Confesiones ardientes. Capítulo VII:

“Mi verdadero amor”

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Ayudar a juntar a una pareja o hacerlos entrar en razón, fue lo más gratificante que he podido sentir en muchos años. Como me hubiera gustado tener el valor que Vanessa y Axel han tenido, para seguir con su amor. Ser cobarde es parte de mi naturaleza y en estos años en que he sido presa de la soledad y la furia, no dejado de pensar en ella, mi único amor verdadero. Me preguntó qué estará haciendo, si ya me habrá olvidado y encontrado el amor en otra persona, mientras yo me derrumbo en esta montaña de tristeza. 

Bajo el destello de las estrellas y de la luna llena, encendía cuidadosamente un cigarrillo. Era una noche helada, típica a las de otoño, y aun así preferí caminar hasta el hospital en vez de tomar un taxi. El viento se azotaba contra mi cabello, moviéndolo de lado a lado, como si fuera una hoja de papel, a la vez que inhalaba el veneno que lentamente me mataba. –“Ahí está Orión, Lyra, Casiopea, Osa menor...”- murmuraba con el pucho entre mis labios y mis ojos contemplando aquel cielo estrellado.
 
–“Y ahí, Osa mayor, Capricornio, Tauros, Andrómeda”- señaló Benjamín, asombrándome por su conocimiento de algo tan trivial como las constelaciones. Aunque siendo el hijo de April y Tomás, no me extrañaba para nada que pudiera identificarlas todas. Reí escuetamente, tratando de ocultar la angustia que me producía mirar esas figuras en el cielo. Pero no lo pude engañar, ese chico era tan perspicaz como sus padres o su hermana. –“¿Malos recuerdos?”- preguntó, con cierto nerviosismo. 

–“Sí”- le respondí, sacando mi mano derecha de la gabardina, para tomar con mis dedos el cigarro y liberar humo. Noté que la mirada de Benjamín pasó a tener incertidumbre. Pensando detenidamente cada una de las palabras que iba a decir, se tomó unos minutos para poder preguntarme si podía saber el motivo. Nuevamente reí de manera breve, no había nada de malo en su declaración, solo curiosidad. –“A ella le encantaba la astronomía y el día que iba a pedirle matrimonio, la noche brillaba tan espeluznante como ahora”- le dije. 

En vez de saciar su curiosidad, no hice otra cosa más que aumentarla. Él parecía cavilar una vez más las palabras que iba a decir, no quería sonar desubicado ante un tema delicado, pues de seguro pensaba que hablaba de Lucy. Sin embargo, no fue necesario de que me lo pidiera, porque como un reproductor comencé a narrarle mi historia. Todo inició poco antes de que cumpliera 18 años, en ese entonces, ya era un poco diferente a todos los hombres de mi familia, porque ellos solo veía a las mujeres como un objeto, el cual servía para satisfacer las necesidades sexuales.

En cambio yo, buscaba algo más romántico, pero no tenía los cojones para actuar distinto a los demás, el ser visto como un extraño me incomodaba y terminaba haciendo todo lo que mi madre al final me decía. Solía interactuar con las chicas que ella me señalaba, solo buscaba en mí, pequeños tratos o acuerdos que terminaran a favor de la empresa. A pesar de eso, mi virginidad no se lo había entregado a ninguna mujer aun, y eso a mi madre no le importaba mucho en realidad. 

Mientras fuera encantador con las chicas y estás terminaran convenciendo a sus padres que un trato con nuestra familia era lo mejor, ella daba listo mi trabajo y me dejaba tranquilo. Poco tiempo después hice un acuerdo con Carolina, ella no se iba a meter en mi vida amorosa, siempre y cuando, yo cumpliera mi papel como agente de negocios, cuando ella lo necesitaba. Me parecía justo, porque buscaba liberarme un poco de esas garras y sentir que podía tomar algunas decisiones por mí mismo.  

Muchas veces me pregunté, ¿qué era el amor?, ya que eso nunca había existido en mi familia, nadie conocía esa palabra. Por ejemplo, mis padres se casaron por beneficios económicos. Los dos poseen un buen historial de amantes y a ninguno le importa lo más mínimo. Solo están casado por dinero, ni siquiera sé con seguridad si soy hijo de Manuel, pues doña Carolina cuando quedó preñada de mí, se revolcó con 4 hombres diferentes durante esa semana. 

Y bueno, a Manuel esto no le afecta, porque al igual como no puede ser mi padre, él tiene grandes chances de ser quien engendró a unos de mis primos o tener algún bastardo por ahí. Incluso puede que se haya follado a una de sus propias hijas, porque el incesto no es tabú para mi familia, de hecho quien me inició a mí, fue mi propia hermana mayor, Teresa. Mi relación con ella siempre ha sido dispar, de niños peleábamos mucho, al grado de detestarnos, pero luego, todo fue diferente. 

Teresa es una mujer hermosa, no posee una figura tan desorbitante como la de Vanessa, pero aun así destaca y atrae a cualquier hombre que ella quiera, incluso si eran hombres mayores y casados. Ninguno se negaba a la dulzura y sensualidad de mi hermana. Habían semanas que la casa se transformaba en un desfile de chavales y maduros, todos le daban a Teresa lo que ella quería, es decir, sexo y dinero. Crecer en ese ambiente hizo que para mí, muchas cosas fueran normales, cuando no lo eran.

Cosas que se empezaron hacer evidente, cuando invitaba a una chica que me gustaba o atraía. Había dos opciones, la primera que terminaba espantándola o la segunda, que era ver una faceta de ella que no quería. Cuando cumplí 18, por ejemplo, invité a la chavala más tierna e inocente de mi clase. Su nombre era Queen y detrás de esos ojos inofensivos que me tenían seducido, se escondía una gatita depravada. Tras beber un par de copas, ella se fue soltando, bailaba sin timidez y hasta me robó un beso. 

Uno largo y apasionado que me hizo estremecer de lo bien que se sentía. Para ese entonces, ya me había besado con algunas chicas, pero con ninguna me había besado como con Queen. Sus labios eran jodidamente exquisitos y su lengua ardiente un atrapante caramelo. Me dejó embelesado, sin ninguna palabra en mente y después de apartarse de mi boca, sonrió caprichosamente. Con sus garras me llamó para que la siguiera e iba hacerlo, pero choqué con un cabrón que se hacía llamar mi amigo. 

Él solo se juntaba conmigo, porque quería tirarse a mi hermana, quien no le daba bola. El muy hijo de puta me abrazó y comenzó a decirme un sinfín de palabras, yo le dije que hablaríamos después, sin embargo, fue inútil y me tuvo retenido por lo menos unos 20 minutos. No sé si al final debo agradecerle a ese capullo o no, porque estoy seguro que muchas cosas hoy serían diferente si seguía a esa chavala a tiempo. Cuando me zafé de sus lloriqueos, fui despegadamente detrás de Queen. 

La busqué por todos lados, sin tener éxito alguno, solo me quedaba subir al segundo piso e ir por habitación por habitación, hasta dar con ella. Con lo caliente que andaba no lo dudé y fui tras esa zorrita. Me la imaginaba esperándome en mi cuarto, desnuda y echada en mi cama. Toda esa ilusión se fue al carajo, cuando al abrir la puerta, me encuentro a mi hermana siendo empotrada en mi propia cama. Me quedé con la boca abierta y con los parparos enormes, a la vez que sentía cómo un puñal se clavaba en mi corazón. 

