El top 10 del sexo. Capítulo 7

El top 10 del sexo. Capítulo 7

Esta es la historia de Emilia, una mujer que a sus 30 años decide mirar hacia atrás y hacer un top 10 de sus mejores anécdotas de sexo, rememorando amantes, tríos, lugares exóticos y muchas cosas que la hicieron llegar a los mejores orgasmos de su vida. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 7: Voulez-vous coucher avec moi? – Puesto n° 4
   La lista sigue avanzando y se va poniendo cada vez más caliente. ¿Hacemos un repaso del top hasta ahora? En el puesto n° 10 está la primera vez que cogí con Javier, sin saber que se trataba del mismo chico al que solía ver entrenando en el parque y tanto me gustaba. En el puesto n° 9 aparece Mariano, mi ex compañero de la facultar y también nuestro primer encuentro, siendo esa la noche que acabé por primera vez squirt. En el puesto n° 8 avanzamos a cuando tenía 28 años y cogía con mi amante, Edgardo, director de la empresa en la que trabajo. No fue una experiencia cualquier, pues en medio del sexo llegó su mujer a la casa y estuvimos a nada de ser descubiertos, pero eso nos calentó tanto que nos llevó a coger bien duro. Avanzando al puesto n° 7 retrocedemos a mis 19 años y la vez que más disfruté con Juan Pablo, mi primer gran amante y quien me hizo acabar por primera vez con su lengua. Ya en el puesto n° 6 reaparece Mariano, pero en esta oportunidad dos años después de lo acontecido en el otro puesto. En esa oportunidad, él volvió a ponerse de novio con mi archi enemiga Macarena y yo tuve que cogérmelo de nuevo para demostrarle que era la mujer más fogosa de su vida. Por último, en el puesto n° 5 nos encontramos una vez más con Javier, el chico musculoso que me llevó a ir a buscarlo al parque tras ignorar algunos mensajes y a cogérmelo al aire libre para que recordara lo caliente que podía ser.
   Para el puesto n° 4 tenemos que viajar tanto en tiempo como en espacio. Avanzamos a cuando tenía 26 años y tras algunos años de lucha y estudio, terminé recibiéndome de la carrera. Para celebrarlo, decidí hacer un viaje con Guillermina, una amiga de la facultad y quien para ese entonces ya era mi mejor amiga. Habíamos acordado que cuando las dos nos recibiéramos, nos íbamos a ir a Europa por unas semanas y eso hicimos. Para ese entonces Javier y Mariano ya habían desaparecido de mi lista de amantes y realmente estaba disfrutando de mi soltería. Cogía con quien quería, lo hacía cuando quería y solía tener la suerte de encontrarme a varios hombres casados o en pareja, con los cuales disfrutaba mucho más que con los solteros.
   Sabíamos que en el viaje, además de visitar ciudades turísticas e ir a los lugares típicos, queríamos salir de noche, emborracharnos y conocer a algunos chicos. La primera noche en Madrid, fuimos a un bar y Guille conoció a un inglés divino con el que terminó a los besos pero no pasó a mayores. Al día siguiente fuimos a recorrer la ciudad con este inglés y ya por la tarde los dos se fueron al hotel para estar juntos, aprovechando yo para pasear por la ciudad. A los pocos días volamos a Roma y ahí conocimos a unos italianos que trataron de convencernos a toda costa que fuéramos a la casa con ellos. Al principio dudamos, pero terminamos rechazando la oferta lo cual fue un éxito pues después de que se fueran, vinieron un danés y un estadounidense que se habían conocido en el hostel y con quienes nos quedamos hablando y besándonos. Guille volvió a tener suerte en Berlín, con un alemán precioso que la llevó a la casa después del boliche y quien me invitó a mí también excusando que tenía un amigo. Yo decidí volver al hotel y esperar a mi amiga, quien no llegó hasta el día siguiente diciendo que quería mudarse a esa ciudad. Parecía que la suerte no estaba de mi lado y por más que conseguí besarme con ganas con un noruego cuando visitamos Ámsterdam, la cosa nuevamente no pasó a mayores.
