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Capacitación (V)




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En la recepción del hotel, me ofrecieron la alternativa de reservar por adelantado. Debió quedar en la base de datos que las otras 2 veces, la habitación quedó en el mismo piso y encarando hacia la bahía, sin que yo necesariamente me lo hubiese propuesto.

Además, me ofrecieron la posibilidad de “cargarlo a la compañía”, para brindarme discreción. El encargado me aseguró que no era el primer administrativo en usar esa modalidad de servicios y que de esa manera, me podría evitar indagaciones comprometedoras de parte de mi esposa (no había que ser muy observador paraapreciar mi gran anillo de matrimonio y la falta de este en la mano de Gloria), pudiendo declararlo como “Gastos adicionales”, dándome a entender que, por más elegantes que se sean, siguen siendo “esa clase de hoteles…”, que tanto negaron la primera vez que fui.

Pero en el ascensor, el ambiente era distinto. Gloria se notaba mucho más ansiosa y entusiasmada porque llegásemos a destino, al punto que llegó a preguntar:

* Entonces… ¿Qué haremos hoy?- en tono de broma, rematando con una sonrisa cómplice y traviesa.

(So… what are we doing today?)

Por mi parte, permanecía perplejo y preocupado, por lo que Oscar le había propuesto menos de una hora antes.

Aun así, tuve que mantenerme callado, ya que después de todo, estábamos dentro de un hotel 5 estrellas…

Mientras iba yo al frigobar y sacaba un jugo y una bebida para ella, le pedí que se sentara…

- Verás… quiero hacerte el culo hoy.- le espeté simple y llanamente, porque no se me ocurría otra forma de decírselo.

(You see… I want to do your ass today.)

Quedó asombrada, puesto que a pesar de ser extranjero, tengo una buena dicción y le pedí que me escuchase, para poder explicárselo mejor.

Permaneciendo yo de pie y completamente abochornado, le confesé la devoción que profeso por el trasero de mi secretaria. Que era una suerte que en la oficina, ella no llevaba faldas tan cortas como las de ese día (una mini-falda hasta la mitad de sus muslos, color verde eléctrico), porque cada vez que le veía marcharse, me quedaba viendo el contoneo de su cintura y el movimiento de su trasero.

Y es que a pesar que no tiene el atractivo de Madeleine o de Ingrid (que son rubias de busto generoso y figura admirable… comparación que me valió puntos extras de su atención), el meneo de su cintura no pasa desapercibido entre los hombres y le comenté lo ocurrido el día que embarcamos a Sydney, que desde Oscar hasta algunos hombres sentados en la terminal se les iba la mirada siguiendo el contoneo de su trasero.

También le confesé una especie de envidia y lástima que tengo por Oscar, ya que teniendo una mujer así de sensual (cabello negro rizado, ojos celestes, senos intermedios y un trasero redondo y firme), no lo imaginaba capaz de quitarle la virginidad a tan preciado orificio.

Pero finalmente, terminé mi exposición con lo que estábamos viviendo en esos momentos: si lo hacíamos de esa manera, no volvería a tener problemas con sentir a Oscar y que podría correrme dentro de ella las veces que quisiera, sin necesidad de usar preservativos o que ella tomara anticonceptivos.

En ningún momento, Gloria se vio ofendida o enojada por mis palabras. En realidad, hasta sonreía de una forma jocosa y coqueta, con sus preciosos zafiros siguiéndome lado a lado muy entretenida.

Confesó que también estaba interesada por la idea. De hecho, quería preguntármelo ese mismo día, aunque no se atrevía a decírmelo.

Desde nuestro regreso de Sydney, Gloria empezó a indagar por su propia cuenta sobre el sexo anal y tal como yo le indicaba, Oscar lo tiene demasiado pequeño para poder hacerle sentir.

Además, admitió que no lo ha pasado mal conmigo y aunque le causa remordimientos tanto por Oscar como por Marisol, era algo más fuerte que ella misma lo que la llevaba a buscarlo.

No obstante, tenía miedo. Según sus amigas que lo han hecho, por lo general tienden a dejarlo para celebraciones especiales, porque no les resulta grato y todas concordaron que la primera vez fue dolorosa y desagradable.

Sin embargo, tras conocerme tanto tiempo y al ser tan abierto sobre mi relación con Marisol, tenía curiosidad si acaso conmigo sería distinto o no…

Por lo que decidí que pasáramos al dormitorio. Acomodé un par de cojines cerca del borde y le pedí que acomodara su vientre sobre ellos, levantando más su retaguardia.