No comprendía el motivo por el cual me sentía tan devastado y angustiado por encontrarme con esa imagen. Teresa era mi hermana y sabia de su historial, pero verla en mi cama con otro tipo follando, me derrumbó. –“A-A-Aaa... Alexander...”- balbuceó mi hermana agitada con una sonrisa pícara entre sus labios. A ella le daba lo mismo que la viera cogiendo, que observada su maravillosa anatomía, mientras se balanceaba en un inquietante y armonioso ritmo. 

–“Te... ¿te gusta lo que ves hermanito?”- preguntó, sin quitarme los ojos de encima. Fui incapaz de responderle, quedándome ahí quieto, con sus jadeos retumbando en mis oídos. Poco a poco fui captando otro chillido que se mezclaba con el de Teresa, esa melosa voz tan parecida al de mi hermana, provenía del dormitorio de mis padres. Intrigado, sabiendo inconscientemente con lo que iba a encontrarme, me dirigí hasta ahí. Al abrir la puerta contemplé a Queen siendo el juguete sexual de papá. 

Su guarro rostro de placer contrastaba con la imagen de la tierna chica que veía día a día. A diferencia con mi hermana, ver a Queen con papá, no me generó ningún dolor, quizás porque me esperaba verla de esa forma, aunque si me incomodó. Al bajar al primer piso, las cosas para mí continuaron empeorando, pues encontré a mamá regalándose a un par de tipos en la cocina. Ni siquiera porque sus ojos se cruzaron con los míos, ella se detuvo, todo lo contrario, siguió sin ningún pudor. 

Ese fue mi cumpleaños número 18, en donde todos los integrantes de mi familia follaron, menos yo. Desde ese día dejé de dormir en el que era en ese entonces mi cuarto, porque no quería estar en la misma cama en donde mi hermana se había revolcado con otro. Deseaba olvidarme de su cuerpo, de sus gemidos y su rostro lascivo, pero en realidad me fue imposible. Todas las noches en mí nueva habitación, rememoraba esas escenas, sin embargo, los protagonistas éramos mi hermana y yo. 

Sabía que estaba mal, pero aun así no pude evitar desearlo. Queen desde mi fiesta de cumpleaños, pasó al olvido, dejé de pensar en ella y se volvió una mera desconocida para mí. Pasó una semana en la que mi hermana y yo no hablamos, ni chocamos cara a cara. Cuando lo hicimos me fue muy incómodo, todo lo contrario para Teresa, la cual parecía estar disfrutándolo como una niña pequeña a la cual se le cumplía su capricho. 

En ese primer encuentro con ella, hui, recuerdo que me di la media vuelta y corrí hasta llegar fuera de la casa. Hice tiempo, yendo de lado a lado, escapando de la lujuria que me susurraba que volviera donde mi hermana. Una de mis mayores virtudes era tocar el piano, así que intenté olvidarme de Teresa, escribiendo una canción. 

En mi familia la música era algo ajeno e inusual, ellos solo componía a la hora del sexo, con sus gemidos y sus cuerpos chocando. En cambio yo, desde muy joven sentí una atracción por esta, era mi refugio en mis momentos más complejos y de indecisión. Las notas venían a mi cabeza por sí sola, no debía hacer el mayor esfuerzo, no obstante, en vez de tener calma solo logré darme cuenta lo encaprichado que estaba con Teresa. Abrí los ojos y entendí que cada una de mis compasiones tenía relación con ella. 

Me sentí fatal al darme cuenta que me sentía atraído por mi hermana, rehusándome admitir que estaba enamorado de ella. Era un bicho raro o por lo menos eso pensé, ya que cada chica que supuestamente me gustaba, en realidad buscaba características de mi hermana en ellas. Regresé a casa cabizbajo, no quería ver ni hablar con nadie, aunque para ser sincero, una vida familiar nunca existió en mi casa, cada uno hacía lo que deseaba. Más que familia solo éramos turistas que se alojaban en el mismo hotel. 

Mis figuras paternas eran Richie y su mujer, los cuales jamás pudieron tener hijos, porque a él le era difícil engendrar uno, y cuando finalmente lo lograron, ella sufrió la pérdida de esa única esperanza de vida que se estaba desarrollando en su vientre. Tras la pérdida, a ella le detectaron cáncer en los ovarios y se los extirparon. Desde entonces, para ambos me transformé en alguien a quien veían como el hijo que jamás tuvieron, más que nada porque mis padres confiaron en ellos para cuidarme desde el momento que nací. 

Esa noche Richie al verme regresar me preguntó si había pasado algo, dándose cuenta de mi rostro agobiado. Por unos segundos quise confesarle de lo que me había dado cuenta, pero al final solo le dije que quería estar solo. Caminé hasta mi cuarto y entré, al levantar la vista, me quedé perplejo y creí que el alma se me salió del cuerpo. Teresa se encontraba en mi cama, tal como dios la trajo al mundo. Sus ojos puros me acechaban y se clavaban en mi entrepierna, esperando encontrar un bulto. 

Quedé anonadado, una reacción que ella no esperaba, hasta podría decir que le resultó decepcionante. Teresa lo más probable es que imaginó que iba hacerme enojar e íbamos a discutir como cuando éramos niños, pero al verme inmóvil, sin articular una palabra, obligó que ella se sentara en mi cama de rodillas y extendiendo su mano me agarró del brazo. Jalándome donde ella, quedamos frente a frente, mis labios se rozaban con los de ella y su aliento tan fresco y dulce, me hechizó todavía más. 

–“Te-Teresa...”- balbuceé esperando una respuesta de ella, mi hermana no dijo absolutamente nada, solo sonrió y luego de morderme los labios, se enganchó a mi cuello. Sentir sus dientes tratando de masticar mi piel, sus labios dejando su marca en ella y su olor a fresa impregnándose en mi nariz, fue suficiente para que cayera rendido a ese ardiente e inmoral deseo. Sus manos tocaron mi miembro el cual ya estaba duro y listo para desvainar. 

Nuestras miradas se volvieron a encontrar y en vez de pedirle que se detuviera, la besé. Fui sincero con lo que quería, aun cuando de regreso a casa, me había repetido más de una vez, que estaba mal amar a mi propia hermana. No pude resistirme a su encanto, menos a su sabrosa boca, que tenía sabor a canela. Su lengua se enroscaba tiernamente con la mía, mientras yo intentaba desesperadamente apoderarme de ella. Amor, pasión, lujuria e inocencia, fue lo que percibí, en ese acto obsceno que realizamos mi hermana y yo. 

Lentamente Teresa comenzó a quitarme la ropa, hasta dejarme totalmente desnudo al igual que ella. Reímos y nos dejamos llevar, sin pensar que lo que estábamos haciendo estaba prohibido. Tocar su piel sedosa con las punta de mis dedos, fue tan excitante como el roce de nuestros órganos sexuales. Todo mi cuerpo temblaba y escuchaba los latidos de mi corazón en mis oídos. Ella con sus manos sobaba mi tórax, asombrándose porque tenía el pecho firme y unos abdominales marcados. 