   Estábamos en Paris, último punto dentro de nuestro itinerario y nos quedaban dos noches, por lo que decidimos ir a una discoteca a bailar y divertirnos. Luego de rechazar a algunos hombres y de conversar un rato con otros, Guille se puso a hablar con un local que no paraba de lanzarse encima de ella. Aprovechando su conocimiento de francés, mi amiga consiguió que Alexandre (así se llamaba) le pagara algunos tragos y que invitara a un amigo para hablar conmigo. Remi, el amigo, no era muy lindo la verdad, pero tenía buen cuerpo y me pareció bastante simático. Como mi francés es muy básico, terminamos hablando en inglés y a pesar que intentó varias veces avanzar conmigo, yo siempre lo rechazaba. Aun así, Remi se quedó al lado mío, pues Guille y Alexandre ya estaban a los besos de forma muy caliente a pocos metros de nosotros.
   - ¡Me invitó a la casa! ¿Vamos?- Me preguntó mi amiga y yo no quise decirle que no.
   Llegamos al departamento en el que los chicos dos años mayor que nosotros vivían juntos y mi amiga y Alexandre fueron directamente a la habitación de este último. Nosotros nos quedamos hablando en el comedor durante unos minutos hasta que empezamos a escuchar los gemidos de mi amiga y nos empezamos a reír. Continuamos hablando tratando de no pensar en ese ruido y Remi terminó pidiéndome un beso, siempre y cuando yo estuviera dispuesta a dárselo. “Te lo doy, pero nada más” le dije y él aceptó la oferta. Acto seguido se quedó parado, cerró los ojos, sacó los labios y yo me acerqué para darle un simple e inocente beso en la boca. Cuando me alejé, el abrió los ojos, dijo “perfecto” en francés y segundo después me confesó que quería otro, pero yo le dije que no, que iba a tener que quedarse con las ganas.
   Pensé que la cosa iba a quedar ahí, pues después de que mi amiga terminara con Alexandre, nos fuimos al hotel a que me contara todo lo que había sucedido. Sin embargo, al día siguiente, cuando estábamos paseando por la ciudad, los chicos aparecieron de golpe y Guillermina me confesó que los había invitado a pasar nuestro último día con ellos. Ella y Alexandre se saludaron con ganas, mientras que Remi me miró sonriente y me dijo al oído que volvió para poder verme de nuevo. Por alguna razón, sentí atracción a él, como si quisiera estar todo el día al lado suyo, hablando con él y conversando. Mi amiga y su chico se alejaron un momento para besarse “en secreto” y yo me quedé conversando con él y no podía parar de mirar su boca.
   Esa noche, después de comer en un bar e ir a tomar unos tragos, terminamos de nuevo en el departamento de ellos. Guille y Alexandre se sentaron juntos en el sillón y se pusieron a hablar y hacerse chistes, mientras se rozaban la piel. Yo seguía conversando con Remi, quien no paraba de mirarme a los ojos y de seducirme con sus movimientos. Estábamos sentados en dos sillas diferentes y a un metro de distancia, algo que llamó la atención de su amigo quien le dijo que se acercara. Guillermina, que al parecer también quería juntarnos, me dijo en castellano que estuviera con él y yo solo me reí. Entonces Alexandre aseguro que Remi no quería estar conmigo seguramente porque estaba de novio y yo automáticamente le pregunté al chico si estaba en pareja. Él sonrió y me dijo que tenía una relación a distancia con una chica que en ese momento estaba estudiando en Estados Unidos. De golpe, Remi se me hizo muy atractivo, sexy y empezó a excitarme.
   Mi amiga y el chico no tardaron en ponerse a los besos en frente de nosotros, algo sobre lo que el otro chico hizo un comentario y me miró sonriendo. Quise besarlo en ese instante, por lo que acerqué mi silla a la suya y le pregunté yo a él si me daba un beso. “Cerrá los ojos” me dijo Remi y cuando lo hice sentí sus labios tocar los míos de la misma forma sutil que yo lo había hecho la noche anterior. Yo incliné la cabeza hacia adelante para buscar su boca, pero él se corrió y se rio, diciéndome que no era lo que habíamos acordado. “¿Me das más besos?” le pregunté y él dijo que no estaba seguro, aunque me di cuenta que estaba jugando conmigo. En frente nuestro, Guillermina y Alexandre se comían la boca con ganas y él le tocaba las tetas sin disimulo por encima de la remera.
   - Parece que van a terminar como ayer.- Me dijo Remi en voz baja y los dos nos reímos.
