Cuánto más añejo, mejor ...

Aunque tenía algunos compromisos ya asumidos, ese día decidí quedarme en casa. Romi había estado con unas lineas de fiebre durante la noche, por lo que apenas pude pegar un ojo. Me quedé todo el tiempo a su lado, acunándola, humedeciéndole la frente de a ratos.
En la mañana ya parecía estar mejor, aunque le volví a dar el Ibuprofeno en la dosis que me había recetado el pediatra.
-Avisale a tu mamá que hoy no venga- le digo a mi marido mientras le preparo el desayuno -Me quedo cuidando a Romi-
-¿Estás segura?- me pregunta, sabiendo que no me gusta faltar al trabajo.
-Sí, no voy a estar tranquila, además la volvería loca a la pobre Celia llamándola cada dos minutos-
Celia es mi suegra, ella se ocupa de cuidar a nuestros hijos mientras nosotros trabajamos. Es una mujer buenísima, nos llevamos de diez desde el primer momento, lo cuál me provoca cierta aflicción, ya que, como ustedes bien saben, Romi y el Ro no son en realidad sus nietos. Por lo menos sanguíneos.
Cuando está con ellos, tan cariñosa como suele ser, trato de evadir ese pensamiento, en como reaccionaría si lo supiera. La verdad no quiero ni pensarlo, ya que seguramente sería un disgusto fatal.
Volviendo a mi día libre, Romi estuvo mucho mejor. Tanto que salimos a hacer unas compras. Volvimos pasando el mediodía. Preparé algo de comer, y cuando me disponía a dormir una siesta, ya que Romi dormía profundamente desde hace rato, golpean la puerta. Atiendo rápido, para que no se despierte.
Es la enfermera de Armando.
-Disculpame la molestia, pero tengo turno en el médico, Armando ya sabía, se lo dije con anticipación...-
Seguro quiere que me quede a cuidarlo hasta que ella vuelva, pero estoy cansada, no dormí en casi toda la noche.
Estoy por decirle que no puedo, que estoy cuidando a mi hija que está enferma, pero antes que pueda pronunciar alguna palabra, agrega:
-Lo dejaría solo, él no da problemas, es un buen paciente, pero están los amigos, y están tomando, por lo que tengo miedo que se manden alguna..., y la verdad es que no puedo perder ese turno...-
Lo que dijo, "están lo amigos", se queda resonando en mi cabeza como un eco. De repente se me va el sueño, el cansancio y le digo que sí, que no se haga ningún problema, que yo me hago cargo. 
-¿A que hora volvés?- le pregunto, cuando me entrega la llave.
Yo tengo un juego, pero (shhhhh...) ese es nuestro secreto.
-A las cinco, no creo que me demore más que eso- responde.
Para mí perfecto, tengo casi tres horas a mi disposición y además, a las cinco y media, seis, llega el Ro del colegio, así que todo encaja.
La pongo a Romi en el portabebé, agarro el bolso que siempre tengo listo cuando salgo con ella, y subo al departamento de mi vecino. Ya desde el pasillo se escuchan las voces y risotadas. 
-A ver si hacen un poco de silencio que esto no es un tugurio- les digo al entrar.
Todos se quedan callados, pero no porque se los haya pedido, sino porqué se quedan mirándome. 
-¡Que hijo de puta, hasta tenés enfermera suplente!- exclama uno de los visitantes.
Para mí sorpresa no son los habituales amigos de Armando, los de la noche de póker, sino otros que no conozco. 
El dueño de casa está sentado en un sillón, con la pierna operada extendida, apoyada en un banco, y a su alrededor todos los demás. Encima de una mesa ratona que está en el medio, hay una botella de whisky y otra de coñac, y los vasos a medio llenar.
Todos son hombres mayores, no me gusta decirles viejos, pero son personas ancianas, aunque más allá de las arrugas y achaques de la edad, todos se muestran sumamente vitales.
Me acerco a Armando y lo saludo con un beso en los labios, lo que incita un coro de exclamaciones.
-Como no te vas a poner bien con semejante tratamiento- comenta alguno.
A medida que Armando me presenta, los saludo a todos con un beso en la mejilla. Son tres, Alfredo, Tincho y Benjamín, todos jubilados del Poder Judicial, contemporáneos a Armando, algunos de setenta y muchos, otros de ochenta y pocos.
