El top 10 del sexo. Capítulo 6

El top 10 del sexo. Capítulo 6

Esta es la historia de Emilia, una mujer que a sus 30 años decide mirar hacia atrás y hacer un top 10 de sus mejores anécdotas de sexo, rememorando amantes, tríos, lugares exóticos y muchas cosas que la hicieron llegar a los mejores orgasmos de su vida. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 6: Aire libre – Puesto n°5
   Llegamos a la mitad del top y a partir de ahora los puestos restantes van a ser muy excitantes, con diferentes condimentos que los van a hacer únicos. Hasta ahora vimos como a los 19 aprendí que podía disfrutar muchísimo del sexo oral, todo gracias a Juan Pablo, mi primer gran amante. Ya varios años después, a los 28, viví la emoción de coger con un hombre casado como lo es Edgardo, uno de los directores de la empresa donde trabajo. A esto hay que sumarle que su esposa casi nos encuentra y eso hizo que la tarde cambiara de rumbo, haciendo que los dos nos calentáramos mucho más de lo que ya estábamos. También pasamos por anécdotas junto a Mariano, mi ex compañero de la facultad, con quien siempre estuve estando él de novio con Macarena, una de mis mayores enemigas. Es curioso que solo haya cogido con él cuando estaba en pareja, exclusivamente con esta chica, pero tal vez es por eso que ya apareció dos veces en este top y va a aparecer una vez más.
   Sin embargo esta historia es anterior a la última narrada. Para el puesto n° 5 hay que ir unos meses antes a que todos nos enteráramos que Mariano y Macarena volvían a estar juntos. Para ese entonces él y yo éramos nada más que amigos y yo me encontraba viéndome con más de un chico. Salía con uno que había conocido en Tinder, a quien vi solamente tres veces y dejó de hablarme después de coger. También me veía con otro chico más grande, que me llevaba 10 años y que solo me usaba para coger cuando su novia no quería, aunque no vale la pena ni hablar de él. Pero quien era mi principal amante en ese momento no era nada más y nada menos que Javier, el chico de los tatuajes que solía entrenar en el parque frente a mi casa y quien ocupa el puesto n° 10 de este top.
   Después de ese primer encuentro, Javier y yo volvimos a vernos exclusivamente para coger en dos oportunidades. Solían ser encuentros esporádicos y entre el primero y el último habían pasado unos 3 meses, lo que me llevó a pensar que tal vez no le gustaba tanto estar conmigo. Es por eso que siempre salía al parque a la misma hora de lo habitual con la idea de verlo y siempre me lo encontraba allí, entrenando en las máquinas y practicando. Ya no lo hacía en cuero, pues el frío había llegado y se tapaba, pero la remera mangas largas que usaba le quedaba tan pegada al cuerpo que se notaba lo bien que estaba y yo sola me imaginaba el resto. Después de dos semanas de no recibir ningún mensaje de él, decidí escribirle y le envié un simple “hola”, pensando que él iba a seguirme la conversación. Me contestó unas horas más tarde con un “hola, cómo estás?” y empezamos a hablar.
   La conversación se dio más natural de lo que esperaba y tras unos minutos de ponernos al día, le pregunté si hacía algo esa tarde. Sabía que vivía solo con el hermano y que podíamos ir a su casa a coger sin problemas, pues así habían sido nuestros tres encuentros anteriores. Cortándome la ilusión, Javier me dijo que iba a ir a entrenar al parque, algo que me llamó la atención pues era más tarde de lo habitual y pensé que ya había ido a entrenar. Le dije que no había problema y que podíamos vernos más adelante a lo que él me contestó con un simple “ok”. Claramente no deseaba tanto verme como yo a él, pero no iba a perder la oportunidad, al fin y al cabo era el pibe con quien mejor la pasaba en ese momento. Alegando que me iba a ver con unas amigas, me vestí con una remera algo escotada, una pollera cortita y salí rápido de mi casa antes que mis padres me preguntaran si no hacía un poco de frío para salir así vestida.