   Entonces yo me incliné hacia adelante y le comí la boca de la misma forma que mi amiga se la estaba comiendo al otro chico. Apoyé mi mano sobre su nuca para que no se alejara y lo besé apasionadamente, moviendo mis labios sobre los suyos. El francés me devolvió el beso y se acercó a mi cuerpo, apoyando una de sus manos sobre mi pierna y haciendo unas suaves caricias. Tras unos segundos, me alejé de él, lo miré sonriendo y me empecé a reír como una tarada, para después girar la cabeza y ver como mi amiga tenía la mano de su chico metida por debajo de la remera. Me sorprendí, pero por alguna razón lo tomé como natural y volví a besar a Remi, esta vez, abrazándolo por encima de los hombros y haciendo que el beso se volviera mucho más caliente que antes. Si mi amiga se iba a coger de nuevo a Alexandre, yo no me iba a quedar atrás e iba a provechar que era mi última noche en el viejo continente.
   Mi chico parecía ser un poco más ubicado que el otro, quien rápidamente se lanzó encima de Guillermina, recostándose sobre ella en el sillón y sacándole la remera para dejarla en corpiño. Lo sorprendente fue cuando se abalanzó sobre su cuello y empezó a pasarle la lengua sin problema por el cuello y el pecho. En ese momento mi amiga giró la cabeza y me miró riéndose para decirme un “ya fue” que denotaba que no le importaba nada. “Lo que pasa esta noche queda acá” le respondí yo acariciándole el pecho a mi chico y riéndome al ver cómo Alexandre no se detenía por más que nosotras estábamos hablando. Llegó hasta las inmensas tetas de mi amiga y sin problema le bajó el corpiño y se las empezó a lamer como si se encontraran solos en la habitación. “¡Ay!” dijo mi amiga y pegó un salto por la sorpresa, pero el chico no se detuvo y continuó pasando su lengua por sus tetas ya que ella no le dijo nada.
   Yo me mantenía un poco más reservada, besando y tocando a Remi por encima de la ropa y observando de reojo a mi amiga, quien parecía completamente fuera de sí. La noche anterior se habían excusado y se habían encerrado en la habitación y por más que nosotros pudimos escucharlos, lo hicieron con algo de privacidad. Pero en esa oportunidad no les importaba nada y luego de que Alexandre se sacara la remera y ella le lamiera los pezones, siguieron avanzando y era evidente que no había vuelta atrás. Miré a Remi y lo besé de nuevo, para luego bajar mi boca por su cuello, moverle la camisa de lugar en busca de su hombro, mientras que con mis manos le iba desabrochando la camisa. Si mi amiga iba a divertirse en frente nuestro, yo no iba a quedarme atrás, al fin y al cabo habíamos dejado claro que todo iba a quedar entre nosotros.
   Le saqué la camisa a mi amante y noté un hermoso cuerpo, totalmente depilado y con los músculos bastante marcados. Pasé mi mano por su pecho mientras volví a besarlo y él decidió que yo también debía sacarme la remera, asique lo hice para quedarme en corpiño. Seguimos besándonos y tocándonos cuando de golpe nos dimos cuenta que era muy incómodo si los dos estábamos sentados en diferentes sillas. Es por eso que me levanté y me senté encima suyo, colocando una pierna a cada lado y mirándolo de frente, quedando mis tetas a la altura de su cara. ME desprendí del corpiño ya que él parecía no sentirse confiado para hacerlo y automáticamente colocó sus manos sobre ellas y las empezó a manosear y acariciar suavemente. Mientras yo le tocaba los hombros, los brazos y el cuerpo, Remi me daba besos por todos lados, el cuello, el pecho y obviamente las tetas, las cuales no sólo besó, sino que también chupó y llegó a mordisquear de forma suave.
   - ¡Ay sí!- Escuché de golpe a mis espaldas y giré para ver qué sucedía.
   Mi amiga había quedado completamente desnuda a lo largo del sillón y Alexandre le estaba practicando sexo oral. Claramente el chico sabía muy bien lo que tenía que hacer, pues ella empezó a gemir como loca, mientras tenía los ojos cerrados y le revolvía el pelo a su amante. Los gemidos también llamaron la atención de Remi, quien inclinó la cabeza hacia un costado para ver y empezó a reírse en silencio. “Siempre escucho a las mujeres cuando están con él” me dijo en inglés mirándome a los ojos y automáticamente le pregunté si su amigo escuchaba a las mujeres cuando él estaba con ellas. Remi levantó las cejas pues había entendido la indirecta y me propuso ir a la habitación para averiguarlo, pues allí la otra pareja se había apoderado del sillón, el lugar más cómodo para tener sexo. Yo acepté y me levanté de encima suyo y agarrándolo de la mano, empecé a caminar en tetas hacia la habitación, dejando a mi amiga con su amante en el living comedor.
