste? Para ver si está bien.”, le dije, girando apenas un poco para mirarlo de costado.
Enseguida sentí como me apoyó las dos manos en las caderas, de costado, sintiéndome suavecito apenas donde me comenzaban los lados de mis nalgas y yo tenía la piel al descubierto. La sensación de esos dedos gruesos y callosos deslizándose despacio sobre mi piel suave casi me mata.
“El agua ta’ bien… No queré probar otra cosa, bebé?”
“Que…. que cosa… que me decís…”, le dije bajito.
Domingo me aferró un poquito más fuerte y me apoyó de atrás. Enseguida sentí lo dura que la tenía por debajo del pantalón, y cómo me la calzó justo en la raya entre mis nalgas, “Esta que tengo acá, no la quere’ proba’....”
Yo no llegué a contestarle nada cuando sentí que directamente deslizó una de sus manos y me empezó a masajear bien el culo, mientras que llevó la otra por delante y me sintió una de mis tetitas por encima del top. Me hundió la cara en el cuello y me empezó a atender ahí debajo de mi oreja, besando y lamiendo despacio para sentirme el gusto. Yo largué un gemidito y cerré los ojos, sintiendo como me apoyaba más fuerte todavía la verga, presionándome muy fuerte contra el borde de la pileta de la cocina, mandándome sus caderas contra mi culo y frotándose ahí. Dios, que dura que la sentía.
“Ay… Domingo… no, estás trabajando… qué hacés…”, le suspiré con los ojitos cerrados de placer.
“Mmmh… Qué me importa, mami…”, me dijo. Tener ese lomo de viejo pegado a mi así y su manoseo me estaba volviendo loca por dentro, “Dale, pendeja, te tengo unas gana’.. Que buena que ‘tas…”, me gruñó un poco en el oído y me mató.
No sé cómo hice para hacerme un poco la que todavía no quería, “No… pará Domingo… no puedo…”
“Poder pode’... o no quere’?”, me dijo eso y sentí como me largó el culo y con esa mano se desabrochó el pantalón, pronto apoyándome su verga directamente contra mi culo. La sentí dura e hirviendo.
“Mmmmh…”, solo atiné a decir con mis ojitos cerrados. El viejo ya no decía nada. Me manoseaba y me frotaba la verga fuerte contra mi culo. Me dió vuelta un poco la cara y sin decir nada me plantó un chupón profundo en la boca que se lo respondí enseguida, gimiendo de placer en el beso.
“Seeeh.. Ahí 'ta, mami… “, se sonrió y me miró a los ojos, nuestros labios y narices rozándose, “Qué te hace’ la difícil… me ‘tas buscando desde que llegué….”
“Mmmhh…“, tan sólo atiné a decirle y lo besé de nuevo.
El se rió y me metió una apoyada desde atrás que me hizo vibrar, lo besé más profundo y me perdí en cómo sus manos me seguían disfrutando el cuerpo. Me empezó a chupar la oreja y me hablaba susurrando al oído mientras me seguía apretando, “Qué pasa… el maricón de tu novio no te atiende?”
“N-no… no… me deja sola… es un hijo de puta… mmmh…”, le respondí, llevando una mano atrás y acariciándole la nuca, sus pelos canosos y rapados casi al ras.
“Bueno…”, lo escuché decirme en el oído, “Este macho de verda’ te va a atende’ bien ahora, vas a ve’, linda…”
“Mmmh… dale…”, le rogué y me dí vuelta para enfrentarlo. Me colgué los brazos alrededor de su cuello ancho y nos empezamos a besar, fuerte y profundo, a comernos las bocas. Me apoyó la verga que ya tenía salida casi sobre mi ombligo y enseguida sentí su mano y sus dedos frotar y sentirme la conchita por encima de la bombacha. Separé una de mis piernas un poquito para darle mejor acceso casi como un reflejo. El viejo me estaba volviendo absolutamente pelotuda.
Nos giramos y se apoyó él con su culo contra el borde de la pileta, me agarró de mi pelo largo y me lo aprisionó en un dulce puño, haciéndome descender hasta que quedé cara a cara con su verga, hermosa y erecta. La tenía grande, no se si de lo caliente que estaba o si era ya así naturalmente. También venosa y la tenía de color un poco mas marrón oscuro que el resto de su piel. Una cabeza púrpura oscura que le explotaba de hinchada. Yo no pude evitar lamerme los labios y lanzar un gemidito al verla. Si, lo único, el viejo tenía algo de olor… pero bueno estaba trabajando y no puedo decirle nada, la que lo calentó fui yo.
No me tuvo que decir nada. Yo sola abrí grande la boca y lo empecé a mamar. Ahí mismo en la cocina. Sentir esa verga fue la gloria misma. Gruesa y caliente en mi boca, dura como una roca la tenía. Se la empecé a amar con una calentura que hasta yo desconocía, chupándosela lindo y profundo, mientras cerré los ojos y me perdí en la sensación.
Lo escuché gemir suavecito y ronco al verme y sentirme así.
“Seeeeh… mmmh… ahí va… pendeja chupapija… jajaja….”. Yo no le decía nada, estaba abocada completamente en complacer a esa verga, “Chupámela bien… ”
“Mmmhhh…”, solo le dije con la boca llena. No sabía ni que mierda le quería decir.
“Le vas a conta’.. Mmmh… al maricón de tu novio?”
Yo por fin abrí los ojos, lo miré hacia arriba, negando con la cabeza y la boca llena de verga, “Mmmhhh…”
“Contale… aaaahhh… contale que bien que chupa’ pija’ de macho denserio cuando él no está…”, se rió y me soltó un poco el pelo, acariciándome la cabeza mientras yo lo seguía atendiendo y disfrutándolo.
Yo le negué de nuevo con la cabeza, “Mmmh!”
El se rió y me dió una cachetadita suave, pero yo ni me inmuté, lo seguía mirando azorada, perdida en la sensación, “Pendeja puta… chupaverga…”
Yo le asentí despacito mientras lo seguía mamando. No podía negárselo. No hubo una sola cosa que Domingo había dicho, desde que llegó, que era mentira. Y me volvía loca de calentura por dentro el aceptarlo.
Cuando tuve que largar mi dulce mamada por un momento para tomar un poco de aire, le sonreí desde abajo y él hizo lo mismo, “Que linda que so’, bebé… mmmhh…”
“Vos también, mmmh…”, le dije entre mis respiraciones.
“Te gustó, eh?”, se rió.
“Me encantó…”, le sonreí y le empecé a dar piquitos de cariño en su palo amarronado de nuevo, refregándomelo suavemente en la cara.
Me tomó de nuevo del pelo y me presionó la cara contra él, “Mmmh… chupame las bola’ ahora, dale…”
Yo nada mas le sonreí y obedecí, enterrando mi carita y sacando mi lengua para encontrarle esas dos hermosas ciruelas que llevaba colgando el viejo. Si, la verdad que tenía olor, y eran un poco peludas, pero no me importaba. Mi lengua las empezó a lamer, acariciar y amar así, mientras yo me imaginaba toda la leche que debían tener dentro. No me importaba si estaban sucias, la sucia era yo. Mi lengua las estaba amando y lavando, disfrutando del gusto salado y rico de ese escroto. Mis manos le acariciaban las piernas fuertes y oscuras que tenía, como dos troncos de donde aferrarse. Hasta cerré los ojos de puro placer y abriendo bien la boca me llevé uno de los testículos dentro, amándolo y lamiéndolo, gimiéndole mi placer para que lo escuchara.
Cuando los abrí de nuevo lo vi a Domingo con un puño apretado alrededor de su verga dura y bombeándose él despacito mientras yo le adoraba los huevos. Eso no lo podía permitir. Largué las bolas y volví sobre su pija, sin que él me lo pidiera, como la puta que era. Quería comérmela. Tragármela. Lo escuché gemir fuerte de placer al sentir mi boca húmeda y caliente de nuevo alrededor de su verga, mi lengua tratando de enrollarse alrededor de ella en mi boca.
“Aaaahhh sseeeeh… mmmh… que bueno, linda…mmmh…”
Luego de un ratito así, decidí cambiar un poco la onda. No es que no lo estaba disfrutando, al contrario, pero yo tampoco era o me sentía TAN sumisa, nunca lo fuí, y quería tomar un poco las riendas yo. Además ya estaba incómoda de estar tanto en esa posición. Dejé de chuparlo y me paré, sonriéndole.
“Vení”, le dije, “Vamos al living… me duelen las piernas…”, y nada mas me di vuelta, yendo para el living y sacándome el top. Lo tiré por ahí y me quedé con el microbikini puesto. Esperé a Domingo que me siguiera y él hizo lo mismo, desabrochándose la camisa que llevaba y tirándola a un costado.