Pido permiso para llevar a Romi a la otra habitación, y tras dejarla bien acomodada, durmiendo todavía, vuelvo a la sala. 
Obviamente estuvieron hablando de mí los pocos minutos que estuve ausente, se nota en sus sonrisas y en la forma de mirarme, y también porqué se callan de repente.
-Supongo que no se van a ir si se los pido para darle a Armando su tratamiento- les digo, caminando hacia ellos de forma decidida y desafiante.
-Me parece que el buen Armando no va a tener problema en que nos quedemos- repone el tal Tincho, un tipo bronceado, con cadena de oro, Rolex y entretejido.
-Por mi se pueden quedar- acota Armando, haciéndose el ingenuo.
En eso es un amigo de fierro, podría tenerme para él sólo, pero nunca tuvo problema en compartirme con sus amigos.
-Como quieran...- digo, restándole importancia.
Entonces me acerco a Armando, le pongo la mano en la frente, como tomándole la temperatura, inmersa en mi rol de enfermera abnegada, le tomo el pulso, y asintiendo, me saco la blusa y le pongo las tetas en la cara.
Yo sigo con mi paciente, pero me doy cuenta que tras mío se arma cierto revuelo, ya que obviamente se daban cuenta de mi vínculo con Armando, pero seguro no se esperaban que fuera tan evidente.
Mientras él disfruta de mis pechos, le acaricio la poronga por encima del pijama, preguntándole cómo se encuentra, si amaneció bien, si se tomó su medicina.
-Hasta hace un rato estaba medio embolado, por estos giles, pero ahora que viniste ya estoy mejor- repone.
-¿Te gusta así?- le pregunto, masajeándole y apretándole la pija por sobre la tela.
-Sí, pero me vendría mejor el otro tratamiento- asiente cómplice.
Por supuesto ya sé a lo que se refiere. Le bajo el elástico del pantalón pijama, le saco la chota, ya dura y mojada, se la pajeo unas cuantas veces, y ante la muda y absorta contemplación de sus amigos, hundo la cabeza y se la como entera.
Me excita más que ellos estén mirándome que el propio acto en sí, por lo que de a ratos, sin soltarla, les devuelvo la mirada, haciendo, a propósito, mucho ruido y soltando mucha baba.
Como de costumbre, la pija de Armando exhibe todo su esplendor y dureza, tanto que da gusto chupársela.
Luego de un rato, cuando levanto la cabeza, me encuentro a Tincho parado a mí lado. Como no digo nada, se baja el cierre de la bragueta, se saca la pistola y la vuelca frente a mí.
Sin soltar la de Armando, le sonrío y se la chupo a él también, poniéndosela dura, durísima, al toque.
Por un momento alterno entre los dos, chupando a uno y otro con el mismo fervor.
-¿Que pasa? ¿Acaso son tímidos?- les pregunto a los demás, viendo que se quedan en sus lugares, solo mirando, aunque tocándose con entusiasmo las braguetas.
-Vamos viejos de mierda...- los apura Tincho -Que esto no les pasa todos los días-
Se vienen al humo, tratando de apropiarse cada uno de la mejor posición. Se bajan los cierres, pero les digo que mejor se saquen los pantalones. Lo hacen, de modo que tengo a tres tipos desnudos, de la cintura para abajo, septuagenarios, sacudiendo cada cuál su verga frente a mí cara.
De repente todo huele a bolas...
Dejo por un momento a Armando y me ocupo de sus amigos, chupándolos a todos, salpicando el suelo de saliva y líquido preseminal.
Sin levantarme, me saco el resto de la ropa, quedando totalmente desnuda, y vuelvo con el accidentado, lo cuál los demás aprovechan para acariciarme la cola, las tetas, y para meterme algunos dedos ya saben por dónde.
Tengo la concha hecha una sopa, caliente y espumosa, así que pongo la otra otra pierna de Armando también sobre el banco, me acomodo encima suyo, una pierna a cada lado de su cuerpo, y sentándome encima me mando a guardar toda su verga.
-¡¡¡Aaaaahhhhhhhh...!!!- es un gemido no solo de placer, sino también de cortejo animal, la hembra atrayendo al macho, en éste caso a los machos, para aparearse.
Se ponen de ambos lados, las pijas listas para la succión. Sin dejar de moverme sobre Armando, chupeteo unas y otras, sin discriminación, hasta que uno no aguanta y acaba. Siento el semen en la boca...