   Entramos y decidí dejar la puerta abierta, ya que por alguna razón me gustaba escuchar los gemidos de mi amiga que no cesaban. Me acerqué a él y seguimos besándonos y tocándonos. Nos fuimos desvistiendo y yo quedé totalmente desnuda, para luego acostarme en la cama y llamas con las manos a mi amante, quien rápidamente se lanzó a mis piernas. Las besó, las acarició y las tocó gentilmente, para luego abrirlas desde mis muslos y buscar mi entrepierna. Pasó su lengua rápidamente y sentí como mi cintura temblaba frente a este gesto, ya que el cosquilleo que me generó fue muy fuerte. Acto seguido volvió a pasar su lengua, pero esta vez la dejó a la altura de mi clítoris y comenzó a hacer presión sobre ese lugar. Noté como un calor inmenso me invadía y como el placer se apoderaba de mi cuerpo frente al gesto repetido de Remi de mover su lengua hacia adelante y hacia atrás.
   - ¡Ay sí!- Volví a escuchar, pero esta vez no provenía del comedor, sino de mi propia boca.
   El chico francés comenzó a chuparme la concha y lo hacía de una forma increíble. Movía su lengua hacia arriba y hacia abajo sobre mis labios, mientras los iba abriendo y cerrando con sus dedos, lo que provocaba que sintiera su lengua por fuera y por dentro de mi cuerpo. Cada vez que subía, buscaba mi clítoris y lo saboreaba y movía en todas direcciones, haciéndome temblara de arriba hacia abajo. Mis piernas, que estaban en el aire, iban hacia un lado y hacia el otro, pues mi cintura no paraba de moverse al ritmo de su boca. Con una de las manos me sujetaba con fuerte de las sábanas, ya que sentía que el zarandeo iba a provocar que saliera volando de allí. Con la otra me apretaba las tetas con fuerza y me retorcía los pezones, aumentando así el placer que sentía. No sabía si era selección natural o si era simplemente que habíamos coincidido, pero los dos nos estaban comiendo la concha de una manera increíble.
   De golpe dejé de escuchar los gemidos de mi amiga y pensé que debía ser a que los míos no me permitían oír los suyos. Pero entonces me di cuenta que era ella quien ahora estaba complaciendo a él, ya que Alexandre era igual de escandaloso que Guillermina. Lo sentí como una sutil competencia y levantándome de golpe, le dije a Remi que se terminara de sacar la ropa ya que quería besarlo por todos lados. Él se paró al lado de la cama y se desprendió del pantalón y del bóxer al mismo tiempo, para automáticamente dejarme sorprendida. No era tan grande como la de Javier, pero el chico debía tener una pija de unos 18 centímetros y bien gruesa, algo que me sacó una pequeña risita, pero me provocó agarrársela con ambas manos a la vez y empezar a pajearlo bien rápido. Y es que sí, si hay algo en lo que van a coincidir todos los hombres del top 5 es en que todos están muy bien dotados.
   Sentándome en el borde de la cama, comencé a chuparle la pija al francés, mientras lo pajeaba bien rápido con ambas manos. Él automáticamente recogió mi pelo entre sus dedos y acompañó mis movimientos hacia adelante y hacia atrás. A medida que se la iba chupando, sentía como esta crecía en mis labios y se hacía más y más gruesa y se ponía más y más dura. Remi tampoco pudo aguantarse las ganas y al igual que los otros tres presentes, empezó a gemir y a decir algunas cosas que francés que no llegué a entender, pero que dejaban en claro que le gustaba. Yo, motivaba por sus palabras y por lo excitante de la situación, se la chupaba cada vez más rápido, lamiéndole la cabeza y bajando obviamente hasta sus huevos, los cuales chupé, lamí y me metí en la boca dado que eso provocó más gemidos de su parte. Ya nada me importaba, ya no me sentía intimidada por la otra pareja y sus ruidos de sexo, ahora quería ser yo la que gimiera más fuerte y la que intimidara a ellos.
   - ¡Vení! ¡Cogeme!- Le dije sin darme cuenta que hablé en castellano.