Me senté en el sillón, “Acostate”, le dije sonriendo y le empecé a acariciar el torso desnudo y peludo mientras él me sonreía y me tocaba el pelo. Si, tenía un lomo bárbaro por la edad. Músculos fuertes debajo de esa piel amarronada y ese vello, a veces más oscuro, en algunos lugares ya un poquito más blancos. Pero que cuerpo hermoso de macho que tenía. Al menos, de cómo me gustaban y me calentaban a mí los hombres. Para que no se le bajara me senté un poquito así al costado y se la volví a mamar, pero ésta vez despacito, queriendo sentir cada centímetro y cada pliegue en la piel de esa verga, que se endurecía de nuevo en mi boca tan dulcemente. Nos mirabamos y nos decíamos toda la calentura que teníamos por el otro con los ojos, en un silencio roto sólo por nuestros sonidos suaves de placer.

Pero Domingo ya venía muy caliente de lo de la cocina y no quería otra mamada. Se incorporó y me tironeó de la bombachita, yo lo ayudé a quitármela y me hizo acostar en el sillón. No nos dijimos nada, los dos lo sabíamos todo en nuestras miradas y nuestros deseos. Solita nada más me abrí de piernas para él, para ese macho viejo y hermoso que por fin iba a disfrutar de mi cuerpito como él quería.
Y vaya si lo hizo.

Fue hermoso sentirlo dentro mío. Tan hermoso que yo tampoco duré mucho. De pronto me vino un orgasmo súbito, y me empecé a sacudir mientras él se sonreía de cómo estaba haciendo acabar a la mujer que tenía debajo. Mi cuerpito se sacudía de placer y hasta se me crisparon las manos, sacudiéndose solas en el aire, me escuché a mí misma largando chillidos finos y cortitos, con los ojos cerrados muy fuerte como si fuese una nena que estaba sintiendo su primer clímax. Pero no. Era éste viejo y su verga hermosa adentro mío. Me cogía hermoso, profundo y parejo, disfrutándome él también tanto como yo lo estaba haciendo con él.
Domingo me cogió así un rato y me dió vuelta, poniéndome en cuatro de rodillas y sin mucha diplomacia metiéndomela de nuevo en mi conchita, que la recibió gustosa otra vez. Se sonreía y entre gemidos me acariciaba, diciéndome lo linda que estaba así, yo le hacía caritas por encima del hombro y gozaba con él.
“N-no… no me acabes adentro… por favor…”, pude decirle con mis ojitos cerrados mientras sonreía y disfrutaba la cogida.
Lo escuché reírse, “Ufff… dale mami, no queré?”
Lo miré un poco seria mientras él seguía, “No… no, en serio, no…”
“Mmmh… que lástima che… una’ gana’ de llenarte la concha... Ufff…”
A mi se me dibujó un flash de deseo en el rostro, pero traté de mirarlo seria, lo mas que pude, “No… no…”. Yo estaba con anticonceptivos, no iba a pasar nada, pero no había dejado que nadie me lo hiciera hasta ahora. No tenía un por qué, no tenía un motivo. Me parecía un límite que, dentro de toda ésta locura hermosa del juego, tenía que tener.

“Daaale mami… dejame….”, se rió
“No, Domingo… por favor…”
Él se inclinó sobre mí, apoyándome el pecho contra mi espalda y dejándome algo de su peso ahí. Me tomó un poco del pelo y me entró a dar de nuevo así, lo que me provocó unas oleaditas de placer. Con la otra mano me acariciaba el costado y el estómago mientras me cogía así despacito.
“No quere’... mhhh… no quere’ que te haga un nene ahí en esa pancita hermosa?”, me dijo y se rió.
A mi me dió un relámpago de espinitas en el clítoris cuando lo escuché decirme eso, tan cerca, “No… no puedo… ahhh…..”
Domingo me rodeó la cintura con su brazo y empezó a acariciarme el vientre bajo con esa manaza, suave y despacito, en círculos, mientras seguía abriéndome la conchita con su verga, “Mmmh… aaaahh… que gana’ de llenarte bien de leche, mami… toda esa pancita, bien adentro… uffff…”
“No, Domingo! Aaaahhh…” yo no sabía si pelearle o seguir gozando de esa verga y lo que me decía, que me volvía loca.
El me estrujó fuerte el vientre, sentí esos dedos clavarse en mi piel, “Sabe’ que linda que sería’ vo’... aaahhh… mmmhh… con esa pancita linda, bien hinchadita… aaahh… llevando mi nene adentro… mmhh… mi bebito…”
“Aayyy… Domingo noooo! Aaaahhh!”, yo cerré los ojos y me estremecí. El siguió cogíendome y hablándome.
“... mmmhh… y se la mostra’ al puto de tu novio… jajajja… aaaahh… seeeh… y le deci’... le deci’ que así te la dejó … tu macho de verda’... ufff….”
Yo casi estallo ahí mismo. Casi le orgasmeo todo encima de esa verga hermosa y dura que tenía adentro, cubriéndola con toda mi lubricación, pero me contuve y le puse una mano hacia atrás, en su pecho, “Ay… basta Domingo! No… aaahhh.. No puedo te dije!”.
El se rió y aflojó un poco, pero apenas un poco, sus empujones de caderas y me sacó la mano de mi vientre, amasándome en su lugar el culo, “Pendeja hermosa… putita comeverga… lechera… mmmm…”, me dijo sonriéndose.
Estuvo nada más unos pocos segundos así, como venía, hasta que la sacó y sentí que me tomó fuerte del pelo en la nuca, empujándome un poco para abajo.
“Bueh…”, lo escuché decirme suavecito, “... si ahí no te puedo llena’...”
Enseguida sentí la punta de su pija presionándome el ano, fuerte, empujando para entrar. Yo largué un gemido y una rápida inspiración de aire, no me lo esperaba. Yo no era para nada extraña al sexo anal, ya lo había hecho en mi vida y si se hacía bien, no me disgustaba. Pero ya casi nunca lo hacía porque, oh sorpresa, Ariel no le daba bola a eso. Las pocas dos o tres veces que lo hicimos no nos dejó satisfechos a ninguno de los dos, creo.
Pero ahora, ésta verga y éste hombre, era otra cosa… en cuanto lo sentí me sobresalté, sintiendo el dolor que me estaba dando al querer entrarme ahí, en mi agujero tan estrecho. No era un tema, me pareció, de lubricación. Recién me la había sacado de la conchita y estaba por demás mojada. No, era nada más un tema de tamaño y de lo estrecho que yo lo tenía. Y encima Domingo muy delicado que digamos no era. Me dolía, pero tomé coraje y lo dejé. Lo dejé y no dije nada más que protestar mi dolor, porque lo quería sentir. Me mordí el labio y traté de aguantarmela, relajandome ahí lo más posible.
“Pará Domingo… mmmh.. Despacio…”, le dije.
“Shhh… vo’ tranquila, putita… abrite porque e’te culito no me lo pierdo...”, dijo y me la empujó más

Estuvo así unos segundos, tratando de hacérmela entrar ahí y la verdad que no la pasé bien. Tenía ganas de dejarlo que intentara un ratito más, apenas un momento, para que se diera cuenta que no se podía. Pero de pronto… de pronto me pude relajar y entró. Me entró esa cabeza dura y linda que tenía, ensanchándome el ano y penetrándome despacito. Mas… y mas… y un poquito más… lo escuché gemir fuerte de placer al sentir mi culito estrecho rodeándolo y ahí lo sentí agarrarme las caderas. Y empezar a bombearme entre fuertes gemidos y puteadas. Y sentir esa verga… ese grosor… cada vez más adentro mío, tan sensible. Mas… más y más adentro, llenándome toda, partiéndome el culo en dos de la forma que se sentía.
De pronto sentí una oleada de placer que rompió sobre la costa rocosa del dolor que tenía y lo ahogó, como que lo hizo desaparecer. Sólo quedó el placer. Un placer increíble, avasallante, intenso. Oleadas y oleadas. No pude evitar largar un largo y lujurioso gemido fuerte, casi un verdadero sollozo de placer que retumbó en las paredes mientras sentía esa verga llenarme.

Dejé caer mi cabeza y un muslo me temblaba solo, despacito. Que sensación increíble de sentir el culo tan lleno de ese macho, de esa verga. Domingo me empezó a coger más fuerte cuando me sintió disfrutarlo así y se rió…
“Jajaja… aaahh… mirá cómo te gusta que te rompan el culo también… ahhhmmmm… jajajaja…”, dijo y me aferró más. Y me empezó a coger más fuerte, “Pendeja puta de mierda! Aaahhh!”
