Confesiones candentes. Capítulo VIII:

“Reencuentro” 

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Regresar a casa después de 5 años, se sintió extraño. No tenía muy buenos recuerdos en ese lugar y cada paso que daba, la melancolía perturbaba mis pensamientos. El aire se hacía denso y pesado, quería irme y seguir prolongando el conflicto que me ha tenido todos estos años, ligado al dolor y abrazado a la ira. Me preguntaba por qué hacía aquello, hasta que sentí la suave mano de Bella, apretando la mía. Una sonrisa angelical se le trazó en su rostro inocente, desconociendo a la pesadilla que nos íbamos a enfrentar.

A pesar del pavor que experimentaba en esos minutos, su dulce sonrisa hizo que mi corazón se tranquilizada. Poco a poco fui recapacitando, recordando que me encontraba en ese lugar, precisamente para salvarla a ella y no permitir que mi familia la lastimada, revelando aquella verdad. Le devolví la sonrisa, la cual me duro muy poco, porque mi madre nos interrumpió. –“Vaya, al final si que has venido, Alexander. Y yo juraba que Rubén solo estaba bromeando”- dijo mamá, provocándome un escalofrío con su suave tono de voz. 

Doña Carolina desvió su mirada hacía Bella, quedando impresionada por su belleza y voluptuosa figura. Sus ojos se hicieron enormes del asombro y luego de unos segundos de shock, silbó, mientras la observaba de pies a cabeza. –“Guao... Pero que esplendida muchacha. Debo suponer que eres la nueva Lucy”- aseveró sin ningún ascua, dejando a la pobre Bella desconcertada. –“Por favor, no hagas esos comentarios ni bromas”- le dije con el semblante fruncido. 

Mamá rio, como si todo fuera un inocente juego, cuando evidentemente había mencionado a Lucy apropósito y para incomodar a Bella. Sin embargo, ella pasó rápidamente la página y tras un ligero suspiro, se presentó a mi madre, dejándola impresionada, porque no solo era bella, sino también poseía carácter. Una sonrisa maliciosa se embozó en los labios de la señora Carolina, a la vez que nos invitaba a que entremos a la casa, porque ya estaban todos reunidos para el almuerzo. 

Cerré los ojos y suspiré fuerte, el nerviosismo iba apoderándose de mí. Las manos me sudaban, las piernas me temblaban y el corazón se me aceleraba. Volver a escuchar esas voces que creía que jamás volvería oír, hizo que se me erizaran los pelos. Todo el mundo guardo silencio cuando nos vieron entrar, sus ojos acechadores se clavaron en nosotros dos, intimidándome. Era incapaz de hablar ante tanta presión, pero Bella me prestó parte de su coraje y mientras ella saludaba a mi familia, sentí como me impulsaba a mirar de frente.

Mis pupilas se cruzaron con las de Rubén, que se encontraba sentado en una esquina, con una copa de vino en su mano, mientras sonreía. Tenía ganas de quitarle esa sonrisa a golpes, pero dejarme dominar por la ira no era una alternativa, menos al estar bajo el juego de ese hijo de puta. –“¿Y ella quién es?”- escuche de repente. Miré a mí alrededor, observando detenidamente a mis tías, tíos, primas, primos, abuela, abuelo y finalmente a papá. La cara de este último proyectaba admiración y lujuria al ver a mi acompañante. 


Miré nuevamente a mis abuelos, los que parecían estar esperando que les presentada a la mujer que tenía a mi lado y con quien me sujetaba de la mano. La respiración comenzó a acelerarme y me costaba formular una palabra para expresarla. No obstante, observar a Bella me tranquilizaba y luego de contar hasta cinco en mis pensamientos, rompí el hielo. –“Ho-hola a todos. Veo que en estos cinco años, las cosas no han cambiado por aquí. En fin, de seguro se preguntan quién me acompaña. Su nombre es Bella y es mi novia”- dije serio y seguro. 

Hubo algunas risas y murmullos, tras mi declaración. Me acerqué con Bella a donde mi abuelo, para desearle un feliz cumpleaños y continuar con esa farsa que Rubén me estaba obligando vivir. Mi abuelo me miró fríamente a los ojos, mientras nos dábamos la mano. Él debe estar enfurecido conmigo, pensé. De seguro por haberme ausentado tanto tiempo y ni siquiera haberlo llamado para sus cumpleaños. Bella lo saludo y le dio un beso la mejilla, haciendo que su rostro cambie a uno más simpático. 

Mi querida amiga, le había llevado un regalo a mi abuelo, sin decirme y no me di cuenta que lo tenía en la otra mano, hasta que se lo entregó. Ella logró hacer sonreír al viejo, algo que me resultó hasta aterrador, pues nunca había visto al abuelo sonreír de manera pura y sincera. Saludamos a mi abuela, la cual me miró más amigable y le dio la bienvenida a Bella a la familia. Mi amiga sonrió y le dio las gracias, me sorprendía lo natural que le salía todo y pesé a tener nerviosismo, transmitía seguridad y templanza. 

Mi abuela nos pidió que nos sentáramos al lado de ellos y apenas tomamos asiento, comenzó el interrogatorio sobre Bella, y el que comenzó esa fiesta no fue otro que el capullo de Rubén. –“Hey preciosa, ¿cuánto tiempo llevas saliendo con el enclenque de mi primo?”- consultó con una sonrisa burlona en su rostro, a la vez que me observaba. –“Hace un año aproximadamente”- respondió ella, –“Por cierto, deberías ir a que te revisen la vista. Porque no sé de dónde sacas que Alexander es un enclenque, si tiene un cuerpazo a diferencia de ti don gimnasio”- agregó con una risita. 

Su comentario incomodó a Rubén y dejó desconcertada a la familia. –“Saben, hace unas semanas don gimnasio se acercó a mí en un hotel en el que me estaba quedando por un trabajo. Él se me acercó con la intensión de ligar y lo primero que dijo, cuando le comenté que tenía novio, fue que iba al gimnasio y seguro que mi novio no tenía un cuerpo como él”- concluyó riendo y provocando la carcajada de más de uno. Rubén quedó humillado en ese momento y su mirada burlona cambió a uno de desprecio. 

