Capacitación (VI)




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Domingo 15 de Julio, alrededor de las 9:15 de la mañana.

Mientras me afeitaba, pensaba en cómo saludar personalmente a mi hermano en su cumpleaños, en vista que tenemos alrededor de 12 horas de diferencia con mi país, cuando escucho la voz de Marisol:

+¿Amor? ¿AMOR?

La segunda vez  insistió más grave y preocupada, por lo que salí del baño a medio afeitar.

Marisol estaba en la cama, con las manos sobre su vientre, resoplando acompasadamente, como nos enseñaron en las clases de respiración y con un gran charco frente a sus piernas.

+¡Ya viene!- me dijo con un rostro resplandeciente.

Como pude, me limpié y medio vestí.

Golpeé con impaciencia al departamento del lado. Brenda abrió para recibirme y mi primer pensamiento al verla fue “¡Alma bendita!”: usaba una camiseta corta y delgada de algodón, unas pantaletas blancas y juveniles y como si necesitara verse más sexy todavía, tenía 2 moños tipo tomates a los costados, restregándose los ojos al haber recién despertado.

Tuvimos una pequeña discusión con Verito, que teniendo a su madre delante de ella con dolores de parto, insistía en ir conmigo al hospital para recibir a su nueva hermana. Y si bien, ha sido tanto responsabilidad mía como la de Marisol incentivar el desarrollo de su carácter, estaba demasiado asustado para prestarle atención, por lo que tuve que prometerle que una vez que Alicia naciera, vendría personalmente a buscarla a ella y a Pamelita, que como de costumbre, obedeció sin protestar.

Mientras manejaba lo más acelerado que podía (Y extrañando la escolta policial que conseguimos en Adelaide, cuando nacieron las pequeñas), Marisol pudo ponerse en contacto con su especialista, que afortunadamente, estaba en el hospital trabajando y que nos ayudó en la coordinación de la recepción de mi mujer.

No tardamos más de 20 minutos para pasar a pabellón, en vista que Marisol tenía largas y dolorosas contracciones cada 4 minutos. Por supuesto que me quedé a su lado, apretando su mano y mirándola, cuando sus lindas esmeraldas me buscaban en los momentos de más intenso dolor.

Fue una jornada agotadora, que tardó alrededor de 2 horas y media, pero tan intensa que Marisol y yo la encontramos que duró unos cuantos minutos y que afortunadamente, terminó bien, con nuestra pequeña Alicia pesando casi kilo y medio.

Por la tarde, regresé con las niñas, que ahora sí se veían más preocupadas por la salud de su madre y se notaron un poco decepcionadas al ver que Alicia era una bebé. Me contarían después que esperaban a que Alicia fuera una niña parecida a ellas y no una bebita preciosa.

Ese domingo, no tuve problemas para dormir, por las intensas emociones vividas.

No obstante, al día siguiente…

**********************

+Pero si tuviste un ataque de calentura, ¿Por qué no mejor fuiste al lado?- me preguntó mi esposa en tono de broma, la semana siguiente al alumbramiento.

Me sentí ofendido, porque las circunstancias que me llevaron a ello no empezaron de forma grata para mí.

**********************

El lunes, regresamos a casa, cené con las pequeñas y las fui a acostar, para volver a mi dormitorio.

No debían ser más allá de las 10, cuando empecé a extrañar a mi mujer. Curiosamente, empecé a recordar su excéntrica costumbre de pintarse las uñas de los pies con amarillos muy chillones, pero sonriendo muy contenta. Lo gracioso para ella es que nadie más, aparte de mí, sabe que tiene sus uñas así, porque siempre usa zapatos y calcetines.

Pero entonces, experimenté un severo episodio de ansiedad por separación.

Empecé a sentir un desagradable hormigueo en los antebrazos, junto con una sensación de ahogo y de un frio inexplicable. Sentía que quería gritar y correr y me daba la sensación que el cubrecama me tragaría.

De alguna manera, di con mi celular y no sé bien por qué, pero disqué el teléfono de Gloria:

* ¡Hola, jefe!- respondió jovial.

- ¿Estás sola?

* ¡Sí, jefe! Pero…

- Voy para allá.

Y corté. Golpeé insistentemente en el departamento de Brenda y le pedí que cuidara a las pequeñas. Preocupada y sabiendo la situación de mi esposa, preguntó si había tenido un problema, a lo que respondí que no, que tenía una urgencia de trabajo.

En el camino al departamento de Gloria, me reprochaba mi actuar. Apenas habían pasado 2 días de nuestro último encuentro y estaba dejando de lado a mis hijas por mi propio placer, coincidiendo una y mil veces la locura que hacía y que lo mejor que podía hacer era volver a casa.