Yo ya estaba medio ida. Ida de placer, ida de calentura. Cada vez la sentía más profundo, como si su largo no se acabara nunca, y la sentía más gruesa de lo tirante que sentía a mi pobre ano. Pero fue cuando sentí a Domingo rebuznar, dejarse caer un poco sobre mi espalda y retenerme por delante con uno de sus brazotes, fuertes y peludos, que me terminé de perder. Me gruñó en el oído con un tono ronco de calentura increíble, “Te vas a lleva’... ufff… toda la leche ahora… putita….seeeehh….”
Sentí que me aferró con ese brazo como si fuese una morsa, una tenaza, y apresuró el ritmo de sus embestidas, cogiéndome fuerte y sin piedad. Abriéndome y ensanchandome el ano sin miramientos y llenándome la estrechez de mi entrañita con todo el largo y el amor de su verga increíble. Lo único que sentía era mi culo lleno de pija. Una y otra y otra vez. Hasta los huevos, esas ciruelas hermosas que me repiqueteaban fuerte en el clítoris con cada uno de los empellones del viejo. De mi macho. De mi dueño.
Hasta que por fin Domingo bramó como un potro y acabó, llenándome a borbotones de su semen caliente. Y yo me perdí. Me fuí. Estaba en otro mundo, en otro planeta, no acá. Acá sólo había quedado mi cuerpo, usado y recontra usado por éste viejo hermoso que tanto lo amó.

“Unnnffff… tomá… aaah… tomá… toda la leche… putita… seeeeh… aaahhh que hermosa que sos hija de putaaaa… aaahhh…”, lo escuché decir, pero lejos. En mi oído, pero lejos. Solo sentía mi culo absolutamente repleto de esa pija y toda esa leche calentita. Y no quería sentir otra cosa.
Domingo me disfrutó un rato así, me giró la cabeza y nos besamos un ratito a lenguetazos, unidos tan dulcemente como estábamos, hasta que se salió y yo me desplomé sobre el sillón, quedando con mi cola en el aire. Sentí que se retiró un poco a recuperar el aire y se sentó al otro lado del sillón, y lo escuché reír y decirme, “Uff… que lindo te lo dejé, pimpollo… le sacaría una foto, jajaja….”, sentí su mano palmearme suavecito una nalga y ahí volví bastante en mí.
Como pude, quejándome de exhausta y de la sensación de tener el ano tan usado y latiendo, me deslicé, le dí unos besos al viejo y lo dejé ahí, excusándose para pararme como podía y fui trabajosamente al baño a limpiarme. Estuve un buen rato hasta que volví al living. El seguía ahí, con los ojos cerrados, tirado cómodamente en nuestro sillón y recuperándose. Yo sonreí y despacito, todavía con cierta dificultad para moverme, me deslicé junto a él y lo abracé, sintiendo su brazo rodearme y acariciarme la espalda, las puntas de sus dedos rozándome donde empezaban mis nalgas. Yo le daba besitos suaves en su pecho peludo y él me acariciaba. Así nos quedamos un buen rato, charlando despacito. Ya se le había ido la furia y la calentura, y a mi me encantó quedarme así con él.
“Te tenés que ir?”, le pregunté suavecito, jugando con mis dedos en su vello pectoral.
“Y si… debería… pero ‘toy tan bien acá así… jejejej”, me sonrió. Yo también sonreí.
“Que hora es?”, le pregunté
“Doce y media…”, me dijo, “No hay apuro…”
“No vas a tener problema en el laburo…”
El se rió bajito, “Nah… ello’ saben que igual yo corto tipo una para ir a morfa’ y eso. Arranco de nuevo tipo do’...”
“Ah, okey…”, le susurré.
“Do’ y media…”, se rió y yo también, “Que… quere’ que me vaya me voy, eh?”
Me giré y lo miré, apoyando el mentón en su pecho, “No… no, nada que ver, quedate. Bah, si querés…”
Me sonrió y me empezó a acariciar el pelo, “Obvio que quiero.. Que linda que so’, chiquita… un bombonazo, un caramelito…”
Yo me sonreí feliz, “Gracias… vos también… eh… fuiste una sorpresa… no me lo esperaba…”
“Yo tampoco, eh?”, se rió, “Yo te vine a deja’ el agua noma’...”
“Si, y me la dejaste.”
“El agua y … otra’ cosita’ ma’ te dejé… jejeje”, se rió socarronamente. Yo nada mas le sonreí dulcemente, “Mirá que si me quedo…”
“Que, a ver?”
“Y que no me voy a queda’ para jugar a las carta’, viteh’.”, me hizo una muequita, “Por ahí te tengo que da’ de nuevo…”
Yo me reí, “Si, pero en la cola no, porfa…”
El se rió y me miró un poquito sorprendido, “Ah, si? Quere’ ma’?”
Yo le asentí con una sonrisa, “Si, pero en la cola no, te dije… me dolió… y ya está.”
Domingo se echó para atrás un poco, acomodándose en el sillón y cerrando los ojos, con una sonrisita feliz de macho que sentía conquistada a la hembrita, “Eeeeh… no se, bebota… yo acabo adentro, así que… va a tene’ que ser ahí”
“Ay, dale, Domingo… en serio…”
“En serio te digo. Yo acabo adentro, aviso…”
Yo le sonreí, “Bueno, tengo mi boquita, no?”, le dije y juguetonamente tomé uno de sus dedos, acariciándome los labios con la punta.
“Eeeh, no sé. No ‘e lo mismo…”
“Ah, qué, no te gustó lo que te hice en la cocina?”, le dije, “No te ví que la pasaras mal…”
Me acarició la mejilla, “No, la verda’ que la chupa’ muy bien, reina. Se ve que te gusta…”
Yo sonreí feliz, “Si, me encanta…”
Nos quedamos un ratito así en silencio hasta que me dijo, “Lástima que no te guste que te acaben en la conchita… “
“... no dije que no me gustaba”, le repliqué.
“Y pero no quisiste…”, me dijo, “Que, tene’ miedo de queda’?”
Yo lo miré un momento y asentí, mintiéndole. Con las pastillas no iba a pasar, pero él no lo tenía por qué saber. Y yo en ese momento quería fantasear un poco, “Y si, obvio… puede pasar, no?”
Él suspiró, “Y vo’ no toma’ la pastilla y eso?”
“No. Me hacen mal. Por eso te decía. No puedo tomar.”, le mentí.
Me miró y se mordió el labio, sonriéndose, “Sabé lo que me calentaba pensar… viteh’... imaginarme que te dejaba preñadita… cuando te ‘taba dando, digo…ahora…”
Yo me hice un poco la enojada y le fruncí el ceño, “Ah, qué… para refregárselo a mi novio? Para eso? Lo escuché eso que dijiste.”
El se rió, “No, pará…”
“Nunca voy a entender esas cosas de los hombres, que… que, se tienen que coger a la mujer del otro para joderlo asi?”
“Paraaaa chee!”, se rió y me estrujó, “Nada que ve’...”
“Y entonces?”, lo miré.
Me miró un segundito, “Te lo dije porque en serio me encantaría hacerte uno…”
Yo me hice la sorprendida, “... en serio me decís? Por? Ni me conocés…”
Me estrujó de nuevo y me acarició, “No importa, bebé… cuando nosotro’ vemo’ un caramelito así de rico como vo’... ufff… Nosotro’ tenemo’ que dejar la marca. Bien llenita y bien preñadita del macho… y si la hembra e’ de otro, mejor todavía jajajaj… no hay nada ma’ lindo que escuchar a la mina de otro gozando cuando la llena’ bien llenita…”, yo nada más lo miraba azorada, disfrutando en mi cabeza de la fantasía y las imágenes que me venían, “Y no me diga’ que a vo’ no te calienta porque no te creo… jajaja”
Yo me reí y no le dije nada. Solo lo miraba.
“Y?”, me preguntó después de un momento de miradas.
“Y que?”
“Te calienta o no?”
“No pienso contestar…”, me reí sola.
El se sonrió, “Bueh, sabe’ que’... hagamo’ una cosa, ma’ fácil…”
“Que, a ver?”
Sentí su manaza querer acariciarme más y mejor el culo y me deslicé un poco para arriba, para que lo pudiera tomar bien. Me acariciaba la cola despacito y suave, sintiéndome mis nalgas suaves tranquilo. Me miró y me dijo sonriendo pícaramente, “Linda, yo si ahora me quedo y no me vuelvo a labura’ por un rato… te aviso… otro te voy a echar”. Yo me reí suavecito por como lo expuso, sin dejar de mirarlo y ser acariciada en su abrazo, él siguió, “Y si vo’ no quere’ de nuevo en la cola… bueno, ‘tonce va a tene’ que ser en la chuchi. Que también le tengo una’ gana’... ‘tonce, pichoncito… si queda’, queda’. Y si tene’ miedo de queda’, me decís y me voy ahora, porque si me quedo, ya sabe’. ‘Tas avisada.” me dijo.