El interrogatorio continuó después de eso, con preguntas cómo, qué edad tenía, a qué se dedicaba, a qué familia pertenecía, cuánto dinero ganaba. Aun cuando no era a mí a quien interpelaban, terminé agobiado y mareado de tantas preguntas qué hacían. Aunque de todos los que preguntaron, hubo un comentario que me sorprendió. Fue el de Bianca, una de mis primas, la cual solía ser la más inofensiva de ellas, pero en esos cinco años ya se había contagiado del veneno de todos y era una hija de puta más. 

–“En resumen, estás con mi primo por el dinero”- comentó, dejando a todos en silencio y los ojos pasaron a centrarse en Bella. Ninguno iba a reconocerlo, pero lo dicho por Bianca era lo que todos pensaban. –“No”- respondió mi amiga, –“Parece que no te quedo claro, que soy doctora y puedo valerme por mi misma. Además, cuando conocí a Alexander, él se dedicaba a limpiar baños y eso jamás evito que me sintiera atraída a él. Pero si aun así crees que es por dinero, es tu problema”- añadió, bebiendo de su copa. 

Nunca había visto a Bella tan envalentonada, menos con esa fiereza que deslumbraba en sus ojos. Todos estaban asombrados, incluyéndome a mí, aunque algunos le desagrado aquella revelación sobre mí, de haber estado limpiando baños, principalmente a mis padres. El abuelo rio de forma breve y miró fijamente a Bella, para preguntarle, ¿cómo se enamoró de mí? Un escalofrío volvió a descender por mi espalda, por el temor de que mi amiga se colocada nerviosa y no supiera contestar, dejando en evidencia nuestra falsa relación. 

Todas las miradas se hicieron expectante, incluyendo la de Rubén. Bella guardo silencio y agachó levemente la cabeza, entonces me percaté que sus piernas le temblaban. Mis miedos se estaban haciendo realidad y rápidamente en mi cabeza comencé a maquinar un discurso para distraer a la familia. No obstante, antes de formular la primera frase, ella abrió la boca. –“¿Cómo me enamoré de Alexander? Ni yo lo sé”- contestó, levantando su cabeza y girando su mirada hacía mí. –“Al principio lo veía como ese hermano, que jamás tuve”- agregó, con sus pupilas brillando. 

–Pero luego, me di cuenta que mi corazón siempre se aceleraba al verlo. (Sonríe) En el hospital corría el rumor de que llegaba un chico guapo siempre magullado o muy mal herido, porque se metía en peleas callejeras. A pesar de tener el rostro hinchado por los golpes, la mayoría de las enfermeras quedaban enamoradas de él, por lo hermoso y varonil que era, además de poseer un cuerpo fibroso. Sin embargo, su actitud era fría y distante, llegando a ser sarcástico e hiriente con a las chicas que intentaban conocerlo. 


Siempre creí que eran mitos y exageraciones de las enfermeras, pero un día, justo un minuto antes de que me fuera, llegó aquel chico. Estaba inconsciente y muy gravemente herido, pero los doctores que se encontraban, estaban algo cansado de tener que auxiliarlo, si siempre terminaba metiéndose en líos y llegando en muy mal estado. Yo no podía creer la actitud de mis compañeros, así que le dije a mi prometido que también era médico, que iba a quedarme a atender a ese chico. 


No comprendía cómo alguien buscaba su propia autodestrucción. Debía haber un dolor tan grande en su corazón, que lo obligada a desafiar a la muerte. Cuando terminé de atenderlo, pude irme a casa, sin embargo, decidí quedarme y verlo despertar. Había un grupito de enfermeras que miran desde el umbral de la sala, preocupadas por ese chico, porque pesé a que él fuera distante, ellas sabían que en el fondo era un buen muchacho. (Ríe escuetamente) Recuerdo que al abrir los ojos, creyó que yo era un ángel y por ende había muerto.


Desde ese segundo, hubo una conexión especial entre Alexander y yo. Notaba su miedo y fragilidad, que de sus labios me decían cosas que su corazón no sentía, pero poco a poco comenzó a ser sincero. Nos hicimos amigos y muy rápidamente se transformó en mi apoyo, aquel que mi prometido había dejado de ser hace mucho. El día que mi abuela murió, fue Alexander quien me abrazó y me contuvo. No se despegó de mi lado en ningún segundo, mientras que mi prometido brillaba por su ausencia.


Mi abuelita, antes de que muriera, me dijo que debía abrir los ojos, quitarme aquella venda que tenía, aunque me doliera. No sabía a qué se refería, hasta que, comencé a sospechar que mi prometido me estaba engañando. Tuve miedo, no sabía que iba a ser de mi vida, si mis sospechas eran reales, qué iba hacer sin mi abuela a mi lado. Pero algo me impulsó a hacerle frente a ese duro momento, y ese algo era Alexander. Al descubrir que efectivamente mi prometido estaba con otra, lloré, lloré mucho, sin embargo, no me derrumbe, porque Alexander estaba a mi lado. 


No me di cuenta en qué momento, aquel chico que atendía en el hospital, cuando llegaba malherido, se transformó en alguien tan especial para mí, tanto que no quise irme de su lado, aun si no me dejaba entrar a su corazón y me negaba curárselo. Sin embargo, cuando por primera vez sus labios se tocaron con los míos, sentí que me daba las llaves de su desgarrado corazón. Que me permitía ayudarlo a borrar ese tortuoso pasado que había vivido y escribir juntos una historia que marcaría un nuevo inicio para ambos. 

Concluyo Bella, regalándome una sonrisa. Todos quedaron en blanco, porque nunca ellos habían experimentado lo que era el amor. Aun cuando nuestra relación era falsa, el afecto que teníamos el uno al otro, era verdadero. Ella me amaba con locura, durante bastante tiempo, soportó que fuera distante y que no le abriera la puerta de mis sentimientos. Pudo haberse involucrado con algún tipo, pero no lo hizo, ella prefirió esperarme y yo... Yo siempre la he querido proteger, porque desde que la vi en aquella sala, la he amado. 

Por mucho tiempo intenté ocultar mis sentimientos y a renegarlos. Porque no quería cometer el mismo error que hice con Lucia, a la cual nunca ame y tal como se lo prometí en su tumba, no iba a jugar con los sentimientos de una mujer, nunca más. No pensé que en verdad iba a querer a esa mujer, con tanta intensidad, que al ver que podía perderla, el corazón se me agitaba y me sumergía en tristeza. A pesar de eso, preferí seguir siendo su amigo, porque me engañaba a mí mismo, que me bastaba con verla feliz. La única verdad es que cada día que pasaba a su lado me iba enamorando más de ella. 