Un aguacero con gruesas gotas caía esa fresca noche en Melbourne, pero logré llegar al edificio de Gloria. Presioné el timbre y me abrió el paso.

Subí las escaleras a saltos, hasta el tercer piso y abrió la puerta, tras verme por la mirilla.

* Hola, jefe. ¿Cómo…?

(Hi,Boss. How are…?)

Interrumpí su saludo con un beso en los labios. Recuerdo que se resistió los primeros segundos, pero fui tan persistente, que se dejó hacer.

Vestía una camisola con vuelos veraniega para dormir, que ocultaban su cuerpo, pero no su figura.

Recuerdo que la empecé a empujar hacia adentro del pequeño departamento y tanto ella como yo nos fuimos guiando hasta el dormitorio. Ni siquiera estoy seguro cómo cerró la puerta principal, pero el hecho fue que caímos juntos sobre la cama.

**********************

+¿Por qué no llamaste a Sonia?-  preguntó mi esposa, observándome con mayor interés.

Respondí que en esos momentos, necesitaba una mujer dócil como Gloria. Incluso, me habría acostado con Hannah.

Y si bien es cierto que mi jefa es una tigresa en la cama, siempre ha sido más dominante y la que impone las reglas, y en esos momentos, sentía que debía serlo yo.

**********************

- ¡Lo siento, Gloria! ¡Lo siento!- se excusaban mis labios, cuando mi cuerpo entero tenía una infinita ansiedad por sentirla.

* Pero jefe… ¿Aquí?- preguntó, deshaciéndose con mis lamidas en su cuello, mientras que mis manos exploraban su cuerpo de forma febril.

En realidad, poco me importaba si Oscar nos sorprendía. A decir verdad, ni siquiera lo consideraba en esos momentos. Mi única preocupación era bajarle el calzoncito lo suficiente...

Gloria suspiraba, se quejaba y gemía, pero no protestaba porque mis dedos estuviesen apretando su clítoris e introduciéndose vertiginosamente en su templo de placer.

Al contrario, su mano aprovechaba de masajear mi ardiente falo dentro de mis pantalones, con besos desesperados y deliciosos.

Confesé a Marisol que Gloria besaba bien (Algo que la preocupó un poco). Que sus besos eran ansiosos, mojados y muy libidinosos, con una saliva dulce, casi azucarada y con una lengua muy juguetona.

Sin embargo, parecía más desesperada que yo por sacarme la camisa y por sobre todo, liberarme de los pantalones, desabrochando mi cinturón con una sorprendente habilidad y deslizando su mano bajo mis boxers con una sensual confianza.

Incluso, cuando sintió la punta de mi ya hinchado falo, se tomó el tiempo de darme una sonrisa traviesa, idéntica a las que ponen mis niñas cuando encuentran uno de sus juguetes favoritos que he escondido entre juegos.

Se tomó el tiempo de apretarla y frenarme con un maravilloso dolor, dándose el tiempo para mirarla y ubicarla entre sus piernas, en los alrededores de su húmeda gruta.

Una vez que se encontró segura que la metería sin mayores dificultades, prosiguió con sus tormentosos besos, enroscando sus piernas en torno a mis muslos, a medida que me acercaba más y más a mi objetivo.

* ¡Ahh!... ¡Ahhhhh!...- empezó a suspirar de forma sensual, a medida que me abría camino.

Le dije a Marisol que se sentía rico. Que me traía recuerdos de cuando recién empezábamos a hacer el amor como pareja, porque todavía la notaba muy apretada y casi virgen.

De hecho, reconocí que fui un verdadero idiota durante nuestro noviazgo, al habernos aguantado casi un año de hacerlo usando preservativos. Porque en efecto, al igual que nuestra primera vez, donde mi prometida y actual esposa quedó embarazada de mis preciosas señoritas, Gloria tenía esa sensación ardiente y a la vez, refrescante, que envolvía el avance de mi falo. Sin olvidar, por supuesto, que la expresión de mi secretaria parecía que le estuviesen dando el regalo más grande de toda su vida.

Por ese motivo, cuando empezó a entrar casi toda y su ardiente abrazo no dejaba despegar mi mejilla de la suya, embestí profundamente y la di vuelta, dejándola a ella arriba.

Su rostro estaba completamente desequilibrado por el movimiento: sus ojos celestinos parecían perdidos en un ligero K.O., mientras que sus labios se veían deformes en una sonrisa casi borracha de placer y sus oscuros cabellos rizados, completamente alborotados, la hacían ver completamente exquisita y sensual.

