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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos
LLEGASTE TARDE
Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, DarÃo, mi DarÃo, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, asà no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de DarÃo
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si DarÃo estuviera conmigo sabrÃa que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacÃo imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del paÃs.
Asà conocerÃa a DarÃo, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venÃa directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenÃa cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestÃa perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. VenÃa solo por un par de años, tenÃa que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas tÃpicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenÃa una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se habÃa casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenÃa una educación diferente, muy perdida en estos dÃas, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abrÃa la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentÃa protegida, y sentÃa que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacÃa evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentà perdida, enredada en sus brazos, y sabÃa que tarde o temprano, solo sucederÃa.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajarÃamos sábado por la mañana, volverÃamos domingo antes del almuerzo, en teorÃa darÃa una charla y yo serÃa una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mÃa y la empresa.
Era una locura, pero no dejarÃa pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabÃa que en mi empleo habÃa mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevarÃa a un punto neutral donde DarÃo me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, DarÃo puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo querÃa que me cogiera, y cualquier chico de mi edad asà lo hubiera hecho, pero DarÃo era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, DarÃo desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, querÃa hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podrÃa explicarle a mi marido, asà que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él querÃa que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche habÃa ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a DarÃo parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrà como el recorrÃa centÃmetro a centÃmetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero DarÃo ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordÃa los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentÃa que mis jugos chorreaban y lo sentÃa hasta mojar mi esfÃnter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clÃtoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente DarÃo leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños cÃrculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto habÃa deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponÃa el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenÃa una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento habÃa llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenÃa a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenÃa mi ropa interior y él ni siquiera se habÃa sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
DarÃo tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentà el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibà una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo harÃa lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentÃa mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentà que me tiraba desde el cuello y comprendà que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabÃa bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenÃa control de mi cuerpo, solo hacÃa lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfÃnter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que habÃa visto poco antes, tenÃa mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centÃmetro a centÃmetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabÃa que el miraba desde algún punto, pero o sabÃa donde, gemÃ, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clÃtoris, pero descubrà que también estaban unidas al collar, y no podÃa bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguÃa haciendo lo que él me habÃa pedido
Lo sentà acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, querÃa chupársela, pero el me evadÃa y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabÃa que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentÃa todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
DarÃo al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacÃa lo que podÃa, no podÃa tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el querÃa me hacÃa alguna penetración profunda.
Después de un rato, DarÃo tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendà el juego, saqué mi lengua y sentà sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clÃmax de mi placer, sentà como su esperma lentamente corrÃa por mis papilas gustativas y se dirigÃa por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabÃa que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentÃa como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se habÃa sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar

Basta DarÃo! me vas a matar! ya no lo soporto! - dije casi implorando -
Te dije que era un hombre con gustos diferentes - respondió sin tomar en cuneta mi súplica
Estaba inmóvil, amarrada, ciega, tendida boca arriba en una cama de hotel, lo sentà hacer algunos ruidos, también encender un fósforo y recibir un agradable olor perfumado, fue increÃble descubrir como estar privada de la visión agudizaba mis otros sentidos.
Lo sentà venir a mi lado, muy cerca, entonces me beso, mi primer beso con el, sus labios se fundieron con los mÃos en un beso eterno, cruzamos nuestras lenguas pero solo se retiró a su antojo dejándome con ganas de mas, y volvÃa a repetir con su boca el mismo juego de deseos que habÃa realizado con su verga
Era desesperante, no podÃa besarlo, no podÃa tocarlo, no podÃa verlo, no podÃa saber que diablos estaba haciendo
Mi pecho derecho recibió entonces por sorpresa una gota helada de agua de hielo, me sacó una exhalación por lo inesperado, luego fue sobre el izquierdo, pero serÃa ahora una gota de cera caliente, mierda, me retorcà como una serpiente, pero de alguna manera el contraste entre frÃo y caliente empezó a enloquecerme, porque no sabÃa donde caerÃa la próxima gota y solo trataba de adivinar si serÃa hielo o cera, y tenÃa que adivinar en que parte de mi cuerpo serÃa. TenÃa los puños cerrados tironeando sin suerte tratando de liberarme, tenÃa las pulsaciones a mil, y nada podÃa hacer, le rogaba que se detuviera, pero el mundo estaba girando a sus pies.
