Los secretos de Rosa - 1 de 3 -

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LOS SECRETOS DE ROSA

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Tiempo atrás, mi esposo y yo habíamos decidimos mudarnos de barrio, ya teníamos dos críos y estaba embarazada nuevamente. El departamento de nuestros primeros años nos quedaba demasiado pequeño, así que nos contactamos con varias inmobiliarias y nos pusimos en campaña para venderlo y crédito bancario mediante, acceder a algo más grande, con tres dormitorios.

Después de idas y venidas terminamos en una propiedad en dos plantas, un tanto alejada del centro comercial, no era lo ideal, pero era lo que podíamos pagar, hicimos la mudanza y nos empezamos a familiarizar con el entorno. Había que acomodar cosas, limpiar, hacer algunas reparaciones menores, nada de otro mundo, cosas que ya habíamos observado cuando estábamos eligiendo opciones.

Así una mañana terminé en un pequeño altillo que parecía abandonado a su suerte, fui con la idea de ‘darlo vueltas’, estaba lleno de tierra y cubierto por polvillo de años de abandono, era ese sitio donde se guardan todas las porquerías que no tienen lugar, esas que se guardan por si alguna vez hicieran falta, pero que en verdad, mueren en el olvido.

Entre tantas cosas había una vieja estantería con algunas revistas añejas por el tiempo, incluso se mostraban mordisqueadas por las ratas, así que mandé todo directo a la basura, sin embargo, al fondo había un cuaderno que llamó mi atención, tal vez por parecer preservado por algún motivo que nunca sabré en un celofán transparente, lo observé con cuidado, me senté en canastita y lo saqué del envoltorio.

Las hojas eran viejas y amarillentas, estaban escritas a mano, en letra cursiva, una letra muy prolija, le pegué una hojeada rápida, solo era una historia, no tenía firma, ni dedicatorias, no supe si era un diario íntimo de alguien, o una historia de fantasías, ó tal vez un relato real, solo parecía un pedazo de historia en un rincón de la nada, volví a meterlo en el celofán con sumo cuidado centrando mi vista en el título subrayado, LA VIDA DE ROSA, fui a mi cuarto y lo dejé en el cajón de mi mesa de luz, para cuando tuviese la oportunidad de leerlo.

Mis ocupaciones del día a día, entre ama de casa, atender a los niños, a mi esposo y cuidar de mi embarazo me llevaron prontamente a olvidar ese escrito, no me alcanzaban las horas del día para tener margen para leer, además, por obvias razones necesitaba, descansar más de la costumbre.

Tres meses después, estaba a treinta días de la fecha de parto, mi panza había crecido como nunca y me preparaba para la llegada de nuestro tercer hijo. Fue entonces cuando comencé con ciclos de contracciones que estaban fuera de lugar, esto nos alertó sobremanera, y nuestro obstetra nos indicó que tendría que hacer reposo absoluto hasta llegar a la fecha de parto, nada de locuras. Así que me tuve que atar a la cama, mi esposo se vio sobrecargado en sus tareas y tuvimos que apoyarnos en mi mamá y en mi suegra para poder acomodarnos ese último mes.

Y ahí estaba, aburrida de ver tv, o de perder tiempo con la notebook, con una oreja en lo que hacía yo y la otra atendiendo a los ortos ambientes, tratando de captar todo lo que hacían los peques.

No recuerdo el motivo, pero por algo abrí el cajón de mi mesa de luz, y me encontré nuevamente con esa historia, esas hojas que habían despertado mi curiosidad, ya ahora si, tenía el tiempo para leerlas...


LOS SECRETOS DE ROSA
Rosa era joven muy atractiva, con dulces veinte años, descendiente de alemanes, rubia, de ojos celestes, de contextura física llamativa, de curvas pronunciadas, cercanas a la perfección, alta, espigada, con una sonrisa compradora y una femineidad que brotaba por sus poros. Una chica muy hábil, bien educada en una familia tradicional de clase media.

Ella no destacaba en inteligencia, años tras años tuvo serios problemas en sus estudios primarios y secundarios, incluso repitió el tercer año, y la escuela fue la tortura en su infancia y adolescencia. Su padre fue siempre consiente de esta situación, no podía pedirle a Rosa más de lo que Rosa podía ofrecer, así que movió sus contactos para que conseguirle un empleo decoroso, ya que si no era por influencias, su hija nunca hubiera cuadrado en un empleo decente.

Y ella se sintió muy a gusto con su puesto de secretaria en el banco de la provincia, había muy buen ambiente y por primera vez tenía una remuneración y contaba sus propios billetes, algo impensado poco tiempo atrás.