Debo decir que en esos momentos, la situación era bastante tensa y graciosa entre nosotros. Por una parte, yo, que en cierta forma, me ufanaba de mi experiencia sexual, me sentía bastante intimidado, puesto que era la primera vez que lo hacía al instante con otra mujer (con Marisol… digamos que soy un marido muy feliz), mientras que con las otras, para cuando llegábamos a esas instancias, ya teníamos un par de revolcones en el cuerpo.

En el caso de ella, se sentía tanto avergonzada y excitada por la situación. Podía darme cuenta, porque su sonrisa permanecía lasciva, a pesar que le costaba un mundo mantener la falda levantada y dejar su trasero expuesto al aire.

Pero lo que complementaba armónicamente el momento era mi nerviosismo habitual: En realidad, seguía preocupado porque ella no se sintiera incómoda, gesto que recibía con ternura y sumisión, por lo que parecíamos una pareja de enamorados.

* Entonces… ¿Vas a usar aceite?- preguntó, al verme clavado mirando su delicioso trasero y su ropa interior.

(So… Are you using oil?)

Y es que si pudiese describirlo, serían como 2 lomas redondeadas, amplias y blanquecinas, con la curvatura parecida a las manzanas.

Pero lo que me dejaba más confundido era su lencería: He conocido a mi secretaria por 2 años y sé que es una mujer respetable y pudorosa. Pero el hilo dental negro que llevaba era tan fino y menudo, que era una sorpresa si ocultaba “algo”.

En parte, entiendo un poco a Oscar: puesto que su diabetes cohíbe su excitación, le pide a Gloria que compre ese tipo de prendas, las cuales ella rara vez usa y llega a trabajar con calzones más normales.

* Jefe, ¿Vas a usar aceite?- volvió a insistir en un tono más firme, mientras que yo permanecía impávido mirando su lindo trasero y siempre sonriendo por ello.

- Uhm… no… nunca he usado.- le respondí finalmente.

Gloria se engrifó al escuchar aquello…

- Es que cuando lo hago… casi siempre estoy lubricado por los jugos de mi compañera. Además, siempre hago un juego previo, donde al final le pongo de ganas.

Quedó petrificada, con una mirada inconclusa. Al igual que con Marisol y con casi todas las mujeres que conozco, a Gloria casi no le he mentido y por muy descabellado que pareciera, todavía me creía.

Pero por mi parte, mi mente buscaba otras alternativas: en la cocina, debía haber aceite de oliva y también existía la opción para llamar a servicio de habitación y solicitar vaselina, aunque por pudor, ninguno de los dos deseábamos llegar a ese extremo.

- Solo dame un poco de tiempo.- le confesé, contemplando ese magnífico trasero.- Es la primera vez que lo hago de esta manera y necesito organizar mis ideas unos minutos. ¡Discúlpame!

Eso la hizo sonreír y calmarse un poco más. Saqué su hilo dental con mucho cuidado y delicadeza y pude apreciar aparte de su agujerito virgen e impoluto, que la esencia a fémina se empezaba a manifestar.

Tengan en consideración que yo ya estaba duro y me lo recordaba constantemente mi apretado pantalón.

Empecé a penetrarla despacio por el ano con el dedo del corazón. Se quejó y engrifó un poco, pero no protestó.

- Debo motivarte antes de hacerlo.- le dije, luego de meter y sacar mi dedo por un rato.

Pero entonces, noté que sus caderas también cooperaban, de forma consciente o inconsciente y su sexo se apreciaba delicioso.

* Jefe… uufff… ¿Qué haces?... ¿Qué haces?...ahhh…- preguntó complacida con mi idea.

(Boss… What are you doing?... What are you doing?... Ahh… )

Empecé a deslizar mi lengua por su agujero frontal, haciendo que se retorciera en agrado.

- Ya te dije que tengo que motivarte antes…

* Pero jefe… uhm… dijiste que hoy… mi culo… ufff- dejó salir en un tono de voz sensual.

(But boss… uhm… you said that today…my ass… uff)

Y entonces, tuve la idea de alternar agujeros, posando mi índice y anular en su vagina y atendiendo su esfínter con mi lengua.

* No, jefe… ¿Qué haces?... ¿Qué haces?... ahhh…-replicaba más desbocada, mientras enroscaba mi lengua en su agujero más pequeño.

Le expliqué a Marisol que no tenía un sabor extraño. Sorpresivamente, tenía un tenue sabor entre nueces y almendras o tal vez, eso me mentalicé en esos momentos. Pero el hecho era que meneaba con mi lengua de la misma manera a que acostumbraba masturbarla por el ano cuando me traía los informes tras nuestro viaje a Sydney (Y ahora que redacto esto, me doy cuenta que tardamos bastante tiempo en recaer en el sexo y que siempre permaneció vigente entre nosotros), o quizás, con una flexibilidad mayor, ya que mi lengua podía doblarse mucho más.