Yo nada más lo miré un rato que se nos hizo largo, mientras nos acariciamos. Ya habría tiempo después de avisarle a Roxy de éste gol que acababa de hacer. Y de paso preguntarle si lo hacía de nuevo, si contaba como uno o como dos. Ella me sabría decir. Ojalá que dos.
Lo miré suave y con amor en los ojos a Domingo y le acaricié despacito el vello de su pecho, “... quedate…”, le dije en un susurrito.
Primero calentura física, por supuesto. Yo explotaba de ganas de coger y Ariel no me tocaba un pelo. No sabía para qué carajo vivíamos juntos todavía. Parecíamos compañeros de departamento más que pareja. Dormíamos en la misma cama, si, pero para qué? Estábamos los dos tan fríos, tan distantes siempre, nos ignorábamos tanto y ninguno de los dos parecía querer hacer el esfuerzo por acercarnos de nuevo. Y si encima de eso nadie me había tocado el timbre en lo que me parecía una eternidad, yo estaba que volaba.
Y también tenía calentura de enojo. Roxy también, por suerte, estaba pasando por su propia sequía, pero las sequías de ella eran distintas. Con más aguita aparentemente, porque se las rebuscó para hacer otro gol y ponerse 4-2. Ella trabajaba remoto para una empresa y dijo que había sido un pibe del laburo que había ido a buscar unos papeles. La felicité, como siempre, y me enojé aún más por lo mal que se me venía dando todo éstos últimos días. Hasta pensé en largar el juego de lo descorazonada que me sentía. Que ganara ella, que me importaba. Ya fué.
Hasta que llegó ese miércoles. Ese miércoles que, viéndolo desde ahora, fue crucial y hermoso. Ese miércoles que me complicó y al mismo tiempo me lo solucionó casi todo. Pero eso no lo iba a entender hasta mucho tiempo después.
Había sido una mañana normal, como todas. Ariel se fue a trabajar, como siempre. Y yo sola en casa, a la expectativa, como siempre. Seguía haciendo bastante calor y me había puesto un topcito de bikini verde re microscópico y una bombachita de lycra con un print medio abstracto que era re cómoda y me encantaba. Y además mostraba bien la cola. Para variar un poco el “uniforme” del juego me puse un topcito naranja encima, re lindo. Si alguien tocaba el timbre no quería salir a atender directamente en bikini, no daba. Algo de vergüenza me quedaba, mirá si me cruzaba a algún vecino o vecina…
A eso de las once, bien temprano, me sobresaltó el timbre de la calle mientras yo estaba barriendo el piso. Me asusté, y tuve la oleadita de nervios de siempre que me vino, pero no sabía qué o quién podía ser. Atendí el portero y cuando escuché entendí enseguida, pensando que era una boluda, que cómo me podía haber olvidado de ésto…
“Holaaaa… si… del agua…”
Cómo me había olvidado. Eran los que traían los bidones de agua para el dispenser, que Ariel compraba porque no quería agua de la canilla. Venían todos los meses a traer y yo, con todo ésto, como una boluda…
Le dije que ya iba a abrir, pero no iba muy entusiasmada por el pasillo. Venían con la camioneta a dejar, pero a veces venía un tipo, a veces algún otro. No sabía quién podía ser ésta vez, pero me acordaba que gustarme, lo que se dice gustarme, no me gustaba ninguno. O por lo menos, en las condiciones normales que yo tenía antes de empezar con el juego, jamás me había fijado en ninguno de ellos de esa manera.
Cuando abrí la puerta lo ví, ya lo conocía a ese. Se llamaba Domingo, el viejo. Bah, yo le decía viejo malamente, injustamente. Debía rondar los cincuenta y cinco, por ahí sesenta, no sabía. Era un morocho del interior, re simpático el tipo, por lo menos siempre tuvo buena onda cuando traía el agua. Tenía un acento tipo del norte… de Santiago, o de Tucumán, no sabía. Pero me caía bien el tipo, siempre fue muy amable y simpático. Tenía un muy buen lomo el viejo, producto seguro de estar levantando esos bidones enormes de veinte litros todo el día. Tenía una tez de piel amarronada oscura, claro, si seguro estaba al sol todo el día además de su color natural. Era bastante feucho de cara, la verdad. Tenía una cara medio cuadrada, con facciones un poco toscas y un cuello ancho. También ya tenía un montón de canas en su pelo rapado.
Al menos, así lo había visto siempre yo. Pero ahora era distinto. Ahora seguro era distinto porque cuando abrí la puerta de la calle y lo ví, lo juro, no les miento, el pequeño estrujoncito que sentí en mi vagina me pegó como un sartenazo en la mente. No se si era por el juego, por la calentura que yo llevaba encima o por las dos cosas… pero le sonreí y me quedé mirándolo. Mirándolo distinto. Mirándolo como el machazo que mi cuerpito estuvo pidiendo a gritos todos éstos días. Normalmente no le habría dado ni bola a un tipo así, pero las cosas que estaba descubriendo de mi, y las cosas que estaba sintiendo… conspiraron.
Había estacionado la camionetita larga que tenía la empresa del agua ahí justo enfrente de la puerta y él estaba con el carrito ahí al lado, con la puerta abierta listo para descargar. Cuando me vió, y seguro cuando me vió así como estaba tan poco vestida, se sonrió. Por supuesto que nos conocíamos, había venido a entregar agua tantas veces, pero el trato no pasaba del simpático, del cordial y de un “hola que tal, cómo estás?”. Poco más. Nunca me había visto así. Y yo, la verdad, nunca lo había visto a él así, con éstos ojos que yo tenía ahora.
Pero tenía que tener mucho, mucho cuidado con un tipo así. Nunca me lo había demostrado ninguna de las veces que vino, por supuesto, pero tenía la intuición que éste tipo no se comía ninguna. Que era de esos que por ahí si lo boludeaba (mucho o un poco, no sabía) por ahí se ponía mal y se producía una situación fea. No era de prejuiciosa, para nada. No tenía nada que ver la tez del tipo, su condición social, de dónde era ni nada de eso. Yo no soy de esas personas que juzgan así. Pero sí tenía esa intuición de tener cuidado si quería hacer algo. Si algo pasaba, estaba segura que no iba a ser como con el técnico o con Marianito. Esto era otra cosa. Otra cosa más heavy, por ahí, si se daba.
Me vió desde el cordón ahí esperando al lado del vehículo y se rió al verme como estaba, mirándome de arriba a abajo, “Eeeehh… que hace’ pimpollo?”, me saludó, “Cuánta’ te bajo?”
Yo me fortalecí mentalmente como pude en ese segundo que tenía y le dejé una dulce sonrisa, “Hoooola, como estás? Eeeh… cuatro puede ser?”, le dije dulzona y sonriente.
“Listooo… daleee….”, dijo alegremente y empezó a cargar los bidones enormes en su carrito. Cerró la puerta del vehículo y los acercó.
Yo lo miraba medio perdida en la imagen del viejo morochazo cargando los bidones pesados como si nada, saboreándola en mi cabeza. Tan distraída estaba mirándolo, que cuando vino… juro, lo juro que no me dí cuenta, pero como una boluda le dije, “No me lo entrás? Podés?”. Ni bien terminé de decirlo me dí cuenta lo que había dicho y me subió una vergüenza que seguro me puso colorada.
Domingo ya se había acercado con el carrito y no parecía tener ningún tapujo en mirarme como estaba, en mi top y bombachita ajustada. Se cagó de la risa, “Seh, linda, obvio que puedo…”, me dijo riéndose y me empezó a seguir por el pasillo largo con el carrito. No es que yo necesariamente quería hacerlo, pero con la bombachita de lycra que me había puesto que dejaba ver prácticamente media nalga, no había forma que yo caminara naturalmente sin menearle y mostrarle el culo al viejo que venía atrás mío.
“Buah… buah…”, le escuché decir a mi espalda y enseguida largó como un ruidito de besito. Me estaría fichando el culo, no había forma que no lo estuviera haciendo.
Yo lo miré por encima del hombro mientras caminaba y le sonreí, “Hmm? Que?”
“Lorca, eh?”, se rió mientras empujaba el carrito y me sonreía, “Ya ‘ta pesado tempranito…”
“Ay, si viste?”