   Llegué al parque y me alegró ver que Javier allí estaba, entrenando junto a dos de los chicos con los que solía entrenar. “Al menos no me mintió para verse con otra” pensé y me senté en un banco a unos cuantos metros de distancia para observarlo. Me encantaba como trabajaba en las máquinas, como trepaba el escalador, como hacía abdominales inclinado con la cabeza hacia abajo y como se colgaba y avanzaba hacia adelante y hacia atrás sujetándose exclusivamente de los brazos. La noche estaba de mi lado y el fresco había cesado por un rato, lo que hizo que Javier saliera en musculosa, permitiéndome ver sus brazos fortalecidos cada vez que trabajaba. Los minutos pasaban y yo seguía ahí sentada, observándolo hacer uno y otro ejercicio, riéndose con sus amigos y pasando el tiempo.
   Uno de los amigo se marchó a la media hora y el otro se quedó unos minutos más, hasta que dejó a mi amante ejercitándose solo. Esperé que este último se alejara de verdad y a los 5 minutos me levanté y empecé a caminar decidida hacia donde él estaba. En ese momento se encontraba haciendo abdominales, con el cuerpo inclinado hacia abajo y no pudo ver que yo me acercaba. “Hola” lo saludé con voz firme y él se levantó automáticamente, algo asustado por la sorpresa de que yo apareciera de golpe. Tardó unos segundos en reconocerme y cambiando su rostro para regalarme una sonrisa, me devolvió el saludo y me preguntó que hacía por allí. Le mentí diciendo que me iba a encontrar con una amiga y que justo pasé y lo vi haciendo ejercicio, por lo que me acerqué a saludarlo. Entonces él me propuso de encontrarnos el fin de semana y yo contenta le dije que sí, pero no me fui pues al fin y al cabo no tenía verdaderamente a donde ir.
   - Falta para que me vea con mi amiga.- Le mentí de nuevo.- Si no te molesta me puedo quedar acá viendo como entrenas.- Le propuse y me apoyé sobre un caño que había allí para trepar.
   Él aceptó sin problemas y comenzó a caminar hacia mi de forma directa. Se paró a centímetros de mi cuerpo y me miró de arriba a abajo con una sonrisa en los labios. Yo me derretí por completo y noté como mi cuerpo vibraba a la espera que Javier actuara, pero no dijo nada. “¿Sí?” le pregunté observándolo fijo a los ojos y él me respondió diciéndome que tenía que usar el caño en el cual yo estaba poyada, todo sin borrar la sonrisa de su rostro. Yo me moví hacia un costado y él comenzó a escalar, llegando a la cima en cuestión de segundos. “¡Wow! ¡Que bien!” lo felicité yo y él me miró desde arriba y me guiñó el ojo. Bajó aceleradamente y de nuevo vino hacia mí, esta vez dando un solo paso y nos quedamos parados el uno en frente del otro.
   - ¿Cómo se llama la amiga con la que te vas a ver?- Me preguntó y yo dudé tanto que él se dio cuenta que había mentido para ir a verlo.
   Al ver que no respondía, me agarró de los hombros y se acercó para besarme apasionadamente. Yo automáticamente le devolví el beso y pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo la humedad de su remera y la transpiración de su piel. “Tengo que seguir entrenando” me dijo y rápidamente le pregunté si podía hacerlo sin remera, a lo que el contestó mirándome con una sonrisa y quedándose en cuero después. A pesar de la oscuridad de la noche, podía ver a la perfección su cuerpo gracias a las alejadas luces del parque que iluminaban vagamente donde estábamos. Javier se sentó en la máquina que había allí para ejercitar el pecho y con fuerza empezó a empujar hacia adelante para trabajar su cuerpo, el cual se marcó automáticamente. Sin poder resistirme, me senté encima suyo colocando una pierna a cada lado y pegando mi pecho al suyo. Sin soltar la máquina, Javier siguió ejercitándose mientras yo lo besaba con ganas, introduciendo mi lengua en su boca.