Ahora que fingía ser mi novia, mi corazón se alborotaba de felicidad. Nuestros ojos parecían transmitir nuestras emociones y nuestras manos nuestros sentimientos. Miré de frente a todos, que seguían impactados por las palabras de Bella. Se notaba que el amor, era algo que desconocían o si lo habían hecho, no se habían dado cuenta. Bianca aprovechando el silencio de todos, preguntó qué tal era mi desempeño en la cama. En verdad, se había vuelto toda una hija de puta, esa chica. 

Pensé que Bella se quedaría callada, porque no era necesario responder algo así, además de que jamás habíamos manchado nuestra amistad con sexo, tan solo imaginarlo me avergonzaba. No obstante, aquella pregunta en vez de incomodar a mi amiga, parecía haberla excitado y luego de soltar una breve carcajada, le preguntó de manera seria a Bianca, si en verdad quería saber algo como eso, mientras se le trazaba una sonrisa picarona entre sus finos labios. 

–“Sí”- contestó mi prima intrigada, ante ese tono tan coqueto de mi amiga, ella volvió a reír de manera escueta, como si todo fuera un chiste. –“Vaya que eres curiosa, chica. Pero diré cómo me hace ronronear tu primo, todas las noches”- manifestó desbotonando un botón de su blusa. En verdad se había cachondeado con esa pregunta, y en vez de callar o cambiar el tema, le seguía el juego a Bianca. Se había metido en el papel de novia y adaptado a ese ambiente depravado rápidamente. 

–Desde que comencé a coger con Alexander, me siento llena de dicha y con energía a tope. Hace tan solo unos días, me fue a visitar al hospital. Era mi horario de almuerzo así que no había problema en que nos juntemos, sin embargo, en vez de llevarme a algún lugar para almorzar, él me dio de comer ahí mismo (ríe traviesamente). Me tomó de la cintura y me besó, recorriendo mi boca con su asombrosa lengua, que se enroscaba con la mía. Quedé anonadada con ese saludo. 


Aún estaba recuperando el aliento tras ese beso, cuando Alexander me cargó y comenzó a morderme el cuello, besarlo y chuparlo, mientras sus manos se filtraban dentro de mi ropa. La cabeza me daba vuelta y me resultaba imposible decirle que se detuviera, cuando me estaba encantando cada caricia que me daba. Terminamos en una de las camillas que estaba cerca y ahí comenzó a desnudarme, retirándome mi bata, la blusa, el pantalón, quedando solamente en sostén y en braga. 


Con una sonrisa traviesa comenzó a darme piquitos por todo el cuerpo, hasta que descendió a mi coño. Mi braga estaba empapada por mis jugos y el muy juguetón, empezó a lamer sobre la tela, haciéndome chillar. Tuve que llevarme las manos a la boca, para no hacer tanto ruido y así evitar que alguien nos encontrada en esa forma. Su lengua se sentía genial, al igual que sus uñas raspando mi rajita. Todo mi cuerpo se regocijaba con esos simples pero majestuosos pincelazos. 


No sé cómo logré acallar mis chillidos, ante esa maravillosa tortura. Mi vagina palpitaba, deseaba ser atravesada por su verga, sentir su grosor dentro de mí y que revolviera mis entrañas. Cuando él se detuvo con su juego, sentí que una desesperación me invadía, así que tuve que consolarme, metiendo mis dedos en mi coño hambriento. Al mirar hacia donde él estaba, me percaté que tenía su pantalón abajo y su paleta de carne apuntando hacia mí.     


Como siempre, lucía jodidamente apetitosa, totalmente dura, con las venas bien marcadas y esa cabezota reluciente. No tuvo que pedirme ni decirme nada, porque solita me acerqué a esa vigorosa verga y la envolví en mis labios. Me sentía como una cualquiera, al estar en mi trabajo, chupándosela a mi novio. Sin embargo, el morbo y adrenalina de ser encontrada, me cachondeaba muchísimo. Al mismo tiempo que mi lengua embadurnaba su tronco, con mis dedos jugaba con mi coñito. 


Continué tragando esa polla tiesa, hasta al fondo de mi garganta, no la tuve por mucho tiempo, porque sentía que me dislocaba la mandíbula. Por unos largos minutos, besé, lamí, mordí y chupé esa vigorosa verga. Tiñéndola con el rojizo de mis labios, al igual que sus enormes huevos, que estaban bien cargados, para darme mí leche favorita. –“Uuugghh… Jodeeeerrr… Me pone muchísimo hacerlo, aquí…”- dijo, mientras tenía sus pelotas en mi boca y con mis manos masajeaban su tranca. 


–“¿A ti no, corazón?”- consultó el capullo haciéndose el chulito conmigo, –“Claro que sí, cabrón. Por algo te lo devoró con tantas ganas”- le contesté, relamiéndome los labios. –“Entonces hagámoslo, aquí y ahora”- dijo, empujándome a la cama. Nos besamos con desesperación y mientras lo hacíamos, nos desnudábamos. Nunca había estado tan expuesta, sabía que de ser encontrada cogiendo en esa sala, me iban a despedir, pero el riesgo era tan excitante que no me dejó razonar y solo permití que él me diera duro. 


Recostados en la cama en la que un paciente la noche anterior había estado, nos entregamos a la lujuria. El sobaba su polla contra mis labios vaginales, a la vez que hundía su cara entre mis tetas. El solo tacto de su sable ardiente, me estremecía y me mojaba. –“Ya métemela, cabrón”- le susurré en su oído. Él sonriendo, sacó su rostro de mis pechos y comenzó a sumergir su verga hasta el fondo, mientras mis brazos rodeaban su cuello y mis piernas sus caderas.    


Sentir cómo la polla de Alexander me rellena el coño, es lo más increíble. Algo que no puedo describir, porque el placer que siento es tan inmenso que llego a perder el control de mí misma y mi cuerpo es poseído por la lujuria. Cada embestida que daba me hacía gemir con fuerza, anhelando por más. Me sentía como una niña traviesa, que estaba haciendo algo malo y prohibido, y me encantaba. Alexander sabe perfectamente cómo debe empalarme y nunca defrauda cuando me hace suya. 