Teresa llevaba años sin verme sin camiseta, porque cuando me la sacaba para andar en casa, ella esos días, curiosamente nunca estaba. Su mirada hacía mí, se hizo más libidinosa, tras admirar y tocar mi figura. Agarró mi pene con ambas manos y me pajeó con terneza. Yo comenzaba a impacientarme, quería besarla fervientemente, sujetarla entre mis brazos y embestirla, sin embargo, mi inexperiencia en la intimidad me limitaba a la hora de tomar decisiones y actuar. 

Ella sonriendo, continuó masajeando mi verga y luego empezó a besarme el cuello devorándome la garganta como si fuese una manzana, a la cual mordisqueaba con muchas ganas. No quería quedarme atrás, al contrario anhelaba poder corresponderle a mi hermana ese deseo que ella me mostraba. Quería dejar mi marca en cada rincón de su anatomía y que recordada toda su vida que ningún otro hombre iba a codiciarla tanto como yo. 

Finalmente con mis manos, estrujé sus redondos y firmes senos, los cuales no eran grandes, pero para su figura tenían el tamaño ideal. Sus pezones rozados contrastaban perfectamente con su piel bronceada. Abrí la boca y mordí esos pezones, eran como dos suaves malvaviscos. Teresa chilló y arqueó su cuerpo, por el timbre de su voz, comprendí que le estaba encantando lo que le hacía. 

Seguí con ese juego hasta que ella me pidió que parada. Mirándome a los ojos, me consultó si quería aprender a complacer a una mujer, yo pegando mis labios en los suyos le susurré que sí. Mi hermana sonrió y sin decirme algo, se fue acomodando en la cama. Sin que me diera cuenta, mi rostro terminó frente a ese empapado y jugoso coñito. La boca se me hizo agua, ante ese manjar tan estimulante y apetecible. 

Era la primera vez que veía tan de cerca una vagina, podía notar detalles que solía pasar por alto, como que su pubis tenía un par de vellos, que lo hacía lucir más atractivo. La mandíbula me temblaba por ansiedad, quería dejarme llevar y que mis instintos me guiaran a cómo satisfacer a mi hermana, pero sabía que eso era una gilipolles y debía escucharla a ella. –“Tócala”- me dijo con voz de mando, yo tímido y encandilado con su coño, no era capaz de moverme y obedecerla. 

–“Dale, no tengas miedo. Pon tu dedo índice en la hendidura y descubre cuanto te deseo hermanito”- expresó ella con un tono candente y seductor. Trague saliva y tome el valor que me hacía falta, para complacer la orden de Teresa. Lentamente fui aproximando mi dedo hacía ese babeante chocho, que hace unos días para mí era inalcanzable y un sueño. Jamás en mi mente, se me cruzó la idea de poder rozar con mis yemas, el sexo de mi hermana, todo parecía ser una ilusión que mi depravada mente había maquinado. 

Ella se estremeció y soltó un tierno suspiro con solo notar la punta de mi dedo por su rajita. Escuchar su tierna voz, mezclada con un tono lascivo, hizo que cualquier nerviosismo que tuviera desapareciera. Mi hermana, tartamudeó mi nombre, entre sus jadeos, llenándome de confianza y haciendo que me atreviera a tocarla con más de un dedo. Suavemente movía mis extremidades, de arriba abajo, como si fueran un pincel. Trazar por los pliegues de su coño era una delicia, más al sentir su calidez y sus fluidos que embadurnaban mis dedos. 

—“¿Te gusta cómo lo hago, hermana?”- le pregunté con cierta inocencia, al ver que sus piernas temblaban y ahogaba sus chillidos. –“S-s-ss... Sí”- contestó ella, hechizada por cómo jugaba con su coño. Nunca imaginé que vería a mi hermana con un rostro tan vulgar, al mismo tiempo que pronunciaba mi nombre. Estaba convencido que su regocijo, no se debía a que lo estaba haciendo espectacular, sino también por el morbo que nos consumía. Paulatinamente, las puntas de mis dedos se fueron hundiendo en su interior, haciendo que se retuerza de placer. 

Todo eso era un nuevo mundo para mí, me sentí un poco ridículo al creer que el sexo solo era penetrar y ya, por suerte mi hermana estaba para enseñarme. Era mi primera vez con una mujer y podía decir orgullosamente que la estaba haciendo disfrutar. Luego, Teresa me pidió que le comiera el coño y lo hice tal cual como ella quiso. Su meloso sabor, invadió mi paladar y sentía cómo sus músculos se contraían de gusto. Cuando se corrió, me sentí feliz por haber logrado aquello y cumplir con sus expectativas. 

Nos besamos como dos recién casados, ella embadurnó mi tronco con sus jugos, y finalmente tomó mi pureza. No podía creer que aquello estaba pasando, que tenía mi pene dentro del coño de Teresa y que ella brincaba de emoción. Los besos se hicieron más fogosos y ricos, sentía como sus paredes vaginales se aferraban a mi falo y no querían soltarlo, hasta ordeñarlo completamente. Me encantó su vagina, pesé a que era apretada y estrecha se moldeaba adecuadamente a mi verga. 

Los movimientos de caderas de mi hermana eran espeluznantemente buenos, nuestros cuerpos se entendían a la perfección, como si hubieran sido creados para ese momento. Las finas manos de Teresa recorrían mi pecho, mientras las mías se mantenían quitas en su trasero. Entre jadeos, admiraba sus curvas, su silueta encorvada y su preciosa cara que transmitía el placer de la cual estaba siendo presa. Mi verga fue palpitando fuertemente dentro de ella, no podía resistir más, ante ese endemoniado ritmo que llevaba. 

Teresa no parecía preocuparle que yo acabara dentro de ella, pero a mí algo me impulsaba a no hacerlo, quizás era mi consciencia que florecía entre tanta lujuria. Desesperadamente intenté sacar mi polla, sin embargo, mi hermana me retuvo, ella allegó su boca a mi oído y con su voz entre cortada me pidió que depositada todo mi semen dentro de ella. Era una locura, me sentía extraño, pues quería complacerla pero a la vez sabía que habíamos llegado muy lejos. Ella debió notar mis ojos abrumados, ya que me besó y con eso fue suficiente para hechizarme de nuevo.

Tras eyacular dentro de ella, Teresa empezó a convulsionar y pegó un gritó eufóricamente. Su mayor deseo se había hecho realidad. Mi hermana quedó tumbada encima de mí, con su dedo índice dibujaba sobre mi cuerpo y con sus dientes mordía suavemente el cuello. Luego de unos diez minutos, ella se levantó y se vistió, su semblante pasó a estar fruncido, algo le había molestado y yo lo desconocía. Al preguntarle por qué estaba molesta, ella no respondió, solo suspiró y movió la cabeza de lado a lado, como si yo debía saber lo que le pasaba. 