   El beso se puso tan caliente, que el pibe tuvo que soltar la máquina y terminó llevando sus manos a mi cola, apretándola con fuerza. Nos comimos la boca con ganas, sobre todo yo que no dejaba de acariciar su pecho transpirado con mis manos. Corrí mis labios de los suyos y dirigí mi mirada a su pecho, observando los tatuajes que tenía sobre sus pectorales y siguiente el recorrido de la tinta. “¿Querés que vayamos a casa?” me preguntó entonces y yo que no podía aguantarme las ganas, lo agarré de la cara y le encajé de nuevo un beso. Este siguió por varios segundos, mientras yo me balanceaba hacia adelante y hacia atrás sobre sus piernas, aprovechando que tenía la pollera puesta. Entonces noté a través del short deportivo que tenía puesto, que los besos ya habían hecho efecto y le propuse quedarnos allí. Javier miró hacia la derecha y hacia la izquierda y comprobó que a pesar de que la noche ya había entrado, todavía había gente entrenando en el parque a lo lejos.
   - ¿Acá?- Me preguntó sin soltarme la cola.
   Yo estaba tan caliente, que sin pensarlo, metí mi mano adentro de su short y le agarré la pija, la cual estaba totalmente dura. “Como quieras” le dije y empecé a pajearlo lentamente, a lo que él contestó cerrando los ojos y dejando escapar un suave gemido de placer. Volví a besarlo, sin despegar mi cuerpo del suyo y pajeándolo cada vez más deprisa. Javier no me soltaba, me apretaba bien fuerte de la cola y la pollera comenzaba a levantarse, provocando que sus dedos hicieran contacto con mi piel. Poco a poco fui corriendo mi boca de lugar, besándole los labios, el cachete, el cuello y el hombro hasta llegar a su oreja. Se la chupé metiéndole la lengua y entonces acerqué mis labios para hacerle una confesión que no sabía si iba a gustarle, pero de solo pensarlo me excitaba.
   - No sabés todas las veces que viene a caminar al parque solo para verte.- Le susurré sin dejar de pajearlo y franeleando mi cuerpo contra el suyo.- Inclusive antes de estar con vos. Ya me excitabas desde hacía mucho.- Le confesé y noté su verga latir entre mis dedos.
   Entonces Javier giró la cabeza para observarme y al ver mi sonrisa morbosa se dio cuenta que todo eso que le decía esa verdad. Ya no se pudo aguantar y siguió comiéndome la boca con tantas ganas que su verga ya solo iba a bajar de una sola manera. No me importaba el ruido de los autos pasando por la calle, o los pasos de la gente que corría a unos 50 metros de nosotros, solo me importaba él, su cuerpo transpirado y su pija. No lo dudé ni un segundo. Me levanté, le abrí las piernas con brusquedad y me arrodillé en frente suyo. Él trató de evitarlo, seguramente preocupado porque alguien se diera cuenta, pero yo fui más rápida, le saqué la pija del pantalón y tras pajearlo rápido por unos segundos, me la metí en la boca.
   Empecé a chupársela despacio, suave, disfrutándola lentamente. Movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo que con una mano lo pajeaba y con la otra sujetaba el short para que no molestara. “¡Ufff!” gimió él sin aguantarse y apoyó una de sus manos sobre mi cabeza mientras la otra la reposó sobre la máquina. A mi no me importaba nada, yo le chupaba la pija bien dura, toda transpirada y con un gusto delicioso que se derretía en mi boca. Subía y bajaba la cabeza a toda velocidad, lo pajeaba bien rápido y con fuerza. Mi lengua se volvía loca cada vez que llegaba a la cabecita, dando círculos en todas direcciones y lamiéndola hacia un lado y hacia el otro. La excitación de estar en el parque, completamente expuesta y seguramente siendo observada por más de una persona, me estimulaba y me hacía chupársela más y más. Me encantaba esa verga bien grande y gruesa que tenía.