Cuando se cansó, levantó mis piernas y al fin pasó su lengua por mi inflamado clÃtoris, apenas la punta, y por mis labios depilados, y solo fueron segundos, porque yo estaba al borde de la locura, estaba tan sensible que hasta dolÃa el placer, entonces aferró mis piernas entre sus brazos para inmovilizarme y ya no pude dejar de gritar perdida en una catarata de orgasmos.
Volvió a soltarme las esposas, me hizo parar, aun estaba ciega, me llevó tirando del collar que tenÃa en el cuello, levantó mis brazos y los apoyó sobre el frio ventanal, pude notarlo, estaba parada, me hizo abrir las piernas y lo sentà cogerme con rudeza, estaba completamente desnuda casi pegada a un ventanal público, sin poder ver, indefensa, y él aun tenÃa su traje impoluto, ese contraste me excitaba, el sentirme observada por extraños, en compartir mi gozo sin saber con quien mantener en mi cabeza un morbo por imaginar que me vieran desnuda, cogiendo, como una puta.
Por si no bastara, la hermosa verga de mi jefe me llenó de placer arrancándome nuevos orgasmos y cuando la sentà hincharse para escupir todo su jugo en mi interior supe que habÃa sido lo mejor de mi vida.
Soltó el vendaje de mis ojos, sacó las esposas, el collar, cerró las cortinas y se tomó unos minutos en higienizar todo, en especial el juguete que habÃa quedado abandonado a sus suerte, mientras yo secaba mi piel y retiraba los restos de cera que me habÃa quedado, y limpiar mi sexualidad llena de gel, semen y mis propios jugos. El reloj marcaba ya cerca de las cuatro de la mañana.
DarÃo entonces se desnudó, fue la primera vez que lo vi completamente desnudo, se metió en la cama y yo fui a su lado, me abrazó, crucé una pierna sobre las suyas y un brazo sobre su pecho, también apoyé mi cabeza, mientras él me acarició los cabellos hasta quedarme dormida
Cuando abrà los ojos la luz del sol trataba de invadir la habitación, buscando colarse por los espacios casi imperceptibles de los cortinados, me dolÃa todo el cuerpo, como si un tren me hubiera arroyado, bostecé mientras me ubicaba en tiempo y espacio, DarÃo dormÃa plácidamente, con un leve ronquido, lo observé por unos segundos, estaba boca arriba, aun desnudo, y su verga estaba dura como una piedra, ladeada hacia mi lado, se veÃa tan inocente, tan vulnerable
Bajé con sigila, entonces se la besé una y otra vez, pasé la lengua por su cuerpo esponjoso y cuando abrió los ojos se encontró con la mejor escena, su joven amante chupándole la pija, un perfecto despertar
El, casi incrédulo por mi accionar me regaló una sonrisa y se llenó la vista con la chupada muy de puta que le estaba pegando.
Me sentà como nunca me habÃa sentido, jamás hubiera hecho algo asà con ningún hombre, pero DarÃo sacaba lo peor de mi. De pronto tomó un par de almohadones y los acomodó encimados sobre el colchón, me puso boca abajo, con esos almohadones justo por debajo de mi cintura, mi culo quedo apuntando al techo, indefenso, entonces se acomodó sobre mi, y el bastardo con solo ensalivar un poco me la metió toda por el atrás.
Me arrancó un rico gemido, no lo vi venir, no lo imaginé por ahÃ, y solo se movió dentro muy rico, muy placentero, su verga tenÃa el tamaño justo para llenarme de placer, ni grande, ni pequeña, solo justa.
DarÃo tomó mis brazos y los llevó por detrás, a mis espaldas y con su fuerza masculina me inmovilizó, estaba entregada, indefensa y solo pude morder las sábanas para acallar mis gemidos de placer, le bastardo me dio la culeada de mi vida.
Minutos después bajarÃamos al comedor a desayunar, fuimos cómplices y en esas miradas le dejaba saber que sentÃa mi esfÃnter todo dilatado y lleno de esperma, su esperma, y entre los extraños y casuales clientes del hotel me sentà una perra sin igual.
HabÃa llegado la hora de volver, ese momento que no querÃa que llegara, porque por primera vez habÃa conocido a un hombre, pero el tenÃa mujer, hijos, y yo a Marcos, que nos esperaban en mi ciudad.
Ese viaje de regreso fue demasiado silencioso, melancólico, no cruzamos muchas palabras, pero entre esas pocas palabras en algún momento mi jefe me dijo
Llegaste tarde, lo sabes?
