Belén, mi ahijada

Vayamos al pasado. Estamos cerca del mar, no quiero decir donde, hay un piso de madera que parece un escenario montado sobre la arena, mesas y sillas de playa. Cenamos dentro de la casa y salimos afuera para fumar y escuchar el ruido del mar. Llevamos las copas y dos botellas de vino. El dueño de la casa es mi amigo y me lleva algunos años pero a mi ahijada le lleva una vida.
     Vinimos aquedarnos unos días, vacaciones y regalo de cumpleaños para ella. Mi amigo se va mañana por la mañana y nos deja la casa y la heladera llena de manjares.
     Estamos borrachos, tranquilos, Belén sentada frente a la oscuridad del mar y nosotros  dándole la espalda. Es la más alegre, y el alcohol no es la única explicación posible. El día entero fue una carga de energía  y ansiedad, por el viaje y las posibilidades de esta nueva libertad, sin padres o hermanas.
     Cuando mi amigo, un poco borracho, un poco aburrido dice – Con lo linda que sos debes tener varios pretendientes- ella se ríe y cruza  las piernas y se vuelve a reír.
      Tiene el pelo suelto, cada vez que mueve  la cabeza peina sus hombros desnudos con el borde. Además, se puso para comer el vestido que se ata al cuello con un nudo, y en los pies, tiene una sandalia sola, la que cuelga del pie que tiene cruzado.
     Belleza es un concepto limitado si quiero calificarla. Es más que bella. Es una sirena que salió del agua, se ducho y perfumo para luego cenar con nosotros.
     Alguien dice  juguemos a las cartas Belén asegura llevar siempre un mazo en la mochila, y con amor me pide que vaya  buscarlas mientras mi amigo la imita – Daleee padrinooo-. Los dos se ríen y vuelven a llenar los vasos.
     El juego empieza, elaborado y los perdedores solo bebemos como castigo hasta que mi amigo propone, bromeando, que nos saquemos una prenda ya que tomar alcohol nos gustaba a todos. Belén nos sorprende diciendo que entonces ella tiene que ir a ponerse más ropa, porque - Abajo de este vestido- se puso de pie y podíamos  verlo caer por su pecho, apretarse en la cintura y terminar apenas un poco después de la cola - no tengo puesto nada-.
     Llamaremos a mi amigo Pijon, o Pija Gorda, así será más fácil contar el cuento…
     Debo reconocer que yo también me pare, temeroso de perder y tener que mostrar mi cuerpo desnudo. Pijon se quedó sentado y cuando me quede mirándolo hizo el gesto de que no le interesaba
     – No tengo nada que esconder si pierdo- me busco, a sabiendas que los dos ya nos conocíamos desnudos.
     Belén tardo un rato en volver. Pijon había abierto otro vino y servido tres copas.
     Cuando apareció fue como un choque eléctrico de trenes. Era la misma y no era la misma. La ahijada que festejaba su mayoría de edad parecía compartir el cuerpo ahora con una mujer sensual que manejaba a la perfección su efecto sobre los hombres.
     De antes, solo conservaba las chancletas donde asomaban sus dedos finos con las uñas pintadas. Se había puesto una pollerita de jean y una remera muy breve, que le dejaba la panza al aire.
     -No me gusta perder- dijo-. Y perdió. Se tomó su vaso y pidió cartas de nuevo. Y perdió. Como ya no se podía sacar el calzado, se le permitió que cada ojota valiera por una ronda, fingió que dudaba y después, contenta, informo que tenía una liga y subió su pollerita dejándonos ver, además de la liga, una diminuta bombacha blanca de lencería y la larga y  blanca pierna que terminaba en esa cola que Belén, ocultaba por vergüenza.
     - Quiero la revancha- dijo, y perdió. -Me están haciendo trampa- dijo, y perdió de nuevo. Mi amigo sirvió tres medidas porque en algún momento nos habíamos pasado al whisky. Belén se tomó la suya con decisión y me miro. La separaban de la desnudez total un corpiño y una bombacha. Lo digo así y parece nada. Pero cada una de esas prendas eran objetos perfectos de lencería que alguien muy perverso había ideado para transformar a mi ahijada en una sacerdotisa de la lujuria. La bombacha era una brevísima pieza de tela sostenida por dos finísimas tiras que recorrían su cadera. El corpiño en cambio tenía más tela, pero toda ella era semi-transparente o intercalaba, la exhibición de un pedacito de su piel con un moñito o algunas cintitas.  
     Ambos sentimos que me pedía permiso, lo hablamos después y ella lo confirmo. Con mucha culpa debo reconocer que hice un gesto autorizándola, una forma de mover la cabeza no lo sé. A partir de allí las cosas se aceleran. Belén se saca el corpiño y sus tetas, sueltas, se separan y chocan con suavidad, para volver a separarse y caer hasta acomodándose. El pezón es el último en apagar su movimiento. Puedo contarlo así porque las miramos, hechizados. Ella se ríe y dice que feo que a nuestra edad todavía no hayamos visto una teta pero se nota que esta colorada, nerviosa, y termina bajando la mirada.