Trago y sigo chupando.
-También traga, completita tu vecina...- escucho que dice uno, los demás lo secundan.
Lo dejo a Armando a medio camino y me levanto. Me pongo en cuatro en el sofá y moviendo la cola, espero que alguno tome la iniciativa.
-¡Vengan... cójanme...!- les digo.
Cierro los ojos y enseguida siento que me penetran, no sé quién es, ni tampoco quiero saberlo, solo disfruto del trencito que van formando detrás mío, cogiéndome por turnos, uno detrás del otro, casi sin pausa.
Pese a la edad, todos se muestras viriles, vigorosos, incluso el que me acabó en la boca, que de nuevo está enfierrado.
En su sillón, con la pierna inmovilizada, Armando se la menea mientras observa atentamente como me garchan sus amigos.
Repiten la ronda varias veces, ensartándome a full, bombeo tras bombeo, casi sin pausa entre unos y otros.
-Así, dale duro como le dabas a la secretaria del juzgado...- le dicen a uno.
-Me hace acordar a la fiscal aquella, la cordobesa, ¿se acuerdan? Le gustaba más la pija que los edictos- rememora otro.
Son hombres grandes, mayores, todos han tenido sus batallas sexuales, ésta es una más, aunque a una edad en que, quizás, no se lo esperaban.
Mientras vuelvo con Armando y le doy una chupadita, para no desatenderlo, los demás se sientan en el sofá, uno al lado del otro, las pijas bien erguidas, derramando testosterona.
Me paro delante de ellos, exhibiéndome, y hago un ta-te-ti entre los tres. Me toca el del medio, Alfredo. Me le subo encima, de frente, y abriéndome los gajos con un par de deditos, me la voy ensartando lentamente. De nuevo suelto un gemido de puro placer.
Agarro las de los que están a los costados, como si fueran manubrios, y empiezo a hamacarme, dejando que ese calor que los tres me contagian, se expanda por todo mi cuerpo.
Así voy de uno en uno, montando a los tres, desfilando de pija en pija, mientras Armando se la menea mirándonos con una sonrisa de pura lascivia.
No sé cuántos polvos me habré echado, estoy sentada sobre Benjamín, de espalda ahora, cuando acabo de nuevo, soltando un chorrito bastante profuso. Tincho no se aguanta, se sube al sofá y me mete la pija en la boca. 
Se la chupo con entusiasmo y devoción, cuando me doy cuenta que la humedad que siento entre las piernas no es solo por mi propio flujo vaginal, sino porqué Benjamín me está acabando adentro.
Tincho no se conforma con solo una mamada, ya con uno de sus amigotes fuera de combate, me agarra, me tumba de espalda en el sofá, la cabeza contra el respaldo, y acomodándose por entre mis piernas, me penetra y me entra a bombear con todo, desmintiendo a puro embiste sus casi ochenta pirulos.
El que sigue activo es Alfredo, que poniéndose a un costado, me da la pija para que se la chupe. Benjamín se mantiene apartado, tratando de ponérsela dura de nuevo, pero es inútil, ya la tiene desinflada del todo.
Tincho se hace a un lado, y le deja su lugar a Alfredo, para que me siga dando, y aunque no resulte igual de vigoroso, con él acabo de nuevo.
-¡Que lindo te mojás...!- me dice, levantando por un momento la cara de mi hombro.
Hay una especie de pausa, mientras toman whisky como si fuera agua, la cuál aprovecho para chupársela a Benjamín. Como es lógico, no se me resiste y se le pone dura de nuevo.
Sin soltársela, me levanto, lo beso en la boca y hago que se siente en el sofá, las piernas estiradas, la pija bien parada.
Me siento encima, de frente, y ensartándomela, lo empiezo a cabalgar.
-¡Che, dejen un poco para los demás...!- exclama Tincho, con el vaso de whisky en la mano.
Freno la cabalgata, me volteo y, abriéndome las nalgas para mostrarle el agujero del culo, le digo, incitante:
-¡¿Venís...?!-
Resulta más que obvio lo que le propongo.
Cuando se acerca, me recuesto encima de Benjamín, echando la cola hacia atrás. Me pone un par de dedos en la boca, para que se los chupe, y con ellos me empieza a dilatar el ojete.