Antes de que se fuera, me senté en la cama y la tomé de la mano, intentando retenerla, sin embargo, se desprendió de mí y se largó sin decir nada. Confundido me coloqué el pijama y luego me asomé por mi balcón a admirar las estrellas. –“Esa de ahí es la constelación de Orión. Siempre que estoy triste la observo, porque quiero aferrarme a la idea que a través de los años seguiré brillando igual que ella ante tus ojos”- expresó Teresa desde su balcón. Lucía preciosa, ante la tenue luz de la luna, me costaba creer que hace un par de minutos atrás, tenía su figura desnuda sobre mí.

Ella agachó su mirada, queriendo evitar que nuestras pupilas se observen por más de 1 segundo. –“¿Te arrepientes verdad?”- me interpeló, con angustia en su dulce voz. –“No”- contesté sin titubeó, ordenando mi mente ante repentina charla que se daba. –“Entonces, ¿por qué no me dijiste en la cama que me amas o que quieres repetirlo de nuevo?”- interrogó Teresa con desesperación y sin querer alegrarse por ese escueto no, que le había dicho. –“Porque todo esto es nuevo para mí, Teresa”- le respondí acercándome donde ella. 

–“Recién hoy comprendí que te amo, me sentí mal por eso, porque pensé que tú jamás me corresponderías los sentimientos y todos me juzgarían por haberme enamorado de mi hermana”- añadí, tratando de alcanzarla. Había un metro que nos separaba de un balcón a otro, pero me daba la impresión que eran muchos metros más. –“¿Ha... Hablas en serio?”- dijo mi hermana incrédula, yo sonreí, mientras el viento jugaba con mi cabello. –“Sí, ¿por qué mentiría?”- aseveré, viendo como ella se aproximaba a donde yo me encontraba y extendía su brazo para darme la mano. 

Nuestros dedos se rozaron y finalmente nuestras manos se enlazaron, aferrándose una de la otra con firmeza. –“Seré tu novia de ahora en adelante, hermanito”- expresó alegre, –“No te imaginas, lo contenta que me pone saber que, me correspondes los sentimientos”- agregó, revelándome que hace un año se dio cuenta que sentía algo más que cariño de hermano por mí, y pesé a que intentó olvidarse de esa idea, porque temía ser rechazada, no pudo sacarme de su cabeza.  

Esa noche mi relación con mi hermana cambió y comenzamos con nuestro amor prohibido, a espaldas de todos, pero principalmente de mamá. Teníamos claro que ella jamás debía enterarse que entre nosotros había algo más que hermandad, porque iba a ser lo posible para separarnos. Creíamos que mientras ella jamás se enteré de lo que hacíamos, no metería sus narices en nuestro amorío, pero nos equivocamos. Luego de vivir por meses una relación de ensueño, llegaría nuestra primera crisis. 

Mamá necesitaba cerrar unos acuerdos, así que no vio nada mejor que usar a sus hijos para hacerlo. Teresa debía tener una cita con un tipo de unos 40 años aproximadamente, el sujeto tenía una debilidad por las jovencitas y dado a que mi hermana era una preciosa veinteañera, cumplía con ese requisito. Verla que se arreglaba para salir con otro, me irritaba. Quería ir donde mamá y decirle que Teresa no iba a prestarse para su juego, porque ella ahora era mi mujer, sin embargo, con solo mirar a mi madre, mis huevos se achicaban. 

No había otra alternativa, ella debía ir donde aquel sujeto, mientras yo debía lidiar con mis celos. Aunque de manera paralela, debía asistir al cumpleaños de una de las amigas de mi madre. El círculo de Carolina, se puede resumir que son bastante depravados, aquella mujer a donde me envió, se caracterizaba por ser una depredadora de jovencitos. Su nombre era Katia y era una rusa que había llegado unos dos años, más o menos al país. Pesé a que iba a cumplir 42 en ese entonces, aparentaba menos edad y poseía un cuerpazo. 

No era para nada extraño que terminara seduciendo a cada chaval que se le clavaba en los ojos, al ser dueña de una figura monumental y bien trabajada. Tenía un par de tetas que dejaba delirando a cualquiera, una cintura fina con unas caderas anchas que solo hacían irresistible a su culazo y unas preciosas piernas largas. Esa escultural hembra, me recibió con un pequeño y ajustado vestido, haciendo difícil que mis ojos no se perdieran en sus atributos. 

Ella fue muy cariñosa y amable conmigo, mostrándome un lado materno que mamá carecía, sin embargo, era parte de su juego de seducción. Pensé en hacer lo mismo de siempre, un grave error, porque esa vez no estaba lidiando con una ingenua jovencita, a la cual podías engatusar con palabras bonitas y algún beso. No, estaba lidiando con una madura que tenía claro lo que buscaba y no iba a persuadirla con piropos o halagos. Traté de resistirme a cada uno de sus encantos, como cuando me sacaba a bailar y pegaba su cuerpo en el mío.

Al final de la noche, terminé besándome con esa mujer, olvidándome completamente de Teresa y deseando darle a esa madurita lo que quería. Había mordido la manzana prohibida y en ese minuto me dejaba seducir por una víbora, que me arrastró hasta su cuarto y como una loba hambrienta, saltó sobre mí. Sus garras hicieron trizas mi ropa y luego como dos animales en celos, cogimos toda la noche. Quedé gratamente asombrado, con lo bien que se sentía penetrar su coño maduro.  

Sus labios, sus acaricias, sus rasguños, sus movimientos y jadeos, eran muy distintos a los de mi hermana. Ella era lujuria, mientras que Teresa amor, y embriagado por su salvajismo, hizo que hiciera cada una de sus peticiones. Quedamos todo sudados y la cabeza me daba vueltas, escuchaba sus susurros, pero no le presté atención y solo la besaba para seguir bebiendo de esa miel tan ardiente que tenía. Al otro día al despertarme a su lado, un golpe de culpa me invadió.

No podía creer lo que había hecho, pero los fotogramas se reproducían en mi mente en cada pestañeo. Quería escapar de ahí antes de que ella despertada, sin embargo, apenas puse un pie fuera de la cama, Katia abrió los ojos. –“¿Ya te vas, cariño?”- preguntó, sentándose en la cama, para levantar sus brazos y estirar sus piernas. –“S-sí”- le respondí, tímidamente. –“Que lastima. Y yo que quería recompensarte por lo de anoche con un buen desayuno”- manifestó embozando una sonrisa entre sus labios.    

Yo no supe que decir, me sentía extraño, pero la culpa que me agobiaba desaparecía. Seducido por esa mujer, terminé cediendo a algo tan banal como una ducha. Dejaba que el agua limpiada mi cuerpo del polvo que había tenido la noche anterior, no obstante, en mis pensamientos quería repetirlo una vez más. Aquel ardiente deseo se hizo realidad, pues Katia se metió a la ducha sigilosamente y mi abrazó por la espalda. Sentir su voluptuoso cuerpo alrededor del mío, hizo que se me colocada muy dura.   

Ella rió al ver que estaba excitado y mientras me susurraba lo bien que la había cogido, me besaba el cuello y con sus manos tocaba mi miembro. Ella se colocó en cuclillas y con sus exorbitantes senos rodeó mi pene, masturbándome. Era toda una delicia lo que hacía esa mujer, me sentía en el cielo con esa paja a la cual agregó una mamada maravillosa. Se detuvo justo cuando iba a correrme y me torturó unos minutos, hasta que me pidió que la follada igual que en la noche. 