Fue entonces que caí en cuenta de mis entornos. Estábamos en una habitación pequeña, que apenas cabía una cama matrimonial y con un gran ropero de madera, al lado de la puerta.

Cuando Gloria se repuso, me sorprendí al ver sus manos deslizarse por encima de mis hombros, de forma desesperada y caí en cuenta que estaba sobre una cama antigua, parecida a la que Marisol y yo teníamos cuando empezamos a vivir juntos, con un respaldo metálico de bronce o cobre, por el brillo que mantenía.

* ¡Oh, jefe! ¡Oh, jefe!- empezó a exclamar en un tono de voz completamente desequilibrado, ayudándose del respaldo de la cama para empalarse más y más.

Y fue en esos momentos que le dije a mi esposa que noté que las paredes del departamento de Gloria eran casi o tan delgadas como las nuestras, con muros parecidos al yeso, por lo que le dio un ataque de risa pensar que todos sus vecinos se darían cuenta que Gloria se acostaba con su jefe.

* ¡Sí, jefe! ¡Sí! ¡Así! ¡Quiero más!- me ordenaba, impulsándose con el respaldo de la cama para clavarse sobre mí con una fuerza sorprendente, al punto que podía sentir los resortes prensarse sobre los soportes de la cama.

Entonces comprendí el porqué de su preferencia por ir arriba: de esa manera y ayudándose del respaldo de la cama, podía clavarse con mayor fuerza y profundidad el desafortunado pene de Oscar.

Pero el placer que le estaba brindando el mío, le daba matices casi sobrenaturales.

* ¡Sí, jefe! ¡Sí! ¡Quiero más! ¡Dámelo más duro!-me ordenaba con una voz desesperada y tremendamente excitante.

(Yes, boss! Yes, boss! I want more! Give it to me harder!)

Y le empecé a tomar de la cintura, deslizando mis manos por su camisola, hacia sus pechos, que se meneaban desbocados.

Los tomé. Estaban ardiendo y meneándose pesado, al punto que me erguí para probarlos.

Eso descolocó a Gloria, que al percibir movimiento, abrió los ojos y se sorprendió al verme sobre su mama.

* ¿Jefe, qué haces? ¡No, jefe! ¡No muerdas! ¡No muerdas… tan duro! ¡Más duro! ¡Más duro!

(Boss, what are you doing? No, boss!Don´t bite! Don´t bite… me… so hard! So harder! Harder!)

Empecé a masticar su pezón, mientras que mis manos rodeaban su cintura.

* ¡Ahh, jefe! ¡Ahh, jefe! ¡No metas… tus dedos en mi culo!- pedía ella, pero su cuerpo respondía moviéndose con mayor fuerza y entusiasmo.

(Don`t… put your fingers… in my ass!)

Marisol se reía de buena gana, dado que, aparte de saber que Gloria se acostó con su jefe, sus vecinos sabrían que se ponía loca si le metían dedos por el ano.

Pero si ese fue el caso, le conté a mi esposa que esa no fue “la guinda de la torta”…

* ¡Sí, jefe, sí! ¡Es enorme! ¡Nunca me sentí tan llena! ¡Vamos, jefe! ¡Dame más!- exclamó de forma alocada, azotando el respaldo de la cama contra la pared con un vaivén veloz e imparable.

(It’s huge! Never been... so filled!Come on, boss! Give it to me harder!)

Debo hacer hincapié, eso sí, que no me encuentro una persona dotada. Mi apéndice, en su máxima expresión, a lo más alcanza unos 19 cm. de largo, con una circunferencia de unos 8 cm. en su base y una cabeza de unos 5 cm., por lo que más que grande, es ancha. Y si ella dijo eso, fue que Oscar tiene un miembro de unos 13 centímetros. No obstante, sigue enamorada de su pareja, a pesar de esa limitante.

Y mientras Marisol casi se caía a carcajadas, porque además de informarles a los vecinos a viva voz que se acostó con su jefe y que resultaba que yo se la metía mejor que Oscar, le expliqué a mi mujer que en esos momentos, la mirada de mi secretaria era de una puta lujuriosa y caliente, que sabía bastante bien lo que quería y hasta dónde iba a llegar.

* ¡Vamos, jefe! ¡Estás tan adentro! ¡Lléname!¡Lléname otra vez! ¡Sí, jefe! ¡Sí, jefe! ¡Ahh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhhhhh!

(Come on, boss! You’re so deep! Fillme in! Fill me up again! Yes, Boss! Yes, Boss! Ahh!)