Benito Rodriguez, era su superior inmediato, un tipo tirando a solterón de unos treinta años quien cayó rendido sin remedio ante la juventud y la belleza de su nueva empleada, y se transformó en su confidente, consejero, asesor y todo lo que ella necesitara, Benito se enamoró perdidamente de la joven, en amor platónico y puro, esos amores incondicionales de películas, tontamente perdido por ella.

Solo había un inconveniente, ella estaba enamorada de otro hombre, de su amor de la adolescencia, un compañero de estudios de cursos superiores. Rosa no era inteligente, pero tampoco era tonta, ella era consciente de la situación de su jefe, y se sentía bien a su lado, pero no lo amaba, pero lo dejó creer que tendría posibilidades, que tal vez un día, jugó al gato y al ratón, y abusó de la situación y llevó agua para su molino cada vez que pudo y necesitó hacerlo.

Poco tiempo después esa historia llegaría a su fin, el novio de Rosa se había recibido y le habían ofrecido un puesto jerárquico en una importante empresa con un sueldo imposible de rechazar, el único inconveniente era que debían mudarse a otra provincia, a uno ochocientos kilómetros de distancia. La solución? se casaron, se mudaron y empezaron una nueva vida, dejando atrás su pueblo, su familia, su trabajo en el banco y a Benito Rodriguez, un hombre demasiado noble para ser real.

Pasaron doce años, doce largos años, Rosa fue madre de una niña, y vivió una vida llena de abundancias, su esposo ganaba más dinero del que ella pudiera gastar, solo se dedicó a vivir la vida, a ser una holgazana que vivía del gimnasio al paseo de compras, ya que tenía un par de empleadas domésticas que hacía todos los quehaceres, sin dudas, una mujer afortunada.

Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos, su esposo sufría del corazón, pero nada hacía prever que esa tarde no regresaría a casa, había sufrido un paro cardíaco agudo y si bien pudieron reanimarlo, cuando ella llegó al sanatorio ya había fallecido.

El mundo pareció volverse en contra de Rosa, ella que todo lo tenía a sus pies, de pronto debía hacerse cargo de la situación, tomar el timón del barco y sintió el peso de la vida sobre sus hombros. Lloraba todas las noches, cada noche en soledad por su amor perdido, pero de día debía pintar una sonrisa en su rostro para explicarle a su hija de diez años lo inexplicable, que por más que esperara papá ya no regresaría. Y no solo eso, él le había dejado demasiado dinero en el banco, pero la usina generadora del mismo se había detenido, y ella era consciente que, en su torpeza, no tardaría mucho en agotar las arcas, así que se deshizo de las empleadas y en poco tiempo pasó de ser princesa a ser Cenicienta.

Pero ella se había acostumbrado a la buena vida, y cuando uno se acostumbra, es difícil bajar los escalones, necesitaba reacomodar su vida, nuevos aires, recordó a su familia, a su ciudad, su trabajo en el banco y el rostro de Benito Rodriguez se dibujó en su loca cabecita.

Que sería de la vida de ese hombre? siempre había sido tan amable con ella, así que no lo dudó, tomó lápiz y papel y escribió una larga carta, la ensobró bien y puso la puso a su nombre, remitida al banco donde trabajaba. Se dirigió al correo, pero antes de enviarla llamó a su madre, y entre algunas cosas le preguntó que sabía de la vida de ese hombre, ella le confió que jamás había formado una familia y que aun trabajaba en el mismo lugar, solo que ahora era gerente. Rosa sintió un alivio al escuchar esas palabras, sin dudas Benito parecía ser un buen salvavidas al que asirse ante su inminente e irremediable naufragio, solo restaba saber si él respondería.

Esperó una semana, y la ansiedad empezó a ganarle la pulseada, no tenía agallas para llamarlo directamente, hubiera sonado demasiado interesada y la carta que le había enviado había sido en tono de amistad, como recordando el pasado, pero no tenía tiempo para regalar, cada día pasaba temprano por el correo para ver si había algo para ella, no podía aguardar al reparto oficial del cartero, pero cada día volvía cabizbaja a su hogar. Pasado un mes su espera dió resultado, la respuesta de Benito Rodriguez había llegado, no pudo esperar para llegar a casa, solo se sentó en la sala de espera del correo y abrió con desesperación el sobre, devorando cada letra que su antiguo jefe había escrito.