   Pero eso no generó un problema, ya que mi amante entendió todo a la perfección, pues acostarme en el centro de la cama con las piernas abiertas mientras lo llamaba con mis manos, era lenguaje universal. Él se acostó encima de mí y tras darnos unos besos bien calientes y mojados, colocó su pija en la puerta de mi cuerpo y se empezó a mover hacia adelante. Sentí como esa verga bien grande y gruesa empezaba a entrar en mi cuerpo y no pude evitar un gemido al mismo tiempo que clavaba mis uñas sobre su espalda. Del otro lado de la puerta ya se escuchaba a mi amiga gozar con ganas, lo que significaba que ellos ya estaban cogiendo bien duro, pero nosotros todavía no habíamos empezado e íbamos a darle pelea. Cuando Remi me la metió por completo, me dio otro beso y, esta vez en inglés, le pedí que me cogiera.
   Él comenzó a moverse suave, despacio, moviendo su cadera hacia adelante y hacia atrás, provocando que su pija entrara y saliera de mi conchita toda mojada. Yo lo besaba, gemía y lo abrazaba rozando su cuerpo contra el mío. Poco a poco fue aumentando el ritmo viendo como yo lo disfrutaba y a medida que se movía más rápido, más gozaba yo. Mis gemidos no tardaron en convertirse en gritos de placer, los cuales seguramente eran un poco exagerados para que mi amiga pudiera escucharlos desde la otra habitación. Ella también gemía y gozaba y yo me preguntaba si Alexandre la tendría tan grande y gruesa como la de Remi.
   El francés se elevó por encima de mí y colocándose por sobre mi cuerpo, me miró fijo a los ojos y empezó a cogerme con ganas. Yo ya no podía abrazarlo, por lo que me dediqué a tocarle el cuerpo, apretarle los brazos y acariciar su piel con mis dedos. Notaba como su cintura se alejaba y se acercaba a mi cuerpo bien rápido y sentía como su pija me abría el medio una y otra vez. Yo lo observaba fijo y gemía, gemía mucho. Gritaba con ganas, le hacía saber el placer que me estaba provocando y lo mucho que me gustaba que me cogiera de esa manera. “¡Oh yes! ¡Oh yes! ¡Like that!” le decía en inglés y él parecía ponerse como loco ante mis gemidos, pues cada vez me cogía más fuerte y más duro. Entonces Remi hizo algo que me provocó muchísimo placer. Levantó una mano y me agarró de la cara y me miró a los ojos con una expresión pura de deseo, mientras me empezó a coger bien fuerte y duro, clavándome sus 18 centímetros sin compasión alguna.
   Estaba prisionera de su cuerpo y de su dureza. Me agarraba de la cara con firmeza y no me permitía moverme, mientras me la metía y me la sacaba a toda velocidad. Yo solo gritaba, solo gemía y gozaba de esa actitud dominante y poderosa que él había tomado y con la que me complacía increíblemente. Ya no escuchaba nada del otro lado de la puerta, pero seguramente eso se debía a que solo me importaba lo que pasaba entre él y yo. De golpe, otro acto sorpresivo, ya que Remi me soltó y sin poder controlarse, me encajó una bofetada que me dio vuelta la cara de un sopapo. Giré rápidamente y lo miré a los ojos con la boca abierta y las cejas levantadas, como diciendo “¿cómo pudiste haberme pegado así?”, pero la expresión dominante y de placer en su rostro me llevó a decirle “again”. Él accedió a mi pedido y nuevamente me golpeó en la cara, dándomela vuelta de un increíble sopapo que me dejó la mejilla roja.
   Esas dos cachetadas me pusieron tan caliente, que rápidamente lo empujé hacia atrás y él cayó del otro lado de la cama. Antes de que pudiera reaccionar, me abalancé sobre él para colocarme encima de su cintura y me senté en su pija de un golpe, provocándome un grito enorme que mezclaba placer con dolor. “¡Hijo de puta! ¡¿Cómo me vas a pegar así?! ¡¿Vos querés que te coja todo?!” le dije apretando los dientes y empezando a moverme a toda velocidad sin darme cuenta que le hablaba en castellano. Él no entendió nada, pero viendo como yo me lo cogía con fuerza, se quedó quiero y llevó sus manos a mis tetas para apretarlas y manosearlas mientras me movía. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” empecé a gritar desesperada sintiendo su enorme pija toda adentro de mi conchita. Su insolencia me había calentado tanto, que no tardé en sentir como mi cuerpo se empapaba por completo mientras disfrutaba de cogérmelo de esa manera.