Su polla es maravilla, tiene un tamaño demencial pero sabe cómo usarla y lo mejor de todo, es que no teme golpear mi punto G y hacerme explotar en una enorme orgasmo. Me sentía en el cielo, con cada arremetida que me daba, mientras escuchaba a mis colegas pasar por fuera de esa habitación y algunas enfermeras, preguntando por mí. Los músculos de mi vagina se contraían al escuchar ese murmulló, más al imaginar que abrían la puerta y me encontraban en esa posición, desnuda y con la gran verga de mi novio dentro de mí. 


–“Más, más, más”- le murmuré, jalando de su cabello por el placer que me estaba dando. Él lamió y mordió mis pezones, haciéndome bufar con fuerza. Con cierto morbo miraba hacía la entrada, mordiendo mis labios para ahogar el siguiente aullido. Alexander no tuvo piedad y siguió penetrándome con fuerza, dejando el olor de nuestros cuerpos en esas sabanas. Su polla golpeaba mi matriz, haciendo que mi cuerpo se arqueada entre sus brazos y mis piernas temblaran. 


Empecé a escuchar sus bufidos más rápido, a la vez que hacíamos rechinar la cama con nuestros movimientos. –“¿Escuchaste eso?”- oí claramente al otro lado de la puerta. Él me sujetó con fuerza y me empaló como si quisiera partirme. Era todo una puta locura, pero no quería que se detuviera, me estaba matando de gusto. Besándonos como dos salvajes, sentí que iba a correrse y le pedí que lo hiciera en mi boca, porque no era un día seguro. A Alexander le tienta hacerlo dentro de mí, cuando le digo eso, pero al final accede a mi petición, porque antes de que se corra, envuelvo su pene con mis tetas. 

Ella acabó de contar esa historia, haciendo el gesto de cómo me hizo correr. Estaba en blanco, maravillado y aterrado a la vez por su ingenió, mientras que todos en la mesa, parecían haber quedado encendidos, tras escuchar ese relato. Yo sonríe algo avergonzado y mientras miraba a todos a los ojos, tenía la impresión que se había creído semejante historia. Antes de que dijera alguna palabra, el abuelo me interrumpió. De manera seria él me dijo que teníamos que hablar en privado. 

Nos trasladamos al despacho de papá, mientras que mis primas invitaban a Bella a la piscina. Ella se excusaba que no tenía traje de baño, así que prefería quedarse al lado de la abuela, sin embargo, Bianca le dijo que había comprado un bikini nuevo y podía prestárselo. No niego que aquello me incomodaba, pues si ya con la ropa que llevaba puesta, -que no era muy llamativa-, era codiciada por los hombres de mi familia. No quería imaginarme, como la iban a estar devorando con sus miradas por usar un traje de baño. 

Al cerrar la puerta, el abuelo comenzó a reír a carcajadas. No comprendía el motivo de su risa, hasta que comentó, –“En verdad, la amas”-, ya era casi imposible ocultar lo que sentía por mi amiga, además en ese momento estaba fingiendo ser mi novia, por lo que reconocerlo, no me fue difícil. –“Sí. Es una mujer increíble. Es honesta, simpática, valiente y hermosa. Creo que me saqué la lotería”- aseguré. Él me quedó mirando fijamente, como si quisiera hallar algún gesto que delatara que estaba mintiendo.

Hernán: Vaya que has madurado en estos 5 años. Ya no eres el títere de tu madre, por fin eres tú mismo. 

Quedé sorprendido por sus palabras, no me las esperaba y rompía todo lo que pensaba de él. 

Hernán: Lo mejor de todo, es que hallaste a la compañera perfecta. Ahora no debes permitir que tu madre la lastime. 

Yo: Descuida abuelo, doña Carolina, jamás va a tocarle un pelo a Bella. 

Respondí seguro. 

Hernán: Sabes, cuando tenía tu edad, me enamoré de una mujer, que era de carácter fuerte como tu novia. No le temía enfrentarse al mundo, menos dar a conocer su opinión. Sus ojos grises me dejaban atolondrado cada vez que los veía y su bello rostro me borraba las palabras. 

Expresó el abuelo, con nostalgia en sus ojos. 

Hernán: Lamentablemente, nunca le confesé lo que sentía a esa mujer, porque estaba condenado a un matrimonio arreglado por mis padres. Ella se enamoró y fue feliz con otro, mientras yo, tuve que obligarme a amar a quien es hoy tu abuela. 

Oírlo hablar con tanta sinceridad, hacía que empatice con él y descubriera un lado que no pensé que mi abuelo poseía. Siempre tuve la imagen de él, como alguien serio y conservador, además de controlador, como mamá. 

Hernán: No me quejo de tu abuela, es una mujer extraordinaria que con el tiempo llegué a encariñarme, pero no amar. Me alegra que tú puedas romper ese amargo destino y poder estar con la persona que amas. Aunque debes asegurarte que tu madre no transforme esa felicidad en desgracia. Si ella te dejó tranquilo todo este tiempo, se debió a que yo se lo ordené. 

Yo: Mamá siempre le ha encantado manipular a mi hermana y a mí, controlarnos a su antojo y propio beneficio. Así que tengo claro, que ella ya está maquinando ahora mismo cómo usar a Bella en sus planes. Inclusos en estos cinco años, estoy seguro que estuvo planeando cómo volver a usarme, sin embargo, esto se acaba hoy abuelo.

Tras la charla con el abuelo, me sentía más seguro y confiado para hacerle frente a mamá. Al abrir la puerta, me encontré con ella, parada y con sus brazos cruzados, esperándome impacientemente. –“Supongo que acabaste de hablar con tu abuelo, ¿verdad?”- interpeló, sin ocultar su molestia. No sabía si había escuchado nuestra conversación, o sospechaba de lo que habíamos hablado. El abuelo se retiró, pidiéndole a mamá que se comporte, ella mirándolo con cierto desprecio, le pidió que no se metiera en nuestros asuntos. 

Está en el mismo lugar que hace un par de minutos había conversado con el abuelo, pero el ambiente amigable, se había vuelto tenso y siniestro. –“Hijo, no sé de qué hablaste con mi padre, pero espero que no te lo hayas tomado en serio. Él ya está algo senil, sabes, por lo que, ignora sus cuentos”- expresó, mientras cortaba la distancia conmigo y con sus manos, tocaba mi rostro. –“Mi precioso hijo, no te imaginas cuánto te he extrañado. Pero eso ya no importa, porque has regresado con mamá”- agregó. 