Pero lo que siguió después, me entretuvo mucho, dado que Gloria se empezó a excitar más y sus jugos empezaron a bajar por el dorso de mi mano.

* Ahh… Ahh… ¿Jefe, qué haces?... ¡Detente!... ¡Me vuelves loca!...-solicitaba ella, aunque su cuerpo se menease como si fuese la biela de un motor.

(Ahh… Ahh… Boss, what are you doing?... Stop it!... You’re driving me nuts!...)

Y empecé a alternar agujeros, en espacios de minuto y medio, aproximadamente, hasta que pude meter 3 de mis dedos hasta la base de ambos agujeros con completa libertad.

Y fue cuando le daba un respiro que desabroché la bragueta de mi pantalón, me bajé los calzoncillos, me di una pequeña sobada y enfilé por el agujero más apretado.

- ¡Ok, Gloria! ¡Aquí vamos!

(Ok, Gloria! Here we go!)

Y empecé a forzar el glande. Se irguió un poco, sintiendo cómo la ensanchaba, pero no del todo quejándose.

* ¡Espera, jefe!... es muy grande…- me respondió con un leve quejido.

Pero Gloria se volvía poner tensa y lo que era peor, que de alguna forma, estaba haciendo fuerza.

- ¡Gloria, tienes que relajarte! Si no, dolerá más…

* ¡No, jefe! ¡Por favor! ¡Sácala! ¡Sácala!- me pidió con un molesto dolor.

(No, boss! Please! Pull it out! Pull it out!)

Pero a esas alturas, el glande estaba casi adentro y no quería echarme para atrás. Así que improvisando en el momento, le di una fuerte palmada en el muslo.

* ¡Ahh, jefe! ¿Qué haces? ¿Qué haces? ¿Por qué me pegas?

(What are you doing? Why are you hitting me?)

Su voz no era del todo un reproche… y el glande entró casi por completo.

- Lo hago para que te relajes.

* Pero jefe… me duele… ugh… no me pellizques.

(It hurts!… Please, don’t pinch me!)

Sin embargo, su esfínter empezaba a ceder y la metía más a fondo.

- ¡Vamos, Gloria! ¡Admítelo! ¡Querías que lo hiciera!

* ¡No, jefe! ¡Por favor, no!

(No, boss! Please, don’t…!)

El tono de su voz derretía glaciares.

Di una estocada profunda y casi ni se quejó.

- ¡Admítelo, Gloria!... ¡Querías follar con tu jefe! ¡Anda, dilo!

* ¡No, jeeefe! ¡Poor favooor, nooo!- me respondió, empezando a gemir excitada.

(Nooo, Booosss! Please, doooon`t!)

Le di otra palmada seca.

- ¡Dímelo, Gloria! ¡Dímelo! ¡Meneabas tu culo, sabiendo que lo veía! ¿Cierto? ¿Cierto?

* ¡No, jefe! ¡No!

Por cada negativa, una palmada y eso le hacía levantar el trasero.

La empecé a embestir más a fondo...

- ¡Vamos, Gloria, dímelo! ¡Querías que te la metiera! ¡Me tentabas cada día con ello! ¡Vamos! ¡Dilo!

Hasta que eventualmente, la rompí…

- ¡Síiiiiiii! ¡Síiii, jefe! ¡La quería! ¡La quería locamente!... ¡Me gusta cómo me miras!... ¡Sí, jefe!... ¡Quiero más! ¡Más duro!

(Yeees! Yes, boss! I wanted it! I wanted it madly! … I love it when you look at me! … Yes, Boss! I want more! Give me harder!)

Como recompensa a su honestidad, empecé a juguetear con su clítoris…

* ¡Oh, jefe! ¡Oh, jefe! ¿Qué haces? ¿Qué haces?...¡Oh, no!... ¡Oh, no!

- Apuesto que Oscar no te hace eso.

* ¡No, jefe! ¡No!

Más palmadas…

- ¿Qué se siente tenerme en tu culo? ¿Te gusta?

* ¡Sí, jefe! ¡Lo adoro! ¡Lo adoro!

- ¿Qué opinas de mi pene? ¿Te gusta?

* ¡Me encanta! ¡Me encanta!

(Love it! Love it!)

- ¿Más que el de Oscar?

Silencio.

- ¿Más que el de Oscar?

Silencio otra vez.

Pellizqué su clítoris.

- ¿Más que el de Oscar?

* ¡Sí, jefe, sí! ¡Más que el de Oscar!- respondió soltando gemido suave y un orgasmo.

- ¡Gloria, eres infiel! Le diste el culo a tu jefe y no a tu pareja. ¿No te sientes mal?