La calentura que yo ya llevaba encima era increíble. Nunca lo había visto al viejo así, con éstos ojos y éste deseo que tenía. Y eso que lo había visto muchas veces desde que vivíamos ahí. Pero nunca así. Ninguna de las otras veces que vino me había sentido tan observada y deseada. Claro que las otras veces yo nunca me había hecho desear así. Sentirme ya tan prácticamente desnudada con la mirada me hacía subir todavía más la calentura y los nervios.
Llegamos a casa y lo hice pasar con el carrito, cerrando la puerta detrás mío y guiándolo hasta la cocina para que descargara los pesados bidones llenos junto al dispenser y se llevara los vacíos. Yo ya estaba pensando en la mejor forma de encarar la cosa, mientras lo veía hacer su trabajo.
“Gracias, cuánto es?”, le pregunté.
“Y… cuatro son….dieciseis…”, me dijo mirándome con una sonrisita y un hambre en los ojos...
“Te puedo transferir? No tengo cash…”
“Si, dale…”
Le sonreí y me corrí un poco mi largo pelo, “Buenísimo… aguantá que le aviso a mi novio que te transfiera ahora… podés esperar un ratito?”
“Seeeh, seguro… dale”, me dijo, “No hay apuro”. Su sonrisa me daba la impresión que no le molestaba para nada quedarse conmigo ahí y así.
Yo agarré mi celular y le empecé a escribir a Ariel. Más allá de cualquier jueguito, al tipo había que pagarle por su trabajo y no me daba hacer la típica boludez de “Ay, no tengo, como te lo puedo pagar…” y esas pavadas. Pero mientras le escribía a Ariel, me sonreí sola, fuera de la vista del viejo y me dí vuelta, haciéndome la distraída mientras tipeaba y me incliné apenas un poquito sobre la pileta de la cocina, para darle al viejo un lindo primer plano de mi cola. Estaba absolutamente jugando con fuego.

Y cuando terminé de mandarle el mensaje, por mas que no hiciera falta, también le grabé y le mandé un mensaje de voz a Ariel, mientras me hacía la que giraba desinteresadamente, mostrándole más de mí al viejo. No lo miré directamente, pero sabía que no me estaba sacando los ojos de encima.
“Hola amor… te escribí para que le transfieras a la gente del agua, apurate que están acá, ya entregaron… beso… dale…”

Me di vuelta y le sonreí a Domingo. Si, me estaba mirando como un lobo miraba a una ovejita. Se me pararon los pelitos de los brazos, “Listo… a-ahora que me manda el comprobante te lo paso, si? Perdoná la demora…”
“Todo bien, bebé…“, me sonrió.
“Ay, sentate porfa…”, le dije señalando una de las sillas de la mesita de la cocina. El viejo agradeció y se sentó a esperar, mientras me miraba.
Yo ya de a poco me estaba envalentonando. Si, lo quería hacer con cuidado, pero por otra parte pensaba qué tanto cuidado realmente tenía que tener con un tipo así, curtido, que yo ya veía cómo prácticamente me estaba garchando con los ojos. Por ahí podía acelerar un poquito más y ver qué pasaba… y no tenía que “trabajar” tanto como había hecho con los otros. Me quedé unos segundos en silencio y se me ocurrió. Pero ésta vez, a diferencia de lo que se me había escapado en la puerta sin querer, ésta vez sí sabía exactamente lo que estaba diciendo.
Sin mirarlo y en un tono totalmente casual le dije, “Ay… me hacés un favor, no me la podés poner vos?”
El viejo se empezó a reír fuerte mientras me miraba, “Jajaja… Que cosa, mami?”
Yo me reí también, “Uh… el agua … el bidón. Yo no puedo…”
“Aaaah, el agua! Seh, seh… jajajaj…” se rió y fue hasta el dispenser, cargando uno de esos bidones en el aparato como si nada.
“Gracias.”
“De nada, linda…”, dijo y se sentó de nuevo sin sacarme los ojos de encima. Yo me di vuelta de nuevo para seguir mostrándole el culo y me puse a enjuagar unos platos que no hacía falta enjuagar. Sentía los ojos del viejo prácticamente sobre todo mi cuerpo ya. En una fracción de segundo nada más lo vi por el reflejo medio transparente de la ventana y ví como había aprovechado para acomodarse un poco el bulto mientras yo estaba dada vuelta. Ni quise pensar en la erección que debía tener debajo del pantalón.
“Y.. co-cómo va el laburo? Bien?”, le pregunté sin mirar, bajando la vista enseguida de vuelta a los platos.
“Seh, va bien… viste como ‘ta la cosa igual…”
“Bueno, me alegro che…”
“Y vo’? Cómo andá?”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y seguí enjuagando, “Bien. Bah, qué sé yo, no sé… Medio depre la verdad…”
“Ah si? Por?”
“Nada… cosas de la vida… de pareja. Normales.”, le contesté.
“Eh… ahí no te puedo ayudá…”
“Mmm.. bah, no se si no… “, dije desinteresadamente y me giré un poquito para mirarlo, “Vos qué hacés si tu mujer anduviera con otro?”
“No tengo muje’... “, se rió
“Bueno, dale, si tuvieras”, le acompañé la risa, “Que harías?”
“La mandaría a la mierda…”, me dijo con una sonrisa, “Que, tu novio anda con una?”
Yo suspiré, “Sabés que creo que sí…”
“Y mandalo a caga’...”, me dijo.
“No se si es tan fácil…”, le dije y me volví a enjuagar al pedo los platos.
“Por qué no?”
“Y… primero porque no tengo pruebas… y después, no sé. Es algo que me parece a mi. Ya no me da bola… está re frío… distante conmigo, no sé….”
Lo escuché reirse, “Uh, es un boludazo ese pibe…”
“Por?”
Tardó un poquito en responder, no sabía si ya se estaba animando a apurarme, ya tocándose o qué, yo no veía, pero finalmente me dijo, “Tiene éste caramelito en casa y se va a jode’ por ahí? Un pelotudo…”. Yo sentía, juro que era como que sentía de alguna manera físicamente la mirada del tipo en todo el cuerpo.
Yo le dejé una hermosa sonrisa dulce por encima de mi hombro, “Ay… gracias…”
“E’ la verda’...”
Yo agarré el celular y me fijé, con un suspiro, “Cómo tarda éste pibe… disculpá, Domingo…”
“Nah, todo bien reina. Te dije que no hay apuro”, me contestó.
“Pero me da cosa… estás trabajando y yo te estoy reteniendo acá…”
“Eh, un descansito nunca viene mal…”
“Mmm… cierto…”
Seguimos charlando un ratito más así, yo haciéndome la que enjuagaba platos lento, despacito, y Domingo mirándome el culo desde donde estaba, hasta que por fin me vibró el celular y cuando me fijé Ariel me había mandado la captura de pantalla del comprobante de transferencia.
“Ay, por fin, mirá… acá está”, dije medio dándome vuelta, mostrándole la pantalla por sobre mi hombro.
“A ver si ‘ta bien…”, dijo y lo escuché levantarse. Se me acercó y se me puso atrás, sin tocarme pero casi pegado, mirando la pantalla del celu. A mi se me pararon los pelitos de la nuca, “Seh… ta’ bien… ‘ta muy bien…”, lo escuché decirme en un tono grueso, bajito, así de cerca, sólo para mi y de atrás.
Yo tragué saliva y seguía con mi pantomima de los platos. Sentía que me temblaban las manos. Estuve un ratito así en silencio, sintiendo como el viejo no se volvía a su silla o se retiraba. Tomé coraje y se lo dije, lo más desinteresada que pude.
“Bueno… buenísimo, ya termino con ésto. Ah… antes de que te vayas, la quiero probar…”
Escuché su risita bajito atrás mío, “Que quere’ proba’...”
“El agua… eeeh… siempre me la dejan y se van antes que pueda probarla, viste? Para ver si está bien.”, le dije, girando apenas un poco para mirarlo de costado.
Enseguida sentí como me apoyó las dos manos en las caderas, de costado, sintiéndome suavecito apenas donde me comenzaban los lados de mis nalgas y yo tenía la piel al descubierto. La sensación de esos dedos gruesos y callosos deslizándose despacio sobre mi piel suave casi me mata.
“El agua ta’ bien… No queré probar otra cosa, bebé?”
“Que…. que cosa… que me decís…”, le dije bajito.
Domingo me aferró un poquito más fuerte y me apoyó de atrás. Enseguida sentí lo dura que la tenía por debajo del pantalón, y cómo me la calzó justo en la raya entre mis nalgas, “Esta que tengo acá, no la quere’ proba’....”