   Levanté la mirada, lo observé a los ojos y noté como él me miraba completamente desconcertado, con una cara de baboso absoluta. “No sabés las veces que pasé por acá con ganas de hacerte eso” le dije mientras lo pajeaba con ganas y mi mano recorría sus 20 centímetros de pija. Javier no pudo decir nada, estaba aún aturdido por lo que sucedía y es por eso que volví a chupársela, comiéndole la pija a toda velocidad. Me la metía hasta donde podía, me ahoga con ella, me la sacaba de la boca, la escupía y volví a metérmela para seguir chupándola. En una de esas miré hacia un costado y pude ver cómo dos chicos que pasaban corriendo a unos 50 metros de nosotros observaban toda la situación. Por alguna razón eso me excitó más y decidí darles un poco de show a ellos también, comiéndome de nuevo la pija de mi amante y complaciéndolo más y más.
   Tras varios minutos de chupársela y habiéndole dejado la pija bien dura y babosa, no podía esperar a cogérmelo. Me levanté y ahí parada en frente suyo, me saqué la tanga que había llevado y la dejé tirada al lado nuestro. “¿No querés que vayamos a mi casa?” me preguntó él con la pija al aire y observando cómo me acomodaba de nuevo sobre su cuerpo con una pierna a cada lado. Sin decirle nada, le respondí con mis actos. Le agarré la pija con una mano, apunté a mi concha y empecé a bajar sintiendo como esta entraba en mi cuerpo poco a poco. “¡Hay Dios!” gimió el por lo bajo y apoyó sus manos en mi cintura acompañando mi movimiento de forma suave y lenta. Así me quedé, con sus 20 centímetros de mi pija adentro de mi concha, mirándolo de frente, con sus labios a centímetros de los míos y completamente excitada.
   Comencé a moverme lentamente hacia adelante y hacia atrás. Busqué su boca y lo besé en el mismo instante que él llevó sus manos a mi cola y la apretó con fuerza para acompañar mis movimientos. El beso volvió a ser igual de caliente que al principio, incluso más y notaba todo su cuerpo duro y transpirado rozar el mío. Cada movimiento que yo daba me provocaba un gemido, pero me aguantaba las ganas de gritar y ahogaba mis alaridos en su boca. Javier se soltó por completo, dedicándose a disfrutar de mi cuerpo y a deleitarse con mis besos los cuales eran cada vez más caliente. “¡Uhhh sí!” me dijo y entonces aceleré mis movimientos. No quería ponerme tan loca, pues no quería gritar y gemir estando allí. Asique terminé mordiéndole los labios a mi amante, mientras comenzaba a saltar con ganas sobre su cuerpo, cayendo de golpe una y otra vez sobre su cuerpo deliciosamente marcado.
   Con mis manos le tocaba el pecho, los hombros, los brazos. Disfrutaba de cada curva de sus músculos y en especial de sus tatuajes, los cuales no podía dejar de mirar mientras me lo cogía. Javier tenía sus dos manos apoyadas en mi cola, la cual apretaba con fuerza y empujaba hacia arriba para que saltara más fuerte y más alto. Yo caía una y otra y otra vez sobre su enorme pija, clavándomela en la conchita totalmente mojada y empapada de lo excitada que estaba. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y empecé a gemirle al oído, bien suave, solo para que él pudiera escucharme. Los dos chicos que habían pasado antes volvieron a pasar corriendo por el mismo lado, esta vez mucho más lento y apreciando el show hasta que siguieron de largo.
   - Levantate.- Me dijo de pronto él y yo obedecí.