Tenerla tan cerca, me resultaba incomodo, más viéndola fingir preocupación y amor por mí. Nunca fue una madre cariñosa, jamás me dio el mínimo interés de su tiempo, prefería a sus amantes, antes de criar a sus hijos y ahora venía a hacerse la inocente. Tenía coraje, pero no podía expresarlo, después de todo era mi madre y no quería faltarle el respeto, tampoco decirle cosas hirientes. Aquello me estaba limitando y mientras más pensaba en cómo decirle las cosas, ella siguió con su actuación para persuadirme. 

Carolina: Alexander, dime que no vas a volverte a ir de mi lado. Dime que vas a regresar aquí, a tu casa, donde no debiste haberte ido. 

Yo: Ma… Ma… Má… 

Carolina: Ssshhh… Mi niño, no digas nada aun. Solo déjame abrazarte. 

Los brazos de mamá eran helados, no transmitían nada, ni siquiera con sus ojos cristalizados, me era capaz de transmitir sus sentimientos. Recuerdo que una vez me quebré en la consulta de Tomás, lloré tanto que él tuvo que abrazarme para contenerme. En esos brazos, sentí cariño, el que ninguno de mis padres me dio. Llegué a sentir pena por mi madre, porque ella jamás había conocido lo que es tener amor, y dudo que lo fuera a conocer. 

Carolina: Hijo, no puedo creer que te hayas rebajado a algo tan humillante y vulgar, como limpiar baños. Solo pensarlo me irrita, pero ahora que vas a volver a casa, quiero que tomes tu lugar en la empresa, es más, quiero que te hagas cargo de un proyecto importantísimo. Sé que lo harás bien, porque eres mi hijo, además de ser guapo. Vas a cautivar a todas las chicas de ahí, principalmente a la directora del proyecto, que es la hija de nuestro socio.  

Mamá pensaba que no había cambiado en esos cinco años o que todavía no tenía los cojones para decirle que no. Lo sorprendente es que ya tenía todo pensado para seguir dándome órdenes.  

Carolina: Renata es una chica preciosa, sé que te va a gustar, porque es de tu tipo. La van a pasar bien juntos, y me vas hacer orgullosa, si logras extender el vínculo. 

Era algo gracioso escuchar a mi madre, hablar de mis gustos cuando evidentemente no los conocía. 

Yo: Mamá, yo… 

Carolina: Así es Alexander, lo harás muy bien. Eres encantador, caballeroso y simpático, vas a dejarlas locas, más a Renata si le das una probadita de tu herramienta. 

Yo: Mamá, yo me voy a casar. 

Carolina: ¿Qué?

Yo: Que me voy a casar con Bella. Así que ya no voy a ayudarte en tus jueguitos. 

Mamá quedó atónita por unos segundos, pero no tardó en cambiar ese rostro de sorpresa a uno lleno de malicia. 

Carolina: Que bien hijo, me alegro por ti. Es una chica hermosa, justo lo que necesito para cerrar unos tratos con unos socios extranjeros. 

Yo: ¿Qué? No mamá, parece que tú no entiendes. Yo no voy a casarme con Bella, para traerla a vivir aquí, sino que nos iremos lejos. Lejos de tus garras y tu enfermizo deseo de querer manipular a todos para tus negocios. 

Carolina: ¿De qué hablas hijo?

Yo: Que ya no seré tu títere. Se acabó mamá, me iré como mi hermana lo hizo después de su divorcio. 

Carolina: Por favor, no menciones a esa traidora. 

Yo: Carolina, jamás nos diste amor, nunca estuviste a nuestro lado cuando hacíamos nuestros primeros logros como caminar o hablar. Siempre preferiste vivir tu vida, jugar con tus amantes, en vez de dedicarles 1 minuto a tus hijos. ¿Y esperas que ahora, hagamos todo lo que tú quieras? ¿No te parece hipócrita aquello?

Por fin comenzaba a expulsar todo lo que tenía guardado dentro de mí, decir esas palabras fue como quitarse una mochila de acero. Aún tenía peso acumulado en mi espalda, así que proseguí. 

Yo: Por años nos utilizaste, cumplimos cada una de tus ordenes, sin importar el costo y a ti no te importaba lo que nos pasada, no te importaba nuestros sentimientos, tampoco si nos gustaba ser expuesto de esa forma. Cumplíamos, porque temíamos que si te fallábamos, nos ibas hacer algo peor de lo que ya era seducir y entregarse a un desconocido. 

Empuñé mis manos, al recordar como mi hermana lloraba después de ese encuentro que le resultó como una pesadilla. 

Yo: Carolina no tienes derecho a exigirnos lo más mínimo. Nos marcaste psicológicamente, nos arruinaste como personas, principalmente a Teresa, a la cual obligaste entregar su virginidad a un viejo, solo por tus malditos negocios. 

Carolina: Alexander… ¡¿Quién te lavó la cabeza así?! ¡Fue tu hermana, ¿verdad?! ¡¿O fue la puta con la que estás ahora?! 

Yo: Nadie me lavó la cabeza, esa eras tú, la que me hacía creer que lo mejor para mí era Lucia, porque querías usarla a tu beneficio. 

Carolina: Ahora lo entiendo… ¡El culpable es el inútil de tu terapeuta! ¡Le dije a tu padre que debías ir a un psiquiatra y no donde ese imbécil! 

Mamá odiaba con toda su alma a Tomás, porque apenas comencé a ir donde él, intentó sobornarlo, para que me hiciera regresar a casa. Le ofreció una gran cantidad de dinero, como él se negó, le dijo que podía darle un servicio mejor, haciendo pasar a mis primas. Tomás se rió en su cara y le dijo que él estaba felizmente casado, mostrando su anillo de compromiso, agregando que, ni por dinero, ni sexo o cualquier cosa que le ofreciera, iba a dejar de ser profesional. 

Mi madre nunca había sido tan humillada, como ese día. Si no actuó con alguna represalia, de seguro fue porque él abuelo le dijo que no lo hiciera, pero en ese momento, parecía estar totalmente desquiciada.