Yo no llegué a contestarle nada cuando sentí que directamente deslizó una de sus manos y me empezó a masajear bien el culo, mientras que llevó la otra por delante y me sintió una de mis tetitas por encima del top. Me hundió la cara en el cuello y me empezó a atender ahí debajo de mi oreja, besando y lamiendo despacio para sentirme el gusto. Yo largué un gemidito y cerré los ojos, sintiendo como me apoyaba más fuerte todavía la verga, presionándome muy fuerte contra el borde de la pileta de la cocina, mandándome sus caderas contra mi culo y frotándose ahí. Dios, que dura que la sentía.
“Ay… Domingo… no, estás trabajando… qué hacés…”, le suspiré con los ojitos cerrados de placer.
“Mmmh… Qué me importa, mami…”, me dijo. Tener ese lomo de viejo pegado a mi así y su manoseo me estaba volviendo loca por dentro, “Dale, pendeja, te tengo unas gana’.. Que buena que ‘tas…”, me gruñó un poco en el oído y me mató.
No sé cómo hice para hacerme un poco la que todavía no quería, “No… pará Domingo… no puedo…”
“Poder pode’... o no quere’?”, me dijo eso y sentí como me largó el culo y con esa mano se desabrochó el pantalón, pronto apoyándome su verga directamente contra mi culo. La sentí dura e hirviendo.
“Mmmmh…”, solo atiné a decir con mis ojitos cerrados. El viejo ya no decía nada. Me manoseaba y me frotaba la verga fuerte contra mi culo. Me dió vuelta un poco la cara y sin decir nada me plantó un chupón profundo en la boca que se lo respondí enseguida, gimiendo de placer en el beso.
“Seeeh.. Ahí 'ta, mami… “, se sonrió y me miró a los ojos, nuestros labios y narices rozándose, “Qué te hace’ la difícil… me ‘tas buscando desde que llegué….”
“Mmmhh…“, tan sólo atiné a decirle y lo besé de nuevo.
El se rió y me metió una apoyada desde atrás que me hizo vibrar, lo besé más profundo y me perdí en cómo sus manos me seguían disfrutando el cuerpo. Me empezó a chupar la oreja y me hablaba susurrando al oído mientras me seguía apretando, “Qué pasa… el maricón de tu novio no te atiende?”
“N-no… no… me deja sola… es un hijo de puta… mmmh…”, le respondí, llevando una mano atrás y acariciándole la nuca, sus pelos canosos y rapados casi al ras.
“Bueno…”, lo escuché decirme en el oído, “Este macho de verda’ te va a atende’ bien ahora, vas a ve’, linda…”
“Mmmh… dale…”, le rogué y me dí vuelta para enfrentarlo. Me colgué los brazos alrededor de su cuello ancho y nos empezamos a besar, fuerte y profundo, a comernos las bocas. Me apoyó la verga que ya tenía salida casi sobre mi ombligo y enseguida sentí su mano y sus dedos frotar y sentirme la conchita por encima de la bombacha. Separé una de mis piernas un poquito para darle mejor acceso casi como un reflejo. El viejo me estaba volviendo absolutamente pelotuda.
Nos giramos y se apoyó él con su culo contra el borde de la pileta, me agarró de mi pelo largo y me lo aprisionó en un dulce puño, haciéndome descender hasta que quedé cara a cara con su verga, hermosa y erecta. La tenía grande, no se si de lo caliente que estaba o si era ya así naturalmente. También venosa y la tenía de color un poco mas marrón oscuro que el resto de su piel. Una cabeza púrpura oscura que le explotaba de hinchada. Yo no pude evitar lamerme los labios y lanzar un gemidito al verla. Si, lo único, el viejo tenía algo de olor… pero bueno estaba trabajando y no puedo decirle nada, la que lo calentó fui yo.
No me tuvo que decir nada. Yo sola abrí grande la boca y lo empecé a mamar. Ahí mismo en la cocina. Sentir esa verga fue la gloria misma. Gruesa y caliente en mi boca, dura como una roca la tenía. Se la empecé a amar con una calentura que hasta yo desconocía, chupándosela lindo y profundo, mientras cerré los ojos y me perdí en la sensación.
Lo escuché gemir suavecito y ronco al verme y sentirme así.
“Seeeeh… mmmh… ahí va… pendeja chupapija… jajaja….”. Yo no le decía nada, estaba abocada completamente en complacer a esa verga, “Chupámela bien… ”
“Mmmhhh…”, solo le dije con la boca llena. No sabía ni que mierda le quería decir.
“Le vas a conta’.. Mmmh… al maricón de tu novio?”
Yo por fin abrí los ojos, lo miré hacia arriba, negando con la cabeza y la boca llena de verga, “Mmmhhh…”
“Contale… aaaahhh… contale que bien que chupa’ pija’ de macho denserio cuando él no está…”, se rió y me soltó un poco el pelo, acariciándome la cabeza mientras yo lo seguía atendiendo y disfrutándolo.
Yo le negué de nuevo con la cabeza, “Mmmh!”
El se rió y me dió una cachetadita suave, pero yo ni me inmuté, lo seguía mirando azorada, perdida en la sensación, “Pendeja puta… chupaverga…”
Yo le asentí despacito mientras lo seguía mamando. No podía negárselo. No hubo una sola cosa que Domingo había dicho, desde que llegó, que era mentira. Y me volvía loca de calentura por dentro el aceptarlo.
Cuando tuve que largar mi dulce mamada por un momento para tomar un poco de aire, le sonreí desde abajo y él hizo lo mismo, “Que linda que so’, bebé… mmmhh…”
“Vos también, mmmh…”, le dije entre mis respiraciones.
“Te gustó, eh?”, se rió.
“Me encantó…”, le sonreí y le empecé a dar piquitos de cariño en su palo amarronado de nuevo, refregándomelo suavemente en la cara.
Me tomó de nuevo del pelo y me presionó la cara contra él, “Mmmh… chupame las bola’ ahora, dale…”
Yo nada mas le sonreí y obedecí, enterrando mi carita y sacando mi lengua para encontrarle esas dos hermosas ciruelas que llevaba colgando el viejo. Si, la verdad que tenía olor, y eran un poco peludas, pero no me importaba. Mi lengua las empezó a lamer, acariciar y amar así, mientras yo me imaginaba toda la leche que debían tener dentro. No me importaba si estaban sucias, la sucia era yo. Mi lengua las estaba amando y lavando, disfrutando del gusto salado y rico de ese escroto. Mis manos le acariciaban las piernas fuertes y oscuras que tenía, como dos troncos de donde aferrarse. Hasta cerré los ojos de puro placer y abriendo bien la boca me llevé uno de los testículos dentro, amándolo y lamiéndolo, gimiéndole mi placer para que lo escuchara.
Cuando los abrí de nuevo lo vi a Domingo con un puño apretado alrededor de su verga dura y bombeándose él despacito mientras yo le adoraba los huevos. Eso no lo podía permitir. Largué las bolas y volví sobre su pija, sin que él me lo pidiera, como la puta que era. Quería comérmela. Tragármela. Lo escuché gemir fuerte de placer al sentir mi boca húmeda y caliente de nuevo alrededor de su verga, mi lengua tratando de enrollarse alrededor de ella en mi boca.
“Aaaahhh sseeeeh… mmmh… que bueno, linda…mmmh…”
Luego de un ratito así, decidí cambiar un poco la onda. No es que no lo estaba disfrutando, al contrario, pero yo tampoco era o me sentía TAN sumisa, nunca lo fuí, y quería tomar un poco las riendas yo. Además ya estaba incómoda de estar tanto en esa posición. Dejé de chuparlo y me paré, sonriéndole.
“Vení”, le dije, “Vamos al living… me duelen las piernas…”, y nada mas me di vuelta, yendo para el living y sacándome el top. Lo tiré por ahí y me quedé con el microbikini puesto. Esperé a Domingo que me siguiera y él hizo lo mismo, desabrochándose la camisa que llevaba y tirándola a un costado.
Me senté en el sillón, “Acostate”, le dije sonriendo y le empecé a acariciar el torso desnudo y peludo mientras él me sonreía y me tocaba el pelo. Si, tenía un lomo bárbaro por la edad. Músculos fuertes debajo de esa piel amarronada y ese vello, a veces más oscuro, en algunos lugares ya un poquito más blancos. Pero que cuerpo hermoso de macho que tenía. Al menos, de cómo me gustaban y me calentaban a mí los hombres. Para que no se le bajara me senté un poquito así al costado y se la volví a mamar, pero ésta vez despacito, queriendo sentir cada centímetro y cada pliegue en la piel de esa verga, que se endurecía de nuevo en mi boca tan dulcemente. Nos mirabamos y nos decíamos toda la calentura que teníamos por el otro con los ojos, en un silencio roto sólo por nuestros sonidos suaves de placer.