     -Paremos acá-propongo, pero Belén dice caprichosamente – No es justoooo, ustedes no se sacaron nada-. Empieza a acostumbrase a tener las tetas al aire y las muestra, orgullosa de nuestro deseo que ya no ocultamos
     - Yo me voy asacar esto- dice Pijon y se saca la remera. Tiene un poco de panza y el pecho peludo. Debajo, la malla parece quedarle chica o quizá, al tener la pija tan grande y parada, se le arruga la tela por el esfuerzo.
     -Siii- aplaude ella como si un borracho felicitara a otro y sus tetas, blancas y suaves se mueven y parecen más pornográficas frente al pecho desnudo de Pijon.
     Es un impulso, agarro la botella y sirvo tres medidas. Eso parece descolocarlos. El silencio se instala y nos miramos hablando en silencio de lo que está en el aire.
     El momento termina pero algo ocurrió que cambio las cosas.
     - Vos no te sacas nada padrino- pero Pijon la interrumpe – el padrino no juega mas- anuncia y sirve tres medidas nuevas.
     - Que flojo- dice ella y se traga la suya
     - No da con la medida- dice y se acomoda el bulto haciéndonos notar la gordura de su pija a través de la tela.
     Agarro el mazo de cartas y reparto. Belén mira las suyas, me mira a mi y después se va al mazo. El silencio es tremendo. Ella se pone de pie y si no esta desnuda del todo es por esa tanga que, empieza a sacarse lento.
     Me da vergüenza decirlo pero yo también la miro. Miro la tela como desciende y la piel , un triángulo invertido que la depilación y la protección del sol transformaron en una pradera de piel blanca que parece algodón pero huele como caramelo. Aparecen los labios como un fogonazo de color marrón claro.
     -Un brindis por el ganador- dice desnuda y sirve tres medidas pero la toma, sin esperar nuestra respuesta. Después anuncia que se va a meter al agua y los dos, la miramos irse
en silencio, la cola blanca sostenida en dos piernas que parecen no terminarse y la espalda, el único sitio donde seguía pareciendo mi sobrina.
     -No te la podes coger- le digo – Sos mi amigo-.
     Tarda en contestarme… - Esta bien, pero la voy a dejar que me chupe la pija…-
     - Escúchame-insisto, lo agarró del brazo - no la podes coger…-. Pijon se para y se saca el short. Aparece ante mis ojos sentados una pija poderosa. Es oscura y aun así puedo verla en sus detalles. Es gorda, lo dije, pero es tan gorda que el largo parece más largo, es un efecto, y las venas marcadas parecen un mapa. En la punta brilla roja la cabeza.
     - Quédate tranquilo- dice y es algo extraño. Es como si con su pija me hubiera clavado ala silla.
     Lo veo alejarse. Escucho después las risas y los aplausos de Belén, oigo el ruido del agua, las risas y una pelea simulada. Después oigo el silencio y me sirvo dos o tres medidas antes de levantarme para ir a espiar.
      Marcho por el camino que se fueron ellos. Encuentro, en el suelo, a pocos metros de donde comienza la oscuridad del pasaje entre los médanos, la parte de abajo de la bombacha de Belén y la levanto, la aprieto entre las manos y se me ocurre la idea absurda de decirle –  Vine a traer esto-  pero, cuando  los veo, no me animo a decir nada.
      Pijon está sentado sobre una reposera. Su pija aparece dura, hinchada sobresaliendo de su panza. Belén, mi ahijada, esta de rodillas en la arena apuntando con su cola al mar y sus manos apoyadas en los muslos de Pijon. Estar tan cerca le permite chupársela. Es lo que hace. La mete en su boca, la saca, besa el tronco desde un costado y regresa por el otro, se pega a si misma golpecitos en la mejilla jugando y después, saca larga la lengua y babosea esa pija interminable.
     Puedo verlo porque me acerco hasta que mi ahijada me detiene con una mirada. Es de amor, pero también dice que el macho tiene que ser otro.
  
     Presiento cuando va a acabar, es algo mágico, y acabo también aunque no haya tocado mi pequeño pene. Lo veo a él empujar con su pija como si quisiera meterle la leche y a ella, sorprenderse y tragar, de la mano de esa nueva mujer que la posee y le enseña.
    
 

  Mi amigo adelanta su partida y se va esa misma noche. Antes de hacerlo me asegura que lo hace porque si se quedaba me cogía la ahijada. Escuche su auto salir y acelerar después en el asfalto. Yo espero para entrar, acariciando la arena como si fuera su cuerpo desnudo.

2 comentarios - Belén, mi ahijada

ObyJuan
Jajaja yo la hubiera clavado