Carolina: (Riendo) Lo voy a arruinar, sabes. Voy a difamarlo y hacer que lamente no haber aceptado mi trato y haberte lavado el cerebro. 

Yo: Mamá… ¿Tú sabes quién es su esposa?

Le pregunté, al verla tan contenta por querer destruirlo.

Carolina: Me da lo mismo quien sea esa perra, lo hundiré igual que él o mejor haré que se separen. 

Yo: April Harper. 

Carolina: ¿Qué?

Yo: April Harper, ese es su nombre. Sí quieres arruinar a Tomás, debes saber que vas a hacer que el principal socio de papá, no quiera más trabajar con él. Se va perder mucho dinero, teniendo en cuenta de lo importante que es él para el negocio y más sabiendo la hija de Tomás y April, es la principal modelo de la empresa. Creo que al final vas a terminar perdiendo tú, sin mencionar que April es una mujer encantadora, pero si le tocas a sus hijos o esposo, no tendrá piedad y será tu fin. 

Concluí con esas palabras, dándome vuelta, sabiendo que ya le había dejado claro que no quería que se volviera a meter más en mi vida y que no regresaría a esa casa. Salí de ese cuarto, para ir por Bella y largarme de ahí, ya no me importaba lo que dijera Rubén, o con qué me amenazara, porque acabaría con todas las mentiras ese día. Mamá gritaba detrás de mí, maldiciendo a todo el mundo y mientras me acercaba hacía donde estaban todos, ella comenzó a llamar a mi padre. 

Él estaba charlando con Bianca, de manera intima, tenía apoyada su mano entre la cintura y glúteo de mi prima, mientras que ella tenía toda su delantera apoyada en él y sus labios, se rozaban en vez en cuando. Era el único pendiente de otra chica que no fuese Bella, pues mi querida amiga, estaba siendo el mayor centro de atención. Ella nadaba en la piscina, y tenía todas las pollas tiesas, lo peor es que ninguno ocultaba su deseo por querer follarse a mi amiga. 

Se masturbaban descaradamente, si bien no se bajaban los pantalones o bermudas, era evidente que lo hacían por el movimiento que realizaban. Bella al verme, salió del agua, en donde más se sentía segura, mientras yo no estaba. Y no podía culparla, pues ninguna chica iba a sentirse cómoda en un ambiente como ese, menos si todos los hombres te querían dar. Apenas sacó un pie fuera, papá se acercó a ella con una toalla, cubriéndola. 

El muy hipócrita fingía ser amable, cuando solo hacía eso, para mirar más de cerca el cuerpo de Bella y anhelando que ella fuera igual que Lucy. Verlo tan cerca de ella, me hizo recordar una imagen similar hace cinco años, cuando la que salía de la piscina era Lucia. Él igual que ese minuto, se acercó a quien era mi novia, cubriéndola y secándole el cuerpo. La diferencia es que Lucy le sonrió y luego desaparecieron sin que yo me percatada. Y cuando los encontré por mera casualidad, me quedé sin palabras. 

Recuerdo que después de discutir con Rubén continué caminando, hasta llegar a una cabaña, que pertenecía a mis abuelos. Solían usarla para dar alojo cuando toda la familia se reunía como aquel día. A esa hora, se suponía que nadie debería estar por ahí. Por eso pensé que era el mejor lugar para poder aclarar mis ideas, sin embargo, al aproximarme comencé a escuchar los gemidos de una pareja, que por sus voces se me hacían familiares. Iba a irme, pero ellos tenían la ventana del baño abierta, lugar en donde estaban haciendo sus perversiones. 

La curiosidad mató al gato, dicen, pero en mi caso, descubrir que mi padre y mi novia eran amantes, no me generó nada, más que asombro en un principio. Era bastante claro que mis sentimientos por Lucia no existían, eran solo mentiras, que yo me obligaba a creer en mi desesperación de olvidarme de Teresa. Pude haberme largado de ahí, después de verlos, sin embargo, al observar que papá disfrutaba de manera increíble del cuerpo de Lucy, terminé siendo un espectador de su cogida en la ducha. 

El pequeño cuerpo de Lucia, flotaba por cada arremetida que le daba papá. Él estaba completamente loco, hecho una bestia, sorprendentemente ella, bufaba pidiendo por más. Sus bocas lascivamente se unían, en un ardiente y denso beso. Cada vez yo estaba más flipando, descubriendo cosas que no me imaginaba, como que papá con lo tacaño que era, le compraba todo lo que le pedía Lucy. Y ella en cambio, me mostraba su cara más oculta, la de sumisa, era de esas tías a las que le encantaba ser dominada por un hombre maduro. 

Eran tal para cual, tanto que me hicieron plantearme que papá debería casarse con Lucy y no yo con ella. Antes de que papá acabada, le dijo que le tenía una sorpresa, ella curiosa le preguntó qué cosa era, sin embargo, papá no quiso adelantar nada y le contestó que más tarde se lo daría. Ambos de manera sincronizada se corrieron, luego Lucy se colocó de cuclillas y le chupó la polla hasta dejársela totalmente limpia y reluciente. Aquello debió haberme impulsado a no quererme casar con esa chica, sin embargo, pensé que era la mujer ideal para mí, solo porque se adaptaba a mi enfermiza familia. 

La sorpresa que le tenía papá a Lucia, era un coche, ella se emocionó muchísimo, porque era del modelo que le gustaba y pensó que jamás lo iba a tener. Algo ridículo si pensábamos que ella era mi novia y aunque yo todavía no se lo proponía, era muy obvio que sería mi esposa. Sin embargo, esa inocencia de ella, se debía a que sabía que lo nuestro no tenía futuro y que en el momento que me aburriera de ella, la iba a cambiar y por muy traviesa que fuera con mi padre, él también la dejaría por el nuevo juguete que yo llevaría a casa. 

Además, no se atrevía a pedirle un coche a papá porque era algo muy exagerado y que dejaba en evidencia que entre ellos dos, había algo más. Lucy pensó que me enojaría al darme cuenta que ellos follaban, pero al notar mi indiferencia, creo que la lastimó. Pero fue aquel regalo, que impulsó a mi hermana, tentarme a estar con ella, pues descubrió que lo mío con Lucia solo era una farsa, no había amor, como yo se lo había dicho en un principio, me preguntó qué diría ahora mi hermana al verme con Bella. 