* ¡Nooo! ¡Nooo!- respondía, meneándose encabritada.

Más palmadas ante sus negativas…

-¿Querías dármelo?

*¡Síii! ¡Síii!

Y la recompensaba con un pellizco de clítoris. Me entretuve así un rato, pero la estaba metiendo casi entera y sentía mi orgasmo a punto de llegar.

- Bien, Gloria, me voy a correr adentro. Me voy a correr adentro de tu culo.

* ¡Sí, jefe! ¡Sí, jefe! ¡Dámelo! ¡Dámelo! ¡Dámelo!

Y acabé con una profunda estocada, que le hizo barullar por toda la habitación.

* ¡Te siento, jefe! ¡Te siento en mi estómago!- me contó, a medida que se calmaba, trayéndome recuerdos de las veces que lo hago con mi ruiseñor.

Permanecí erguido a su lado. Todavía estaba empalada y tampoco estaba dispuesta a soltarme. Pero una vez que se repuso, me preguntó con vergüenza.

* Jefe, ¿Puedo ir al baño?

Y mientras ella vaciaba sus intestinos, yo aproveché de limpiarme en la ducha, lo que le avergonzó bastante.

Le expliqué que era algo normal. Que con Marisol, hemos incluso acomodado nuestras comidas para que esto no fuese problemas y que incluso, con la primera mujer que lo hice, sucedió lo mismo.

Gloria se indignó al instante al escuchar que fue con la prima de mi esposa.

* Jefe, ¿Alguna vez has sido fiel a tu esposa?

(Boss… Have you ever been faithful to your wife?)

Sus ojos celestes, sus cabellos morenos rizados y ese juego delicioso de “F” y “L”, que los británicos tan bien blanden, me habían cautivado.

Respondí que sí. Que al principio, tenía ojos para nadie más. Pero la convencí que fueron las otras mujeres las que me hicieron caer.

Aun así, le recalqué que mi amor por Marisol no ha menguado un ápice y que con el resto, solo tengo sexo.

Por supuesto que a ella le costó entenderme, porque había estado mucho tiempo enamorada de Oscar. Y sin embargo, lo que estábamos haciendo en ese hotel significaba nada, en vista que yo no pienso en dejar a mi esposa y ella tampoco quería dejar a Oscar.

Volvimos al dormitorio y le aseguré que la segunda vez, no sería tan dolorosa. Olvidó casi al instante los prejuicios que tenía en el baño y adoptó la posición con bastante iniciativa.

En realidad, la segunda vez yo estaba ansioso por meterle mano, por lo que fue complicadísimo desabrocharle la camisa en cuello “V” que llegaba, dándole a su segunda experiencia tintes similares a una violación.

Estrujaba sus pechos, por encima del sostén, susurrándole cosas indecentes, como que era una puta que le gustaba calentar al jefe; que se entregaba a cualquier cosa que le propusiera, porque le encantaba ser mi esclava y porque yo le daba más de lo que Oscar podía brindarle, palabras que si bien, no eran 100% ciertas, aceleraban la dinámica y efusividad de nuestros movimientos.

Pero al final, tuvimos que hacer el amor en la ducha. Me dijo que lo quería. Que le gustaba. Que “nadie antes la había llenado tan bien como yo…”

Le agarraba y pellizcaba los pechos, que estaban relativamente nuevos, haciéndola bramar de placer y ella envolvía mis piernas con las suyas, para que la metiese más adentro.

La embestía con todas mis fuerzas, despreocupándome por completo de las intenciones de Oscar y restregaba su cuerpo hacia arriba y hacia abajo, por la húmeda pared, con ella abrazándome muy fuerte y clavándome las uñas en los hombros.

Salimos de la ducha y como es la costumbre, se envolvió con una toalla…

La tomé de nuevo en el lavamanos.

Dieron las 4 cuando llegamos al departamento de Gloria. Oscar estaba contento para nada y ella todavía tenía el cabello mojado y resplandeciente.

- Y… ¿Van a salir?

Los 2 pusieron una cara de sorpresa cuando hablé.

>Pensaba llevarla al cine…

Tomé mi chequera e hice uno a portador.

- ¿Al cine? ¡Llévala a un restaurant elegante!

Lo entregué en blanco…

- O un hotel 5 estrellas.- le dije sonriendo al notar su sorpresa.- He oído que el vino hace maravillas por las relaciones, junto con una noche de buen sexo… y dime si acaso una chica como ella no lo vale.

Gloria no sabía qué decir. De nuevo, iba a tener el semen de 2 hombres diferentes en su interior.

Pero mientras me retiraba, pensé si acaso la habré hecho sentir como una puta.

Si ese fue el caso, que supiera que valía como las más caras.


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