Pero Domingo ya venía muy caliente de lo de la cocina y no quería otra mamada. Se incorporó y me tironeó de la bombachita, yo lo ayudé a quitármela y me hizo acostar en el sillón. No nos dijimos nada, los dos lo sabíamos todo en nuestras miradas y nuestros deseos. Solita nada más me abrí de piernas para él, para ese macho viejo y hermoso que por fin iba a disfrutar de mi cuerpito como él quería.
Y vaya si lo hizo.

Fue hermoso sentirlo dentro mío. Tan hermoso que yo tampoco duré mucho. De pronto me vino un orgasmo súbito, y me empecé a sacudir mientras él se sonreía de cómo estaba haciendo acabar a la mujer que tenía debajo. Mi cuerpito se sacudía de placer y hasta se me crisparon las manos, sacudiéndose solas en el aire, me escuché a mí misma largando chillidos finos y cortitos, con los ojos cerrados muy fuerte como si fuese una nena que estaba sintiendo su primer clímax. Pero no. Era éste viejo y su verga hermosa adentro mío. Me cogía hermoso, profundo y parejo, disfrutándome él también tanto como yo lo estaba haciendo con él.
Domingo me cogió así un rato y me dió vuelta, poniéndome en cuatro de rodillas y sin mucha diplomacia metiéndomela de nuevo en mi conchita, que la recibió gustosa otra vez. Se sonreía y entre gemidos me acariciaba, diciéndome lo linda que estaba así, yo le hacía caritas por encima del hombro y gozaba con él.
“N-no… no me acabes adentro… por favor…”, pude decirle con mis ojitos cerrados mientras sonreía y disfrutaba la cogida.
Lo escuché reírse, “Ufff… dale mami, no queré?”
Lo miré un poco seria mientras él seguía, “No… no, en serio, no…”
“Mmmh… que lástima che… una’ gana’ de llenarte la concha... Ufff…”
A mi se me dibujó un flash de deseo en el rostro, pero traté de mirarlo seria, lo mas que pude, “No… no…”. Yo estaba con anticonceptivos, no iba a pasar nada, pero no había dejado que nadie me lo hiciera hasta ahora. No tenía un por qué, no tenía un motivo. Me parecía un límite que, dentro de toda ésta locura hermosa del juego, tenía que tener.

“Daaale mami… dejame….”, se rió
“No, Domingo… por favor…”
Él se inclinó sobre mí, apoyándome el pecho contra mi espalda y dejándome algo de su peso ahí. Me tomó un poco del pelo y me entró a dar de nuevo así, lo que me provocó unas oleaditas de placer. Con la otra mano me acariciaba el costado y el estómago mientras me cogía así despacito.
“No quere’... mhhh… no quere’ que te haga un nene ahí en esa pancita hermosa?”, me dijo y se rió.
A mi me dió un relámpago de espinitas en el clítoris cuando lo escuché decirme eso, tan cerca, “No… no puedo… ahhh…..”
Domingo me rodeó la cintura con su brazo y empezó a acariciarme el vientre bajo con esa manaza, suave y despacito, en círculos, mientras seguía abriéndome la conchita con su verga, “Mmmh… aaaahh… que gana’ de llenarte bien de leche, mami… toda esa pancita, bien adentro… uffff…”
“No, Domingo! Aaaahhh…” yo no sabía si pelearle o seguir gozando de esa verga y lo que me decía, que me volvía loca.
El me estrujó fuerte el vientre, sentí esos dedos clavarse en mi piel, “Sabe’ que linda que sería’ vo’... aaahhh… mmmhh… con esa pancita linda, bien hinchadita… aaahh… llevando mi nene adentro… mmhh… mi bebito…”
“Aayyy… Domingo noooo! Aaaahhh!”, yo cerré los ojos y me estremecí. El siguió cogíendome y hablándome.
“... mmmhh… y se la mostra’ al puto de tu novio… jajajja… aaaahh… seeeh… y le deci’... le deci’ que así te la dejó … tu macho de verda’... ufff….”
Yo casi estallo ahí mismo. Casi le orgasmeo todo encima de esa verga hermosa y dura que tenía adentro, cubriéndola con toda mi lubricación, pero me contuve y le puse una mano hacia atrás, en su pecho, “Ay… basta Domingo! No… aaahhh.. No puedo te dije!”.
El se rió y aflojó un poco, pero apenas un poco, sus empujones de caderas y me sacó la mano de mi vientre, amasándome en su lugar el culo, “Pendeja hermosa… putita comeverga… lechera… mmmm…”, me dijo sonriéndose.
Estuvo nada más unos pocos segundos así, como venía, hasta que la sacó y sentí que me tomó fuerte del pelo en la nuca, empujándome un poco para abajo.
“Bueh…”, lo escuché decirme suavecito, “... si ahí no te puedo llena’...”
Enseguida sentí la punta de su pija presionándome el ano, fuerte, empujando para entrar. Yo largué un gemido y una rápida inspiración de aire, no me lo esperaba. Yo no era para nada extraña al sexo anal, ya lo había hecho en mi vida y si se hacía bien, no me disgustaba. Pero ya casi nunca lo hacía porque, oh sorpresa, Ariel no le daba bola a eso. Las pocas dos o tres veces que lo hicimos no nos dejó satisfechos a ninguno de los dos, creo.
Pero ahora, ésta verga y éste hombre, era otra cosa… en cuanto lo sentí me sobresalté, sintiendo el dolor que me estaba dando al querer entrarme ahí, en mi agujero tan estrecho. No era un tema, me pareció, de lubricación. Recién me la había sacado de la conchita y estaba por demás mojada. No, era nada más un tema de tamaño y de lo estrecho que yo lo tenía. Y encima Domingo muy delicado que digamos no era. Me dolía, pero tomé coraje y lo dejé. Lo dejé y no dije nada más que protestar mi dolor, porque lo quería sentir. Me mordí el labio y traté de aguantarmela, relajandome ahí lo más posible.
“Pará Domingo… mmmh.. Despacio…”, le dije.
“Shhh… vo’ tranquila, putita… abrite porque e’te culito no me lo pierdo...”, dijo y me la empujó más

Estuvo así unos segundos, tratando de hacérmela entrar ahí y la verdad que no la pasé bien. Tenía ganas de dejarlo que intentara un ratito más, apenas un momento, para que se diera cuenta que no se podía. Pero de pronto… de pronto me pude relajar y entró. Me entró esa cabeza dura y linda que tenía, ensanchándome el ano y penetrándome despacito. Mas… y mas… y un poquito más… lo escuché gemir fuerte de placer al sentir mi culito estrecho rodeándolo y ahí lo sentí agarrarme las caderas. Y empezar a bombearme entre fuertes gemidos y puteadas. Y sentir esa verga… ese grosor… cada vez más adentro mío, tan sensible. Mas… más y más adentro, llenándome toda, partiéndome el culo en dos de la forma que se sentía.
De pronto sentí una oleada de placer que rompió sobre la costa rocosa del dolor que tenía y lo ahogó, como que lo hizo desaparecer. Sólo quedó el placer. Un placer increíble, avasallante, intenso. Oleadas y oleadas. No pude evitar largar un largo y lujurioso gemido fuerte, casi un verdadero sollozo de placer que retumbó en las paredes mientras sentía esa verga llenarme.

Dejé caer mi cabeza y un muslo me temblaba solo, despacito. Que sensación increíble de sentir el culo tan lleno de ese macho, de esa verga. Domingo me empezó a coger más fuerte cuando me sintió disfrutarlo así y se rió…
“Jajaja… aaahh… mirá cómo te gusta que te rompan el culo también… ahhhmmmm… jajajaja…”, dijo y me aferró más. Y me empezó a coger más fuerte, “Pendeja puta de mierda! Aaahhh!”
Yo ya estaba medio ida. Ida de placer, ida de calentura. Cada vez la sentía más profundo, como si su largo no se acabara nunca, y la sentía más gruesa de lo tirante que sentía a mi pobre ano. Pero fue cuando sentí a Domingo rebuznar, dejarse caer un poco sobre mi espalda y retenerme por delante con uno de sus brazotes, fuertes y peludos, que me terminé de perder. Me gruñó en el oído con un tono ronco de calentura increíble, “Te vas a lleva’... ufff… toda la leche ahora… putita….seeeehh….”