Dejé de estar sumergido en mis pensamientos, por otro grito de mi madre, papá finalmente le hizo caso y se acercó a donde nosotros estábamos. Con su sonrisa burlona, me abrazó con uno de sus brazos y preguntó qué pasaba. –“Tu hijo, dijo que se va a casar…”- dijo mamá, siendo interrumpida rápidamente por mi padre, al que le fascinaba esa noticia, porque ya se imaginaba domando a Bella como lo hizo con Lucy en su momento. –“¡Bien! ¡Muy bien, hijo! ¡Bien!”- exclamó él de forma eufórica. 

Manuel: Me parece espectacular que te quieras casar con ese bombón. Debo admitir que tienes un buen ojo con las mujeres hijo, porque mujer que traes, delicia con la que me deslumbro. 

Manifestó, sin dar oportunidad para que mamá o yo, le bajáramos de su nube. 

Manuel: Sabes hijo, si tú no le proponías matrimonio a esa chica, yo iba a pedirle el divorcio a tu madre, para poder estar con ella, porque está muy buena. Ya me la imaginó cómo será verla todas las mañanas.

Continuó diciendo, haciendo que mamá se mosqueé porque no la dejaba hablar. 

Carolina: ¡Manuel! ¡Déjame hablar, por dios! 

Chilló mi madre, haciendo que su grito retumbé por mis tímpanos. 

Manuel: ¿Qué más quieres decir, mujer? ¿Qué no estás de acuerdo? Porque si es así, no me jodas. Deja que el niño, tome a ese bomboncito como esposa. Todos seremos felices aquí en la casa, principalmente yo. 

Carolina: Pues él no quiere vivir aquí, idiota. Dice que se va ir lejos con su perra y no dejará que nos metamos en su vida. 

Manuel: ¿Cómo? ¿Por qué quieres irte lejos hijo?, aquí lo tienes todo. Además, ¿qué mierda hacías limpiando baños?, tú eres un Ortiz, joder. Tu posición es estar detrás de un escritorio, dando órdenes, no limpiando la mierda de otros.  

Por fin mis padres se callaban. Era la charla más larga que había tenido con ellos y me daba cuenta que eran unas basuras como personas. Resultaba algo irónico, porque siempre lo supe, solo que en lo más hondo de mi corazón, tenía la esperanza que ellos fueran tan solo 1 por ciento, como Tomás y April. Moví la cabeza, y apartándome de él, suspiré antes de hablar. 

Yo: Creo haberte dejado muy claro, que a mí no me gusta el trabajo de sentarme en un escritorio y creerme ser dios. Soy muy distinto a ti, Manuel. A mí no me importa, el status, tampoco realizar un trabajo como limpiar baños. 

Comencé diciendo. 

Yo: Y me quiero ir lejos, porque no quiero volver a ser el títere de Carolina. Tampoco quiero, que ella utilice a Bella para su beneficio y menos dejar que tú le toques un pelo. 

Manuel quedó perplejo ante mis dichos, no supo qué responder y solo murmuró, –“Él no es mi hijo”-, –“Pues, mío tampoco”- comentó Carolina. Al parecer estábamos de acuerdo en algo los tres, era gracioso, pues nunca pensé que algo así iba a llegar a pasar. –“Pero lamentablemente, lo es”- agregó Carolina, observando a su marido. –“Que decepción”- expresó él, mirando a su mujer. –“Carolina esto es todo tu culpa, joder. ¡Te dije muy claro que no actuaras como loca y lo espantes!”- gritó Manuel, de pronto. 

–“¡¿Mi culpa?! ¡Por lo menos yo, intenté persuadirlo! ¡Tú en cambio andabas babeando por su puta!”- se defendió Carolina. Si antes había sido la charla más larga en la que había estado con ellos, ese era la primera vez que los escuchaba discutir. Me alejaba de ellos de manera sigilosa, sin que se dieran cuenta, porque ya no quedaba nada de qué hablar. Todo estaba dicho y no quería perder el tiempo, con una discusión. Busqué con la mirada a Bella, pero no la vi, lo que me pareció extraño. 

Me preguntaba en dónde se pudo haber metido, mientras continuaba observando por todos lados, dándome cuenta que también faltaba alguien más. Ese alguien era Rubén. Mi corazón se agitó, con solo pensar que ambos estaban juntos y que ese desgraciado revelaría lo mío con Teresa. El soplido del viento solo hacía que mi desesperación aumente, miraba por todos lados, pero no encontraba a ninguno. –“Sabes, si no quieres ir, yo puedo decirle a tu noviecita que te gustaba revolcarte con tu hermana”- cuando expresó aquellas palabras, sentí una helada corriente pasar por mi cuerpo. 

Rubén había descubierto esa verdad, hace un par de años, no sé en qué preciso momento, tal vez en un descuido de Teresa y mío o meramente por casualidad. Lo único cierto, es que aquel gilipollas, llevó a Lucia, a donde me encontraba mi hermana y yo, cuando nos escapamos para amarnos. Sabía que Bella no era igual que Lucia, por ende era más complicado que ella aceptada que tuve un amorío con mi propia hermana, si no le explicaba a tiempo, de seguro me iba a odiar por vida. 

Conocía perfectamente cada rincón de mi casa, así que debía calmarme y pensar con claridad, para dar con ellos. Era imposible relajarse con tanto ruido a mí alrededor, con los gritos exasperantes de Carolina y el sarcasmo irritante de Manuel. Por fortuna, uno de ellos, mencionó a Richie, y mi mente se iluminó. Si Rubén buscaba tener una conversación privada con Bella, de seguro la había llevado a la que era la casa de Richie, cuando trabaja en la casa. 

Corrí hasta ahí, esperanzado en encontrarlos en ese lugar. Y así fue, estaban ellos, parados en medio de la sala, mirándose frente a frente. Bella parecía angustiada y Rubén algo cabreado, no era el escenario que me esperaba, sin duda. Antes de que abriera la boca, él dijo: –“Estoy seguro que tú me entiendes, porque se ve que estás completamente loca por Alex. Si él eligiera a otra y no a ti, ¿cómo te sentirías? Mal, ¿verdad?, pues así mismo me sentí yo, cuando Lucia lo prefirió a él, en vez que a mí”- 

No quise hablar, ni tampoco dar un paso más, porque Rubén en ese instante se estaba abriendo con Bella. Nunca hablé con él sobre Lucy más allá de aquella discusión en donde me golpeó. Desde que supe que, minutos antes que ella tuviera el accidente, fue vista discutiendo con Rubén, lo odie, sin razón alguna y pensé que era el responsable de toda mi desgracia. Ahora que lo veía llorar de la impotencia delante de mi amiga, llegaba a empatizar con mi primo. 