Tentado por esa mujer, empecé a tocar su coño con mis dedos, pasando mis yemas por hendidura y acariciando tiernamente su clítoris. Sus chillidos fueron música para mis oídos y queriendo devolverle la gentileza, me agache y comencé a devorarle el coño. Katia se retorció y gemía cada vez con más fuerza, sus manos me empujaban contra su sexo y me jalaban el cabello. De su boca logré distinguir que me pedía que no parada, a diferencia de ella, no lo hice y obtuve esos melosos jugos. 

Al ponerme de pie, ella me beso vehemente y exploramos nuestros cuerpos. Finalmente la follé, ensartando mi verga lo más profundo en su fogoso coño, cada arremetida que daba era una delicia, sus entrañas se aferraban a mi polla y la manera en que se moldeaba a ella, era toda una locura y delicia. –“Joder, que coñazo tienes, Katia”- le murmuré, mordiéndole el lóbulo y empotrándola con fuerza. Su lascivo rostro, era un retrato que comencé a grabar en mi memoria, al igual que sus chillidos. 

Después de darle un baño con mi leche, terminé de ducharme y luego me vestí para regresar a casa. Llegué con una gran sonrisa, la cual se desvaneció al ver a mi hermana, la cual tenía el ceño fruncido, los brazos cruzados y en su mano derecha sostenía el móvil. Me preguntó en dónde andaba y por qué no le había contestado las llamadas o mensajes, en sus pupilas pude notar la angustia y el miedo de saber que estuve con otra, así que en vez de decirle la verdad, callé. 

Le dije que mamá me había enviado al cumpleaños de Katia, para hacer que esa mujer firmada un convenio con la empresa. Sin embargo, la noche ardiente que había pasado con esa madura, la oculté, le dije que me resistí a sus encantos y al final terminamos hablando de varios temas, hasta emborracharnos. Continué diciendo que me había despertado no hace mucho, tomé una ducha y regresé, olvidándome de fijarme el celular. Teresa no pareció muy convencida pero prefirió creerme.
 
Al preguntarle sobre su noche, ella fue sincera conmigo, diciéndome que la pasó muy mal al tener que coquetearle a otro hombre. Pero eso no fue lo único que tuvo que soportar, sino también las acaricias de ese desgraciado y su fuerte aliento sofocándola. En los ojos de mi hermana notaba lo asqueada que estaba al estar rememorando aquello que vivió, por lo que me vi obligado a abrazarla. Sentí impotencia por permitir que haya ido a una cita con ese sujeto y mal por haberla engañado.  

Los días pasaron y todo lo que había sucedido en aquel fin de semana pareció haber quedado en el olvido. Teresa y yo, continuamos con nuestra aventura, sin que nadie de la familia sospechada algo, ni siquiera Richie lo hacía. Algunas veces con mi hermana salíamos a citas, aunque era muy difícil comportarse como una pareja, con el miedo latente de que algún conocido nos fuera a ver. Mis iris se iluminaban cada vez que veía a Teresa desde su balcón, mientras apreciaba las estrellas y soñaba con dedicarse a la astronomía. 
  
Era lamentable el hecho de haber nacido como hermanos, pero más en una familia tan poco ortodoxa, donde solo éramos vistos como meros títeres, para los caprichos de nuestra madre. Aquella época puedo decir que fue la más feliz de mi vida, pero que al final me demostró que solo soy un cobarde. El paraíso que tenía mi hermana y yo, comenzó a derrumbarse, cuando Katia fue a nuestra casa. Esa mujer, había ido a charlar con nuestra madre y luego se quedó para disfrutar de la tarde en nuestra piscina. 

Lo peor de toda esa situación fue que Carolina me obligó a hacerle compañía a esa madura, mientras ella y Teresa iban a comprar. Todo parecía calculado para que Katia me tiente otra vez, ya que aquel día, sospechosamente, le dieron libre a Richie y a su esposa. Estar al lado de esa mujer cuarentona en traje de baño, era todo un peligro. Los recuerdos de la noche de pasión que compartimos y aquella cogida en la ducha, perturbaban mis pensamientos y no me dejaban tranquilo. 

Katia sabía que tenía toda mi atención con ese diminuto bikini que estaba usando, que mi cuerpo reaccionaba con su perfecta figura y que a pesar de que me negada al principio iba a terminar accediendo a sus extravagancias. Aun así ella quería hacerse la difícil, la indiferente, para que fuera yo quien pareciera el desesperado por repetir lo que ocurrió en su casa. Por eso, solo me presumía su cuerpo descaradamente, sin embargo, no me obligaba a mirarla, a estar cerca de ella, ni siquiera me hablaba. 

Yo lo hacía por voluntad propia y con el paso de los minutos fui sintiendo como un hormigueo intenso fue recorriendo mi entrepierna. Sufría un par de espasmo al verla sumergirse del agua y salir, cada vez era más inevitable que se me pusiera dura y terminé cediendo ante ese infernal deseo. Sin decir algo, me saqué la camiseta y me tiré a la piscina. Ella se quedó al centro de todo esperándome, al verme emerger, Katia sonrió, mientras yo la rodeaba con mis brazos. 

La besé de manera voraz, a la vez que mis manos sobaban su piel y mi empalmado pene se marcaba en el short. –“Dios mío, chico. No pensé que me tenías tantas ganas”- dijo haciéndose la sorprendida, mientras se le dibujaba una sonrisilla en los labios. –“Me vuelves loco, Katia. Te veo y se me empalma la verga”- le confesé mordiéndole el cuello y con mis manos acariciando sus carnosos glúteos. –“Eso veo, chaval. ¿Quieres repetir lo que hicimos en mi casa?”- preguntó, arañando mi polla sobre la tela. 

En vez de responderle con palabras, la volví a besar, para mostrarle lo caliente que me tenía y lo ansioso que estaba por volver a follar con ella. –“Uuufff… Que cachonda me has puesto, Alexander. Más te vale estar a la altura y no me defraudes”- declaró, besándome el cuello y agarrándome el paquete con sus dos manos. Ambos reímos y nos dejamos llevar por esa tensión que nos consumía a los dos. Sus labios gruesos, se fueron tatuando en mi pecho, mientras yo deshacía el nudo de su traje de baño.

Lo primero que hice volar fue su sujetador, liberando esas tetazas y dejándola flotar en el agua. Ver esos globos esparramados me excitó mucho más y antes de dejarla en pelotas en mi piscina, agarré esos enormes pechos y los amasé. Eran algo duros, pero me resultaba adictivo apretarlos. Sus pezones no tardaron en colocarse erectos y verlos así, me hizo querer chuparlos. Como un infante que se agarra del seno de su madre, empecé a amamantar de esas preciosas tetas. 

Sus jadeos me hipnotizaban y la forma en la que estrujaba mi verga con sus manos, me regocijaba. No resistí más y me bajé el bañador, soltando mi erguida y venosa verga, la cual quería zambullir en esa ardiente y babeante vagina madura. De una estocada hice que mi pene entrada completamente en esa cueva deliciosa, los chillidos de esa hembra me entusiasmaban para darle más fuerte. –“¡¡Ooohhh diooosss!!… Sí, sí, sí, sí… ¡Síiiiii!... Así me gusta, chico”- exclamó, clavando sus uñas en mis hombros.     
  