Una corriente eléctrica, como un latigazo, me recorre la columna cuando me penetra por el culo.
Benjamín me agarra fuerte de las nalgas, clavándome los dedos en la piel, y me abre para que su secuaz me la entierre hasta los pelos.
Cuando empiezan a moverse, cierro los ojos, echo la cabeza hacia atrás, y me deshago en gemidos y jadeos que expresan fielmente lo que estoy sintiendo.
Es una locura, son dos abuelitos, pero me hacen gozar como si fueran dos sementales briosos y salvajes.
Acabo yo primero, sintiendo como esa euforia me desborda y aniquila. No sé quién me siguió, porqué en mi interior todo se confunde, pero siento como los bombazos de semen me inundan por ambos orificios con similar intensidad.
Tras haber acabado, me quedo un rato ahí, entre ambos, ensanguchada, disfrutando el después, besándome con uno y otro, sintiendo como van perdiendo consistencia.
Alfredo, que, mientras sus amigos me hacían la doble, se mantuvo a un costado, solo observando y tomando whisky sin parar, me agarra casi de mal modo, me tumba boca abajo y me serrucha el culo con prepotencia. 
-¡Dale... Dale... Rompeme toda...!- lo incentivo desde abajo, disfrutando como con cada empuje me sacude las nalgas y las caderas.
Entonces, entre un rugido casi primal, me la deja clavada bien en el fondo, y manteniéndome bien sujeta de la cadera, también me acaba adentro.
Cuando me la saca, me levanto, y con el semen de los tres chorreándome por los muslos, vuelvo con Armando.
Me le siento encima, me la meto, y tras unas cuántas sentadas, dejo que me acabe también adentro. Más llena de semen no puedo estar.
Cuando miro la hora, ya pasa de las cuatro y media. Increíble como vuela el tiempo cuando la estás pasando bien.
-Todo muy lindo chicos, pero ya está por volver la enfermera...- les aviso.
Levanto mi ropa, y voy al baño a enjuagarme en el bidet. Salgo ya vestida. Ellos también se están vistiendo, tras lo cuál, entre todos, acomodamos el desorden que habíamos dejado.
La enfermera llega casi puntual y todos estamos como si nada hubiera pasado, sentados alrededor de Armando, con uno de sus amigos contando alguna anécdota de sus tiempos en el Poder Judicial.
Me acerco a la enfermera, la saludo y le pregunto cómo le fue. Todo bien, por suerte. Voy a buscar, entonces a Romi, que sigue durmiendo y me despido de todos en general, saludándolos con la mano.
-Gracias por haberse portado tan bien...- les digo.
-Gracias a vos por este rato que nos rejuveneció veinte años...- replica Tincho.
-Sos una grosa...- lo secunda Benjamín.
-Ya sabés, si tenés algún tema legal, te asesoramos gratis de por vida- agrega Alfredo.
-A ver si volvés cuando se vayan éstos impresentables- acota Armando.
Les tiró un beso con la mano, a los cuatro y salgo del departamento.
Antes dije que viejos son los trapos, ahora, sintiendo aún el semen de los cuatro bullir en mi interior, debo agregar que, como el vino, cuánto más añejo, mejor sabe...

Cuánto más añejo, mejor ...

13 comentarios - Cuánto más añejo, mejor ...

nave_del_olvido
Hola volviste? habia leido relatos tuyos hace un tiempo, pero no sabia si seguias escribiendo, sos muy buena en los relatos... me encantan
kellcito
Me encanta lo putita que sos y como disfrutas del sexo sin tapujos mari... Una tremenda mujer
neogol
Uffffff me calentaste fuerte!!! muy buen relato, hermoso. Manejas el ritmo del relato a la perfeccion, y vas construyendo las imagenes de manera muy precisa. Gran talento.
emitadelapampa
Que linda putita... Lastima que seguramente no da bola
Haker_1598
Para variar me la dejas como un garrote... Ojalá algún día te pueda conocer acá por San justo...
gerardoriker
que ebnvidia me dan los del relato, nop te enojes, pero tengo que preguntar, la de la fotos so vops de verdad???



putita
bigdickbahia +1
Ni a gancho
gerardoriker
si me imagine que ellano podria jamas una foto real de ella
Tartanico
Que buen relato! No tenes limites
janoamalla
hermosa concha y mejor orto mari. robas leche en 4!! que puta divina que sos.