Rubén: Yo la amaba, la amaba muchísimo, tanto que hasta le pagaba los estudios. Si bien nuestra relación era abierta, confiaba que al final del día, ella iba a volver a mí y yo con ella. Sabes, cuando me dijo que iba a quedarse con Alex, me sentí tan patético, que me aferré a amenazarla que iba a dejarle de pagarle los estudios. Aun así ella lo prefirió y al poco tiempo después supe que seguía en la universidad, porque se revolcaba con mi tío Manuel.

Expresó, haciéndome ver, que yo fui el malo en nuestra historia con Lucia.

Rubén: Alex ni siquiera le importaba lo que hacía, él solo la quería para tener sexo y ya. Por eso lo odio y no me trago su historia de sufrimiento. Dudo mucho que haya pasado todo este tiempo pensando en Lucy, si ni siquiera la ha ido a ver a su tumba desde que murió. Solo es un hipócrita y un cobarde de mierda, porque estoy seguro que no ha sido capaz de revelarte a quién amaba realmente. 

Yo: No, no lo he hecho. Tienes razón, soy un hipócrita y un cobarde, siempre lo he sido, pero desde que conocí a Bella he tratado de cambiar. 

Interrumpí, acercándome a ellos y mirando fijamente a mi primo. 

Yo: Perdón por meterme en tu relación con Lucia, soy consciente que hice mal y que ella pudo haber sido feliz contigo. Pero las cosas ya están hechas, y por más que me lamente, no vamos a cambiar lo ocurrido. Aun no es tarde, para que tú sanes tu corazón y lo abras a otra persona. Solo mírame, pensé que jamás iba a superar a Teresa, que no encontraría a nadie que me hiciera latir el corazón como ella, pero apareció Bella y me hizo darme cuenta de lo tonto que era. 

Declaré, abrazando a Rubén, esperando que aceptada mis disculpas, esperando que ese odio que se había formado entre nosotros, desapareciera. 

Yo: Es verdad que he usado la muerte de Lucy como una excusa para no abrir mi corazón, pero aquel día en su tumba, le juré que no iba a volver a jugar con ninguna mujer, como lo hice con ella. Yo también la quise, no como mujer, pero era una buena compañera y amiga. 

Las heridas del pasado, comenzaban a cicatrizar. La enemistad con Rubén, no dejaría de existir por un simple abrazo o palabras bonitas, sabía que para él, llegar a perdonarme sería un proceso largo, pero confiaba que por lo menos podía rehacer su vida. Tras esa charla, me despedí de todos y regresé a casa junto a mi amiga. El trayecto parecía ser largo e incluso incomodo, porque no éramos capaces de decirnos algo. Ella parecía estar confundida sobre mis sentimientos y a la vez intrigada por saber quién era realmente. 

Yo: Sé que te mentí en muchas cosas sobre mí, y si quieres odiarme por eso, adelante, hazlo, porque me lo merezco. 

Dije, haciendo frente a la situación y dejar de huir.

Bella: Si te soy sincera, siempre he sabido que me ocultabas cosas de ti. No quise nunca presionarte, porque sabía que algún día, me lo dirías. 

Expresó, con una sonrisa. 

Yo: ¿Entonces, no me odias?

Bella: ¿Por qué voy hacerlo, tontito? Aunque tú no lo creas, sé muchas cosas de ti, cómo que te encanta el helado de leche de coco. 

Dijo riendo. 

Bella: Estoy segura, que esa tal Teresa no lo sabía.
 
Agregó, haciendo nuevamente la situación algo incomoda. 

Yo: Sí… 

Balbuceé. 

Yo: Por cierto, vaya imaginación tienes. Casi me da un infarto cuando comenzaste a contar sobre “nuestro encuentro” en el hospital. Ahora mi familia debe pensar que soy un pervertido. 

Bella: (Ríe) Perdón, fue lo primero que se me ocurrió. No quería que sospecharan que tú y yo solo somos amigos. 

Yo: Me sorprende que hayas sido tan detallista, ¿no hiciste algo así con tu ex, verdad?

Bella: No. Fue con Tomás. 

Yo: ¡¿Qué?!

Bella: Es que… Por dios, que vergüenza… Pero estaba tan necesitada y él la tiene tan grande y gruesa, que no pude resistirme. 

Manifestó, mordiéndose el labio inferior y colocando cara de niña buena. 

Yo: Espera, ¿en serio pasó algo así?

Bella: No. Es broma. (Ríe) La verdad, es que… He fantaseado que me haces el amor en el hospital muchas veces. 

Confesó, ruborizada y evitando hacer contacto con mis ojos. 

Yo: Y-ya… Ya veo… Eres toda una pervertida. 

Bella: No te burles de mí. 

Yo: No lo estoy haciendo, tal vez un día, deberíamos intentar hacer algo así. 

Dije sin darme cuenta de mis palabras. Tras soltarlo, ambos solo nos miramos por unos segundos y luego desviamos nuestras miradas, sonrojados. Era extraño, sentía que ya podía ser sincero con mis sentimientos con ella, pero aún no me confesaba. No hablamos más hasta llegar a casa, le di las gracias por acompañarme ese día y haber sido mi gran apoyo. Ella sonrió y luego dijo que había disfrutado ser mi novia por unas horas. Todas esas frases, ahora resultaban embarazosas, parecíamos una pareja de primaria, por lo infantil.

Tocamos la puerta, esperando que Richie abriera rápido y cada uno fuera a su habitación. Richie al abrirme, me miró algo serio, como si quisiera advertirme de algo, pero no tenía la cabeza para descubrir qué intentaba decirme. De pronto escucho la voz que erizó mi piel con su meloso tono, –“Richie, ¿es mi hermano?”- dijo, haciendo que mi corazón se acelerada. –“Sí, señorita Teresa, es Alexander”- expresó mi figura paterna, sin saber que me acababa de meterme en un lío.  
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