Aproveché de correrme como ella quería: cuando estaba más abajo y prensaba sus labios más profundos. Tuvo un precioso y largo orgasmo, que le hizo cerrar los ojos y exhalar boquiabierta en agradecimiento.

Pero yo no estaba del todo satisfecho, así que tras casi un minuto de silencio, la tomé por los hombros, acercándola a mí, le di vuelta y empecé a metérsela de nuevo.

**********************

La primera vez que me sucedió, Marisol no estaba segura de cómo reclamarme. En esos tiempos, yo apenas entendía cómo era el orgasmo en la mujer y creía que era casi tan efímero como para el hombre.

Pues en esa oportunidad, mi esposa (que en esos tiempos, era mi novia o polola) me reclamó que debía haberle dejado descansar un poco. Que lo que estaba sintiendo en esos momentos era bastante bueno… y que yo me empezara a mover, era“demasiado mejor”.

Recuerdo que lo comparó difícilmente con que se estaba comiendo un rico helado, estando casi satisfecha y que en esos momentos, le servían otro poco más, sin poder saber si se lo podría terminar o no.

Yo, confundido por la situación, le pedí disculpas. Pero argumenté en mi defensa que hacer el amor con ella era mucho mejor a cuando me masturbaba a solas por las noches y que por ese motivo, la hostigaba tanto bajo las sabanas cada vez que lo hacíamos, temiendo que algún día se aburriera de mí e intentaba dedisfrutarla a ella al máximo, ante el temor de volver a la manuela.

Marisol, colorada y sin palabras, decidió que la mejor solución a aquel confuso dilema era darme una buena mamada, conclusión que hasta el día de hoy, sigo creyendo que fue la mejor.

**********************

Pero para Gloria, resultaba inesperado. Como he mencionado, la libido de Oscar es tan restringida, que si bien, ella alcanza unos 2 o 3 orgasmos antes que él se corra, tras eso, se vuelve un peso muerto y por lo general, empiezan a dormir.

Sin embargo, yo estaba de ganas. Y sentía que mi pene había bajado un poco, pero seguía hinchado y tampoco puedo negar lo agradable que era estar dentro de Gloria, por lo que empecé a menearla despacio.

Ella empezó a sentir el vaivén y abrió los ojos, sin entender bien.

* Jefe, ¿Qué haces? ¡Ahh! ¿Qué haces?

(Boss, What are you doing? What are you doing?)

- ¡Lo siento, Gloria! ¡Lo siento! ¡Sigo caliente!-le respondí, metiéndola y sacándola con más ritmo.

(Sorry, Gloria! Sorry! I’m still horny!)

Y se mordía los labios, en vista que ese orgasmo se alargaba un poco más. Recuerdo que dejaba ir su cuerpo y soltaba unos cuantos sollozos, disfrutando de la inesperada situación que la acogía y yo la encontraba tan excitante, que empecé a usar el respaldo de la cama, de la misma manera que lo había hecho ella momentos antes.

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Marisol se meneaba impaciente de lado a lado, con su sensual colita animosa de acción.Yo también estaba caliente cuando se lo contaba, porque mi esposa, aparte de recuperar parte de su figura antes del embarazo, había crecido en el tamaño de sus pechos y la cuarentena, con una mujer que de por sí te vuelve loco en la cama, era una tortura muchísimo peor a los largos turnos que tuve en la faena sin su compañía.

Aun así, sonreía como chiquilla al entender tan bien como yo que hay placeres más humildes, como hacer el amor en una cama vieja y dura, que para nosotros, en nuestra situación actual, son más difíciles de acceder, pero que sí nos dan un poco de envidia por volver a experimentarlos.

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*¡Uhm! ¡Uhmmm!- trataba de contenerse Gloria cerrando los ojos, a medida que la volvía a atravesar.

Pero como les mencioné, me gusta ir arriba en la segunda tanda, porque encuentro que la puedo meter mucho más adentro y reforzado por el respaldo de la cama, presionaba más fuerte su útero.

Demás está decir que sus piernas me envolvían por la cintura, sin siquiera preocuparse que Oscar volviera de improviso, encontrándonos en una situación tan comprometedora. El respaldo de la cama se azotaba en un vaivén excitante,mientras que ella también se apoyaba de este, manteniendo los ojos cerrados con firmeza.

Le decía que la encontraba bonita. Que la deseaba. Que la encontraba tan sexy y atractiva, lamiéndole el cuello de forma parecida a la que lo hago con Marisol.