Movía mi pelvis de manera brusca y ella no reclamaba, le encantaba ser cogida de esa forma tan salvaje. En sus ojos notaba el gozo de tener mi verga machacando su interior y mis dedos jugando con su esfínter. No sabía por qué la deseaba tanto, menos por qué causaba ese comportamiento chulo y picarón en mí. Le hacía cosas que a Teresa nunca le había hecho, porque con ella todo era más tierno, fogoso pero tierno, en cambio con Katia todo era rudo y lascivo. 

Entre ambas había una diferencia más que la edad, a Teresa la amaba y quería estar siempre a su lado, pero Katia despertaba algo en mí, que mi hermana no podía y me enloquecía con su monumental figura. Las piernas de esa madura, rodearon mi cintura, mientras yo seguía embistiéndola con furia. Sus gemidos descontrolados y sus arañazos, me encendían más y más. Perdí la noción del tiempo y no veía lo que había a mi alrededor, solo me centraba en esa hembra con la que tanto placer estaba teniendo. Entre tantas penetraciones golpeé su punto G y la hice estallar en un gran orgasmo. 

Sus paredes vaginales comenzaron a aprisionar con más fuerza, por lo que fue cuestión de tiempo para que yo llegada a mi límite. Aunque antes de eyacular, salimos del agua. Ella se puso de rodillas y fue pasando su lengua alrededor de mi tranca, bañándola con su tibia saliva, al mismo tiempo que con sus manos jugaba con mis huevos. Me costó resistir ante esa lengua habilidosa y terminé acabando en su boca, una buena carga. Katia la tragó y luego limpió mi polla. 

Pesé a que me había corrido, mi verga seguía rígida y palpitando. –“Veo que quieres seguir jugando, Alexander”- dijo esa madura en un tono juguetón, mientras tocaba mi glande con su dedo índice. –“Joder… Es que no me canso de tu coño, Katia…”- le contesté, con una sonrisa engreída, –“Además, sé que tú también anhelas continuar”- agregué, azotando mi tiesa verga de arriba abajo y golpeándola en sus labios. Ella quedó asombrada por esa respuesta, pero le encantaba que fuera así.  

–“¿Qué te hace creer que estoy loca por tu verga?”- consultó, ocultando su obsesión por mi miembro y tomándolo con sus dos sedosas manos. –“¿Loca? Tú no solo estás loca por mi verga, sino estás adicta a ella. Tanto que tienes que venir a mi casa a provocarme, porque te niegas a llamarme y pedirme que te haga una visita. Solo con ver cómo me la tocas y miras, sé que te encanta su forma, su tamaño, su peso y su grosor”- respondí con chulería y apartándome de ella. 

Katia quedó atónita al darse cuenta que me alejaba de ella. –“Como no quieres reconocer tu adicción por mi polla, me iré a mi cuarto. Eres libre de ir a visitarme, pero con un paso que des dentro de él, daré por hecho que no puedes vivir sin me verga y trataré igual que una puta”- le dije, dándole la espalda y yéndome a mi habitación. Apenas me recosté en mi cama, escuché la puerta abrirse. Katia con su cuerpo aún húmedo, se acercó a mí sin decir nada. 

Esa madura se subió encima de mí y agarró mi verga con sus manos. –“Te crees mucho cabrón, por ser guapo, tener un cuerpo atlético y un buen trozo de carne entre las piernas. Además de coger bien rico. Te detesto, porque sabes que puedes tener a cualquier mujer en tus pies, incluyéndome a mí”- manifestó, sentándose sobre mi empinada polla y enterrándosela sola, a lo más hondo de su coño. Yo reí y dejé que cabalgada, mientras deseaba ser aprisionada por mis brazos y devorada por mi boca.   

Luego de hacerla sufrir por unos segundos, la complací, abrazándola con mis brazos y besándola obscenamente la boca, a la vez que mi polla entraba y salía de su coño con fuerza. Amaba escuchar a mis huevos chocar contra su culo, era algo que consideraba vulgar pero que con esa mujer me resultaba adictivo y cachondo. Lo hicimos en varias posiciones, igual que en su cama, dejando su aroma en mis sabanas, las cuales tenían el fresco olor de mi hermana. 

Me vine dentro de ella como un demente, porque me fascinaba ese coño y disfrutaba rellenarlo, más al saber que no podía quedar embarazada. Después de corrernos, nos quedamos recostados en la cama, dándonos unos piquitos y ella acariciaba mi tranca. Unos minutos más tarde, ella se levantó y se vistió, saliendo del cuarto sin pronunciar una palabra. Yo me reí, pues era bastante obvio que estaba molesta, ya que tuvo que reconocer que le encantaba mi polla y yo le gustaba. 

Solo para molestarla, tomé mi móvil y le saqué una foto a mi pene, el cual no estaba del todo flácido, aún estaba algo duro y empalmado. Se lo envíe a Katia y le escribí el mensaje, –“Cuando quieras, puedes venir por tu caramelo favorito, puta”-, sabía que eso la iba a molestar, pero al mismo tiempo excitar. Porque en el fondo, eso siempre anduvo buscando un jovencito guapo con una buena herramienta, que la tratara igual que una prostituta. 

Fui al baño, tomé una ducha y luego me dirigí al comedor para comer y beber algo. Al llegar me encuentro con Teresa, la cual estaba sentada sola y con los ojos algo cristalizado y rojizos. Me acordé de que había salido con mamá a comprar, al preguntarle si habían traído leche, ella no dijo nada, luego al consultarle en dónde se encontraba mamá, también guardo silencio. Era obvio que estaba enojada y triste por algo, pero como un idiota, quise ignorar aquello. 

Tras comer, me fui a mi cuarto y me quedé dormido. Como a las dos de la madrugada me desperté, porque quería ir al baño. Mientras caminaba a este, comencé a escuchar unos gemidos y azotes, pensé que era mi imaginación hasta que reconocí la voz jadeante, la cual era mi hermana. Abrumado, acerqué mi oído a mi pared y escucha claramente su voz agitada. Los celos me invadieron y salí de mi habitación para dirigirme a la de ella, estaba enfurecido, pero al abrir la puerta, ella estaba sola, reproduciendo un vídeo de nosotros cogiendo. 

Me miró y luego me ignoró, como si no estuviera ahí. Me acerqué y me senté a su lado, sin embargo, apenas lo hice, ella se puse de pie y caminó hacía su balcón. La seguí, pero cuando quería acercarme a ella y abrazarla, Teresa se alejaba. –“¿Qué te pasa?”- pregunté incrédulo, ella soltó una risita y movió la cabeza. –“Oh vamos, Teresa. Me has estado ignorando desde que regresaste de comprar”- le dije algo molesto, –“¿Por qué será?”- expresó sarcásticamente.  

Estaba a punto de enojarme porque no era clara conmigo y esperaba que yo supiera cuál había sido mi error, mágicamente. Pero entonces, sospeché qué pudo haber causado su enojo. Tragando saliva, me tembló la voz, pero finalmente quebré el silencio que se había ocasionado entre los dos. –“Tú… ¿Tú me viste?”- pregunté con timidez, –“¿Verte? ¡No solo te vi, Alexander! ¡Sino también te escuché y te grabé para que no puedas negarme nada!”- exclamó enfurecida. 