Sentí que me aferró con ese brazo como si fuese una morsa, una tenaza, y apresuró el ritmo de sus embestidas, cogiéndome fuerte y sin piedad. Abriéndome y ensanchandome el ano sin miramientos y llenándome la estrechez de mi entrañita con todo el largo y el amor de su verga increíble. Lo único que sentía era mi culo lleno de pija. Una y otra y otra vez. Hasta los huevos, esas ciruelas hermosas que me repiqueteaban fuerte en el clítoris con cada uno de los empellones del viejo. De mi macho. De mi dueño.
Hasta que por fin Domingo bramó como un potro y acabó, llenándome a borbotones de su semen caliente. Y yo me perdí. Me fuí. Estaba en otro mundo, en otro planeta, no acá. Acá sólo había quedado mi cuerpo, usado y recontra usado por éste viejo hermoso que tanto lo amó.

“Unnnffff… tomá… aaah… tomá… toda la leche… putita… seeeeh… aaahhh que hermosa que sos hija de putaaaa… aaahhh…”, lo escuché decir, pero lejos. En mi oído, pero lejos. Solo sentía mi culo absolutamente repleto de esa pija y toda esa leche calentita. Y no quería sentir otra cosa.
Domingo me disfrutó un rato así, me giró la cabeza y nos besamos un ratito a lenguetazos, unidos tan dulcemente como estábamos, hasta que se salió y yo me desplomé sobre el sillón, quedando con mi cola en el aire. Sentí que se retiró un poco a recuperar el aire y se sentó al otro lado del sillón, y lo escuché reír y decirme, “Uff… que lindo te lo dejé, pimpollo… le sacaría una foto, jajaja….”, sentí su mano palmearme suavecito una nalga y ahí volví bastante en mí.
Como pude, quejándome de exhausta y de la sensación de tener el ano tan usado y latiendo, me deslicé, le dí unos besos al viejo y lo dejé ahí, excusándose para pararme como podía y fui trabajosamente al baño a limpiarme. Estuve un buen rato hasta que volví al living. El seguía ahí, con los ojos cerrados, tirado cómodamente en nuestro sillón y recuperándose. Yo sonreí y despacito, todavía con cierta dificultad para moverme, me deslicé junto a él y lo abracé, sintiendo su brazo rodearme y acariciarme la espalda, las puntas de sus dedos rozándome donde empezaban mis nalgas. Yo le daba besitos suaves en su pecho peludo y él me acariciaba. Así nos quedamos un buen rato, charlando despacito. Ya se le había ido la furia y la calentura, y a mi me encantó quedarme así con él.
“Te tenés que ir?”, le pregunté suavecito, jugando con mis dedos en su vello pectoral.
“Y si… debería… pero ‘toy tan bien acá así… jejejej”, me sonrió. Yo también sonreí.
“Que hora es?”, le pregunté
“Doce y media…”, me dijo, “No hay apuro…”
“No vas a tener problema en el laburo…”
El se rió bajito, “Nah… ello’ saben que igual yo corto tipo una para ir a morfa’ y eso. Arranco de nuevo tipo do’...”
“Ah, okey…”, le susurré.
“Do’ y media…”, se rió y yo también, “Que… quere’ que me vaya me voy, eh?”
Me giré y lo miré, apoyando el mentón en su pecho, “No… no, nada que ver, quedate. Bah, si querés…”
Me sonrió y me empezó a acariciar el pelo, “Obvio que quiero.. Que linda que so’, chiquita… un bombonazo, un caramelito…”
Yo me sonreí feliz, “Gracias… vos también… eh… fuiste una sorpresa… no me lo esperaba…”
“Yo tampoco, eh?”, se rió, “Yo te vine a deja’ el agua noma’...”
“Si, y me la dejaste.”
“El agua y … otra’ cosita’ ma’ te dejé… jejeje”, se rió socarronamente. Yo nada mas le sonreí dulcemente, “Mirá que si me quedo…”
“Que, a ver?”
“Y que no me voy a queda’ para jugar a las carta’, viteh’.”, me hizo una muequita, “Por ahí te tengo que da’ de nuevo…”
Yo me reí, “Si, pero en la cola no, porfa…”
El se rió y me miró un poquito sorprendido, “Ah, si? Quere’ ma’?”
Yo le asentí con una sonrisa, “Si, pero en la cola no, te dije… me dolió… y ya está.”
Domingo se echó para atrás un poco, acomodándose en el sillón y cerrando los ojos, con una sonrisita feliz de macho que sentía conquistada a la hembrita, “Eeeeh… no se, bebota… yo acabo adentro, así que… va a tene’ que ser ahí”
“Ay, dale, Domingo… en serio…”
“En serio te digo. Yo acabo adentro, aviso…”
Yo le sonreí, “Bueno, tengo mi boquita, no?”, le dije y juguetonamente tomé uno de sus dedos, acariciándome los labios con la punta.
“Eeeh, no sé. No ‘e lo mismo…”
“Ah, qué, no te gustó lo que te hice en la cocina?”, le dije, “No te ví que la pasaras mal…”
Me acarició la mejilla, “No, la verda’ que la chupa’ muy bien, reina. Se ve que te gusta…”
Yo sonreí feliz, “Si, me encanta…”
Nos quedamos un ratito así en silencio hasta que me dijo, “Lástima que no te guste que te acaben en la conchita… “
“... no dije que no me gustaba”, le repliqué.
“Y pero no quisiste…”, me dijo, “Que, tene’ miedo de queda’?”
Yo lo miré un momento y asentí, mintiéndole. Con las pastillas no iba a pasar, pero él no lo tenía por qué saber. Y yo en ese momento quería fantasear un poco, “Y si, obvio… puede pasar, no?”
Él suspiró, “Y vo’ no toma’ la pastilla y eso?”
“No. Me hacen mal. Por eso te decía. No puedo tomar.”, le mentí.
Me miró y se mordió el labio, sonriéndose, “Sabé lo que me calentaba pensar… viteh’... imaginarme que te dejaba preñadita… cuando te ‘taba dando, digo…ahora…”
Yo me hice un poco la enojada y le fruncí el ceño, “Ah, qué… para refregárselo a mi novio? Para eso? Lo escuché eso que dijiste.”
El se rió, “No, pará…”
“Nunca voy a entender esas cosas de los hombres, que… que, se tienen que coger a la mujer del otro para joderlo asi?”
“Paraaaa chee!”, se rió y me estrujó, “Nada que ve’...”
“Y entonces?”, lo miré.
Me miró un segundito, “Te lo dije porque en serio me encantaría hacerte uno…”
Yo me hice la sorprendida, “... en serio me decís? Por? Ni me conocés…”
Me estrujó de nuevo y me acarició, “No importa, bebé… cuando nosotro’ vemo’ un caramelito así de rico como vo’... ufff… Nosotro’ tenemo’ que dejar la marca. Bien llenita y bien preñadita del macho… y si la hembra e’ de otro, mejor todavía jajajaj… no hay nada ma’ lindo que escuchar a la mina de otro gozando cuando la llena’ bien llenita…”, yo nada más lo miraba azorada, disfrutando en mi cabeza de la fantasía y las imágenes que me venían, “Y no me diga’ que a vo’ no te calienta porque no te creo… jajaja”
Yo me reí y no le dije nada. Solo lo miraba.
“Y?”, me preguntó después de un momento de miradas.
“Y que?”
“Te calienta o no?”
“No pienso contestar…”, me reí sola.
El se sonrió, “Bueh, sabe’ que’... hagamo’ una cosa, ma’ fácil…”
“Que, a ver?”
Sentí su manaza querer acariciarme más y mejor el culo y me deslicé un poco para arriba, para que lo pudiera tomar bien. Me acariciaba la cola despacito y suave, sintiéndome mis nalgas suaves tranquilo. Me miró y me dijo sonriendo pícaramente, “Linda, yo si ahora me quedo y no me vuelvo a labura’ por un rato… te aviso… otro te voy a echar”. Yo me reí suavecito por como lo expuso, sin dejar de mirarlo y ser acariciada en su abrazo, él siguió, “Y si vo’ no quere’ de nuevo en la cola… bueno, ‘tonce va a tene’ que ser en la chuchi. Que también le tengo una’ gana’... ‘tonce, pichoncito… si queda’, queda’. Y si tene’ miedo de queda’, me decís y me voy ahora, porque si me quedo, ya sabe’. ‘Tas avisada.” me dijo.
Yo nada más lo miré un rato que se nos hizo largo, mientras nos acariciamos. Ya habría tiempo después de avisarle a Roxy de éste gol que acababa de hacer. Y de paso preguntarle si lo hacía de nuevo, si contaba como uno o como dos. Ella me sabría decir. Ojalá que dos.
Lo miré suave y con amor en los ojos a Domingo y le acaricié despacito el vello de su pecho, “... quedate…”, le dije en un susurrito.
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