   Me pidió que me recostara sobre la tabla que él había utilizado para hacer abdominales y eso hice. Apoyando mi cabeza en la parte más alta y colocándome en el centro, Javier se arrodilló en frente mío, con la pija al aire y chorreándole. Me sacó los zapatos que tenía puestos y automáticamente se llevó uno de mis pies a la boca, el cual empezó a besar y después a chupar. Por alguna razón ese gesto me excitaba muchísimo y se notaba que a él le encantaba deleitarse con mis pies. Se metió uno de mis dedos en la boca y después pasó al otro pie, repitiendo los movimientos. Primero lo besó, después le pasó la lengua por todos lados y por último jugó con mis dedos, lamiéndolos y llevándoselos a la boca. Me miró a los ojos mientras me chupaba el dedo más grande y me sonrió de una forma que hizo que me mojara aún más.
   Entonces colocó una pierna a cada lado de la tabla, subió lo más que pudo y me bajó para que yo quedara a su altura. Metió su enorme y gruesa pija en mi concha y empezó a cogerme bien fuerte. Se movía tan rápido y me azotaba tan duro que sentía como su verga entraba y salía de mi cuerpo con toda potencia. Me sujetaba de ambas piernas y las sostenía en el aire, haciendo evidente que estábamos cogiendo ahí mismo. No me importaba, yo gozaba y disfrutaba al máximo de cómo me cogía ese hermoso potro. Ya no podía controlarme, me llevé la mano a la boca para tapar los gemidos y aun así estaba segura que podían escucharse si se acercaban a donde estábamos. “¡Sos tremenda!” me dijo soltando una de mis piernas y llevando la mano a mis tetas para manosearlas por encima de la remera.
   Luego volvimos a coger como al principio. Él se sentó en la máquina de pecho, se apoyó contra el respaldo y yo me senté encima suyo para cabalgarlo de forma muy rápida. Subía y bajaba por su pija a toda velocidad. Lo miraba fijo a los ojos y estos me atrapaban, haciéndome olvidar que tenía que gemir por lo bajo. Estaba demasiado caliente, no daba más. Mi cuerpo temblaba de arriba abajo y el calor era inmenso. Su cuerpo brillaba a la tenue luz de las luces del parque y me excitaba demasiado. Sin detenerme, sin poder aguantarme las ganas, acabé mojándolo entero, encastrándole toda la pija, las piernas y el short, no sin antes gemirle en la cara con ganas. Javier quedó fascinado, era la primera vez que eyaculaba así frente a él y se calentó tanto que me siguió moviendo el solo hacia arriba y hacia abajo con sus fuertes brazos.
   “¡Ay Dios!” le dije frenando de golpe y respirando de manera muy agitada mientras seguía acabando. Él se sorprendió de mi orgasmo y me dijo que le había encantado la manera en la que había acabado, para después darme un beso bien caliente. Seguimos cogiendo un ratito más en esa posición, pero yo había acabado de tal manera que me temblaban las piernas y apenas podía moverme. Es por eso que me arrodillé de nuevo en frente suyo y lo pajeé bien rápido y se la chupé hasta que me llenó la boca de leche. Cuando estaba acabando pude ver cómo pasaban una vez más los dos chicos, esta vez caminando y como se quedaban parados viéndome a mi con la boca llena de la pija de mi amante. Como nena obediente me tragué toda la leche y después le enseñé la lengua a mi macho, mirándome este fascinado por el buen servicio que le había dado.
   Después de eso nos cambiamos apurados y nos quedamos unos segundos parados en las máquinas, esperando que los dos chicos se fueran. Una vez que estos desaparecieron Javier me acompañó hasta mi casa, no sin antes proponerme algo para ese fin de semana, por más que faltaran 3 días para el sábado. Yo acepté contenta, pues sabía que me había ganado su atención y que seguramente había pasado a ser su amante número 1. Después de eso se vinieron unos meses muy cargados, cogiendo casi todas las semanas y disfrutando muy buenos momentos. Esa noche súper caliente al aire libre, siendo observada y cogiendo sin desenfreno, es uno de mis encuentros sexuales favoritos, siendo solo superado por otros cuatro.


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