No sabía cómo pedirle perdón, pensaba que el solo decirlo, haría que me quedada corto por el daño que había hecho. Teresa comenzó a llorar y esas lágrimas me lastimaban, me quemaban por dentro y me hacían sentir miserable. Toda esa chulería que había expresado con Katia me parecía un chiste, porque al final había terminado lastimando a quien más quería. Las lágrimas también se hicieron presentes en mis ojos, corrían por ambas mejillas e intentaba balbucear la palabra perdón. 

Apenas la dije, ella me abofeteó y me dijo que podía perdonar una infidelidad, pero no que le mintiera descaradamente en la cara y luego me burlada de la forma en que lo hice, al follarme a Katia en mi cama, donde habíamos escrito decenas de historias de amor. Quise explicarle lo que pasó, pero no me quiso oír, estaba en todo su derecho y me pidió que me fuera a mi cuarto, porque no quería verme. Le hice caso y desde mi habitación, escuchaba su desgarrador llanto, que me hacía odiarme a mí mismo. 

Desde esa noche, pasó cerca de una semana y media desde que mi hermana y yo no nos hablamos. Comencé a cuestionarme varias cosas, cómo lo que realmente quería, entre tanto ajetreo, llegué a una conclusión en concreta. Quería casarme con mi hermana e irme lejos junto a ella, a un lugar donde mamá jamás no pudiera encontrar y pudiéramos ser felices. Fui a una joyería, para elegir el anillo de compromiso que le daría a Teresa, de tantos, me decanté por uno que poseía un pequeño diamante, que me recordaba a las estrellas que tanto ella admiraba.

Esa noche el cielo entero estaba despejado, las estrellas iluminaban cada rincón con su destello. Me llenaba de confianza y presentía que era una buena señal. Las horas pasaban y mi hermana todavía no llegaba a casa, me impacientaba y el discurso que tenía en mente se me olvidaba por lo que lo practicaba otra vez. Ya eran las diez de la noche y Teresa todavía no llegaba, comenzaba a preocuparme, pero entonces, mamá me llamó y me dijo que fuera a buscar a papá en su despacho, porque iba hacer un anunció. 

Era bastante raro por no decir inusual que mamá nos juntada para dar algún anunció, de hecho jamás lo había realizado, hasta ese momento. Sin embargo, obedecí y fui por mi padre, que estaba atendiendo una llamada telefónica, al decirle que mamá lo llamaba, colgó casi inmediato. –“Uff… Llegó la hora, espero que te comportes campeón”- me dijo con una sonrisa y desordenando mi cabello con su mano. Parecía contento y algo nervioso, no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, pero tampoco me molesté en preguntar.  

Pensé que se trataría de alguna bobería, como la visita de algún empresario importante y por eso, me pedían que me comportada. Mamá y papá se tomaron de las manos, algo que realmente me descojonó, porque nunca los había visto tan íntimos, no obstante, la sorpresa fue aún mayor, cuando Richie abrió la puerta y de ella se asomó mi hermana junto a un sujeto, tomados de las manos. –“¿Qué está pasando aquí?”- fue lo primero que expresé del asombró. 

Mamá me miró y sonriente dijo: –“Tu hermana se va a casar, Alexander. Le he conseguido un buen matrimonio y un negocio espectacular a nuestra empresa, así que se amigable con tu cuñado”-, esas palabras me destruyeron. Sentí como el corazón se me hizo triza y de mis ojos las lágrimas cayeron sin que pueda contenerlas. Teresa al verme agachó su mirada y el idiota de su prometido se aproximó a mí con una enorme sonrisa, para saludarme. 

Lo dejé con la mano extendida por lo menos unos 15 segundos, lo que fueron incomodos para ambos, al final porque mamá me obligó, le di el apretón de mano. El muy canalla me preguntó por qué lloraba, yo agachando la cabeza, le murmuré, que había terminado con mi novia. Estoy seguro que esas palabras las escuchó Teresa, pero calló, después de todo, lo nuestro siempre estuvo oculto. Después de ese instante, me retiré a mi cuarto con la excusa que me sentía mal. 

Lloré toda la noche, sintiéndome imponente por no tener los huevos para oponerme a esa arbitraria decisión de mis padres. Sin embargo, no había nada más que hacer y mi historia con Teresa acabó esa noche. Nos volvimos distantes y el dialogo entre ambos se hizo nulo. Intenté sanar mi corazón con otras mujeres, como Katia por ejemplo, pero al final del día, solo tenía sexo, no había amor, no había cariño, solo un cuerpo lujurioso ansiando ser complacido. 

Comencé a comportarme como un capullo que veía a las mujeres como meros objetos sexuales, no me importaba sus sentimientos, solo jugaba con ellas. Me había transformado en lo que mamá siempre quiso, en un patán más, como los otros hombres de mi familia. Fue en esa época en la que comencé a beber más y a fumar, intoxicándome buscaba destruir aquel chico bueno que fui, sumergiéndome en una burbuja que cuando estallo, me hizo huir de ese ambiente tóxico. 

Recuerdo que para la boda de mi hermana, terminé tomando a Katia de la mano y llevándola a un cuarto para cogerla, pues me daba coraje presenciar como Teresa se comprometía con otro. Ese día, también fue el último en que follaría con esa madura rusa, pues ella se fue del país y yo me quedé buscando un reemplazo de mi hermana. Una mujer que pudiera hacerme olvidarme de ella, pero en realidad, buscaba a una que me hiciera delirar de placer, como lo hacía Katia. 

Así fue como apareció Lucia en mi vida, y más que el reemplazo de mi hermana, fue el reemplazo de Katia y los días con ella, fueron divertidos, tuvimos altos y bajos, ella era una putita que se encamó hasta con mi padre. Recuerdo que en el cumpleaños de mi abuelo, los encontré follando en la ducha. El cuerpo pequeño pero sensual de Lucy, estaba mojado y siendo levantado por las estocadas que le daba mi padre, el cual estaba fascinado con ella. 

En ese instante me di cuenta por qué mamá quería que me casada con Lucia, pues ella tenía una gran habilidad de poder conquistar y hacer que un hombre le diera lo que deseaba. Doblegaba a un hombre como papá, haciendo que le dé joyas, dinero y hasta un coche, cosas que ni mamá hacía. Le perdoné muchas infidelidades, porque en el fondo sabía que no la amaba y solo quería estar con ella, porque follar era divertido y me engañaba a mí mismo que así olvidaría a Teresa. 

Pero la realidad era muy distinta, porque la primera vez que volví a ver a Teresa el corazón se me aceleró y los recuerdos de las noches eternas en las que nos amamos, retumbaron en mis memorias. Cuando dios me puse a prueba y me dejó a solas con ella, terminé entregándome a mí hermana y reviviendo esas caricias especiales, esos besos singulares, esa forma de amar, que ninguna otra mujer veía de mí. Después de ese encuentro, nos quedamos en la cama, lamentándonos por no haber sido valientes y enfrentar a mamá. 