   Él me sonreía de una manera morbosa, como provocándome. Era evidente que el juego del dominio lo excitaba, pues trató de volver a agarrarme de la cara estando yo arriba. Entonces reaccioné inmediatamente, le corrí la mano de lugar y gritándole no, le pegué una cachetada que le dio vuelta el rostro de la misma forma que él lo había hecho. No dejé de cogérmelo en ningún momento, de hecho empecé a hacerlo más fuerte y cuando él giró la cabeza para verme, comprobó que ahora era yo la que sonreía de manera morbosa. Apoyé con fuerza mis manos sobre su pecho y comencé a saltar, cogiéndomelo bien duro, sintiendo su pija entrar y salir de mi cuerpo cada vez que brincaba sobre su cintura. Gritaba y gemía como loca, mientras que él se quedaba tendido, sonriendo de placer y apreciando en lo que me había convertido tras todos esos estímulos.
   No tardé en acabar y es que toda la calentura me llevó a tener un hermoso orgasmo mientras cabalgaba la pija de Remi. Entonces él me puso en cuatro y sujetándome con firmeza de la cintura me empezó a dar una y otra vez. Azotaba su cuerpo contra el mío, golpeaba sus caderas con fuerza y sentía como su verga entraba y salía de mi conchita toda empapada. Otro orgasmo más, tan solo minutos después del anterior, pero esa oportunidad me mojé toda y demostré a mi amante de lo que era capaz de acabar si me excitaban lo suficiente. Él pareció volverse loco con ese orgasmo y me dio más fuerte y más duro, mientras que con una mano me tiraba del pelo y me decía en inglés que era una trola. Yo estaba muy caliente, muy excitada, disfrutando y gozando de ese hermoso macho y de esa increíble pija que me estaba complaciendo.
   Los chirlos en la cola no tardaron en aparecer. Y es que si Remi había sido lo suficientemente atrevido como para golpearme en la cara, ¿por qué no en el culo? Me cacheteó una y otra vez sin detenerse, mientras me tiraba del pelo con todas sus fuerzas y me cogía duro y parejo. Yo gemía y gritaba sin poder controlarme. Me había olvidado por completo que del otro lado de la puerta mi amiga se estaba cogiendo a otro chico, pues solo me importaba él, el francés que me estaba complaciendo en ese momento. Los chirlos no paraban, su cuerpo no se detenía y sentía su enorme y gruesa verga entrar y salir de mi concha toda empapada a gran velocidad. “¡Sos una puta!” me dijo nuevamente en inglés y me pegó tan fuerte que noté como sus dedos dejaban una marca ardiendo en mi cola.
   De golpe se detuvo, sacó su pija de adentro de mi cuerpo y giré rápido la cabeza para comprobar que se estaba pajeando encima de mí. “¡Sí! ¡Dame tu leche!” le pedí en inglés y él no se aguantó ni dos segundos. Comenzó a acabar y noté una increíble cantidad de semen caer sobre mi cuerpo a medida que Remi se pajeaba detrás de mí. Me manchó la cola, la cintura y las piernas, todo mientras acababa y gemía envuelto en una ola de placer. Acto seguido, empezó a azoarme con su pija, limpiándosela en mi cola como si esta fuese una servilleta. Pero para el gran final, volvió a metérmela y me siguió cogiendo lento, despacio, sin importar que ya había acabado y que poco a poco se le iba durmiendo.
   Cuando terminamos, fui directo al baño a limpiarme y salimos de la habitación para comprobar que Guillermina y Alexandre estaban los dos desnudos en el sillón, él con la pija muerta. Era mucho más chica que la de Remi, algo que me provocó una sutil sonrisa, aunque ella no pudo comprobarla ya que nosotros salimos vestidos. Nos quedamos un rato hablando con ellos y luego nos fuimos con mi amiga, despidiéndonos de los chicos sabiendo que nunca más íbamos a volver a verlos. La noche había sido increíble y la experiencia me había dejado el cuerpo temblando, la cara y la cola roja y dos hermosos orgasmos de los que nunca me iba a olvidar. Pero lo mejor vino después, mientras caminábamos en silencio por las oscuras calles de Paris. Mi amiga se frenó, me miró fijo y me dijo:
   - ¡Increíble como gemís amiga! ¡Se notaba que la estabas pasando muy bien!- Y tenía razón. La había pasado increíble.



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