Le decía que muchas veces, fantaseaba con llevarla al sofá de mi oficina y follarla (Literalmente, fuck her) por horas y horas, hasta rellenarla con mi leche y darle al final, por el culo, sabiendo que Oscar no puede hacerlo.

Tuvo un suspiro y un quejido distinto cuando le mencioné a su pareja y aproveché ese ángulo, para explorarlo. Le dije que por esa razón, fui a su departamento, para follarla en su cama. Para que cada vez que lo hiciera con Oscar, me recordase  y me comparase con él y cómo la podía llenar.

Una sucesión de pequeños y cortos orgasmos la empezaron a embargar, aprovechando de abrazarme más fuerte al sentirlos.

Que si no se quería embarazar conmigo, tendría que seguir con las pastillas… o bien, pedirme que me ponga un condón, aunque los 2 sabíamos que ese no sería el caso.

Que en cada viaje, sería mi putita y me dejaría hacerle todo lo que yo quisiera y follarla como Oscar nunca lo ha hecho y tras eso, nos volvimos a correr.

Recuerdo que sus labios quedaron prensados en mi hombro izquierdo y que sus suspiros eran apagados y discretos. Permanecimos un rato en silencio, cansados, porque a pesar de todo, yo seguía botando jugo y podía sentirlo desbordar de su matriz y calentar parte de mi falo, a medida que se filtraba.

Cuando pudimos separarnos, Gloria estaba callada y se llevó las manos a la cara, para que no la viera, manteniendo los ojos cerrados.

Comprendí entonces que lo que dije, le había afectado. En realidad, recordé lo que sentí esa mañana cuando la madre de Marisol me dio por primera vez una mamada y me sentía tan culpable por haberle fallado a mi pareja.

- Gloria, ¿Qué piensas de Oscar?- pregunté con un tono arrepentido, cargado de timidez e inseguridad.

Sus tristes ojitos celestes amenazaban con llorar, al haberla humillado de esa manera.

- ¿Piensas casarte con él?

Sus manos cayeron y la desarmaron. Se notaba abatida y sin saber qué hacer, decir o pensar.

Y le empecé a dar un poco de mi propia experiencia: que a medida que uno va ascendiendo en este tipo de trabajos, más personas buscan estar contigo, pero al final del día, las que uno más atesora, son las que estuvieron apoyándonos desde el principio, aunque fuésemos nadie y que decidieron compartir con uno lo poco y nada que podíamos brindarles.

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A mi cónyuge, rodaban perlitas por las mejillas.

+¿Por eso te casaste conmigo?

- Sí… y porque te encuentro extremadamente rara (le robé una sonrisa). No sé. Cada día contigo ha sido mucho más interesante.

Nos mirábamos con deseo. La cuarentena nos excitaba en sobremanera, porque la tentación de lo más deseado estaba a solo pasos de distancia. Por fortuna, ambos hemos ganado experiencia con nuestras manos y besos, para saciar parte del calor.

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Imagino que debo poner una mirada especial o uso un tono arrullador, porque en efecto, Gloria se calmó e incluso, pidió si íbamos una tercera vez, a lo que acepté encantado. Debo decir que esa vez, hicimos el amor, porque al igual que con Marisol, nos besamos con ternura y nuestras caricias denotaban amor, deseo y respeto.

E incluso, no se opuso cuando le pedí su agujero más apreciado, meneando sus caderas de forma seductora, a medida que mis embestidas se internaban en lo profundo de su trasero, por lo que terminamos alrededor de las 3 y media de la mañana.

A regañadientes por lo exhausta que estaba, la mandé a que se diera una ducha y se limpiara completa, ya que Oscar regresaba a las 8, mientras que yo ventilaba lo mejor que podía el dormitorio y cambiaba las sabanas.

Nos despedimos en la puerta con un beso. Hablaría con Sonia para que le diese el día libre.

Volví a casa alrededor de las 4 y cuarto de la mañana. Encontré a Brenda durmiendo en el sofá del living, con la televisión en un canal que por la hora, transmitía infomerciales.

Mi bella niñera rubia de 18 años se sobresaltó al despertarla con suavidad y más todavía, al concederle una propina de 500 dólares, que fácilmente triplica su tarifa normal y que también, tuve que obligarla a que la aceptase.

Preguntó cómo fue mi emergencia laboral y respondí que todo resultó bien. Y entonces, me propuso algo por lo que mi esposa me estuvo molestando por varios días…

Que si me sentía solo o si acaso necesitaba hablar con alguien, que me acordase de ella. Que aunque era joven, sabía prestar un buen oído y “lo que fuera que necesitase, ella podía ayudarme.”

(Whatever you may need, I can help you out.)


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