Lucia nos encontró justo cuando nos besábamos y yo le decía a Teresa que, era la mujer que siempre he amado. Lucy se enojó, porque Rubén le había lavado el cerebro que yo la abandonaría. Si bien amaba a mi hermana y eso jamás iba a cambiar en ese entonces, ya era muy tarde para cambiar nuestros destinos y yo planeaba casarme con Lucia. Ella no quiso escuchar y se fue a su departamento. Fui tras ella y aunque no quiso escucharme, le deje el anillo que había comprado para ella y le dije que esperaría esa noche su respuesta. 

Ella nunca llegó, pero si supe su respuesta. Lucia pese a todo, sabiendo que éramos una pareja en el que el amor carecía y que solo estábamos juntos por el sexo, había elegido casarse conmigo. El día de su funeral, llovió como si el cielo se hubiera partido, pero yo no me moví de su tumba, hasta sentir que le había dicho todo y lamentaba que nuestra historia acabada de esa forma. Le prometí que no volvería a jugar con las mujeres y que enfrentaría finalmente a mamá. 

Lo primero lo he cumplido, lo segundo aún lo tengo en deuda, si bien irme de casa, fue contra las ideas de mamá, aun no le he dicho lo que siento. Meterme en peleas callejeras comenzó a ser mi deporte, todo empezó cuando vi que un grupito, quería abusar de una chica. Por lo general, todas las peleas en las que me involucraba eran para defender a alguien. Con el tiempo, se fue transformando como un medio de rendirme ante la vida y buscar la muerte definitiva, porque me sentía vació y sin motivación. 

–“Eso hasta que conocí a Bella”- expresé, apagando mi cigarrillo y quedándome parado a fuera del hospital que trabaja mi amiga. Benjamín estaba flipando con la historia que le había contado y las cosas que le había revelado. Él era a la segunda persona que le decía la verdad absoluta, supongo que me sentía en confianza igual como cuando estoy al lado de su padre. Tomás ha sido una gran ayuda, ha sido un gran avance para superar toda mi pena que he albergado dentro de mí, pero por más que él me ayude, solo queda en mí dar el último paso o seguir estancado donde siempre.

Bella salió y al ver a Benja le sorprendió. Lo fuimos a dejar hasta su casa y luego nos fuimos a la nuestra. Durante todo el camino sentí a mi amiga distante, y aquello me irritaba, porque no sabía el motivo de su enojo, pero si sabía que quien lo había originado era yo. Al llegar a casa ella se fue a encerrar a su habitación y yo me quedé en el salón bebiendo. Por más que bebía, no podía sacar de mi cabeza el distanciamiento de Bella, así que al final, caminé hasta su cuarto y golpeé la puerta. 

Ella me abrió, pero no me dejó pasar, desde el umbral me preguntó qué quería. Bella llevaba puesto un pijama color rosa, muy infantil el diseño, pero en su cuerpo voluptuoso se veía jodidamente sexy. La había visto varias veces con ese pijama y en todas esas ocasiones me parecía adorable, sin embargo, con su ceño fruncido, cambiaba mi percepción. –“Cálmate, cálmate”- me repetía en mi cabeza, ella volvió a preguntarme, qué necesitaba y yo encaprichado con esa mirada fiera le dije que se veía muy linda. 

Bella se sonrojó y se puso nerviosa, si bien ya no me observaba con molestia me seguía cautivando sus ojos y pareciendo sexy. Ella eludía mis pupilas, entonces la tomé de su barbilla y la obligué que me mirada a los ojos. Iba a preguntarle, por qué estaba molesta, cuando de pronto ella, susurra: –“Bésame”-, al oír eso, quedé desconcertado, pensé que fue mi imaginación, por lo que le pedí que me lo repitiera. –“Bésame”- dijo con determinación, –“Bésame igual que a Vanessa”- complementó. 

Yo: No puedo.

Bella: ¿Por qué conmigo no puedes y con ella sí? ¿Acaso ella te gusta?

Yo: No, no me gusta Vanessa.

Bella: ¿Entonces, por qué? 

Yo: Po-po-porque, tuve que hacerlo, no tenía otra opción. 

Le contesté, dejando de mirarla a los ojos. 

Yo: Estaba huyendo de mi primo, aquel que quiso ligar contigo en el hotel, hace una semana, ¿recuerdas? 

Bella: ¿De don gimnasio? 

Yo: El mismo. Por cierto, ¿cómo sabes que me besé con Vanessa?

Bella: Tuve que salir a comprar y justo los vi. 

Yo: ¿En serio? Joder, si hubiera sabido que andabas cerca, hubiera ido donde ti. 

Bella: ¿Y me hubieras besado?

Yo: Si era necesario, sí… 

Ella rio, secándose unas lágrimas que había soltado de sus preciosos ojos.
 
Yo: Así que estabas celosa. 

Dije repentinamente, haciendo que ella vuelva a ruborizarse. 

Bella: Pensé que tú y ella…

Yo: Eso es imposible, tú sabes que ella ama a Axel y yo prefiero estar soltero. 

Bella: Sí, pero verte de la nada besarla, sin saber el contexto, hizo que mi mente creyera que eso imposible, era posible. 

Yo: Me disculpe con ella por tocar sus labios de esa manera, aunque logré mi objetivo. Por cierto, solo fue un beso, sin amor ni pasión, una actuación magnifica, si logró hasta a ti engañar.

Manifesté, algo nervioso. 

Bella: Sabes, me gustaría que Vanessa pudiera estar con Axel, aun cuando son hermanos, ellos se aman y merecen estar juntos. 

Yo: Sí… Como tú y yo…

Murmuré, sin que ella se dé cuenta de lo que dije. Cada uno fue a su cuarto, al otro día fuimos a la boda y esa noche, la besé. Fue tan distinto a todos los besos que había dado en mi vida, mezclaba la dulzura del amor y el fuego de la lujuria. Unos días después, me vi obligado a pedirle a Bella que fingiera ser mi novia, porque mi camino se cruzó con el de Rubén, y aunque quise ignorarlo, él me amenazó de revelarle a mi amiga, de mi pasado con mi hermana.

Rubén no era tonto y sabía que yo iba a terminar accediendo a su chantaje, porque no quería que Bella supiera de eso. Aún recuerdo cuando mis ojos vieron a Rubén cerca de Bella, todo mi cuerpo tembló y los fantasmas del pasado se me vinieron a la cabeza. No quería que él me viera, pero tuve que acercarme a ellos, porque estaba molestando a mi amiga. Cuando él me vio, soltó una risa que me puso los pelos de puntas, no por miedo a él, sino que era obvio que tendría que volver a casa. 

Y ese fue la primera orden de mi primo, llevar a casa y presentar a Bella a la familia, para que ellos le dieran una buena y grata bienvenida, como correspondía. Era claro que ese capullo buscaba cogerse a mi amiga, a la cual creía que era mi novia, solo para burlarse de mí, solo para sanar su orgullo que no lo dejó aceptar que Lucia me prefirió a mí, en vez de a él. Sin más opción, terminé regresando a ese manicomio, justo el día del cumpleaños de mi abuelo, fecha que hace unos 5 años, mamá quería usar para hacer público mi unión con Lucia. 
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