Me encogà de hombros, tratando de comprender, y lo miré inquieta animándolo a seguir
No hago esto con todas, es más, tiene que ser alguien especial, y vos sos especial, pero llegaste diez o veinte años tarde a mi vida, sabes que tengo esposa, una familia y solo no puedo ofrecerte mas de lo que te he ofrecido, secreto, sin compromisos, sin ataduras.
Le dije que estaba bien, en verdad estaba bien, porque yo sabÃa los riesgos que tomaba y no podÃa reprocharle nada, de alguna manera él tenÃa razón, cuando llegué a su vida, su vida ya estaba armada, y solo me conformé con tomar para mi un pedacito de lo que tenÃa su mujer
Y fuimos amantes por el resto del tiempo, hasta que terminaron esos dos años y lo vi partir nuevamente hacia su lugar en el mundo, su trabajo estaba terminado.
Me pongo de costado en la cama, atravieso la almohada entre mis piernas imaginando que es él, apenas si nos escribimos de vez en cuando por el mail laboral, me sabe a tan poco, me hace tanta falta.
Cuelo mi mano por el frente de la ropa interior solo para comprobar mi excitación, saco los dedos embardunados y pruebo mis propios jugos, aprieto las piernas imaginando tenerte, pero solo estás en mi cabeza.
Suspiro, por al amplio ventanal empieza a entrar un frescor que me obliga a taparme, baja la temperatura, está oscuro y creo que nuevamente comenzará a llover, trato de calmarme y conciliar el sueño, pero es imposible, me duele demasiado su ausencia, paso el revés de mis dedos por mis labios imaginando que son sus labios, luego paso mi mano bajo le remera, acaricio mis pechos con dulzura, en mi cabeza revivo una y otra vez sus juegos perversos, llevo mi otra mano entre mis piernas, me meto un par de dedos y me toco por dentro mientras la palma de la mano hace su trabajo sobre el clÃtoris, aprieto con fuerzas mis labios para acallar mis gemidos, me vengo por él, solo para él.
Respiro, me tranquilizo, tengo que disimular, asumo que Marcos, mi marido, subirá de un momento a otro, solo apago la luz, solo cierro mis ojos, quiero dormir
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LLEGASTE TARDE
Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, DarÃo, mi DarÃo, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, asà no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de DarÃo
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si DarÃo estuviera conmigo sabrÃa que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacÃo imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del paÃs.
Asà conocerÃa a DarÃo, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venÃa directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenÃa cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestÃa perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. VenÃa solo por un par de años, tenÃa que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas tÃpicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenÃa una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se habÃa casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenÃa una educación diferente, muy perdida en estos dÃas, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abrÃa la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentÃa protegida, y sentÃa que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacÃa evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentà perdida, enredada en sus brazos, y sabÃa que tarde o temprano, solo sucederÃa.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajarÃamos sábado por la mañana, volverÃamos domingo antes del almuerzo, en teorÃa darÃa una charla y yo serÃa una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mÃa y la empresa.
Era una locura, pero no dejarÃa pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabÃa que en mi empleo habÃa mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevarÃa a un punto neutral donde DarÃo me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, DarÃo puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo querÃa que me cogiera, y cualquier chico de mi edad asà lo hubiera hecho, pero DarÃo era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, DarÃo desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, querÃa hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podrÃa explicarle a mi marido, asà que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él querÃa que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche habÃa ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a DarÃo parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrà como el recorrÃa centÃmetro a centÃmetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero DarÃo ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordÃa los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentÃa que mis jugos chorreaban y lo sentÃa hasta mojar mi esfÃnter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clÃtoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente DarÃo leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños cÃrculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto habÃa deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponÃa el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenÃa una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento habÃa llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenÃa a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenÃa mi ropa interior y él ni siquiera se habÃa sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
DarÃo tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentà el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibà una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo harÃa lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentÃa mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentà que me tiraba desde el cuello y comprendà que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabÃa bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenÃa control de mi cuerpo, solo hacÃa lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfÃnter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que habÃa visto poco antes, tenÃa mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centÃmetro a centÃmetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabÃa que el miraba desde algún punto, pero o sabÃa donde, gemÃ, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clÃtoris, pero descubrà que también estaban unidas al collar, y no podÃa bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguÃa haciendo lo que él me habÃa pedido
Lo sentà acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, querÃa chupársela, pero el me evadÃa y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabÃa que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentÃa todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
DarÃo al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacÃa lo que podÃa, no podÃa tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el querÃa me hacÃa alguna penetración profunda.