Evidentemente era un hombre demasiado bueno para ella, le confiaba a corazón abierto que seguía soltero, ya sin esperanzas, él solo se había enamorado de una mujer en su vida, pero sabía que nunca había tenido oportunidad con ella, que ella amaba a otro, y a pesar de todo, cada noche, antes de cerrar los ojos rezaba por ella. Las cosas estaban más que obvias, el no daba el nombre de esa mujer, pero no era necesario.


Los secretos de Rosa - 1 de 3 -


Rosa vio una nueva oportunidad, puso a la venta la casa y empezó un diálogo por cartas con Benito, fue metiendo lentamente en el juego a su hija, para que nada le cayera por sorpresa, ella ya podía entender que papá no estaba, y que mamá era joven y podía volver a enamorarse, a tener otra oportunidad.

Poco tiempo después, ellos se reencontraban en la ciudad donde todo había comenzado, ella tomó la oportunidad de volver a tener dinero fácil, de tener nuevamente la vida que a ella le gustaba tener, él tomó la oportunidad de compartir la vida con la mujer que le quitaba el sueño, y no terminar como un solterón amargado, solo, y sin nadie que lo recordara. Lo triste de la situación fue que, si bien se juraron amor eterno, ambos, íntimamente sabían los motivos por los que estarían juntos, porque ella jamás lo amaría como un hombre se merece que lo amen.

A pesar de todo, el nuevo matrimonio salió adelante, y se acostumbraron a la idea, y por qué no decirlo, fueron felices, ella rodeada de la opulencia que el gerente del banco le daba, y el teniendo a su lado una mujer hermosa y mucho más joven que él.

Pero nada es definitivo en la vida, y el tiempo cambia las cosas...

Pasaron más de diez años, Mabel, la pequeña hija de Rosa se hizo mujer, y Rosa sufrió en carne propia lo que ella le había hechos sentir a su madre años atrás, Mabel había estudiado turismo, y empezó a recorrer el mundo, hasta que el destino la llevó a Italia, donde conoció a un francés, y por esas cosas de la vida, se quedó con él en el viejo continente.

Benito y Rosa se quedaron solos, demasiado solos y ella notó que las cosas ya no eran como antes, Benito se estaba poniendo viejo, se acercaba a los sesenta, y parecía cada vez más metido en sus asuntos bancarios dejando de darle la atención que ella requería, y no es que él no la amara, por el contrario, estaba perdido en brazos de esa mujer, solo era eso, se estaba avejentado...

Ella aun quería disfrutar de la vida, aun quería divertirse, y las cosas empezaron a hacerle ruidos, se sintió un poco sola, no sabía en qué ocupar sus horas del día, cada vez se aburría más y más en esa vida sin sobresaltos.

Su marido entonces le sugirió que saliera nuevamente con sus viejas amigas, con sus amigas de la juventud que seguían reuniéndose cada tanto, solo salían de vez en cuando, a cenar, a pasar un buen rato de mujeres, y ella tomó a bien la propuesta de su esposo.

A pesar de haber pasado los cuarenta, Rosa era una mujer particularmente hermosa, tal vez por una privilegiada silueta, tal vez por su forma de vestir, en el punto justo entre lo formal y lo erótico, tal vez por su forma de hablar, de caminar, de mirar, como fuera ella rara vez pasaba desapercibida y parecía ser el premio mayor entre todas las mujeres. Y así empezó a disfrutar, y esas reuniones nocturnas pasaron a ser eje de su vida, ella solo esperaba una y otra vez ese día, se había transformado en el motorcito de su vida.

Una noche como cualquiera, mientras cenaban, le hicieron notar que un joven no le quitaba los ojos de encima, ella ya lo había notado, solo que se hacía la tonta, no estaba en planes de nada raro, así que solo lo ignoraba. Apenas si lo miraba cada tanto de reojo, con discreción, lo notó atractivo, moreno, de cabellos engominados, bien vestido, elegante, así que prefirió descartarlo de plano y seguir charlando con sus compañeras de mesa, no sea cosa que el diablo quisiera meter la cola.

Ella sintió un escalofrío por su espinazo cuando ese muchacho caminó a la mesa, directo donde estaban y gentilmente la invitó a bailar, se produjo un llamativo silencio, expectantes ante su respuesta, pero Rosa agradeció el halago, no estaba dispuesta a transitar un camino peligroso, por lo tanto el joven que se había presentado como Ezequiel, se retiró con una agria sonrisa en los labios. Por primera vez, ella quiso que la reunión terminara, se sentía perturbada, dudó de ella misma, y ese muchacho seguía rondando, como el cuervo que espera pacientemente a disponer de su presa moribunda.

CONTINUARA

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