Después de un rato, DarÃo tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendà el juego, saqué mi lengua y sentà sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clÃmax de mi placer, sentà como su esperma lentamente corrÃa por mis papilas gustativas y se dirigÃa por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabÃa que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentÃa como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se habÃa sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar

Basta DarÃo! me vas a matar! ya no lo soporto! - dije casi implorando -
Te dije que era un hombre con gustos diferentes - respondió sin tomar en cuneta mi súplica
Estaba inmóvil, amarrada, ciega, tendida boca arriba en una cama de hotel, lo sentà hacer algunos ruidos, también encender un fósforo y recibir un agradable olor perfumado, fue increÃble descubrir como estar privada de la visión agudizaba mis otros sentidos.
Lo sentà venir a mi lado, muy cerca, entonces me beso, mi primer beso con el, sus labios se fundieron con los mÃos en un beso eterno, cruzamos nuestras lenguas pero solo se retiró a su antojo dejándome con ganas de mas, y volvÃa a repetir con su boca el mismo juego de deseos que habÃa realizado con su verga
Era desesperante, no podÃa besarlo, no podÃa tocarlo, no podÃa verlo, no podÃa saber que diablos estaba haciendo
Mi pecho derecho recibió entonces por sorpresa una gota helada de agua de hielo, me sacó una exhalación por lo inesperado, luego fue sobre el izquierdo, pero serÃa ahora una gota de cera caliente, mierda, me retorcà como una serpiente, pero de alguna manera el contraste entre frÃo y caliente empezó a enloquecerme, porque no sabÃa donde caerÃa la próxima gota y solo trataba de adivinar si serÃa hielo o cera, y tenÃa que adivinar en que parte de mi cuerpo serÃa. TenÃa los puños cerrados tironeando sin suerte tratando de liberarme, tenÃa las pulsaciones a mil, y nada podÃa hacer, le rogaba que se detuviera, pero el mundo estaba girando a sus pies.
Cuando se cansó, levantó mis piernas y al fin pasó su lengua por mi inflamado clÃtoris, apenas la punta, y por mis labios depilados, y solo fueron segundos, porque yo estaba al borde de la locura, estaba tan sensible que hasta dolÃa el placer, entonces aferró mis piernas entre sus brazos para inmovilizarme y ya no pude dejar de gritar perdida en una catarata de orgasmos.
Volvió a soltarme las esposas, me hizo parar, aun estaba ciega, me llevó tirando del collar que tenÃa en el cuello, levantó mis brazos y los apoyó sobre el frio ventanal, pude notarlo, estaba parada, me hizo abrir las piernas y lo sentà cogerme con rudeza, estaba completamente desnuda casi pegada a un ventanal público, sin poder ver, indefensa, y él aun tenÃa su traje impoluto, ese contraste me excitaba, el sentirme observada por extraños, en compartir mi gozo sin saber con quien mantener en mi cabeza un morbo por imaginar que me vieran desnuda, cogiendo, como una puta.
Por si no bastara, la hermosa verga de mi jefe me llenó de placer arrancándome nuevos orgasmos y cuando la sentà hincharse para escupir todo su jugo en mi interior supe que habÃa sido lo mejor de mi vida.
Soltó el vendaje de mis ojos, sacó las esposas, el collar, cerró las cortinas y se tomó unos minutos en higienizar todo, en especial el juguete que habÃa quedado abandonado a sus suerte, mientras yo secaba mi piel y retiraba los restos de cera que me habÃa quedado, y limpiar mi sexualidad llena de gel, semen y mis propios jugos. El reloj marcaba ya cerca de las cuatro de la mañana.
DarÃo entonces se desnudó, fue la primera vez que lo vi completamente desnudo, se metió en la cama y yo fui a su lado, me abrazó, crucé una pierna sobre las suyas y un brazo sobre su pecho, también apoyé mi cabeza, mientras él me acarició los cabellos hasta quedarme dormida
Cuando abrà los ojos la luz del sol trataba de invadir la habitación, buscando colarse por los espacios casi imperceptibles de los cortinados, me dolÃa todo el cuerpo, como si un tren me hubiera arroyado, bostecé mientras me ubicaba en tiempo y espacio, DarÃo dormÃa plácidamente, con un leve ronquido, lo observé por unos segundos, estaba boca arriba, aun desnudo, y su verga estaba dura como una piedra, ladeada hacia mi lado, se veÃa tan inocente, tan vulnerable
Bajé con sigila, entonces se la besé una y otra vez, pasé la lengua por su cuerpo esponjoso y cuando abrió los ojos se encontró con la mejor escena, su joven amante chupándole la pija, un perfecto despertar
El, casi incrédulo por mi accionar me regaló una sonrisa y se llenó la vista con la chupada muy de puta que le estaba pegando.
Me sentà como nunca me habÃa sentido, jamás hubiera hecho algo asà con ningún hombre, pero DarÃo sacaba lo peor de mi. De pronto tomó un par de almohadones y los acomodó encimados sobre el colchón, me puso boca abajo, con esos almohadones justo por debajo de mi cintura, mi culo quedo apuntando al techo, indefenso, entonces se acomodó sobre mi, y el bastardo con solo ensalivar un poco me la metió toda por el atrás.
Me arrancó un rico gemido, no lo vi venir, no lo imaginé por ahÃ, y solo se movió dentro muy rico, muy placentero, su verga tenÃa el tamaño justo para llenarme de placer, ni grande, ni pequeña, solo justa.
DarÃo tomó mis brazos y los llevó por detrás, a mis espaldas y con su fuerza masculina me inmovilizó, estaba entregada, indefensa y solo pude morder las sábanas para acallar mis gemidos de placer, le bastardo me dio la culeada de mi vida.
Minutos después bajarÃamos al comedor a desayunar, fuimos cómplices y en esas miradas le dejaba saber que sentÃa mi esfÃnter todo dilatado y lleno de esperma, su esperma, y entre los extraños y casuales clientes del hotel me sentà una perra sin igual.
HabÃa llegado la hora de volver, ese momento que no querÃa que llegara, porque por primera vez habÃa conocido a un hombre, pero el tenÃa mujer, hijos, y yo a Marcos, que nos esperaban en mi ciudad.
Ese viaje de regreso fue demasiado silencioso, melancólico, no cruzamos muchas palabras, pero entre esas pocas palabras en algún momento mi jefe me dijo
Llegaste tarde, lo sabes?
Me encogà de hombros, tratando de comprender, y lo miré inquieta animándolo a seguir
No hago esto con todas, es más, tiene que ser alguien especial, y vos sos especial, pero llegaste diez o veinte años tarde a mi vida, sabes que tengo esposa, una familia y solo no puedo ofrecerte mas de lo que te he ofrecido, secreto, sin compromisos, sin ataduras.
Le dije que estaba bien, en verdad estaba bien, porque yo sabÃa los riesgos que tomaba y no podÃa reprocharle nada, de alguna manera él tenÃa razón, cuando llegué a su vida, su vida ya estaba armada, y solo me conformé con tomar para mi un pedacito de lo que tenÃa su mujer
Y fuimos amantes por el resto del tiempo, hasta que terminaron esos dos años y lo vi partir nuevamente hacia su lugar en el mundo, su trabajo estaba terminado.
Me pongo de costado en la cama, atravieso la almohada entre mis piernas imaginando que es él, apenas si nos escribimos de vez en cuando por el mail laboral, me sabe a tan poco, me hace tanta falta.
Cuelo mi mano por el frente de la ropa interior solo para comprobar mi excitación, saco los dedos embardunados y pruebo mis propios jugos, aprieto las piernas imaginando tenerte, pero solo estás en mi cabeza.
Suspiro, por al amplio ventanal empieza a entrar un frescor que me obliga a taparme, baja la temperatura, está oscuro y creo que nuevamente comenzará a llover, trato de calmarme y conciliar el sueño, pero es imposible, me duele demasiado su ausencia, paso el revés de mis dedos por mis labios imaginando que son sus labios, luego paso mi mano bajo le remera, acaricio mis pechos con dulzura, en mi cabeza revivo una y otra vez sus juegos perversos, llevo mi otra mano entre mis piernas, me meto un par de dedos y me toco por dentro mientras la palma de la mano hace su trabajo sobre el clÃtoris, aprieto con fuerzas mis labios para acallar mis gemidos, me vengo por él, solo para él.
Respiro, me tranquilizo, tengo que disimular, asumo que Marcos, mi marido, subirá de un momento a otro, solo apago la luz, solo cierro mis ojos, quiero dormir
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